El asesino silencioso - Capitulo 17:
La muralla de la academia era desafortunadamente muy alta, pero que esperabas de un lugar que fue usado para la batalla.
Luego de estar murmurando para sí mismo se dirigió hacia Amanda.
-Súbete a mi espalda-
Ella obedeció.
Dio unos pasos hacia atrás, apuntó con cuidado y disparó. Un fissh producido por el choque del aire contra la punta filosa se escuchó hasta terminar en un clanc corto, dando a entender que estaba anclada. La cuerda tal vez soportaría el peso de ambos, pero si añadimos lo que compraron la historia es otra, jalar el gatillo es demasiado arriesgado.
Pegó los pies contra el muro, cuando trato de caminar sintió un peso que lo arrastraba al suelo, era el cuerpo de Amanda que colgaba.
-Usa tus piernas para pegarte a mí-
Los labios le temblaron y su cara se sonrojó, pero esto él no lo notó. Ahora con el peso más centrado la escalada se volvió menos dura, pero eso no quito todo el esfuerzo que tuvo que hacer.
La bajada fue más fácil, solo tuvo que deslizarse a través de saltos. Dejó a Amanda en la entrada de su habitación y él se retiró a la suya.
En la salida de ayer Kin aprovecho la distracción de Amanda para robar mercancía.
Transcurrido el tiempo Mario y Kin terminaron por hacer una armadura. El cuero era lo principal, pero de lo que Kin robo pudieron añadirle placas de metal, pero solo alcanzo para el pecho.
– ¿Cómo quito las placas? –
-Solo afloja las correas de la espalda-
Algo que llamó la atención de Kin fueron unas botas con un pequeño compartimiento. Fácilmente una daga o unos pequeños cuchillos cabrían ahí. También se encontraba un cinturón al que le podían agregar una bolsa del lado que uno prefiriera.
– ¿No quedó para los brazaletes? –
-No, pero los puedo hacer de madera, no serán tan efectivos, pero son mejor que nada-
Asintió y gruñó a la vez.
Como Kin había agarrado varias bolsas de distintos tamaños y una grande para meter todo, no tenía total certeza sobre lo que había robado.
– ¿Puedes agregar estas fundas? – dijo mostrándole una que estaba en su mano.
Una pequeña funda para al menos tres cuchillos arrojadizos.
-No hay problema, solo dame tiempo, necesito tomar las medidas, ver que material queda mejor y, ¿Dónde exactamente? – preguntó antes de perderse en su mente
-En los costados del pecho- dijo. –Si puedes también hazlo en los costados de las piernas, por favor- agregó indiferentemente mientras examinaba una daga.
-Esto no parece algo que usaría un caballero-
-No… no parece-
Después de eso ninguno habló, pero no era incomodidad, sino trabajo.
-La pistola, resiste muy bien el peso de dos personas- dijo al recordar lo de anoche.
-Enserio, supongo que la seda de araña ayudo a que no se rompiera, aunque en realidad no estaba seguro si funcionaria-
-Ya veo-
Trabajaron hasta que el hambre llamó a sus estómagos.
¿Qué hubiera pasado si hubiesen ignorado esa necesidad?
Un joven bien peinado de cabellos dorados con un uniforme blanco, cargaba consigo una cara alegre de enfermiza y malévola felicidad, como el villano que tiene contra las cuerdas al héroe. Detrás suyo una multitud lo apoyaba, ¿o solo le seguían?
Se detuvo frente al dúo y proclamó burlonamente, disimulando con elegancia.
– ¡Yo, el segundo príncipe Owen Edwards, te reto a ti! – dijo apuntando con el dedo indicé- Protegido del duque Raphael Collins, a un duelo-
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