El asesino silencioso - Capitulo 38:
Con la certeza de la muerte de su enemigo se dirigió a donde un adolorido Lenin se esforzaba por mover su brazo.
-Bájalo despacio. Te quitare el escudo y el brazalete para revisarte-
Al despojarlo de su protección un brazo con una combinación de rojo, morado e hinchazón parecía palpitar del dolor.
-Hmm-
Kin disparó su pistola gancho apuntando al suelo. La punta rebotó, pero él no la devolvió a su lugar.
-Toma mi pistola. Tendrás que sostenerte con un solo brazo mientras te bajo. ¿Crees poder hacerlo? –
-S-si… si puedo-
Por más que tratara de ocultar su dolor su retorcido rostro lo delataba.
Utilizando la cuerda de la pistola Lenin bajo con la ayuda de Kin.
Justo cuando tocó el suelo Lenin pensó, ¿Cómo es que él iba a bajar? De repente la punta subió con gran velocidad. Un segundo disparo se escuchó y del mismo modo Kin llegó al suelo.
– ¿Cómo te sientes? –
-B-bien-
-Camina con cuidado-
Los guardias aun no llegaban y los aventureros tampoco. Indicándole a Lenin que esperará en el callejón fue a la carreta a robar joyas y telas que guardó en una bolsa de ahí mismo.
Como una madre protegiendo a su hijo Kin cuidó a Lenin hasta llegar a un edificio de recuperación.
Una encantadora recepcionista, al ver la gravedad del asunto llamó a un sanador y este se llevó a Lenin.
– ¿Tiene con qué pagar, cierto? –
Podría sonar grosero, pero esto no era gratis.
Del bolso sacó tres anillos con diferentes joyas. Rubí, esmeralda y topacio.
– ¿Tienen vendas, algodón y alcohol etílico? –
-Sí, pero ¿No prefiere que lo atienda un sanador? –
-Estaré bien-
Sentado en la sala de espera se quitó sus prendas superiores, excepto la capucha, y comenzó a curar sus heridas.
A escondidas la recepcionista devoraba con los ojos al encapuchado misterioso de muy buen ver.
Esos músculos tan tonificados y cuidados, parecen los de una estatua de mármol. Y esas cicatrices, ¡Oh! ¿Cómo se las habrá hecho? Mmm, ¿Le hablo?
– ¿Necesita algo? –
¿Acaso puede leer los pensamientos?
-No, pero no eres nada discreta-
-L-lo siento y-y…-
-No te preocupes. No estoy preparado, así que tendrás que esperar para la próxima-
¿Para qué? Pensó.
– ¿No querías tener relaciones sexuales? –
Tartamudeó, dudó y no se quemó solo porque no estaba hecha de madera.
-N-n-no, p-para nada… e-este… no, n-no…-
-Lo siento, malinterprete tus miradas-
No estaba del todo errado.
Después de unos minutos recobró la compostura. Él seguía limpiando y vendando sus heridas.
– ¿Lo decías enserio? –
– ¿Por qué mentiría? –
-Bueno, eh… sí, este, ¿Estas disponible? –
-Lo más probable es que esté ocupado todo el año…-
¡¿Qué demonios?!
-Pero seguramente mi maestro y la academia me ordenen descansar, así que tal vez pueda venir mañana-
– ¿Q-qué? Espera, ¿Por qué dices algo como eso? Apenas nos conocimos, ¿Enserio quieres venir, por mí? –
Ahora él estaba perdido.
– ¿Exactamente qué quieres de mí? –
Le había parecido atractivo y al verlo era obvio que aún era muy joven. Pensó que podría seducirlo, jugar con él, ver un rostro avergonzado, solo quería divertirse, pero las cosas habían resultado así.
– ¿Estas comprometido? –
Si vivía en la academia tenía que ser noble, uno extraño, y ella no quería ser plato de segunda mesa.
-No-
– ¿Te parece bien encontrarnos mañana una hora después del mediodía? –
Mañana saldría más temprano, era perfecto.
-De acuerdo-
Incluso si le decían que podía entrenar solo podría hacerlo por la mañana. Un hombre no debe faltar a su palabra. ¿Cuántas veces se lo habría repetido Raphael?
Poco después Lenin llegó con un cabestrillo. Kin se despidió y durante todo el camino cuido a Lenin como una madre a su hijo.
– ¿A dónde vamos? – preguntó al darse cuenta que iban en otra dirección.
-Necesitas descansar y las camas de los sirvientes no son de buena calidad, por eso te llevaré a mi habitación-
-P-p-pero…-
-No está a discusión-
Su tono era más serio de lo normal, no, mejor dicho, ahora de verdad hablaba enserio.
Pacientemente Kin esperó a que Lenin se durmiera. Se levantó de la silla tan silenciosamente como pudo y de la misma manera salió de la habitación.
Utilizando la pistola gancho burló la vigilancia de la academia volviendo a las calles. Ahora con su armadura y equipo completo.
Un gran portón de vallas metálicas plateadas protegía un jardín precioso que, sino brillaba con los radiantes rayos del sol, lo hacía con el dulce toque de la luna.
Los guardias abrieron el portón sin preguntar.
Caminó generando un sonido satisfactorio por el suelo de piedra. No admiró los arbustos bellamente cuidados, ni las flores brillantes.
La puerta frente a él fue abierta por un hombre mayor de poco cabello que pese al peso de la edad su espalda se mantenía erguida como el pilar de una casa.
-Bienvenido, amo Kin-
-Hola Garfield, ¿Dónde están? –
-Se encuentran en sus habitaciones, seguramente los encontrará despiertos-
-Gracias-
Pisó la lujosa y esponjosa alfombra, subió por las escaleras, pasó al lado de un ventanal y llegó hasta una puerta de madera con extraños símbolos tallados en ella.
Tocó tres veces.
– ¡Ya voy! – gritó una voz molesta.
Abrió con la furia de un dragón y al hacerlo se convirtió en un cordero asustado.
-K-kin…-
-Hola, brujo. Necesito tu ayuda-
-C-claro, adelante-
Verlo traía a su mente el recuerdo de la muerte de aquellos gigantones.
– ¿Y-y q-que necesita? –
-Hoy hubo un ataque a la fiesta de la familia Pedersen…-
Como si a mí me importara. Dijo en sus adentros el brujo.
-Pero eso no es lo importante. Aprovechando la conmoción alguien incapacitó y capturó a Abraham la bestia oscura-
Ese nombre le provocó un escalofrió mayor al que había sentido cuando abrió la puerta.
-El atacante resultó ser una mujer-bestia de la rama de los zorros. Y logré quitarle esto- dijo mostrando un orbe cristalino de un azul profundo.
Los ojos del brujo se abrieron como los de un niño maravillado con un nuevo descubrimiento. De inmediato tomó el orbe entre sus arrugadas manos examinándolo como solo él podía.
– ¡¿Sabe lo que es esto?! – exclamó fascinado.
-No, por eso he venido contigo-
– ¡Se trata de un orbe de confinamiento! ¡Son muy difíciles de conseguir y se dice que incluso un dragón podría ser encerrado en uno de estos! –
– ¿Puedes abrirlo? –
-Claro que puedo. Aunque son difíciles de obtener son sencillos de utilizar, hasta un niño podría usarlo para atrapar un dragón-
– ¿Sabes si hay alguien atrapado? –
El brujo se detuvo para analizar con mayor cuidado. Se concentró y justo como el encapuchado había dicho de forma indirecta había alguien atrapado.
-Justo como supusiste, hay alguien atrapado. Imagino que se trata de la bestia oscura-
-Libéralo-
-Sí, si ya voy-
Colocó el orbe en el piso y con un pequeño toque de su dedo comenzó a brillar. Reconstruido en el exterior una figura enorme apareció y el orbe palideció.
-Listo. ¿Me lo puedo quedar? –
-Está bien-
No era necesario dejar una advertencia. Él era consciente de lo que le podría pasar en dicho caso.
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Como impulsado por un golpe de aire un hombre moreno se levantó de la cama.
¿Sabanas de seda, almohadas esponjosas, un pijama? ¿Dónde estoy?
Justo cuando recordó los acontecimientos de la noche un ligero, pero audible, toc, toc, vino de la puerta.
-Señor Abraham, soy Garfield y le he traído el desayuno… más bien el almuerzo-
¿Era una coincidencia o estuvo esperando a que despertará?
Cuando bajó de la cama descubrió que las patas delanteras estaban rotas.
Abrió despacio la puerta. Frente a él un hombre mayor con una postura excelente sostenía una bandeja donde un apetitoso bistec desprendía vapor.
¿Una coincidencia, entonces?
– ¿Dónde estoy? – preguntó.
-Se encuentra en la residencia Collins señor Abraham, ¿O prefiere que le llame bestia oscura? –
-Abraham está bien- dijo tomando la bandeja.
Al sentarse las otras dos patas de la cama se rompieron.
-Lo… siento…-
-No tiene por qué preocuparse, supusimos que eso pasaría-
– ¿Supusimos? ¿Quiénes? –
Con esas palabras un hombre rubio con ropas ligeras y elegantes hizo su aparición.
-Me alegra saber que estas bien, Abraham-
-Raphael Collins, el hombre del cambio. ¿Quién diría que tendría el honor de tenerlo frente a mí? –
-Soy yo quien se siente honrado al tener al maestro de mi hija y mi protegido-
-Si usted lo dice. Déjeme comer y me iré enseguida-
-En realidad, quería hablar contigo sobre lo de anoche-
¿Hablar? ¿Enserio? Pensó.
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QUE TE PARECIÓ?