El asesino silencioso - Capitulo 34:
En una sala antes del gran salón dos damas conversaban entre sí.
– ¿Ya escuchaste sobre lo de anoche? – susurraba una a la otra.
-Y como no hacerlo, incluso los barones de los campos ya lo deben de saber-
-Enserio, ¿Cómo se enterarían? –
-Como preguntas eso, sabes muy bien que los rumores y las enfermedades son lo más contagioso-
-Ja, ja, pero claro, aun así, ¿Sabes algo más que yo no? –
-Se tanto como tú, querida-
-Disculpen, necesito pasar- dijo una voz directa y un poco cortes.
Las damas voltearon a la vez y sus ojos vieron a un extraño joven encapuchado que portaba un elegante traje negro.
-P-pase-
-A-adelante-
A pesar de estar casadas y de que en primera instancia les pareció un bicho raro, no pudieron evitar sentirse impresionadas por el dialecto tan firme y varonil fortalecido por movimientos seguros y estoicos, era como… Raphael Collins.
De inmediato sacudieron sus cabezas en un intento de disipar esos pensamientos.
Que el Hombre divino se apiade de mí, que la corte de ángeles dorados perdone mi casa y sus vigías eternos comprendan mi momento de debilidad. Repetían con las manos unidas.
– ¿Dónde estuviste? – preguntó una joven dama de cabellos dorados.
-El nudo de mi corbata se aflojó así que fui a atarlo de nuevo… te ves hermosa-
– ¡Eh! ¿P-porque dices e-eso? –
-Porque te ves hermosa-
-G-gracias, supongo-
Dile a una mujer que se ve hermosa cuando realmente lo pienses. Lección de Raphael.
-Malditos niños, ¿Dónde se habían metido? –
Un gigante entre las personas, moreno y bien vestido se acercó enojado.
-Fui a atar mi corbata-
-P-perdón, me tardé más de lo que imaginé-
-Está bien. Síganme y traten de no alejarse demasiado-
Al mismo tiempo que pasaban por la puerta un hombre levantó su voz anunciando la llegada de nuevos invitados.
– ¡Entrando por la puerta principal pasa el maestro de la academia real y aventurero del gremio, Abraham la bestia oscura! ¡Sus acompañantes son sus dos discípulos, Katia Collins y Kin! –
Abraham llevaba un incómodo traje negro sin corbata con las mangas arremangadas luciendo la piel morena de sus fuertes brazos.
Kin lucía un traje sencillo con corbata blanca, guantes negros y zapatos elegantes, aunque oculto bajo su pantalón llevaba una daga.
Katia maravillaba con su precioso vestido azul, sus brillantes tacones, su caminar elegante y los zafiros que se balanceaban en sus orejas golpeaban más fuerte en la envidia de las mujeres. Bajo su falda una daga, sugerencia de Kin, se ocultaba en sus muslos.
Ella creía estar haciendo el ridículo.
-Que gusto que hayas venido, hermano-
No hubo quien no volteara ante eso, pero rápidamente volvieron la cara.
-Acabemos con esto, ¿Dónde es mi posición? –
Las comisuras de Gordon se levantaron sin que este las pudiera controlar.
– ¿Gordon, qué hiciste? –
Sus instintos le decían que algo estaba mal, muy mal.
-Ji, ji, ji, veras, es que bueno, ¿Recuerdas que traté de convencer a papá de darte el apellido? –
-Ay no-
-Pues finalmente accedió, pero a cambio debes conseguir una prometida, y pensé que esta sería una buena oportunidad-
-Me voy-
-No puedes, aun debes cumplir tu papel de guardia y maestro-
-Tch. Niños, váyanse a cuidar otras zonas, voy a estar muy ocupado- sus ojos afilados penetraban al hombre frente a él.
-Entendido-
-S-si-
No solo Abraham había caído en el plan de Gordon.
Raphael había hecho una petición, que Kin y Katia lograran tener un acercamiento con el sexo opuesto o un acercamiento casual.
-Disculpe, ¿Usted es Kin? –
Esas dulces, pero dudosas palabras vinieron de los labios rojizos de una joven dama pelirroja.
-Así es, ¿Puedo saber quién pregunta? –
-Claro, soy Rosalía Pedersen, es un gusto finalmente conocerlo, Kin Collins-
-No llevo el apellido de Raphael-
– ¿Enserio? Por favor perdone mi error-
-No importa, ¿Qué quieres? –
-Directo y frio, justo como decían los rumores, aunque ellos no mencionaban su cortesía. Bien, vamos al grano. He escuchado que a usted no le importan las clases sociales, por eso le quería pedir que bailara con una de mis sirvientas-
– ¿Por qué? –
– ¡¿Eh?!… perdón, me sorprendió escuchar eso. La razón es que ella perdió una apuesta. Solo eso puedo decir-
-Está bien, ¿Dónde está? –
-Acompáñeme-
Una hermosísima dama de cabello castaño con las puntas misteriosamente de un color plateado llevaba un vestido que acentuaba su sensual y juvenil figura, su clavícula estaba al descubierto al igual que sus hombros y en medio del pecho un pequeño círculo llamaba la atención.
-Es ella. Su nombre es Silvie, mi mejor sirvienta-
A pesar de que fue la ama quien presentó a la sirvienta ella no levantó su mirada amargada.
-Es un tanto reservada- añadió.
-Ya veo. Antes de preguntarle a usted, Silvie, si es que me permite llamarla así-
Silvie asintió.
-Bien. Hay que dejar en claro que usted puede rehusarse a bailar conmigo si es que realmente no lo desea, sin importar nada, si no lo desea, puede rechazarme. Dicho esto, ¿Quiere bailar? –
Titubeó un momento, porque, aunque él, que parecía haberse dado cuenta de la situación lanzara ese salvavidas, ella no estaba en posición de negarse.
-Acepto- respondió levantando su mano.
Él tomó su mano y ella se dejó llevar hasta la pista de baile.
Las notas de los instrumentos de cuerdas y aire danzaban bellamente alrededor de los oídos de los invitados guiándolos en una danza tan elegante como un cisne en un lago.
-Debo admitir que eres un buen bailarín y me sorprende no haber sentido ninguna mirada más allá de mi rostro o algún movimiento por parte de tus manos-
-Aunque eres muy hermosa y tu cuerpo es tentador eso no justificaría una acción pervertida de mi parte-
– ¿De verdad estoy hablando con Kin? –
– ¿A qué te refieres? –
-No te importan las clases sociales, aunque eso era de esperarse, eres directo y sin pelos en la lengua, pero eso también podía predecirse; pero justo ahora siento que hablo con un muro con respuestas escritas en él. Es algo, vacío, ¿Sabes a lo que me refiero? –
-No-
-Tu actuación puede engañar a todos, pero no esperes que funcione conmigo-
Su voz era como un soplido gélido capaz de atravesar el más grueso abrigo.
-Seguramente un patético rostro avergonzado y pervertido se esconde tras esa capucha. ¿Quieres tocarme? Estoy segura que estas tratando de evitar volverte una estatua, ¿O me equivoco? –
-Sí, te equivocas. No ansió tocarte y tampoco te estoy devorando con la mirada-
Su respuesta fue como un golpe contundente ante aquella acusación.
– ¿Enserio? Si te dijera que puedes tomarme y hacerme tuya, ¿Qué dirías? –
-Me negaría-
-Eso significa que mi cuerpo no te es suficiente-
-Tu cuerpo es sensual y estoy seguro que cualquier hombre caería ante él, pero no tengo tiempo y razón para tener sexo contigo-
Ambos eran como el polo sur y norte, fríos hasta el fondo.
-Hmm. Si así son las cosas entonces trataré de disfrutar esto-
Acercó su cuerpo y por ende sus pechos. Ella era un poco más pequeña por lo que aprovechó para descansar en su hombro.
-Debes estar cansada-
-Cállate-
-Déjame proponerte algo…-
Aquí vamos, pensó Silvie.
-Te parece si te llevo a un lugar alejado para que descanses-
-Claro, vamos- respondió con indiferencia y sarcasmo.
Pareciendo una nueva pareja unida por el buen ambiente y un solo baile se alejaron de todos, muy, pero muy lejos.
Llegaron a una pequeña plaza donde la luz de los faroles y una brisa refrescante se paseaban por los bancos, el césped y el suelo de piedra.
– ¿Qué hacemos aquí? –
Creí que me llevaría a su habitación. Pensó incrédula ante la situación.
– ¿No querías alejarte de todos? –
-S-sí, pero, ¿Qué es esto? – se reprochó por tartamudear.
-Es una plaza-
-No seas idiota, eso ya lo sé. Me refiero a porque me trajiste hasta aquí-
Será acaso un pervertido que le gusta hacerlo al aire libre mientras lleva una capucha. Se burló de sí misma por pensarlo, pero ¿Podría ser ese el caso?
-Me quería alejar de todo y como tú también querías pensé en venir aquí- dijo sentándose en uno de los bancos.
-Está bien, supongo que esto es mejor a tener que bailar- dijo sentándose en el mismo banco quitándose los tacones.
Sobre un banco una hermosa dama y un elegante encapuchado unían sus soledades.
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QUE TE PARECIÓ?