El asesino silencioso - Capitulo 19:
Toma cuero y cuerdas y como resultado tendrás una honda, un arma de larga distancia con munición infinita, dependiendo de donde estés.
La piedra chocando contra el tronco resonaba en una zona donde árboles y espadas sobraban.
Si al hombre que se acercaba le dieras una cobija y una almohada podrías confundirlo con un enorme niño que apenas se había despertado.
Con sueño y molestia vio una figura oscura lanzar a una gran velocidad algún tipo de proyectil. Cuando sus ojos se aclararon y vio al perpetrador de su sueño, en lugar de enojo una sonrisa condescendiente apareció y resignado se acercó.
– ¡El sol todavía no se levanta! – la burla acompañaba a esas fuertes palabras.
La figura se detuvo y miró hacia donde su Maestro se encontraba acercándose con paso ligero.
-Hace mucho tiempo que no la uso- casi parecía un niño refiriéndose a un juguete antiguo.
-No pareces haber perdido práctica, dime, ¿Por qué un aspirante a caballero está usando una honda? – preguntó. Una pequeña risilla salió de sus labios, como si en sus palabras hubiese algo gracioso.
-Es parte de mi estrategia-
– ¿Estrategia? ¿Planeas conquistar chicas con una honda? –
-No- hizo una pausa y continuó. -No usaría una honda-
Abraham prefirió no preguntar, lo dejaría como cosas de jóvenes. Ese pensamiento le hizo sentir mal.
-Entonces, ¿Qué tipo de estrategia? –
-Una de combate-
-Ah sí, ¿Contra quién pelearas? –
-Contra Owen-
Dos palabras bastaron para romper y superar sus expectativas.
-El príncipe Owen- aclaró.
-Como tu maestro solo hay una cosa que puedo decir- con una sonrisa motivadora de dientes revelados expresó lo que su corazón sentía en ese momento. –Patéale el trasero-
Él asintió. Abraham se marchó y Kin continuo con sus lanzamientos.
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Decir muchos sería un insulto para los años que este hombre había entregado a la familia real. Un mayordomo fiel y leal al apellido Edwards.
-Su alteza, ¿No cree que debería pensar en alguna estrategia para su duelo? – realmente estaba preocupado. Incluso los dragones pueden perder.
Puff fue la respuesta que vino desde la esponjosa y cómoda cama.
-No perderé mi valioso tiempo pensando en ese tipo, ¿Ya te dije que su maná es tan bajo como el de un niño? – de solo recordarlo una sonrisa se formaba en sus labios.
-Pero su majestad… ¿Qué le parece pensar en cómo humillarlo? O ¿Cómo impresionar a las damas? – este hombre no había trabajado tanto tiempo sin aprender del comportamiento de los cuatro hermanos.
Y como el mayordomo predijo una chispa se encendió en Owen.
Puede ser, no, es, arrogante, ególatra, egoísta y todo aquello que no quieres en una persona, pero cuando se trata de humillar o de impresionar a las chicas no cabe duda de que él pondrá su alma en lograrlo.
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Él nunca fue de hacer planes, a él le gusta más la acción, impresionar y demostrar su gran habilidad, por lo que su mente solo pudo formular la idea de practicar magia.
Su mayordomo dictaba las enseñanzas del libro de magia de fuego escrito por un dudoso mago pirómano de la antigüedad.
Sorprendentemente, ¡no!, justo como se esperaba de alguien de la realeza, Owen dominaba a sus verdes dieciséis años tres hechizos de fuego. Bola de fuego, llamarada y explosión expansiva.
En menos de una semana no aprendería un nuevo hechizo así que lógicamente comenzó a practicar los hechizos ya dominados para aumentar su tolerancia y resistencia al fuego.
De toda la lectura el mayordomo no se cansaba de enfatizar las sensaciones que el cuerpo debía sentir cuando el maná había cruzado demasiadas veces los caminos internos del cuerpo. Una punzada helada o ardiente, calambres, entumecimiento y en los casos más graves, escurrimiento de sangre. Principalmente en la punta de los dedos y en los hombros, aunque también dependería de que parte se esté usando como conductor de la magia.
No podía entrenar al lado de la demás gentuza, ¿Quién se creen? Solo él y a quienes él permitiera podrían estar. Además, de ese modo, nadie se enteraría de sus errores, ¡Porque la realeza no se equivoca!
-Su alteza, creo que ya es suficiente-
-Si lo deseas ya puedes retirarte-
¿Qué pasa? Y este cambió de actitud.
El mayordomo se lamentaba y atormentaba como todas las veces anteriores. Era típico de él ponerse en ese estado. Cuando entrena, estudia o en un momento donde su mente se pierde en el mar de pensamientos.
¿Qué será esta vez? ¿Sus hermanos? ¿Su madre? ¿Tal vez su padre? O ¿Quizás algo distinto?
La mirada determinada y perdida no daba indicios de la razón de su cambio.
Lo único que se puede hacer es esperar a que naufrague a una isla y rescatarlo. O al menos eso es lo que pensaba el mayordomo.
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QUE TE PARECIÓ?