El asesino silencioso - Capitulo 6
La trivialidad paseaba por las bocas de todas las doncellas, pero la presencia y mención de la chica nueva dio lugar a un tema de conversación perjudicial para una de las presentes.
La mención de un tipo encapuchado le hizo predecir el futuro tema de conversación y así, una gran preocupación surgió en su corazón.
Dicha doncella se esforzó en ilustrar con sus palabras al inmundo y terrorífico, pero misterioso, tipo encapuchado. Su presencia era como un tempano de hielo, que aun presa del mar imponía con un tamaño que barcos y naves no podían comparársele y aterraba la idea de estar frente a él abriendo la posibilidad de caer en un helado mar de oscuridad.
Todas ahogaron chillidos como niñas al escuchar una historia de terror, otra también chillo, pero no de miedo, sino de preocupación y un poco por enojo. Él, parecía ser para siempre un dolor de cabeza.
La doncella mencionó su atuendo, la modificación que el guapísimo príncipe había notado y reportado, pero que en lugar de una felicitación, vergüenza se le entrego. Debió leerse las reglas y normas, algo tan obvio que nadie quiso decir. Exclamaron, se exaltaron y hasta se ofendieron por las decisiones del tipo encapuchado.
¿Realmente importa tomarle tanta importancia al atuendo de otra persona? ¿Incluso si se trata de una modificación, sigue siendo algo de lo que discutir?
Ninguna de ellas se lo preguntó, solo siguieron charlando, criticando y opinando.
Esto no podía ser más perfecto, el tema se olvido, la palabras cada vez se alejaban más del tipo encapuchado. Ojala ella no lo hubiera recordado, el evento en el patio, la prueba con los cristales, ¡Si tan solo lo hubiera olvidado! pero ella tuvo que hablar.
Sus dulces labios que aun no conocían otros, dijeron las palabras que tanto anhelaban salir, ya fuese porque ella realmente sintió admiración y respeto por él o porque quería volver a ser el centro de atención. Independientemente de eso, el resultado fue el mismo.
Declaró sin pensar en la gran demostración de control que el tipo encapuchado presentó. Una hermosa figura bailarina broto de su palma, pero en un parpadeo desapareció. La mayoría no le tomo importancia, pero una idea nacía en ellas. ¡Porque tuviste que seguir hablando!
Un tropiezo, podríamos llamarlo así, vamos a llamarlo así. Otra vez sin pensar declaró sin vacilación, desde su punto de vista, que el tipo encapuchado podría ser mejor que el príncipe Owen, al menos en el control de la magia.
Un rechinido violento y la agitación de prendas alertaban de un ataque al que solo ella reaccionó, no la nueva, ella. Con precisión y elegancia detuvo la bofetada que estaba destinada a la mejilla de la nueva inocente y duramente reprendió a quien pretendía usar la violencia.
Un noble debe ser un caballero de la vida, como espada las elocuentes maniobras de su cuerpo y en forma de escudo sus benevolentes y educadas palabras. La violencia es para los salvajes, los barbaros, aquellos quienes son tontos e irrespetuosos, pero un noble ¡No es eso! debe ser un diamante, hermoso, inquebrantable y resplandeciente para quienes no saben brillar por si mismos. Ese era el modo de vida que Marie quería y trataba de llevar.
Después de su maravilloso acto la chica pudo continuar con sus palabras, y fue que lo dijo, eso, lo que hizo nacer a la idea ya plantada en las mentes de las otras chicas. Los cuatro cristales brillaron antes de que él los tocara. No se podía evitar, era algo que debía pasar bajo estas circunstancias, las chicas ya pensaban en como cortejar al tipo encapuchado de los cuatro cristales, obviamente no por amor, sino por beneficio, prestigio y comodidad. En otras palabras, por supervivencia.
Al igual que sus pensamientos de cortejo, una enorme cólera desenfrenada agitaba las aguas del estomagó de Marie, obligándola a retirarse momentáneamente. Estando en el baño y aprovechando la ausencia de personas, de su tentadora boca y sus inocentes labios blasfemias, vulgaridades e insultos del nivel de una cantina en decadencia fueron soltados como las trompetas que han de anunciar el apocalipsis.
De salida lo primero que vio fue un chico cualquiera sin nada especial, hasta ahora, porque justo en estos instantes, él, había escuchado el escandalo de Marie.
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