El asesino silencioso - Capitulo 31:
Abundante en heridas y en marcas de sangre. Escaso de dientes y uñas. Un hombre de años desconocidos estaba atado a una silla en lo profundo de una cueva.
Un tipo encapuchado, visible por un extraño musgo luminiscente caminaba alrededor suyo.
– ¿Qué me vas a hacer? –
Ya solo preguntaba por curiosidad.
El encapuchado se acercó hasta quedar cara a cara.
– ¿Quieres salir de aquí? –
-Ya veo a lo que quieres jugar. Me prometes sacarme de aquí a cambio de mi magia y cuando menos me lo espere me asesinaras-
-No quiero tu magia. Te quiero a ti-
En otras circunstancias este hombre se hubiera sonrojado.
-Ni siquiera es un buen intento. Tortúrame o déjame en paz- dijo resignado.
-Voy a llamar a los guardias y los asesinare, ¿Tendré tu confianza si lo hago? –
De cualquier manera lo iba a hacer.
-Claro, si asesinas a esos dos gorilas que te superan en tamaño y en fuerza confiare en ti- decía sarcásticamente.
Llamó a los guardias los cuales entraron imponentes y en un parpadeo cada uno tenía en su cuello una daga clavada. Cayeron como enormes árboles y su sangre manchó el suelo.
Sacó las dagas y las limpió con la ropa de los guardias. Y nuevamente se acercó al brujo.
– ¿Confías en mí? –
Si fuera una ilusión lo sabría, y si fueran los efectos de una droga también lo sabría, entonces, solo quedaba la realidad.
-Sí, claro, claro que confío. Ja, ja- dijo riendo con ironía mientras lo desataban.
– ¿Qué magias puedes utilizar? –
-Estoy muy débil, pero creo que puedo lanzar cualquier hechizo de ataque, aunque será uno de bajo nivel y, creo que solo podré hacerlo una vez-
-Ya veo. Entonces toma- le pasó una de las dagas. -Camina detrás de mí. Aún nos queda algo por hacer-
Caminaron escuchando a lo lejos el discurso del hombre delgado hasta llegar a una celda de piedra con una puerta metálica, pero en esta no había ningún guardia.
Con dificultad ambos lograron abrir la puerta que por suerte estaba aceitada. En su interior un joven estaba tirado como una mierda en el camino. Tenía heridas leves, pero no tenía su capucha.
-Hola, Bigotes. ¿Quieres tu capucha? –
Al igual que una persona cruel le recuerda al niño la pérdida de su juguete o de un dulce, él enfatizo su superioridad.
Tirado en el suelo movió su cabeza.
Cuando los confundió Kin supo la sentencia que le darían. Así que de antemano preparó una capucha. La arrojó y con la destreza de un niño pequeño se la puso.
– ¿Qué quieres? – preguntó decaído.
– ¿Quieres ser libre? –
Se unió por esto, sin pensarlo tenía la esperanza de escapar y ahora, esa esperanza estaba frente a él.
– ¿Qué quieres a cambio? –
Pero en realidad se trataba del diablo disfrazado de esperanza.
-Tu absoluta lealtad-
Algo pequeño en comparación con la organización.
-Bien, pero contéstame algo, ¿Cuál era tu rango? –
Podría estar fuera de lugar, pero quería y necesitaba saberlo.
-Llegué hasta asesino aprendiz, pero considero que superé el rango asesino eterno-
-Maldición, yo apenas y llegué a asesino reconocido, ja, ja-
Esa enorme carga por fin había desaparecido.
– ¿Estas bien? –
-Puedo moverme-
-Ya veo. ¿Sabes dónde pueden estar tus armas? –
-Seguramente los guardias las tengan-
-Ya veo-
Volvieron hasta la primera celda y continuaron más adelante hasta donde sillas y una mesa se encontraban. Un arco, un carcaj, dos dagas y una espada corta se hallaban encima de ella.
Los asesinos se organizaban entre ellos y el brujo solo veía como si dos golems pequeños interactuaran entre sí.
– ¿De verdad planean asesinar a todos? –
-Si- respondieron a la vez con la misma frialdad.
El hombre delgado proclamaba con éxtasis y emoción cómo sería la vida sin “ellos”. Relataba las fechorías que harían, las vidas que arrebatarían y perdonarían.
Cuando estaba por entrar en los temas placenteros una flecha atravesó su cabeza.
Uno de los asistentes fue el primero en querer gritar, pero una flecha se clavó en su ojo asesinándolo al instante.
Los exploradores sacaron sus armas en respuesta.
El más cercano al arquero usó su lanza para empalarlo.
Unas manos enguantadas la tomaron desviándola. Se acercó rápidamente apuñalando su corazón. Tomó la lanza y se dirigió al siguiente.
A su vez el arquero ya había asesinado a otros dos asistentes que se habían paralizado por el miedo.
El brujo observaba escondido.
Un hombre de piel morena como la canela que usaba un conjunto de vendas en su cabeza desenfundó su espada curva al encapuchado de la lanza.
Esquivaba y bloqueaba los ataques del encapuchado esperando que los otros vieran una oportunidad para atacar, pero quienes no estaban paralizados lidiaban con el arquero.
Repentinamente el encapuchado se alejó y rompió a la mitad la lanza.
Su enemigo quedó desconcertado ante esto, pero tuvo que volver cuando una de las mitades iba a su cara. Bloqueó el proyectil dejando al descubierto su pecho, que, aunque tuviera cuero, no soportaría un ataque directo.
Logró mover su espada para bloquear el ataque, pero vaya desgracia le esperaba. En lugar de atacar al pecho cambió la posición de sus piernas para quedar más abajo y atacar debajo del escroto.
Un grito desgarrador opacó al constante sonido de la cascada.
Los que voltearon se horrorizaron y luego murieron por una flecha.
Desechó la lanza y en su lugar tomó la espada curva.
De las sombras el asesino alto salió y atacó sin reservas. Aunque bloqueó a la perfección, la fuerza de su enemigo lo hizo caer.
El arquero cambió de objetivo brindándole ayuda al encapuchado, pero el asesino alto era tan hábil que destruir flechas en la oscuridad de la cueva era algo rutinario.
– ¿Qué creen que están haciendo? Bigotes, ¿Qué carajos haces? – su tono no mostraba la ira y sorpresa de su corazón.
En lugar de palabras una flecha le fue disparada.
-Detente. ¿Por qué tienes una capucha? –
Otra flecha.
Por su costado derecho el encapuchado atacó con la espada curva.
La bloqueó con su espada y con una patada golpeó su estómago.
-Bigotes, asesino reconocido, respóndele a tu superior. ¿Qué carajos crees que estás haciendo? –
Demostrando su amor por la arquería se atrevió a disparar dos flechas al mismo tiempo. Ambas fueron rotas por la afilada y despiadada espada del asesino.
Hartó del arquero el asesino alto salió disparado para acabar con él, pero fue intersectado por el encapuchado.
Sumergidos en el combate ninguno se dio cuenta de los movimientos del brujo.
“Viaja de los cielos a las puntas de mis dedos y grita tu mensaje” pronunció en un susurro débil.
[Rayo]
Electricidad apareció en sus dedos y después un pequeño rayo viajó hasta el asesino alto.
El asesino alto murió electrizado y los otros salieron a esperar que el aturdimiento de sus oídos cesara.
Por primera vez, el arquero, se recostó sobre la tierra por decisión propia.
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