Boro: el último maestro. - 12
A varios kilómetros al sur de la pelea con el Buitre de Cenizas. Boro y sus compañeros estaban a punto de salir de los límites del territorio de Mirti, cuando escucharon muy a lejos las explosiones que había generado el Caballero en su desesperación por librarse de la neblina negra.
Filot tragó un poco de saliva y se quedó pálido mirando hacia el horizonte. Marco liberó un gran suspiro y observó a su amigo con un ligero rastro de preocupación. Baro realizó una mueca y palmeó el hombro de Marco.
—Tendremos que cambiar nuestra ruta —exclamó, mirando las copas de los árboles.
—Eso sería lo mejor, pero no entiendo cómo nos descubrieron tan rápido, sus bestias no tienen un olfato tan agudo o habilidades sobresalientes de rastreo —informó Marco. Miró hacia atrás y su mirada se perdió entre la densa vegetación.
Boro cerró los ojos y escudriño entre los objetos que almacenaba su collar infinito. Al abrir los ojos, extraño una botella de cristal con un líquido de color rosa en su interior.
—Tal vez han pedido refuerzos o tenían a sus mejores bestias en las sombras. Pero, no importa el motivo, eso hace que nuestros planes cambien —explicó al darle la botella a Marco— antes de que te rocíes dame tu camisa. Filot, tu también dame tu… ¿Qué prefieres? Darme el abrigo que te preste o tus pantalones.
El pequeño abrazó el abrigo de piel que su joven maestro le había dado y dio unos cuantos pasitos hacia atrás. Boro sonrió y extrajo unos pantalones nuevos, miró al niño, generó una pequeña cuchilla de esencia azulada en su mano y cortó la prenda con un solo tajo, para que está se adaptará al tamaño de su nuevo dueño.
—Que sean tus pantalones entonces —dijo con voz sería. Arrojó los pantalones al niño y apuntó hacia Marco— Observa con cuidado lo que está haciendo tu maestro, ya que enseguida es tu turno. Deberás humectar tus manos con ese líquido rosa y frotar todo tu cuerpo tal y como lo está haciendo Marco.
»Si tus manos se secan deberás humectarlas de nuevo y repetir el proceso hasta que todo tu cuerpo, al igual que tú ropa, quede completamente cubierto.
Mientras el niño repetía el proceso, Boro aprovechó para sacar un nuevo bolso de bestias del tamaño de una manzana, este era de color amarillo y tenía tantos agujeros como en el que habitaba Garrita. El joven acarició la superficie y desde su interior, salieron tres escarabajos negros tan grandes como el mismo bolso.
Los pequeños insectos extendieron sus alas y duplicaron su tamaño, tenían un único cuerno bifurcado y unas pinzas duales que sobresalían desde su boca, las cuales brillaban como si fueran de obsidiana pulida. Boro alzó su mano y liberó una nube de esencia desde su palma.
Los tres escarabajos volaron en círculos alrededor de su mano y consumieron lentamente la esencia que su amo les ofrecía. Acto seguido, les hizo tomar las pertenencias de las que se habían deshecho sus amigos. Después, se quitó la túnica y se sacó su camisa, dejando al descubierto su delgado pero muy bien esculpido abdomen.
Carecía de una masa muscular tan exorbitante como la de Marco, pero la poca que tenía estaba perfectamente trabajada, haciéndolo lucir como un auténtico guerrero en toda la extensión de la palabra, en especial, por la numerosas cicatrices que su dorso contenía.
Le dio su camisa al tercer escarabajo, extrajo una nueva desde su collar y se preparó para untar el líquido rozado en todo su cuerpo y su vestimenta.
—No olviden frotar las suelas de los zapatos… o de lo que sea que traigas puesto —mencionó al mirar los pies del pequeño.
Los cuales, estaban cubiertos solo por una piel animal toscamente amarrada a sus pies. Los dos jóvenes miraron con un poco de tristeza al niño por un par de segundos, se miraron uno al otro y le dedicaron una cálida sonrisa a su pequeño discípulo.
—Disculpa que te hayamos hecho caminar así, después te compraré algo decente —informó Boro rascándose el cuero cabelludo.
—Por el momento, tendrás que conformarte con esto —mencionó Marco al ponerse de rodillas y dirigir sus manos imbuidas en esencia en dirección de los pies del niño.
Filot únicamente siguió con la mirada como las extremidades de su maestro brillaban con una luz anaranjada y cálida, misma que se adhirió a la piel con la que tenía envueltos los pies y formó una delgada capa de esencia.
—Con eso sentirás menos las espinas y las imperfecciones del terreno —explicó Marco con una sonrisa.
Filot se sintió extremadamente feliz, nadie se había preocupado tanto por él, tal vez a excepción de su madre, el problema era que ya casi no la recordaba. Su corazón comenzó a latir con mayor fuerza y sus ojos se iluminaron con pequeñas gotitas que de inmediato limpió con su hombro para no parecer débil.
Todo lo que ese par de hombres hacían, ante sus ojos, eran acciones que solo los más grandes héroes harían, «mira que preocuparse tanto por un desecho como yo, eso es más que ser una buena persona» pensó, totalmente conmovido.
Era inevitable no ser sacudido por un cúmulo de emociones cuando por única vez desde que tenía memoria, era tratado como lo que era, un simple niño, al cual se le debería de tratar con cariño y cuidados, y no como lo veían en la aldea, como un sobrante innecesario de la sociedad, es decir, como basura humana.
Marco y Boro cruzaron sus miradas, asintieron con la cabeza y sonrieron plácidamente, tomaron a Filot del hombro y lo empujaron para que siguiera caminando.
—Sabes… a veces es bueno llorar —mencionó Boro con gentileza.
—Yo no lloro —replicó Filot con un nudo en la garganta.
—Por supuesto, pero recuerda que solo eres un niño, así que si quieres hacerlo, pues adelante, fingiremos que no ha pasado nada —dijo Marco con una gran sonrisa mientras miraba al pequeño de reojo.
—Yo… yo… yo no lloro —exclamó con su última fuerza de voluntad y una horrible mueca antes de soltar unas cuantas lágrimas que de inmediato intentó ocultar bajando la cabeza.
Los jóvenes magos, encontraron la situación un poco divertida y nostálgica, pero el tiempo apremiaba, así que, pospusieron el momento conmovedor y se apresuraron a escapar. Marco se disculpó con el pequeño, lo tomó entre los brazos y saltó hasta la cima de un árbol. Boro ordenó a sus escarabajos que continuarán derecho y estos obedecieron al instante, después, subió hasta donde se encontraba Marco, tomó su collar y lo colocó delante de él.
Desde el interior, sacó dos pequeñas planchas metálicas parecidas a una tabla de surf, pero ligeramente más pequeñas y ovaladas. Ambas tenían incrustadas un núcleo de bestia justo en el centro, y ocho piedras de esencia grabadas con runas verde fosforescente, las cuales estaban distribuidas por los bordes: al frente, atrás, en los dos costados y en las intermediaciones.
Los objetos eran impresionantes visualmente, su estructura negra hacía resaltar en mayor medida los marcos plateados y las numerosas líneas que surgían desde el núcleo de esencia en el centro y unían a las diversas runas a lo largo y ancho del objeto, además, en cada borde se podían ver las representaciones de algunas de las bestias de esencia consideradas como los reyes del cielo.
Boro y Marco tomaron una respectivamente, las imbuyeron en esencia y estás comenzaron a flotar por cuenta propia.
—¡Wou!, ¿Qué son? —exclamó Filot con la boca abierta y los ojos aún enrojecidos.
Marco bajó al pequeño y subió a una de las planchas con total despreocupación. Boro acarició la cabeza del pequeño, subió a la segunda y ofreció su mano al niño.
—Sube, te explico en el camino.
El pequeño tragó un poco de saliva, tomó la mano del joven y subió al objeto con paso tembloroso. El núcleo del instrumento brilló con mayor intensidad pero su altitud siguió imperturbable. Acto seguido, Marco y Boro mandaron una pequeña cantidad de esencia a sus pies y estos a su vez, dirigieron la energía a la parte trasera del objeto, haciendo que la línea dorada que unía a los dos puntos brillará con intensidad.
En consecuencia, la runa grabada en ella, se iluminó y creó un torbellino de aire que los impulsó hacia adelante. Al principio, la velocidad fue pobre, pero conforme avanzaron, ésta se incrementó en gran medida, obligándolos a subir por encima de los árboles para no chocar contra ellos.
Boro giró la cabeza y miró cómo el pequeño estaba fascinado con tales objetos y a la vez un poco temeroso por la altura.
—Son instrumentos de vuelo —explicó con naturalidad—. Hay varios tipos de ellos. Estos son llamados Tablas del Cielo, y son bastante impresionantes a pesar de ser solo de grado Plata Medio.
—¿Plata Medio? —gritó Filot, ya que sus voces empezaban a perderse por el impacto del viento.
Boro asistió, llevó su mano hasta su rostro y creó una pequeña barrera de esencia que lo rodeó tanto a él como al pequeño, permitiendo que sus voces sean escuchadas sin problemas a pesar de haber alcanzado los 100 kilómetros por hora.
—Así es pequeño, todos los objetos de esencia se dividen en tres categorías básicas según sus funciones y calidad, las más baratas son de grado Bronce pero sus funciones son muy limitadas, luego están las de Plata, cuyas funciones son muy buenas, pero su precio es bastante elevado, y por último, están las de grado Oro, esas son fascinantes, pero increíblemente costosas y muy poco accesibles.
»Además, cada categoría se divide en tres subcategorías más: bajo, medio y alto. Por ejemplo, las Tablas del Cielo de grado Bronce no poseen un núcleo y para funcionar emplean directamente la esencia del usuario, lo que las hace poco prácticas, además, las de grado Bajo solo tienen dos piedras de esencia con runas, una adelante y otra atrás.
Explicó mientras señalaba ambas partes con su mano.
—Así que solo pueden ir hacia adelante y de reversa, sin embargo, las de Bronce de Rango Medio, poseen dos runas más, una en cada costado, lo que permite girar con mayor comodidad, por último, las de grado Alto, poseen ocho runas en total, exactamente como está, haciéndolas muy maniobrables, pero como siguen siendo de grado Bronce, ninguna posee un núcleo y por ello consumen una cantidad masiva de esencia directa del usuario.
»Por otra parte, las que son de grado Plata, cuentan con un núcleo en el centro, haciendo que la carga de su usuario sea mucho menor, lo único malo es que los núcleos se tienen que estar reemplazando cada vez que su esencia se agota.
Filot mantenía la boca abierta y únicamente subía y bajaba su cabeza conforme le explicaban los detalles de tan fascinantes objetos.
—De hecho, hay algunas categorías por encima de las de Grado Oro, pero como esas solo pueden permitírselas la realeza o los altos nobles, no tiene caso que hablemos de ellas, en especial en este momento. Debemos aprovechar la noche y avanzar tanto como podamos. Abraza con más fuerza mi cintura y pega tu frente a mi espalda para que el viento no te ahogué —concluyó con su típica sonrisa despreocupada.
Boro volvió su mirada al frente, miró a Marco y asintió con la cabeza. Una vez fijado su rumbo, ambos mandaron más esencia a sus respectivas Tablas del Cielo e incrementaron la velocidad. En tan solo cinco minutos más, pasaron de 100 a 250 km por hora. De esa forma, continuaron avanzando durante toda la noche, hasta que el primer rayo del sol comenzó a asomarse.
Entonces, descendieron y volvieron a ocultarse en la densidad del Bosque Pequeño. Tanto Marco como Boro, se encontraban desechos, solo Filot, quien había tenido la oportunidad de descansar un poco durante el trayecto, estaba lleno de energía aunque sus piernas estaban gritando de dolor.
Aún así, los tres continuaron caminando a paso rápido durante una hora y media más, hasta que los dos jóvenes se detuvieron de manera repentina, se colocaron de nuevo sus respectivas máscaras e incitaron al pequeño a que hiciera lo mismo.
—¿Nos han alcanzado? —susurró Filot con voz temblorosa, mientras se colocaba la máscara.
Boro negó con la cabeza y apuntó a un árbol distante cuyas hojas de color amarillo formaban un semicírculo perfecto.
—No, pero la vegetación ha empezado a cambiar, y eso significa que casi llegamos a la frontera entre el Bosque Pequeño y el Pantano Quimérico.
—¿Eso es malo? —exclamó el pequeño, alarmado.
—Si no tenemos cuidado, si —informo Marco son seriedad—. El mayor problema en el Bosque Pequeño son las bestias de esencia, pero donde esté choca con el Pantano Quimérico, lo más preocupante es la vegetación, por ello se le llama la frontera de Malus Virentia, las palabras exactas de vegetación mala en el lenguaje de la magia.
—¿Las plantas son malas? —cuestionó Filot con incredulidad y una ceja levantada.
Boro río y señaló de nuevo al árbol amarillo.
—Ves ese de ella, pertenece a la familia de los Zetaceos, son árboles de diferentes colores claros, que imitan la forma de un hongo, sus troncos siempre son lisos, tienen hojas redondeadas que carecen de filo y aunque son esponjosas y suaves al tacto, todas ellas emiten esporas venenosas.
El rostro de Filot cambió de manera drástica y miró al extraño árbol con mucha cautela.
—No tienes por qué tener miedo, mientras te mantengas lejos de él, todo estará bien —continuó Boro.
El pequeño dio un pequeño paso hacia atrás y miró a Baro con nerviosismo.
—¿Y si el viento arrastra las esporas hasta nosotros?
Boro sujeto los hombros del niño y lo miró fijamente.
—¡Entonces moriremos!
Comments for chapter "12"
QUE TE PARECIÓ?
Feliz navidad, mis queridos lectores 🙂