El asesino silencioso - Capitulo 11:
La mirada de una chica hacia denotar un claro interés sobre un chico oscuro y frío, pero él decidió ignorar esa señal.
Cuando la clase acabó, inesperadamente Katia, de puntitas y apuntando a la oreja de Kin, dijo en un susurro.
-Te espero en la azotea- al terminar de decirlo salió apresurada del salón.
Con su paso firme y seguro, la espalda recta y la frente en alto, que esta última no se veía por la capucha, se dirigió hacia la azotea.
Los jóvenes intercambiaban sus esperanzas disfrazándolas de bromas o casos hipotéticos para no ser la burla de sus “amigos”, había quienes se atrevían a decirlo simple y directo, impactando a otros y ganándose el respeto y la admiración de quien podía escuchar. Para él, un tipo que había aprendido lo peligroso que era hablar demasiado, simplemente continuo indiferente de los demás. No le interesaba, no le beneficiaba, entonces, ¿Por qué escuchar?
En la azotea una chica de cabellos dorados, débil, pero con un gran espíritu, veía, admiraba, la grandeza de la capital.
Con el rechinido de la puerta una figura espectral y algo aterradora se acercó hasta donde la hermosa doncella esperaba con las manos en el barandal.
– ¿Para qué me citaste aquí?
Ella no respondió.
– ¿Me dirás para que me llamaste?
Cuando por fin reunió el valor para hablar su voz tembló.
-Veras es q-que s-sabes q-que yo q-quiero ser una c-caballera-
Seguramente ningún Maestro la acepto. Tal vez quiere que la entrene, pero sería una pérdida de tiempo. Pensaba mientras Katia volvía a reunir valor.
– ¿Quieres entrenar con la espada?
– S-sí-
-Sígueme-
En una zona llena de árboles y con decenas de espadas esparcidas por el suelo un hombre de grandes medidas y piel morena descansaba a la sombra de un árbol.
-Arrojarle una bola de agua-
– ¿Q-qué? ¿P-por q-qué?
-Para que despierte-
-E-está bien-
La bola de agua se estrelló en su cara. Él tranquilamente se estiro como un gato y termino por levantarse con los ojos entreabiertos.
– ¿Qué quieres chico? Estaba teniendo un sueño increíble- hablaba como un niño recién levantado en fin de semana.
-Te he conseguido otro alumno- declaró mirando hacia arriba donde estaba la cara de Abraham.
– ¿De q-que hablas K-kin? – decía Katia confundida.
– ¿Qué? – pregunto Abraham, aún estaba un poco dormido.
Katia no se lo podía creer. Tenía a Kin como alguien extraño, raro, tétrico, peculiar, peligroso y ermitaño, pero nunca como un mentiroso.
Aunque él no había hecho ninguna promesa.
– ¿Le preguntaste si quería aprender mi estilo de pelea? –
Ahora sí parece un Maestro.
-Ella dice que quiere convertirse en caballero, estoy seguro que no hay un solo Maestro que quiera entrenar a una mujer, solo tu pue…-
– ¡Yo quiero que tú me entrenes! – al darse cuenta de lo que dijo se cubrió el rostro con sus manos.
-Tengo asuntos más importantes que atender-
-Que insensible eres muchacho- decía Abraham mientras balanceaba su cabeza con los brazos cruzados.
Katia estaba en un callejón sin salida, era verdad que no había otro Maestro que la entrenara y este parecía darle igual el hacerlo, así que no había otra opción.
-E-está bien, entrenare con él-
Definitivamente fue muy mimada de pequeña.
Abraham formo una sonrisa nerviosa rascándose la nuca y Katia tercamente trato de levantar una espada demasiado grande para ella, pero para todo esto Kin ya se había ido.
El taller de Mario estaba desordenado, como siempre, pero más en esta ocasión, ¿Tal vez era algo especial? O solo un genio desorganizado, como muchos otros.
Piedras coloridas emitiendo un débil brillo, chatarra por todas partes, lápices rotos y libros en lugares al azar, y, en una enorme pila de libros un exhausto Mario dormía plácidamente, casi literalmente en el mundo de los libros.
Con una mano Kin tapo la nariz de Mario despertándolo de golpe.
– ¡¿Qué pasa?!
– ¿Que has estado haciendo?
-Oh, solo eres tú
Solo era su protector.
Como si de su hijo se tratara le presumió el resultado de las palabras e ideas que habían compartido, más sus propios conocimientos.
Una pistola de pistón, o eso parecía a simple vista.
El mango se curvaba hacia adelante en una especie de media luna negra.
Desde la mira de metal hasta la punta del cañón, por los laterales, piedras rojas y verdes estaban incrustadas y líneas precisas conectaban una con la otra. Y por dentro un carrete guardaba hilo con seda de araña.
Se trataba de un material que se pensaba solo la mítica raza de los elfos podía conseguir por su conexión con la naturaleza, pero la naturaleza nunca conto con un humano peligrosamente curioso.
La seda fue utilizada para reforzar la cuerda ya que se trataba de un conjunto de hilos similares a los de un piano. De este modo la cuerda podría soportar más peso y reduciría la posibilidad de romperse por la tensión.
La punta no era nada especial, una punta filosa con cuatro garfios para sujetarse en los edificios.
De entre todas las preciosas piedras, una de color verde que se encontraba bajo el mango era la más grande. Fue muy difícil de conseguir y de añadir a la pistola, pero cuando Mario tiene una idea, la tiene.
Específicamente esta piedra tiene la función de que al ser imbuida creé por debajo del usuario los efectos del hechizo [Impulso] para elevarlo rápidamente.
– ¿Qué te parece? – preguntó luego de acabar con su explicación.
-Bien- una respuesta simple y directa que no decía mucho.
Dejaron el taller para probar el nuevo juguete.
Kin apunto a una de las terrazas de la academia. En el aire la cuerda tambaleo un poco, pero la punta llego justo a donde quería. Apretó el gatillo e impregnando maná fue elevado por los aires hasta casi chocar con el barandal, pero con un movimiento que ya conocía lo esquivo llegando a salvo.
Mario observaba orgulloso que su invento había funcionado a la perfección.
Finalizada la prueba ambos volvieron al taller para continuar con su lluvia de ideas.
Era como ver a dos niños que apenas se habían conocido hablarse como si fueran amigos de toda la vida.
Comments for chapter "Capitulo 11:"
QUE TE PARECIÓ?