El asesino silencioso - Capitulo 30:
Un gran relato donde un cobarde se atrevió a enfrentarse a sus miedos y a cooperar en la salvación de tres mujeres y, en otra instancia, a superarse.
-Ya veo-
Fue la respuesta decepcionante, insatisfactoria e irritante que esperaba de él. Aunque no pensaba que así fuera.
-Kin, tengo una pregunta que hacerte, si no te molesta-
-No hay problema-
– ¿Sientes miedo? –
-Hmm. Si-
Claro, no era invencible y podía morir al igual que…
– ¡Como que sí! –
-Sí, si siento miedo-
– ¿Cómo? Espera, e-este, c-como-
-Cálmate-
Ante la inesperada respuesta tuvo que darse un momento para ordenar sus pensamientos.
-Muy bien. Ya estoy mejor. Entonces, ¿Si sientes miedo? –
-Si-
– ¿En qué ocasiones? –
¿Sería tal vez al hablar frente a grandes nobles? ¿Quizá al enfrentarse a animales salvajes potenciados por el maná? ¿Qué más?
-Hace cuatro días, cuando peleé contra los goblins-
– ¿Qué, enserio? Y, ¿Cómo lo hiciste? –
-Luché- sin arrogancia ni miedo, solo la verdad.
-Pero dijiste que tenías miedo, ¿Cómo es que luchaste si tenías miedo? –
Para alguien que vive en constante miedo le parecía irracional que aun teniendo miedo este pudiera pelear y declararlo sin problemas.
-Hmm. Solo luché-
-No me estas entendiendo, lo que quiero decir es, ¿Cómo fuiste capaz de luchar con miedo? –
-Ajuste mi agarre en la maza, repase los objetos que llevaba y simule todos los escenarios que pude en mi mente. Entonces, avancé y luché-
Un pequeño resplandor surgió en la mente de Mario. Había recordado algo.
-Ja, ja. Creo que lo entiendo. Ahora ya se un poco más sobre ti-
– ¿Es así? –
-Si. ¿Quieres comer? O, pero, ¿Ya te puedes mover? Es que pensaba en salir para intentar cazar algo con tu ayuda-
-Estoy bien, pero necesito un arma-
Entre los grandes árboles un tipo encapuchado saltaba de rama en rama demostrando una agilidad gatuna.
Con un arco en la espalda, una daga y un catalejo se acercó a un fuerte que se ubicaba en lo alto de una colina, pero en su camino otro encapuchado y un chico de cabello largo estaban no muy lejos de él.
La capucha era muy parecida, casi exacta, a la de sus compañeros. Se haría pasar por un viajero y usaría las palabras clave.
Frente a Kin y Mario un encapuchado se aproximó y con una voz mecánica les habló.
– ¿Alguno sabe por dónde sale el musgo? –
-Por el norte- respondieron los dos.
– ¿Quién es el asistente? –
-Soy yo- respondió Mario por instinto.
-Muy bien- dijo y cambió su mirada hacia Kin. – ¿Sabes algo sobre quienes acabaron con los nidos? –
-Si. Fue un grupo de aventureros de rango acero, no estoy seguro, pero creo que se trata de un mago, un pícaro y un espadachín-
¡Rayos! Pensó al recordar que no siguió el procedimiento, pero al no ser reprendido debía ser que ellos también eran novatos.
-Esta noche nos reuniremos en el lago tras la cascada, solo en caso de que no hayan recibido la información-
-Entendido. No la habíamos recibido-
-Fin de la conversación-
-Fin de la conversación-
El encapuchado del arco se fue rápidamente entre los árboles como un gato.
-Kin, ¿Lo conoces? –
-No, solo le seguí la corriente. Debe ser un viajero, pero me pareció extraño-
La cara de Mario decía, “Enserio, y lo dices tú”.
Kin rastreó las huellas de un ciervo hembra, pero ambos se negaron a asesinarla. Tuvieron que seguir buscando hasta encontrar a un macho.
Lograron volver con el cuerpo de un gran ciervo de astas hermosas y carne para babear.
Los sonidos chisposos y chirriantes del aceite cocinando la carne hacían rugir los estómagos de aventureros y estudiantes por igual.
A Katia la cara se le sonrojaba de la vergüenza.
Sentados en troncos y colocando encima de platos de cerámica la carne todos comieron. Mientras comían un joven de cabello similar al estaño y de ojos alegres, pero cansado de estar vigilando se les acercó.
-Disculpen, ¿Les molesta si como un poco? –
-Adelante- dijo Kin sacando un plato de la mochila de Mario.
-Muchas gracias-
Al acabar de comer casi todos soltaron suspiros de alivio y placer. Uno excepcional fue el del chico alegre.
-Debiste de trabajar mucho- dijo Bill.
-Si… estuve cubriendo el turno de dos compañeros y fue muy agotador- decía con una sonrisa cansada.
-No deberías permitir este tipo de abusos- declaró Emil. -Ahora que me doy cuenta, ¿No eres muy joven para ser un caballero? ¿Qué edad tienes? –
-Tengo dieciséis, señor-
-Por favor no me digas señor. Dieciséis hmm. ¿Por qué eres un caballero? –
-Porque quiero reunir dinero para mi abuelo y proteger a la gente- declaró sin vergüenza.
Los aventureros, al igual que Mario y Katia, sintieron respeto hacia él.
Todos volvieron a sus tiendas para dormir y descansar.
Era imposible de quitar, estaba adherida a su piel, como una maldición, pero con tinta y una pluma era posible cambiarlo.
Fusionándose con la noche salió sigilosamente llevando dos dagas y la pistola gancho. Se adentró en el bosque para caminar por donde marcaba el mapa.
Un lago y una cascada. Antes de entrar un encapuchado alto, imponente, lo detuvo.
– ¿Rango y alias? –
-Sujeto experimental-
Cuando dijo eso el otro lo dejó pasar.
Se sentó tan alejado como pudo y esperó a que el resto llegara.
Conforme llegaban se dio cuenta que la mayoría eran exploradores y asistentes, lo que significaba que, o hace poco que habían descubierto algo o era algo insignificante.
– ¿Ya están todos? – preguntó sin levantar la voz un encapuchado delgado a quien le colgaban las mangas.
Nadie contestó, por lo que no faltaba nadie.
-Antes que nada, tengo un anuncio que hacer. Tráiganlo- ordenó sin voltear a un hueco dentro de la cueva.
Dos encapuchados traían a la fuerza a otro más pequeño que presumía de una agilidad gatuna.
-A quien pueden ver cometió un grave error. Dinos, Bigotes, ¿Qué fue lo que hiciste? –
-Yo confundí a dos sujetos y creí que se trataban de los nuestros. Les informé del lugar de reunión lo que puede significar problemas-
Ni un suspiro de preocupación o una señal de decepción, solo el sonido de la cascada revotando por la cueva.
-Pero al parecer no todo son malas noticias. Hoy vino un sujeto experimental- dijo señalando con la mano a donde se encontraba escondido como si supiera todo dentro de la cueva.
Aun lo recordaba, los pasos que debía dar, las formas en la que lo podrían descubrir y en como engañarlos.
– ¡Él, es él! –
-Tratar de escapar del castigo es contra las reglas- dijo uno de los hombres que lo sujetaban.
– ¡No miento, él es uno de los sujetos! –
Antes de que se lo pidieran quitó cuidadosamente su capucha y las vendas negras que escondían su rostro. En su cuello un numero imposible de quitar era levemente visible, pero lo suficiente para que se confirmara su estado de sujeto experimental.
-Tengo que admitir mi decepción. Llévenselo- con esas palabras lo llevaron devuelta a otra profunda oscuridad. -Pasemos al tema principal de esta reunión. Se supone que estamos aquí para ayudar a un brujo que puede controlar goblins. La organización piensa que esta magia es prometedora, así que a cambio de ayudarle trabajara para ellos, pero claro que no dejaríamos pasar esta oportunidad tan valiosa. Conseguiremos antes esa magia y la usaremos para controlar a los jefes y así, por fin… ser, libres-
Estaba alegre como un niño que guardaba la promesa de un juguete o algún dulce, pero del mismo modo, era muy impaciente.
-Traigan al brujo-
Un pobre hombre entre los muchos años y la muerte fue arrojado como mierda en un saco. Su larga barba estaba manchada por su sangre y algunos de sus dientes se habían perdido en el bosque.
-Brujo, ¿Nos darás tu magia? ¿O necesitas pensarlo un poco más? –
– ¡Este no era el trato! ¡¿Dónde está con quien hable?! –
Sabía que no lo podían matar, bueno, no querían hacerlo, y entendía que lo necesitaban.
El hombre delgado suspiró y ordenó devolverlo a su celda.
Entre los encapuchados el sujeto experimental levantó la mano y se ofreció para hacerlo hablar. Todos, a excepción del brujo, conocían bien por lo que pasaban los sujetos experimentales, por lo que no había razones para no dejarlo intentarlo.
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