Eien no yume: Soul of emptiness - 01
Diría que más que un cuento o una historia, digamos que es una metáfora la cual cambia de dirección. Así como el ayer no será como el mañana…
Incluso en mis sueños puedo ver claramente como las personas iban corriendo en direcciones opuestas, aunque no es más que eso, no es más que una experiencia traumática y eso no es todo. Con tan solo pensar en aquello hace que se me erice la piel y comience a sudar como si estuviera caminando en el ardiente Sol, comienza desde mi espalda con un palpitar cada vez más rápido, la visión se me nubla, los brazos me comienzan a doler y con cada respiración siento miles de agujas que me atraviesan.
Poder recordar estas cosas no me hacen muy feliz y más, porque estas memorias son ridículamente claras para un niño de cinco años.
Puede que mi nombre sea una mezcla, Mikio, ese soy yo, y ahora soy llevado a un lugar donde no existe ley, corrección, no existe nada más que “ellos”. Es gracioso querer reír en este tipo de situación, es tan gracioso que me retuerzo en ira y no particularmente por una persona… no… no sé si reír o llorar en medio de esta situación.
Vivimos en una sociedad donde el poder mueve al mundo y los sentimientos son dejados a un lado. Uno cree lo que quiere creer.
Los cielos han contemplado un sin fin de matanzas desde los inicios de la civilización humana, incluso más antes que eso, el hombre ha construido todo por cuanto a querido y desgraciadamente todavía no puede crear aquello que realmente necesita.
La naturaleza no nos dio garras o colmillos para defendernos, en cambio, lo que se nos fue entregado es el conocimiento como temible antorcha … El poder de trascender el tiempo en que vivimos a través de nuestra memoria y llegar a querer alcanzar la preciada eternidad.
Desde el principio… y con el sudor de nuestra frente nosotros los seres humanos hemos logrado a rozar el poder de Dios ¿El poder de Dios…? Sí, nosotros los humanos comenzamos a codiciarlo.
Pero no todo puede ser hermoso con este extraordinario poder porque también se te entrega una maldición a cambio. El conocimiento lo conoce todo y misteriosamente no entiende nada, hace falta un maestro que lo interprete a su conveniencia y es justo en ese momento donde una simple decisión puede cambiar el rumbo de toda una civilización.
Ciertamente la mente humana es tan poderosa como el Sol, al mismo tiempo es tan frágil como los pétalos de una flor y como estos mismos también son efímeros… tan efímero, un momento feliz que en un solo segundo puede ser tan destructivo y cruel.
Y tristemente la paz más grande siempre va de la mano con la más cruel calamidad.
Nunca quise crear demonios internos, pero lo que veo no un ángel ¿O sí?
Lo que me queda por pensar o decir se van esfumando con el viento de esta oscura habitación.
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Estamos en el año 2082 d. C. y único que se ve es a una Tierra decadente y no sólo por la desolación de esta misma, este es un presente que tiene consigo la crueldad que caracteriza al ser humano por naturaleza… un tipo de crueldad tan antigua como el pecado original. Es una realidad no muy ajena a la que uno ve normalmente y la diferencia substancial es que el ser humano ha logrado adentrarse forzosamente en el terreno prohibido, en el lugar donde caminan los muy llamados dioses.
Si prestas atención escucharas sonidos extraños que viajan por las antiguas he inmemoriales paredes que rodean este absurdo lugar de tortura que no es más que un callejón sin salida. Lo único que todavía te puede pertenecer es tu mente o al menos lo que quede de ello después que logres atravesar los engaños de este mundo. Oh cuan sublime, pero que horrible es agonizar sin poder morir plenamente.
Un grito de se escuchó a lo lejos…
—¡Relájate!
Dijo alguien que se acercaba a gran velocidad con un rostro absorto, pero su grito no pudo llegar a tiempo y se desmorono antes de llegar a aquella celda
Y la razón de no poder llegar era debido al insensible adormecimiento de su vientre.
—Ahhh… ¿Qué? —se susurró a sí misma.
Aún con el dolor a cuestas giro su cabeza con una nueva dirección.
Y dijo.
—¿Por… qué? ¿Por qué me detienes? —Se levantó extendiendo sus manos como pidiendo ayuda.
Entonces la persona que la detuvo le contesto.
—Mikio termino así por tu culpa y no dejare que tú también te hundas. —Lanzando su puño contra ella.
—No… —dijo y esquivo ese impacto al ras.
—Este es mi trabajo no el tuyo… ahora duerme tranquila y espero que cuando despiertes nada de esto esté en tu cabeza. —suavizando sus palabras y acortando rápidamente la distancia entre ellos.
—Solo respóndeme… máscara negra.
—Ahora me llamas por ese nombre —Se apartó apretando sus nudillos con firmeza— … bien… está bien… tú lo quisiste, niña…
—… Dime ¿Me vas a dejar pasar o no? —Sus ojos no mostraban vacilación.
—Niña —Parpadeo— aléjate… vete…
—Y así se termina esto ¿No?
Sus miradas chocaban a más no poder y las palabras no bastaban para definirlo.
Entonces el hombre de máscara negra dijo sin siquiera pensarlo dos veces.
—No se puede ir contra Génesis… tú y principalmente Mikio sabían que era imposible pelear contra eso. Ahora vete antes que te rompa el brazo y no me juzgues por hacerlo, niña.
—Capitán John, no, ahora solo eres una —Apartando un poco la mirada— … eres una máscara negra.
—… Sí… yo soy solo uno más de Génesis, así como tú y esto es solo un trabajo más…
Inmediatamente ambos se pusieron en guardia y no paso ni un segundo cuando sus puños chocaron y ni siquiera las ondas expansivas no fueron suficientes para detenerlos.
Dejando a un lado su especie de monologo el denominado máscara negra entrecerró sus ojos y dijo con voz casi susurrada.
—Niña…
Entonces también ella le respondió con el mismo tono.
—Capitán.
Cada golpe iba subiendo de nivel, cada vez más pesados hasta el punto en la que el suelo tembló bajo sus pies.
Inmediatamente la máscara negra lanzo un singular golpe sin nada más que una mirada totalmente entenebrecida.
—Ahora duerme —Lanzando un golpe de martillo contra su pecho.
Lo único que se escucho fue el sonido del crujir de una caja torácica.
—Ah…
Pronuncio ella tratando de decir algo y al final cuando quiso contratacar aconteció que todo su cuerpo se tensó y sintió como si sus músculos se quebraran. Todo eso fue tan fugaz, pero el dolor lo hacía parecer interminable y, por consiguiente, su sistema nervioso se interrumpió hasta que ella colapso, pero sin dejarse caer todavía.
—Oye…
No pareciese que fuese el fin de la pelea por el hecho de permanecer en pie después de estar casi medio desmayada, pero la verdad era muy distinta. Aún si ella podía mantenerse cuerda el daño ya estaba hecho.
—Máscara… negra…
Entonces de su boca escurrió sangre seguido por una tos mortífera.
—Estoy perdiendo… la… —susurrándose a sí misma— mucha… sangre… —Agachando la cabeza— … todavía… todavía —Tosiendo más sangre— todavía puedo… seguir… Mi… ki… o… Mi… ki… o
Ella no paraba de ver al frente cuando pronunciaba ese nombre, sus piernas le temblaban a muerte, y era porque el mismo Mikio estaba solo a un par de metros delante de ella.
Lo que los separaba era una oxidada puerta de metal manchada de sangre. Y no había nada más delante de ella que un solemne espectro dispuesto a cortar la cabeza a quien sea que se acercara a esa puerta.
—No… puedo… no puedo… caer… aquí—Tratando de mover su cabeza hacia delante— … no… te… puedo… perder… a ti… también… Mikio…
Al final esas finas palabras no alcanzaron a nadie en ese siniestro lugar de tortura.
—Al fin de quedaste dormida, niña…
Dijo la mascar negra ahí presente que solo se mantenía ahora de espectador viendo como esta chica se sumía completamente en un adormecimiento general.
Puede que solo haya sido una coincidencia una mera casualidad, pero la ironía fue cuando os ojos de Mikio y la máscara negra se cruzaron ligeramente cuando la puerta de metal se abrió un poco.
Era como ver un profundo abismo sin ninguna gota de contemplación de ambos. Ojos muertos que persiguen a la oscuridad para que su luz brille con más fuerza y en ese laberinto se sombras.
Al hacer esto, Mikio solo se quedó callado mientras que a un par de metros veía como se llevaban a la única persona que llego hasta este lugar de tortura.
“No puedes pelear contra Génesis” era lo único proyectado en su cabeza…
Nada más que el crujir de dientes en un infierno viviente.
Cual hielo al romperse, así fue el sonido de sus huesos al quebrarse, mientras Mikio agonizaba y la sangre salía de sus muñecas debido a la excesiva presión sobre sus muñecas.
Estando él totalmente acorralado por la desesperación en forma prisión.
Con cada golpe le destrozan la carne, su espalda estaba ensangrentada y sus quejidos retumban en esa celda… era como cordero rumbo al matadero, porque no tuvieron piedad…
Mikio estaba atado de manos y pies mientras que su lastimado cuerpo recibía uno a uno el impacto del látigo de su verdugo…
Cualquiera diría que no se puede llegar a ser más contundente, pero… la verdad tiende a teñirse de rojo cuando nadie está dispuesto a contarla.
La verdad siempre tiene un precio y en este caso un sacrificio, uno casi justificado.
Detrás de la puerta metálica estaba un hombre sombrío, con una sencilla acción: Sostener la cabeza de Mikio tomándolo del cuello.
Entonces este desagradable hombre que llevaba una máscara blanca escupió sus palabras
—¿Te estas divirtiendo? Debiste pensarlo dos veces antes de meterte con la persona equivocada —Ladeando la cabeza— … debiste ser más “realista” y no arriesgarte tanto, Mikio.
Con esas palabras este hombre soltó otra risa casi como si gritara. El verdugo tomo su látigo y nuevamente lo embistió de tal manera que le rompió varias vértebras al unísono.
Los huesos se quebraron como madera cuando arde en el fuego.
Era repugnante ver semejante castigo. Pero lo peor ni siquiera se había asomado aún, y más estas alturas, no, todavía quedaba mucho que este hombre de máscara blanca quera “probar”.
Dicho hombre tenía una gran estatura, voz un poco rasposa y con la cara ensombrecida por esta mascara blanca que siempre permanecía limpia.
—Juguemos un poco más… ¿Quieres?
Susurro y siguió su macabro acto al compás de los gritos del pobre sujeto al que castigaba con latigazos por todo el cuerpo y no solo eso, sino que lo mantenía tiritando.
—Vamos… ¡Grita más fuerte! A nadie le importa un carajo tu vida.
Curiosamente ese grito proveniente del verdugo eran las únicas palabras en el aire.
Mikio aún con la mirada de muerto no hizo ningún quejido al recibir un impacto tras otro. Era más como golpear a un cadáver que a un ser vivo.
—Esto me está aburriendo ¿De verdad estas muerto o te estas conteniendo? ¡Responde! —Tirando su látigo a un lado— … hmmmm… ya no es divertido… o ¿Sí?
La palabra sádico se quedaría corta al tratar de describirlo y eran tantas sus ganas que casi utiliza su propio puño para romperle más esa cara tan perdida de Mikio de un solo golpe, pero cuando estaba a punto de hacerlo se abstuvo para no dejarlo muy inconsciente del todo.
—¡Esto es desesperante! —Agachando la cabeza y bajando la voz— … Oye… Oye… ¿Estás ahí?
Lugo de eso los ojos de Mikio se volvieron rojos, su garganta se cortaba y todo eso era fruto del dolor de ser casi perforado por el estómago.
—Sí que eres duro para aguantar eso sin gritar —Aplaudiendo—, pero veamos cuanto aguantas.
Y no le basto que no gritara, sino que cuando no daba signos de vida pues… lo sostenía y a la fuerza le metía la cabeza en una cubeta con agua con la intención de mantenerlo más “despierto”.
El cuerpo de Mikio estaba al borde del colapso y todavía no estaba muerto, no, estaba consciente y su demacrado rostro mostraba que algo no muy diferente a perecer… Interiormente Mikio pensaba en demasiadas cosas, incontables memorias que los tales se unieron dando como resultado ese rostro de muerto con delirios de dolor.
Mikio ahora estaba bañado en más de su propia sangre y varios huesos rotos era cuestión de tiempo para que muriese al fin. Sus ojos apenas distinguían entre la luz y la oscuridad, sus piernas y brazos no le respondían y en el limbo de su existencia dijo: No… eres… nada…
Esas palabras guardaban más sentimientos de los que había expresado en su vida. Sus labios pálidos de agonía lo dejaron salir al igual que una bala.
El verdugo ladeo su cabeza otra vez y sin pensarlo dos veces…
Lo único que se escuchó fue el quejido seco y vicioso que se guardaban celosamente de entre la boca de Mikio y el exterior y no dejaba que se escaparan, aunque pareciese imposible.
He ahí colgando a un lado yacía su brazo derecho siendo destrozado por un martillo astilloso.
Y esa fue la respuesta del verdugo a su intento de mantenerse firme que vino en forma de silencio por parte de Mikio.
El chillido de los dientes del verdugo al crujir se pudo escuchar al final de sus palabras.
—Puede que hayas sido especial, puede que no lo merezcas, puede también que seas fuerte, pero…. ¡Eso ahora no importa! ¡¿No?! Mikio tú ya no importas para Génesis o incluso para Edén.
De entre sus vestiduras el verdugo saco un cuchillo muy particular con el cual comenzó a acariciar y rozar la espalda de Mikio como si estuviese firmando su trabajo con varios cortes que a la vista parecen suaves y no es para menos, ya que lo movía como un bolígrafo en un papel muy delicado. Tanta era la dedicación a la hora de “escribir” que comenzó a sudar debido a los nervios de perforarle más la carne.
—Es mejor ser ignorante, ¿Sabes? Y no descubrir cosas que afecten a la mayoría, esa es una verdad innegable. ¿Qué pasaría si todo en lo que creas sea tasajeado por la curiosidad de otra persona? Ahora lo puedes ver con claridad, joven Mikio, puede que quieras ser diferente, pero esto es la verdadera desesperación nos hace darnos cuenta que no tenemos nada. ¿Todavía me escuchas? ¡Nadie tiene a nadie! Y por eso es que no me importa hacer este “trabajo”.
He aquí las palabras que escrutaban sus labios eran tan suaves que no parecían venir de la misma persona que lo había estado torturando hasta ahora.
—Dime Mikio ¿Te arrepientes de algo…? Seguro que sí, al final todos lo hacemos y eso introdúcelo a esa conciencia tuya. ¿Sabes el porque te lo digo? Es algo muy simple para que lo “reflexiones” un momento… Arrepentirse requiere un perdón para concretarse y es aún más “delirante” cuando este perdón no viene de ningún sitio. ¡Ja ja ja! Por más que supliques en silencio ese perdón no aparecerá de la nada, Mikio.
Entonces este verdugo se retiró de la celda dejando a este pobre sujeto inconsciente en medio de una mar de pensamientos que resonaban en su cabeza.
Las pisadas no eran más que distorsionados ecos de salpicaduras imperfectas mescladas con sórdidos olores espantosos como alucinógenos que adornaban con sus olores las paredes metálicas con decoraciones de piedra. A los alrededores sobresalían un poco un par de lámparas que emitían luces psicodélicas y estas a su vez obedecían a cada pisada de aquel hombre de mascara de cuero blanco y ojos sumamente encendidos en euforia.
Sus dedos rozaban celosamente y casi acariciaban las paredes heladas con sus suspiros de intervalos regulares.
Flexiono deliberadamente los hombros como si se quitase un peso más de encima, trono sus dedos con suma delicadeza, chasqueo la lengua y con este último acto el verdugo se sacó la máscara blanca que cubría desde el mentón hasta casi la mitad de sus ojos.
—No hace calor aquí, pero este humo es una…
Fue cuando una persona se interpuso en su camino… era una persona de aproximadamente veintiocho años de edad y también utilizaba una máscara similar, pero la diferencia era que está máscara tenía un color totalmente oscuro muy profundo que manchada por el polvo del ambiente.
Aplaudiendo sarcásticamente seguía avanzando.
Hablo primero él, el macara blanca.
—¿Terminaste de entregarla…?
Entonces el tipo con la máscara oscura se paró de frente y más parecía una confrontación que otra cosa.
—Solo tenías que matarlo… ni siquiera tú mascara blanca… ni siquiera tú puedes alargar esto por más tiempo.
—Tú no eres nadie para decirme que hacer, ahora Mikio pende de un hilo y el estado de su mente es otra cosa —Lo miró por un momento para luego crujir de nuevo sus dientes—. Y yo si lo puedo hacer.
—¡Solo tenías que matarlo! ¿Tienes idea qué hubiera pasado si alguno de “ellos” hubiera estado por aquí? —Agarrándolo de su muñeca machada de sangre.
—En primer lugar… fuiste tú el quien lo trajo… sí, en efecto, no salió como los de arriba esperaban, eso es triste… es triste que un chico ejemplar de Génesis tanga un final tal “drástico”.
El deleite de ver sufrir a una persona aún rondaba su mente con lo cual soltó unas últimas palabras… Era precisamente lo que el hombre que sostenía su máscara blanca sentía, entonces hablo para dar fin a esta conversación sin sentido.
—Cuanto más jóvenes más fuerte gritan, pero siempre existen algunas ligeras excepciones, para variar… —No le tembló nada para decir esto.
—Eres un… —Lo miró fijamente, pero parecía que era imposible decir algo más.
—¡He! Todos los somos mi “estimado” compañero de mascara negra, pero a diferencia tuya señor… yo si acepto lo que soy, no soy un perro faldero y en eso soy superior a ti. —fue tan claro que no tomó ningún reparo en marcharse.
Se jacta del placer hacer sufrir a alguien, torturar asta quebrar su mente y era repulsivo ver como jadeaba de alegría por destrozar a alguien. Por afuera era tan puro como su vestimenta, pero una vez que se quitaba su hábito se mostraba como un cruel demonio sediento de sangre.
Sin poder hacer nada, la persona con la máscara negra veía como aquel hombre de mascara blanca se marchaba. Se sentía no tan indiferente por lo que le había pasado a Mikio que había sido torturado hasta llegar a tocar los dedos helados de la muerte.
Entones aquel hombre de mascara alzo su mirada al inexistente cielo y dijo:
—No se merecía este final… pero lo echo, echo está… mascara blanca o mascara negra, todos aquí somos demonios.
Sus labios soltaron unas amargas palabras y según él ya nada se podría hacer. Apretando su puño soltó un leve suspiro, pero no pudo evitar decir una última cosa.
—Así es éste trabajo… este nuevo mundo tiene reglas he incluso algo más importante que eso, tiene un orden que no puedes eludir solo con poder…
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Fuera de esa acalorada conversación yacía convaleciente, con el rostro y el cuerpo tan pálido que casi no quedaba una pizca de vida y estando en este estado no mostraba casi ningún tipo de sentimiento sobre su rostro.
Pese al dolor, el corazón de este chico no menguaba, entonces pensó en lo más profundo de su cabeza.
No hay venganza, no hay dolor, no hay nada… ¿Por qué me toco esta vida? Ya no importa, el tiempo no se puede romper… ¿Puedes oírme Edén? No hay nada aquí que sirva del todo, Edén ¿Si quiera valió la pena? Respóndeme… No estoy enojado contigo, no tengo motivos y eso hace que me sienta triste por ti y soy yo el que siente lastima.
En su moribundo momento Mikio trato de moverse, pero su cuerpo estaba tan destrozado que apenas podía respirar. Con cada intentó de resistencia sus huesos tronaban y el dolor era tan intenso que podría destrozarle la mente a cualquier persona. Estoces de los rincones de sus ojos algo insignificante brotó y descendió recorriendo su demacrado rostro: Una lágrima, estaba llorando, pero no de dolor porque en su corazón sólo sentía impotencia… Trató de gritar para desahogarse por un momento, pero las fuerzas no le daban, trató de hablar, pero su garganta se cerraba.
—Edén…
Abrió sus ojos con la esperanza totalmente cercenada de ver la luz y lo único que encontró fue una infinita oscuridad que se extendía por todas las direcciones posibles. En su mente sus recuerdos se destruirán y se confundía por un sentimiento de frustración mezclado con desesperación de su cuerpo, pero en su interior el fuego de vida todavía ardía tratando de no apagarse y se negaba a extinguirse. Las horas pasaban y ya era de noche. Recuperando algo de su cordura exclamó en su prisión de oscuridad, pero no grito por ayuda… él sabía que nadie lo iba a ayudar.
—Perdóname Edén… lo siento… Izumi…
Su último aliento de vida, no, un grito totalmente lleno de remordimiento. Sus ojos se cerraron y su corazón comenzaba a detenerse a medida que sus lágrimas tocaban las fibras más delicadas de sus recuerdos… Ni siquiera trató de maldecir su vida, el color de sus ojos se tornaba oscuros mientras esperaban la muerte.
Todo esto era un delirio que se derrama al igual que agua en el desierto.
—Final… finalmente… ¿De esta manera?
Los sonidos de sus labios dejaban salir el deterioro y dolor que desde lo profundo comenzaba a hacerse más fuerte en su mente. Era como un ave al que le cortaron las alas y por consiguiente su canto ya nunca más sería escuchado, nunca más, ni por ningún humano y ni por ningún otro ser.
¿Quién lo podría imaginar? Por supuesto, yo y nadie más, tenía que ser. La inmortalidad es una completa basura… es solamente dolor, desesperación y deseos desesperados por la muerte. Que ridículo, que inútil, muy inútil, demasiado inútil. Es inútil querer ser Dios.
Dando una profunda respiración lleno sus pulmones con aire que se sentía muy frio, suspiro un par de veces para después ladear su cabeza vencido por un sueño y un cansancio extremo.
Quedo inconsciente, pero aún no había muerto todavía, no obstante, no era muy diferente a una muerte médica y le esperaba un destino aún peor porque por dar amor recibió odió y miseria.
—No… hay… nada…
La mente de Mikio se partió a la mitad y dejó de existir como tal para que otro tomó su lugar al igual que verse a un espejo, sí, la tortura tuvo el efecto secundario esperado por el del hombre de la máscara blanca.
—… Génesis…
Los órganos de Mikio despertaron y él no se movía, había caído en un abismo de sufrimiento que se había prolongado por varios días: Incesantes momentos de tortura y agonía que no sólo destruía su cuerpo, más ahora toda su mente lentamente fue cercenada quirúrgicamente al ser llevada más allá límite y dejado para que tuviese una miserable agonía y posterior muerte producido por la locura, tan solo quedaban lágrimas como testigos de su sufrimiento.
Y no derramaba lagrimas tan solo de dolor, lo que más le dolía no era su dolor físico.
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A todo esto, el hombre de mascara blanca emergió desde su salón de juegos personal, el cuarto de tortura, hasta un lugar remotamente diferente.
—Necesito dormir, pero ellos no me dejaran cerrar un ojo… ¿Ahora qué?
El rosario blanco que siempre llevaba consigo soltó un sonido particular y en la última cuenca se tornó de color negro dejando entre ver un mensaje.
—¿Hoy no era mi día libre? Trabajar con ustedes es un asco. Perfecto, ¿Qué paso ahora? ¡¿Me darán mi acenso?! Oh, si es de color negro, entonces será una reunión interesante.
Inmediatamente cuando lo dijo la cuenca del rosario dejo de parpadear y volvió a su color blanco, pero para este hombre significaba algo muy diferente.
—No soy el perro de nadie, pero mírenme aquí. Supongo que tendré que estar para la ocasión ¿Ahora qué diablos me pongo y que no esté cubierto de sangre?
Fue lo que dijo con un repentino cambio de actitud. Pasaron treinta minutos desde ese momento y hora este se encontraba en una habitación donde había una mesa con un maletín negro con agarrador gris. ¿Cómo llego a ese lugar? Eso no importa por ahora, únicamente… simplemente paso por un “ascensor”
Camino de frente hasta llegar a un tipo de “salón” muy discreto.
—¿Puedo suponer que esto es un acenso por mi arduo trabajo? Ustedes llegan a ser aburridos ¿Lo sabían? Llamarme por el rosario es muy “peculiar”.
El hombre que hace un instante había dejado inconsciente a Mikio, ahora estaba muy lúcido y sin ninguna mancha de sangre sobre sus vestiduras, como debe de ser para la ocasión.
—Tuve que interrumpir mi sacramento para estar a la hora.
Nuevamente se dirigió a las pantallas que surgieron frente a él.
—A todo esto, señores, puedo notar que mi efusividad no es muy grata para ustedes… el pequeño error llamado Mikio fue eliminado. Noto por su innegable silencio que ustedes “ilustres” lideres carecen del humor suficiente para entender una broma. Por favor, ahora díganme algo que no sea solo una nueva misión aburrida y lo digo enserio.
A este corpulento hombre no le importaba decir esas cosas porque él disfrutaba mucho de su trabajo y lo vivía hasta el límite, tanto que llegaba a ser intachable.
—A veces hay que ser un mal necesario, yo soy un mal enserio ¿No? Y lo reconozco.
Todavía permeancia esperando una respuesta hasta que después de dos minutos se dispuso a abrir el maletín de la mesa en frente suyo. Deslizo sus dedos con delicadeza como si acariciara el cuerpo de una dama, introdujo sus manos al interior del portafolio y con ojos confundidos pudo apreciar el curioso contenido
—¿Es enserio…? —Sintió un poco de presión en el pecho y se tambaleo.
Luego cambio su expresión debajo de aquella mascara blanca que ocultaba una macabra sonrisa de oreja a oreja, al levantar las cejas con gran facilidad para después dar un suspiro muy suave y acompañado de una ligera risa.
—Es enserio… ustedes… esto de color rojo y no es sangre, esto es… jajajajaja.
—[A su disposición, utilízalo a tu conveniencia. Informe de los efectos secundarios cuando termine.]
—Pero esta versión, no creen qué ¿Pueda funcionar? Esta droga está muy elaborada y este color es hipnótico.
—[El color no tiene importancia en esta muestra. No lo tome como un regalo, tómelo como un favor]
—Eso significa que no hay ascenso para mí.
—[Significa que estas en nuestra nómina y que como uno de máscara blanca cumplirás y te ganaras algo de libertad.]
—Ahhhhhh…. claro… —Apretando su puño— … claro señores.
—[Este sujeto de pruebas será muy bien analizado]
Termino de responderle una fuerte voz metálica que provenía de algún lugar y solo con esas palabras aquel hombre denominado como mascar blanca entendió lo que tenía que realizar y tomando el maletín se alejó del lugar mientras que sus manos temblaban aferrándose a su contenido.
—… Génesis… siempre dando órdenes a diestra y “siniestra” … jajajaja… ¿Debería tomarlo con calma o…? Hmmmmm… creo que… debería utilizar esta cosita para hacer “bailar” a Mikio.
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El Sol estaba en todo su esplendor a las afueras del mundo y en ese frío lugar se escuchaba el susurrar del silencio de la mente de Mikio y tan solo quedaban en el recuerdo el día en el que todo esto había comenzado.
No solo el día cuando el apocalipsis se decretó en el mudo, sino algo tan terrorífico como eso el mismo calibre.
Más que el susurro del silencio, lo que se escuchaba eran las pisadas del susodicho verdugo de máscara blanca atravesando la puerta de metal y está vez las cosas iban a cambiar…
—Veamos… veamos ¿Todavía estas vivo o ya te rendiste?
Y con sarcasmo se acercó para revisar si ya había muerto. Con la yema de sus dedos le tocó el cuello y oh, la sorpresa, sintió que un leve pulso palpitando como si pidiera auxilio.
—Con que… te niegas a morir… Muy bien, entonces será la misma muerte quien venga por ti. —Está vez ya no fue una mirada de odio, la forma en la que le hablaba era con un tono menos alegre que las anteriores.
Había una pequeña mesa de madera que estaba toda sucia y fue ahí donde este hombre puso y abrió el maletín revelando un frasco y una jeringa, ya ni siquiera trataba de disimular lo que estaba a punto de hacer. Era casi como si se excitara cuando ponía sus manos sobre el frasco debelando su hipnótico contenido rojo.
—Ahora veamos si con esto despiertas, ahora si puedes considerarte muy afortunado y eso no es todo —Mientras sostenía el pequeño frasco transparente— porque hay una “sorpresa” más que aguarda por ti.
Con la aguja puesta sobre sobre la tapa del frasco extrajo un viscoso líquido fosforaste rojo y con una muestra totalmente llena, tomó la inyección y se la aplicó en el ensangrentado cuello de Mikio de un solo movimiento.
—Disfruta tu último trago niño, gózalo como si no hubiera un mañana y de hecho ya no lo tienes. Ahora uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete…
No pasaron ni diez segundos que comenzó la reacción con un grito de dolor a todo pulso. La adrenalina llenaba su destrozado cuerpo de Mikio y sus ojos se abrieron como las puertas del infierno.
—¡¡Ahhhhhhh
Dolor y adrenalina fue corrompido en un sólo grito. Una cristalización completa de euforia, nada más y nada menos que eso. Inexplicablemente el cuerpo de Mikio sintió el segundo aire: Sentía como si sus músculos se quemaban, como si un rayo impactará su nuca y sin mencionar que se sentía como si su corazón se fuera a salir por la intensa cantidad de adrenalina.
Inmediatamente su verdugo le hablo dado que había recuperado la conciencia.
Sin reparo en ocultar nada y se lo dijo sin vacilar.
—Es una droga muy especial con un efecto de igual magnitud, es la mejor versión del Lázaro-K y como su nombre lo indica, puede revivir a los que mueren.
—¿Qué?
—Normalmente no haría esto, pero me has obligado a hacerlo… considérate bendecido de ser el sujeto de pruebas final de este Lázaro-K. No me mires así… los efectos son el dilema más complejo de esta droga y la mayoría o bien no la resisten o se vuelven locos cuando su organismo lo integra totalmente.
—Tú…
—Es mejor que guardes tus fuerzas, pero acá entre nos, dime, ¿Por qué pelear contra Génesis? Estoy seguro que sabes muy bien lo que “ellos” pueden hacer contigo o tus allegados, es extraño… es extraño que alguien que algo como tú, Mikio, quiera encontrar la verdad.
—Alguien como… tú no lo… entendería completamente…
—Claro que comprendo tu causa y lo comprendo el por qué. ¿Para qué arruinarles la vida a todos?
Entonces su expresión cambió de repente mostrando de nuevo una sonrisa de oreja a oreja y para este tipo era como anunciar un verdadero milagro.
—Bueno. Ahora serás comido ¡¡Vivo!! Serás colapsado por la vida y ya ¡Nunca más estarás entre nosotros! No eres una amenaza y ni la última que tenga Génesis.
Ya nada lo podía detener, era un monstruo, pero no un monstro cualquiera, lo que era la bestia conocida como ser humano y es un ser lleno de maldad que en su ignorancia quiso ser algo diferente…
Este hombre lo tomó de brazos y piernas y lo arrastró al interior de un pasadizo secreto que se encontraba debajo de la celda. Violentamente lo sujeto y lo arrojó al interior de una especie mazmorra o algo parecido, que era tan profundo que el aire apenas entraba.
—En unos momentos estarás cara a cara con una bestia del abismo. Muéstrame como conviertes tu debilidad en ira, piérdete en tus emociones y muere. Ah, casi lo olvido, ¡No te olvides de pelear!
Diciendo esto pasó a arrojar al chico al interior de un sector desconocido.
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No había voluntad, ni personalidad y sólo un montón de tiranía decidida a la destrucción y era ser de presencia tenebrosa: Su apariencia daba la impresión de ser una criatura sacada de un cuento de horror, nada más alejado de la realidad y se movía entre las sombras acechando a su presa.
Su aspecto era como la de reptil, garras de León y cabeza de dragón, al menos esa era la impresión que daba al verlo y no era exageración porque los moradores de la tierra saben muy bien de lo que son capaces estas criaturas dese tiempos inmemoriales.
Los sonidos de las pisadas de la criatura hacían estremecer cada nervio de Mikio y era sumamente abominable. Los instintos de Mikio gritaron buscando alguna salida de ese terrible final.
—Huir… Vivir… Huir… Vivir… Huir… Vivir…
Lo repetía hasta que le perdió el sentido y solo lo seguía repitiendo de forma inconsciente.
—Vivir… Vivir… Vivir…
Su mente estaba en completo trance, principalmente, porque la droga que le inyectaron hacia que su corazón latiera con mayor fuerza, por consiguiente, también su temperatura se elevaba entrando en un estado de euforia. Y su mente se seguía partiendo en pedazos, así como la temperatura iba en aumento.
Su sudor incontrolable se mezclaba con la sangre que le brotaba y no quedo solo en eso, apenas quince segundos después comenzó a temblar desde la espalda hasta los miembros.
—Ahhh… Ahh… ahhh
Su respiración se agito hasta terminar completamente de pie con ojos totalmente perdidos he indiferentes a lo que se encontraba a un par de metros por delante suyo.
Los ecos se hacían mucho más fuertes hasta que resonó en un sonido muy orgánico, pero no lo podía ver, tan solo pudo sentir cómo si la sombra de la muerte lo estuviese tocando. En esos momentos, una pregunta pasó por su entenebrecida mente: ¿Esa cosa está viva?
Aparentemente sus heridas se habían cerrado por el efecto de la droga, pero la verdad era que sólo era estimulado hasta el sobrepasar el límite físico y era ese único pensamiento anterior que lo mantenía sin cometer algún tipo de locura.
Pero…
Mikio ahora estaba tirado en el suelo con la cabeza de costado. Trató de levantarse, pero cuando sus ojos se abrieron por completo vio que sus pies no tocaban el suelo como si estuviera flotando, Mikio se sentía tan ligero como una nube en el olvido.
—¿Qué es esto?
Su difusa voz se perdía entre el eco y sin darse cuenta fue encerrado en las fauces de un ser escamo y en su mente sólo podía pensar cosas como: “No creo que este soñando… esto es real… esto es…”
Fue en ese momento cuando de los más profundo de su pecho algo se quebró y el solo sentir eso provoco que no solo su mente, sino que todo su cuerpo se enfriara tan rápido como se había calentado al inicio…
Es muy fácil chocar contra la gran pared llamada realidad y Mikio lo descubrió de una forma bastante simple: El dolor es capaz de romper la mente, pero eso no es todo.
Ahhh!!!!
Lo que sintió en su demacrada piel fue extremadamente real hasta el punto llegar a rodear lo ridículo, Mikio sentía como si todo su cuerpo fuera de hielo y era resquebrajado por completo por algo filoso.
Una y otra vez él gritaba de dolor, la saliva de esta bestia era como ácido y le quemaba la piel. Tratando desesperante de liberarse, pero su fuerza no era suficiente para evitar que la criatura cerrarse la mandíbula, sus ensangrentadas manos trataban de aguantar la presión de los afilados dientes y como era de esperar… No pudo más y finalmente no opuso resistencia y acepto amargamente su destino en un lapsus de tiempo tan pequeño como un átomo. Más que amargo, fue un tanto poético desde lo más profundo de sus pensamientos.
Se dice que cuando uno está al borde de la muerte, tu cerebro te da un «pequeño» recorrido de tus recuerdos y no es para menos, uno mismo puede verse fijamente en un espejo que le recuerda toda su vida en un sólo segundo.
Uno entre infinito.
Uno entre el vacío.
Uno entre la desesperación.
Uno entre la aceptación.
Un insignificante momento entre un mar de tiempo que lo aplasta con su inconmensurable poder.
Y de su boca salía una cosa.
—¿Finalmente… voy a… morir…?
… En su mente decía otra cosa.
Después de todo fue un tanto inútil, no quiero dejar este mundo sin por lo menos dejar un legado y ahora ya no podré hacerlo… Ser débil me hace ser fuerte… ¿Qué diablos estoy diciendo? Creí que esto pasaría en algún momento y todavía creo que estoy soñando… ¿Demasiado débil?, Hola y adiós… No… Todavía… No…. Todavía… No…
Todo era oscuridad y en lo más profundo de sus pensamientos algo semejante a una voz le hablo en profundidad. Esa voz parecía más a una parte de él mismo que se negará a dejar este mundo… por lo menos era como se sentía.
—¿Me escuchas…?
No había nada más en que reflexionar más que asomarse a mirar un poco más allá del velo de la muerte.
Entonces aconteció que Mikio cerró sus ojos con gran suavidad, con una gran carga sobre sus pupilas, y mientras era tragado en la oscuridad comenzó a escuchar de nuevo una hilarante voz y esta vez era mucho más clara.
Como ver una linterna en medio de la niebla, tratar de perseguirlo y solo para darte cuenta que fue tu imaginación…
—¿Me escuchas Mikio?
Al igual que una gota de agua que cae al interior de un inmenso mar y se pierde… como un recuerdo que se reflejaba en su mutilada conciencia, pero dicho recuerdo no le pertenecía a él y lo que vio en ese recuerdo inexistente fue: Una flor de hielo en medio de un valle de fuego, un mar transparente, un atardecer en medio de una Luna de sangre y dos personas en medio de dicho atardecer. Al terminar el recuerdo todo se rompió y lo único que quedó fue la voz que le hablo al oído con más determinación que ves anterior.
—¿Estás dispuesto a morir de esta manera?
Pero, entonces la voz no recibió una respuesta común.
Estaba siendo comido vivo por una criatura que no parece real y una misteriosa voz le habla al oído, cualquiera y le respondería lo mismo.
—Cállate… cállate…
—Eres un idiota que acepta su destino y aún no hace nada para impedirlo. —Esta vez se mostró con la mitad de la cara cubierta de negro, pero no se le pudo ver el rostro.
—Por favor… déjame en paz.
Con aflicción en su alma, dolor en su cuerpo y desesperación en su mente… Mikio le respondió de esa manera… y viendo la muerte cara a cara simplemente agachó la cabeza abandonando este mundo tratando de no cargar con algún pesar, lo cual era imposible.
Su voz se extingue en el dolor, sin más que perder la conciencia, y en unos segundos su cuerpo se derritió entre los ácidos estomacales de la criatura…
Por dar el más puro amor recibió el odio más cruel… y existen cosas que jamás saldrán como uno espera y aun así lo quieres intentar una y otra vez hasta el infinito.
Existen palabras que no podemos borrar de nuestros labios…
Existen cosas que tampoco podemos explicar con palabras…
Y existen cosas que residen incluso de una simple oración o clamor por piedad, por perdón o tal vez por amor.
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Un limbo donde la realidad se pierde, el tiempo se congela, las acciones vuelan y las emociones simplemente desaparecen… es una vida donde te sofocan y te destruyen, te derrumbas por la culpa y te callas por no saber que decir o responder, ¿Qué es la vida?
Es un lugar separado de todo lo que conocemos como la realidad de la vida, no parece tener forma y al mismo tiempo toma la forma de cualquier cosa porque está en todos y en todas direcciones.
Ahora… ¿Comenzamos de nuevo?
¿Dónde…?
En un lugar semejante a un mar de infinita oscuridad. Un plano inconmensurable que era tan limpio como el cristal, pero tan oscuro como el azabache y que a la vez era tan profundo como un abismo y era la definición más cercana a lo que se puede apreciar a simple vista.
¿Qué es esto?
Mikio se sentía muy ligero y daba la sensación de no sentir su propio peso. Este no era su fin, un gran silencio llenaba todo ese lugar, porque casi nadie puede afirmar lo que existe cuando pasas a través del velo de la muerte. La existencia es un concepto que sólo se puede aplicar si existe otra existencia que lo confirmé ¿Si estás completamente sólo cómo puedes afirmar que existes?
Estoy muerto…
Muerto o no su espíritu estaba hecho prisionero en los rincones de su cabeza. A lo lejos se podía apreciar una tenue luz que parpadea y que de cierta manera lo estaba llamando.
Mikio se encontraba flotando en aquel mar de infinita oscuridad y ni siquiera trataba de moverse, solo se encontraba ahí, solo se encontraba flotando como un pedazo de madera.
¿Qué significa esto?
—No se siente nada, hace un instante…
Múltiples dolores de cabeza le asolaron cuando soltó esas palabras. Sus ojos divisaron que este sitio se salía de toda regla y sin darse cuenta levanto su brazo derecho como si tratara de sujetar ese extraño cielo vacío.
—Aquello que llamas la libertad no es tan simple, no es normal… solo es dulce como la miel y agrio como todo lo efímero.
Para Mikio decir aquellas palabras carecían del peso para sostener su significado y aun con eso en mente no le busco problema, lo dijo como forma de revelar que no estaba del todo muerto.
—¿Es aquí donde lo eterno desaparece?
Todavía permanecía con la mano levantada hasta que la punta su dedo índice se escurrió unas gotas de agua muy brillantes que al momento de tocar su rostro cambiaron de color para luego volver de nuevo al mar de infinita oscuridad.
—Se siente frio…
Sus ojos se humedecieron dejándolos color rojo como si hubiera llorado por horas.
—Tuve un final trágico, fui devorado por una raza no terrestre.
El hecho de recordar eso no le causo un impacto fuerte en su mente, del dolor le era indiferente ya que sentía que en ese momento todo le sabia frio. Ya no es como antes y en ese único momento se quedó dormido entre fragmentos de su cuerpo que se sumergían con rapidez en las profundidades de aquellas aguas inciertas.
Lentamente era arrastrado hacia abajo y no había contemplación de ningún tipo.
Sumergirse era más como un arrullo nocturno repleto de suavidad.
—Calidez…
Y cuando por fin toco fondo fue inmediatamente presionado a salir a la superficie siendo extirpado hasta el punto en el que el mundo que lo rodeaba se torció hasta quebrar el propio lugar.
Para Mikio todo esto era como presenciar una puesta de sol o un crespúsculo helado.
No había una mano que lo sostuviese, sino que como si fueran las manos del infierno lo levantaban como si fuese un sacrificio de viva carne y sangre.
No había gritos ni dolor en todo lo alto, no había más que la figura de Mikio siendo elevada por innumerables manos relucientes.
—No hay perdón más que el de uno mismo y el de los demás… no hay deseo ni amor porque son opuestos… no hay día sin noche… no hay muerte sin vida… hay un todo si hay una nada… y no hay amor si no hay dolor…
No era que Mikio estuviese disipando la oscuridad que rodeaba su mente, era como si las mismas sombras de sus recursos se movieran por voluntad propia impulsadas por el pecado que representa a la raza humana.
Y sin que él se diera cuenta ya estaba parado en las orillas de un pedazo de tierra rodeado por innumerables diamantes que brillaban de forma hermosa.
Lo que se conoce como realidad pierde totalmente el sentido, este es un lugar que alberga el vacío y se come por la eternidad al infinito.
Esa… luz.
Nuevamente de un momento a otro. Mikio pasó a estar parado en frente de algo… y eran unas gigantescas puertas de piedra que aparecieron ante su presencia y había dos tallados a cada lado de la puerta que representaba a seres muy opuestos entre si.
Después de prácticamente morir, su espíritu se había quebrantado hasta el punto en el que apenas recordaba su propia existencia, pero eso aquí no importaba.
—Un demonio y un ángel…
Sí, esas eran las figuras talladas en aquellas puertas de piedra y estos dichos demonio y ángel era la forma más simple de definirlas como dos seres de formas, rasgos y posiciones diferentes.
Su mente permanecía en calma y aun así vinieron a su mente imágenes estáticas de seres que aniquilaban el mundo entre gritos de desesperación de la gente, los sonidos perforaron sus oídos hasta llegar a tapárselos.
—Eso ya no tiene sentido, de ninguna manera, yo… yo… yo… soy muchas cosas… este mundo es antes del apocalipsis… esto es…
Y ante su sordidita y hueca mirada también podía discernir entre aquellos ambos seres tallados en piedra como si una batalla se librara ante sus ojos que no son físicos: El que llevaba la apariencia de ángel llevaba una estrella roja en la mano derecha y el otro que se asemejaba a un demonio poseía una llave dorada en la mano izquierda, como si protegieron celosamente estos objetos del otro. Las puertas eran de piedra, pero emitían un gran resplandor entre negro, azul, rojo, violeta y blanco.
Ambas figuras brillaban a su manera y en medio yacía la puerta dejando entre ver una luz en la parte de atrás.
—Horror…
Era lo único en la que se parecían ambas figuras, horror, sus expresiones talladas con horror mutuo eran indescifrables hacia lo que se encontraba en medio de ellos y lo que había no era más que un espejo.
Más allá de todos esos gritos en su cabeza había algo casi tan fuerte, surgió un pensamiento que cabía en esa circunstancia.
Es hermoso…
Después de tener una muerte horrible, la forma en la que percibía todo a su alrededor era entre asombro y horror.
Redundante de todo eso había algo que sin duda era extraño… y era su propio reflejó lo estaba mirando con ojos tan azules como el mar, llenos de paz a pesar
Mikio lo miro directamente enganchado por aquella figura tan palida que a pesar de estar encadenado se encontraba muy sereno: Su expresión mostraba una tristeza y soledad muy fuerte, pero en sus ojos daba un suave mensaje.
—Finalmente estas aquí… te esperé por mucho tiempo… y … gracias por venir… Mikio…
Dijo aquel reflejo en el espejo y con esto la mente de Mikio volvió a la normalidad y se sorprendió hasta el punto de quedar totalmente atónito.
—¿Quién…?
Apenas esto estaba comenzando, era precisamente la misma voz que había escuchado antes, ahora esa voz mostró su rostro y lo que vino después fue a sí mismo. Entonces fue Mikio quien hablo primero a su reflejo.
—¿Quién eres? Y ¿Por qué te escuche antes?
—Que me hayas escuchado antes ya es prueba de eso, es la prueba que yo no soy nadie más que tú.
—¿Yo? ¿A qué te refieres? ¿Qué es todo esto?
—Si te refieres a “esto” como un lugar entonces no estás en ningún lado. Siéntete libre de pensar como quieras… y en lo que a mí respecta si es tas muerto y al mismo tiempo no lo estas…
—… Este lugar no es cielo ni el infierno… si no eres más que una ilusión dime qué quieres.
—Entonces ¿Cómo te imaginas el cielo? O tal vez ¿Cómo te imaginas el infiero?
Esa era más que una mera pregunta aleatoria, un poco simbólica o metaforiza quizá o talvez una forma de desviar la conversación.
Para Mikio esto resultaba más trivial que el hecho de estar en una amena conversación su propio reflejo.
—No lo sé… no lo sé… nunca me magine si quiera un paraíso tan grande.
—Como te dije no estas ni vivo ni muerto, digamos que estas en ambos lados a menos que alguien habrá la caja “observe” para comprobar.
—¿Me estás diciendo que esto es una “superposición”?
—Puede ser como también puede que no. Lo que vale la pena es que estas aquí y ahora… lo que me llega a lo siguiente: Todo comienzo tiene un final y parece que tú hallaste un final muy desastroso, ser devorado vivo no es divertido ¿Verdad?
—Estas muy calmado para decir eso… Para estar encadenado sabes muchas cosas.
—Estar encadenado no significa que no pueda imaginar, ¿Sabes? El tiempo puede tratarte de formas impresionantes dependiendo de cómo lo uses. Esto por ejemplo es una “inflexión”, es la inflexión del deseo o tal vez la inflexión de la crueldad.
—Así que es un punto de no retorno donde una respuesta puede cambiarlo todo ¿No?
—Interesante respuesta viniendo de alguien que debería estar muerto.
—No lo sé, pero desde hace unos instantes no me siento del todo muerto… es como si mi conciencia comenzara a desaparecer.
—Ya me lo temía… escúchame muy buen Mikio, no deberías estar hablando conmigo ósea tú y… es por eso que “abandonaste” tu vida.
Si una palabra puede hacer que la gente cambie entonces la palabra abandonar es todo lo contario y principalmente fue eso lo que desencadeno a Mikio una nueva serie de estrangulaciones en su mente y con su voz mucho más plana aparto la mirada y observo a aquellas figuras talladas en piedra.
—Yo… no… he… abandonado… mi… vida…
No había vacilación en esa afirmación, no había rencor ni dolor, tampoco amor o alegría y ni mucho menos algún tipo de reproche.
—Yo Mikio no soy… un…
—¡Oye!
—¿Qué fue lo que… paso?
—Es mejor no soñar despierto frente a estas puertas
—No sé por qué, pero… siento que mi cuerpo se deshace a cda segundo que hablo contigo ¿Por qué pasa eso?
—Simple… eso es porque yo soy tú y no puede haber ambos tú en un mismo espacio, soy el tú que conoce el sufrimiento e iniquidad del hombre… busca en esos recuerdos y encontrarás una forma de escapar y no terminar como yo… el camino sólo termina si uno quiere que terminé. O eso es lo que diría un sabio para sonar más creíble.
—Sufrimiento. Si se supone que eres yo, entonces ya me conoces lo suficiente.
—Tú lo has dicho, pero eso se puede cambiar si tú lo quieres. Como te dije antes, este no es el cielo ni el infierno o como ustedes los denominan el “después de la muerte” … el lugar en donde estamos es una región separada de todo lo anterior y aquí las cosas se pierden con mucha facilidad.
Concluyo el reflejo en el espejo con una mirada penetrante y desoladora
Ahora las cadenas que lo sujetaban se comenzaban al mover al interior del espejo y en un abrir y cerrar de ojos el reflejo desapareció.
Todo fue tan repentino que Mikio instintivamente giro la cabeza un poco a la izquierda y lo que vino a él fue esa fantasmal voz plutónica que le susurraba al oído como si fue el viento:
—El aquí y el ahora no es más que un gran conjunto de coincidencias, escucha con mucha atención humano Mikio… yo sé muy bien porque te muestras indiferente y también conozco lo que no sabes sobre “ellos”, ¿Entiendes?, me refiero a “ellos” … no olvides eso
—Te refieres a…
—No digas nada más, quédate en silencio y piensa con mucho cuidado ¿Qué me dirías si te digo que este no es tu final absoluto?
—Diría que es una locura.
—Locura es que estés hablando conmigo. No puedes confiar en nadie, eso lo que piensas, pero aquí tienes una decisión que no podrás rechazar, después de todo tú quisiste estar aquí. ¿Ahora recuerdas? Hace un instante estabas en medio de un mar infinito y ahora te encuentras aquí, tú viniste directo a mí. ¿Necesitas más pruebas aparte de eso?
—Entonces dime tu deseo sin darle tantas vueltas.
—Hmmmmm… Sería difícil de explicar, pero ¿La razón y el porqué de las cosas?, lo único que puedo decir es: NO CREAS EN NADA DE LO QUE CREAS Y CREE EN LO QUE NO QUIERAS CREER, ESA ES LA VERDAD IRREFUTABLE DEL MUNDO. La verdad no siempre te hará feliz, y la verdad es algo que tiene un precio.
Después escuchar estas entonaciones de sus lúgubres labios, Mikio solo se quedó en silencio como si esa fuera una pregunta más, después de todo, estaba en una extraña conversación con su reflejo como fantasma en el oído. Mikio puso sus manos en su cara y se puso a meditar en la última frase que le dijo.
Esto no era trascendental ni intrascendental, esto era un total intento de epifanía color cielo.
—Tiene sentido «la verdad es algo en lo que no quiero creer» es inútil y al mismo tiempo… horrible, si todo tiene un motivo, entonces ¿Cuál es mi motivo? Pensaba que lo sabía y al final no supe que hacer. Me quede solo. —Alzando su mano derecha como si tocase el cielo negro y con una lagrima que caía al suelo.
—Esa es la verdad que sale de tu corazón… tu vida es tuya y con la ayuda del conocimiento puedes hacer mucho más que eso. No hay lugar para más errores en este mundo y con eso te ofrezco un intercambio perfecto.
—¿Y qué es tan valioso que pueda cambiar las cosas solo con intercambiarlas? —Bajando su mano y recogiendo la lagrima de su mentón.
—Me sorprende que a estas alturas no lo hayas descifrado como siempre lo has hecho. Lo valioso es tu vida, pero como estas aquí eso ya perdió su valor, aunque también hay otra con el mismo peso que puede servir.
—¿Qué es tan valioso como la vida?
—… Alma, cuerpo, mente, espíritu y lo que interesa es la impronta sobre tu alma y hablo de tus recuerdos. Tus recuerdos son algo así como tu testigo que exististe en este mundo. Al devorar tus recuerdos tu alma queda prácticamente libre y con eso la vida puede volver a florecer. Ese es el intercambio perfecto.
—Si mis recuerdos se van, entonces no quedara nada de mí. No habrá nada más que un cuerpo vacío.
—El alma no puede morir realmente y solamente duerme para siempre.
—No preguntare de dónde vienes, pero si verdaderamente eres yo ya sabes mi respuesta.
—Es un trato y ahora no pierdas de vista el infinito horizonte detrás de esas puertas. Es tiempo de volver a despertar, Mikio.
Mikio tenía su mente en blanco, observó el suelo esperando alguna respuesta y solo pudo presenciar un gran abismo que se extendía desde la punta de sus pies y a pesar de estar absorto no lo mostraba en su semblante, pero al final no dudo en apostar por una opción. A continuación, Mikio extendió su muñeca como si señálese.
—Despierta… Mikio…
Inmediatamente cuando escucho eso él se encontraba señalando al espejo con su reflejo ahí como si nada hubiera pasado.
Entonces
Extendieron sus dedos índices y se señalaron mutuamente.
Lo que ocurrió fue que ambos acercaron y fue así como dos realidades se encontraban en completa armonía.
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La vida imagen de lo que significa ser un humano, un ser que puede alcanzar el infinito, ser alguien semejante a Dios y a la vez ser menos nada. El conocimiento te da el poder y el poder te da conocimiento. En fin, todo eso choco en esa única acción.
De nuevo y está vez sin esperar respuesta alguna. Mikio le habló de nuevo a su reflejo con un tono más suave y directo.
—Creer o no creer es cosa del pasado.
—Tú lo has dicho… nosotros lo hemos dicho y hecho. Tendrás un despertar muy caótico y lleno de dolor.
Al instante que sus dedos se acercaban, un estruendoso sonido rompió violentamente el perpetuo silencio del lugar. Las gigantescas puertas de piedra comenzaron a abrirse y las dos grandes figuras que se encontraban a los lados comenzaron a brillar muy intensamente entre un abismo de colores y formas abstractas.
El reflejo extendió las cadenas que lo mantenían prisionero y le dijo algo mientras que todo al rededor comenzó a moverse y desplazarse por rumbos desconocidos.
—¿Es lo que querías? ¿Es lo que tu corazón anhelaba?
—Como ser humano no tengo la menor idea, pero hasta este punto he comenzado a dudar sobre mi propia humanidad. En unos pocos momentos he podido comprender más estando aquí que en cualquier otro lugar de mi vida, es una sensación muy “pacifica”.
—… Una vez que cruces por la puerta tendrás que luchar física y mentalmente para escapar de los te todo aquello que sea irreal. Los recuerdos que componen tu vida serán exiliados a medida que salgas de aquí y solo quedara una vida en blanco, pero eso no quiere decir que serás inocente.
—Nunca he sido inocente y eso ya no importa. Solo un tonto confiaría ciegamente en alguien que apenas conoce, solo un tonto, solo un vil tonto…
—Cruza de una vez y no olvides esto: LOS HUMANOS SON SOLO COPIAS DE LOS DIOSES… Ten cuidado con los Entes que pueden tan humanos como tú, quizá más peligrosos, pero tal talvez esto solo será como un mal sueño. Además…
El espejo de plata fue roto en muchos pedazos que cayeron al suelo. Sin perder el tiempo, Mikio, dio el primer paso para confrontar un incierto destino por detrás de aquellas puertas mientras todo detrás suyo era completamente destruido y devorado por aquel mar de infinita oscuridad que asolaba todo.
—Detrás de ésta puerta… se esconde algo siniestro. Ya no hay arrepentimiento.
Corrió a gran velocidad hacía la luz y tan pronto como las puertas se abrieron lo cruzó dejando este mundo atrás y el lugar donde había estado se comenzó a romper y de entre los pedazos del espejo de plata surgió un miasma que lo congeló todo.
—Espero que no hayas olvidado tu propio nombre, yo, quiero decir. La Estrella de la Mañana, Mikio, aunque es muy pronto para decirlo. Este lugar se destruirá en breve, ¿Ahora qué hago? Creo que debería ir por fin por una de las tablas y esta vez GENESIS no se me interpondrá en mi camino
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