El asesino silencioso - Capitulo 15:
Una chica de cabellos dorados con el cielo en los ojos y los pies inquietos miraba hacia la ventana de su habitación tratando de ordenar sus pensamientos, ¿Cuándo y cómo? Era la pregunta que se hacía sobre pedirle a Kin que la entrenara.
Una vez respondida ejecuto el plan.
Sus nervios e inseguridades fueron más fuertes obligándola a llegar lo antes posible al lugar de la reunión, aunque fuese grosero no esperar al solicitado, pero es que cuantas chicas, antes que ella, le habían pedido a otro estudiante ser su Maestro.
Aunque no abusaba de su posición social y no echaba el dinero por la borda, ella nunca se detuvo a pensar que Kin no querría entrenarla, y no es que fuese arrogante, simplemente no lo pensó.
El hombre aterrador, como ella lo veía, entreno a la chica desde la sombra de un árbol. Si uno no podía entender algo tan simple y natural como entrenar el cuerpo, no sería capaz de aprender alguna técnica, y justo eso es lo que él juzgaba desde la sombra.
Con el ejercicio físico viene el esfuerzo mental, que es lo que realmente debes mantener en pie y que consecuentemente te mantiene de pie.
Cualquiera con un cuerpo común puede hacer sentadillas, abdominales, flexiones y levantar una espada, pero alguien diligente, con espíritu y un poco de masoquismo, podrá aprender lo que sea.
El tiempo avanzó y ella no se rindió.
Las próximas dos semanas ella estuvo ejercitándose, levantado lentamente la espada y bajándola de igual manera, cambiando su alimentación y levantándose antes que el sol. Y practicando piano.
No sabía que entrenar era tan doloroso, Kin lo hace ver fácil. Pensaba cuando hacia ejercicio o al levantar la espada.
Después de entrenar y de que el sol cayera ella fue a bañarse a su habitación, lo bueno de ser hija de un duque. Al salir dirigió su mano a su pequeño pecho, para descubrir que algo faltaba.
Busco y rebusco por toda la habitación, se desesperó, casi lloro, pero la puerta alguien tocó. Ella abrió apresurada sin darse cuenta de su falta de ropa.
Un hombre alto, moreno y de aires salvajes, llevaba en sus grandes manos un pequeño relicario de plata, lo entrego y se marchó.
-Ten más cuidado- dijo antes de marcharse por completo.
En un susurro contesto. -Gracias-
Él la escucho.
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