Boro: el último maestro. - 06
Filot había tardado alrededor de media hora en ir y regresar por el libro. El sol apenas comenzaba a abrirse paso entre la multitud de estrellas en el cielo, cuando el pequeño llegó de nuevo al callejón en el que había pasado la noche. Llevaba el libro abrazado contra su propio pecho y envuelto en un trozo de piel animal maloliente.
Se paró justo encima de donde recordaba que se encontraba el hoyo y desenredo el libro. Era bastante robusto, con páginas gruesas de tonalidad amarilla, la pasta era cuero negro: en la parte superior de la tenía escritas las letras «Alchemia» en una combinación de colores bastante bonita entre verde y púrpura.
En el lomo, tenía una serie de runas azules y en el centro de la portada, se encontraba una piedra que palpitaba con los mismos colores que el título, de la cual, se desprendían una serie de enredaderas de tonalidad marrón, que envolvían a todo el libro.
Gracias a ellas, Filot había pasado toda una noche tratando de desentrañar sus misterios sin ningún éxito, incluso había tomado “prestado” un cuchillo de la carnicería, pero las lianas parecían estar hechas de piedra porque no pudo hacerles ni un solo rasguño en toda una noche.
El pequeño se había perdido en la hipnótica belleza del libro, cuando el suelo debajo de él, se abrió y se lo tragó en un instante. Era la misma caverna de la que había salido hace apenas media hora, sin embargo, ahora había nuevas construcciones hechas de piedra lisa: pequeñas bancas pegadas a las paredes, y dos mesas, la más pequeña tenía pequeña cantimplora y algunos alimentos secos; la otra, únicamente tenía el pergamino que Filot había comenzado a leer antes de salir.
—Bienvenido, pequeño discípulo —comentó Boro sentado desde una de las bancas, al mismo tiempo en que acariciaba a su pequeña criatura y recompensaba su excelente trabajo con una suculenta raíz rojiza.
El topo la perforó con una de sus uñas y comenzó a devorarla como si no hubiera un mañana. Marco miró con gracia la escena por un segundo, después, giró el rostro en dirección del niño.
—Bienvenido. Me sorprendes, pensé que te llevaría más tiempo.
—No es nada sorprendente, la granja del viejo Sergio está realmente cerca, de hecho, hubiera llegado antes si no fuera por los regaños que me dió Samuel cuando me cacho robando ese trozo de piel —respondió con enojo. Arrojó el maloliente objeto a un lado y le ofreció el libro a Marco.
El joven levantó los brazos e hizo circular un poco de esencia sobre sus palmas, haciendo que el libro flotara a unas cuantas decenas de centímetros por encima de sus extremidades. En cuanto la esencia liberada tocó a las lianas, estas comenzaron a retorcerse con brusquedad, al mismo tiempo, en que liberaban una gran cantidad de espinas verdes y púrpuras.
—Muchas gracias, pero esto no me pertenece —informó Marco. Giró su mano y mandó volando el libro hasta su amigo.
Boro también liberó un poco de esencia para recibir el objeto y en cuanto esta interactuó con él, las espinas se retrajeron, la piedra dejó de palpitar con tanta intensidad y las lianas dejaron de moverse. Filot tragó un poco de saliva y se quedó congelado.
—¿Esas cosas podían hacer eso? —cuestiono con un temblor incontrolable en sus manos.
—Si, es una medida de protección. Pero no te preocupes, jamás estuviste en peligro, las enredaderas solo reaccionan ante un flujo considerable de esencia —explicó con una pequeña sonrisa—. Por cierto, ¿Qué pasó con la manta con la que venía envuelto?
Filot se puso rojo ante la pregunta y retrocedió unos cuantos pasos con nerviosismo.
—Este… se perdió.
Boro elevo la vista y lo miró con los ojos entrecerrados y una ligera sonrisa burlesca.
—Sabías que es muy difícil mentirle a un mago, y además es de muy mala educación tratar de engañar a tus maestros.
El pequeño bajó el rostro y colocó sus manos en gesto de disculpas.
—Lo siento…al final del segundo día desde nuestro primer encuentro… lo cambié por una pieza de pan y un trozo de carne seca. Pero, solo lo hice porque pensé que ya no regresaría por él —explicó con nerviosismo.
—Tranquilo pequeño, aunque esa creencia es muy conocida, la verdad, es que no es más que una simple mentira, un mago no es siempre capaz de distinguir las mentiras. Pero estoy de acuerdo con Boro en que no deberías de mentirle a tus maestros —exclamó Marco con el rostro serio.
La voz grave de aquel joven, de alguna forma, hacía sentir tranquilo a Filot, era como si su vacío paternal se llenará poco a poco al estar en presencia de Marco, que ante sus ojos, era todo un hombre hecho y derecho, y no un simple joven de apenas 20 años. En especial, porque la mayoría de los plebeyos se cazaban a una edad muy temprana, sólo los nobles se toman su tiempo con ese tipo de situaciones.
Boro suspiró y agitó la cabeza, después, acarició a su mascota antes de regresarlo a su bolso. Se puso de pie y colocó el libro sobre la mesa que se encontraba más libre.
—Eso deja en claro que tenemos mucho que enseñarte… esa tela fue hecha por seda de orugas de sol de alta calidad, es inmune al fuego y a cualquier hechizo de ese tipo por debajo del nivel medio. Y creo que su valor actual es… de al menos unas cinco o tal vez diez monedas de oro.
Los ojos de Filot casi se salieron de sus cavidades, pensar que había intercambiando un objeto tan valioso solo por un poco de comida. Se dio un gran manotazo en la frente y se arrodilló para pedir disculpas. Boro sonrió, extendió la mano y rodeó el cuerpo del pequeño con esencia anaranjada semitransparente.
El pequeño se sorprendió y se asustó en cuanto sus rodillas y pies se alejaron del suelo. Levantó la vista y miró que el joven hombre tenía el rostro completamente relajado, e incluso se podía ver un rastro de felicidad en su mirar. Además, la capa de energía que lo rodeaba era bastante cálida, hecho que después de haber pasado tantos días en el inclemente frío, fue casi como un milagro, uno que lo hizo sonreír al mismo tiempo en que miraba entre lágrimas como su cuerpo flotaba sin ninguna resistencia.
—Los errores son normales y más cuando uno carece de conocimientos. Si en verdad lo sientes, solo tienes que estudiar con diligencia de aquí en adelante, en cuanto a la tela, no te preocupes al fin de cuentas es solo algo material —mencionó Boro al bajar la mano y por ende, al pequeño—. Ahora ven acá y toma asiento, Marco te ayudará con la lectura del pergamino.
El joven tenía una belleza promedio, pero su sonrisa era envidiable, sus dientes relucían como todo un conjunto de perlas, no había ninguna imperfección o caries en ellos, y lo más importante de todo, transmitían una gran calidez a todo aquel que la mirase, de alguna forma los llenaba de tranquilidad y los contaminaba de alegría.
Filot tenía la mente hecha un caos, los únicos magos con los que había interactuando eran los guardias, algunos cazadores y mercenarios, y todos ellos, por decirlo de alguna forma, eran simplemente asquerosos, soberbios, egoístas y altaneros. Pero ese par de hombres eran todo lo contrario, en uno, encontraba la calidez de un padre y en otro, la hermandad que nunca tuvo.
Asintió con la cabeza y caminó con cabizbajo hasta la mesa. Acto seguido, Marco se sentó a un lado de él y comenzó a dar lectura al pergamino. Sin embargo, la mirada del niño se encontraba en el libro que acababa de tater y no en lo que debería de leer. Boro se sentó en el lado opuesto de la mesa, colocó una mano sobre la piedra palpitante de la portada y transmitió una cantidad considerable de esencia.
La piedra destelló con mayor intensidad y comenzó a retraer todas las lianas. Para sorpresa del pequeño, la cubierta de este estaba intacta a pesar de haber estado expuesta a tantas espinas, las cuales, bajo su punto de vista parecían más que mortales.
Y tenía razón, las espinas podían inyectar una cantidad abrumadora de veneno, que paraliza a sus víctimas, solo para después derretir lentamente y sin resistencia todos los órganos de los desafortunados que pasaran tomar tal libro sin permiso.
Las letras del título brillaron una sola vez antes de regresar a sus colores originales. Boro abrió el libro. Filot estiró el cuello, y Marco golpeó con gentileza la cabeza del niño.
—No te distraigas o te dejaré leyendo solo —reprendió con amabilidad.
De esa forma (Boro leyendo sin parar y Marco ayudando con los estudios de Filot) pasó el tiempo rápidamente. Llegó el mediodía e hicieron una pequeña pausa para comer, cosa que Filot agradeció enormemente antes de acabar con todo, incluso aún más rápido de lo que el topo lo había hecho con su raíz. Después, volvieron a las mismas actividades hasta que el sol comenzó a descender.
Boro sacó una pequeña roca ovalada del tamaño de una manzana, tenía doce rayas talladas en horizontal y la parte inferior tenía un brillo color blanco que avanzaba lentamente hacia el extremo superior, casi iluminandola por completo. El brillo llegaba justo entre medio de las líneas número once y doce, y seguía avanzando con gran lentitud hacia la esa última línea que se encontraba casi en el polo superior de la roca.
«Ya casi son las 12 hora día (5 p.m.)» pensó Boro. Cerró el libro y se puso de pie.
—Es hora de movernos —avisó con calma.
Acto seguido, se acercó a la segunda mesa y sacó un medallón de oro que tenía incrustado un rubí con distintas runas diminutas grabadas en color blanco y dorado. Todas ellas estaban organizadas de manera específica, para que al ser vistas juntas, formarán el símbolo de infinito.
Tomó el collar entre sus manos y le transfirió esencia hasta que las runas comenzaron a brillar. Acercó la gema a la cantimplora, a la comida y a los utensilios que habían utilizado. En consecuencia, todo fue absorbido como si el collar fuera un pequeño hoyo negro.
—¡Wou! —exclamó Filot con la boca abierta. Anteriormente, había visto al joven sacar una cosa tras otra de su túnica, pero hasta ese momento, no entendía de dónde había extraído tales objetos, si la mayoría de ellos superaba con creces a cualquier bolsillo de una túnica.
—Fascinante, ¿No es así?, hay muy pocos objetos como ese —musito Marco la ponerse de pie.
—Nunca había visto uno tan de cerca, es una de esas cosas infimisimas ¿Verdad?
Filot había escuchado que existían anillos mágicos que podían guardar cualquier cosa en su interior sin importar su tamaño, pero su escaso conocimiento, le había impedido imaginar que esa clase de objetos podían tener otra forma que no fuera una argolla.
—Infinitas —corrigió Marco—. Es un objeto infinito, y aunque no se haga justicia a su nombre, ese collar puede guardar una gran cantidad de cosas en su interior, creo que tiene casi el mismo tamaño que una casa pequeña.
La mandíbula del niño llegó a su punto más bajo. Después, tragó un poco de saliva y continuó mirando el espectáculo.
—¡Es increíble!
—En verdad lo es, hay pocos como ese, normalmente los fabrican con el estómago de una bestia de esencia, pero ese está hecho únicamente por runas, lo que lo hace mucho más fascinante y al mismo tiempo mucho más caro.
—Listo. Es momento de partir —exclamó Boro antes de acariciar la cabeza del niño y darle una pequeña máscara de madera rústica y un trozo de tela alargado. Tomó el libro, lo envolvio en una nueva tela de color marron y se lo entrego a Marco.
Acto seguido salió corriendo por el único túnel visible. Marco se colocó su propia máscara y después ayudó al pequeño a sujetar la suya con el trozo de tela.
—No lo entiendo, por qué si tiene un objeto tan maravilloso como ese, ¿Por qué no guarda el libro en él?
—Lo haría si pudiera, pero el libro tiene un conjunto complicado de runas antirrobo, que hacen imposible el almacenarlo en cualquier tipo de objeto infinito que sean más pequeño que el mismo.
—¡Wou! Entonces ese libro es más increíble que el collar.
Marco lo miró tal y como era, un niño inocente lleno de curiosidad. Sonrió plácidamente y contestó con alegría.
—Depende, pero en teoría si. Por cierto, necesito que te apartes un poco, en cuanto Boro de la señal, tendré que abrir el hoyo nuevamente y no soy tan bueno manipulando la tierra como esa bestia adorable.
—¿Saldremos por ahí?, pensé que tenía más túneles secretos que nos llevarían a las afueras.
—Eso hubiera sido lo ideal, pero Boro y su pequeña criatura solo tuvieron el tiempo suficiente para cavar hasta aquí. Y después de mi fuga, lo más seguro es que el Barón haya desplegado toda una brigada de vigías terrestres, por lo que si comenzamos a cavar de nuevo, es muy posible que nos encuentren demasiado rápido.
—¿Vigías terrestres?
—¡Oh, es cierto!, son magos que dominan esencia con cierta afinidad a la tierra, estos pueden sentir las vibraciones del suelo y detectar cuevas o sentir excavaciones a varios metros de profundidad.
Filot se sorprendió bastante, nunca había escuchado de ello por lo que se emocionó bastante y se dejó llevar por la felicidad durante unos cuantos segundos. Después, volvió a poner una expresión seria.
—En ese caso, ¿Porque aún no nos han encontrado?
—Eso es gracias Garrita.
Filot giró la cabeza y miró al joven con curiosidad.
—¿Quién es Garrita?
—La mascota de Boro, ese tipo de bestia puede emitir una gran cantidad de esencia con una muy alta afinidad a la tierra, haciendo que tanto sus hechizos como casi cualquier construcción de ella, sean imperceptible a los sentidos humanos, es como si la naturaleza tomara vida, así que, a menos que llegue un mago de Rango Raro con una gran maestría en la esencia de tierra, estaremos a salvo… siempre y cuando no agitemos la cueva con brusquedad.
—¡Increíble!, por cierto, ¿Cuál será la señ…
Justo en ese momento, un fuerte estruendo llegó desde el mismo túnel por el que Boro había desaparecido unos cuantos minutos antes.
…
En la superficie, el gran puente sur del castillo que conectaba con la fuerza militar de Morro, así como una de las torres de vigilancia, salieron volando en miles de pedazos.
No hubo ninguna muerte, solo unos cuantos guardias con heridas leves, principiante, aquellos que se encontraban en la torre de vigilancia. El resto de los guardias, algunos cazadores, mercenarios e incluso civiles, corrieron hasta el área afectada.
La gran cantidad de polvo que había en el aire hacía casi imposible distinguir algo desde la distancia, pero en prevención de un nuevo ataque sorpresa, todos se mantuvieron fuera y rodearon toda el área afectada.
Algunos conjugaron pequeños torbellinos de fuego y otra clase de hechizos en un intento por despejar el lugar, sin embargo, el efecto en la cortina de polvo era minúsculo, por ello, tardaron más de cinco minutos en despejar el lugar.
La escena era bastante increíble, no había quedado ningún rastro del puesto este, y en el vaso de la torre de vigilancia, la mitad de su estructura se había convertido en un pila de escombros. Jorge, el primer caballero del Barón, había arribado al lugar solo un minuto antes de que la escena fuera revelada. Miró con gran frustración el cráter que había aparecido en lugar del puente, giró la cabeza en dirección de las afueras de la Aldea y su sangre comenzó a hervir.
Sin embargo, su rabia solo duró un par de segundos, cuando el sentimiento fue reemplazado por uno de nerviosismo y un ligero toque de miedo. Una segunda explosión se había generado en los jardines del Barón.
—¡Todos, diríjanse al castillo, estamos bajo ataque!
…
Al mismo tiempo, tres siluetas humanas salieron disparadas y se adentraron en un bosque de gran vegetación.
La silueta más grande miró hacia atrás con preocupación, disminuyó el paso y se colocó justo al lado de la segunda más grande.
—Boro…
—Lo sé —interrumpió el joven entre susurros—. Pero no podemos detenernos aquí…
Comments for chapter "06"
QUE TE PARECIÓ?