Deus Complex - 06
Capítulo 6: Reunión en los bosques eternos
¨En mi opinión como historiador y sultán, la meseta llamada Taured ha sido testigo de uno de los peores crímenes contra la humanidad de los que se tenga constancia en tiempos modernos. Existieron personas que vivieron en los acantilados de la meseta desde hace más de trescientos años. Eran cientos, tal vez miles, y ustedes los exterminaron: sepultaron sus ciudades, cultura y conocimientos en pos de lo que ustedes consideraban progreso¨
-Alexander III de Somus, “Los gritos de los ahogados” (p.355), 16 de enero, 1750-
Comenzaba a amanecer en aquel bosque desnudo y misterioso. Los raquíticos árboles deshojados conformaban casi todo el paisaje. La soledad del humilde y silencioso camino lleno de agujeros era perturbada de repente por un gran carro militar que pasaba a gran velocidad. No era el mejor amanecer para Lawrence, el haber manejado toda la madrugada no le había sentado bien. A pesar de que Celina y Jano insistieron en ayudarle, él prefirió terminar la faena y dejarlos dormir lo más posible. Por fin se acercaban a una zona cuyos árboles no habían botado del todo sus hojas. Lawrence pensó que sería un buen lugar para esconderse y reposar un poco, a pesar del riesgo potencial que suponía esconderse en un lugar tan obvio; pero las opciones eran escasas. Estacionó el vehículo con cuidado, y se dispuso a despertar a sus amigos, quienes habían caído dormidos desde hace horas.
—Hemos llegado, chicos —les dijo con emoción.
Jano, Zoe y Celina despertaron poco a poco, mientras algunos rayos de sol se filtraban por entre las hojas y les iluminaban el rostro.
—¿Dónde estamos? —le preguntó Celina, sorprendida.
—Ya hemos llegado a los bosques Aurelius. He encontrado una zona frondosa y creo que podríamos ocultarnos aquí por un tiempo.
—Ya veo —le respondió, a la vez que se rascaba los ojos con cuidado.
Ella salió del vehículo, estirándose lo más que podía, a la vez que aspiraba con fuerza el fresco aire otoñal. Observaba con asombro los árboles deshojados alrededor, y la extraña apariencia que poseía el bosque en esa época del año.
—Recuerdo este lugar —le dijo a Lawrence con suma emoción— veníamos aquí a veces cuando éramos pequeños.
—Así es —le respondió él— solíamos venir en familia todas las primaveras.
—¿Mi padre también? —le preguntó con curiosidad.
—No recuerdo mucho de él en esa época —le dijo, mientras limpiaba sus lentes— pero si de algo estoy seguro es de lo mucho que te ama.
Celina lo observaba en silencio, mientras parecía intentar recordar algo que la hiciera sentir feliz.
—Cuando tú y tu madre desaparecieron él quedó destrozado. No he tenido noticias de él en casi siete años. Lo último que supe fue que trabajaba en una fábrica en el extremo este, probablemente en el distrito de Hemetia.
—Me hubiera gustado volverlo a ver, aunque fuera una vez más —le dijo ella, llena de tristeza.
Lawrence guardó silencio durante un momento, el cual resultó incómodo para Celina. Él sabía que intentar algo irracional en ese momento podría tirar por los suelos todo lo que habían planeado, y a la vez arriesgar aún más sus vidas. Zoe y Jano ya habían despertado, y fueron directo hacia ellos para saludarlos y escuchar sobre qué estaban hablando.
—Necesitamos saber más sobre tus poderes —le dijo Lawrence con seriedad— si conocemos tus fortalezas y debilidades podremos planear una estrategia más efectiva para nuestros siguientes movimientos. Incluso talvez podríamos cumplir tu deseo.
—De acuerdo —suspiró Celina— como pudieron observar ayer, soy capaz de mover objetos con mi mente a voluntad. También puedo crear barreras invisibles cerca de mí.
—¿Puedes crear barreras esféricas? —le preguntó él con emoción.
—No lo he intentado —le respondió— pero podría intentarlo y practicar, ahora que tenemos tiempo.
—Eso es increíble, Celina —le respondió Zoe, a la vez que la abrazaba.
—Si fueras capaz de crear algo así —le dijo Jano— podríamos tener una defensa increíble, y seríamos capaces de atravesar lugares peligrosos sin muchos problemas.
—Creo que están olvidando algo, chicos —les respondió Celina— ese gas que Shein ha usado parecía estar hecho para afectar mis habilidades.
—Es cierto —les comentó Lawrence— mientras tengamos dudas sobre eso no deberíamos arriesgarnos más de lo necesario. Necesitamos más información, por eso debemos interrogar a Shein. Celina, despiértalo y quítale la mordaza, por favor; quiero ver su reacción.
Celina asintió y caminó hacia el vehículo para traer a Shein. Al llegar a él, lo elevó en el aire con sus poderes, moviéndolo hasta donde estaban sus amigos. No importaba cuantas veces lo vieran, ver objetos o personas levitando por ahí sería algo a lo que jamás podrían acostumbrarse del todo.
—Supongo que, ya que nos quedaremos aquí, tendremos que hacer una fogata y cocinar —dijo Jano, mientras estiraba sus brazos.
—Así es —le respondió Lawrence.
—¿Les parece si voy a buscar algo de leña?
—Espera un momento —le respondió él, mientras se acomodaba el cabello— quiero que todos estemos presentes al interrogarlo.
Zoe trajo una taza con agua, la cual lanzó sin contemplaciones hacia el pálido rostro de Shein. Este despertó de un salto, a la vez que tosía de manera pesada.
—¿Ahora que quieren? —les preguntó molesto, mientras intentaba recuperar el aliento— han frustrado mis planes, han dejado en libertad a este monstruo —les dijo, mientras veía a Celina— y en resumen me han condenado a pena capital… ¿Qué más quieren de mí?
—Necesitamos respuestas —le dijo Lawrence— no creas que solo porque fuimos colaboradores te voy a tratar de buena manera si no nos ayudas.
Los dientes de Shein rechinaban de ira, a la vez que intentaba forcejear contra su amarre.
—No puedo creer que nos hayas hecho esto, Shein —le dijo Jano, decepcionado— pensé que éramos amigos. No me molesta el disparo, sino que hubieras decidido no creer en nosotros y hayas actuado sin escuchar razones…
—No podrás escapar —le dijo Celina, ahora más calmada que el día anterior— así que deja de gastar energía.
—¿Quieren respuestas? Pues las tendrán…ayer me las arreglé para fotografiar a su “amiga” con mi equipo… ¡y sorpresa! Ella no es humana, aparece justo un día después del primer ataque de Arick en casi cuarenta y cinco años. Y nadie en su pueblo ni siquiera se sorprende al ver a alguien con un nombre tan poco común, gracias al cual Xento se hizo visible por un tiempo en los mapas.
Todos lo observaban sorprendidos, a la vez que reconocían que en sus palabras yacían demasiadas coincidencias para no ser real. A pesar de que ellos no recordaban demasiado, sabían que la desaparición de Celina y su madre habían llenado los titulares en su momento, ayudando incluso al reconocimiento de Xento y a su posterior modernización.
—El nombre que portas significa mucho para este pueblo —continuó Shein— y tú lo usas en vano. ¡Si no fueras un monstruo devorador de mentes, no hubieras podido poner un pie en Xento sin que llamaras la atención!
—¡Cállate! —le gritó Celina— ni siquiera yo misma sé que soy en realidad, y lo primero que haces es llamarme monstruo e intentar asesinarme. Comencemos por lo principal; yo no soy Arick, y nunca he matado a nadie en mi vida… o en lo que recuerdo de ella. Lo último que recuerdo fue haber escuchado un fuerte estruendo tras resistir y apoyar durante meses en un fuerte de Andros; para después despertar en brazos de Lawrence dentro de una base abandonada.
—¿Fuerte de Andros? —preguntó Shein, con suma incredibilidad.
—En el sur también hay fuerzas de Andros intentando contener los ataques de nuestra nación —le dijo ella— ¿o no lo sabías? Nuestro convoy fue atacado por ellos, es cierto; pero ellos por su parte no disponían de muchas opciones. Venían del oeste, seguían órdenes desesperadas y a la vez intentaban tener una mayor cobertura en el sur. Poco les iba a importar no meterse con civiles de la nación que los atacaba en ese momento.
—Claro, atacar —le dijo Shein con sarcasmo— ¿acaso dudas de las palabras de Arcturus y su gabinete?
—Todos esos rodeos se vuelven nada cuando te toca vivirlo en carne propia —le respondió ella, molesta— nuestra santa nación no se está defendiendo de nadie desde hace décadas. Lo que comenzó como un ataque coordinado hacia nosotros por parte de algunos países aledaños, terminó con una rápida expansión y conquista de Taured hacia el norte del continente, ignorando todo intento de rendición posterior.
Lawrence se sobresaltó al escuchar todo aquello. Al fin todo estaba encajando dentro de sus investigaciones y sus corazonadas de aficionado.
—Dejemos la política de lado —le respondió Shein, con una amarga sonrisa— lo que me interesa ahora eres tú. Dices que tu primo te rescató de una base subterránea. ¿Es eso cierto, Lawrence?
—Sin lugar a dudas —le respondió él— ella uso sus poderes para que yo lo olvidara. Pero con los sucesos de ayer ese placebo fue anulado, por lo que tuvo que devolver las cosas a la normalidad para no volverme loco.
—Ya veo —le respondió— debes de confiar mucho en ella.
—Y yo no te pido que lo hagas —le respondió él— tú mismo deberías saber que lo que hiciste fue un sinsentido.
—Y tú deberías saber un poco sobre mi familia, pero parece que confías demasiado en las personas. Mi abuelo ha sido el único sobreviviente real de Arick hasta la fecha. Gracias a él surgió el código AR para intentar prevenir los ataques.
—¿Te refieres a Otto Argento? —le preguntó él, con enorme sorpresa.
—Ese no es su verdadero nombre… tuvo que cambiarlo y emigrar a Taured a causa de ese incidente —le respondió— es lo único que te voy a decir de él.
—Deberías dejar de lanzar tantos datos al azar —le dijo Jano— ve al grano.
—Espera, Jano —le dijo Lawrence— déjalo que siga. ¿Acaso eres hijo de algún Hivarich?
—Adivinaste —le respondió él, con una amplia sonrisa— ahora sabes que mis motivos son personales. En estos momentos no me podría importar menos su “país de las maravillas” llamado Taured.
—¿Les parece si dejamos las preguntas por un momento? —les preguntó Jano a todos— me estoy muriendo de hambre, y creo que no soy el único —dijo mientras veía a Celina, quien estaba con cara de pocos amigos; tal vez debido a la conversación o por la falta de desayuno.
—Yo…yo estoy bien —les dijo a todos, con vergüenza— en serio. No deberían acostumbrarse a verme todo el tiempo sonriendo. Y que no lo haga no significa que tenga hambre —les dijo con una pequeña risa.
—De acuerdo —les dijo Lawrence, mientras sonreía llevándose una mano a la frente— vayan a hacer lo suyo. Yo me quedaré vigilando a Shein.
—Este debe ser el único lugar en todo Taured donde los locos andan sueltos, y al único que tienen atrapado es al policía —murmuró Shein con resignación.
No tenía mucho que hacer; estaba indefenso ante esos cuatro dementes… y Taured ya no tendría piedad con él. A pesar de ser él quien llevaba la batuta de la ley y el honor, ahora compartía el mismo destino de mierda que esos traidores.
Mientras tanto, Jano salía a buscar algo de leña para encender el fuego. Celina utilizó sus poderes para levantar una gran cantidad de hojas secas en el aire, para luego dejarlas caer sobre el auto para ayudar a camuflarlo. Zoe entró en el vehículo para buscar comidas que pudieran estropearse pronto, ya que no era buena idea utilizar los productos enlatados de una vez. Lawrence y Shein observaban con atención como todos aportaban su grano de arena a la situación.
—¿Crees que cuatro locos podrían ser así de funcionales? —le preguntó a Shein.
—He visto algunos más inteligentes —le respondió— no me impresionan. Y si yo fuera ustedes, estaría haciendo todo lo posible por convencer al rehén por las buenas.
Jano venía con una gran carga de leña al hombro. Él tenía el cuerpo más atlético de los cuatro, e incluso parecía tener mejor condición física que Shein, a pesar de no ser tan ágil y experimentado en combate. Sin duda alguna el trabajo en herrería y fundición de chatarra lo mantenía en buena forma.
—¡Jano! —le gritó Shein, con confianza— deja eso por ahí, y ve a revisar la radio del todo terreno. Si de verdad no quieren que nos atrapen deberían repararlo para estar informados. Además, recuerda que deberías guardar reposo.
Lawrence observó a Shein, extrañado. Pero en un instante una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.
—Es cierto, lo estaba olvidando —le dijo a Jano, refiriéndose a la radio— antes intenté encenderla, pero no funcionaba. Debemos repararlo para poder estar al tanto de cualquier suceso. Ah, y no olvides remover el rastreador del chip antes de encenderlo. Por lo general son modelo A-21; son dos pequeños cilindros de color naranja que se encuentran alrededor del procesador.
Shein estaba furioso por dentro, pero al menos lo había intentado. Si todo seguía su curso sin alteraciones, esa había sido su última carta por jugar. Todo indicaba que ahora sí estaba por completo a la deriva.
—Déjamelo a mí —le respondió él, mientras dejaba la madera en el suelo e ignoraba a Shein —creo que puedo repararlo.
Jano comenzó a trabajar en el aparato, mientras los demás seguían en lo suyo. Él no habría aprendido a reparar electrónicos de no haber sido por los consejos de Albert. Sin lugar a dudas le debía una… No, le debía mucho más que eso, y es probable que mil vidas como fugitivo no le alcanzarían para devolverle el favor. Pero las cosas ocurrieron así, y tendrá que vivir con ello ahora. Lawrence le pidió a Zoe que vigilara a Shein para ayudar con la cocina. Él no era un mal cocinero, sin embargo, a veces sus combinaciones eran algo… exóticas.
—Espérame, yo también quiero cocinar —le dijo Celina mientras se incorporaba a la labor, de seguro para revisar que no preparara nada extraño.
Como traían algo de carne fría y verduras, decidieron hacer una gran olla de sopa. Un platillo muy común en esas fechas para combatir el frío y poder comer a lo largo del día; y bastante lejos de las ideas de Lawrence, quien aun así se las arregló para condimentarla a su gusto. En verdad olía delicioso; parecía que esta vez él dio en el clavo con las especias, haciendo que el aroma se esparciera por todas partes, como el gas de la noche anterior. Lawrence tomó una taza y se fue a comer dentro del vehículo, a la vez que continuaba sus experimentos con la computadora.
—Hey Zoe —le dijo Shein con tono lastimoso— ¿podrías traerme un poco de eso?
—Espera un momento —le respondió ella— iré por una taza.
En un momento Zoe volvió con una gran taza llena de sopa, mientras los ojos del rehén vibraban de emoción al ver la comida.
—Oh —dijo él, a la vez que se mecía un poco— acabo de recordar que… estoy atado…
Zoe estaba a punto de responderle que ella le daría cucharadas, cuando Celina interrumpió la conversación.
—¡Espera, Zoe! —le dijo con una extraña sonrisa y mirada penetrante— yo me encargo.
Celina tomó la caliente taza de sopa, a la vez que sacaba una cuchara y la acercaba a la boca de Shein.
—Espera, ¿no la vas a enfriar? —le dijo él con horror, mientras intentaba soplar un poco la cuchara mientras esta se acercaba— ¡ah!, idiota, ¡eso quema!
—Eso es muy poco rudo viniendo de un mercenario que justo ayer quería matarnos —le dijo Celina, entre risas.
—Ríete lo que quieras —le respondió molesto— pero qué importa, la verdad no sabe mal… podría acostumbrarme a ello.
—Ah sí, mi salero con belladona siempre les da un sabor mágico a las comidas —le respondió con una frívola sonrisa.
Shein, que para entonces ya había tragado, comenzó a toser y tratar de escupir con frenesí, a la vez que intentaba limpiarse la lengua con las manos, mientras Zoe y Lawrence lo observaban con sorpresa.
—¡Maldita bruja!, ¡ah! —le gritó, aún sin haberse dado cuenta que ya no estaba atado.
Zoe y Lawrence pensaron que se había liberado por sí solo, así que se pusieron en guardia.
—Toma, sigue comiendo —le dijo ella, a la vez que le daba la taza.
—¿Por qué lo has hecho? —le respondió él, aún sorprendido.
—No puedo leer tu mente, pero ya no percibo tu hostilidad hacia nosotros… solo te pediré que no intentes escapar.
—Lo dices como si tuviera un lugar a donde volver —le dijo con pesar, mientras sorbía con fuerza su sopa, sin siquiera usar la cuchara.
—Todo saldrá bien —le dijo ella con cautela, a la vez que se alejaba y le dejaba comer en paz.
No faltaba mucho para que comenzara a oscurecer en aquel bosque eterno. Zoe, Lawrence y Shein conversaban sobre algunos temas que no habían tocado antes e intentaban hacer las paces. Mientras tanto, Jano seguía con sus intentos de reparar la radio. Al final pudo con ella, y aunque tuvo que comerse la sopa algo tibia, el esfuerzo había valido la pena.
—No la enciendas aún —le dijo Shein— tienes que usar la frecuencia treinta y seis. Es la única que no rebota y es devuelta a Romin por las estaciones del sur, así que no podrán ubicarnos con ella; al menos mientras continuemos en esta zona.
—De acuerdo —le respondió él, mientras encendía el aparato—¿es correcto, Lawrence?
—Lo estaba olvidando —le dijo él, sorprendido— Shein tiene razón.
Una sonrisa de complicidad se plasmó en sus rostros. Después de pensarlo y conversar durante todo el día, ambas partes sabían que para bien o para mal, ahora sus opciones eran reducidas; y que tarde o temprano tendrían que trabajar juntos. Jano se dispuso a encender la radio, la cual empezó a romper la silenciosa aura del bosque. De repente, una fuerte estática dio paso a un mensaje revelador. Habían sucedido más asesinatos durante el día en todas partes de Taured. Según las transmisiones, Romin estaba siendo cerrada en su totalidad, y requerían a todas las unidades de policía y militares posibles en su interior. Parecía que algo sin precedentes había sucedido en la capital.
—No me sorprende —le dijo Shein a Celina— ya estaba convencido de tu inocencia. Lo menos que puedo hacer ahora es disculparme.
—Si no lo hubieras estado aún estarías atado —le respondió ella, a modo de recordatorio— y deja eso de lado; hay cosas más importantes en las que debemos pensar en estos momentos.
—Haremos una guardia por turnos durante la noche —les dijo Lawrence— al fin y al cabo, no estamos tan alejados del camino. En el momento en el que escuchemos pasar vehículos hacia el norte será el momento para actuar e intentar cruzar al otro lado.
En el bosque todo oscurecía más rápido que en las ciudades o pueblos. No eran ni las seis de la tarde, y la oscuridad comenzaba a adueñarse de todo el paisaje. Encendieron una fogata para calentarse un poco mientras les daba algo de sueño. Shein había caído rendido en cuanto el sol se ocultó, debido al cansancio de la noche anterior. La postura en la que tuvo que dormir fue un infierno, además de que la presión de su encierro le hizo perder el conocimiento varias veces. Celina desató la ropa que usó para hacer la cuerda, y uso algunas de esas prendas para crear una manta y ponérsela encima.
—Por cierto, Lawrence —le dijo Jano— me parece haber escuchado que ayer dijiste “supuesta llamarada solar”. ¿Hay algo que aún no nos has contado?
—Escuchaste bien —le respondió él— aunque para ser sincero, aún tengo dudas al respecto… pero me has atrapado —le dijo con una sonrisa pícara, a la vez que trataba de esconder su preocupación.
—Lawrence… —le dijo Zoe.
—Creo entender la razón por la que temes decirnos demasiado —le interrumpió Celina.
—Me preocupa su seguridad, chicos. En realidad, he encontrado más información en esa portátil de la que esperaba, y eso me aterra… por qué ahora no sé qué debería hacer ahora que tengo todo este poder en mis manos.
El silencio de la noche en esos momentos era absoluto; como si alguna deidad olvidada también quisiera escuchar lo que Lawrence tenía que decir.
—Por ejemplo… ¿sabían que el resto del mundo está en perpetuo retroceso no por los efectos de la llamarada, sino porque no pueden generar electricidad por alguna razón desconocida?
—¿Que? —preguntó Jano, con gran sorpresa.
—Así es… gran parte del continente sobrevive a punta de petróleo y carbón desde hace casi treinta y dos años, y nosotros lo ignorábamos. Esas son las consecuencias de vivir en un país casi totalmente aislado del resto del mundo; muy pocos entran, y los que salen rara vez regresan, por la razón que sea.
—No puedo creerlo… —le respondió Zoe con tristeza— esa es la razón por la que todos están en nuestra contra.
—¿Hemos estado del lado incorrecto de la historia todo este tiempo? —preguntó Jano, con voz dolorosa y confusa.
—Es probable que tenga que ver con «La chispa» —le respondió Lawrence, consternado— aunque aún no tengo claro de que se trata con exactitud… la información que he hallado hasta el momento es demasiado vaga. Pero en caso de que fuera un objeto, sería uno con el poder de cambiar el curso de la humanidad, o de condenarla.
***
La noche había terminado de caer, y Celina se ofreció para hacer guardia durante un par de horas. Estaban a punto de apagar la fogata para dormir, cuando ella tuvo un presentimiento y caminó más allá de la fogata y observaba la inmensidad del bosque.
—¿Sucede algo? —le preguntó Jano.
—Siento algo extraño en el ambiente —le respondió ella— todo está demasiado silencioso.
De repente, un gran perro apareció detrás de unos árboles. Era de color crema, y de pelo crespo y abundante; se parecía bastante al de uno de sus vecinos. Sus ojos brillaban de una manera perturbadora a causa de la oscuridad y el contraste de la luz de las llamas, mas no dejaba de ser un simple perro.
—¿Un perro? —preguntó Celina, con alivio.
De repente aquel animal ya no lo parecía más; su cuerpo y cabeza parecían borbotear, como si algo se arrastrara por debajo de su abundante pelaje. Celina cayó al suelo a causa de la impresión, pero nadie pareció darse cuenta, ya que estaban hipnotizados por lo que veían sus ojos. Aquella cosa que pretendía imitar a un perro comenzó a deformarse, como si su apariencia previa hubiera sido tan solo un blando cascarón, que intentaba romperse entre violentas contorsiones.
—¡¿Qué ha sido eso?!, ¡¿han visto lo mismo que yo?! —preguntó Lawrence, aún sin poder creer lo que veían sus ojos.
Shein se despertó gracias al escándalo de Lawrence, sólo para quedar aterrado de lo que sucedía. Lawrence por fin se percató de que Celina estaba en el suelo y corrió a socorrerla.
—¡No puede ser… no, no! —gritó ella, desesperada.
—¡Celina!, ¡reacciona!
Aquel perro terminó por convertirse en un extraño hombre vestido de negro. Con ese fino traje hubiera lucido elegante en algún evento importante de Romin, pero en ese momento y lugar no podía ser más espeluznante. Sus ojos, o lo que fueran ese par de chispas amarillentas, relucían aún por debajo de su sombrero. A cada paso que daba hacia ellos se volvía aún menos humano, mientras bajo sus pies se extendía una sombra más negra que la noche misma; la cual tomaba formas cada vez más demenciales y ajenas a ese mundo.
Lo último que Jano recordaba fue haber estado petrificado por el miedo, mientras Lawrence le pasaba una de sus armas a Shein y Zoe intentaba con desesperación despertar a Celina. El fin del mundo había llegado, del mundo que él amaba.
Comments for chapter "06"
QUE TE PARECIÓ?