El asesino silencioso - Capitulo 37:
Una sombra veloz e imperceptible para los habitantes de Maryam corría y saltaba por los techos de la capital.
Tenía conocimiento de todas las rutas de salida y entrada que podrían llegar a utilizar, aunque esto se limitaba a las que cualquier habitante podría conocer.
Aun no poseía una red de información, ni gente a su disposición o una base propia. ¿Qué había hecho en estos tres años? ¿Así lograría llegar a ellos, de este modo podría tan siquiera plantearse hacer tal cosa? No era momento de pensar en eso, ahora su mente debía concentrarse en localizarlos.
Quizá no habían llegado a la ruta secreta o tal vez no conocían ninguna, pero supo que la suerte le sonreía cuando vio un estandarte con un símbolo familiar colgar de una carreta.
Deben estar muy seguros de que su plan saldrá a la perfección como para elegir una ruta como esa. Confianza o subestimación. No sé cuál de las dos rigen sus acciones, pero debo encontrar la manera de usarlas a mi favor.
Aún quedaba mucho para llegar a la salida, aunque eso no significaba que tenía tiempo ilimitado. Había que pensar en algo y rápido.
No puedo asesinarlos en un ataque sorpresa, eso crearía caos y mancharía el nombre de Raphael.
Qué difícil es actuar con el peso del honor.
Mi única y mejor opción es noquear a cada uno de ellos y esperar a los refuerzos, pero ¿Podré con ellos, podré contra alguien que incapacitó a uno de los mejores aventureros que a su vez es mi maestro?
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Poco después de que Kin se marchó Lenin llegó a la escena.
Busca en alguna de estas tres rutas el símbolo dibujado detrás de este papel. Lo debe llevar una carreta.
Lenin estaba determinado a seguir la orden, de no ser porque solo conocía una de ellas. Él aún era nuevo en la capital y todavía no estaba familiarizado con sus calles.
Espero tener suerte. Rezó porque así fuera mientras corría con su armadura completa y su espada ancha
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Faltaba poco para que llegaran a la puerta.
La carreta llevaba un paso lento, seguramente para no llamar la atención.
Desde lo alto de un edificio alcanzó a ver a un chico corriendo a toda prisa con una armadura de placas preguntando a todo el que se le cruzará por algo, probablemente por la carreta.
Bajó con cuidado esquivando la multitud de personas hasta llegar a él.
-Lenin-
Ante esa inesperada llamada su primera reacción fue dirigir su mano hacia la empuñadura de su espada.
-Oh, señ… Kin, aquí estoy, ¿Qué sucede? –
– ¿Lo trajiste? –
-Así es-
La armadura hubiera sido demasiado, por lo que solo trajo lo esencial.
Luego de escuchar la explicación Lenin trató de apresurarse, pero Kin lo detuvo.
-Espera, necesitamos un plan-
Sería bueno poder comunicarse con Katia.
– ¿Qué planea hacer? –
-Si fueran simples secuestradores podría haberme encargado por mi cuenta, pero entre ellos debe haber alguien capaz de derrotar a Abraham, por lo que no podemos tomarlos a la ligera-
-Tch. Debo haber parecido un idiota al no pensar en eso-
-Reflexiona eso después de que acabemos. Ahora debemos volver a encontrar la carreta-
Ambos pasaban entre la multitud buscando la carreta. Gracias a su baja velocidad pudieron alcanzarla.
-Hay algo raro-
– ¿Qué cosa? – preguntó Lenin al no darse cuenta.
-Incluso si solo hubiera una persona en la parte trasera las ruedas de la carreta deberían sufrir mucha presión, pero al verlas más de cerca me doy cuenta de que eso no está pasando. Tal vez Abraham no está en esa carreta-
– ¡¿Enserio?! –
-Me acercare para preguntarle por su mercancía. Es imposible que sospechen ya que es la carreta de un mercader-
-Entendido-
Le entregó la ballesta automática e instrucciones.
Apresuró el paso hasta quedar al lado del chofer.
-Disculpe señor, ¿Qué vende? –
Un hombre delgado y pálido volteó lentamente al encapuchado.
-Nada joven, esta es una simple carreta-
En su rostro se denotaba el miedo que lo atormentaba.
-Pero no es esta la carreta de un mercader, incluso tiene un símbolo- señaló el estandarte colgante.
-No, no, no, para nada. E-es q-que…- su boca se detuvo. Tragó pesadamente. -Por favor d-déjame en paz-
-Echare un vistazo- dijo subiéndose a la carreta.
– ¡Espera, detente! –
En el interior de la carreta había mercancía del tipo textil y joyería, y también un desconocido que cubría todo su cuerpo con una túnica con capucha.
-Espero no le moleste, pero me interesan esas joyas-
En estado de pánico el hombre detuvo la carreta y soltando las riendas trató de detener al encapuchado.
– ¿Qué sucede? ¿Hay algún problema? –
– ¡Bájate de mí carreta! –
No tuvo la oportunidad de responder. En ese instante sus instintos gritaron por peligro.
Un golpe feroz vino del desconocido.
Tratando de esquivarlo Kin tropezó con las cajas que guardaban la mercancía deslizándose hasta la orilla de la carreta. En ese corto periodo de tiempo vio algo brillante colgar de su atacante.
Sin detenerse el atacante acabó con la vida del chofer arrojando su cuerpo a una pared estrellándolo como a un mosquito. Su sangre manchó las paredes y su cuerpo destruido profanó la calle.
Hombres y mujeres gritaron por la tan grotesca e inesperada escena que se había hecho.
Una voz enojada, misteriosa como proveniente de una madriguera acarició el aire con una gracia femenina.
– ¿Quién eres? –
Desenvainando su espada Kin se puso en guardia.
– ¿Cómo me descubriste? –
Respondió con su silencio y un salto hacia atrás para salir de la carreta.
Una sonrisa enorme, por sus características de zorro, se dibujó mostrando dientes filosos y algo de molestia.
-No importa-
Como el lobo que espera tras la hierba se abalanzó pasando la cortina de la carreta encontrando, nada.
¿Dónde es…?
Su línea de pensamiento fue interrumpida por el pánico de la gente.
No importan, ¿Dónde se metió?
Sus orejas detectaron pasos por encima de ella y utilizando sus garras trepó con facilidad hasta el techo.
Cuando sus dos patas tocaron el techo un sonido que nunca había escuchado llegó muy tarde a sus oídos. Su instinto superior la hizo moverse por reflejo, pero aun así dos virotes se clavaron en su abdomen.
Ráfagas de virotes obligaron a la mujer-bestia a correr. Parecía que la tenían acorralada, pero en un instante dio vuelta a la situación con un ataque descendente de sus largas piernas.
Utilizando el escudo triangular Lenin bloqueó el ataque, pero la fuerza de la mujer-bestia lo hizo retroceder y caer de espalda.
Con su espada lista Kin recibió el siguiente ataque, su experiencia y técnica le permitían desviar los ataques de su enemiga dándole tiempo para pensar en su siguiente movimiento.
O eso parecía.
Era más lento y débil que su enemigo, la única razón por la que seguía vivo era porque ella se estaba divirtiendo.
Esa enorme y sádica sonrisa lo decía todo.
Cuando un niño se divierte pierde la noción del espacio y tiempo, porque para él solo hay lugar para la diversión. Eso mismo aplica para todas las criaturas pensantes del mundo.
De cuatro cuchillos dos se alojaron en un costado de la mujer-bestia. Con su único brazo funcional Lenin había hecho una secuencia de lanzamiento excepcional.
Un segundo de distracción que Kin no dejó escapar.
Levantando su brazo derecho una mini ballesta sobresalió de su antebrazo disparando un pequeño virote en el cuello de la mujer-bestia.
Desesperada se lo quitó sin pensar en las consecuencias.
Kin tenía un conocimiento absoluto sobre el cuerpo humano. Donde se encontraban los órganos vitales, músculos, tendones, venas, huesos y nervios.
Tal vez el humano y el hombre-bestia eran diferentes, pero ambos compartían las mismas debilidades.
La sangre tiñó su anaranjado pelaje de un rojo oscuro y profundo. Cayó presa de la debilidad y en ese techo sus ojos perdieron su brillo.
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