El asesino silencioso - Capitulo 33:
Los aventureros informarían al gremio mientras que los estudiantes, más el nuevo miembro, irían a la academia. Hubo un contratiempo, pues le negaron el acceso a Lenin, pero al decir que era un sirviente les permitieron pasar.
Contradiciendo toda expectativa Lenin se encontraba feliz de ser llamado sirviente.
Katia y Kin le informaron a su profesor y Mario al suyo.
Los profesores mezclaron horror y alivio en sus rostros. Ojalá y Raphael no se entere, pensaban rezándole al Hombre divino.
Uno de los estudiantes había salido vivo milagrosamente, otro había cooperado con éxito con los aventureros y la última logró aprender algo.
A Lenin se le dio un uniforme de sirviente, le asignaron clases de modales, preparación del té y limpieza, aparte se le pidió que escogiera una de las ramas para sirvientes: cocina, formación de objeto sexual y escudero.
Obviamente eligió escudero.
A los tres… cuatro, les dijeron que descansaran.
Mientras Katia salía de su habitación alcanzó a ver a Kin, primero no le dio importancia, pero cuando llegó al pasillo, el cual debería ser muy largo, no vio rastro de Kin.
¿Cómo fue que desapareció?
Se acercó esperando encontrar algo. De algún lado sonaba algo que le recordaba al reloj grande de su casa.
Impulsada por la curiosidad tocó la pared hasta que una parte se hundió y la pared se deslizó sin hacer ruido. Un pasillo un poco estrecho iluminado por un musgo luminiscente se extendía frente a ella, y, sin pensarlo, se adentró.
¿Por qué estaba esto aquí? Y más importante, ¿Cómo y porque Kin sabía sobre esto?
Como era de esperarse de alguien que caminaba en un lugar desconocido estuvo a momentos de caer, pero una mano enguantada camuflada en la oscuridad la sujetó.
– ¿Qué haces aquí? – preguntó con voz mecánica.
-T-te v-vi y algo s-se movió-
– ¿Te vio alguien? –
-N-no creo-
No podía confiar en esas palabras, pero no tenía opción.
– ¿Qué quieres? –
-N-nada, solo te vi y-y quería saber p-porque desapareciste-
-Ya veo. Hmm. Acompáñame entonces-
Sujetados de la mano él la guio hasta el patio.
-Wow, ¿Cómo es que llegamos hasta aquí? –
-A través de los pasadizos es posible recorrer camino en menor tiempo-
-Enserio… espera, ¿Quién te enseñó eso? –
-Abraham-
Una espina apareció en su corazón.
-Si eso es todo me tengo que ir- dijo y se marchó a donde los árboles se reunían.
-Espera, ¿Vas con Abraham? –
-Si-
-Iré contigo-
Pensó en decirle que descansara, pero esas palabras le podían ser arrojadas devuelta.
Debajo de los árboles dos hombres, uno enorme y musculoso y el otro esbelto y pequeño, en comparación con el otro, parecían discutir algo.
-No lo hare, incluso si eres tú quien me lo pide-
-Oh vamos, ambos sabemos que te encanta, ¿Qué te detiene? –
-Sabes que lo odio-
Un movimiento imperceptible de las orejas del hombre musculoso le avisaron de la llegada de dos personas.
-Eso-
Dos estudiantes aspirantes a caballero llegaron sin saber qué hacer.
– ¿Ya terminó, maestro? – preguntó viendo la espalda de Abraham.
-Estoy en eso- respondió sin voltearse.
– ¿L-lo estamos m-molestando? –
-No, pero él si- dijo viendo directamente al otro hombre.
-No lo puedo creer, jamás imaginé que este día llegaría… ¡Por fin tienes discípulos! –
Con esas felices palabras trató de rodear el cuerpo de Abraham con sus delgados brazos.
– ¡¿Desde cuándo son tus alumnos, ya les enseñaste sobre la fuerza, quien es tu favorito, tienes un favorito?! –
-Ya cállate- dijo cubriéndole la boca con su mano.
En ese momento, tanto Katia como Kin pensaron. Ellos deben ser muy cercanos.
Una vez que Abraham se apartó los aspirantes descubrieron, bueno, uno confirmó, que era el profesor Gordon.
– ¡¿Profesor Gordon, que hace usted aquí?! –
-Holaaaa- dijo levantando su mano mientras mantenía esa típica sonrisa de oro. -Venía a pedirle a mi hermano un favor, pero dijo que estaba ocupado. Y resultó ser verdad-
– ¿Hermano? –
No fue Katia quien susurró eso.
– ¡Espere, ustedes son hermanos! – volvió a gritar apuntándole a los hombres que eran tan diferentes como la noche y el día.
-Así es- respondió feliz con sus manos como si fuera a rezar.
-Algo así…- dijo susurrando el fortachón.
-Es una linda historia, ¿Quieren que se las cuente? –
– ¡Oye, oye, oye! No tenías algo que hacer-
-Es verdad- dijo dejando caer su puño sobre su palma. – ¿Por qué no los llevas a ellos para que ganen algo de experiencia? –
La cara de Abraham no podía expresar mejor lo molesto y asqueroso que le parecía eso. No era llevarlos a ellos, era tener que ir él.
-Tu cara me lo dice todo. Lleva un traje y espérame en casa de papá- decía mientras salía del mini bosque.
– ¿A dónde iremos maestro? –
-A… un… baile- su voz y mirada parecían la de un hombre enviado al mayor cataclismo imaginable.
Sin perder ningún segundo Katia se movió tan rápido como sus pies y la resistencia al aire le permitieron. Porque, al igual que muchas otras mujeres, su apariencia era algo importante para ella.
Primero era revisar los vestidos, eliminarlos hasta llegar al definitivo, luego pasar a los aretes, peinados, zapatillas, combinaciones de colores, maquillaje, color de uñas, si se ponía algo, si no se ponía lo otro, eso y tres cosas más.
– ¿Cuándo es el baile? –
En lugar de responderle le entregó una pequeña carta.
Una hermosa letra cursiva escrita a mano en tinta morada decía lo siguiente: Nos honra a nosotros los Pedersen invitarlo a usted, Bestia oscura, como guardia e invitado para la celebración de la mayoría de edad de la tercera hija, Rosalía Pedersen. Esperamos y venga a acompañarnos en este bello día.
07/05/254.
-Ya veo-
Hoy era 06/05/254.
-Iré a prepararme-
-Si… yo también- dijo resignado.
En lo profundo de un mercado peligroso y denigrante un pequeño edificio de ladrillos desgastados que con cortinas negras y viejas oculta su interior, un joven de ropas grises que usaba un sombrero ajeno se aburría a extremos.
Suspiraba igual que el día anterior, y el anterior y el anterior al anterior.
En lugar de un campaneó un crujir triste de una pobre puerta lo hizo levantar la mirada.
-Bienvenido a… no importa. ¿Qué quiere? –
-Hola, vengo por un traje elegante que me permita moverme- dijo con voz mecánica con un toque de cortesía.
-Sí, sí, acompáñeme- dijo dirigiéndose a la parte trasera, no sin antes dejar el sombrero donde lo encontró.
Frente a él una gran variedad de trajes estaban a su alcance.
-Veamos-
Cada traje tenía en la manga un papel que indicaba su material y propósito. Había desde resistentes a la magia hasta con bolsas de cuero con sangre.
-Aquí esta. De acuerdo a la etiqueta de Maryam este traje debe ser apropiado para una fiesta noble, también le permitirá, en caso de ser necesario, moverse con libertad para ya sea correr, atacar o huir-
Si le enterrabas un cuchillo en la garganta era más probable que él te diera las gracias a cualquier otra cosa.
-Muchas gracias-
Mientras llevaba el traje en sus brazos sus entrenados oídos escucharon un gemido infantil.
– ¿Qué tienes abajo? – su cortesía se había esfumado.
Estoy en problemas, debía ser su primer pensamiento, pero en su lugar una idea nació.
Si lograba vender, aunque fuese un poco más, seguramente, tal vez, ojalá, el jefe lo reconocería y confiaría en él.
-Es algo que le puede interesar- la actitud depresiva se marchó y en cambio una sonrisa traviesa se posaba en sus labios.
Quitó la sucia alfombra revelando una puerta secreta.
Escaleras de madera y una linterna de aceite esperaban en la oscuridad. Tomó la lámpara y adentrándose más profundo en la habitación subterránea llegaron a un oscuro pasillo. Tocó unos símbolos en la pared e imbuyéndolos con su maná consecutivamente antorchas a lo largo del pasillo se encendieron en un brillante y macabro fuego azul.
De entre las antorchas pequeñas celdas de barrotes tenían cautivas a… niñas y niños… vestidos con harapos o sin ninguna tela.
– ¿Qué le parece? Estoy seguro que al menos uno de estos niños le puede interesar- rebosaba de confianza y orgullo propio.
-Si… puede que sí- decía caminando girando su cabeza de un lado a otro. – ¿Le parece si lo negociamos arriba? –
-Por supuesto-
De vuelta tras el mostrador la negociación estaba por iniciar.
-Bueno señor, ¿Qué tiene que decir? –
– ¿Dónde los obtuviste? –
-Oh, ya veo a dónde quiere ir, pero lamento decirle que no se lo puedo decir-
-Lo volveré a preguntar, ¿Dónde los obtuviste? –
-Entonces le responderé igual, no le puedo…-
¿Un piquete? Pensó al sentir una extraña punzada en su cuello. De la nada todo se nubló y desapareció en la oscuridad.
Que agradable brisa, fresca y renovadora. ¿Pues dónde estoy?
Ni un cielo estrellado o árboles en la lejanía, solo la luz cegadora de Maryam, pero con una incoherencia. Veía la luz como si volará, como si flotará.
Conforme su mente se enteraba de la situación él trataba de negarla.
Estaba en la cima de un edificio, más precisamente, en lo alto de una iglesia atado de pies a cabeza a la santísima rueda.
– ¡Ayuda, ayuda! –
-Nadie te va a escuchar, solo yo-
Aunque era difícil verlo, podías sentir el peso de su presencia.
La sombra bañada en la noche penetraba con ojos imperceptibles, el viento mecía su capucha y su silencio era un agobio.
– ¿Dónde los obtuviste? – preguntó una voz proveniente de un rostro inapreciable.
Los labios del vendedor temblaban. Tal vez por el frío o el miedo.
Sin señal de aviso o advertencia cortó una de las cuerdas que lo ataban a la santísima rueda acercándolo un poco más al distante suelo.
– ¡NO, POR FAVOR NO, TE DIRE LO QUE QUIERAS, ¡PERO NO ME DEJES CAER! –
– ¿Dónde los obtuviste? –
– ¡Hay un traficante de esclavos y drogas en la zona suroeste del mercado negro! –
– ¿Qué más? – preguntó despiadadamente rozando su daga contra las cuerdas.
– ¡Últimamente se ha quedado sin espacio… así que… el jefe y yo le dimos parte de nuestro espacio para sus esclavos! –
– ¿A cambio de qué? –
– ¡Dinero, nos daría una parte de sus ganancias si lo ayudábamos! –
– ¿Qué más? –
– ¡Es todo… te lo juro por mi vida, es solo eso, por favor ya bájame! –
– ¿Qué más? –
Tragó saliva pesadamente y empujado por la desesperación volvió a cantar.
– ¡Un niño, para mí, eso me prometió a espaldas del jefe… es todo, te lo juro, por favor! – comenzaba a romper en llanto. – ¡Por f-favor ya bájame, p-por favor! –
Lentamente fue desatando al vendedor. Cuando el cuerpo de este por fin se relajó sin un ápice de duda lo sujetó del cuello con todas sus fuerzas.
-D-d-dij-jist-te, q-que m-me b-baj-jar-rias-
Las lágrimas nacían en sus ojos y caminaban por sus mejillas.
-L-lo p-prom-met-t-tist-te- los mocos salían de su húmedo escondite. -P-po-r-f-fav-vor, l-lo, pr-rom-met-tis-te-
Patético, imperdonable, asqueroso, inhumano, desechable.
Poco a poco fue avanzando a la orilla de la iglesia. El vendedor forcejeaba en un intento por escapar, pero sus fuerzas estaban suprimidas por el agarre de su agresor y su propio miedo.
Si en este momento lo soltaba, no habría forma humana de cambiar el resultado.
Sin palabras que decir, suspiró y su mano dejo de apretar.
El grito de una desafortunada mujer avisó a todos del lamentable suceso. Como moscas a la caca una multitud de personas se reunieron alrededor de los espantosos restos de un pobre hombre.
Esa noche alguien murió de manera horrible, pero esa misma noche, enormes grupos de niños llegaron a los orfanatos Margarita.
Comments for chapter "Capitulo 33:"
QUE TE PARECIÓ?