El asesino silencioso - Capitulo 13:
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Entre los estudiantes, los mercaderes y los civiles, Kin buscaba una oportunidad para desaparecer. Cuando los grupos se fusionaron él se desvió logrando un escape perfecto.
– ¿A dónde vas? –
Otra vez la chica de ensueño le hablaba al espectro.
-A ningún lado- respondió fríamente, pero sabía el problema en el que estaba.
– ¿Enserio? ¿entonces por qué te separaste del grupo? – añadió con su dedo índice en los labios.
Estuvo a punto de sobornarla, de no ser por lo estúpido que sería eso. Dormirla, no. Escapar, pero eso llamaría mucho la atención. ¿Qué hacer, qué hacer?
– ¿Quieres venir? –
– ¿A dónde? –
No sería raro que un chico de la calle conociera lugares como esos, al contrario, sería mucho más extraño que no lo hiciera.
-Al mercado negro-
– ¡Si! – aceptó emocionada.
¿Fue por estar con él?, ¿o por explorar la capital?, tal vez un poco de ambas.
Obviamente era consciente del mercado negro y su mala fama. Los esclavos, las prostitutas, las sustancias ilícitas, el peligro, etc… pero había algo en ese tipo oscuro y frio que la hacía sentir segura, a salvo, protegida. De entre todos los perros rabiosos ella tenía al más peligroso.
-Pero debemos cambiarnos-
Ella aceptó y juntos exploraron el mercado en busca de ropa.
Él solo cambio la camisa del uniforme, ya que en realidad no llevaba los pantalones de la academia, sino unos más cómodos. Y oculto la insignia de su chaqueta con un parche.
El uniforme femenino consistía en una blusa blanca con botones, encima una chaqueta de cuero y seda del color correspondiente, en este caso marrón, que tenía botones de apariencia dorada y en los bordes de las mangas, de donde los botones se unían y del cuello, su contorno recordaba siempre el color más puro, el blanco.
Sus pantalones fueron reemplazados por unos de tela simple y como accesorio adicional compro un sombrero para el sol.
– ¿Qué te parece mi atuendo? – decía mostrando el pantalón café y levantando el pecho para resaltar la blusa blanca, de menor calidad.
-Es adecuado-
-No me refería a eso-
Eso no era lo que ella quería escuchar.
-Cuando entremos no te separes de mí y no hables con nadie-
-No soy una niña- dijo haciendo un puchero
-Lo sé- hizo una pequeña pausa. – Si no puedes tolerarlo, dímelo y nos iremos-
-Okey- le extraño que le dijera eso, ¿por qué? ¿acaso le preocupaba? su corazón no pudo evitar emocionarse ante esa idea.
Se alejaron de las calles principales para adentrarse en un callejón que los llevaría a unas escaleras subterráneas, donde un hombre de piel oscura, fornido y nada amigable custodiaba la entrada.
-Contraseña-
Llegar con él solo significaba dos cosas, o eras demasiado curioso, o se debía tener cuidado contigo.
-El ave vuelve a su nido- dijo en un susurro que Amanda no escucho.
-Sean bienvenidos, hoy hay varias ofertas- no lo dijo amigablemente, solo hacia su trabajo.
-Muchas gracias-
Un hedor nauseabundo, envolvente de origen desconocido, invadió la nariz de Amanda obligándola a usar un pañuelo, por otro lado, Kin casi parecía disfrutar del lugar.
El mercado negro, conocido por sus ejecuciones públicas, el contrabando de drogas y personas, las prostitutas de varias razas, la compra y venta de armas y sus materiales raros.
Necesito una armadura. Pensó.
Una que no restringa mis movimientos, que resista ataques de armas blancas y no haga ruido. Con una de metal me escucharían a leguas. El cuero es mi mejor opción, no será igual a la que usaba en la organización, pero con una cota de malla puedo compensar la pérdida de protección.
Entraron a una tienda donde un hombre cualquiera con ojeras esperaba aburrido apoyado en el mostrador. De inmediato sus ojos fueron al pecho de Amanda, pero un escalofrió recorrió su espina dorsal y una voz segura y fría le habló.
– ¿Tienes cuero? –
-Sí, está por allá- dijo molesto apuntando a unas cajas.
Amanda miraba con los ojos de un niño todas las curiosidades que había. Materiales, mascotas, armas y otros artefactos de naturaleza misteriosa.
Aprovechando la ausencia de aquel tipejo, como etiqueto el vendedor a Kin, él se acercó a la hermosa mujer de grandes pechos y figura seductora en busca de algo, era obvio que.
– ¿Necesita algo? Bella señorita-
No caería otra vez en palabras adornadas, pero ella era noble y sus modales no podían faltar ni en el fin del mundo.
-No, muchas gracias. Solo soy una acompañante- en su mirada ilusión y alegría evidenciaban a su corazón.
-Ya veo- decidió rendirse como hombre, pero no como vendedor, y antes de irse hizo su jugada –Usted parece una mujer enamorada, creo tener algo que le servirá, muy bien
Dicho eso fue al mostrador de donde saco una caja con botellas plateadas tapadas por un pequeño corcho.
Solo es un hombre tratando de vender, ¿Qué podría pasar?
– ¿Qué es esto? –
-Afrodisiacos, de los más fuertes-
Llevo su mano a la boca tratando de ocultar su sorpresa. – ¿P-porque me muestra esto? –
Como una dama podría pensar en estas cosas, y una tan joven como ella.
Por fin recordó quien era el tipo oscuro y frio, por lo tanto, ella debía ser una mujer interesada, hipnotizada o loca que buscaba, como muchas lo hicieron, el corazón metafórico o físico de él.
-A usted le interesa ese tipo, y déjeme le aconsejo que por los medios convencionales nunca lograra nada. Por eso vengo a ofrecerle esto-
¿Por medios convencionales?
Uno pensaría que un chico que antes no conocía la nobleza y la buena comida caería ante una bella chica noble como ella, por más pretencioso que sonara, pero este no era el caso.
Tal vez un poco de ayuda no estaría mal, una carta más al mazo solo podía ser una opción más. Compro tres botellas y el hombre en un acto de amabilidad le regalo una bolsa. Kin compro varias pieles y cuero.
Salieron de la tienda para ir a un lugar muy familiar para él, podría llamarlo un segundo hogar, si hubiese tenido uno primero. La copa del diablo.
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QUE TE PARECIÓ?