¿¡Celos sabor a chocolate!? (crossover) - 2.5
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- 2.5 - Sean bienvenidas a este mundo hermoso y cruel (Partes del 4 al 6)
Parte 4.
Había pasado una hora y el grupo finalmente llegó al pueblo, aquel niño dijo la verdad. Escondida tras un bosque húmedo, estaba aquella aldea que tenía repartida muchas casas al estilo colonial. Había habitantes humanos y semihumanos que vivían en completa armonía en ese lugar. Los niños corrían y jugaban sin cesar, sus padres se mostraban felices al hacer sus arduos quehaceres. Los solteros chicos al notar a Lyna y Celeste, sucumbieron ante su belleza y fueron los primeros en recibirlas.
Por la forma en la que fueron recibidas, cualquiera lo compararía como cuando un artista famoso va a cierto lugar y es acogido por una muchedumbre de admiradores. Por lo tanto, tras rodear a las chicas, le dijeron piropos tales como:
—Mira mis músculos, guapa.
—¡Toma una baya azul de mis cultivos, me encantan las fortachonas!
—¡Pero que alas tan preciosas!
—Es la semihumana más adorable del mundo.
—Estas chicas están a otro nivel. ¿Acaso son de otro universo?
—¡Pero que chicos tan simpáticos! Ji, ji, ji —decía Celeste mientras les sonreía a todos, ella se dejó llevar por el momento y actuó como si fuera una superestrella.
—¡Se mi amiga! —dijo un chico.
—¡Clarooooo, mi amiwoooo! —Lo señaló y le giñó el ojo en señal de amistad.
Por el lado de Lyna, ella se sonrojó mucho al notar a tantos chicos a su alrededor alagando su belleza, por lo que nerviosa dijo:
—Yo… yo… umm… amm… ahhhhh. ¡Basta por favor! —Bajó el rostro ocultando su vergüenza y nervios. Ella no estaba acostumbrada a recibir tanta atención, además qué…—. ¡M-í… mí corazón so-solo le pertenece a Alessio!
Luego, varias muchachas se reunieron alrededor de Lyna y le expresaron los siguientes comentarios con admiración y sin una pizca de celos:
—Eh, que encantadora.
—Me gustaría ser ella.
—Dime ¿qué savia usas para que tu cabello se vea así?
—Bue-bueno… yo… yo… —Lyna se encogió de hombros y se ocultó detrás de la confiada Celeste.
—Wueno, wueno… ¿Qué pasa pue? Aléjense de mis mujerrrres, chavales. —dijo Caín quien estaba al frente de Celeste.
Por otro lado, varías aldeanas empezaron a acariciar a Pepe y amaron su su ternura.
—¡Awwww! y este ratoncito tan adorable —decían las muchachas.
—¡Es un cuy, un cuuuyyyy! —Corrigió Celeste.
Sin duda, los habitantes de aquel pueblo eran personas humildes, honestas, simpáticas, hospitalarias y amables. El hecho de que recibieran de esta manera a aquella inesperada visita, evidenciaba que eran aldeanos de gran corazón. Pero, cuando todo parecía ir bien, se percataron de Amaltea y observaron el símbolo con forma de espiral en su cuello…
—Es… es ¡Es una Elegida! —Gritó un aldeano aterrado—. ¿Qué hace un Elegido aquí? No… no puede ser… ¡este… este es nuestro fin!
—¿Je? ¿Qué te pasa, basura humana? ¿Te causo miedo? —respondió Amaltea con total indiferencia.
Debido a esto, todos los aldeanos que estaban allí se alejaron cautelosos…
—¡Ay! ¿Por qué reaccionan así? —preguntó Celeste mientras ladeaba la cabeza y mostraba una divertida cara de tristeza—. Mis días de fama duraron poco ¡¿Por quééé!? —Ahora hizo una exagerada expresión de fracaso.
—Creo que es por la señorita Amaltea —respondió Lyna.
—Pos normal pue, lacra. Acá jamás hemos visto a un Elegido y precisamente esta aldea está hecha pa evitarrlos —respondió Caín.
—Ouh, no lo entiendo… Si sabías que viajábamos con una Elegida ¿Por qué nos invitaste? —dijo Celeste.
—Po que las tres lo que están es reeebuenas, mamita.
—Qué has dicho, niño repugnante —Amaltea lo miró con una cara asesina, pero antes de que pudiese hacer algo…
—¿¡Qué ocurre aquí!? —Se escuchó una nueva voz masculina.
Aquel sujeto era el jefe de la aldea quien escuchó las quejas de los aldeanos respecto a la presencia de Amaltea.
—Hijo… ¿Por qué hay una Elegida aquí? —El hombre miró a Caín.
—Pues, mi apreciado padre, con todo respeto me dirijo a su persona… resulta que estas damas se encontraban en peligro y las ayudé caballerosamente… —Caín cambió radicalmente su actitud frente a su padre—. Las pobres doncellas, acá presentes, estaban desamparadas y necesitaban alojamiento, así que amablemente las invité. La Elegida no es peligrosa.
—¿Jo? ¿jo? ¿Quién ha dicho eso? ¿Qué pasó con el niño grosero de hace un rato? —Celeste miró a los lados extrañada. Ella intentaba encontrar al Caín grosero de antes.
—¿Podría ser su hermano gemelo? —añadió Lyna, incluso ella se confundió.
—Pero… ¿Qué dicen, adorables doncellas? Estoy aquí… sigo siendo el mismo caballero de antes.
—¿Eh? ¿¡Ehhhhhhh!? ¡¿Jeeeeee?! —exclamaron Lyna y Celeste asombradas.
El jefe de la aldea frunció el ceño y miró a las chicas con desconfianza:
—Hijo, ¿tienes idea de lo que has hecho? Los Elegidos son seres malvados que pisotean a las demás razas sin piedad, matan y discriminan. —dijo, le costó tragar saliva y cambiando de idea continuó—. Como sea, ellas pueden quedarse —Señaló a Celeste y Lyna—. Más no la Elegi…
Él fue interrumpido por Amaltea, ella se enojó, se cruzó de brazos, miró con superioridad al humano y le refunfuñó:
—Cállate, basura humana. Soy Amaltea Vertengeir, de la gloriosa raza de los Elegidos y una noble de la ciudad de Astrea. ¿Quién te da la autoridad para que un ser tan insignificante como tú pueda echar a alguien tan importante como yo?… Pero no te preocupes, no vine acá a conquistarlos ni nada. ¡Ja! Es la menor de mis intenciones invadir una aldea de apestosos humanos cobardes… Lo único que quiero es llegar a la mítica planta de cacao que reside en el monte Kruger ¿entiendes?
El jefe peló los ojos, sudó frio y se quedó sin palabras por unos segundos… así de grande era el miedo que les tenía.
—Yo…
—Oye, Amaltea, así no se habla…, santos cielos. —Le regañó Celeste—. ¿No enseñan modales en este mundo? —No era ese precisamente el problema.
—Señor, soy la sirvienta de esa señorita —dijo Lyna tras señalar a Amaltea—. Pido perdón en su lugar, es tal y como ella dijo; no vinimos a causar problemas… solo a descansar un rato. Por lo que, p-por favor, ¿podría…?
—Así es. Si la cascarrabias se sale de control, Pepe y yo nos encargaremos, je, je, jeee… Por cierto, ¿y Pepe? —El cuy llevaba rato desde que desapareció.
Pasaron los minutos y tras dialogar lo suficiente, lograron convencer al jefe. Este al principio se mostraba totalmente apático con las tres, pero gracias el buen humor de Celeste y la amabilidad de Lyna, cambió su actitud de tal forma que terminó invitando a las chicas a pasar la noche en su casa. Amaltea, por alguna razón, se encontraba pensativa y distante, era como si algo le estuviese preocupando, incluso rechazó la oferta del jefe.
Al no percibir ninguna amenaza, los mismos aldeanos de antes volvieron y entablaron una conversación grupal con Celeste y Lyna. Después las invitaron a una plaza y pasaron allí el resto del día, siempre con vibras amistosas. Al cabo de varias horas, los aldeanos les preguntaron por qué ellas no tenían una marca distintiva. Así que Celeste contó toda la verdad, habló un poco de la Academia Celestial y luego mencionó que venían de otro universo, finalmente explicó cuáles eran sus objetivos.
El hecho de que las chicas no tuvieran ninguna marca que indicase su raza, además de otros factores, fue lo que les dio la evidencia más que suficiente a los aldeanos de que Celeste decía la verdad. Así que con total alegría, celebraron la llegada de Lyna, Celeste y el recién llegado Pepe.
Ellas desarrollaron gran cariño por aquellos aldeanos, sobre todo Lyna, quien estaba muy feliz al notar que además de Alessio; otras personas la tratasen tan bien y como una igual. Sin lugar a dudas, fue un agradable momento, las chicas gozaron de una dosis de felicidad por horas.
Durante el transcurso del día, Amaltea continuó aislada, siempre amargada y sintiendo una misteriosa sensación de desagrado en su interior, casi instintiva ¿Se debía a los humanos? Púes ni ella sabía la respuesta.
Y luego llegó la noche, era la hora de cenar con la familia del jefe. Ya que Amaltea rechazó la invitación, Celeste le pidió a Pepe que la “vigilara”, por lo que en una pequeña casa estaba Lyna, Celeste, Caín, el jefe y su esposa.
En esa casa de madera, la cálida iluminación de los candelabros generaba la típica ambientación medieval. Todos sentados en el comedor, conversaban mientras esperaban a que terminara de cocinarse la cena.
—Así que se dirigen al Monte Kruger, ¿eh? Tanto solo para convencer a su invocadora. ¡Gua! Estoy viejo, creí haberlo visto todo, pero ustedes me sorprendieron. —dijo el jefe a la vez que se bebía un jarro de alcohol.
—Sí, l-a la verdad ha sido difícil, sobre todo tratar con Amaltea… —decía Lyna con una sonrisa. Por dentro se sentía rara ya que pocas veces la atedian a ella—. Pe-pero siento que en el interior de su duro corazón debe de existir una pizca de bondad.
—Yep, y Lyna y yo la encontraremos… viéndolo de otra manera… —añadió Celeste, pero se detuvo, pensó en algo y luego levantó el dedo índice—. Ha sido divertido venir aquí, haber conocido gente como ustedes y disfrutar de toda esta aventura.
—Es bueno que seas tan positiva. “No hay mal que por bien no venga” o “al mal tiempo buena cara” —dijo la esposa y luego les aplaudió.
Celeste cerró sus parpados, se rascó el cabello y expulsó una risita contagiosa, respectivamente.
—Mi padre, con todo respeto me dirijo a su persona… ¿puedo? —la voz elegante de Caín se escuchó.
—Habla, hijo mío.
—Muchas gracias, padre. Bueno, ellas deben hacer chocolate, necesitan leche de calidad, digo.
—Buen punto… —Lyna intentaba decir algo más, pero se avergonzó un poco—. Esto, no es por ser abusiva, pero ¿ti-tienen vacas? Se ordeñarlas y si nos dan un…
—Pues aquí no, señorita —dijo el jefe—. Pero subiendo una colina que está al norte del pueblo, hay una tienda donde poseen las mejores vacas y la leche de la mayor calidad.
—Mu-muchas gracias, al amanecer le informaremos a la señorita Amaltea e iremos allí.
De repente, un gratificante olor a champiñones, especias, salsas y carne asada aromó toda la casa.
—¡Huele riquísimo! —dijo Celeste a la vez que estiraba todas sus extremidades y se sobresaltaba.
—Harás que me sonroje —respondió la esposa del jefe, luego aplaudió y continuó—. Ya está todo listo, voy a servir…—Cuando la mujer se levantaba de su asiento, fue detenida por la mano de Lyna.
—No se preocupe, usted ha de estar muy cansada, mejor quédese aquí. Yo sirvo. —dijo Lyna con total amabilidad y empatía.
—Pero si tú eres la visita. Eso no…
—Descuide, soy una sirvienta. Es mi trabajo, por favor, déjeme ayudar en algo.
—Eres tan tierna. —Suspiró—. Ya que insistes, pues acá te esperamos.
—Gracias.
Lyna terminó de levantarse de la silla y empezó a servir la carne y el estofado en varios platos. Ella estaba inmersa en el gratificante olor que esos alimentos desprendían, y a medida que servía los platos, le evocaban recuerdos de aquellos días en los que le servía de todo corazón los platillos más deliciosos a su amado Alessio. Ya que esas personas la trataban tan bien, sentimientos de ternura aceleraban su corazón al servirles.
Finalmente, Lyna salió de la cocina y empezó repartir los platos en el comedor. No obstante, Celeste se percató de algo y dijo:
—Oye, Lyna, serviste un plato de más. ¿Para quién es? —Se llevó el dedo a la barbilla e hizo su típica expresión de ingenuidad.
En aquella casa eran cinco personas, pero por alguna razón, Lyna sirvió seis platos. En respuesta, Lyna le sonrió a Celeste y con la cara más dulce que podría existir respondió:
—Es para Alessio, por supuesto…
—…
—Oww… Eso sí es amor —afirmó la esposa.
Después, un silencio incomodo permaneció en toda la sala y Lyna tardó un par de segundos en darse cuenta de lo que acaba de hacer. Había estado tan inmersa en sus sentimientos que se dejó llevar por los deseos de ver a su querido Alessio y su mente creó la ilusión de que él estaba allí.
—¿Eh? —dijo, peló los ojos y su corazón se aceleró gradualmente por la vergüenza—. ¡Ahhh, qué he hecho! —Encogió todo su cuerpo, sus mejillas se ruborizaron muchísimo de la pena y cubrió totalmente su rostro con ambas manos.
Todos en el comedor empezaron a reírse, pero no se trataba de una risa burlona ni malintencionada, más bien, era una risa que inspiraba confianza y amistad.
—Tranquila, jovencita. Je, je, je… a tu edad me pasaban cosas similares. Ven, siéntate… —dijo la esposa del jefe a la vez que señalaba una silla.
Lyna se sentó temblorosa por los nervios.
—Ahora que lo pienso, nunca me has hablado de Alessio… —añadió Celeste—. ¿Por qué no nos hablas un poco de él mientras comemos?
—Eso no… —Lyna negó con la cabeza.
—¡Cuenta! ¡Cuenta! ¡Cuenta! ¡Cuenta!
Siguiéndole el ritmo a Celeste, la familia del jefe empezó a incitar a Lyna a que hablara de Alessio.
—Ammm… esto… yo… no… umm… —Lyna se esforzaba por decir algo, así que todos guardaron silencio—. B-bueno, por donde empiezo… Alessio, Alessio es, es maravilloso… es fuerte, valiente, no le teme a nada… él, él es un caballero. Aunque tenga una cara o mirada dura, sé que detrás de esos lindos y temibles ojos habita la dulce persona que es conmigo y que tanto aprecio. La verdad es que son tantas las cosas que siento por él que duraría horas expresándolas…
—Eso… eso fue muy lindo —dijo la esposa del jefe, sus ojos se aguaron debido a aquel mini discurso tan hermoso de Lyna—. Debe ser un gran chico.
—¡Sí!, y bueno, perdón por ser tan melosa, sobre todo en la hora de la cena. —En ese momento, Lyna se imaginó a una Amaltea acusándola cruelmente de ser una chica dependiente.
—Tranquila, muchacha. Eso sí que es amor. Cuando yo era joven, sentía algo similar por ella —dijo el jefe y señaló a su esposa.
—Oye, no es como si tuviera la mirada dura. —Frunció el ceño y endureció su expresión facial, era un enojo inofensivo y gracioso como el de una niña pequeña.
—Ehhhh, no me refería a eso —Se bebió más de su alcohol—. Es decir, te considero la mujer más linda, trabajadora, honesta, mi mujer ideal…
Los gestos de la esposa se ablandaron mucho.
—Awww, querido. Yo, yo siento lo mismo. —Se acercó para besar a su esposo.
—Con todo respeto, les informo que actualmente tenemos visitas y estamos comiendo. Por favor, ¿podrían abstenerse de realizar esos actos en la mesa, queridos padres? —dijo Caín con total elegancia.
—Madre mía, nuestro hijo tiene razón. —Se apenó.
—No, no, tranquilos. No nos molesta, más bien, me encanta ver a una pareja tan linda como ustedes —dijo Lyna a la vez que se llevaba la mano al pecho. Por unos segundos estuvo soñando despierta imaginando que tenía una relación así.
—Que lindos son los humanos. —Celeste estuvo escuchando atentamente y mientras comía habló—. Me da curiosidad eso de enamorarse, no es algo que esté en mí.
—Señorita Celeste…, eso es terrible. ¿por qué?
—Sí, no existe satisfacción más bella que enamorarse, no puedo creer eso… claro que puedes enamorarte, solo que aún no te ha pasado —aseguró la esposa.
—Mi esposa tiene razón, sé que algún día encontrarás a alguien que te hará sentir un cosquilleo en el estómago y no dejaras de pensar en ella —añadió el jefe y se bebió otro largo sorbo de vino—. ¡Es una sensación similar a la que causa el alcohol! ¡Ja, ja, ja…!
—Algo como el alcohol… —Celeste ladeó la cabeza y se frotó la barbilla con el dedo índice—. Umm…, suena interesante.
—¡Por supuesto, señorita de otro mundo! Ahora, háblanos de ti. ¿Por qué dices que no puedes enamorarte?
Celeste duró varios segundos reflexionando en lo que iba a decir. Comió un poco de carne y con la boca llena respondió:
—Yo… ñam, ñam, en mi mundo vengo del tercer cielo, ñam, ñam, y fui entrenada por los mejores profesores para cumplir mi roll como ángel guardián, ñam, ñam, junto a Pepe mi fiel compañero. Con el tiempo fui a cumplir con mi papel en la tierra, pero algo me chupó y para cuando me di cuenta estaba en este mundo. Ahora ando viajando con mis dos amigas y Pepe, ñam, ñam.
—Ya veo… pero eso no respondió del todo a mi pregunta.
—Yo creo que simplemente al ser un ángel guardián, no está en su naturaleza enamorarse… —dijo Lyna, dando así la respuesta correcta.
—Umm… No lo había pensado así —dijo Celeste y terminó de comer lo último de su plato—. Bueno, como sea. Será mejor que coman, porque se les enfriará la comida, yo ya terminé je, je, je.
—Tienes razón, es tan agradable hablar con ustedes que me olvidé comer —dijo la mujer del jefe—. ¡Comamos!
Aunque dijo eso, igual continuaron conversando y así la agradable noche continuó…
***
En la intemperie, Amaltea se encontraba caminando sola por el pueblo. ¿Qué había pasado con Pepe? Sea como sea, la Elegida no se asustaba ante esa noche tan oscura donde incluso los astros se ocultaban, comparable a un telón negro que cubría a las tres lunas.
—Tengo un mal presentimiento… —habló para sí misma—. Desde hace días he sentido una mirada sobre nosotras, como si nos espiaran. Hoy fue más fuerte esa sensación. —Apretó con fuerza su puño—. Esta aldea… —Miró todas las casas a su alrededor—. Creo que algo malo pasará… Bueno, no es como si me importara.
Parte 5.
El peculiar canto mañanero de las aves fue la alama ideal para activar a la dormilona Celeste. Lyna estuvo despierta desde muy temprano, así que salió de la habitación en la que se hospedaba y fue a ayudar a Celeste con los preparativos para el viaje.
Tras salir de la casa y de agradecer la hospitalidad de aquella familia; Lyna y Celeste fueron a encontrarse con Amaltea.
—Así que aquí venden leche de calidad —dijo Amaltea. Ella estaba en la plaza. ¿Qué estuvo haciendo durante la noche? es mejor ni saberlo. El caso es que Lyna le contó respecto a la leche—. Vamos a probarla a ver si de verdad es como dicen, insectos.
—Muy bien, señorita —dijo Lyna quien curvó las comisuras de su boca mostrando una sonrisa gentil, parece que amaneció de buen humor—. Pero antes… —Giró la cabeza y torció su boca al ver a una Celeste preocupada.
—¡Pepe!, ¡Pepeee!, ¿dónde estás? —Estaba Celeste tomando largas bocanadas de aire para luego exhalarlas convertidas en fuertes palabras y así llamar a su mascota. Resulta que el cuy jamás se encontró con Amaltea y había desaparecido, y es por eso que lo estaban buscando—. Santos cielos, ¿a dónde se habrá ido a jugar ese pequeño? —Hizo un gesto pensativo y analizó los posibles lugares en los que podría estar Pepe.
También había otros aldeanos que ayudaban con la búsqueda del cuy…
—Tch, que molestia, esa maldito cuyrata nos está retrasando. —Se quejó Amaltea con total insensibilidad, su actitud era como la mismísima odiosidad encarnada.
Al cabo de un rato, se escuchó un ruido al noreste del bosque, era el sonido de una estampida de criaturas aproximándose.
—Uhhh ¡¿qué ocurreee?! —dijo Celeste a la vez que giraba su cabeza en todas direcciones.
—¿Po-podrían ser unos monstruos? —Lyna se llevó la mano al corazón, sintiendo así sus aumentantes pulsaciones, esperaba lo peor.
—No seas tan cobarde, criada —añadió Amaltea. Después miró la selva tratando de comprender que era lo que se acercaba.
Todo el perímetro del pueblo estaba rodeado por un bosque con árboles de hojas ambarinas, dando así la impresión de un eterno otoño. Debido a que eran arboles tan frondosos, una sombra amarillenta y opaca se formaba entre la arboleda. A consecuencia, se necesitaba de un buen ojo para poder visualizar el posible peligro que se avecinaba.
Posteriormente, una muchedumbre de peculiares criaturas apareció correteando entre los árboles e iban a la dirección de Celeste. Eran tantos animales que chocaban unos contra los otros. El aspecto de aquellas criaturas era un contraste total a algo que alertase peligro, más bien, eran completamente adorables. Se movían con integra agilidad.
Al frente de ellos, estaba el líder, el macho alfa: Pepe…
“¡¡¡Cuy, cuyyyy!!!”, chilló el cuy a la par que indicaba a todas las criaturas a donde moverse.
—¡Pero sí es Pepe! —exclamó Celeste. Ella se emocionó mucho y saludó a su mascota alzando su brazo derecho a la vez que agitaba su mano exageradamente —. ¡Pepeeeee, cuantos amigos haz hecho!
—¡No puede ser! —expresaron varios aldeanos sin poder ocultar su sorpresa—. Esos son Helixs. —Señalaron a las adorables criaturas que seguían a Pepe.
Asimismo, los Helixs eran unos de los animales más raros del mundo de Astergard. Tenían rasgos y extremidades de gatos y conejos, dando como resultado una especie única. Lo más llamativo era que tenían tres colas proporcionalmente tan largas como sus cuerpos. Además de poseer un abundante pelaje, cada uno tenía diferentes colores. Debido a su dificultad para hallarlos, eran criaturas extremadamente caras.
—¿Acaso el cuy el encontró el mítico Jardín de los Helix? —preguntó un niño.
Tomando en cuenta la cantidad de Helixs que eran comandados por Pepe, era evidente que él halló aquel lugar. El Jardín de los Helixs era una región que muchos buscaban, pero jamás fue encontrada y pasó a convertirse en una leyenda. Según, el jardín era un santuario escondido al norte de los bosques de Vordania, y allí cientos de miles de adorables Helixs habitaban.
Pepe descubrió la entrada al santuario y ahora se había convertido en el jefe de…
—Un segundo… —Un aldeano anciano que conocía del tema analizó a las criaturas.
—¿Se fijó en algo? —preguntó Lyna.
—¡Todos son demasiados pequeños y tienen orejas muy largas! ¡Todas son hembras!
—¿Hembras? —preguntó Celeste.
—Sí, y su amigo Pepe es el cabeza. ¡¡¡Es el harem de Pepe!!!
—¿Ehhhhh?
Finalmente, el montón de Helixs llegaron a la plaza y empezaron a juguetear con todos los aldeanos. Celeste al ver a Pepe lo abrazó con ternura. Pero llenándose de celos; un montón de Helixs se abalanzaron contra Celeste hasta ahogarla en una ola de esponjosidad y ternura.
—Ahhhh, ja, ja, ja, ja… Me hacen cosquillas, ja, ja, ja… —Eso era lo que le causaban los mordisqueos y arañazos.
Amaltea empezó a sudar frio al ver a la absurda cantidad de “roedores” y empezó a retroceder.
—¡Absurdo! Ahora hay un montón de ratas apestosas. ¡Qué asco! ¡esto es una pesadilla! —decía Amaltea, claramente le asqueaban esas criaturitas y al ver tantas sacó a relucir su debilidad.
“A ella”, Pepe mostró una cara vengativa y sacó un cartel que señalaba a Amaltea. Obedeciendo al cuy, el montón de Helixs se abalanzaron sobre Amaltea.
—Malditaa ra…. Ahajcfajcjhvujwe… —No le dio ni tiempo de reaccionar, puesto que un montón de Helixs se le montaron encima. Llegaron a ser tantos que cubrieron todo su cuerpo, como si la hubiesen envuelto con un telón.
Si alguien relatase que aquella Elegida estaba aterrada al ser cubierta por este montón de Helixs, nadie le creería, pero la escena actual era la evidencia de que así fue.
—¡Señorita Amaltea, aguarde, la salvaré! —afirmó Lyna y fue a cumplir su cometido.
Y el resto es historia…
Parte 6.
—¿”Tienda mu, muu, Muuu, MUUUU”? —Estando en lo alto de una colina donde se podía visualizar el pueblo; Lyna leyó un cartel que estaba en cierta cabaña a su frente y eso tenía escrito.
Tras los acontecimientos con los Helixs, las chicas subieron a la colina que el jefe indicó y al llegar a la cima solo estaba aquella cabaña. Algo que tenía extrañada a Amaltea era que no se veía ninguna vaca por las cercanías, ¿no se suponía que allí ordeñaban vacas?
“Presiento que está a punto de pasar algo estúpido”, pensó Amaltea.
Las primeras impresiones de aquella tienda no fueron muy buenas: la madera estaba descuidada, las escaleras parecían podridas y, por alguna razón, se escuchaban unos extraños gemidos en las habitaciones.
—¿Podría ser esta la tienda de leche? —preguntó Celeste.
—¿Ja? ¿Tan pequeño es tu cerebro? Es decir, se llama “Tienda mu, muu, Muuu, MUUUU” —respondió sarcásticamente Amaltea, ella estaba cubierta de pelo de Helixs y tenía el cabello y ropa desordenada—. A ver si adivinas, ¿qué se podría vender en una tienda que lleva ese nombre?
—Oh sííí, así que una adivinanza. Me gustan las adivinanzas. ¡Amo las adivinanzas! —Puso una pose pensativa y se rascó el coco, como esforzándose por encontrar la respuesta. Pepe, que estaba a su lado, hacía en vano todo tipo de señas para que supiera—. ¿Mímica, Pepe? Oh, oh. ¡Ya sé, es una tienda de… gatitos, sí eso!
—¿Gatos? ¿Cómo que gatos? ¿Qué te hace llegar a esa conclusión?
—Pues los gatos hacen Mu, mu, muuu…
Tanto Lyna como Pepe y Amaltea se miraron a las caras a la vez que mantenían una expresión recta.
—No lo puedo creer… —Amaltea se llevó los dedos al ceño dando a entender su estrés—. Eso lo enseñan en primaria, ¡por dios!
—Ouh, así que esa no es la respuesta, umm…
—Vacas, amiga Celeste, y las vacas son igual a leche ooo carne. El punto es que son ellas las que hacen “Muuuuu” —Lyna respondió, se veía como una adorable niña pequeña al decir eso.
—¡Síííí! Vacas, lo tenía en la punta de la lengua, je, je, je —Chaqueó sus dedos y curveó sus labios haciendo una sonrisa despreocupada.
—¡Ash! No tienen remedio, la única razón por la aún no las he desechado, es porque me están agrandando un poco, ya saben, son como mis bufonas. —Sorprendentemente Amaltea dijo eso.
Desde la llegada de esas chicas, la Elegida se había percatado de algo, por alguna razón; Lyna y Celeste no le causaban aquel desagrado misterioso e instintivo que le generaban los humanos de su mundo. Claro, esto no evitaba que siguiese siendo odiosa.
—Eso es un progreso, señorita Amaltea. No has estando tan enojona y mandona como antes.
—Prefiero no hablar del tema. —Se cruzó de brazos y señaló la entrada de la cabaña alzando la barbilla—. Será mejor que entremos…
Al pasar por la puerta, una campanita tintinó. Aquel sonido avispó a las empleadas que allí trabajaban; y menudas empleadas que eran…
—Mu, mu. ¡Sean bienvenidas a nuestra tiendita MU, MU, MUUUUU! —decía una empleada que estaba tras el mostrador—. Tenemos leche muuuuuuuy rica, muuuuuuy saludable, muuuuuuy natural, muuuuuy cremosa —Inclinó el torso, peló un ojo e hizo una mueca picara—. ¡Y a un precio mumumundial! Ya que son nuestros primeros clientes del día, pueden ordeñar su propia leche a un costo muuucho menor y le ofreceremos a una vaquita de muumucha calidad.
—¡Ay, no fastidies! —Se quejó Amaltea al observar a las empleadas y se cubrió el rostro.
—E-esto ya se empieza a poner raro… —Lyna hizo suaves rasgos de desconcierto en su cara.
—¡Ehhhh! Pero si son chicas vaquitas. ¡Mumumumu, que graciosas! —dijo Celeste completamente alegre e inocente.
—¡Sííí! ¡Mu, mu, muuuu! —Todas las chicas mugieron en concordancia.
“Algo anda mal”. Tenía escrito un cartel que Pepe agarraba.
Referente al interior de esa tienda, era bastante similar a una taberna donde, al parecer, la única bebida que se servía era leche. Cualquier tomador experimentado se reiría al escuchar de un lugar así. No obstante, esa tienda tenía un arma secreta para llamar clientes…
Allí dentro había muchas semihumanas del tipo vaca tras el mostrador, en efecto, aquellas mujeres tenían rasgos pertenecientes a ese tipo de ganado, como cuernos y cola. Cualquier fetichista de los pechos grandes estaría abobado en ese lugar, para él sería un paraíso; pues, los bustos de estas mujeres eran descomunales. Por otro lado, una persona razonable estaría llena de sospechas, puesto que…
“No se ven vacas en el campo y es la única tienda donde venden leche en este pueblo remoto, las empleadas son un montón de chicas vacas, y todas las repisas están llenas de embaces de leche… podría ser que… no… no es posible… hasta Alessio estaría indignado”. Pensó Lyna. Extrañas ideas llegaron a su mente, esas eran ideas inimaginables para muchos. Pero esta situación lo justificaba. A Amaltea le ocurrió algo similar.
—¿Por qué lucen tan desconfiadas? —preguntó Celeste quien miraba los rostros arrugados de sus dos compañeras.
—Indignadas querrás decir. —dijo Amaltea a la vez que se acercaba al mostrador.
—¡Oh! Entonces quiero un poco de esa leche para probarla.
Celeste estaba por pedir algo, pero Amaltea la detuvo.
—No tan rápido, niña paloma. Lo último que quiero es que te enfermes.
—¿De qué hablas?
La Elegida le respondió con un chasquido de su lengua y luego se dirigió a las expectantes chicas vacas:
—Ustedes, repulsivas semihumanas. —Amaltea las señaló a todas, eran unas diez chicas tras el mostrador—. ¿De dónde sacan la leche?
Todas las empleadas se miraron las caras y botaron una carcajada, simultáneamente, se tocaban sus enormes y saltantes pechos dando a entender un claro mensaje.
—¡¿De qué se ríen, ridículas?!
—Ja, ja, Muperdón. Es que es mumuuyy obvio, ¿no crees? —respondió una chica vaca tras dejar de reírse y señaló sus pechos dando a entender un obvio mensaje.
—¿¡Qué!? ¿¡La leche la producen ustedes!? —dijo Celeste estando completamente asombrada.
—Sí, ¿quieres probar?
—¡¿Dónde?! ¿Dónde!? ¿¡Donde?! —Celeste miraba de lado a lado a la vez que mostraba sus enormes músculos.
—Señorita Celeste, ¿exactamente que busca? —preguntó Lyna mientras le ponía la mano en el hombro.
—¡Busco al villano que explota a estas pobres chicas! ¡Le daré una lección a ese niño malo! —Chocó sus puños—. Es mi deber.
Nuevamente las chicas vacas se miraron a las caras y empezaron a reírse a la vez que se abrazaban a sí mismas y se tocaban sugestivamente.
—Muusted, señorita ave, es muuuuy graciosa —dijo una chica vaca mientras se secaba las lágrimas de tanto reírse—. Lo hacemos por voluntad, es un todo un honor vender nuestra leche materna ¿Qué tiene de malo?
—Que lo hagan a voluntad es lo que las hace más despreciables. —Amaltea tenía una cara de asco, tenía los brazos cruzados y una postura autoritaria—. Ni valoran lo que son, venden de esa manera lo que producen de sus cuerpos. Asqueroso, eso es algo que solo deberían dárselo a sus hijos, pero ustedes… ¡Ash! No las soporto.
—Cálmese, señorita Amaltea. E-estoy de acuerdo con usted, pero no somos quién para juzgarlas, aunque… —añadió Lyna. Luego empezó a juguetear con sus dedos y bajó la mirada adoptando una posición dócil—. Sí es cierto que es algo que solo debemos dárselo a nuestros hijos, supongo que no hay nada más especial para una madre que amantar a su bebito y verlo crecer sano y fuerte. Es algo… tan cálido y hermoso. Es una sensación que algún día yo… —Nuevamente se dejó llevar por sus fantasías, pero se percató a tiempo y volvió en sí al agitar su cabeza—. L-lo, lo cierto es que no veo bien que vendan algo tan valioso, perdón por decirlo.
Las chicas vacas fruncieron el ceño y se cruzaron de brazos.
—Oye, cariño, nos va bien con nuestro negocio. Sí no van a comprar, será mejor que se vayan… —afirmó una de las empleadas, pero fue interrumpida por otra chica vaca:
—Espera, quiero defenderme. Piénselo bien, la leche de las vacas es para sus terneros y la leche de los humanos, Elfos, etcétera, es para sus hijos. Mu, mu. El punto es que, por ejemplo, la leche que producen las humanas debe ser para humanos; es más insano beber de algo que produce un animal. Eso es lo natural, lo propio, ¿no creen? —Esta empleada mantenía una pose firme y hablaba con solidez y sin titubear—. ¡Vengan, prueben y notarán la diferencia!
Celeste y Pepe se miraron a las caras y luego asintieron, aquel argumento los convenció.
“Cuy, cuy”.
—Bueno, no estaría mal darle una probadita. Que sea el sabor de esa leche la que resuelva esta diferencia de ideas, ¡Para que así reine el amor y la amistad para siempre! —dijo Celeste mientras dibujaba un arcoíris imaginario en el aire.
—¡Así se habla!
Resolver esa discrepancia de ideas requeriría de mucho más que aquello. En una época moderna, de seguro jamás seria bien visto algo así. Sin embargo, en Astergard, este tipo de comercios era bastante frecuente en muchos lugares inhóspitos. Algunos Elegidos aborrecían este tipo de prácticas.
Algo que llama mucho la atención, es que las madres Elegidas no producen leche; aunque no es como si sus poderosos hijos la necesitasen. Amaltea sabía eso y detestaba aquel acto, por lo que dijo:
—Alto, niña paloma. —Detuvo a una Celeste que estaba a punto de tomar de un vaso, luego fulminó con la mirada a las chicas vacas y señaló a la que antes habló—. Tú, esa excusa tuya es tan tonta que ni siquiera les aplica, o sea ¡Ustedes son parte animal y humana! Si bebo de su leche; ¿estaría bebiendo leche humana o de animal? —Era una pregunta retórica—. ¡Ja! ¿ven lo estúpidas que son?
—Oye, cascarrabias, no lo digas así —dijo Celeste y suspiró.
—Eso fue prejuicioso, señorita Elegida. —dijo una semihumana—. La haremos cambiar de opinión, ¡Venga y pruébela, es una muestra gratis! —Se acercó mucho a Amaltea y le extendió un vaso de leche.
—De ninguna manera ¿Quién sería tan estúpido como para beber esa cosa repugnante?
Apenas Amaltea dijo eso, se escuchó el tintineo de la campana a sus espaldas, las chicas voltearon y observaron entrar a la tienda a una semihumana del tipo gato. Algo peculiar de esta chica gato es que era muy pero muy pequeña.
—¡Pero sí es Mini! —Todas las semihumanas vacas se emocionaron mucho y sacaron varios frascos llenos de leche.
—Miau. Holiiiiii. Denme lo de siempre, por favor. Una de; Ma, una de; Me, otra de; Mi, una penúltima de; Mo, y la ultima de; Mu —decía Mini a la vez que señalaba a cada una de las chicas vacas a las que se dirigía. Al observar que le servían su orden, Mini se sentó en una silla y se bebió el vaso de leche que Amaltea rechazó. Después miró encantada a Celeste—. ¡Jo! ¡Pero que semihumana tan linda! Miau.
—¡¿Te refieres a mí?! —Celeste se señaló a sí misma.
—Shipi.
—Awwww, grashias, seamos amiwas.
—¡Claro, amiwas, ji, ji, ji! —Luego miró a Lyna— Miau. Miau. ¡Pero sí a ti también te gusta disfrazarte de sirvienta!
—H-hola. Y no es que me disfrace, es mi trabajo. —respondió Lyna un poco avergonzada.
Amaltea estaba roja al observar aquella semihumana bebiendo esa leche, muy pronto estallaría.
—Trabajo. Miau. Miau. El trabajo es aburrido. —Observó de reojo a Pepe—. Jaaaaa, un ratón —Sacó sus uñas e intentó abalanzarse contra Pepe. Tal y como un gato raciona cuando ve a un roedor.
“Soy un cuy, 100% cuy 0% rata”, Pepe sostenía un cartel que eso decía a la vez que se alejaba de la peligrosa chica gato.
—Oye, oye, deja a Pepe. Gatita mala —Celeste detuvo a Mini.
—Ups, me dejé llevar. —Mini tenía una personalidad bastante parecida a la de Celeste, aunque mucho más infantil.
—Aquí tienes, Mini —dijo una empleada y le entregó a Mini una cajita con varios envases de vidrio llenos de leche—. Saludas a Ludy por mí, porfa.
—Miau, miau. ¡Claro! —Mini pagó—. Bueno, ya me voy ¡Muchas gracias, estuvo delicioso!… —Se levantó de la silla y caminó a la salida de la tienda.
—Espera, gata asquerosa… —Amaltea intentó detenerla, pero la chica gato era tan pequeña que la esquivó con facilidad—. ¡Oye…!
—Lo lamento, Elegida, tengo algo que hacer. —Sacó un Cristal de Teletrasporte de una cajita de Allidentista, lo tocó y empezó a desaparecer—. Debo encontrar a ese tal Rigel de Astrea. —La gata desapareció.
Amaltea se quedó helada al escuchar el nombre de Rigel siendo pronunciado por esa desconocida.
—¡Alto! Noooo, espera… —Observó cómo desapareció la chica gato y se frustró mucho—. ¡Rigel! ¡¿Cómo que Rigel?! ¡¿Qué demonios tiene ella que ver con él?! ¡¿Será otra novia?! —Amaltea elevó mucho la voz debido a sus celos—. ¡Ridículo! ¡¿Qué está pasando?! —Se empezó a golpear la frente con su mano.
—Relájate, cascarrabias, así envejecerás rápido —decía Celeste a la par que evitaba que Amaltea se golpeara.
—Sí, tranquila, señorita Amaltea —dijo Lyna.
Amaltea estaba a punto de responder, pero sin previo aviso; el suelo tembló, las paredes de la cabaña se zarandearon y se escuchó una fuerte explosión.
***
—¡Ahhhgggg! —gritaron de miedo las chicas vacas y corrieron buscando protección.
—¡E-so vino del pueblo! —afirmó Lyna totalmente preocupada. Ella estaba agachada cubriéndose la cabeza, pero apenas se percató de ese hecho, corrió rápidamente a la puerta de salida.
—Vamos, Pepe. —dijo Celeste quien tardó en darse cuenta y siguió a Lyna inmediatamente. Ella también tenía una expresión de preocupación.
Las chicas y Pepe salieron de la tienda extrañadas, pensar en que algo malo ocurrió aceleraba el corazón de Lyna y Celeste. La sirvienta ya había experimentado una sensación similar hace mucho; cuando un ejército enemigo atacó la mansión en la que trabajaba y precisamente ocurrió una explosión análoga a la que acababa de ocurrir, así que Lyna esperaba lo peor.
Estando fuera de la tienda; Amaltea se percató de movimiento sospechoso en un arbusto que estaba a varios metros a su lado derecho, por lo que miró fijamente allí. Celeste, Pepe y Lyna estaban a su lado izquierdo y ellas miraban como varias casas del pueblo estaban en llamas. Desde lo alto de esa colina se podía visualizar todo el pueblo y evidentemente algo malo estaba pasando. Pese a que estaban tan lejos de la aldea, llegaban a sus oídos múltiples gritos de horror provenientes de los aldeanos, algo los estaba atacando.
—No puede ser… —Celeste se llevó la mano a la boca del impacto—. ¡Los aldeanos! ¡Debemos ir de inmediato! ¡Vamos!
—E-es terrible —dijo Lyna, sudaba frio y sus manos temblaban—. Esa pobre gente, debemos ayudarlos. Por favor, venga, señorita Amaltea.
Amaltea se mostraba muy seria y no dejaba de mirar el arbusto.
—Vayan ustedes —dijo—. Tengo algo que resolver aquí.
Lyna se sintió aliviada al notar que Amaltea no se oponía a que ayudaran a los humanos. Por otro lado, ella quería contar con su ayuda.
—Pero…
—¡Vete ya, idiota! —Amaltea le dirigió una exagerada expresión de enojo a Lyna—. Eres mi sirvienta, hazme caso. Si vas solo tú, Celeste te puede cargar y se van volando. Llegaran más rápido. Piensa un poco, cabeza hueca.
Pese a la actitud grosera de Amaltea; Lyna se fijó en que ella lo decía como si estuviera protegiéndola de algo, esto le confundió mucho, pero no era momento de preguntar. Por lo tanto, simplemente respondió:
—Cuídese, señorita Amaltea.
—Vamos, Lyna, no podemos esperar más… —dijo Celeste, estaba inquieta.
Una gran tensión se sentía en el ambiente, como si un lúgubre escenario se estuviese preparando. Con ansiedad, con incertidumbre, pero con valor, Celeste tomó a Lyna —cargándola como un bebe— y junto a Pepe volaron colina abajo. Amaltea esperó a que se alejaran lo suficiente, miró el mismo arbusto de antes y dijo:
—Sea quien sea el que esté escondido, sal de allí de inmediato. —Alzaba su mano para invocar su Arma Sagrada.
Inmediatamente los arbustos se movieron mucho y, una silueta humanoide que estuvo allí escondida dio la cara. Salió lentamente y al unísono hacía una risa chocona mientras se movía.
Un pilar de luz impactó contra este hombre revelando así su aspecto. Tenía un largo traje rojo, un extenso cabello castaño y una máscara perversa. Lentamente se acercaba a Amaltea y le dijo:
—“Sal de allí” dijiste, pues mírame mirando, cosa suculenta. Ya que a partir de ahora estaremos mucho tiempo juntos, deberías saber sabiendo que detesto, odio, me repugna la gente que habla de manera redundantemente redundante. De seguro coincidirás conmigo en que esa clase de personas gente son totalmente iletradas analfabetas.
—¡¡¡Tú eres!!! —Amaltea ignoró toda la idiotez que ese tipo decía. Ella al observar a ese sujeto arrugó su cara con muchísimo odio y cerró sus dientes con tanta fuerza que le crujían, era como si estuviera al frente de su mayor enemigo—. ¡¡¡Pléyades, el padre de esa maldita niña!!! —Pisó con fuerza el suelo y golpeó con su puño una columna de madera perteneciente a la cabaña.
El sujeto estaba muy cerca de Amaltea y tras oír eso, él hizo aparecer un portal a su lado, de allí estaba sacando lentamente su Arma Sagrada. Lo primero que se pudo observar, fue la asta del arma mientras él la sostenía.
—¡Me conoces conociéndome! Eso mejorará mejorando muchísimo nuestra relación de ahora en adelante. —Vio de reojo que alguien estaba a punto de salir de la cabaña que estaba a espaldas de Amaltea—. El Rey te amará amándote y se deleitará deleitantemente mucho con su nuevo juguete.
—¡¡¡Maldito infeliz!!! ¡¡¡Eres esa basura que captura Elegidas para que las viole el Rey, ni siquiera perdonaste a tu hija!!! ¡¡¡Me das asco!!! ¡¡¡¿Creen que somos herramientas que pueden usar como les plazca?!!! —Amaltea reconoció de inmediato quien era, el odio aumentó drásticamente—. ¡¡¡Soy Amaltea Ventengeir, idiota!!! ¿¡¡¡Qué te crees!!!?
—Pero, mas, sin embargo, en base a lo que dices, es curiosamente curioso que lo digas, ¿sabes por qué?… —Terminó de sacar su arma, era un hacha gigante, apenas lo hizo, se abalanzó al frente velozmente.
—¡No molestes a nuestros clientes! —Salió una chica vaca de la tienda, pero antes de darse cuenta, el filo de un hacha estaba a punto de cortarla en dos.
Así es, apenas esta semihumana salió, el sujeto se movió tan rápido que alcanzó a Amaltea en un santiamén y estirando su brazo detrás de ella; agitó su hacha generando una curva que pronto mataría a la semihumana. A la vez que todo eso ocurría, él terminó de decir:
—…Porque tú eres igual.
Apenas Amaltea se fijó, brincó para atrás y quedó justo al frente de la semihumana “protegiéndola”, pero quedó en medio de la trayectoria del hacha, pronto ambas serían cortadas en dos… Todo eso ocurrió en un parpadeo.
Y se escuchó un sonido estridente, seguido de un grito de muerte…
***
Mientras tanto, Lyna, Pepe y Celeste habían llegado al pueblo. Celeste cargaba a Lyna como un bebe mientras volaban. Lo primero que observaron al llegar, fueron múltiples casas en llamas y muchos aldeanos huyendo en todas direcciones.
—Pero ¿qué está ocurriendo? —dijo Celeste con dificultad.
De pronto, salieron de la maleza varios sujetos que vestían ropa elegante y capturaban a los humanos empleando diferentes tipos de habilidades.
—¡Es un ataque de Elegidos! —dijo Lyna, su corazón bombeaba con muchísima fuerza.
Celeste estaba impactada, era la primera vez que veía una violencia de ese tipo. Ella creía que ese mundo no era tan malvado, pero, ahora mismo, una traumática escena de violencia indiscriminada se reflejaba en sus ojos. No obstante, ella aclaró sus pensamientos y se centró en su labor.
—¡Los salvaremos a todos! —Inmediatamente descendió y se preparó para ayudar a los humanos, pero…
—N-no… puede ser. —Mientras Celeste descendía, Lyna señaló al frente. Ella peló los ojos y se asustó al observar una horripilante escena.
Pues, allí… donde Lyna señalaba… en medio de la plaza… en medio de un charco de sangre… estaba un cadáver empalado con muchas lanzas; era el jefe de la aldea. Y un Elegido le calvó otra lanza, como si fuera un muñeco de plastilina atravesado por muchísimos palillos chinos.
Celeste siempre creyó que esta sería una aventura alegre, pero este feroz mundo pronto le demostraría que solo era el comienzo de una cruel historia.
Continuará…
Siguiente capítulo: domingo 14 de marzo.
Comments for chapter "2.5"
QUE TE PARECIÓ?
¡¡Al llegar al pueblo no pasaron desapercibidas, llamaron la atención y quedaron cautivados parecían reconocidas personalidades!! 😀
El famoso personaje Pepe logró ganarse el cariño también, su dulzura, ternura y su inocencia lo adoraban jaja
La que causó revuelo fue la llegada de Amaltea pero no precisamente por su amabilidad, y no era para menos; siempre actúa o es capaz de actuar de manera cruel y despreciable. 🤔
Por supuesto Marita, es PepeGod, ¿quien no quedaría cautivado con él?
Yo no diría tanto que Amaltea es despreciable, solo odiosa e intransigente. Los aldeanos se cohibieron solo por temor a su raza, principalmente.