El asesino silencioso - Capitulo 10:
Cuatro chicas, baronesas. Él chico, hijo de un marques. Sabiendo esto se entiende porque ellas no hicieron algo al respecto. Pero quien iba a pensar que la mala suerte actuaria tan fatalmente.
Dentro de una habitación con un tono rojizo, proveniente de los rayos del sol que atravesaban las cortinas, un chico, joven de tez blanca, con la cara de un ligero tono moreno, se recargaba sobre una silla empujándose suavemente contra su escritorio.
En su mano, algo suave, esponjoso y de una medida muy pequeña para un hombre, se deslizaba por sus manos y ojos.
El trofeo obtenido por su enorme esfuerzo y dedicación, la señal de que su labia estaba a la par de los mejores poetas junto con una actuación digna de los grandes teatros. Según él.
¿Por qué alguien haría algo como eso?
Bueno, eso es muy sencillo… patético, detestable y odiable, pero sencillo. Desde su nacimiento fue menospreciado, echo a un lado, como una piedra en el camino.
¿Por quién?
Por su hermano, más exactamente por sus padres, quienes, como toda familia noble se enfocaron en el primogénito.
La ausencia de una figura paterna y materna lo llevaron a querer siempre la atención absoluta de ciertas personas, en este caso, la de mujeres inferiores socialmente que no pudieran hacer nada en su contra.
Un vigor poderoso y el olvido de la soledad son el producto que busca en cada encuentro carnal.
Aun recargado sobre su silla inhalaba placenteramente su premio como si fuera la flor más bella del jardín. Una sonrisa de auténtica felicidad se dibujaba en su cara al recordar las expresiones de aquella chica, su cuerpo retorciéndose, sus suplicas.
¿Cómo era que se llamaba? ¿Anastasia? ¿Martha? Pensaba esperando que recordar su nombre le complaciera aún más.
Un golpe en su mejilla izquierda lo arrojó al suelo.
Una figura tenebrosa sacada del abismo más frío de los confines humanos vestía el mismo uniforme, pero de color negro.
Una sonrisa arrogante se formó mientras se limpiaba la sangre de sus labios, ¿Quién sería enviado a la horca? O tal vez a la guillotina, quizás la iglesia lo juzgaría, hay demasiadas opciones. Su sonrisa se borró al ver que no podía ver el rostro de su atacante.
– ¡Acaso sabes quién es mi padre! – exclamó como un perro rabioso.
Un segundo golpe en la cara lo devolvió al piso.
Las construcciones del reino, su gran muro y las nubes en la lejanía, ocultaban al sol antes de lo pensado, haciendo parecer que la figura crecía con cada rayo de sol que abandonaba la habitación.
El chico se levantó tan rápido como pudo y consciente del peligro trato de escapar por la puerta.
Un golpe en su cara lo derrumbo por tercera vez, el golpe de una chica lastimada, enojada, muy enojada.
Cuatro chicas entraron tranquilamente, como trabajadores sabiendo que sería un día ligero y hasta placentero.
Entre las cuatro lo patearon hasta fracturarle las costillas, se montaron sobre él para soltar, por turnos, ráfagas de golpes. Su antigua piel clara y de la que tanto se enorgullecía ahora era morada, estaba hinchada, podía provocarle un infarto a una anciana o vomito a un hombre.
Al día siguiente, por medio de un mensajero, anunció su retiro de la academia. Las chicas le agradecieron a Kin por medio de palabras en cartas. Kin cumplió con Marie obteniendo un diario con información básica sobre los estudiantes de la academia, el cual memorizo y quemo.
Nota No. 3
Fecha ||/||/|||
He logrado formalizar mi primera alianza.
Metafóricamente hablando, él es una biblioteca andante.
Tengo algunos conocimientos sobre el cielo, las propiedades de algunos materiales y sobre el cuerpo humano.
Si compararan nuestros conocimientos, él sería una montaña y yo una roca.
Es similar, si no es que mejor, a aquel que llamábamos mecánico en donde nos entregaban artilugios para las misiones.
Aún recuerdo mi equipamiento.
Una pistola que se enganchaba donde sea que disparara, dos dagas que se podían ocultar y parecer que solo tenía las empuñaduras, un cuchillo de tres picos curveados que servía para muchos lanzamientos y una pequeña espada delgada, pero extrañamente resistente.
Por último, hubo un caso de extorsión en el cual tuve que intervenir. Según hablé con Marie esto es más común de lo que parece.
Nada ha cambiado.
Todos están podridos, no importa donde sea, todos lo están.
Fin de la nota.
Comments for chapter "Capitulo 10:"
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