El asesino silencioso - Capitulo 8:
Nota No. 2
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Han pasado cinco semanas desde mi ingreso a la academia, aún no encuentro aliados para el movimiento de Raphael y tampoco información de mi interés.
Durante las pruebas descubrí que tengo afinidad con los cuatro elementos elementales, sin embargo, mi maná es extremadamente bajo. Por eso he investigado en libros de magia, aunque aún no encuentro algo de utilidad y si lo encuentro, probablemente no lo pueda usar.
También he aprendido la educación básica del reino. Al haber estado en los cuartos de concentración nunca recibí la educación que se le da a los niños, claro que ya sabía leer y escribir, aparte de matemáticas. Lo que los libros me mostraron fueron otros países y sus fronteras.
¿Por qué Raphael nunca me enseño esto?
El primer reino es el humano, es el que tiene más territorio, esto como resultado de los actos del héroe humano. Al salvar el mundo de los demonios, al lado de su grupo, las tierras fueron mayormente para los humanos.
Sin embargo, no paso mucho tiempo cuando las diferencias provocaron que el territorio humano se dividiera en 4 partes.
Maryam, reino de magia y espadas.
Episteme, república democrática de ciencia y fuerza militar.
Iter tutum, reino pequeño, pero de tierras fértiles.
Mendacium, reino de paz y armonía, similar a Maryam.
Pero más allá hay tierras aún desconocidas, al menos para mí.
Nesciens, tierra inexplorada y peligrosa.
Terra spirituum, un bosque mágico, territorio de los elfos.
Libertas fera, una inmensa jungla habitada por criaturas semi-humanas.
Al lado opuesto de la jungla hay un desierto que se extiende más allá de los ya mencionados reinos.
Al lado opuesto de la jungla hay un desierto que se extiende más allá de los ya mencionados reinos.
Por debajo tierras nevadas se esconden en tormentas frías inacabables, y donde la tierra acaba y el océano inicia, islas misteriosas aguardan a ser exploradas.
El mundo es gigantesco, desde sus terrenos en la superficie, hasta las profundidades oscuras del océano. Criaturas desconocidas, pensamientos únicos y preocupantes, materiales sin usar, personas únicas y teorías que no entiendo.
¿El mundo es redondo?
Aun no sé suficiente.
Fin de la nota.
-Ya puedes parar- indicó un hombre alto y moreno de aires salvajes.
Un joven de uniforme negro bajó lentamente la espada que sostenía con ambas manos y la dejo en el suelo junto a las demás.
– ¿Cómo te sientes?
-Bien- como si apenas se le hubiese ocurrido preguntó. – ¿Conoces de algún alumno solitario, aislado y de voluntad débil?
-Esas son características muy específicas- la extrañeza de la pregunta lo hizo retroceder, aun así, se detuvo a pensar. –No es que lo conozca, pero se dé un tal Mario que es acosado por otros alumnos, ¿ese tipo te sirve? – respondió mostrando total indiferencia.
Realmente Abraham quería ayudar a ese estudiante, pero de hacerlo se metería con nobles superiores a él, y él no quería problemas.
-Como última petición, ¿sabes dónde puede estar?
-Tal vez este en la azotea-
-Gracias- dijo antes de irse, aunque aún estuviese sudando.
Kin se escabullo por los pasadizos ocultos, subió una cuerda, camino un poco más con su paso tranquilo y seguro, se detuvo ante la salida para escuchar atentamente, habiendo confirmado que no había nadie jalo una palanca abriendo una puerta fácil de ver desde adentro, pero que en los pasillos estaba perfectamente camuflada.
Reviso cada rincón de la azotea, pero Mario no apareció en ninguno. Mientras bajaba las escaleras vio a un chico correr más allá de lo que sus delgadas piernas deberían de permitirle, tenía el cabello curiosamente hasta los hombros y un sombrero al que le habían cosido unas orejeras y una pluma en la punta.
No estamos en invierno. Pensó Kin.
El chico paso de largo subiendo rápidamente las escaleras. Otros tres chicos, con frascos y manos manchadas con pintura llegaron exhaustos con un rostro feliz, pero malvado.
Al ver la figura oscura del estudiante callado inmediatamente dieron marcha atrás.
Kin subió las escaleras para preguntarle aquel chico si conocía a Mario, pero descubrió que la puerta estaba cerrada. Tocó y como respuesta recibió suplicas de que se fuera.
Pensó que lo mejor sería irse, mostrar empatía y darle el espacio que necesitaba, añadiendo el hecho de que no sabría cómo consolarlo.
Hizo a un lado la enseñanza que Raphael le había inculcado y bajo la egoísta necesidad saco una ganzúa y una daga para abrir la puerta.
Quien se ocultaba tras la puerta cayo de trasero y se arrastró de espaldas evitando lo que pensó era el espíritu vengativo de un antiguo estudiante que había tenido mala suerte. Su piel palideció al escuchar que el espectro hablaba con una voz traída desde las profundidades del mundo más helado del plano humano, pero a su vez era una voz segura, decidida y sin titubeos, algo que él quería tener.
– ¿Conoces a alguien que se llama Mario?
– ¿Q-quien, e-eres? – pregunto solo porque no sabía cómo responder.
-Discúlpame. Mi nombre es Kin…- decidió guardase lo de ser un protegido. –Aspirante a caballero, ¿sabes quién es Mario? – cambio de tema como un mesero de cliente.
-S-sí, si lo conozco
– ¿Dónde está?
-E-este, ¿p-para que lo q-quieres?
-Necesito hablar con él
– ¿S-sobre q-que?
-Algo que le puede interesar
Kin ya sabía que hablaba con Mario.
Mario es alguien que recibe abusos e insultos, alguien así no tiene amigos, solo con suerte tendría conocidos, pero seguramente ellos negarían esa relación.
– ¿D-de q-qué h-hablas?
-Algo que le puede beneficiar
Trago pesadamente para después revelar su identidad.
-Ya lo sabía- respondió secamente dejando en vergüenza a Mario.
– ¡Entonces porque no dijiste nada!
-Media que tan buen mentiroso eras. Uno pésimo- agrego sin querer ofender
– ¡No tenías que darme el resultado!
– ¿Estás dispuesto a escucharme?
No tenía nada que perder. Si se trataba de una broma iría a los baños a limpiarse o cambiarse, como lo requiriera la situación. Si era algo real, bueno, eso es algo que no puede imaginar.
Kin y Mario se sentaron en un banco con vista hacia la capital desde donde se podía ver sus grandes edificaciones, sus pequeñas casas y chozas en las orillas del muro, los humildes mercados, las exasperantes calles llenas de personas y donde brillantes caballeros deambulan a pie o al trote de un caballo.
-Quiero que te vuelvas mi aliado- con palabras simples y seguras la conversación había iniciado.
– ¿A-aliado? ¿de qué hablas? ¿por qué yo?
Kin se calló un momento para escoger las palabras adecuadas.
-Eres una víctima, alguien que necesita protección, por eso te escogí…
Mario no dijo nada ante la verdad.
-…A cambio de mi protección te convertirás en mi aliado, ¿Qué dices?
En su mente se generó un conflicto, aceptar o no aceptar, había que tomar muchas cosas en cuenta: peligros, beneficios, costos, etc…
De todas las consecuencias posibles la que más apretaba su corazón era la ira de su padre. Sería reprendido, castigado y puede que hasta expulsado. Eso último no le desagrado del todo, podría volver a la modesta mansión donde vivía, modesta para un noble, regresaría a su amada biblioteca y disfrutaría de una mayor libertad para investigar, experimentar e inventar. Ya podía oler los químicos.
-R-respecto a tu propuesta… a-acepto – dijo estirando su mano que temblaba de los nervios
Dos manos, una sudorosa y temblorosa y otra firme y segura, se unieron simbolizando una nueva alianza.
– ¿Qué sabes hacer? – pregunto instantáneamente
-E-este, agh, eeh…
Luego de escuchar gemidos y sonidos sin sentido Mario fue nombrando varios trabajos. Desde la precisa sastrería hasta la minuciosa artesanía, era todo un catálogo de destrezas, habilidades y conocimientos. Algo verdaderamente impresionante para alguien tan joven, decía mucho de la dedicación y esfuerzo que ponía en lo que se proponía, aunque también hablaba sobre la soledad que le acompañaba.
Guiados por Mario fueron hasta un taller en uno de los salones abandonados, donde papeles, chatarra, libros e inventos, hacían ver al inmenso salón como un muy pequeño almacén de basura.
Como una brisa de verano en una colina en las praderas una inesperada conversación sobre materiales, inventos y libros se originó de la nada. Tocaron temas tan banales, para ellos, como la composición de algunos materiales, y es que Kin aprendió alquimia, o fue ¿química? Fuese lo que fuese, eso le sirvió para crear venenos, bombas de humo, incendiarias, medicinas y componentes explosivos.
De sus lecturas, la alquimia y la química formaban parte, y ya te imaginaras el montonero de palabras e ideas que llenaron esa sala casi sin espacio para más. Hablaron hasta quedar secos, de sus gargantas. Kin seguro y serio, Mario, tembloroso, pero emocionado, emocionado de por fin hablar con quién le pudiese entender, hasta cierto nivel.
Pistolas con cuerdas finas que cargaban hombres hasta los techos, anillos con los que a largas distancias podías hablar sin problema, vehículos más grandes que los carruajes y mucho más veloces, magias interesantes y curiosas. Toda una diversificación de ideas que Kin planto en Mario.
Luego de lo que pareció una interminable conferencia Kin dejo el taller para ir a su habitación donde una nota le esperaba.
Ven mañana a la azotea.
Hora 1:30 p.m.
M.
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