Boro: el último maestro. - 04
Boro extendió la mano para ofrecerle las dos monedas de oro a Filot, pero este se encontraba paralizado en una esquina del callejón.
—¿No quieres tu recompensa? —cuestionó con el rostro ladeado y una ceja levantada.
El pequeño estaba atónito, eran demasiadas sorpresas para procesar, de hecho, ni siquiera acababa de comprender todo lo que le había pasado el día anterior, y ahora, tenían frente a él a un joven carismático que literalmente acaba de salir de un hoyo de la tierra, y le ofrecía dinero.
Filot sabía que esas monedas eran su recompensa por haber cuidado el libro. Pero su mente no olvida los eventos traumáticos, y uno de ellos, era precisamente esa escena, un hombre sonriente ofreciéndole dinero, solo para que un minuto después se abalanzara sobre su cuerpo.
El recuerdo del mercenario ciego que una vez había intentado aprovecharse de él, fue como una punzada al corazón que lo hizo levantarse de golpe y atrincherarse contra la pared.
Boro abrió los ojos de par en par y retrocedió con cautela. Miró las monedas en su mano para ver si no había algo malo con ellas, elevo la vista y alterno entre ver a las monedas y al pequeño, por lo menos en cuatro ocasiones. Acto seguido, frunció el ceño y cerró el puño.
—Disculpa, supongo que no me recuerdas, yo soy aquel al que llamaste insolente en el puente este cuando te lance un libro.
Filot sacudió la cabeza. Inhalo con fuerza y exhalo todos sus pensamientos turbios.
—Te recuerdo, pero… eres un poco raro, además, qué es eso de una deuda de vida, yo solo cuide el libro por tres días —comentó mientras miraba al joven de arriba a abajo con una mueca en el rostro.
El enmascarado, lanzó un pequeño sonido ahogado, como si intentara contener la risa. Por otra parte, Boro abrió la boca, retrajo la mano y puso una expresión de asombro. Después, liberó un gran suspiro y agitó la cabeza.
—En primer lugar, la deuda de vida es por haber faltado a mi palabra, uno siempre debe de cumplir sus promesas, y como yo no lo he hecho, no me queda de otra más que poner mi vida en juego para que mi credibilidad no se vea tan afectada. Y en segundo lugar, ¿Por qué soy raro?
Filot inclinó la cabeza y miró cómo el hombre detrás de Boro sacudía la cabeza y se llevaba una mano hasta su frente al escuchar a su compañero hablar. Escena que le recordó a cuando él mismo intentaba menospreciar las palabras de otros mendigos.
—Disculpe, pero temo que lo haría enfadar si le respondo y la verdad no quiero tener más problemas, me conformo con las dos monedas de oro, no necesito nada más.
—Por supuesto, las monedas ya son tuyas, esas nunca estuvieron en duda, pero, antes que te las entregue me gustaría saber por qué has dicho que soy raro, te prometo que no me enojare, ni te haré daño —mencionó al inclinarse un poco y poner su mejor sonrisa.
—Lo siento, pero también me prometió que me vería en dos días, y hoy ya es el cuarto día desde que dijo eso —replicó Filot, acto seguido, se pegó aún más a la pared e intentó localizar alguna ruta de escape.
A Boro se le borró la sonrisa del rostro y en su lugar, cerró los ojos y comenzó a respirar profundamente. Por otra parte, el enmascarado no pudo contenerse más y liberó una gran carcajada.
—Es por eso que las promesas se deben de cumplir mi querido amigo —exclamó el hombre entre risas.
—Y es por eso, que ahora tengo una deuda de vida con él. Para recompensar mi falta y además para recuperar su confianza —explicó Boro.
—Por supuesto, y el niño definitivamente creerá que un desconocido dará su vida por él solo porque en una ocasión llegó de manera impuntual. Si, eso tiene mucho sentido —dijo el hombre con voz grave.
—Lo que pasa, es que tu, mi querido amigo, no le das la debida importancia a una promesa —mencionó Boro mirando al hombre detrás de él. Después giró su cabeza y volvió a mirar al pequeño—. Y tú, por supuesto que daré mi vida para protegerte, si eso hace que mi palabra vuelva a tener el mismo valor… eso, o te salvó la vida una vez, ya con eso estaríamos a mano.
En ese momento, Filot perdió casi todo el temor que sentía un momentos antes, y en su lugar, tuvo problemas para no burlarse de los dos hombres que se peleaban entre ellos como si fueran dos niños pequeños.
—Está bien. Pero en serio, yo me conformo solo con las dos monedas de oro, no necesito nada más.
—Por supuesto —dijo Boro extendiendo su brazo, pero justo cuando el niño iba a recibir las monedas, él cerró la mano y la contrajo nuevamente—. Definitivamente te las daré, pero antes de eso, dime por qué me consideras raro.
Filot no sabía si reír o enojarse, era como estar delante de un niño de su misma edad pero en el cuerpo de un adulto. Trago un poco de saliva y apuntó al hoyo detrás de los dos hombres.
—Acabas de salir de la tierra y lo primero que dijiste fue que darías tu vida por mi, y ni siquiera sé quién eres, si eso no es raro, entonces da miedo y mucho —respondió con un poco de nerviosismo.
—Concuerdo, es un loco total —asintió el hombre de la máscara.
Boro lo miró de reojo y apretó la mandíbula, después, suspiró y volvió a dirigir su mirada hacia el niño.
—Olvida lo del hoyo, soy un mago y eso solo es un hechizo. En cambio, lo segundo es totalmente cierto, aunque te cueste creerlo. Además, dónde están tus modales, estas hablando con dos personas mayores y aun así nos tuteas.
El pequeño estuvo a punto de decir que ellos hacían lo mismo, así que, por qué él debería de ser el único que hablara con formalidad, pero se arrepintió en cuanto abrió la boca, después de todo, los menores son los que tienen que mostrar respeto y no al contrario.
—Lo siento, pero solo soy un mendigo, no conozco mucho de esas cosas —respondió con los hombros arriba mientras intentaba poner su mejor cara de inocencia.
Boro miró al cielo para que los dioses buenos le dieran un poco de paciencia. El enmascarado se acercó y elevó su mano para retirarse la máscara. Sin embargo, fue detenido por su amigo, quien puso el rostro serio y frunció ligeramente el ceño.
—Lo siento niño, pero debemos de continuar nuestra charla en otro lugar —exclamó tomando al niño por el brazo y llevándolo con ellos dentro del hoyo.
Antes de aterrizar descendieron como mínimo unos cinco metros. Acto seguido, Boro palmeo un pequeño bolso café con numerosos orificios, y de él, salió una pequeña criatura de al menos unos 60 centímetros de altura, era como un topo gigante de pelaje blanco, sus ojos estaban prácticamente cerrados pero aun así se podía ver un ligero destello de su iris negra, era completamente adorable, a excepción de sus garras, las cuales eran casi tan grandes como su cuerpo mismo.
La criatura aterrizó con suavidad en la tierra, colocó sus descomunales garras transparentes sobre una pared. Sus uñas se tornaron negras y con ello, el hueco por el que había entrado se cerró en un segundo.
El interior se volvió completamente oscuro. Filot intentó huir, pero de nuevo se vio paralizado por el miedo, no veía nada y aunque tuviera la suerte de encontrar el camino correcto, no tenía ni idea de que otras cosas podría hallar más adelante. Sus piernas temblaron y cayó de rodillas. La tierra era dura y áspera, y eso le ocasionó unos cuantos raspones.
Boro suspiro en cuanto Filot cayó de rodillas, después, sacó cuatro piedras luminosas del tamaño de su mano y las colocó alrededor de ellos. La luz era tenue pero permitía que todos se vieran unos a otros con claridad.
—Disculpa que te haya arrastrado con nosotros, pero arriba ya no era seguro —comentó mientras hacía unas cuantas señas a su pequeña criatura y esta obedeció al crear tres pequeños bancos de roca.
—Sigo sin entender cómo es que tienes un sentido tan agudo —exclamó el enmascarado al tomar asiento.
—Años de práctica mi estimado amigo —respondió con amabilidad antes de depositar las dos monedas de oro sobre el suelo, a unos cuantos centímetros de distancia del niño. Retrocedió y tomó asiento señalando al otro que aún quedaba vacío—. Como dije allá arriba, las monedas son tuyas, pero también necesito que pienses muy bien qué es lo que vas a hacer con ellas.
La criatura regresó hasta Boro, se posó en su hombro y acarició sus adorables bigotes contra la mejilla del humano. Filot observó con detalle todo el recorrido de la pequeña criatura tambaleante, y eso hizo que su corazón se tranquilizara un poco. Después, bajó la cabeza, tomó las monedas y mostró su primera sonrisa del día.
Levantó el rostro y estuvo a punto de hablar cuando fue interrumpido por Boro.
—Comprarás comida y ropa, o tal vez las piensas ahorrarlas para el futuro —comentó con total seriedad.
Filot estuvo a punto de asistir y decir que quería comprar toneladas de comida, pero el rostro inexpresivo del joven lo hizo durar. Había sido muy ingenuo, un mendigo con dos monedas de oro, era un boleto gratis a la prisión por robo. Robar comida garantizaba una golpiza, pero robar bienes o dinero, eso ya era motivo de encarcelamiento.
Así que, como probaría un mendigo que las monedas se las había ganado justamente, después de todo, nadie en su sano juicio pagaría tal cantidad solo por cuidar un libro y menos cuando el trabajador era un simple mendigo.
Por otra parte, podía intentar cambiarlo por su equivalente a monedas de bronce y plata con algunos conocidos e ir gástandolas paulatinamente. Pero nada garantizaba que en vez de llegar a un trato justo con algún tasador, en realidad, terminaran robándole todo su dinero sin siquiera poder defenderse.
Filot hundió la cabeza y maldijo su propia debilidad. Acción que hizo sonreír a Boro.
—Eres bastante listo, no es así. Por qué no tomas asiento y conversamos un rato —dijo Boro al señalar el último asiento de roca hecho por el topo.
Filot asintió con la cabeza y caminó con nerviosismo hasta tomar asiento. Bajó la mirada y comenzó a jugar con sus monedas.
—¿Qué quiere saber?, he vivido por aquí casi por cinco años, conozco casi todos los alrededores, pero no creo que le sea de ayuda si lo que busca es escapar de la aldea.
—¡En verdad eres listo!. Me oculto una vez de los guardias y ya sacas un montón de conclusiones —dijo Boro entre sonrisas—. Pero no ocupamos ayuda para escapar. De lo que quería hablar es de tus sueños, ¿Tienes alguna aspiración?
El niño abrió los ojos de par en par. Él esperaba que le pidieran que les indicara todas las posibles rutas de escape, que fungirá como un espía o como un chivo expiatorio, pero la conversación tomó un rumbo totalmente inesperado, dejándolo con la boca abierta y una gran confusión.
—¿Mi sueño?
—Así es. Tu sueño, ¿Qué es lo que siempre has querido ser, o hacer?
Filot miró a los dos hombres con los ojos entrecerrados, meneó un poco la cabeza en signo de negación, se sentó recto y dejó de jugar con las monedas.
—No tengo un sueño.
—Eso es ridículo, todos tenemos un sueño —informó Boro señalando al enmascarado con el pulgar derecho—. Por ejemplo, mi amigo tiene el deseo de convertirse en uno de los magos más fuertes de la historia y ganarse el título de veneficus, el máximo reconocimiento para todo aquel mago que actúa con nobleza y por el bien de la humanidad, aquel que ha deja una gran huella en la sociedad.
»En mi caso, yo también tengo muchos sueños, aunque el más importante es cambiar este mundo por uno más justo.
—¿Cambiar el mundo?
—Así es pequeño, actualmente hay muchas injusticias, por ejemplo, no crees que es totalmente injusto que solo unos cuantos puedan aprender magia cuando la esencia es libre y les pertenece a todos. No importa si son nobles, plebeyos o mendigos, todos deberían de ser capaces de gozar de las vastas maravillas que trae consigo el dominio de la esencia, ¿No lo crees? —concluyó con los brazos extendidos y una enorme sonrisa.
El joven irradiaba una gran alegría y paz, pero sus palabras iban en contra de todo lo que el niño había escuchado durante toda su vida, haciendo que nacieran una gran serie de dudas en su corazón.
—Pero eso es imposible, solo los destinados pueden aprender magia —replicó el pequeño con el ceño fruncido.
—Eso es lo que se les dice a los plebeyos, pero es una total mentira, no existe nada de eso de «los elegidos por la esencia», es un vil engaño difundido por lo nobles, todos pueden aprender magia.
—Aunque, actualmente sólo aquellos con una gran riqueza han podido convertirse en magos, en realidad, la energía primordial del mundo no discrimina a nadie, a ella no le importa quién eres, en qué estatus social te encuentras, todos pueden dominar la esencia —intervino el hombre enmascarado con su típica voz grave.
Incluso con el rostro oculto, Filot pudo ver con claridad como los brillantes ojos de aquel hombre rebosaban de determinación y un gran anhelo de superación, al igual que los de ese joven llamado Boro. El pequeño olvidó por un momento todos los prejuicios que lo habían aprisionado durante toda su vida, se dejó embriagar por el aura y los sentimientos que transmitían los jóvenes frente a él y sonrió como nunca antes lo había hecho.
—El sueño de todo niño es convertirse en un gran mago y el mío también es ese —respondió con alegría, pero un momento después, su mirada se apagó, sus manos volvieron a juguetear con las dos monedas y comenzó a hablar con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada—. Pero lo que más deseo, es encontrar a mi madre.
Comentario que dejó helados a los dos hombres. En un principio, habían pensado que él era huérfano de nacimiento, y que cuando el brillo en su mirada comenzó a apagarse, había sido simplemente porque no tenía confianza en convertirse en mago. Pero la verdad era distinta y pronto advirtieron que la tristeza que crecía en él interior de ese niño, no era solo por un deseo infantil.
—Ese, es un verdadero deseo. Por qué no te unes a nosotros, te enseñaré magia y cuando llegue el momento iremos en busca de madre —dijo Boro con total seguridad.
—Cual es tu nombre completo niño —cuestionó el hombre de la máscara.
—Mi nombre es Filot de Baria.
—Es un placer Filot de Baria, me vuelvo a presentar, yo soy Boro Deneb y quiero que seas nuestro primer aprendiz.
—Es un placer Filot de Baria —comentó el hombre misterioso, al mismo tiempo en que levantaba su mano y se retiraba la máscara.
El pequeño quedó atónito, el rostro debajo de esa máscara era uno que conocía muy bien, uno que casi toda la aldea conocía y que les había dejado una muy fuerte impresión.
—Mi nombre es Marco de Fortis, encantado de conocerte.
—Y bien, ¿Te gustaría ser nuestro primer discípulo? —cuestionó Boro con su típica sonrisa que llenaba de calma a Filot.
Comments for chapter "04"
QUE TE PARECIÓ?
Adopteme maestra!!
Hdhshaa