EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 42
El carcelero se impulsó a una velocidad inhumana y un parpadeo ya estaba a un palmo de Sheila, acortado por un golpe descendente de la diestra que atasajó al aire, eludido al hacerse a un lado.
—¡¡Basta!!
Gruñó Sheila y bloqueó con brazos cruzados otro golpe, aun si no quería hacerlo debía llegar al embrión. Pegó un gancho convertido en garra a la mandíbula que jaló la cara de Ardrak hacía atrás, siguió lanzando golpes al mismo punto a toda potencia pegando brincos con tal de llegar a la altura de ese hombre en una mezcla de angustia y colera.
En cada choque conectado Sheila rogaba que fuese último, que la imagen del padre se distorsione en una monstruosidad deforme totalmente distinta y arranque el dolor que resentía al agredirlo. Internamente se decía que aquel no era quien aparentaba, nunca sería capaz de herirla y ella tampoco podría, este combate forzoso se veía como la prueba de eso, una que la atormentaba a cada segundo que seguía el transcurso.
El ultimo puñetazo se frenó al ser capturado por el antebrazo, quedando cara a cara. Ardrak reprobaba en frialdad toda acción observándola por debajo borboteando una gota de sangre de la nariz, y Sheila se quedó pasmada, incapaz de volver a levantar una mano.
—No quiero…. —No completó la frase tras ser vapuleada en una lluvia de golpes, los cuales no dieron oportunidad alguna de poder mantener una defensa estable.
Ardrak la acabó de derribar por un doble golpe de martillazo en caída libre que acabó por romper los brazos cruzados de Sheila, hincándola en una plataforma agrietada por la energía liberada, y las roturas se extendieron abarcando gran parte del suelo en un corte sismo levantando escombros y polvo amenazando por desmoronar la estructura.
—Entonces márchate… —La alejó de una patada de impulso en el estómago, acabando por sacar todo el aire de los pulmones—. No hay nada para ti en este lugar… únicamente dolor… y si eres incapaz de comprenderlo… ¡entonces por primera vez voy a castigarte de verdad!
Las manos de Ardrak brillaron en esferas doradas expulsó un proyectil flamígero, una luz tan caliente y deslumbrante que sacó a Sheila del filo de la inconciencia alzándola tambaleante. A sabiendas de que no podría esquivarlo manifestó su magia en ambas manos y disparó su propio poder más como una barrera que como un ataque con el que podía competir.
Usando toda su fuerza brazos y piernas se volvieron en las de un dragón, y de a poco disminuyó la potencia del ataque, dispersando su energía en ascuas. Al estar a un nivel que ella pudiese manejar abrió los brazos de un jalón hasta la altura de sus hombros y dividió la flama, mandándolas lejos. No pudo aguantar más, y cayó hincada justo a los pies de su padre quien se acercó viéndola por debajo nuevamente en un parpadeo.
—¿Por qué haces esto?
Preguntó en aliento entrecortado, y el único ojo que no estaba hinchado se abrió al descubrir las lágrimas de Ardrak en un rostro que mezclaba la furia con la melancolía, ojos de alguien que sufría por cada daño conectado.
—Te amo… ese la simple razón.
No hubo otro golpe, se le quedó mirando a la espera de un próximo movimiento de su hija, quien quedó sin palabras bajó el rostro moreteado de carnes inflamadas sin saber que debía hacer. Un nuevo recuerdo caló en su mente; la frase que alguna vez el guardián carmesí mencionó.
«Un verdadero guerrero procura pensar durante el combate. Siempre date a la idea de que tu oponente es más fuerte que tú.»
Esas palabras que no pudo apreciar en su momento, llegaron a ella como una flecha a su corazón, cargadas con la memoria de las peleas del contrato en las que vio a Drake vencer al avatar de Frenyr, y después la venció a ella cuando perdió el control. En su mente, surgió una revelación por lo dicho de la boca de Moira, todo estaba en su mente y ella podía controlarlo de una forma u otra.
—Eso diría mi papá… un recuerdo de él… —Apoyada en las rodillas se alzó con dificultades, y Ardrak se puso tenso a punto de ir a la carga, interrumpida ante una mano de Sheila que pidió pausa—. Dices querer protegerme… ¿de qué?
—De una memoria que no debes enfrentar. —Culminó en una frialdad quebradiza, la de un padre sobreprotector—. No estás lista. Quería que vivieras una vida tranquila y feliz lejos de la sangre.
—Si eres parte de mi… entonces lo sabes. —Sheila por primera vez en su vida, decide usar la cabeza antes que los puños—. Estoy peleando una guerra… una en la que probablemente no sobreviva de no tener el poder del dragón al máximo… de no dejarme pasar entonces si moriré… y estarías faltando de verdad a tu programación. Mis aliados cuentan conmigo… prefiero morir con mis alas que vivir sin ellas. No puedo huir de mis problemas y hacer como que estos no existen. Si eso me evita avanzar… lo confrontaré.
No hubo respuesta inmediata, simplemente se hizo a un lado y permitió el avance. Dubitativa Sheila siguió caminando sin quitarle los ojos de encima, avanzando hasta que descubrió una especie de espejo en el centro del huevo.
—¿No te importa cargar con eso por el resto de tu vida? —Ardrak hizo un último esfuerzo por detenerla.
—Obsérvame… —Sheila encaró el espejo y no vio su reflejo si no el del dragón, al tocarlo un haz de memorias llegó a ella, en imágenes desgarradores que le ocasionaron un potente alarido de horror.
Lo que veía era la ciudad llamada «El acero» un condado bajo el cuidado de la familia Nemea. Años atrás quedó envuelta en las flamas de una enorme criatura negra, un dragón de cuatro patas que no poseía escamas, estaba compuesto de una húmeda materia biomecánica. En la larga cabeza serpentina un único ojo amarillento del que desprendía un resplandor quemante y las fauces se abría en una enrome cresta en múltiples dientes.
Una bestia de laboratorio creada por un gremio clandestino de brujos supervivientes de la guerra civil del lado del que seguía a la nobleza, utilizando los fondos de los mismos, y los restos de un dragón y un abismal, un hibrido oscuro capaz de borrar ciudades enteras. Iban a usarlo como un prototipo de arma biológica, y vender la ecuación de su código genético a grupos guerrilleros a lo largo del mundo. El campo de prueba tomó una ciudad de Trisary, declarando una venganza por la derrota pasada.
Únicamente Ardrak pudo ponerle un alto al transformarse en dragón, que en media pelea fue sometido por la abominación y le arrancó las dos alas de un tirón. Ese acontecimiento quedó gravado en la mente de Sheila transformado en dragón, al estar presente tras escapar de los refugios de civiles.
Como todo berrinche siguió a su papá por sus propios medios colándose en transportes, al escuchar que ese gremio estaba contactando con dragones, todo resultó ser una mentira que tapaba el experimento y pretendían tomar a Ardrak como un próximo espécimen.
No tardaron en descubrirla el equipo enviado por el primario, y la ocultaron en un refugio en la invasión, del cual huyó convertida en dragón pensando que podría prestarle ayuda a su padre, con tal de probar de lo que sería capaz, tan solo para ver esa horrida imagen.
El resto fue difuso, lo último que supo fue que del hibrido no quedó nada, y de Ardrak encontraron sus alas y la mano mutilada. Sheila no recordó haber escapado del refugio, despertó en una cama de hospital al ser encontrada por Rafael, quien se volvería su protector por las leyes del niño destinado.
La visión y el lado animal del dragón bloqueó el trauma de ser testigo de la mutilación, sin saber que su capacidad de manifestar ese poder quedaría comprometida. Nadie nunca se atrevió a decirle nada, únicamente se quedó inmersa en el dolor durante el funeral de cremación y continuó con su vida con la meta de encontrar otros dragones.
—¡Lo recuerdo! ¡L-lo recuerdo todo! —Sheila cayó de rodillas con las manos apoyadas en el embrión y lágrimas brotaron a cantaros en ojos enrojecidos, golpeada por la impotencia y una agonía infinita—. Papá… —Sintió como alguien la abrazaba por la espalda, era Ardrak y rápidamente los dos se pegaron en consuelo mutuo.
—Lamento que hayas tenido que ver eso. —Ardrak acarició el rostro limpiando las lágrimas con los dedos al mirarse fijamente—. Perdona que no cumpliera mi promesa de permanecer contigo los próximos siglos.
—¡Y yo por ser una mierda de hija! —vociferó a todo pulmón. Ya no podía guardárselo, el orgullo se esfumó y sentimientos que se guardaron bajo llave en el corazón salieron a luz en suma potencia—. Te ocasioné muchos problemas… ¡A todos!
—Quizás solo sea un recuerdo… —Pegó la frente de Sheila sobre el pecho—, pero si en mi hay algo del verdadero Ardrak… él te amó como nada en el mundo… mi princesa. —Una luz blanca surgió del huevo al eclosionar, abierto en cuatro partes cual flor deslumbrando en una estrella que devoró todo el plano onírico.
En la ruptura Moira hizo mantuvo la conexión unos segundos, con tal de mantener estable el viaje de regreso de las onironautas y por un breve instante las tres se conectaron completamente entre si en lo que María advirtió, al plano astral completo, fuera de los limites de lo permitido de la mente.
En el blanco absoluto Sheila vio a V de espaldas, y al tocarla del hombro una serie de visiones llegaron a ella. Un mundo de pura roca volcánica, cielos de nubarrones pétreos y la sangre ardiente del mundo brotaba de volcanes que se veían en demasía tal cual montañas, surgían de las profundades jurásicos ciegos de cuerpos abotargados, adaptados al ambiente extremo.
Ese sueño se cambió por imágenes de dragones de escamas grises volando en distintas locaciones de ambientes extremos. Volcanes, sumergidos en el océano, en montañas nevadas, bajo tierra, en el las mismas nubes y muchos otros que Sheila no pudo descifrar, eran demasiados e iban pasando a toda velocidad en los que esos dragones se adaptaban a los lugares donde residían, tomando sus elementos en una evolución de cientos de años.
Siempre adaptándose en una evolución constante con tal de sobrevivir, ser el depredador máximo en la confrontación de monstruos que los superaban en tamaño. En cada batalla se volvían más fuertes, envejecían lentamente y en la edad no los debilitaba.
En una de las visiones un dragón se detuvo en las alturas, en los que detectó en medio del bosque a un grupo de humanos de los tiempos prehistóricos, vestidos en pieles y armados con lanzas. La criatura los escaneó detenidamente y descendió en los bosques tomando una forma femenina, en la que podía mezclarse.
El paisaje volvió a cambiar por una ajeno a la existencia de Grishland, un campo abierto en el que la hierba era grisácea, y el cielo verde en las que se veían islas flotando en las nubes, sosteniendo ciudades y pirámides en las que sobrevolaban dragones. En el siguiente cambio se mostraba a un grupo de dragones en forma humana vestidos en pieles de animales, juntos atemorizados ante una distorsión en el espacio y el tiempo en un espiral de un de un color aceitoso nunca antes visto.
En el instante que el líder del grupo tocó la grieta esa memoria se distorsionó en caos. Cientos de dragones voladores rugían al avizorar de nuevo esas grietas en el firmamento oscurecidos, de las que emergieron entes mecánicos, naves nunca antes vistas por Sheila en el pasado. Superaban en tecnología a cualquier cosa que llegó a atestiguar, y venían de un lugar desconocido. Una tierra lejana.
…
—Se terminó… —En el mundo real Moira se levantó en un crujir de huesos, cansada por retornar en ese cuerpo decrepito de mutaciones fallidas.
—¿Lo logramos? —V quitó la tapa de la capsula, cubierta en escarcha al romper el hielo que alguna vez fue agua.
—Díselo a ella… —Moira apuntó a la otra capsula cuya tapa salió volando de una patada, y de una espesa nube de vapor emergió Sheila apoyada de los bordes en manos temblorosas. Un aura escarlata la cubría, y en una faz de angustia mezclada con rabia, más no había grieta en su determinación.
—¿Qué es lo que sigue? —exigió entre dientes.
….
Llevaron a Sheila a una habitación sostenida por pilares, en medio de un círculo de hechizos pintado en sal salpicado en la sangre de Alsajiri, V y Moira. Las dos hechiceras estaban sentadas a los dados del ritual, recitando canticos bajo neblinas aromáticas de difusores.
Un botón se accionó y a varios metros encima de sus cabezas, una tapa de piedra se apartó movido dejando entrar la luz del exterior. No de la ciudad subterránea, era claramente el sol que bañaba el circulo de sal en donde estaba parada Sheila.
—Para el despertar completo… se necesita de un dragón adulto como apoyo… —V se acercó a Sheila, ambas con las armaduras puestas—. Este pentagrama ayudará a conectarnos con el plano astral una vez más… lo que nos facilitará este ritual.
—¿Qué tengo que hacer?
—Concentra toda tu energía cambiante en la espalda… evitando transformarte lo más que puedas… yo te ayudaré a regularla —explicó V al colocar la mano sobre la cabeza de Sheila—. Ten mucho cuidado, puedes distribuirla de forma uniforme en brazos y piernas.
—De fallar, podría perder el control de su energía y explotar o perder el control de su ser y enloquecer… —Sheila protestó en un ápice de duda.
—Si acabas transformándote o veo que estás a punto de hacerlo… te mataré. —V no parecía bromear, tenía el puño cerrado listo apuntando al corazón—. Destruirías no solo el local de Moira… te llevarías la ciudad subterránea y una fracción de Griffia con el mero cambio… quien sabe lo que podrías hacer después… ¿Estás segura de correr el riesgo y de las consecuencias de tener éxito o no?
—Te lo dije antes… —Aclarada la cuestión no le quedaba alternativa más que seguir, no podía echarse para atrás—. Estoy dispuesta a todo.
Con los ojos cerrados, en el rostro de Sheila impreso una faz de esfuerzo y liberó una tenue aura escarlata que elevaba su fuerza de a poco, convirtiéndose en una llamarada violenta, pero trataba de controlar la potencia al filo de su transformación y su piel se tornó en escamas.
Este era, en definitiva, su peor intento de controlar el poder infernal que yacía en su interior; comparable una bestia encadenada a punto de romper sus ataduras, encolerizada como nunca antes tras lo vivido en el plano onírico.
Sheila ya controlaba su cuerpo a voluntad, no necesitando pasar de una forma a otra y cambiando determinadas partes, según prefería. Apretó la mandíbula con firmeza y contuvo el aliento lo más que pudiese, estabilizando el flujo de su energía en su cuerpo y enfocó gran parte en sus extremidades, no liberándola toda de golpe, buscando un equilibrio entre ira y calma. El aura subió en temperatura, cocinándola a fuego lento, como si estuviese sobre brasas ardientes.
Un grito de dolor se reprimió en la garganta, escuchaba el estruendoso sonido del vidrio desquebrajándose en su cerebro, como si algo en su interior hubiese explotado. Los músculos de las extremidades latían a punto de desgarrarse y huesos agrietados lentamente ante la desbordante presión mágica. Quemaba carnes que titilaban entre las escamas y la piel humana de venas marcadas. La melena escarlata se levantaba, ondeando sus cabellos como una flama enfurecida, y la lámina de la espalda temblaba, rechinando al descender y bajar pocos centímetros sin llegar al límite inferior.
No podía contenerlo por mucho más tiempo; su corazón estaba por explotar en un bamboleo descontrolado. El dragón interno seguía indomable desgarrando las carnes de un organismo cercano derrotada. Cerró los puños con toda su voluntad, aferrada a que su mente no sea arrastrada hacia la nada. No se detenía. Continuaba el ritual a pesar de que el dolor la hacía flaquear, bombardeándola en miles de dudas.
—¡¡Ah!! ¡No puedo! —Se quebró en ojos completamente amarillos. Sangre escurría de una de sus fosas nasales en consecuencia del estrés sometido. El dolor y el miedo la arrojaban a la inseguridad, sintiéndose indigna de su propio poder.
—¡Si! ¡¡Si puedes!! —V no soltaba la cabeza de Sheila. La mano pálida comenzaba ennegrecerse, la piel se levantaba quemada por esa aura y aun así no aflojaba el agarre aguantando la tortura quemante—. ¡Nunca te has rendido y no comenzarás hacerlo ahora!
Sheila rompió sus límites en un grito ensordecedor al desatar una luz que surge de lo más profundo de su interior, envuelta en pura fuerza de voluntad, la lámina descendió de golpe zafándose de la armadura en un lamento chirriante, de las escapulas se amacizaron tumores de crecimiento acelerado.
Explotaron en un doble torrente de sangre negra al liberar corrientes de flamas que se solidificaron en un brillo precioso de colores naranja y escarlata. Desprendían torrenciales ascuas que revoloteaban alumbrando el cuarto y provocó barreras mágicas de los hechiceros aliados, ante oleadas de vertiginosas ondas calientes que venían en oleadas.
De un salto Sheila saltó tumbando al suelo a V, dejada atrás y únicamente pudo ver como el aura escarlata se elevó atravesando el agujero del exterior en un feroz rugido de dragón que hizo eco por toda la cámara.
—Lo hizo… —V río acostada en el suelo en la mano humeante, quemada en heridas de las que necesitaban atención medica inmediata. No le importaba en lo más mínimo, únicamente tuvo los ojos puestos en el despertar del dragón rojo.
En los aires Sheila y en cada aleteo las alas flamígeras derramaban las ascuas, desprendida de esa capa y el fuego solido se volvió carne y hueso. Gemelos afilados de poco más de dos metros de longitud color rojo, en piel de ardiente rubí palpitante.
Aquello era algo de ensueño y tal vez no podía comprenderlo del todo en ese momento; aun así, no pudo evitar entrar en llanto al frenar el vuelo estabilizado por flamas propulsoras en sus pies. No recordaba haberse sentido de forma similar en el pasado, iba más allá del gozo conocido.
Sentía en su totalidad el dolor de sus trifurcaciones pasadas, desde lo hermoso hasta lo trágico, la magnificencia de la existencia de toda una vida. El resultado de su esfuerzo apasionado, de sus sacrificios, todo lo que la llevado a este momento revivido en el instante que atravesó las nubes del crepúsculo.
Todas esas emociones invadieron el espíritu en una hermosa luz que superaba la oscuridad, renacida con el bautismo de fuego y sangre. Levantó la cabeza en brazos extendidos y miró el firmamento y se bañó por los rayos del sol, derramando sus lágrimas. Por un breve instante, ya no se veía como la poderosa guardiana escarlata. Despojada de toda capa protectora en ese lamento que vino desde lo más profundo de su corazón, volvió a ser aquella niña pequeña, poseedora de un sueño que ya había parecido imposible desde hace mucho tiempo, un anhelo por fin cumplido.
—¡Lo hice, Sarah! ¡Por fin lo logré, papá! ¿Me estás viendo? ¡¡Tengo mis alas!! ¡¡Me estoy convirtiendo en una dragona completa!!
Entre llantos gritó al cielo, como si su padre la escuchara. Limpió sus lágrimas por última vez y llenó los pulmones de aire en un profundo respiro, esbozando una sonrisa tranquila, con genuina felicidad que crecía al aletear las alas tras vencer el temor, recuperó el honor y venció dolor.
—Sin duda alguna te lo ganaste. —V apareció a sus espaldas, en un par de alas segmentadas en tres piezas cristalinas de la que se reflejaba los colores del arcoíris
—No lo hubiese logrado sin ti… —Admitió al pasarse el antebrazo en la cara.
—Un trato es un trato… —Sonrió complaciente y tras tomarse unos segundos retomó la palabra—. Mi verdadero nombre es Vortex Albionix… es un placer conocerte, Sheila Aldiban.
—Yo… tengo muchas preguntas y… —Sheila se cortaba al hablar.
—Te dije que te daría mi nombre… eso es un paso… veremos después. —Vortex la calló al poner un dedo frente a sus labios—. Aquí comienza tu entrenamiento.
Arte: Pedro Acevedo.
Comments for chapter "42"
QUE TE PARECIÓ?