El asesino silencioso - Capitulo 46:
La lluvia se había ido, pero aún podías sentir su tacto en la oscuridad.
La oscuridad se distorsionó en una escena familiar y nostálgica.
Silencio era perseguido por guardias armados, para ocultarse dio vuelta en una calle, corrió por un callejón y al salir se sentó al lado de un hombre.
Los guardias, al desconocer su paradero se dividieron, sin saber que él estaba a menos de cinco metros.
Desde su lugar vio la carrera de dos niños, uno de ellos metió su pie entre las piernas del otro, haciéndolo rodar y llorar.
El causante del accidente, asustado y en pánico, huyó.
Las últimas palabras de su más reciente víctima aun resonaban en su mente.
¡Espero que los que amas sufran mí mismo destino!
¿Y si ese niño fuera ilusión o serpiente? ¿Y si yo no estuviera para ayudarlos? ¿Alguien más lo haría?
Hace tiempo había escuchado por parte de una anciana algo llamado karma. Este consistía en que, si hacías cosas buenas la vida te lo regresaría, al igual que lo malo.
Dejando su escondite caminó hasta el niño, lo tomó por las axilas y lo levantó.
Lo examinó de pies a cabeza.
De su bolsa sacó un trapo, algodón, alcohol etílico y vendas.
Cuando acabó el niño estaba incrédulo, pero le agradeció y se retiró.
No lo hizo porque le pareciera lo correcto, su motivación era la débil probabilidad de que esto fuera beneficioso para su karma, y, por lo tanto, en beneficio de ilusión y serpiente.
¿Qué me están tratando de mostrar?
Un nuevo escenario apareció.
Un infantil encapuchado golpeaba sin piedad a un hombre del doble de su tamaño y peso que tenía tumbado en el suelo.
Este hombre hace unos instantes presumía de haberse complacido con una niña, lo que no le agradó al pequeño asesino.
¿Qué tal si esa niña fuera serpiente?
No podía permitir que este tipo de personas continuaran vivas, así que decidió asesinarlo y tomar sus misiones para compensar la pérdida.
Los altos mandos se enfadaron, pero al escuchar su propuesta lo perdonaron.
Durante tres meses realizó tanto sus misiones como las del hombre que había asesinado. Todas, sorprendentemente con éxito, no perfectas, pero con éxito.
Como era de esperarse siempre acababa exhausto, pero no podía retractarse.
Aun cuando ellos se ofrecían él se negaba.
Descansa, recupérate, estaré bien. Eran las únicas palabras que salían de su boca.
¿No estoy entendiendo? ¿De qué se trata esto?
-Aun no lo entiendes, ¿Verdad? –
Esa voz…
-Hola, hermanito-
– ¿Qué haces aquí? Rosa-
-No sé- dijo levantando los hombros.
-Hace tiempo que no me llamas así-
– ¿Enserio? No me había dado cuenta, ji, ji. Sabes, he estado viendo y creo que ya sé lo que te tratan de mostrar-
– ¿Has estado viendo? –
Su mano estaba en su daga.
-Tranquilo, no sé porque, pero pude ver todo por lo que pasaste. ¿No confías en mí? –
Mostraba los mismos ojos que usaba con los clientes.
-No hagas eso-
-Lo siento, un viejo habito. Pero enserio, no tienes por qué alterarte-
Quitó su mano de la daga.
-Gracias. Ahora déjame explicarte. He visto todo lo que has hecho y soportado… más de lo que imaginé… ahora me siento mal por tenerte envidia-
Estaba por decir algo, pero ella continuó.
-No importa, lo que ahora importa es hacerte entender- aclaró su voz, miró un momento para arriba y prosiguió. -Has soportado mucho, peleado y asesinado, todo por ellos, aunque me duele no haber aparecido-
Sacudió su cabeza eliminando esos pensamientos.
– ¿Puedes ver lo que se repite? –
-Tú eres importante para mí-
– ¡¿Eh?! Eh… gracias, t-tú también me importas… pero no estamos hablando de eso. ¿Si entendiste? –
-No-
-Lo que trato de decirte es que te llevaste al límite y mucho más allá. ¿Lo entiendes? Llevaste las capacidades de tu cuerpo y mente hasta niveles inhumanos, eso es lo que tratan de mostrarte-
-Ya veo. No lo entiendo-
Rosa blanca suspiró exhausta y frustrada. Se acercó tanto como pudo y con palabras firmes dijo.
-Estoy muerta-
Fueron segundos, y él lo sabía, pero sintió que habían sido horas.
-Morí ayer-
En el interior de la capucha su boca se abría y cerraba, pero las palabras no salían. Era como si una mano invisible lo asfixiara.
-Sé que no vas a llorar, estoy segura que ni siquiera sientes un nudo en la garganta-
Los ojos se sentían cálidos, pero no era agradable.
-Tampoco veré tus ojos enrojecidos por la tristeza, pero no te puedo culpar. Has pasado por mucho, y yo debo ser una piedra en el zapato-
Su garganta se sentía seca.
-Cuando morí un espíritu vino a mí, ¡los espíritus existen, no es asombroso! Ja… me dijo que necesitabas mi ayuda. Agrádeseme, soy tu heroína-
La boca estaba seca, la asfixia solo se prolongaba más.
-Ni una palabra- dijo melancólica. -Sabes, tenía la pequeña esperanza de que lloraras por mí, aunque fuese una sola lágrima-
Quería mover su mano, pero, ¿Para qué?
-Iré al grano. Esto es para que te vuelvas más fuerte. Lenin y Katia ya lo lograron, solo quedas tú. Por favor, aunque sea muy egoísta de mi parte, por favor, despierta y sigue viviendo, sigue protegiendo a los niños, y si puedes, protege a otros como yo. Gente sin hogar, sin familia, sin amigos, protégelos como siempre has hecho, aunque no me guste… llevándote más allá de tus límites-
Las lágrimas que estuvo conteniendo por fin se desbordaron.
-P-perdón, m-me deje llevar- succionó sus mocos y secó sus lágrimas. -Estoy muerta, así que creo que puedo ser un poco egoísta. P-por favor, c-c-cuando sea invierno, ¿P-podrías hacer una linterna flotante, escribirle mi nombre, y, arrojarla para mí? –
Ella aun guardaba recuerdos de su cultura.
-Lo haré- dijo firme. -Despertaré, seré más fuerte, los protegeré si está en mi poder y lanzaré esa linterna. Lo haré-
– ¿P-puedo pedir una u-última cosa? –
– ¿Qué? –
– ¿P-podría ver tú… r-rostro? –
Retiró su capucha y frente a ella un rostro pálido y ausente de emociones estaba cubierto de vendas negras.
Antes de que hablara él continuó.
Poco a poco fue retirando las vendas.
Cuando terminó ella sonrió con alegría.
-Je, je. Eres muy guapo, hermanito-
Tenía pequeñas cicatrices por todo el rostro, unos ojos verdes como esmeraldas, un cabello largo negro que en la raíz se podía apreciar un verde oscuro.
-Oh, vaya-
El cuerpo de Rosa comenzaba a desaparecer en una estela de luz brillante y blanquecina.
-Mi tiempo se acabó, je, je…-
Unos brazos oscuros rodearon el pequeño cuerpo de Rosa.
– ¿Eh? –
-Te… te voy a extrañar-
Aunque firme, se detectaba un temblor en su voz.
En su pecho una chica lloraba de felicidad y él dejaba caer a las lágrimas.
Rosa desapareció y Kin, se quedó ahí, esperando su despertar.
Sentía la necesidad de golpear algo, acabar con una vida, de gritar hasta que los cielos lo escucharan, pero él permaneció en silencio.
Una gigantesca ave oscura descendió del cielo nocturno sin estrellas trayendo llamas carmesíes. Su pico era negro azabache, sus plumas puras y elegantes, y en sus ojos él vacío observaba al encapuchado. Soltó un graznido desgarrador, pero el encapuchado no retrocedió y su mirada permaneció en el ave.
Despertó a la sombra de los árboles rodeado por un joven caballero, una aspirante a caballero y un hombre moreno de grandes músculos.
-Kin, dime, ¿Cómo te sientes? –
Fue Abraham el primero en preguntar.
-Bien-
La marca apareció en su mano derecha, pero él la ignoró.
– ¿No te duele nada? –
Esta vez Lenin preguntó.
-Estoy bien-
– ¿S-seguro? –
Ahora Katia mostraba su preocupación.
– ¿No sientes nada en la mano? –
-Un poco de comezón y calor-
-Quítate los guantes- ordenó Abraham.
Sin guantes se pudo ver los mismos símbolos que en Katia y Lenin, pero no había un escudo y tampoco unas botas con alas, no, en el centro, una bestia alada oscura graznaba con ira y dolor.
-Descansen, mañana les hablaré sobre esto-
Los tres se retiraron, y Abraham, tomó las velas, las guardó en su cabaña con cuidado dentro de un cofre y lo cerró con llave.
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