Blasphemy (2024) - 07
Lucio extiende sus dos manos hacia Edwards y de estas salen círculos mágicos color dorado y salen fuertes destellos contra el cuerpo del dullaham, generando una explosión enorme. Oliver alcanza a tomar de la cintura a Theressa y escapa con ella mientras que Zanya y Lumianra los siguen por detrás.
La joven mira donde se produce el enfrentamiento y no evita sentirse preocupada por el dullaham quien llegó para salvarlos. Zanya le garantiza que no debe preocuparse ya que ese criptido es completamente diferente a ellos, no solo en longevidad sino en poder.
La explosión y destello se disipan, al ver que el criptido apenas sufrió quemaduras muy leves y algunos rasguños Lucio se muestra serio ya que no es ordinario. Su arma fue partida a la mitad con solo su mano y sobrevivió a su ataque llamada “sentencia de dios”, materializada en pura energía divina color dorado, lo cual debería ser suficiente como para desintegrar a vampiros o licántropos:
—¿Terminaste arzobispo? —pregunta Edwards.
—Sobreviviste a mi ataque ¿Quién mierda eres? —pregunta Lucio.
—No hace falta que lo sepas. Estamos aquí para pelear. Aunque…viéndote mejor no te encuentro tan intimidante como los demás arzobispos.
—¿Los demás arzobispos? —se pregunta Lucio.
—Oh, veo que perdiste el habla.
—Destruyó mi lanza con solo apretar del mango, la sentencia de dios apenas le hizo rasguños. ¿Qué clase de criptido es que casi no sirven los ataques de nuestro santo padre? —piensa sorprendido.
Edwards toma su espada del mango y desaparece de la vista del arzobispo. Se mueve rápidamente hacia un costado y con el grueso de la hoja de la espada lo golpea violentamente para que atreviese con el cuerpo varios edificios hasta una fábrica que espera por la llegada de los obreros para continuar trabajando en la creación de hierro.
Lucio acaba con escombros encima y tras un breve momento donde no sabe que ocurrió, se levanta y grita con dolor en su cuerpo.
El impacto de aquella espada es de tal terrible poder físico que deja con color purpura la zona herida. Es un hematoma difícil de ver y Lucio se enfurece, pero a la vez sigue en la duda de quien se trata ese criptido misterioso.
Su impetuosa crisis de ira producto de su juventud y poca experiencia como arzobispo lo lleva a disparar varias sentencias de dios. Una de ellas explota contra un edifico lleno de gente inocente y las desintegra al instante. El dullaham, al ver esto, se impulsa con sus dos piernas y con la misma espada da de lleno contra la cabeza del hombre de fe en pleno estallido de ira. Lógicamente el filo no ha sido utilizado, mas bien usó el centro del arma para dejarlo fuera de combate:
—Esto es un maldito desastre. —exclama Edwards.
—U-Ustedes…malditos…salvajes. ¿Creen que van a escapar? No…tienen idea de lo que se está por venir. —advierte Lucio con dolor en su cabeza y el cuello casi roto por el impacto del arma.
—Habías preguntado qué es lo que soy. Por bien, aquí tienes la respuesta. —se acerca hasta el rostro del arzobispo y le susurra despacio, haciendo que la expresión del joven se torne pálida.
Después de decirle eso, Edwards se aleja dándole la espalda al herido Lucio, pero antes de cruzar la puerta de la fábrica le dice:
—Por cierto, nos llamas salvajes y acabas de desintegrar un edifico con quien sabe cuantas familias. Podré ser de una especie criptida cuyos sentimientos se encuentran aplacados, pero sé cuándo quien está frente mío es un imbécil. Y créeme que tu eres sin duda uno.
—Tu…no eres más que…un maldito ser infernal… ¡no deberías existir, bastardo!
—Seguramente no debería de existir, pero ¿Qué pasa cuando las mismas leyes naturales ya no tienen fuerza en uno? Sigue ahogándote en tu ira. Ya no podrás hacer mas nada. Ahora serás desechable.
—¿Desechable? —dice por lo bajo y levanta la mirada— ¡¿desechable?! ¡yo te mostraré quien es desechable basura criptida…! ¡¿huh?! —intenta pararse, pero sus piernas no le responden— ¿Por qué no puedo mover mis piernas? ¡no, no, se está alejando, tengo que matarlo! —piensa desesperado, golpeando sus piernas y maldiciendo en silencio— E-Espera un momento, ese golpe que dio de lleno en mi cabeza, no me mató porque fuera un ataque débil, sino que calculó para que mi columna fuera destrozada…ese maldito… ¡me dejó inválido! —aprieta sus dientes y extiende su mano hacia Edwards para atacarlo por la espalda—Si este es mi final me llevaré conmigo a un dullaham.
La luz que antes salía de las palmas de sus manos parpadea varias veces hasta desaparecer.
El joven persiste una y otra vez para no logra usar su habilidad, incluso siente como esos dolores aplacados por las batallas previas irrumpen en su cuerpo haciéndolo gritar con tal agonía que tanto el arzobispo Rose como Sebastian escuchan sus quejidos.
Llegan los dos arzobispos y ven a Lucio tirado en el suelo y con lagrimas y mocos cayendo de su rostro. Al verlos, siente un gran alivio y extiende su mano pidiéndoles ayuda, entonces Rose pregunta para sorpresa de Lucio:
—¿Ya no es necesario?
—Su ciclo como arzobispo se terminó. —responde Sebastian, ignorando a los gestos de Lucio.
—¿Huh? ¿p-porque me ignoran? —pregunta Lucio.
—Es increíble que un criptido así pueda tener tanto poder. —dice Rose.
—Incluso dentro de estas criaturas infernales hay razas cuyo poder no son de broma.
—Tenemos que ir a cazarlos.
—Por el momento solo vigilemos sus movimientos.
Rose lo mira mientras hace un puchero, deseosa por despedazar a los criptidos con sus propias manos por lo visto en las cloacas, pero sigue ignorando a Lucio. La razón es que está mal visto que un arzobispo sea vencido y dejado en un estado tan miserable, por lo que tienen prohibido como mandato interno del grupo ignorar y dejar a su suerte al débil miembro de la iglesia caso contrario los obispos, aunque no todos los ven como compañeros sino como herramientas, mismo como piensa Lucio.
Lucio aprieta sus dientes y grita con todas sus fuerzas para atraer la atención de los arzobispos a lo que Rose responde con una mira de asco y Sebastian de indiferencia. Lucio se siente abandonado y confundido. Su modelo a seguir, el gran arzobispo Sebastian no lo ayuda y hasta le es indiferente:
—¿Sigues parloteando? —exclama Rose, molesta de solo escucharle la voz.
—Me extraña que no te hayas dado cuenta, lucio. —le dice Sebastian.
—¿Cuenta? ¿cuenta de qué? —pregunta sin entender de que habla.
—Aquellos destinados a ser la espada y escudo de nuestro señor dios nos hace útiles en la labor. Pero ¿nunca te preguntaste que pasaría si esa utilidad de repente desapareciera?
—¡¿Q-Que?! ¡¿de que hablas?! ¡yo fui útil para nuestro señor y para el santo padre! ¡yo…!
—Aún sigues sin entenderlo. Fuiste vencido por el dullaham y peor aún, te dejó inválido. Para nuestro señor eso se traduce a que no sirves para nada en tu estado. Tu destino ahora se resumirá en que quedarás por el resto de tu existencia sin poder caminar y con dolores intensos por las batallas que luchaste desde tu ascensión. Ese es tu castigo.
Lucio ve como Rose y Sebastian lo abandonan sin importarle la seguridad y el estado del herido arzobispo. Por dentro la frustración se adueña de su corazón, intensificándose el castigo que recibirá por dios. La pureza con la que los guerreros santos deben marchar a las misiones debe ser absoluta, pero en cuanto aquel que juró alguna vez luchar de manera santa contra los males del mundo siente profundos sentimientos oscuros entonces es cuando la verdad absoluta sale a la luz. “Las Herramientas de dios” los hace meras piezas de ajedrez donde el que cae vencido es desechado sin piedad.
Entonces, la luz sagrada que anteriormente lo estaba protegiendo ahora empieza por meterse dentro de su cuerpo para aplastarle los órganos y ahogarlo en la luz que tanto añoran los hombres de fe, pero débiles en corazón.
Sebastian y Rose abandonan la fábrica y escuchan una explosión seguido por la caída de líquido en el edificio y como frutilla del postre ante tal trágico destino, una columna de luz desintegra al cuerpo irreconocible del arzobispo. Saben que el castigo de dios fue mas duro de lo normal pero necesario para borrar a un hombre débil y que estaba por seguir el camino de los infieles:
—Ese tonto era débil. Lo merecía. —murmura Rose.
—Dios no necesita siervos débiles sino hombres y mujeres leales, de acción imparable pero también mente fría. De eso se trata ser arzobispo. No hay que flaquear nunca, recuérdalo siempre Rose.
—Por supuesto.
Rose forma parte de la misma generación de talentosos arzobispos que Lucio, aunque este ultimo pudo ser seleccionado mucho antes que ella. El tiempo siendo su compañera de escuadrón como obispos ni siquiera la inmuta a pesar de que recuerda los días en que almorzaban juntos y en mas de una ocasión él intentó ayudarla.
El poder cambia a las personas al igual que las responsabilidades tan abrumadoras. Lucio y Rose no quedan exentos de esos cambios:
—Dullaham…—deja escapar Sebastian.
—¿Qué? —pregunta Rose.
—Solo pensaba en voz alta. Un criptido tan peligroso y escaso, que aparezca ahora no es casualidad.
—¿Crees que están en el mismo grupo de la buscada?
—Todo puede pasar sinceramente. A decir verdad, estamos frente a una nueva frontera.
—Monstruos aliándose entre sí a pesar de ser de diferentes razas. Licántropos, gorgonas, vampiros y hasta un dullaham. Todo alrededor de una bruja buscada. Seguramente tramen algo.
—Lo descubriremos a su debido tiempo. Dediquémonos a vigilarlos más de cerca.
—¿No tendríamos que capturar a la bruja? Nuestro objetivo es ese.
—Primero averigüemos de que se trata esa alianza entre criptidos que la protegen.
El papa establece una comunicación con ambos desde una aureola que sale de sus cabezas:
—Su santidad ¿a que se debe su comunicación? —pregunta, sorprendido Sebastian.
—Saludos hijos míos. Hay un ligero cambio de planes.
—¿Cambio de planes?
—Así es. La división de inteligencia ha visto en los pantanos franceses movimientos extraño.
—¿Podrá ser que…?
—Es muy posible que sea él.
—¿Por qué se está moviendo ahora?
—Seguramente para ir al encuentro con este grupo. No podemos arriesgarnos a confrontarlo tan directamente.
—¿No es mejor capturarla antes de que abandonen Inglaterra? —pregunta Rose.
—Esa es una opción si queremos recortar tiempo, pero en vista de que hay actividad criptida en todo el mundo nuestro personal está reducido. —responde Sebastian.
—Esta en lo correcto arzobispo Sebastian. En los últimos meses no solo los criptidos en Europa están actúan. Onis, kappas, kitsunes entre otros están movilizándose en Japón, por ejemplo. Colonias de ghouls en África y medio oriente hacen lo suyo.
—Todo esto desde que apareció la chica en Ámsterdam, luego Winchester hasta aquí. Parece no tener sentido, pero todo lleva a un mismo punto, pero su santidad ¿hay algo más cierto?
El papa guarda el silencio unos momentos. El hecho de que Sebastian haya descubierto que hay algo mas detrás de esa orden es mas que suficiente para que la estima, ya elevado, que le tenia ahora se viera incrementado mucho más. Aún así, el papa no confía en nadie en lo absoluto y niega que fuera así y se oculta detrás de una simple corazonada:
—Es una mera corazonada. Mantengan la vigilancia en el grupo a una distancia lejana.
—Si, su santidad como usted ordene.
—¿Saben qué? Envíen a los obispos de toda la ciudad.
—¿Señor?
—Intentarán usar la estación para escapar en tren. Dejen que las herramientas fáciles de reemplazar sean las que ataquen.
—Pero serán eliminados. No son rivales para la vampira, el licántropo o la gorgona, mucho menos para el dullaham.
—¡Arzobispo Sebastian!
—Si, señor.
—Es tiempo de que la iglesia se abra a nuevas posibilidades y una de ellas es cambiar para siempre el estatus de los rangos. Los obispos son el grueso de la santa iglesia, pero también el eslabón mas débil. ¿No crees que es momento de que ese grueso desaparezca y deje a los verdaderamente capaces de luchar y dar forma al mundo que nuestro señor quiere? — espera una respuesta, pero solo recibe un silencio sumiso— Bien, eso pensé. Eres el mas capaz de los mas capaces. No me decepciones. Que la paz sea contigo hijo mío.
—Rezaré diez nuestro y cinco aves maría. —dicen al unísono.
—Amen. —dice el papa antes de cortar la comunicación.
La comunicación con el santo padre de la iglesia le deja un muy mal sabor de boca. La reforma que quiere la iglesia involucra la masacre de cientos de miles de obispos, así como masas de civiles inocentes ya que eso traerá descontento y levamientos. Sin contar que muchos arzobispos se verán en la necesidad de eliminar a los revoltosos y atraerá conflictos dentro de la iglesia misma por las familias de los miembros. Sin embargo, la mayor pregunta radica en ¿Qué es lo que verdaderamente pretenden con Theressa? Saben que es la llave a algo mayor pero incluso el santo padre da prioridad a un cambio radical en la estructura interna de la misma iglesia:
—¿Esa orden tiene algún sentido? —cuestiona Rose.
—El papa es alguien sabio. Sabrá el porque de lo que hace. Además, no deberías cuestionarlo. ¿Sabes que pasaría si lo enfrentas?
—No, no es mi intención, pero ¿es necesario eliminar a los obispos? ¿Qué pasará con los que ya forman parte? No entiendo nada.
—Tampoco yo y esta conversación no se tiene que volver a tocar ¿queda claro? —pregunta Sebastian con la mirada fija en Rose.
—S-Si, por supuesto.
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