Blasphemy (2024) - 04
En el vaticano, un anciano que se encuentra sentado en el trono que según la iglesia se sentaba San Pedro para meditar sobre los dogmas de la nueva institución católica que ya estaban pesando en sus hombros. El anciano se regocija en su control total del mundo humano con la mano de hierro y una expresión de fingida bondad.
Un arzobispo se toma su tiempo para acercarse al trono, recorriendo una larga caminata hasta el papa e inclinándose hacia este expresa su opinión:
—Saludos, santo señor.
—Oh, Verius, que placer encontrarte aquí. ¿A qué se debe tu presencia?
—Hay mucha inquietud entre los herreros y armeros.
—¿Por qué inquietud?
—La entrega de armas bendecidas. ¿Por qué dárselas a los obispos?
—La envidia hijo mío no es una facultad digna de un arzobispo.
—No me malinterprete su santidad es que muchos consideramos que lo mejor para los obispos es tener practica y aquellos enviados a Inglaterra no estaban calificados.
—Ya veo pero que esa preocupación no nuble tu buen juicio. Además, los arzobispos Sebastián y Rose están en estos momentos en Birmingham por lo que debería ser la menor de tus preocupaciones.
—Su…santidad, hay otra cosa más.
—Dime.
—No, nada. Cosas sin sentido.
—Bien. —extiende su mano con el anillo del pescador en su dedo índice.
El arzobispo se acerca hasta el papa, Servialis I hombre de ochenta y tantos años, pero en apariencia pues fue incluso su santidad en épocas donde la doncella Jeanne D’Arc fue sentenciada a morir por blasfemar sobre dios frente a los fanáticos más sádicos. Verius lo toma con delicadeza de la mano y besa el anillo, representando la sumisión de él como hombre ante el poder y la gracia divina de los cielos. Tras este gesto de sumisión absoluta, Verius vuelve sobre sus pasos sin darse la vuelta manteniendo la mirada sobre el papa y regresa a su antigua posición:
—Ahora, hijo mío, tengo una petición que hacerte.
—Dígame, santo padre.
—En el centro del continente africano hay un refugio de ghouls. Necesito que vayas de observador. Si pueden ser usables, mejor, pero no quiero nuevas amenazas latentes ¿está claro?
—Por supuesto su santidad.
—Ahora puedes retirarte.
Una vez desaparece el arzobispo del lugar, una sombra espantosa se aparece atrás de Servialis y su trono. Esta sombra se acerca al papa y le susurra al oído con curiosidad:
—¿Por qué enviarlo a ese lugar?
—Porque dios así lo quiere.
—¿Dios desea la pena que existe en el mundo?
—La pena y la gracia son caras que pertenecen a una misma moneda. No existiría una sin la otra.
—En ese lugar existen los ghouls. ¿No es un sitio de muerte?
—Ghouls, licántropos, vampiros, goblins, onis, da igual la clase de seres infernales que haya siempre y cuando existamos nosotros para imponer el orden.
—¿Recuerdas nuestro trato?
—Siempre lo hago.
—Entonces que nunca se te olvide.
—¿A qué viene esto ahora? — se siente molesto.
El papa se voltea y esa existencia amenazante acaba esfumándose dejando una cola de vapor negro.
***PARTE 2***
Zanya y Luminara huyen, tratando de sacar a Theressa de las cloacas y buscar un refugio que sea difícil de encontrar para los inquisidores de la iglesia.
Logran llegar a su primer obstáculo, rejas que les impiden el paso. Luminara se acerca y con ambas manos sobre los barrotes alcanza a doblarlos con suma facilidad. Sus musculosos brazos no son simples adornos en su esbelto cuerpo.
Theressa sigue en shock por todo lo que está ocurriendo y es que no ha tenido un descanso, ni físico, ni mental, ni emocional:
—E-Esperen por favor…haaaa…haaaa…—Theressa llega a su límite.
—Theressa, no podemos retrasarnos. Cada segundo que pasa es un segundo que ellos ganan. —dice Zanya.
—Creo que lo mejor es tomar un descanso. No hemos podido descansar. —dice Luminara, apoyando el descanso para Theressa.
—Solo cinco minutos. Ni más, ni menos ¿está claro? —exclama Zanya. Camina hacia uno de los túneles que conecta con el refugio, un largo camino de casi ochocientos metros en sentido recto.
—Dime ¿te sientes deshidratada? ¿hambrienta? ¿pudiste dormir? —pregunta Luminara, mostrando una gran preocupación por la joven bruja.
—E-Estoy bien, aunque no pude dormir.
—Se cómo te debes sentir. No dejan de pasarte muchas cosas, una tras otra y eso sin duda que te debe de afectar.
—No sé qué es lo que está ocurriendo. Hace unos días que llegué desde Ámsterdam y toda la iglesia buscaba capturarme. Si no hubiera sido por esas chicas nunca podría haber escapado.
—¿Las brujas?
—Si. Fueron muy amables y no dejaron de preocuparse por mí. Todo hasta que…
—No necesitas recordarlo.
—Tengo que hacerlo o sus memorias desaparecerán.
—Eres demasiado emocional. No está mal. Me agrada en verdad, pero en estos momentos debes ser fría e intensa.
Theressa tose y se pone de pie. Luminara, quien se había acercado a los barrotes doblados para ver qué hay del otro lado, solo encuentra oscuridad. Entonces vuelve y ve que la chica está lista para retomar el camino:
—La señorita, Zanya ¿Por qué está tan nerviosa?
—No lo malinterpretes, ella es honrada y buena como nadie, pero en estos momentos piensa en dos cosas, nuestra seguridad y sobrevivir un día más.
—Sobrevivir un día más.
—Este mundo para nosotros los criptidos es excesivamente hostil. Vivir un día más es una gran bendición. Además, tiene gran preocupación por Oliver.
—¿Qué son?
—¿Te refieres a su relación?
Theressa asienta con la cabeza:
—Son amigos desde hace más de cincuenta años. Su relación es como la de hermanos.
—Él es muy importante para la señorita ¿cierto?
—Mas de lo que te puedas imaginar.
Theressa aprieta su puño por lo bajo y mira fijamente el camino de regreso. Entonces toma una clara decisión y camina por el tunal, volviendo al refugio. Zanya la ve pasar por su lado, mientras Luminara intenta convencerla de que no es la mejor idea ir al lugar de la batalla, pero la chica no la escucha y corre a toda prisa.
Zanya y Luminara corren hacia ella y logran detenerla:
—¡¿Qué demonios te pasa?! —pregunta Zanya furiosa.
—T-Tenemos que ayudarlo…a Oliver…
—Él nos dio una apertura para escapar ¿ahora esperas desperdiciar la oportunidad?
—¿Tú quieres hacer eso realmente?
—¿A qué viene ese planteo?
—Yo…todo este tiempo he estado sola y creo que si perdemos a quien apreciamos eso hará que aparezca un vacío inmenso. No quiero que eso les ocurra a las personas que me rodean.
—Pero tú no nos conoces tanto como crees.
—Cualquier persona que se preocupe por las personas que ama no debería ser malvada ¿cierto?
Zanya sonríe al escuchar esas inocentes palabras:
—Luminara.
—¿Sí?
—Hagamos lo que la chica dice.
—¿Segura?
—Al final ella será la que nos guie entre tanta oscuridad. Veamos de que está hecha.
***PARTE 3***
Hace cincuenta años y por la noche en un viñedo cerca de París, un hombre muy joven pasado los veinte degusta un vino añejo sentado frente a una fogata con un libro en su mano y en la otra la copa con el alcohol:
—¿Sabes porque al añejar el vino desaparece al momento frente a las capaces manos de los catadores? —pregunta el hombre— Porque es cuando su momento. Los vinos más jóvenes tienden a quedarse y florecen cuando llegue el momento adecuado.
—Ara, ara ¿qué cosas dices? —exclama Zanya, sentada al otro extremo y bebiendo un poco de sangre de cerdo. Se relame al tener un poco de sangre al costado de la boca— Añejar un buen vino nunca es garantía de calidad.
—¿Y porque resulta en un buen vino como dices?
—Touché.
—Pronto habrá cambios en los vientos del mundo. ¿No lo presientes ahora?
—Es muy pronto para hablar en estado de ebriedad.
—Jajaja, no lo hago, pero ¿no te sientes estos días muy rara?
—Soy una vampiresa, es obvio que mi percepción del mundo es completamente distinta.
Zanya le sigue el juego ya que vio cómo se bebió dos botellas de vino solo, pero a pesar de ello tiene curiosidad por lo que dice. Los cambios de viento entre los criptidos suelen ser de las cosas más esperadas ya que simbolizan el cambio en el mundo, aunque no siempre de la mejor manera:
—¿Curiosidad? —pregunta el hombre.
—Por lo que dices…claro.
—Yo también la tengo y por muy raro que parezca no estoy seguro porque lo se.
—Pero algo te ocurrió como para afirmarlo.
—Supongo que muy pronto lo sabremos.
—Si que eres extraño, pero confío en ti.
—¡Jajaja! Claro que sí. No por algo deje de ser cazador de la iglesia y ahora solo me dedico a emborracharme.
—Hasta que algún criptido huérfano necesita de tu ayuda como ese hombre lobo que me contaste hace tiempo.
Zanya sonríe por lo bajo, recordando la primera vez que lo conoció al hombre. Fue en una granja de Palermo y él había sido enviado para cazarla. Luego de intercambiar feroces ataques y casi morir, ambos deciden que no vale la pena tras descubrir que Zanya y los crímenes por los que se le acusaba eran inventos de la iglesia, quien contrató los servicios del cazador. Tras esto surgió la gran amistad de la vampiresa con el cazador de criptidos.
Zanya le da un último sorbo a la copa con sangre de animal y se dirige hacia la puerta que da a los campos con uvas. No sin antes detenerse con la mano a milímetros de la perilla:
—Es posible que esta sea la última vez que nos veamos, Abraham Van Helsing. —dice en cierto tono de tristeza.
—¿Estás segura de ello?
—Tengo que hacer un viaje a cierto bosque.
—¿Harás lo que te pedí?
—Ese licántropo que me dijiste parece ser interesante. ¿Por qué no? Además, los criptidos tenemos que estar unidos.
—Tendrás que ser demasiado convincente si quieres hacer que abandone a su comunidad.
—Ya pensaré en algo. Aunque tengo entendido que la iglesia ya puso sus ojos en ese lugar.
Zanya gira la perilla, abandonando el lugar y convertida en decenas de murciélagos, cada uno mostrándose triste debido al cariño que le tenía al holandés. Tiempo después, Zanya conocería a Oliver y cada quien tendría en su cabeza la idea de formar una agrupación que mediante la espera de un líder pudieran luchar contra la iglesia y salvar a su gente.
***PARTE 4***
Mientras tanto, Oliver arrasa con cada uno de los obispos, atravesando sus cuerpos con las propias manos, rompiéndose el cuello y cada extremidad a su alcance. No por algo se lo reconoce como el gitano más fuerte y la bestia nocturna por excelencia. Ni las armas bendecidas pueden contra el licántropo.
El nivel entre Oliver y los obispos es abismal y sorprendentemente muchos de ellos apuntaron a ascender a arzobispo.
Durante los casi cuarenta minutos que lleva luchando contra el enemigo, Oliver alcanzó a eliminar a la mitad y el líder del grupo se mantiene con su gladius al margen casi como si fuera el arma secreta que podría acabar con ellos.
El agotamiento llega al joven y este cae de rodillas:
—Haaaa…haaaa, ya llegué a mi limite. —piensa y observa como lo rodean. Sonríe y arremete de nuevo contra los restantes obispos— ¡Bueno, no hay manera de que me rinda y muera aquí!
Frente a Oliver se encuentra el joven obispo portando la gladius. Mateus, gran candidato a ser arzobispo, es un peligroso espadachín cuya especialidad es el arma de sus ancestros, los romanos:
—He terminado de orar, ahora sin clemencia voy a eliminarte de la existencia. —levanta la gladius y una luz brillante brota de su hoja y mango— La luz santísima no perderá…
Sorpresivamente, el joven obispo es muy rápido y sin que se diera cuenta Oliver lo tiene por el costado con la gladius atacando con miras a las costillas. Oliver alcanza a moverse y recibir una leve cortada. Retrocede varios metros y ve que la camiseta la tiene estropeada con sangre y aquella herida cortante.
Sabiendo que su ataque casi tiene éxito, Mateus se abalanza otra vez con ambas manos sobre el mango de la espada y la hoja apuntando esta vez al pecho para asestar una herida mortal.
Oliver presiente que si sufre una herida más seria con esa arma su vida podría peligrar. Su lado criptido corre peligro, pero su lado humano lo obliga a mantenerse firme y dar pelea.
Entonces Mateus se acerca otra vez y alcanza a herir el costado del cuerpo atravesándolo con la hoja y un hilo de sangre cae de allí, pero Oliver planeó la situación para tenerlo cerca y obligarlo a dejar la espada:
—¡Tú, asqueroso criptido, lo planeaste! —dice molesto el obispo.
—No fue difícil saber lo que querías. —exclama Oliver con gran dolor en el cuerpo.
El obispo se niega a abandonar el arma por lo que toma su rosario y lo besa para desatar el poder prestado del papa y, por ende, dios. De la palma de sus manos expulsa una radiante y explosiva luz que impacta en el pecho y abdomen de Oliver y lo envía contra la pared, formando una gran grieta:
—Me diste muchos problemas. —dice Mateus mientras se acerca a Oliver, que cae al suelo y seguido le caen escombros de la pared— Ustedes son un gran error de la naturaleza. No hacen más que oscurecer el mundo que nuestro señor ha creado.
—¿Oscuridad? ¿luz? ¿Qué no tienen grises por ahí? —se burla de la creencia de la lucha entre bien contra el mal.
—Sigue creyendo lo que quieras. —levanta su gladius para cortarle el cuello
Detrás de Mateus, una sombra lo acosa tomándolo del hombro y arrastra varios metros contra el suelo. En el camino golpea el rostro contra las rocas que conforman la plataforma hasta caer al agua estancada:
—Creí que ya estaban fuera de las cloacas. —dice Oliver con sorpresa al ver a Zanya.
—Si, pero hay alguien que tiene un fuerte sentido de justicia. —señala a Theressa.
Mateus salta hacia Zanya con la espada lista para asestar el impactante golpe, pero en cuanto lo ve sobre las alturas, Theressa levanta sus manos y de estas salen llamas tan ardientes que al llegar al obispo lo consume por completo sin siquiera haberse dado cuenta de ello.
Zanya, Luminara y Oliver se quedan estupefactos al ver el tremendo poder que posee la adolescente.
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