Blasphemy (2024) - 05
Los criptidos, seres cuya naturaleza tan antigua se ha visto en una encrucijada violenta con la humanidad, algunos productos de la madre Gaia y otros fueron seres humanos hasta que en un punto dado cruzaron la línea sobrenatural y ahora ya no pueden ser parte de la sociedad.
Los hay de todo tipo, desde monstruosos que buscan dañar a los humanos, pasando por aquellos que buscan ser parte de la sociedad humana hasta quienes se esconden en el bajo mundo y los que van más allá de su propia naturaleza, es decir, los criptidos más antiguos y cuyo poder es legendario.
El grupo de Oliver, Zanya, Luminara y Theressa se ponen a salvo al llegar a un edifico abandonado de varios pisos y donde calderas se encuentran en desuso.
Oliver mira por un agujero que hay en la pared para ver hacia la avenida principal y observar lo que ocurre. Por suerte a lo lejos ve al arzobispo de ocho alas sobrevolar la zona de donde escaparon a duras penas. Zanya invoca a un par de murciélagos para patrullar la zona, solo encontrando a vagabundos a un lado del edificio y a un par de calles una iglesia que sirve de base para los obispos. Se sienten seguros por un tiempo.
Luminara se acerca a Theressa y preocupada le pregunta una vez la chica abre los ojos tras estar inconsciente:
—¿Estas bien? ¿tienes alguna herida?
—¿Q-Que pasó? ¡¿huh?! ¡e-esos obispos!
—Descuida, ya nos encargamos de todo. Ahora estamos en un edificio abandonado.
Theressa siente como los recuerdos de lo que pasó en las cloacas llegan tal cual puñales que le hacen daño:
—Ayyyy, duele mucho. —se queja Theressa.
—Shh, shh, tranquila. Ya pasó el peligro, solo descansa. —dice Luminara y luego mira a Zanya— ¿Alguna novedad?
—No. —niega con la cabeza— Sin embargo, tarde o temprano vendrán a revisar este lugar.
—Sin contar que ahora estamos débiles. —añade Oliver sin apartar la vista hacia el agujero que da a la calle desde el tercer piso.
Oliver saca de su bolsillo un pedazo de pan que el día anterior cuando visitó una panadería en la ciudad y extendiendo su mano se lo entrega a Theressa:
—Come, vas a necesitar de mucha energía. Nos estaremos seguros hasta llegar a ese lugar.
Theressa se sorprende al ver que Oliver no es tan tosco como pensaba. Zanya sonríe y toma el pan para dárselo a la joven bruja:
—Es su forma de decir que está preocupado por tu salud. —se lo da en la mano—Cómelo.
—¿Ustedes? ¿no comerán?
—No te preocupes. Estamos acostumbrados a vivir bajo presión. No es como si tuviéramos la misma dieta que los humanos. —responde Zanya.
—Eso es cierto. Oliver solo come carne de oveja o vaca. Zanya bebe sangre de cerdo y oveja. Escasas veces humano, pero cuando está en su límite o durante la batalla. —continua Luminara.
—¿Y tú Luminara?
—Yo…me alimento de ratas y aves. Lo sé, suena grotesco pero los criptidos somos muy diferentes a los humanos y…
—No, nada de eso. Ustedes no son tan distintos a nosotros. —interrumpe al descubrir que, a pesar de ser criaturas, tienen igual valores que los mismos humanos— Pueden dormir, comer, sentirse cansados, sentir miedo. Incluso…puede que tengan sueños y esperanzas.
Al decir eso, Zanya no evita recordar las palabras de Abraham Van Helsing, el último gran cazador de monstruos y un claro aliado de ella tras encontrarse con la dura realidad de la iglesia que tanto defendía. Oliver se queda absorto en sus pensamientos y ciertamente le agrada la joven. Por alguna razón le recuerda a una amiga que tuvo en su adolescencia antes de que un obispo la asesinase por ser acusada de bruja.
Sin embargo, el licántropo se lo toma muy enserio y responde con dureza:
—No somos tan distintos a ustedes que a la iglesia le encanta cazarnos y mostrar nuestras cabezas colgadas en cada iglesia que pueden o borran poblaciones enteras de criptidos. Dices cosas bonitas pero la realidad nuestra es diferente.
Zanya lo mira con extremo odio al tener poco tacto con la joven. Oliver intenta mantener la calma y entiende de las buenas intenciones y lo mal que lo ha estado pasando Theressa pero la prioridad es la seguridad de todos y lo más importante es que la joven sobreviva cueste lo que cueste. Naturalmente desea forjar una buena relación, pero no es tiempo para ello.
Luminara suspira y le acaricia la cabeza a Theressa. La curiosa serpiente se asoma hasta el hombro de la chica y esta sonríe y acaricia la cabeza del animal.
Uno de los murciélagos regresa y se funde con el brazo de la hermosa Zanya. A través de esa habilidad obtiene los recuerdos y ubicación de todo lo que vio. Cierra sus ojos y se queda en silencio.
Luminara, Oliver y Theressa esperan expectantes a la información obtenida, sin embargo, hay dudas respecto a lo que les pasó a los otros animales ya que se habían desprendido varios para explorar la zona de los cuales volvió uno:
—¿Zanya? —pregunta Oliver.
—Ya saben que estamos por la zona. —responde preocupada la vampiresa.
—Entonces tenemos que huir de aquí. —dice Oliver.
—¿Con obispos recorriendo la calle y arzobispos merodeando por los aires? Es la peor idea posible. —dice Luminara.
—¿Qué propones? —pregunta el licántropo.
—¿Qué tal si esperamos un poco más? Seguramente decidan irse a otro sitio cuando no nos encuentren. —exclama Theressa.
—Tiene razón. Mientras estemos lejos de su vista no hay manera de que nos encuentren. —dice Zanya, dándole la razón a la bruja.
—Bien, ustedes descansen. Estaré vigilando hasta el amanecer. —dice Oliver.
—¿Seguro? —pregunta Zanya.
—Si. —responde y retoma su vigilancia, mirando por el agujero en la pared y con ambos oídos en guardia para escuchar el más mínimo sonido.
Luminara coloca cuidadosamente un par de ropajes contra el suelo para que Theressa pueda descansar mientras que la gorgona y la vampiresa se apoyan contra la pared y cierran lentamente sus ojos. A diferencia de la gorgona, los vampiros no suelen dormir, más bien sufren de lo que es hibernación que consiste en mantener sus cuerpos en estado de calma y relajación a la espera de que el sol se aleje. Lejos de la creencia popular establecido por la iglesia, los vampiros pueden caminar por debajo del sol, aunque el mismo los debilita al punto de que solo pueden usar la mitad de su verdadero potencial e incluso mucho menos. Su enemigo verdadero sigue siendo la luz solar.
Zanya abre sus ojos y no han pasado más de una hora. Cuando ve a Theressa, ella está despierta con la mano en la frente y mirada hacia el techo con cierto disgusto y preocupación por el futuro que le depara. Muchos pensamientos llegan a su mente como, por ejemplo, su supervivencia o si es capaz de ser útil a las personas que está con ella:
—¿Cuesta dormir? —pregunta Zanya.
—Un poco. —responde Theressa.
—Deberías intentar. Hace más de un día que no duermes y quizás más.
—Por más que lo intente hay muchas cosas en mi cabeza que no me dejan. Tengo muchas preguntas y todo está pasando demasiado rápido.
—Tómalo con calma ¿quieres? Eres muy joven aún y ya tendrás tiempo de lidiar con problemas, pero por el momento solo relájate y déjanos a nosotros la situación. Se que puede parecer que loque digo es poco realista, pero haremos todo lo posible para protegerte. —dice Zanya y desvía su mirada hacia Oliver— ¿Verdad Oliver?
—Ajá. —responde vagamente y asienta con la cabeza. Nunca aparta la mirada en el agujero para vigilar los movimientos externos.
Theressa se sienta con mucho cuidado sin hacer ruido de madera chirriante. Está claro que los criptidos no están solamente para protegerla sino también ayudarla a enfrentar lo malo. No solo pretenden llevarla a un sitio seguro por petición de un moribundo Abraham que tras sus últimos momentos de vida pudo pedir un último deseo antes de pasar a la muerte frente a quienes consideraba como amigos, los criptidos. Su deseo se hizo realidad y ahora Zanya, Oliver y Luminara no tienen intenciones de abandonarla a su suerte ya que es inevitable que el sentido de justicia que pesa en sus corazones y la promesa a Abraham le haga falta a eso.
La joven bruja se arrastra hasta Zanya y se apoya en su hombro como señal de plena confianza y sensación de seguridad por parte de ellos. La serpiente, que ya le tomó cariño a Theressa, se aferra a la mano de la chica y esta sonríe al verla. Le acaricia la cabeza con el dedo índice:
—Tienes mucho parecido a tu abuelo. —dice Zanya.
—¿Mi abuelo Abraham? —pregunta ella.
—Así es. —asienta con la cabeza— Él fue un gran amigo de nosotros incluso hasta el final de sus días.
—El murió en una misión y no pudimos despedirnos. —se lamenta Theressa.
—¿Eso es lo que la iglesia les dijo? No me extraña para nada. Suelen inventar situaciones tan comprometedoras para el Vaticano.
—¿Qué? ¿de qué hablas? —levanta su cabeza y mira a Zanya a los ojos.
—No tendrías que haber dicho eso, Zanya. —dice Luminara.
—Tiene que saberlo.
—Pero no de esa forma. —regaña a la vampiresa.
—E-Esperen…entonces ¿mi abuelo no murió en una misión en el norte?
—Tu abuelo tuvo que irse porque como se volvió nuestro aliado, las represalias contra su familia podrían convertirse en algo peor. Es por eso que estuvimos en sus últimos instantes de vida.
El shock de saber que su máximo héroe de la niñez no murió luchando al servicio de la iglesia, la esclavizadora más grande de la historia, es lo suficiente como para que se arrastre lejos de ellos y entre lágrimas repita “no, no, es imposible” una y otra vez.
Theressa, quien creció en un campo rodeada por bosques, criptidos pacíficos y amantes de la naturaleza y con una familia amorosa y también con la creencia de que su abuelo, una de las personas más importantes de su vida cayó en batalla para luchar contra la oscuridad del mundo. Escuchar que tal cosa jamás sucedió y que inclusive vivió sus últimos años de vida en un pueblo lejano en la republica de Sicilia, es de gran impacto para ella.
Luminara intenta, como una hermana mayor, socorrerla a nivel emocional pero la chica le pide que se mantenga lejos:
—No debiste decírselo Zanya. —le regaña el licántropo.
—Tienen razón. Ambos la tienen. —Zanya se toma la cabeza, arrepentida de haber hablado de más.
—Yo…no sabía eso. Creía que él…nos abandonó de este mundo, pero nunca imaginé que en verdad lo hizo. —dice Theressa al borde de las lágrimas y dificultades para poder hablar debido al shock.
—Por ese motivo tu abuelo nos pidió que te protegiéramos a toda costa. Se lo debíamos. —dice Zanya.
En ese momento, la chica empieza a llorar y en un arrebato de angustia se toma del pecho y con la otra mano intenta quitarse de los ojos las lágrimas que con tanto esfuerzo salen. Es incalculable todo lo que está sufriendo por no entender lo que está pasando y continúa ocurriendo desde que partió para escapar de sus perseguidores de la inquisición.
De repente, Theressa siente como su cuerpo se mueve involuntariamente y su cabeza acaba en el pecho de Oliver. Un gesto difícil de imaginar por parte de alguien que se muestra la mayor parte del tiempo como un sujeto duro y frio, pero tanto Zanya como Luminara lo ven abrazando a la chica y consolándola.
A unas calles se escucha el leve zumbido de una explosión y luego un estallido de luz que se vislumbra en la parte más alta del edificio de apenas cinco pisos de alto:
—¡¿Qué está pasando?! —se exalta Theressa.
—¡Oliver! —exclama Zanya.
Oliver se acerca rápidamente hacia el agujero y ve que uno de los arzobispos de dos alas está mirando al edificio y con su arma, un sable envuelto en aura amarilla, apunta hacia donde se encuentran refugiados:
—¡No puede ser, ya saben que estamos aquí! —grita Oliver.
—¡Rápido, escapemos! —dice Zanya.
—Ven, déjame ayudarte. —dice Luminara a Theressa para ayudarla a levantarse.
El grupo escapa por las escaleras del edifico y cuando se dan cuenta, al alzar sus miradas, todo el piso donde se encontraban ahora ha desaparecido sin dejar rastro. Lo más peligroso y terrorífico es que nunca se escuchó el sonido de la roca siendo triturada, la madera destrozada o algo que se asemeje al ruido de destrucción. Solo desapareció sin dejar rastro como si hubiera eliminado de la existencia esa parte de la edificación_
—Con que ese es el poder de un arzobispo. —piensa Oliver y tiembla de temor.
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