Blasphemy (2024) - 06
El grupo intenta escapar del edificio con varios obispos corriéndolos por detrás y el arzobispo de dos alas apuntándoles con su mano, la cual es envuelta en una luz centelleante y de la palma sale despedida una esfera como si fuera munición de un cañón, pero con la potencia de las dinamitas usadas en Norteamérica para encontrar oro.
Oliver empuja a las chicas contra el suelo y la bola de luz impacta contra varios edificios explotando con tal violencia que una ráfaga de polvo los empuja levemente:
—¡¿Qué demonios fue eso?! —grita Zanya.
—¡Hay que refugiarnos en las cloacas, no tenemos otra opción! —dice Luminara.
—¡¿Y luego que?! Ya saben dónde buscarnos. —exclama Zanya.
Theressa se siente mareada y con zumbidos en los oídos producto del violento sonido de la explosión. Oliver la ve muy confundida y también asustada por lo que la alza entre sus brazos y entrega a Luminara:
—¿Qué harás? —lo mira la gorgona.
—Los obispos son cosa fácil pero ese arzobispo es el mayor problema. Hasta que no lo enfrentemos seguirán queriendo cazarnos.
—¿Y pelear contra él te garantizará paso libre? Te va a matar y luego irá por ella. —dice Zanya, molesta porque Oliver no le haya consultado su decisión.
Zanya suspira y camina hacia los diez obispos que se dirigen hacia ellos con corridas normales, como cualquier humano. Hasta no ser elegido como arzobispo, aquellos candidatos no podría obtener sus poderes y tampoco las características alas símbolo del rango dentro de la Santa Iglesia Católica. Entonces, los obispos son más débiles que el licántropo y la vampiresa, quizás los criptidos más exitosos en términos de adaptación entre los seres humanos.
Extiende sus manos hacia el grupo y a medida que estas se desintegran también lo hace la formación de murciélagos y al mismo tiempo la envuelve una niebla oscura que al entrar en contacto con sus enemigos puede resultar mortalmente venenoso y hasta consumir la carne del hueso.
Los primeros tres obispos que son capturados por la niebla dejan gritos de agonía y dolor y luego sus ropas yacen en el suelo mientras que otros tres son atacados por murciélagos el punto de que brazos, piernas, ojos y quien sabe que más son desgarrados y mutilados. Todo esto en presencia del arzobispo, quien observa detenidamente con cierta curiosidad.
Luego, desciende hasta el suelo y agotado de paciencia con los obispos decide decapitarlos con una sonrisa en el rosto. La sorpresiva falta de respeto a sus compañeros hace que Theressa se sienta impotente y lanza a gritos regaños para el peligroso inquisidor:
—¡¿Cómo pudiste hacer eso?! ¡¿no eran camaradas?! — se sale de entre los brazos de Luminara y enfurecida se acerca, pero es detenida por Oliver— Incluso entre los inquisidores debería haber camaradería, pero tu… ¡simplemente los mataste!
—Como los perros que son. Claro que sí. —responde desinteresado.
—Theressa, incluso entre los inquisidores de la iglesia hay una falta de compañerismo. No puedes dialogar ni tratar con ellos. Les importa poco las personas. Esa es la verdad detrás de la iglesia. Solo les importa ascender y creerse dioses.
—Corrección, solo existe un dios y será tocado por mi mano y ascenderé a su lado. —exclama orgulloso el arzobispo de nombre Lucio.
—¿Ahora comprendes que esto es una guerra contra la iglesia? —pregunta Oliver y se acerca hasta que dar junto a Zanya para confrontar al poderoso agente católico.
Lucio saca de su espalda una lanza y arrastra la hoja contra el suelo, dejando un camino de chispas y luces. Zanya se da media vuelta y mira a Luminara para que alce entre sus brazos a Theressa y se la lleve del lugar, aunque la chica grita contra su voluntad.
Zanya vuelve la mirada hacia adelante. Los colmillos sobresalen de su boca y murciélagos, decenas de ellos, rodean a los tres de manera amenazante.
En la lanza yace un poder lo bastante grande como para reducir a la nada a ambos criptidos por lo que blande dicha arma con bastante confianza.
Sus alas se extienden y de un aleteo desaparece frente sus narices y llega por detrás para separarlos con el impacto de la lanza contra el suelo y una explosión de luz que los hace impactar con sus cuerpos contra los edificios de la ciudad.
La estruendosa y violenta batalla se escucha por todos los rincones. Los vecinos, guardias que patrullaban las calles y hasta mismos obispos salen corriendo para escapar del poder desatado del arzobispo.
Sin embargo, a unas cuantas calles lejos de allí se acerca una motocicleta con el cuerno de un feroz demonio en la parte delantera y quien la conduce es alguien de casi metro noventa, musculatura que invita a huir si es posible y una espada parecida a un mandoble, pero cuya hoja es tan ancha como el torso de un adulto.
El cabello de Oliver se eriza mientras que los colmillos y uñas se alargan. Los ojos se afinan y venas de su rostro, frente y manos se hinchan para mostrar toda su potencia en bruto.
Lucio ve primero a Oliver y se lanza al ataque, pero es interceptado por Zanya, quien lo ataca por detrás con una patada que da de lleno contra el suelo. Lucio logra moverse con el sutil aleteo de sus alas para retroceder.
La vampiresa se acerca con gran velocidad y ataca con varios puñetazos que apenas rozan el rostro de Lucio y este con un cambio rotundo de expresión de asco e ira, le golpea en el rostro y manda a volar varios metros contra la puerta de una fábrica. Oliver aprovecha y le asesta un puñetazo en el estómago de Lucio y es arrojado contra las gruesas paredes de otro edificio:
—Haaaaa…haaa…es…realmente…duro…haaa…haaa…—dice Oliver en voz baja.
—¿Estás bien? —pregunta Zanya mientras se acerca a él.
—La tensión en mi cuerpo por el ataque de recién. Pudo alcanzarme. —le muestra su hombro con un corte profundo.
—¡Dios mío! —se horroriza al ver a su amigo con tal herida.
—Descuida, no es una herida grave pero ahora sabemos que ese sujeto no es una broma.
—Si. Dudo que podamos salir ilesos de esta batalla.
—¿Crees que debamos usar nuestras formas alternativas?
—La última vez que lo hicimos no término del todo bien.
—Enfrentamos a un arzobispo, difícilmente podamos salir ilesos de esto.
Lucio vuelve a ascender con sus alas extendidas y aleteos violentos. Luego se dirige con una velocidad tan inmensa que ni Oliver, con sus sentidos super desarrollados, ni la vampiresa, con los reflejos que la caracterizan, alcanzan a verlo. Entonces, Lucio los toma a ambos por el rostro y arrastran contra el suelo, dejándoles heridas severas. A pesar de que sus capacidades para sanar son muy aceleradas, estar sujetos al estrés de las heridas que sin parar se forman en sus cuerpos hace que dicha curación se ralentice.
Una vez más sube hasta las alturas con ambos criptidos siendo sostenidos por el rostro con las manos del arzobispo y mira hacia abajo. Sonríe con perversión debido a la idea recién ocurrida. Entonces levanta a Oliver y mantiene por lo bajo a Zanya.
El hombre lobo se percata de lo que planea el inquisidor y trata de detenerlo dándole patadas al rostro y puñetazos en la misma dirección, pero nada lo perturba. Es extremadamente resistente.
Vuelve la mirada hacia el licántropo y sonríe.
Tras esto, desciende a gran velocidad y lo primero que hace Zanya es extender su mano para tocar las de Oliver mientras clava la mirada en su amigo casi como una despedida. De los ojos del muchacho se desprenden lágrimas de impotencia y desesperación:
—¡Jajaja, espero que tus vísceras tengan un buen color maldita basura criptida! —grita el arzobispo.
Desde el suelo se ve una llamarada que alcanza la espalda de Lucio y este en su afán de protegerse suelta a Zanya y Oliver. Los tres caen al suelo y antes de que el arzobispo pudiera recuperarse para reiniciar su ataque, Zanya le deja una marca sangrante en el pecho con sus afiladas uñas.
Luminara se acerca por detrás y lo tumba con una patada al costado de la cabeza y hace una llave grecorromana para inmovilizarle los brazos y piernas. A diferencia de Zanya y Oliver, que son pura potencia oculta, Luminara posee una fuerza bruta producto de años y años de entrenamiento autoimpuesto y al ser griega, los conocimientos en lucha grecorromana recorren por sus venas.
Lucio se intenta zafar y molesto por tener que estar en contacto con los que para él son asquerosas criaturas del averno, lanza un grito seguido por luz intensa que alcanzan a la gorgona y le queman el cuerpo y es despedida varios metros:
—¡Ustedes, criaturas de mierda, los voy a quemar hasta los huesos! ¡principalmente a ti basura! —mira a Theressa.
A lo lejos se escucha el motor de una maquina sobre ruedas y una persona bastante grande en tamaño llega al lugar, estacionándose a un lado. Por un instante observa a los criptidos, incluyendo a Theressa y se acerca a ella con pesados pasos, cada uno de ellos rompen la roca que forma el suelo.
Finalmente se presenta ante la chica, quien intimidada por lo enorme del sujeto y que desprende tanta calma como peligrosidad:
—Theressa ¿cierto? —pregunta el hombre.
—S-Si ¿tú quién eres? —pregunta tímidamente.
—¿Te parece llegar tan tarde? Estuvimos a punto de morir. —recrimina Oliver.
—Sobre eso. —responde serio y cuando vuelve su mirada hacia Oliver y Zanya, sonríe sonrojado y tomándose la parte trasera de la cabeza— Lo siento mucho. Es que no sabía que mi viaje me llevaría hasta Escocia.
—Ara, ara ¿al menos encontraste lo que fuiste a buscar? —pregunta Zanya.
—Para nada, pero traje recuerdos.
Lucio no entiende nada, pero su expresión, fuera de sí, y las acusaciones posteriores hacen que apunte con su lanza al hombre misterioso y de la hoja salga una intensa luz, mucho más que antes:
—¡Si eres su aliado significa que eres enemigo de…!
—Si, sí, soy enemigo de tu estúpida iglesia, tu idiota santo padre y el imbécil de tu dios. —responde sin interés.
—¡Insolente, te voy a matar bastardo!
Lucio agita su lanza y ataca en dirección al pecho del hombre, pero este la detiene con su mano izquierda desnuda y emanando una poderosa e intensa aura asesina lo doblega:
—¿Q-Q-Q-Quién eres? —pregunta el arzobispo, sintiendo temor como nunca antes había sentido.
—Eso es lo de menos. Lo que sí debes saber y comprender pequeño arzobispo es que si pretendes blandir esa peligrosa arma incluso cuando hay humanos inocentes a tu alrededor tan solo tienes que estar decidido a pelear contra cualquier criptido. Se huele a kilómetros tu miedo. —con solo la fuerza de su mano parte a la mitad la lanza.
—I-Imposible ¿Qué mierda eres?
—Un amigo que no permitirá que les hagas daño a ellos. Mi nombre es Edwards Galand.
***PARTE 2***
Mientras tanto en lo que alguna vez fue el refugio criptido, un grupo de al menos veinte obispos y los arzobispos Rose y Sebastian investigan en el lugar a la espera del informe de Lucio. Ignorando todo lo que ocurre examinan los cuerpos encontrados y la brutalidad con la que observa a hombres de la iglesia hace que una vena de la frente se hinche en el rostro de Rose. Ella no es alguien fácil de tratar y confía plenamente en su poder y rango dentro de la iglesia, pero jamás menospreciaría a inquisidores como ella ya que los considera dignos de servir al papa y por ende a dios.
De un puñetazo derriba una columna de roca solida a la vez que cruje sus dientes llena de ira. Sebastian se le acerca para tranquilizarla:
—Tienes energía, entonces úsala para averiguar donde se esconden estos monstruos.
—Ya sé…ya sé…esto no podemos dejarlo pasar. Hay que encontrarnos a como dé lugar y exhibir sus cabezas por toda la ciudad.
Sebastian y Rose sienten una leve pero intensa ráfaga de energía particularmente peligrosa. El arzobispo se queda callado y piensa en esa energía tan familiar. En sus tantos años sirviendo como aspirante, luego obispo y finalmente arzobispo donde ha enfrentado a cualquier clase de criptido, ninguno otro lo ha hecho sentir tal cosa más que uno en particular. Entonces repasa en voz baja, pero Rose alcanza a escucharlo detenidamente:
—La iglesia considera a tres criptidos lo suficientemente poderosos como para incluso a los obispos no recomendarles luchar contra ellos y a los arzobispos tengan cuidado. Uno de ellos es el oni del imperio del sol naciente. El golem del imperio austrohúngaro y…
—¡¿Qué dices?! —se exalta Rose al ser informada por un obispo acerca de la situación a un par de kilómetros de allí.
—¿Qué sucede? —pregunta Sebastian.
—Un dullaham…está peleando contra el arzobispo Lucio.
—Lo que me temía.
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