Boro: el último maestro. - 14
Marco y Boro rieron internamente por los cambios de humor tan rápidos de Filot, y aunque les hubiera encantado seguir conversando plácidamente, el tiempo era escaso. Marco sacudió la cabeza del pequeño y le dio unas cuantas palmaditas en el hombro para que siguiera caminando.
—Lo importante ahora es encontrar un lugar donde descansar, de otra forma también sería un suicidio adentramos más en la frontera de Malus Virentia en nuestra condición actual —exclamó Boro.
—¿Por qué no continuamos volando? —cuestionó Filot con inocencia.
—Pequeño, ¿Nos quieres matar? —cuestionó Boro con un toque de burla.
Filot miró a su maestro con desconcierto e intentó disculparse en el acto, después de todo, seguían siendo prácticamente desconocidos, así que abusar de la nobleza de ambos jóvenes le parecía una gran falta de respeto. Sin embargo, antes de que pudiera mover los labios, Marco intervino para apaciguar sus pensamientos.
—Usar las Tablas del Cielo requiere de bastante esencia, y no estamos en condiciones de gastar más de la que ya hemos usado, además, volar por encima de los árboles durante el día es prácticamente gritar nuestra ubicación —explicó con voz tranquila pero con el rostro cada vez más demacrado.
—Y volar dentro del bosque es casi imposible por el tamaño de nuestros instrumentos —agregó Boro con voz cansada mientras le recordaba al pequeño el tamaño de las Tablas del Cielo con sus propias manos. Acto seguido, dejó de caminar, se estiró y liberó a seis escarabajos más de su bolso de bestias— esperemos aquí por un momento.
Los escarabajos siguieron el mismo ritual que los anteriores, devoraron la pequeña nube de esencia que su amo les había ofrecido y volaron en distintas direcciones.
—¿Qué harán? —preguntó Filot con los ojos entrecerrados al intentar seguir la pista de los insectos.
—Buscar un refugio—respondió Boro al estirar su cuerpo de nueva cuenta.
Marco se apartó un poco de sus compañeros, busco un área lo suficientemente libre se inclinó en un área libre, imbuyó sus manos con esencia anaranjada y las colocó al ras del suelo.
—Anulus ignis —conjuró, haciendo que su mano se cubriera de fuego.
Acto seguido, el fuego toma la forma de un anillo y comenzó a expandirse con rapidez por toda la superficie. En el proceso, tres pequeñas raíces tan delgadas como un dedo meñique, salieron de la tierra y se retorcieron de dolor antes de convertirse en cenizas. El fuego continuó palpitando desde la mano de Marco como las olas que se producen en un lago tras lanzar una piedra, solo que en vez de agua era llamas.
Después de aniquilar a dos raíces más, el joven miró a Filot con una sonrisa en el rostro.
—Lianas de Mortem, en este lugar no puedes sentarte en el suelo sin antes hacer una pequeña limpieza con fuego —concluyó con un pequeño guiño, antes de tomar asiento cerca de un diminuto árbol de cinco metros de alto.
El promedio de los árboles en el Bosque Pequeño, así como en Malus Virentia y en el Pantano Quimérico, era de al menos 80 metros de altura, por lo que un árbol de cinco metros era considerado apenas como un retoño. Boro siguió el ejemplo de Marco y se sentó a un lado de él, se recostó en el tronco del árbol, cruzó sus manos y cerró los ojos.
—Puede que no lo parezca, pero estamos agotados, volar sin descanso es brutal.
—Y más si lo haces después de una pelea a muerte —agregó Marco mirando a su amigo con una ligera sonrisa burlesca.
—Gundor era más fuerte de lo que pensaba, pero no podría catalogar a esa batalla como una pelea a muerte —replicó Boro con orgullo—. A lo mucho, podría decir que fue un poco desafiante.
—Supongo que tienes algo de razón, después de todo no te obligo a utilizar tus mejores hechizos, aún así, no puedes negar que estuvo a punto de derrotarte, y todo por confiarte de más —objetó Marco con una mueca burlesca.
—¿A mí?, creo que no pudiste ver bien, pero no te puedo culpar, estuviste muy ocupado tratando de no ser vencido por unos cuantos Armatus.
—Perdón, ¿Armatus?… ese tal Polo era un mago auténtico, además…
Filot se sentó enfrente de ambos y se mantuvo absorto por la conversación que sus maestros acababan de iniciar. La discusión fluyó de manera acalorada pero al mismo tiempo divertida y llena de sentimientos que enaltecen su compañerismo y buena amistad. Los escarabajos tardaron solo diez minutos en regresar, y en cuento estos hicieron acto de presencia, Boro se levantó con lentitud y extendió su mano para que estos se pararan en ella.
Cuando el primer escarabajo se posó sobre su extremidad, el joven mago cerró los ojos y se concentró en percibir las intenciones del insecto, un par de segundos después, agitó la cabeza y almacenó al escarabajo dentro de su bolso de bestias. Con el resto de los insectos repitió exactamente el mismo proceso. No fue hasta el quinto, cuando una sutil sonrisa apareció en su rostro.
—Hay un lugar perfecto a unos cuantos metros de aquí —informó mientras guardaba al sexto escarabajo y liberaba al quinto para que los guiara.
Caminaron por la densa vegetación con mucha precaución por un poco más de cinco minutos, hasta que el escarabajo se abrió paso entre un par de arbustos en la parte baja de una loma. Boro y Marco se miraron uno al otro, asintieron con la cabeza y retiraron los pequeños arbustos.
Tras el par de plantas, había una cavidad tosca de metro y medio de altura y un metro de ancho, en su interior, había un pequeño túnel curvo que se extendía un poco más allá de la vista humana. Boro mandó a su escarabajo a explorar una vez más las profundidades del túnel y este regreso casi tan rápido como se fue, haciendo que el joven concluyera que el final del túnel estaba cerca y libre de peligro.
Con esa idea en mente, se adentraron un poco más solo para estar seguros de no ser detectados fácilmente desde la superficie. Sorpresivamente, el lugar era todo lo contrario a lo que esperaban, el túnel no terminaba con una simple pared de roca, sino más bien, era la entrada a un lugar mucho más impresionante, la nueva área subterránea se extendía por cientos de metros a la redonda.
—Es inmensa —exclamó Marco con la boca abierta—. ¿Es casi tan grande como la propia aldea de Mirti?
—Creo que es incluso más grande, solo que la infinidad de soportes que tiene, hacen que sea casi imposible de calcular su extensión —comentó Boro con una expresión de asombro y duda.
—Es, es, es impresionante —exclamó Filot con la boca abierta y la mirada hacia arriba.
El techo era toda una obra de arte, contenía miles de piedras de esencia luminosas de diferentes tonalidades: azules, rosas, amarillas, verdes, lilas y de casi cualquier color imaginable. En cuánto a la infinidad de muros circulares que fungían como soporte para la caverna, estos tenían distintos grabados rúnicos tallados en oro y plata.
Pero lo más sorprendente de todo, era que la vegetación dentro era prácticamente nula, cosa que era casi imposible dentro del territorio en el que se encontraban, la única vegetación que había, eran la de algunas plantas medicinales, las cuales se encontraban sólo alrededor de los pilares, pero no eran plantas cualquiera, sino unas con un precio descomunal en el mercado.
Las plantas por sí solas podrían haber cautivado a todos por igual, tanto a los codiciosos como aquellos de noble corazón que pudieran utilizarlas para alguna loable labor. Sin embargo, para Boro las cosas fueron diferentes, en cuanto dio un paso al frente, sintió un gran escalofrío que recorrió su espalda, acto seguido, estiró el brazo e impidió que Marco y Filot siguieran avanzando.
—Algo está mal —mencionó con la mirada perdida y los párpados palpitantes.
Marco quiso preguntar el motivo de tan abrupto cambio de ánimo, pero antes de soltar una sola palabra, su mirada fue capturada por una nueva silueta.
—No puede ser —dijo con los ojos muy abiertos, levantó su mano y señaló justo al frente de ellos.
De la nada, a solo cien metros de distancia, cerca de los pilares y las plantas medicinales, se había materializado un árbol Multicromatico de cuarenta metros de alto.
—¡Mierda! —exclamó Filot, corrió a un lado de Marco y se ocultó detrás de él.
—Hemos cometido un grave error al entrar aquí —informó Boro con nerviosismo y sudor frío. No sabía cómo su escarabajo no había detectado nada de eso o cómo era posible que sus sentidos estuvieran tan ensordecidos, hechos que solo lo inquietaron aún más
—No lo entiendo, cómo es que no lo habíamos visto —se cuestionó Marco con el ceño fruncido—. Lo bueno es que no corrimos hacías las plantas medicinales o hubiéramos muerto sin siquiera darnos cuenta.
El pequeño casi se deshizo de su cabeza por la intensidad con la que asintió. Boro tragó un poco de saliva y dio un paso hacia atrás.
—Toma a Filot, debemos irnos —ordenó con voz firme, dio media vuelta y el miedo comenzó a invadirlo.
El túnel por el que habían entrado ya no existía, y aunque cualquier mago con un buen dominio y afinidad a la tierra podía hacer tal proeza, era impactante el haberlo hecho enfrente a dos magos tan capacitados como ellos, sin que ninguno se hubiera dado cuenta de ello.
—¡Boro! —gritó Marco con nerviosismo—. Tenemos compañía.
Desde las profundidades de la tierra, había aparecido un hombre demacrado, cuyos ojos eran como un par de cuencos infinitos.
—¿Necesita ayuda? —cuestionó Filot a espaldas de Marco.
Boro concentró esencia en sus ojos, analizó con detalle al hombre y su rostro cambió de inmediato. No era un pobre demacrado, sino un cadáver, uno lleno de energía y con un brillo espeluznante en las cavidades de los ojos.
—Nigromancia —susurro Boro.
A Marco se le erizo la piel y se puso en guardia manteniendo a Filot detrás de él.
—¿Atacamos?
—¡No! —respondió Boro de inmediato.
Filot no comprendía lo que estaba pasando, pero una cosa era segura, estaban en peligro, y mucho. El pequeño había visto a esos dos jóvenes enfrentar a más de una docena de mercenarios como si fuera lo más normal del mundo, e incluso, había visto como Boro recibía y destruía ataques que aparentemente eran mortales.
Entonces, por qué en ese momento se encontraban aterrados. «¿Nigromancia?, pero si es solo un viejo demacrado, ¿no?» se cuestionaba a sí mismo, mientras miraba a sus dos maestros titubear.
—Aunque estamos agotados, podemos contra él —afirmó Marco en un intento por darse ánimos y adquirir un poco de valor.
—Tú solo y aún en la condición en la que estás, podrías hacerlo añicos, yo podría haberlo añicos. Pero, la cosa que está detrás de él es una locura, está fuera de nuestras posibilidades.
—¡La cosa! —repitió Marco mientras intentaba ver por detrás del no muerto que tenían enfrente.
Justo debajo del árbol Multicromatico, un segundo individuo se encontraba sentado con total tranquilidad, tenía las piernas cruzadas y ambas manos al frente sosteniendo una espesa plateada y reluciente. Solo tenía cabello en la parte izquierda del cráneo y este lo llevaba trenzado a la perfección. Sus ojos emitían un brillo verdoso que le erizo la piel a Marco en cuanto notó su presencia.
La carne de su cuerpo estaba bastante demacrada, pero la descomposición del cadáver parecía que se había detenido, lo que le daba la apariencia de una momia. Vestía un conjunto de prendas de piel blanca, así como una armadura ligera de piel rígida del mismo color, unas botas metálicas y un par de guanteletes del mismo material.
Los dos jóvenes comenzaron a sudar en frío y retrocedieron hasta chocar con la pared, Boro bajó la cabeza y saludó a la mujer debajo del árbol.
—No fue nuestra intención inmiscuirnos en su hogar, le ruego clemencia. No éramos conscientes de su presencia, por favor perdónenos, no actuamos con malicia, solo buscábamos refugio.
El cadáver debajo del árbol sonrió, clavó su arma en el suelo, se levantó con ligereza y adoptó una pose que denotaba grandeza.
—Si fueran codiciosos o un poco menos inteligentes, ya estarían muertos, por otra parte, aunque no siento malas intenciones de ustedes, ese es un sentimiento difícil de detectar en los buenos farsantes, después de todo, la malicia siempre habita en el corazón de los hombres y eso sale a la luz tarde o temprano sin importar cuánto lo intenten ocultar —graznó un cuervo de cuatro ojos que había aparecido en el hombro del primer no muerto que estaba a solo unos cuantos metros de distancia.
La voz que salió del pico del ave fue muy aguda e inhumana, cosa que generó escalofríos en Marco y Baro, y dejó a Filot casi al borde de las lágrimas.
La mujer debajo del Multicromatico, dio unos cuantos pasos al frente y se posicionó justo en medio del árbol. Tomó su espada, apuntó el filo hacia su nariz, dirigió la punta hacia arriba y se quedó inmóvil como si fuese una estatua. Un nuevo graznido se escuchó detrás del árbol y un pequeño cuervo paso a doce metros de distancia del Multicromatico.
El ave voló con gracia hasta posarse en la cabeza del no muerto, sin embargo, en cuanto aterrizó el cuervo de cuatro ojos agitó sus alas y ahuyentó al recién llegado, el cual, voló con torpeza y dejó caer el pergamino en la mano del hombre. El no muerto apretó el pergamino, bajó la mano y caminó sin ninguna preocupación hasta los tres vivos.
Marco miró de reojo a su amigo y se mantuvo a la espera de cualquier indicación. Boro simplemente dio un paso al frente y extendió la mano para recibir el pergamino, pero el no muerto permaneció inmóvil.
En la parte trasera, la mujer golpeó su espada contra el piso y Boro entendió de inmediato. No estaba enfrente de un simple no muerto, era el mensajero de alguien mucho más grande que él, una presencia abrumadora e inalcanzable, cuyo poder emanaba incluso desde ese pequeño trozo de papel.
Boro se arrodilló en el acto y alzó sus dos manos para recibir el pergamino. A Filot casi le explotaba la cabeza, se suponía que ese joven era un libertador al igual que Marco, se suponía que ambos luchaban sólo por su causa, incluso al grado de ser llamados criminales. Entonces, ¿Por qué un hombre con tanta convicción se arrodillaría tan fácil ante un simple viejo decrépito?
La mujer delante del Multicromatico asintió con la cabeza al ver al joven arrodillado, después, posó su vista en los otros dos vivos y azotó su espada de nueva cuenta contra el suelo. Boro giró la cabeza de inmediato y noto que su amigo se encontraba paralizado.
—Arrodíllense… ¡Marco, arrodíllate! —exclamó con nerviosismo.
Marco sacudió la cabeza, miró hacia todos lados hasta que su mirada cayó de nuevo en el cuervo de cuatro ojos, tragó un poco de saliva, bajó la cabeza y se arrodilló. Filot estaba lleno de miedo así que simplemente imitó a los dos jóvenes, puso ambas rodillas en el suelo, y exageró el gesto llevando su frente hasta la fría tierra.
El primer no muerto sonrió, levantó su mano lentamente y le dio el pergamino a Boro. El cuervo de cuatro ojos graznó y el ave restante regresó por el mismo lugar por el que había llegado.
—Aún no percibo mal, solo por eso les daré una oportunidad —exclamó el cuervo con su típica voz inhumana.
Boro permaneció arrodillado, desenrolló el pergamino y dio lectura en voz alta.
—El… —leyó al mismo tiempo en que miró al ave para ver si leer de esa forma estaba permitido, el cuervo de cuatro ojos permaneció inmóvil y el joven continuó.
El precio de respirar es alto.
La vida solo se paga con vida.
Pero el valor de un alma nunca es igual,
para ver nuevos días, decidan que me van a entregar:
tres luces en retribución
o nueve males en compensación.
Traicionen mi regalo
y vivirán eternamente a mi lado.
La expresión de Boro se tornó sombría, vivir eternamente al lado de un nigromante no era otra cosa más que morir, para que tu cuerpo sin conciencia sea manipulado como un títere durante tanto tiempo como la vida propia del nigromante o hasta que tu cuerpo se desintegre.
El joven miró a Marco, el cual se encontraba en la misma condición que él, por otra parte, Filot seguía con la cabeza clavada en la tierra, pero en cuanto terminó la lectura, comenzó a temblar, incluso él entendía que la última frase no era más que una amenaza elegante.
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