El bucle del fin del mundo - 4.0
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- 4.0 - Solo es el comienzo de una historia sangrienta
Estaba en la azotea del colegio, tal y como acordé con Dafne.
El viento que venía del norte zarandeaba mi cabello negro y uno de mis flequillos colisionaba con mis parpados, era molesto; mi espalda se encontraba reposando en la puerta de entrada a ese lugar, era una posición relajada. No podía apartar mi mirada de mi celular de pantalla infinita que sujetaba: veía el mensaje que Lucy me mandó; entendí lo que ella quiso decir, pero lo había leído varias veces, la razón, me confundía la información del mensaje; resultó ser que Lucy fue la que tuvo fiebre en lugar de Dafne, esto discrepaba con el “periodo indeterminado”.
Para esto, habían pasado más de dos horas desde que recibí dicho mensaje.
Dando una ojeada por el derredor, podía ver la arrugada textura del piso hecho de concreto, el cercado enmohecido (que estaba sobre el muro que delimitaba la estructura) con olor a oxido que causaba piquiña en la nariz y también se podían observar varios equipos defectuosos regados por ahí. Lo descuidado que estaba ese lugar denigraba la imagen de “colegio prestigioso” del que tanto se jactaban; me causaba nauseas ese nivel de hipocresía.
—Y bien, ¿no piensas responderme? —musitó una chica delante de mí, era de piel morena y poseía un cabello purpura, azul, verde, amarillo y más colores, era exclusivo de ella, era Dafne—. ¿Qué pasa? ¿Te quedarás todo el rato mirando a los lados? ¡Igh! ¡Respóndeme! ¡Dilo, dilo!
Ella estuvo esperándome allí desde hace varios minutos y se las arregló para que estuviéramos a solas.
Dafne estaba de brazos cruzados y haciendo pucheros porque no le respondía, parecía una niña molesta; era así a primera vista, pero en verdad, el “enojo” que en ese instante exponía era tan peligroso como una mariposa, resultaba ser encantador.
—¿Así que prefieres saber por qué me sacaron de clases a que te diga como descubrí tu secretito? —Al fin le respondí.
—Son las ocho y cincuenta y nueve, aún tenemos tiempo, pero si no lo dices ahora, podría contratar a un torturador para que te haga hablar, ¡kyaaa, ja, ja, ja…! —Soltando esa risa ridícula, se confirmó que ese enojo era tan falso como las promesas de un político.
—Vaya, los ricos la tienen muy fácil. —Tomé bastante oxigenó para luego expulsarlo con fatiga—. El chisme se esparce tan rápido como una epidemia; en efecto, me sacaron de la clase, pero tuve mis razones.
Después de haber tenido la conversación con los chicos, entré a la clase de física. Algo ocurrió y el profesor me botó.
—¿Y le contarías esa razón a esta bella dama?
—¡Ja! Cuando te vanaglorias así, demuestras que estás urgida de atención.
—¡Al grano, payaso!
—Le dije idiota al profesor.
Carraspeando varias veces, llevándose los brazos al abdomen e inclinando mucho el torso, respectivamente, Dafne estalló a carcajadas.
—…Kyaaa, ja, ja, ja… ¡Da-dame, ja, ja, detalles! ¡C-cuentame m-más, más! —Por las risas, ella no hablaba, sino que balbuceaba. Mis cejas se movían como si tuviera un tic nervioso. Fui generoso y la dejé reírse todo lo que quisiera, entonces, acomodando su compostura, prosiguió—: Es que de verdad eres impredecible…, por cosas como esas es que me encantas. —Ella me miró de una forma extraña.
—¡No me mires como si fuese uno de tus juguetitos, ya es suficiente con que me veas como una mera herramienta para todo ese asunto de los clubes! —Le señalé mientras me quejaba.
Referente a eso último que dije, la peculiar amistad que logré con Dafne fue gracias a que compartíamos un objetivo en común: fomentar y crear un sistema de clubes estudiantiles para ese colegio, similar al de Japón.
Dejando de lado las conversaciones triviales, al final Dafne consiguió que le contara los detalles sobre mi expulsión de clase, a lo cual, yo solo saqué la lengua haciendo una mueca que revelaba mi fastidio, entonces recordé lo que pasó y empecé a contarle…
Cuando eran las 7:44 am, en el salón de clases, todos tenían caras largas, abrumados por la aburrida explicación de un tonto profesor. Había repartido mi mirada entre todos mis compañeros; algunos tenían tanta flojera, que les era un gran esfuerzo mantener la quijada cerrada, y en consecuencia, se babeaban como perros falderos, Daniel estaba en este grupo; otros usaban sus pupitres para reposar sus cabezas y la almohada eran sus cuadernos, Leo era uno de esos. En general, esas «pobres almas abatidas” necesitaban de un héroe que les diese color a sus vidas. Solo a un monstruo se le ocurriría poner una materia tan pesada a primera hora.
Yo solo estaba concentrado en darle una explicación a las anomalías que estaba viviendo y me di cuenta de algo importante, suponiendo que todo el “periodo indeterminado” fuera un sueño de “inmersión completa”, entonces no se deberían repetir los mismos acontecimientos en el 14 de abril de la vida real, no obstante, varias cosas sí pasaron, lo que significaba que quizás regresé en el tiempo, sin embargo, había diferencias importantes en esta supuesta línea temporal y directamente descartaban esta teoría.
El maldito universo se burlaba de mí, ¿qué se creía? Entonces se me ocurrió una estupenda idea para desafiar la anomalía que tanto me molestaba: causaría cambios drásticos en los acontecimientos que se estaban repitiendo, me daba curiosidad saber lo que ocurriría.
Me estresó no dar con una respuesta, para colmo, el profesor dijo algo que me pareció absurdo. Mis emociones colisionaron, y la frustración se manifestó con mi arrogancia extrema.
—… Es axiomático, resulta físicamente imposible que exista una fuerza imparable y una inamovible en un mismo universo, ya que… —explicaba el profesor. Ese cavernícola se creía capaz de explicar la paradoja de la fuerza irresistible, pero solo se basaba en lógicas planteadas por ignorantes.
Esa clase ya la había tenido durante el “periodo indeterminado” y el profesor había dicho esas mismas blasfemias; sin poder soportarlo, aplaudí varias veces y me levanté del pupitre haciendo un escándalo. Los que morían de flojera se sobresaltaron y lo que dormían por el aburrimiento despertaron.
—Profesor, usted es un grandísimo idiota —interrumpí al docente. De inmediato, todas las miradas se dirigieron a mí, como si fuera un loco, pero yo estaba lleno de confianza y no sentía nada de vergüenza.
—¡¿Disculpe, Joven Athan?! —contestó el profesor y frunció el ceño. Parecía que le costaba creer que yo fuera tan atrevido.
Todos se quedaron estupefactos por mi declaración y se hizo un silencio incómodo, a mi lado estaba Leo, quien intentó decirme algo, pero lo ignoré.
—Debería ser más inteligente a la hora de dar sus clases, profesor. Verá: la lógica y semántica solo ofrecen una respuesta vaga; en este contexto, estamos dejando claro que dichos elementos, sí o sí, existen en el mismo universo, ¿qué pasaría si una fuerza imparable chocara contra un objeto inamovible? La respuesta es simple, el imparable rebotaría infinitamente ¿¡No lo ve como una conclusión más lógica?!
—Parece que no lo entiende muy bien. Se cree muy inteligente, pero no es más que un irrespetuoso que piensa que puede hacer lo que quiera; adelante, venga al frente y dé la clase usted. —La seriedad del profesor se volvió inmutable, él se hizo a un lado del pizarrón y esperó a que yo fuera.
—¿Es qué no lo ves? ¡He sido bendecido por sobre toda la creación con una inteligencia superior! ¡Pero claro, no lo aceptan porque no usan sus ojos para ver, están ciegos de la realidad solo porque así lo desean! En cuanto a lo otro, eres bastante descarado, diciéndome que yo dé la clase por ti, ¿acaso me van a pagar por hacerlo? No soy tan tonto como para hacer tu trabajo ¡Me niego! —Satisfecho por mi argumento y con una arrogante sonrisa torcida, me llevé los dedos a la frente y me acomodé el cabello con genialidad.
—¿Qué clase de lógica es esa? ¿te burlas de mí? Mejor salte del salón.
Por supuesto que no lo dejaría hasta ahí, pero el resto es historia…
—… Y más o menos eso fue lo que pasó ¿satisfecha? —Le conté a Dafne. Ella parecía entretenerse mucho con mi historia.
—Ja, ja… En serio te pasas, pero ¿por qué lo hiciste? —preguntó ella.
—Estoy de malhumor, no lo entenderías, aunque te lo explicara. —Continuaba con una postura despreocupada.
—Resulta imposible odiarte por cosas como estas. —Dafne se cubrió los labios con el antebrazo y rio, pude notar sus uñas bien pintadas de rosa.
—No sé sí te burlas de mí o es un cumplido. Tch, ya hemos hablado mucho de mí y ahora toca hablar de ti, “Pan-Niko-Neko-Niii”. —lo dije con ironía.
La expresión juguetona de Dafne se borró totalmente al escuchar eso último, entonces el “lienzo” de su rostro se ruborizó mucho y sus labios dibujaron varias curvas, ella tenía vergüenza; era el momento de mi venganza.
Dafne se me acercó mucho y me miró amenazantemente, como si fuera su rival; su reacción era exageradísima, de hecho, me hizo evocar la imagen de una “tsundere” que le pasó algo muy humillante, me causaba gracia solo recordarlo.
—Tienes prohibido decir ese nombre aquí. —Entrecerró sus parpados.
Dafne se aproximó tanto que nuestros alientos se mezclaron y casi se tocaban nuestras frentes, no era nada tierno, más bien sentía emanar de ella un aura asesina.
—Podría verme tentado a besarte si te acercas tanto. —No lo dije en broma.
Casi como si lo tuviera preparado, su respuesta fue sacar su celular y tener su dedo pulgar a punto de marcar el contacto “ejecutor de pervertidos”.
—¡Tranquila! ¡Es broma! —Intenté apagar el fuego de la ira de Dafne que acaba de avivar.
—Menos mal, ¡tonto! —Dafne guardó su celular, acomodó su postura alejándose de mí, se cruzó de brazos y prosiguió—: Ahora dile a esta bella dama, ¿cómo sabes de ese nombre? ¡Dilo, dilo!
—Cierto día buscaba tutoriales de cocina en Tick-Tube, menuda sorpresa me llevé al descubrir que Dafne Cooper, la chica más popular de esta academia y la hija de una familia multimillonaria, sube videos disfrazándose con orejitas y cola de gato y enseña a sus suscriptores a cocinar mientras dice: “¡Nye! esto es delicioso, onii-chan”, ¡es… es ridículo!
Exploté a carcajadas, verdaderamente era absurdo, cada vez que recordaba ese día en el que descubrí su canal (por pura casualidad), me reía tanto que sentía que iba a vomitar, por otro lado, me asombró ver que ella tenía millones de suscriptores, pero nunca nos había dicho nada de eso y asumí que le daba vergüenza hablar de ello en público.
Dafne gruñó y encogió todo su cuerpo, por la pena.
—¡Tch! Entonces, si no voy a tu casa hoy, le dirás a todos de mi canal. —Ella lo entendió rápido y me ahorró las explicaciones, yo respondí asintiendo con la cabeza; Dafne estuvo unos segundos pensado, evitando contacto visual y razonó al darse cuenta de algo—: Espera un momento, ¿qué hacías buscando tutoriales de cocina? ¿No me digas que tú, Athan, quien cree que puede hacerlo todo, no sabe cocinar?
—Me atrapaste, así es. —A mí me avergonzaba ser inútil en algo, así que también me fue inevitable desviar la mirada por la pena—. Es por ello que ofrezco un trato: me enseñas a cocinar y yo no le digo a nadie sobre tu canal.
Bajo la luz blanca que iluminaba su cutis perfecto; ella levantó el dedo índice señalando el frio cielo nublado, parecía aliviada porque guardaría su secreto.
—Y supongo que iniciamos desde hoy; acepto, pero con una condición: yo no pienso ser la única mujer en una casa con tres hombres, debe haber otra chica y Lucy no puede porque está enferma.
No podía negar que fue doloso saber que desconfiaba de sus amigos varones o tal vez le era incómodo, no tenía ni idea; la cosa es que no tenía más amigas, así que debía encontrar a otra chica.
—¿Y si le dices a una de tus amigas?
—No, es tu casa; s-solo encuentra una y ya. —Esa fue una excusa patética, claramente quería mantener esa condición solo para molestarme y no podía decirle sobre mi hermana porque seguramente no estaría en casa.
—Es melancólico que tenga que hacer tanto solo para que mis amigos vayan a mi casa a pasar el rato, son terribles ¿sabes?
—Lo dice el “gran amigo” que chantajea a su linda amiga solo por su conveniencia. —Ella me sacó la lengua amistosamente.
Hablamos durante un rato más y luego nos fuimos a la siguiente clase.
Al mediodía del 14 de abril, durante el “periodo indeterminado”, el colegio entró en escandalo porque alguien se había tropezado en el comedor y toda su comida se regó en su cuerpo, muchos se burlaron de esa persona hasta hacerle llorar y la muy pobre terminó yéndose a su casa; quería comprobar con mis propios ojos si dicho acontecimiento volvería a ocurrir.
Todos hablaban de ello, pero yo no estuve allí cuando eso pasó, pues usé esa hora para hablar con los chicos sobre la novela en el salón de clases.
Ni siquiera sabía si se trata de ella o él, pues no me contaron los detalles, sin embargo, si fuese una chica solitaria a quien le ocurrió, era probable que buscara consuelo y anhelara la mano de un sublime hombre generoso, como yo obviamente, entonces podría aprovechar la oportunidad y la invitaría a casa; me fue inevitable fantasear con una escena así.
Con ese objetivo en mente, me encontraba en el comedor del colegio y esperaba a ver qué pasaría.
Había varias mesas circulares de madera de pino, eran lo suficientemente grandes como para que se sentaran diez estudiantes alrededor.
Mis zapatos eran de suela rugosa, aun así, se deslizaban con facilidad por el piso de cerámica blanca, no sabía si es que el suelo estaba tan pulido que resultaba ser resbaladizo o si era demasiado retardado el que seleccionó ese material para usarlo en un comedor, concluí que se traba de ambas cosas.
En el techo había un complejo sistema de ventilación que era innecesariamente ruidoso, pero al menos cumplía bien su función, aunque, si hablamos de “ruidoso”, el murmuro de los cientos de estudiantes que estaban allí reunidos le daban la honra a esa palabra.
Largas filas se formaban entre las vitrinas de la cafetería y allí trabajaban varias mujeres gordas que tenían repugnantes verrugas en sus caras, como brujas, quienes atendían con mala cara y servían la comida a regañadientes, probablemente su sueldo era lamentable, me daban lastima.
En una de las mesas estaba nuestro grupo casi completo. Primero habíamos estado hablando de la novela, pero el hambre nos ganó y todos sacamos nuestros almuerzos.
Leo recogía los manuscritos de nuestra novela para evitar que se mancharan de comida, pues Daniel comía una sopa con fideos como todo un salvaje; Dafne sostenía un plato bastante ostentoso y se comía su caviar con elegancia, ella no dejaba de ver con burla el simple pan con salsa de tomate que comía.
Podía agradecer que una chica tan popular como ella sacara tiempo para almorzar en la misma mesa con Leo y Daniel y no con otras de sus amigas, no me incluí en esa lista ya que era un gran honor para Dafne almorzar con alguien tan grande como yo y me reí de solo pensar en ello.
—¿De qué te ríes, Athan? —preguntó Leo, quien me miraba con sus ojos tan vacíos como siempre.
—Nada importante. —Le respondí.
El tiempo pasaba y yo no dejaba de mirar a todos lados tratando de ver si de verdad alguien se iba a tropezar.
Finalmente, me fijé en una chica que caminaba encogida de hombros, ella era de cabello plateado y era tan delgada que el uniforme no parecía quedarle bien; su camisa era azul y eso significaba que era de un grado inferior.
Ella tenía una expresión apagada y triste. Me pareció alguien bastante frágil y era altamente probable que fuese ella quien se resbalase.
La pequeña chica recibía una bandeja que le daba una de las cocineras. En la bandeja había un vaso con jugo de naranja y un par de panes con queso.
En mis iris no dejaba de reflejarse esa futura víctima de burlas y mis ojos la seguían casi con obsesión, estaba seguro que sería ella. La chica diminuta anduvo buscando donde sentarse.
La chica se esforzaba por evitar tropezarse con los descerebrados del equipo de futbol, quienes entraron al comedor hablando de babosadas y hacían movimientos bruscos, ella los evitó fácilmente e ignoró cualquier mesa que tuviera a varios estudiantes; entendí que se dirigía a una fea mesa que estaba en una lamentable esquina del comedor, nadie más se sentaba ahí.
Había una mesa llena de chicas rubias de un grado superior, quienes se estaban burlando de la joven de cabello plateado que pasó por ahí como si estuviera perdida de mundo.
Suspiré al ver que nada pasaba, pero, dando un parpadeo, de repente, se escuchó el ruido de una bandeja metálica colisionar contra el suelo, adicionalmente, se oyó un chillido femenino lleno de dolor.
La chica de cabello plateado, tal y como lo imagine, se había caído de pecho y se había embarrado toda la ropa y cabello con jugo y queso; por ser tan débil, se quedó en el suelo con dolor, pues se había golpeado fuertemente la rodilla.
—¡Que boba, mira cómo se retuerce! Ja, ja, ja… —Las chicas de pelo rubio que estaban allí, a su lado, se burlaban de ella y la miraban como basura.
Había un error en la historia que me habían dicho, en realidad, esa chica no se tropezó, sino fue que alguien le puso el pie de por medio, haciendo que se cayera y era obvio quienes habían sido las causantes de tal cosa.
—¿P-por-por qué? —La chica de cabello plateado se lamentaba en el suelo, pues todos en la cafería estallaron a carcajadas, en vez de ayudarla.
Varios tomaron hojas de papel, las arrugaron formando bolas y se las arrojaron a la chica en el suelo, la razón de esto, las rubias que estaban allí estaban invitando a todos a burlarse de ella.
—¡¿Qué pasa, raquítica?! ¡Levántate, ándale, linda! ¡Ja, ja, ja…! —La peor de todas era la chica rubia más baja; a esta la llamé “escoria uno”.
Cada vez se formaba un ambiente más y más desordenado y las burlas no cesaban, pues no había ningún profesor que pusiera el orden.
—Sí son crueles —dijo Dafne, quien estaba indignada por el comportamiento de todos los demás, ella no desviaba la mirada de lo que ocurría, luego se giró a donde yo estaba, pero no tardó en descubrir que yo me había levantado de la silla—. ¡¿Athan?!
—¡¿Creíste que no tendrías consecuencias por haber escapado esta mañana?! Te crees muy lista, ¿no, zorra? —“Escoria uno” se levantó y puso un pie sobre la pierna de la chica en el suelo; las demás rubias aplaudían su comportamiento.
Pero, no se fijó que, tras sus espaldas, un “demonio” apareció, uno que tenía una jarra de cristal llena jugo y la inclinaba sobre su cabeza, una sonrisa malvada se dibujó en mi rostro, yo era ese demonio.
El líquido era un espeso jugo de papaya, así que incliné la jarra y todo el contenido se derramó sobre “escoria uno”. Me aseguré de hacerlo lento, para que así ella sintiera como poco a poco su cuerpo y cabello se empapaba.
—¿Q-qué? —Al sentir el frio líquido, “escoria uno” estremeció todo su cuerpo, como si hubiera sido electrocutada por un segundo, entonces giró lentamente su cabeza y sus ojos abiertos como platos se encontraron con los míos.
Todos se quedaron callados e impactados, casi como si hubieran visto a un demonio de verdad; en efecto, las risas cesaron al ver que yo, el gran Athan Ambrosia, estaba allí, no por algo era amigo de la chica más popular del colegio, no por algo había logrado que el ex mayor brabucón del colegio se convirtiera en mi mascota; en ese lugar la mayoría me respetaba, pues me había dedicado a proclamar mi gran nombre entre los alumnos.
Todos sabían lo terrible que podía ser, por eso se quedaron en silencio.
—Parece que te divertías mucho, insensata. ¿De verdad creíste que me quedaría sin hacer nada al ver a una plebeya como tú haciendo lo que le da la gana delante de mis ojos? —Le dije a “escoria uno” y aún tenía la jarra sobre su cabeza.
—¡¿Cómo te atreves a…?! —Intentó defenderse, pero le interrumpí con poderío.
—¡Guarda silencio, irreverente! has una locura y esta jarra se podría resbalar de mis manos, no te gustaría que los fragmentos de vidrio arruinen más ese feo rostro tuyo ¿verdad? —No dudé en amenazarla y sonreí con malicia, los ojos de ella se achicaron con miedo y se centraron en la jarra vacía sobre su cabeza, la cual fácilmente podía soltar—. ¡Ja! ¡Es broma! Jamás haría algo como eso. —Puse la jarra en la mesa donde estaban las otras chicas rubias, quienes no se atrevían a decir ni una palabra.
Tras de mí, uno de los futbolistas se acercó iracundo, tratando de intimidarme con sus enormes músculos.
—¡¿Qué hacerle tu a mi novia, mardito?! —decía el tarado, ni siquiera hablaba bien; sin embargo, yo lo ignoré, no dejaba de centrarme en “escoria uno”.
—Aquellos que hacen cosas como las que has hecho son personas de baja autoestima, entonces abusan de otros en público solo para rellenar ese vacío emocional, para llamar la atención y denigrar a los demás para creerse superior. Déjame adivinar… —juzgaba, también recordé que esas eran las mismas chicas que molestaban a otra persona en la mañana—… Estás insatisfecha por tu horrendo cuerpo y le tenías envidia a la chica de cabello plata porque es más linda… sí, es eso ¡totalmente! Por eso la molestas.
—No… eso no… Ahhhg ¡Mike, ayúdame! —La humillada y asustada “escoria uno”, se encogió de hombros y llamó a su novio. Percibí que él llegó detrás de mí y se preparó para golpearme por la espalda, pero…
—Tu turno, Daniel. —llamé con genialidad, mi cabello se movió al son del viento que el puño creó.
Antes de que el puño impactara contra mi cabeza, una mano abierta que, consideraba tan dura como el acero, se puso de por medio y lo detuvo con facilidad.
—Lo lamento, pero no te permito golpear a mi colega. —comentó aquel que me defendió, Daniel era mucho más fuerte que el otro tipo y se puso delante de este hinchando el pecho—. Pero si quieres seguir, muchos moretones en tu piel van a surgir. —Se tronó los dedos amenazantemente.
—Tú quédate t-tranquilo, am-amigo… —El novio se acobardó tanto por la presencia de Daniel que creí que se mearía los pantalones.
Volví a centrarme en las chicas rubias, pero noté que Leo apareció por delante y ayudó a levantarse a la chica de cabello plateado.
—¿Estás bien? —Leo tomó la mano de ella con delicadeza y usó su hombro para que ella se apoyara, también le ofreció su suéter negro para que se limpiara.
La chica de cabello plateado, aceptó y lágrimas rodaban por sus mejillas.
—Suficiente de esto —ordenó la chica más popular, Dafne, quien entró a escena, ella miraba con seriedad a todos. Odiaba admitirlo, pero Dafne imponía más respeto que yo, aunque eso se debía a su familia—… Eso también es para ti, Athan. —Entonces ella se dirigió a todos—. ¿Es que no les da vergüenza? ¿Creen que están en cualquier colegio de pacotilla? ¡Solo le traen deshonra a esta academia! ¡No merecen estar acá!
Sé que, anteriormente, Dafne no había hecho nada porque no tenía suficiente valor, por eso me encargué de incentivarla.
—Yo también quiero decirle algo a todos ustedes… —Exclamé con arrogancia ante todos y me paré sobre una silla para que me vieran, ni siquiera los adultos de la cafetería que me miraban, se atrevían a interrumpir—. Recuerdo haberles dejado claro el día que me trasfirieron acá, que no permitiría esta clase de comportamiento. Ya han visto lo que les pasará si vuelven a molestar de esta manera a alguien más; apareceremos nosotros y humillaremos a esos que se vanaglorian: ¡Haremos que aquellos que se ensalzan a costa de los demás, se hundan como una bola de plomo en el mar! ¡¿Quedó claro?!
Todos se quedaron en silencio, no se atrevieron a responderme.
—¡¿Quedó claro?! —Tras suspirar, gritó Dafne.
—¡SÍ! —Todos los presentes hicieron caso a la voz de ella y respondieron al unísono, casi con fervor.
—Por cierto, chica de cabello plateado. —Llamé amigablemente, tras bajarme de la silla y me acerqué a la joven mencionada—. ¿Te gustaría venir a mi casa hoy?
—No. —Sin pensarlo mucho, respondió ella totalmente fría.
—¿Eh? ¿Has dicho no? ¿Segura? Espera, también estarán ellos y…—Señalé a Dafne, Leo y Daniel, no podía creer su respuesta, ¡era una malagradecida!
—No. —Ella hizo a un lado a Leo y empezó a caminar cojeado.
—¡Espera! no deberías andar sola, deja que te ayude… —pidió Leo, quien intentaba sostenerla para que no volviera a caerse.
—No. —Pero igual fue rechazado.
Y la chica salió del comedor, llorando y con una expresión que parecía sin vida; solo nos limitamos a observar cómo se retiraba.
—Ya no te preocupes por eso, Athan, estará tu hermana ¿verdad? Voy a ir a tu casa —expresó Dafne, quien me regaló una sonrisa encantadora, relucía tanto como su cabello multicolor.
—Ah, sí, ella estará… —bajé el tono de mi voz—, probablemente.
—¿Uhm?
De repente se escuchó a alguien aplaudiendo, esa persona caminaba entre todos los alumnos y se acercaba a nosotros, era un tipo que mantenía la barbilla bien alto, los hombros rectos con un porte firme y vestía un traje costoso, era el director del colegio.
—Bravo, jóvenes creyéndose justicieros. Ahora, por favor, guarden sus capas y vengan conmigo a la dirección —ordenó el director.
Al final se realizó una reunión con los principalmente involucrados en el bochinche ocurrido en el comedor: a las chicas rubias les mandaron una citación a sus padres. Leo, Dafne y Daniel trataron de defenderme, pero fue en vano, como resultado, me suspendieron por una semana completa, injustamente, fui yo el que sufrió las mayores consecuencias.
Después de todos los eventos ocurridos en el colegio, cuando pasaron las horas, el mundo entero se oscureció, como si un telón negro lo hubiera cubierto. En el cielo, la luna rociaba su luz blanca por el mundo.
Ahora bien, mi plan había sido exitoso y pude convencer a Dafne, Leo y Daniel para que vinieran a mi hogar y que pasaran la noche allí.
Solo me quedaba estar atento y ver si la “estrella huracán” volvía a aparecer, de ser así, recogeríamos a Lucy, a mi hermana y huiríamos con Dafne al bunker de su familia.
No tenía certeza de cuan seguro podía ser dicho bunker, pero Lucy tenía razón, ese era el lugar más seguro y brindaba mayores posibilidades para investigar el fenómeno.
Una parte de mí estaba deseosa de que esa cosa no volviera a aparecer; los estragos que causaba era descomunales y el margen de tiempo que la humanidad disponía para tomar acción era ridículamente limitado, casi como una burla. Otra parte de mí quería volver a verla, su gloria me había cautivado, ese poder descomunal me era fascinante y su energía arrasadora era elogiable, ahora imagina que yo acabase con ella, la idea me era excitante.
De todos modos, en ese momento eran las nueve de la noche, aún faltaban algunas horas para saber la verdad.
Todo se sentía demasiado alegre y pacífico, hasta se podría considerar como un loco a quien creyera que pronto ocurriría algo malo.
Aproveché el tiempo para pasarla bien con mis visitas y tener un momento feliz.
—¡Y hoy les enseñaré a hacer Curry Massaman! Ju, ju… —sugirió Dafne. Esa tonta tenía puesto un traje de chef y se encontraba en la cocina de mi casa.
Mi hogar tenía una mesa de concreto que conectaba la sala con la cocina, atravesando la pared en un gran agujero rectangular, adicionalmente, entre el techo y en el enchapado de madera habían varías luces que creaban iluminación como de un bar; era espectacular, aunque mi casa no era más que un rancho para alguien como Dafne.
—Lo siento, Dafne, pero soy inútil en la mayoría de cosas que hago… No puedo ni preparar correctamente un cereal con leche, mucho menos aprendería a hacer algo como eso —confesó Leo, cabizbajo.
—¡¿Por quién me tomas?! ¡Soy la bellísima Dafne! ¡Conmigo, hasta tú podrías ser chef en un par de horas!
—Nunca creí que una rica supiera cocinar, normalmente eso lo hacen las “maids” —intervino Daniel, quien se rascó la cabeza.
—Yo no veo nada de raro en eso, probablemente no le guste la comida que hacen esas… Como sea, Dafne, no tengo ningún problema en que me enseñes recetas… el problema es que, ¡tú no entiendes que yo no soy rico! ¿Qué te hace pensar que tengo los ingredientes para hacer algo así? Mejor comencemos con algo más sencillo, como… ¡Pan de ajo! —Esto lo sugerí yo.
—¡Solo es pan sofrito con mantequilla y ajo, Athan! —Asombrosamente, Dafne, Daniel y Leo dijeron exactamente lo mismo al unísono, como si sus mentes estuvieran conectadas.
Fue inevitable reírnos por eso.
Al final Dafne nos enseñó hacer chuletas horneadas con pasta de tomate y papas al vapor; sin duda era una comida bastante pesada, sobre todo para ser consumida en la noche, pero nos dio igual, eso estuvo delicioso. Dafne sí que cocinaba bien; lo peculiar era que nos enseñó alegremente y en realidad no parecía disgustada por estar con tres varones.
El tiempo pasó, realizamos varias actividades, vimos una película de horror y cuando concluyó, se me ocurrió, convenientemente, salir a mirar las estrellas.
—Colega, con la luna llena, apenas se ven los astros —dijo Daniel, quien arruinó por completo mi plan.
Cuando era la una de la mañana, estaba en mi habitación.
Fui muy hospitalario y dejé un par de colchonetas en la sala para que los chicos descansaran; Dafne se quedó sola en la habitación de las visitas, supuse que todos se habían quedado dormidos.
Por obvias razones, el único que no podía dormir era yo. Estaba asomado por la ventana de mi cuarto y no dejaba de contemplar el cielo nocturno; un rayo de luz blanca se asomó por la ventana e hizo resplandecer mis ojos afilados, la luna parecía mirar con indiferencia ante los problemas del mundo.
Noté varias nubes arremolinadas en un solo punto, me pareció sospechoso, pues no hacía tanto viento, pero tampoco se trataba de algo tan fuera de lo común.
Y continué esperando y esperando, el tiempo pasaba lento. Estaba ansioso, inquieto y preocupado, tenía una mezcla de emociones tan extrañas que incluso sentía algo raro en el estómago.
Se dice que cuando una tragedia está a punto de ocurrir, los animales se alborotan, por ello analicé el comportamiento de los perros de las casas vecinas, las aves que planeaban sobre la ciudad, etc, pero todo era normal, incluso los grillos tocaban su molesta orquesta sin problemas.
—Parece que de verdad todo fue parte de mi imaginación… —dije en la soledad de mi cuarto.
Recordé unas palabras de Leo durante el “periodo indeterminado”, o probablemente era un Leo creado por mi subconsciente, sea como sea, él dijo: “No se puede entender un fenómeno ilógico basándote en la lógica”. Supuse que simplemente no existía explicación para todo lo que me ocurrió.
Se hizo la dos de la madrugada y no apareció ninguna estrella con ganas de aniquilar el mundo, más bien, era una noche totalmente ordinaria.
—Ja… ja, ja, ja. —Yo solo empecé a reírme de mí mismo. Le había echado tanta cabeza a toda esa situación y me había alertado tanto esperando una amenaza que nunca llegó—. Todo esto es tan estúpido, ja, ja, ja…
Mis brazos reposaban en el marco de la ventana y mi barbilla estaba sobre estos, también estaba sentado y mi cabeza quedaba al nivel inferior de la ventana. Empecé a sentir pesados mis parpados y a mis ojos les costaba estar abiertos, finalmente me quedé dormido allí mismo.
Estaba tan cansado que mi sueño fue profundo, como si hubiera muerto. La noche se sentía demasiado larga… No, era anormalmente larga. Aunque no tenía noción alguna del tiempo, era innato en mí despertar apenas algo de luz solar percibiera, pero esa luz jamás llegó.
Mi casa empezó a sacudirse de repente.
—¡¿Q-qué?! —dije aún medio dormido. Instintivamente, desperté de un salto, pero me golpeé la cabeza con el marco de la ventana—. Auch, maldición.
Dejé de centrarme en el golpe porque cuando miré al exterior, observé algo completamente inesperado…
—¡¿Qué demonios?! —Exclamé y entré en shock.
Eran las diez de la mañana del martes 16 de abril de 2019, el día que era tan oscuro como la noche, uno en el que el sol jamás apareció. Fue en esa mañana en la que los edificios levitaban y los hombres eran absorbidos. El cielo se tapó por una mancha lóbrega, pues había una bestia cósmica que se tragaba el planeta.
—¡Es un maldito agüero negro! —grité, sin poder creer en la amenaza.
La gravedad fue considerablemente modificada ante la aparición de esa cosa, pronto mi casa sería arrancada del suelo y succionada.
Me di cuenta de que me había quedado dormido más tiempo de lo normal y lo raro fue que nadie vino a despertarme.
—No puede ser ¿acaso mis amigos huyeron sin mí? No, eso es imposible, ellos jamás me dejarían; ¡de seguro también están dormidos! —Inmediatamente eché a correr, salí de mi cuarto esforzándome por mantener el equilibrio ante el poderoso temblor y me dirigí a la sala.
Mis manos sudaban y respiraba agitadamente mientras bajaba las escaleras que llevaban a donde mis amigos estaban. Para colmo, todo estaba oscuro y costaba andar.
En la sala, me detuve en seco; el olor hedor muerte y una aterradora escena se mostró delante de mis ojos.
—C-chicos… —Perdí el aliento y mi corazón se aceleró tanto que quizás explotaría. Mi estómago rugió y empecé a vomitar.
Mi reacción era entendible: la cabeza de Daniel estaba cortada, puesta en una bandeja de plástico sobre el comedor, su cuerpo estaba abierto desde los pulmones hasta la pelvis, sus tripas sobresalían y estaban regadas en el suelo, mezcladas de jugos gástricos y sangre; solo un sádico haría algo así.
También, las extremidades de Leo estaban cortadas; los muñones de sus hombros estaban botando sangre a borbotón y sus piernas rebanadas. Toda mi sala estaba pintada con el carmesí de la sangre, allí solo habían cadáveres que perdieron toda señal de humanidad. Mis amigos habían sido asesinados.
—No… no…. ¡Noooo! —Sin poder aceptar lo que observaba, con la definición del horror mismo expresada en mi rostro, caí al suelo en posición fetal y empecé a gritar mientras en mi mente se repetía “¿por qué y quién?”.
Por el zarandero del temblor, las estanterías de mi casa se derrumbaban, las decoraciones se partían y mucho polvo del techo caía. Al ver a mis amigos así, por primera vez no supe que hacer.
De repente, percibí las pisadas casi silenciosas de una presencia camuflada en la oscuridad, con un aura malvada y que se acercaba a mis espaldas.
—¡¡¿Quién…?!! —Grité casi con locura.
Me levanté con ira e intenté girarme para ver a dicho individuo, pero este fue más rápido y con gran habilidad, puso su ensangrentada mano izquierda en la azotea de mi cabeza y, con fuerza anormal, evitó que yo pudiera girarme.
—Para un amante de las paradojas como tú… —Una voz macabra retumbó, sus labios se acercaron tras mis odios y siguió—: ¿Puede Dios crear una roca que el mismo no pueda cargar?
Agité mi cuerpo con todas mis fuerzas y traté de escapar del individuo que me sometía. Quise gritar algo, pero, antes de lograrlo, el sujeto pasó su brazo derecho por sobre mis hombros y percibí el brillo de un cuchillo que cortaba el aire, su punta se clavó en mi garganta; atravesando mi tráquea y reventó mi yugular. Sentí el sabor metálico de mi sangre que empecé a vomitar. Con una risita juguetona, el asesino tras de mí retiró violentamente el cuchillo y me empujó por la nuca, asegurándose que cayera de cabeza y no lo viera. Mi frente colisionó con tanta fuerza, que entendí que mi cráneo se fracturó.
—¡Ahhhhhhggggg! —Logré gritar, pero la gran ira que tenía causó que sobrepasara los límites de mi propio cuerpo y apenas sentía dolor, pues mi objetivo era ver a esa persona.
El agujero negro levantó mi casa y arrasó con el techo.
Sentí que mis músculos hicieron un esfuerzo anormal para poder voltearme y por fin pude dirigir mis ojos hacía el asesino que se perdía en las tinieblas. Mis ojos se dirigieron hacia la cara de esa persona, buscando reconocerle, y entonces descubrí que aquel que nos mató a todos era…
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