Deus Complex - 05
Capítulo 5: La cacería
¨Si quieres esconder una gran verdad, déjala a la vista de todos, y será tan inexistente como el remoto destello
de una estrella moribunda¨
-Cita anónima-
Jano cayó de rodillas frente a la tumba de Celina. No podía dar crédito a lo que veían sus ojos.
—Esto no puede estar pasando —pensó para sí mismo— no es posible.
La realidad era que en Taured nunca se construían lápidas para personas cuyos restos no habían sido encontrados. Se consideraba un mal uso de los recursos del estado y un mal gesto de los mismos ciudadanos. Era por eso que, en caso de desapariciones, la mayoría de personas se dirigían hacia el Monumento de los Caídos; el cual se encontraba en la capital. Ahí se encargaban de rezar por sus seres queridos, para que estos aparecieran con vida, o al menos para que sus restos pudieran descansar en paz en su desconocido paradero.
Jano tardó un momento en recuperar la compostura, mientras intentaba ponerse de pie. Necesitaba respuestas, y solamente Zoe y Celina podían dárselas. Logró incorporarse a la realidad con las fuerzas que le quedaban, y empezó a correr hacia la casa de Lawrence en medio de la tormenta. De repente, el mundo a su alrededor comenzó a deformarse, mientras colosales y desquiciadas siluetas se dibujaban en la lejanía, revelando sus caprichosas formas gracias a los destellos de la tormenta. Bestias y seres de tiempos olvidados por los humanos, o tal vez premoniciones de un terrible futuro danzaban por doquier de manera caótica y demencial; haciendo retumbar la tierra a cada paso que daban. Escamas, aletas y patas de todo tipo; ojos enormes se asomaban y reptaban entre el horizonte. Una macabra melodía podía escucharse a lo lejos, como si fuera el recibimiento triunfal de algún siniestro y poderoso monarca. De repente, las ilusiones y sonidos de aquellas abominaciones fueron extinguiéndose poco a poco; como si de un demencial desfile se hubiera tratado. Aquellas visiones ya habían cesado, y su casi enloquecido espectador aún permanecía de rodillas mirando al cielo.
—Vamos, solo un poco más —se dijo a sí mismo, mientras intentaba reincorporarse a la carrera bajo la tumultuosa lluvia.
***
Lawrence reaccionó con rapidez, pudiendo acercarse a Celina con gran acierto, a pesar de la escasa visión que tenía en aquel momento.
—¡Celina, rápido! ¡Ponte este pañuelo!
—¡¿Qué está pasando?! —preguntó ella con horror, afectada por el humo y a punto de perder el conocimiento.
—¡Celina, Celina!
Lawrence la tomó de los brazos y la colocó sobre su espalda, a la vez que le arrastraba fuera de la vivienda; donde había menos humo y la lluvia les ayudaría a lavarse y recobrar el aliento.
—¡Hijo de puta! —gritó Lawrence, al ver una figura observándoles desde la oscuridad de unos árboles.
Estos árboles habían adornado el frente de su casa desde que tenía memoria; pero ahora se volvían antojadizos cómplices de la amenaza que se cernía sobre ellos.
—Ya puedes dejar de fingir, “Celina” —dijo en voz alta una lejana pero potente voz, con sumo sarcasmo.
—¿Quién eres?, ¿qué diablos pretendes? —le preguntó Lawrence, furioso, mientras trataba de reanimar a Celina.
La figura permaneció inmóvil e inmutable, protegida por la oscuridad y la fuerte lluvia del exterior.
—Debe alejarse de ella, es peligrosa —le respondió la voz, con suma seriedad.
—¿Qué sucede?, ¿pensaste que no te encontraríamos? —continuó la voz, dirigiéndose a Celina.
—¡He hecho una pregunta! —le interrumpió Lawrence.
—Preguntas vacías —le respondió— no estoy en la obligación de explicarle la situación a nadie. Por el contrario, ya he hecho mi demanda.
Lawrence ya estaba comenzando a perder los estribos. Su capacidad de analizar las situaciones había llegado a su límite. Estaban heridos y acorralados por aquel desconocido, y no parecían disponer de mucho tiempo antes de que algo peor pasara. Sin embargo, pensó en el hecho de que esa persona no quería dañarlo, y que podría aprovecharse de ello. Actuando con suma rapidez, desenfundó su revólver de práctica, disparándole en el acto. Era un arma de gas comprimido, pero sería más que suficiente para someter a casi cualquier persona. Cuando la bala impactó al cuerpo del enemigo, se escuchó un fuerte pero hueco sonido metálico.
—¿Metal? —se preguntó Lawrence para sí mismo.
Un relámpago iluminó lo que parecía ser un maniquí cuidadosamente colgado de un árbol con delgadas cuerdas. El sonido metálico se había producido porque Lawrence le disparó por casualidad a un parlante que estaba amarrado a este. La luz también iluminó otras dos figuras en la lejanía durante un instante, pero Lawrence no pudo enfocar la mirada a tiempo para confirmar si eran señuelos o enemigos reales. Existía la posibilidad de que el enemigo estuviera fuera de su campo visual, y los hubiera estado burlando todo ese tiempo.
—Los tenemos en la mira —les dijo la voz— apártese de ella, o tendré que alzar fuego contra ambos.
Celina, quien ya llevaba algunos segundos estando consciente y había evaluado la situación lo mejor que pudo, se puso de pie y comenzó a alzar ambos brazos con algo de esfuerzo. Al mismo tiempo, dos grandes arbustos que estaban cerca de ellos comenzaron a arrancarse de raíz y levitar en el aire; saliendo luego despedidos a una velocidad escalofriante, para caer con increíble violencia sobre las figuras que habían visto antes. Partes de maniquíes y tierra mojada saltaron por los aires, para sorpresa de Lawrence. Antes de intentar pensar en algo más, Lawrence se preguntó aterrado por un segundo que hubiera pasado si no hubieran sido maniquíes.
—¿¡Qué ha sido eso!? —gritó con enorme sorpresa e incredulidad, mientras veía a Celina a los ojos— ¿acaso tú…?
—¡Basta de juegos! —le interrumpió la voz, visiblemente molesta— si no colaboran les dispararemos a ambos. Y creo que a estas alturas ya ambos deberían saber que solo uno sobrevivirá a las balas —comento.
La voz cambió un poco de tono al decir aquello, y esta comenzó a parecerle familiar a Lawrence. Además, esta vez parecía venir desde adentro de su casa. Celina parecía estar agotada, después de haber destruido aquellos maniquíes con un simple gesto de sus brazos. Pero para Lawrence eso era lo menos importante en ese momento; las preguntas podían esperar. Pensó en que Celina podía ser como los psíquicos de las películas, y eso era genial. De repente se le ocurrió hacerle una pregunta en voz baja.
—Celina, ¿puedes detectar la presencia de otras personas? —le preguntó en voz baja, con suma curiosidad.
—¿Crees que si pudiera hacerlo hubiera atacado a los maniquíes con las pocas fuerzas que había recobrado? —le respondió, con expresión algo molesta.
—Lo siento, mi mente no está funcionando bien en estos momentos —le respondió apenado, mientras trataba de recobrar un poco el aliento.
Aquel gas no era ni de cerca similar al gas pimienta común, pero aun así era doloroso. Su pesado respirar le recordaba sus desagradables episodios de asma de cuando era pequeño. Pero con Celina agotada, él tendría que hacerse cargo de la situación de ahora en adelante.
—Gracias por encargarte de los señuelos —le dijo con una sonrisa— ahora quédate aquí, yo intentaré revisar la casa.
—Ten cuidado —le dijo ella, mientras se sentaba en el suelo contra la pared e intentaba recobrar fuerzas.
Lawrence sabía que separarse era un riesgo a tomar, pero también conocía que el enemigo podía confiarse y dar por un hecho que se mantendrían juntos hasta el final. Si se adelantaba a la situación, talvez podría acorralarlo antes de que fuera por Celina. Pensaba en singular, porque hasta el momento no tenía pruebas de que hubiera más de un enemigo. Él tan solo había estado hablado en plural mientras colocaba maniquíes por todas partes; vaya fenómeno. Casi lo habría subestimado, si no fuera porque su estrategia desgastó a Celina, y el haber puesto los maniquíes lo había salvado de morir de una forma horrible.
Lawrence comenzó a caminar con cautela a través del pasillo principal, con su arma lista para disparar. Revisó todas las habitaciones, una por una. Tras no encontrar nada, procedió a volver al pasillo para dirigirse a la cocina. Sin previo aviso, alguien cayó del techo. Lawrence había estado tan concentrado en revisar todas las habitaciones, que no había mirado hacia arriba con detenimiento. Sonreía de una manera anormal, mientras sostenía dos pistolas que parecían demasiado grandes para poder usarlas de esa manera. Su cabello pelirrojo apenas despeinado, y su sombrero de policía casi en su lugar eran su tarjeta de presentación. Sus ojos verdes de gato asesino ya no tenían la intención de dialogar. Una descarga de peligro corrió por todo su cuerpo. Lawrence se lanzó hacia un lado tras una pared pocos segundos antes de que Shein disparara una larga ráfaga de disparos a dos manos.
—¡¿Shein?! —preguntó Lawrence, sin poder creerlo aún— ¡maldición!
El recién descubierto enemigo comenzó a caminar hacia él con cautela. Lawrence podía escuchar sus pasos cada vez más cercanos, además del sonido que hacía al recargar sus armas. No podía quedarse ahí; así que se dio la vuelta con rapidez, salió corriendo y se ocultó tras otra pared antes de que terminara de recargar y volviera a disparar.
—Fue fácil reconocerte —le dijo Shein.
Lawrence supuso que aún estaba hablando de Celina. Parecía que él no le interesaba en absoluto.
—Al principio no entendía por qué nadie lo hacía —continuó— pero al acercarme más pude comprobar la razón. Eres muy especial, monstruo asesino. Y no trates de entrometerte, Lawrence; es mi responsabilidad encargarme de ella.
—¿De qué diablos hablas? —le gritó Lawrence— ¡ella es Celina, nuestra amiga!
Shein dio un largo suspiro, mientras terminaba de recargar su segunda arma.
—Si intentas algo de nuevo te mataré. No es nada personal, simplemente no puedo lidiar contigo mientras dejo escapar a Arick.
De repente, Zoe llegó corriendo dentro de la casa, sin haberle prestado atención a Celina, quien se encontraba recobrando sus fuerzas cerca de la entrada. Estaba completamente empapada, pero no parecía ser ella. Si su psique fuera un vaso de vidrio, en ese momento hubiera sido tan solo un reguero de fragmentos tirados al piso.
—¡La muerta!, ¡la muerta! —gritó, fuera de sí.
Shein apuntó hacia ella, olvidándose por un momento de sus dos presas. Por un momento Lawrence pensó con temor que dispararía sin dudarlo.
—¡No se acerque! —le gritó.
Zoe hizo todo lo contrario a sus palabras, acercándose hacia él despacio y de una manera errática. Cuando estaba pasando cerca del escondite de Lawrence, este trató de llamarla para ponerse a cubierto, pero era inútil.
—¡Le he dicho que se detenga! —le volvió a gritar Shein, mientras la amenazaba con una de sus armas.
Lawrence no tuvo otra opción que salir delante de ella, apuntar con determinación y dispararle a Shein; para ganar algo de tiempo y tratar de llevarla a un lugar seguro. El disparo impactó en la pierna izquierda de este; lanzándolo caer al suelo por un momento. Cuando Lawrence volvió a ponerse a salvo junto a Zoe, miró hacia atrás por unos instantes y pudo ver a Jano, mirándolos con sorpresa desde el marco de la puerta principal. Estaba empapado de pies a cabeza, y su cara estaba llena tanto de horror como de incertidumbre. Parecía desorientado, y seguramente no había escuchado los disparos debido a la fuerte tormenta. También pudo ver a Celina intentar correr hacia él para intentar cubrirlo, pero todo fue en vano. Shein lanzó un certero disparo hacia Jano, quien aún no terminaba de darse cuenta de todo lo que pasaba. Al menos no hasta notar un dolor punzante cerca del estómago, y la sangre que manchando su camisa. Celina lo tomó en brazos antes de que cayera al suelo, mientras miraba a Shein con desprecio. Este último se quedó estupefacto por unos instantes, mas no tardó en reincorporarse a su tarea.
—No fue mi culpa, ¿sabes? No me mires con esa cara —le dijo, con suma incomodidad— esto es un pequeño precio a pagar por tu vida, Celina Barone. ¿Es ese tu verdadero nombre?, ¿de verdad? …acércate y demuéstralo.
Celina arrastró a Jano con delicadeza tras una pared y salió al pasillo principal, mientras caminaba hacia Shein en silencio. Al pasar cerca de la habitación donde Lawrence estaba escondido, este la tomó de un brazo y la obligó a cubrirse.
—¿Qué diablos haces? —le preguntó él, presa del pánico— ¿acaso quieres morir? Déjame pensar en algo… pero por favor, no salgas… no quiero perderte de nuevo.
—Quédate aquí, no te muevas —le respondió ella con calma, mientras volvía al pasillo.
Celina continuo su silente y furioso camino hacia Shein, a la vez que extendía sus manos hacia adelante. Shein no lo dudó ni un momento, comenzando a disparar con todo lo que tenía. Las balas no la tocaban, sino que rebotaban en los alrededores; era como si existiera un escudo invisible delante de ella. Las paredes se despedazaban a su paso cada vez que él le disparaba, hasta que tenía que cargar sus armas y retroceder unos pasos para volver a disparar de nuevo. Le lanzó dos granadas de mano, las cuales no fueron más efectivas que las balas, pero dejaron la casa en un estado lamentable. Tras lanzar aquellas granadas, parecía que Celina había perdido sus fuerzas, ya que los siguientes disparos dieron de lleno en todo su cuerpo. Sin embargo, ella no paraba de caminar hacia su enemigo. Antes de que Shein pudiera darse cuenta, estaba acorralado en la cocina, y sin una sola munición en sus bolsillos. Los demás los miraban impactados desde la entrada de la casa, sin poder hacer nada ni escuchar lo que decían.
—¿Ya terminaste? —le preguntó ella, con la cara cubierta de sangre, y una amable sonrisa que ocultaba sus verdaderos sentimientos.
—Me has ganado, lo admito —le respondió Shein, mientras se arrodillaba y lanzaba lejos sus dos armas— pero antes de que acabes conmigo quisiera saber la verdad. ¿Qué eres, y por qué matas?
—Preguntas vacías —le respondió Celina, con ironía y desesperación— soy humana, al igual que todos ustedes. ¡No soy una asesina, yo no soy Arick!, ¿acaso me parezco a él?
—Deja de jugar —le respondió, mientras alzaba la cabeza— ¿un ser humano capaz de bloquear balas con solo la voluntad de su mente? Conozco de lo que eres capaz… comprobé todas mis sospechas cuando Lawrence no te presentó como su prima. Tu control mental no funciona conmigo, así que no me trates como si fuera idiota.
—Justo me estaba preguntando por ese detalle… —le dijo ella, con una sonrisa— me intrigas, así que creo que serás un buen rehén.
Celina acababa de bajar la guardia para buscar algo con que sujetarlo, cuando Shein sacó una tercera arma por debajo de una de sus mangas, disparándole justo en la cabeza. Celina cayó al suelo, inerte; mientras Shein se limpiaba la sangre del rostro y procedía a ponerse de pie. Lawrence y Zoe —quienes ya habían vuelto a la normalidad— lo miraban petrificados desde afuera. Aún estaba armado, así que no podían hacer mucho más que esconderse o rendirse. No obstante, antes de poder pensar en algo más, Celina ya estaba de pie detrás del enemigo.
—¿Una bala?, ¿una maldita bala? ¿Qué mierda crees que soy? —le preguntó, llena de ira— ¡debes estar loco, para subestimarme de esa manera!
Shein se dio la vuelta, lleno de horror. El masivo cráter que había dejado el disparo en su frente se regeneraba con rapidez, mientras Celina seguía sonriendo, a pesar de la rabia que exhumaba de su cara desfigurada. De repente, una larga cuerda hecha de muchas prendas entrelazadas se abalanzó sobre él como una furiosa serpiente, dejándolo fuera de combate.
—Agradece que no te mate, maldito cerdo. Bien debiste haber sido un sucio mercenario, en lugar de un policía —le dijo con desprecio.
—En la guerra todo se vale, querida —le respondió Shein con dificultad, debido a la presión que ejercía la cuerda sobre su cuerpo— que no te hayas dado cuenta que estamos en medio de una no es mi problema.
No pudo decir mucho más, antes de quedar inconsciente a causa de la presión de los vendajes. Celina lo llevó arrastrado hasta afuera de la casa, donde Zoe y Lawrence intentaban reanimar a Jano. Lawrence volvió a verla con sus ojos inundados de lágrimas. Su mente no podía estar más confusa, y sus recuerdos se sobreponían unos sobre otros de manera dolorosa.
—No sé cuáles sean tus intenciones —le dijo, con voz entrecortada— no entiendo que eres. ¿Una impostora?, ¿un monstruo?; ¿a qué clase de mente retorcida se le ocurriría hacerse pasar por un fallecido?
—Debo irme de aquí —le respondió ella con tristeza— vivir en Taured ya no es una opción para mí.
Celina puso sus manos sobre la herida de Jano, quien yacía boca arriba. Poco a poco la bala fue saliendo por el orificio de entrada, al mismo tiempo que trataba de poner los tejidos en su lugar. No le dijo a nadie que poco después de que Jano fuera herido, creó una pequeña barrera en la herida para contener la hemorragia. Ella no hubiera arriesgado la vida de su amigo por una venganza apresurada.
La tormenta comenzaba a desvanecerse, y la fuerte lluvia ya se había reducido a una ligera pero fría llovizna; como si estas hubieran sido testigos de la batalla que se había librado.
—Lo he curado —les respondió— estará bien con un poco de descanso y algo para desinfectar el exterior. ¡Vayan a buscar algo de alcohol!
Celina los dejó a solas, mientras se encargaba de Shein. Dio una vuelta por los alrededores de la casa, y encontró el vehículo en el que había llegado. Era un todoterreno de producción nacional, de los que suele usar el ejército para incursionar en las zonas desérticas que rodean la meseta. Él había aprovechado la fuerte lluvia para acercarse con el vehículo lo más posible sin ser detectado. Tomó al rehén por las cuerdas, las aflojó un poco, y lo lanzó al vehículo con una fuerza tremenda; como tratando de desquitarse de alguna manera por haber decidido mantenerlo vivo. Verla usar su fuerza física de esa manera, tras haberla visto usar sus poderes era impresionante y aterrador, en especial si se tenía en cuenta que tal fuerza no correspondía en lo absoluto con su apariencia ni contextura física.
—¡Alto! —le gritó Lawrence.
Celina lo volvió a ver, con ojos llorosos y expresión desentendida.
—Hemos recibido cientos de mentiras a lo largo de nuestras vidas —le dijo, con suma emoción en sus palabras— pero eres la primera que estoy dispuesto a defender con todas mis fuerzas. ¿Por qué nos proteges?, ¿cómo sabes tanto de nosotros?
La expresión de Celina cambió por una más preocupada y consciente, al tiempo que dio un pequeño suspiro y procedió a hablar.
—No pensé que esto podría pasar, así que tendré que hacerlo.
Sus manos efectuaron una fuerte palmada, la cual resonó con gran fuerza en los alrededores. Bien sabía ella que cuando su control mental era corrompido, solo quedaba dolor y confusión en sus víctimas, y lo mejor era retirarlo.
—¡Dios mío! —exclamó Lawrence— estabas atrapada en esa cosa…tú me llamabas, y yo te liberé sin saberlo.
—Así es —le respondió ella, casi quebrando en llanto— no conozco los detalles. Tan solo existo, tan solo pedía ayuda; pero los recuerdos viven en mí. Fluyen a través de mi cuerpo; moldeando mi forma de comprender el mundo, y brindándome indicios de quién soy en realidad.
Celina se dio la vuelta, alzando su vista hacia la enorme luna llena, mientras secaba sus lágrimas y trataba de recuperar la compostura.
—Cuando me encontraste supe que debía estar con ustedes para siempre. Por eso borré algunos de sus recuerdos y parte de los míos para poder vivir felices, y al mismo tiempo evitar ser encontrados. Pero todo era muy bueno para ser verdad…la misma esencia de este mundo no podría permitirnos eso.
Lawrence dirigió su vista hacia Zoe, quien se encontraba desinfectando la herida de Jano con una botella de licor. Ella había escuchado las palabras de Celina, y su emotiva mirada hablaba por ella; ninguno de ellos podría abandonarla.
—No podemos dejarte a tu suerte —le respondió Lawrence, al tiempo que la abrazaba con fuerza— no importa hacia dónde nos dirijamos, si estamos juntos podremos sobrellevar todo esto. No sé si eres un monstruo, un experimento…o una señal del destino.
—¿De verdad serían capaces de dejarlo todo… por mí?
—Somos tus amigos —le dijo Zoe— si Jano estuviera consciente también diría lo mismo. No te perderemos de nuevo, pase lo que pase.
Celina no pudo evitar volver a llorar, pero esta vez mantuvo la calma, a la vez que intentaba sonreír. Esa era su especialidad después de todo, iluminar las vidas de quienes estaban a su alrededor.
—Que buen momento me ha elegido el destino para ser liberada —les dijo, con la sonrisa más honesta que ninguno vería jamás en su vida— a partir de ahora, seremos el equipo que alguna vez quisimos ser, ¡pero esta vez yo seré el escudo que los proteja!
—Confiamos en ti —le dijo Zoe— a pesar de lo que hiciste, estoy segura de que no tenías malas intenciones. Yo probablemente hubiera intentado lo mismo, de haber estado en tu lugar.
Celina y Zoe seguían abrazadas e inundándose en disculpas, mientras Lawrence caminaba y daba vueltas de un lado a otro, intentando pensar en un plan viable.
—No creo que sea buena idea regresar a nuestras casas —dijo al aire— sin embargo, necesitamos todas las provisiones que podamos llevar con nosotros.
Continúo caminando y hablando cada vez más rápido, hasta que al rato Celina y Zoe comenzaron a ponerle atención a lo que decía.
—Podríamos viajar hacia el sur —continuó— ocultarnos y esperar un próximo ataque de Arick. Asaltar el elevador suroeste, aprovechar un hipotético déficit de seguridad, o podríamos…
—¡Ya cállate viejo! —exclamó Jano con molestia, para sorpresa de todos.
—¡Jano! —gritaron Zoe y Lawrence con sorpresa, casi al mismo tiempo.
—Mi inconsciencia se cansó de escucharte haciendo planes, y ahora me ha dejado a mi suerte —le dijo a Lawrence con una enorme sonrisa y el rostro lleno de lágrimas—. ¿Acaso piensan llevarse a un tipo indefenso, herido y algo loco, sin saber siquiera su decisión? Deben estar dementes…pero por eso mismo los quiero, siempre me han tomado en cuenta cuando salen de paseo.
En palabras de Zoe, ella escribió un fragmento en su diario más tarde:
Sábado 11 de octubre, 1884:
“Fuimos a nuestras casas por última vez. Recogimos nuestras pertenencias más pequeñas y valiosas, así como toda la comida que pudimos encontrar. Debíamos partir lo antes posible, para poder asegurar el éxito de nuestros planes. Hasta luego, madre. Algún día nos reencontraremos, pero por ahora debo seguir adelante”.
El grupo partió sin más demoras hacia el sur. Su principal objetivo era resguardarse en uno de los grandes bosques ubicados al suroeste de la meseta, y lo más cerca posible del muro de vigilancia.
—Para cuando amanezca —comentó Lawrence mientras llevaba el volante— deberíamos estar ya en los bosques Aurelius.
—Y entonces, ¿tendremos que esperar a que Arick ataque de nuevo, o podremos lograrlo sin necesidad de ello? —preguntó Zoe en voz alta debido al ruido del vehículo, mientras veía el paisaje por la escotilla.
—No podemos confiar solo en mis habilidades —les dijo Celina— mira lo que le pasó a Jano. A pesar de tener el poder para protegerlos; una mala estrategia podría costarnos muy caro la próxima vez. Ese gas que Shein utilizó era muy extraño. Parecía estar hecho para afectar mis habilidades.
—Celina tiene razón —agregó Lawrence— además, hemos secuestrado a Shein y robado un vehículo militar. A pesar de haber actuado solo, su departamento no tardará en notar su ausencia.
—No fue tu culpa, Celina —le dijo Jano— yo solo entré en medio de un tiroteo sin saberlo. Cuando llegue el momento, todos sabremos a qué nos enfrentamos. ¡Y quién se meta en nuestro camino se arrepentirá!
Dejaban atrás toda su vida hasta entonces, o al menos lo que podían recordar. Sus familias, amores de la infancia y todo el mundo que conocían. ¿Por primera vez se habían revelado ante el destino, o sus vidas danzaban al caprichoso compás de la providencia? Poco a poco el amanecer comenzó a iluminar su camino; el camino que ellos habían elegido a pesar de todo, y que les hacía pensar que tal vez, solo tal vez, ellos eran más complejos que los dioses que intentaban decidir por ellos.
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