El asesino silencioso - Capitulo 28:
Emil y Mosi caminaban cautelosamente por la cueva atentos a cualquier sonido o movimiento.
– ¿Qué piensas? ¿No te pareció extraño? – habló Emil sin bajar la guardia.
-Fue muy raro. Sus movimientos, su técnica. Es algo que he visto varias veces, incluso en jóvenes de su edad, pero esos jóvenes no suelen tener una vida noble-
-Pensé lo mismo. ¿Se tratará de algún infiltrado? ¿Un espía, o, un asesino? –
-No saques conclusiones precipitadas. El gremio de asesinos no opera de esta manera y el de mercenarios tampoco. Y no creo que el reino haya permitido que un espía lograra llegar hasta un duque-
-No sería la primera vez que un espía haya logrado entrar al reino- dijo con amargura.
-Lo sé. Volviendo al chico. No parece el tipo de persona traicionera. Es demasiado formal y cortes cuando habla, está claramente influenciado por su protector-
-Ja, ja, es verdad. Pero eso no baja mis sospechas, quiere algo, pero no puedo adivinar que es-
La charla se escuchaba tan casual que podías olvidar estar dentro de una cueva infestada de goblins.
-Tómalo como una simple suposición, pero creo que solo quiere aprender de nosotros- Emil volteó al verlo con extrañeza. -Tipos como él buscan conocimiento. No por avaricia o curiosidad, no es algo tan complicado como eso. Se trata de supervivencia. Quiere saber todo lo que pueda para así poder sobrevivir a cualquier situación-
-Seguimos hablando de él, ¿Verdad? – dijo con burla y sarcasmo, pero no con la intención de ofender.
-Déjame en paz, ya conozco mis limites-
De repente Emil se detuvo y Mosi por reflejo se colocó en guardia.
A un costado del camino una pequeña entrada se revelaba ante los aventureros. Uno entraría para inspeccionar mientras el otro vigilaba.
Cuando Emil entró un repugnante olor llego a su nariz.
Heces, carne podrida y orines se mezclaban para crear un aroma repugnante que revolvería el estómago de cualquier hombre.
Todo eso se desvaneció cuando Emil pudo ver a una no tan antiguamente chica hermosa de cabellos dorados que ahora estaba atada, desnuda y cubierta de lo mismo que el suelo y otras cosas repulsivas.
La libero de sus ataduras, pero ella estaba muy débil física y metal para caminar o siquiera para reaccionar.
Arrojó la antorcha y caminando en base a su memoria llegó con Mosi.
-Tenemos que irnos-
-Entendido-
Mosi sacó una antorcha de la bolsa de Emil y con un pedernal la encendió.
– ¿Qué hay del chico? –
¿Salir con la chica lo antes posible y abandonar temporalmente al chico o enviar a uno de los dos dejando al otro indefenso? Fuese cual fuese la decisión debía tomar una o estancarse.
-Esperemos que se las pueda arreglar solo-
Con pesar decidió intercambiar una vida por otra.
Solo espero que el señor divino le ayude a salir. Pensaba mientras corría con la chica en brazos y la antorcha cargada por su compañero iluminaba el camino que tal vez el chico no volvería a ver.
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Cinco cuerpos, cuatro muertos y uno agonizante, pero en esa condición era imposible que lastimara a alguien.
Un goblin saltó repentinamente de la oscuridad y con un simple, pero preciso movimiento de la maza su cerebro quedó esparcido en la cueva.
Aprovechando el sacrificio de su compañero un goblin trató de llevarse la gloria.
Usando la maza de acero mató a uno y con el escudo bloqueó y derrumbó a otro que terminó con una maza entre ceja y ceja.
El sonido de cuerdas tensándose llegó a sus oídos haciendo que levantara su escudo por instinto.
Arrojó un cuchillo en lo profundo de la cueva y al siguiente instante se escuchó la agonía de un goblin.
¿Acaso puede ver en la oscuridad?
Muchos más pasos se podían escuchar, demasiados.
Sabía que no debía hacerlo, pero estaba ansioso por probarlo.
Sacó de su bolsa una botella con un líquido extraño. Quitó el corcho y en su lugar puso un delgado trozo de tela.
En otra situación lo hubiera preparado mejor.
En sus dedos se generó una pequeña flama que se extendió por la tela y calculando en base al sonido arrojó la botella que al impactar esparció el líquido sobre los goblins que corrían apresurados propagando el fuego al resto de la horda.
Sabía que no podría contra todos.
Corrió hacia la salida donde otro grupo extenso de goblins lo esperaban o eso parecía, porque estos corrían hacia la salida como si estuvieran persiguiendo a alguien.
Los goblins son pequeños, débiles, pero estos traían equipo y su tamaño les brindaba una agilidad y velocidad escurridiza.
Balanceó la maza destruyendo la cabeza de un goblin, continuó así hasta que los demás goblins se enteraron.
Tomando acciones contra el intruso los goblins apuntaron sus espadas, lanzas y garrotes contra él.
Estaban furiosos, enojados, como niños sin dulces.
Alguien había robado su juguete, el único que tenían.
Un goblin lo atacó con una lanza, pero él tomó y jaló la lanza y al goblin con ella. Pateó su cara y atravesó su ojo con la lanza.
La sacó y la arrojó a otro clavándola en su cabeza.
Usando el escudo bloqueó el ataque de un goblin para patearlo en el estómago, no lo hirió de gravedad, pero lo alejó.
Rápidamente arrojó tres cuchillos mientras retrocedía.
Con la punta filosa del escudo golpeó a un goblin aprovechando su alcance superior. El dolor y la sangre impedían al goblin levantarse.
Manejando la maza como una hoz en un campo de trigo fue rompiendo huesos y desgarrando músculos revelando la sangre de las apestosas criaturas de tamaño infantil.
Brazos, fragmentos de huesos, ojos y sangre iban adornando la cueva.
Su cuerpo le pesaba, su respiración se volvía lenta y densa, la maza cada vez se teñía más de rojo y en esa cueva poco a poco el aire parecía escaparse a otra dimensión.
El humo envolvía su cara e invadía sus pulmones.
No paraba de mover esa maza, de un lado a otro y devuelta, como un péndulo, no bajaba la intensidad de su ataque pese a la degradación del arma.
Conforme el ardor de sus músculos aumentaba sus fuerzas lo abandonaban.
Llegó a un punto donde arrojó la maza derrumbando a un goblin y de su cadera en la parte trasera sacó dos dagas.
De inmediato se dio cuenta de su deficiencia al tratar de alcanzar el cuello de un goblin. El goblin logró asestar un golpe con su garrote, pero por fortuna fue en las placas de metal.
Aunque ese momento fue suficiente para recibir apuñaladas, cortes y golpes de otros goblins.
Apartándose atravesó el cuello de un goblin robándose su espada.
Un goblin que había saltado fue golpeado por la punta del escudo.
Aprovechando el impulso devuelta trató de cortar la cabeza de un goblin, la espada se clavó en el hueso y no le quedó más remedio que dejarla ahí.
Tomó un garrote del suelo con el que rompió la cara de un goblin a quien le robó su espada.
Gritos en una lengua extraña y desagradable resonaban por la cueva mientras que el intruso no soltaba ningún quejido o un murmullo de éxtasis.
Al rebanar los miembros de su enemigo su ira se apaciguaba, encontraba alivio al sentir la espada hundirse en la carne verdosa y en el agudo ardor de sus heridas su consciencia mantenía vigencia de la oscura cueva donde se hallaba.
Pateó a un goblin que cayó de espaldas. Lo que el goblin vio por última vez fue un garrote ensangrentado.
Robó su espada con la cual hizo un corte ascendente mutilando el brazo de otro goblin.
Patéticamente el goblin retrocedió buscando refugio, pero ignorado por sus compañeros termino en el suelo desangrado y pisoteado.
Cada vez que sentía como la vida abandonaba los cuerpos de sus enemigos tensaba más su cuerpo y no se permitía regocijarse.
Recobrando parte de sus sentidos pudo sentir un suelo duro a la vez que un tanto flojo. Estaba pisando a un goblin.
El anterior suelo de tierra y rocas se había transformado en un pasadizo de sangre y goblins.
Un cobarde sin duda, pero un sobreviviente.
Un goblin se había ocultado entre los cadáveres de sus camaradas y con sus propias manos quería estrangular al desgraciado, al maldito, a quien había asesinado a sus camaradas.
No era por dolor, pesar, luto, nada de eso, solo era venganza.
El intruso, que no había bajado la guardia, estiró su brazo derecho y un sonido mecánico provino de ella, después un pequeño virote voló por la cueva atravesando la cabeza del goblin.
Ese fue el último.
De la cueva una pequeña luz proveniente de un farol iluminaba a una figura oscura, tétrica y que podrías confundir con un espectro.
Llevaba un paso perezoso, estaba cubierto de sangre, trozos de carne, aparentaba estar más muerto que vivo, pero aun así sus pasos eran vastos en constancia y firmeza, pero también en torpeza.
Su escudo triangular estaba magullado, rojo y con trozos de materia gris y carne.
Antes de combatir, mientras lo hacía y ahora que estaba caminando, sus labios nunca formularon oración alguna.
Si el bosque podía oír, entonces solo escucharía una respiración camuflada en la brisa.
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QUE TE PARECIÓ?