El asesino silencioso - Capitulo 25:
Un caballero corría con todas sus fuerzas esperando lograr llegar al fuerte. El cansancio de sus pies y el peso de su armadura aumentaban su miedo y ansiedad.
Pequeños y astutos como niños, pero con los vicios de un adulto.
Goblins.
Demonios verdes que por sí solos no son una amenaza, pero en grandes números tarde o temprano lograran atraparte.
Este caballero era perseguido por estas criaturas que en el verde y oscuro bosque ver una silueta de ellos era un milagro.
Por suerte su armadura lo protegía de las lanzas y flechas primitivas de los goblins.
Creyendo que los goblins tenían el mismo nivel de visión que él pensó que no notarían sus pantorrillas expuestas. Él nunca supo que los goblins tenían visión nocturna.
¡Le di! Dijo uno de los goblins en su lengua obscena y vulgar.
La flecha le hirió haciéndolo caer por la colina provocando que chocara contra el suelo en repetidas ocasiones hasta quedar a la orilla de un río.
Con la fuerza que le quedaba se arrastró hasta el río de corrientes fuertes y peligrosas. Para cuando el primer goblin llegó el caballero ya era arrastrado por las aguas del río.
Balbuceó algo y ordenó a los otros retirarse. Aunque nadie lo consideraba el líder.
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Un hombre esbelto de cabello castaño que necesitaba anteojos llamó a ciertos alumnos.
-Los que son aspirantes necesito que se queden un momento más-
Cuatro chicos y una chica se reunieron con el profesor.
-Antes que nada, debo decirles que esto queda bajo su responsabilidad. Ahora bien. En las montañas del norte ha habido un reporte masivo de goblins y en una reunión acordamos que enviaríamos a cinco aspirantes a combatir- dijo serio sin su típica alegría. -Los goblins son una de las criaturas más débiles, pero no por eso los enviaremos solos. Ustedes acompañarán a un grupo de aventureros y ellos se encargarán de protegerlos y enseñarles cosas sobre el combate real. Quienes acepten díganlo ahora y los que no pueden retirarse-
-Acepto- dijo un estudiante encapuchado.
-Y-yo también a-acepto- dijo una chica rubia.
Los otros estudiantes se fueron en paz.
-Se los volveré a repetir. Esto queda bajo su responsabilidad y tengan en mente que pueden morir. No quisiera ser quien le diga al duque Raphael que su hija murió a manos de unos goblins- su mirada decía “no vayas, morirás”.
-Lo sé, s-sé muy bien q-que p-puedo m-m-morir- su voz dudaba, pero su convicción o terquedad eran más fuertes.
-Muy bien. Mañana les informare del resto de integrantes. Si es que alguien más acepta, je, je- la alegría de cara y voz volvió como si nunca se hubiera ido.
Una inesperada mano se levantó antes de retirarse. -Disculpe profesor, pero ¿Solo los aspirantes pueden ir? –
-Hmm. Si otro estudiante quiere ir no hay problema, pero solo pueden ir cinco-
-Ya veo. Gracias-
Antes de que Kin se fuera alguien lo tomó por el hombro.
– ¿Qué quieres? Katia-
-D-durante el viaje, ¿Podemos estar juntos? –
-Estaremos juntos-
No entendió a lo que Katia se refería.
Ella se marchó y él volvió a su camino.
En un salón abandonado, mejor dicho, en un taller desordenado. Un joven de cabello largo desaliñado dormía plácidamente en el piso. Hasta hace unos meses este tenía los brazos de un fideo y las piernas de un árbol seco, pero ahora una mayor musculatura, leve, era visible en su cuerpo. Esto por el constante uso del martillo y por cargar metales de un lado a otro.
Tapó la nariz de Mario y de un golpe se despertó moviendo la cabeza de un lado a otro.
– ¡Que pasa!… Ah, eres tú. ¿Ahora qué? – decía molesto por haber despertado.
-Necesito que vayas con el profesor Gordon y solicites ir a las montañas del norte para asesinar goblins-
– ¿¡Tú estás loco!? ¿¡Cómo se te ocurren estas cosas!? –
-Nos acompañaran aventureros y estoy seguro que ellos llevaran artículos raros e interesantes. Necesito que los veas y examines para su creación-
Respiró hondo una, dos, tres veces.
-Tú me ves como una fábrica de artilugios, ¿Verdad? – se sentía ofendido de lo que él mismo dijo.
-No exactamente-
– ¡No tenías que responder! – ahora si le había dolido.
Mario se levantó y apoyándose en un escritorio se puso a pensar. Cada vez que formulaba una pregunta abría su boca, pero inmediatamente la volvía a cerrar.
-Te protegeré- dijo, anticipándose a lo que iba a decir.
-No sé si considerar esto algo por lo que preocuparme o alegrarme- decía con una sonrisa de resignación o quizá de alegría. Ni él lo sabía.
– ¿Qué cosa? –
-Nada, solo yo delirando. Bien, ¿Dónde está el profesor? –
Tres solicitudes para el viaje y nada más. Nadie se atrevió a abandonar las comodidades de la academia para en su lugar estar en una carreta con tipos que se ganan la vida matando monstruos, y no es que fuera algo denigrante, pero “todos” pensaron que debían de oler muy mal.
En la carreta, más grande de lo usual por el apoyo de la academia, iban tres jóvenes y cuatro aventureros.
El grupo de aventureros poseía el rango zafiro, el cuarto rango de diez en total.
Porcelana, obsidiana, acero, zafiro, esmeralda, rubí, bronce, plata, oro y platino.
-Es un placer conocerlos, siéntanse seguros con nosotros-
Fue un hombre en sus veinte de cabello corto y liso que en sus manos llevaba un bastón de mago quien habló antes que nadie.
-Gracias por su servicio- respondió un peculiar estudiante encapuchado.
-S-sí, muchas gracias- agradeció otro estudiante de cabello largo.
Sintiendo una presión que solo existía en su imaginación la última estudiante también habló. -M-muchas g-gracias- dijo en un susurró que solo pudieron escuchar por estar tan cerca.
-No hay nada que agradecer- negaba con la mano como disipando sus palabras. –Es nuestro trabajo y lo hacemos con gusto-
-Habló quién se queda en la retaguardia- dijo un hombre fornido y barbudo que cargaba un hacha. Claramente estaba molesto. -Mientras tú conjuras tu magia yo me tengo que llenar de sangre y vísceras arriesgando mi vida-
-Lo sabemos, siempre arriesgando tu vida con esto y aquello- comentó molesto un aventurero delgado que cubría su cara con vendas dejando al descubierto solo su boca, fosas nasales y sus ojos. -Ya lo sabemos, no lo tienes que repetir una y otra vez-
-Tu cállate, si te la pasaras menos tiempo oculto en las sombras sabrías lo que es pelear al frente-
-Paren ya. Debemos entrenar a estos jóvenes y ustedes no dejan de pelear como niños pequeños- habló firmemente un guerrero con una espada larga y otra corta que demostraba ser el líder.
El guerrero y el ladrón detuvieron la pelea de palabras y pasaron a una de miradas.
-Perdónenlos, siempre son así- sonreía el mago avergonzado por el comportamiento de sus compañeros.
-Está bien- dijo sin interés el encapuchado.
-Veo que traen sus propias armas, ¿Acaso todos son aspirantes? – dijo el mago tratando de generar una conversación.
-Solo yo y Katia somos aspirantes. Él es mi aliado-
-Ya veo, pero ¿Cómo que tu aliado? – el mago no entendía.
-A cambio de mi protección él me ayuda en lo que necesite-
Realmente era muy simple, aunque eso no le quitaba lo raro e inusual.
-Ya entiendo. ¿Te molesta si te hago otra pregunta? –
-No-
– ¿Ustedes son hermanos? – preguntó apuntando a Kin y Katia.
Katia dio un pequeño salto sorprendida por la pregunta.
-No, no lo somos. Soy el protegido del duque Raphael Collins y ella es su hija-
-Perdón por la confusión-
-Está bien-
-Y dime, ¿Qué usas para combatir? –
-Se combatir cuerpo a cuerpo y con armas blancas. Espadas, cuchillos, dagas y recientemente mazas. Ahora uso esta maza de acero, pero también traigo dos dagas, cuchillos arrojadizos, bombas de humo, un arma del que no les hablare y mi bolsa con algunos artículos-
¿Por qué tanto? Pensaron los aventureros.
-Y-ya veo. ¿Y qué hay de ti? – pregunto el mago ahora viendo a Mario.
-S-sí, e-este… y-yo tengo- se detuvo, respiró hondo y volvió a hablar. -Tengo un cuchillo, una ballesta hecha por mí y unas bombas de humo-
Estos tipos son raros, pensaron los aventureros. Ahora solo quedaba la chica.
-Y-y-yo t-tengo m-mi espada y u-una d-daga-
Esto, aunque fuera el equipamiento más normal, por alguna razón se sintió como el más raro.
El viaje de ida duró una semana en la que Mario y Katia aprendieron a acampar, cocinar carne fresca y soportar largos viajes, aunque para los aventureros no era para tanto.
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