El bucle del fin del mundo - 7.0
—Ah, entiendo, eso es irritante… —Esta era la respuesta que Dafne Cooper pronunciaba—. Incluso las bromas deberían tener un límite. Primero vienes con esa tontería de que me quieres y ahora te atreves a llamarme asesina… No lo puedo soportar, ¡no puedo, me ofende!
Varias venas se marcaron en su femenino rostro, y su faz arrugada me transmitió que mi última pregunta le enojó mucho. No obstante, a la vez, sus ojos perdieron su brillo, tal parecía que llamarla “asesina”, aún si lo decía en juego, le afectó hasta el alma. La cosa era que yo no se lo dije en broma.
—Eso fue inespe… —No pude terminar de decir “inesperado”, pues Dafne me interrumpió descortésmente. Noté que ella oprimió con fuerza la cajita en la que estaba el cuchillo y también apretó sus dientes.
—¡Cállate! Ya me harté de esto… ¿Fin del mundo? ¿Tienes idea de lo mucho que me molestan los fanáticos creyentes de esa estupidez? Y para colmo lo dices tras una humillante confesión de amor. Y lo peor de todo… ¡Te atreviste a llamarme asesina! Eres un insensible, Athan. Estás mal de la cabeza. Como se nota que no te importa lo que piensan tus amigos. —Si fuese una persona emocional, esas palabras hubieran sido dolorosas.
Su reacción generó tensión en el ambiente. Sabía que hacerla enojar no era tan difícil, pero en términos de “bromas”, más si eran entre nosotros, Dafne solía ser tolerante. Esta vez fue distinto, ella no se lo tomó nada bien.
No me importaba que le afectara, pues mi pregunta era necesaria. De hecho, yo estaba demasiado calmado, ciertamente mi control emocional era magnifico. Incluso puse a prueba a un posible asesino haciéndole aquella calmada confesión de amor.
Por supuesto, mi plan maestro desde un principio fue evaluar su comportamiento antes de hacerle la pregunta con más peso: “¿Por qué nos asesinaste a todos?”.
Yo no estaba seguro de si fue ella, y por eso se me ocurrió la idea de preguntarle directamente. Incluso le di un cuchillo. También me puse en una posición vulnerable a fin de provocarla. De ser una asesina despiadada, Dafne podría aprovechar la oportunidad y matarme.
Gotas de sudor brotaron debido a mi tensión. Entonces me sobresalté al oír un trozo de acero golpeándose; Dafne estampó el cuchillo contra el costado vacío del banquito en el que estaba sentado. Ella arrojó allí el cuchillo como si fuera una niña malcriada. Al ver ese movimiento, por un segundo me alerté y me preparé para esquivar, pues creí que me iba a apuñalear.
—Patético… —dijo ella sin intensión asesina. Posteriormente se giró sobre sus talones y se preparó para irse.
—Oye, ¿¡en serio no tienes idea de lo que hablo!? —Insistí.
—Ni tú mismo tienes ideas de lo que hablas. Hace un momento dijiste que te maté. Enhorabuena, ahora mismo te veo muy vivo. ¿Oyes lo sin sentido que son tus palabras? Esta infantil conversación solo me disgustó. No me hables más por hoy… Adiós. —Terminó de ordenar con carácter y caminó hacia adelante, dejándome atrás.
El comportamiento de Dafne me dejó indeciso. Era posible que ella estuviera fingiendo, o tal vez era tan santa que llamarla “asesina” y relacionarla con el fin del mundo le causó un enojo genuino.
Prefería creer en lo último ya que yo era como un rey que amaba a cada una de sus amistades, aún si eran meros plebeyos triviales; Dafne entraba en esa categoría, y es por eso que…
—Juro que, incluso si el cielo y la tierra conspiran contra mí, daré con la verdad, salvaré al mundo entero y mantendré nuestra amistad para siempre. ¡¿Escuchaste, Dafne?!
Si Dafne era una víctima, la ayudaría sea como sea. Pero si Dafne era un enemigo relacionado con el cataclismo, mantener ese juramento sería difícil. Por fortuna, me fascinaban los retos.
Antes de subirse al auto, ella se detuvo un momento, pensativa. Luego entró en el cacharro de carro en el que vino y se fue. «Quién sabe qué clase de pensamientos pasaran por tu cabeza en este instante, Dafne», pensé.
Suspiré y acomodé los sobresalientes lentes de sol que usaba. Entonces paseé por la plaza. Necesitaba ordenar mis pensamientos y poner mi poder analítico en marcha para así planificar mi siguiente movimiento.
Pero era difícil concentrarse. Se debía a que recordaba una desagradable sensación. Sí, recordaba el confuso dolor que sentí durante el segundo bucle; no se trataba solo de la dolencia causada debido al cuchillo que habían clavado en mi garganta, sino que mi pecho ardía al recordar cómo mis compañeros murieron la última vez.
Esa clase de sentimiento me costaba comprenderlo y simplemente no quería tenerlo. Era un estorbo; un tipo de debilidad que podría arruinar mis ostentosas metas. Cualquiera podría decir que sentir dolor por la pérdida era un sentimiento que nos hace humanos.
Qué dramático. Yo no quería ser humano, deseaba ser más que eso. Efectivamente era necesario: mi enemigo era un cataclismo mundial y un asesino indeterminado. Deduje que estos enemigos querían que perdiera el deseo de vivir, y casi tuvieron éxito debido a mis estorbosos sentimientos.
¿Cómo llegué a esa conclusión? Bueno, todo ocurrió durante ese martes 16 de abril de 2019; en aquel día en el que la tierra fue alargada como un fideo y tragada por un glotón interestelar…
Durante la segunda aniquilación.
Durante ese bucle, para mí, el agujero negro no era la única amenaza: en aquel momento en el que el techo de mi casa fue arrasado; cuando estaba en el suelo con un hueco en mi cuello; en ese día en el que mis ojos se dirigían con locura hacia el enemigo que se ocultaba en la oscuridad…
«¿Dafne?». Ese fue el pensamiento que tuve. Vi una figura maligna con la forma de Dafne. Era como si este ser pudiera ocultar su rostro usando las sombras. Sin embargo, la forma de su cuerpo se podía entender a duras penas, y su contorno se parecía mucho al de Dafne. Logré ver esto gracias a un pequeño rayo de luz que pasó por ahí.
Después fui absorbido. Mi cuerpo giró varias veces y salí disparado por el enorme hueco en el techo.
Varios escombros empezaron a colisionar contra mí: una teja impactó contra mi cráneo, una piedra partió mis piernas, finas partículas de polvo rasgaron mi piel sin piedad, y mucho más. No obstante, pese a esas heridas y que tenía sangre acumulada en mi garganta, de alguna manera me mantenía vivo, como si mi cuerpo no me permitiera morir hasta que no hubiera experimentado todo el dolor que ofrecía la aniquilación.
Debido a que la gravedad fue modificada por el agujero negro, mi sangre circuló de una forma contranatural y yo dejé de sangrar.
Incluso el tiempo avanzó lentamente… Sí, esa bestia cósmica era tan ridícula que ni la luz ni el tiempo se salvaban de su atracción gravitacional extrema. Pero, este flujo lento del tiempo actuaba de una manera extraña en mí, como si no me afectara y su propósito fuera alargar mi sufrimiento.
«Perfecto». Eso fue lo que pensé. Si mi entorno parecía ir lento, pero mi cerebro trabajaba con normalidad, entonces tendría más tiempo de mirar a ese asesino cuya identidad quería descubrir con obsesión.
No obstante, mi mente colapsó debido a los múltiples rayos de dolor que recorrieron mi cuerpo, lo sentí como si muchas cuchillas danzaran por mi cerebro, destruyendo todos mis nervios. Qué dolor más insoportable.
Mis pulmones pidieron oxígeno, pero mi tráquea destruida no lo permitió. Al final no recibí oxígeno, mis pulmones fueron ahogados con mi sangre y querían expulsarla tratando de toser, pero no podía. Qué agonía.
El rugido del viento y la destrucción fue tan potente que reventó mis tímpanos. Qué estruendo de muerte.
La radiación generada por la materia consumida contaminaba mi cuerpo. Qué asco.
Al rato, el dolor se volvió tan ridículo, que mi cerebro simplemente dejó de sentirlo. Estaba agradecido por ello. Entonces aproveché mis últimos momentos para analizar la situación.
«Un agujero negro, ¿podríamos considerarlo una fuerza imparable?, es decir, ¿quién en este universo podría detenerlo?». Pensé con ironía.
No sabía a qué distancia estaba ese agujero negro, ni podía calcular su diámetro. Lo cierto era que, al igual que la “estrella huracán”, este había aparecido de repente. Según un documental que vi, era imposible que un agujero negro se formara instantáneamente, eso significaba que otra vez ocurrió un fenómeno incomprensible que se reía con descaro de la ciencia.
En el cielo se podía ver una colosal masa negra en la que su espacio alrededor brillaba con una estela dorada. Ese era el aspecto de este glotón celestial el cual vino a consumir una pequeña golosina: nuestro sistema solar.
Ahora bien, un tsunami se alzaba hasta los cielos; magma era escupido desde el centro de la tierra; asteroides que fueron atraídos apedreaban el planeta; terremotos imparables dividían la tierra; todos estos y muchos otros fenómenos formidables ocurrieron al mismo tiempo y fueron causados por culpa de este insensato enemigo.
Vehículos, edificios, barcos, humanos, tierra, montañas, animales, el sol, la luna, otros planetas… todo era chupado para luego ser comprimido con la misma finura de un hilo. Era humillante ser tragado por esa vil aspiradora celestial, no, era un pecador cósmico, un maldito glotón.
Probabilidades de la humanidad de sobrevivir: 0%.
Dejé de pensar en ello ya que no había nada que pudiera hacer para frenarlo. En cambio, batallé por ver entre tanta destrucción al asesino de antes, si lo lograba, mi muerte no sería tan en vano. Arriba, abajo, izquierda y derecha; mis ojos se movían en todas direcciones tratando de verle.
Este individuo también debió haber sido afectado por el agujero negro, y tenía que estar comprimiéndose en algún lugar cercano al mío. No obstante, no hubo señal alguna del asesino.
En cambio, solo pude ver la cabeza cortada de Daniel. La cual se alargó y tras un estallido expulsó un motón de materia cerebral. También noté a otras personas siendo reducidas a nada. Sus alaridos de pavor ni siquiera se podían oír debido al sonido de la masiva destrucción.
De repente, mi pierna fracturada se comprimió más y más. Antes de darme cuenta, tenía la mitad de su grosor. Eso siguió ocurriendo hasta volverse tan delgada como un palillo. Se estiró tanto que incluso una aguja sería más gorda. Por supuesto, el resto de mi cuerpo también se iba comprimiendo exponencialmente. Esta era la llamada “espaguetización”. ¡Quería gritar y gritar, pero ni siquiera se me podía conceder ese deseo!
Quería ponerle fin a ese sufrimiento. Deseaba que mi mente se apagara para siempre y pudiera descansar por la eternidad. Sí, quizás merecía morir de verdad por no haber hecho nada relevante para detener el fin del mundo. Ese debía ser el costo por haber permitido que descuartizaran a mis amigos. Deseaba la muerte ya que era la única que podría hacerme olvidar esa imagen sangrienta hecha por un artista macabro que cortó en pedazos a mis colegas y que después desapareció tras atreverse a ridiculizarme.
En mis últimos momentos mis sentimientos opacaron mi razonamiento. El dolor por la perdida, la tristeza por el fracaso y la molestia de mi propia incompetencia…, estas emociones fastidiaron e hicieron que lentamente mi deseo de vivir se fuera hundiendo en un pozo del que quizás no podrían salir.
La situación era tan deshonrosa, que incluso surgió en mí un lado humano que lastimaba mi orgullo, como si dijera “en comparación con la enormidad, poder y edad del universo, eres efímero, insignificante”. Pero…
«Orgullo», esa palabra pasó por mis pensamientos. «¡Orgullo!», otra vez la palabra retumbó con intensidad. «¡¡ORGULLO!!», una fuerza inexplicable activó mi mente. El gran Athan Ambrosia casi se perdía por culpa de sus emociones, pero el orgullo, ¿dónde estaba mi orgullo intenso?
Mi única acción patética fue lamentarme, llorar la muerte de mis amigos y dejarme matar. ¡No debía permitirme dejarme llevar por el dolor! ¡Tenía que luchar por volver! Mi determinación había titubeado, pero, al recordar mi orgullo como aquel que detendría el fin del mundo y algún día inmortalizaría su nombre en la historia, mis ganas de vivir surgieron con la misma energía ardiente de la lava escupida por los volcanes.
Seguí elevándome en el cielo hasta llegar al espacio. En una situación distinta me sentiría como una deidad flotando hacía el olimpo. ¡Eso era lo que yo merecía! Ser tratado como un Dios, no como un patético sujeto que moría de semejante manera indigna.
¡Viviría! ¡Mientras yo existiera, la humanidad no llegaría a su final verdadero! ¡Efectivamente, todos los humanos eran estúpidos —menos yo— y dependían de mí! ¡Por eso viviría para acabar con estas atrevidas amenazas provenientes del cosmos! ¡También debía existir para poder descubrir la relación de aquel asesino con el fin, y entonces obraría para detenerlo! Para lograr todo eso, ¡¡¡TENÍA QUE VIVIR!!!
Antes de que mi conciencia se apagara del todo, mi cuerpo continuó alargándose hasta que me comprimí como un espagueti. Morí, pero sabía que no sería el final. Ciertamente viviría para ver la luz del sol otra vez.
Lunes 15 de abril de 2019. Hora: 6:02 AM. (Tercer bucle).
Cuando dormía, cubierto por cómodas sabanas en mi cuarto, el irritante sonido causado por mi despertador saboteó mi descanso.
—¡Aaahg! —Me desperté abruptamente y traté de gritar con intensidad, sin embargo, lo evité mordiéndome la lengua. Después me la mordí otra vez, y seguí clavándole mis colmillos hasta hacerla sangrar—. D-debo… debo acostumbrarme al dolor.
Un hilo de sangre bajó por mi barbilla. Tuve que escupir la sangre para no tragármela. El rojo oscuro de la misma manchó mis sabanas.
—¡Calla, aparato infernal! —Mi despertador siguió sonando con odiosidad, así que le metí un puñetazo y lo partí. Algunas piezas destrozadas eran puntiagudas, así que cerré mi puño y empecé a golpearlas repetidas veces, hasta hacer heridas en mi mano.
¿Por qué alguien con una mente súper dotada como la mía haría un acto tan salvaje? La respuesta era simple y a la vez peculiar: quería acostumbrarme al dolor.
Por supuesto, también estaba emocionado, después de todo, había muerto para luego volver en el tiempo justo como antes. Naturalmente, el shock causado por mi última muerte, la cual fue dolorosa a niveles incalculables, no era algo que olvidaría en un instante.
De hecho, la sensación de que mis órganos, carne y huesos hayan sido estirados hasta volverse finos y que luego en un abrir y cerrar de ojos mi cuerpo volviera a la normalidad, causó un choque en mi cerebro que casi me hace enloquecer. Pero gracias a mi autocontrol, logré estabilizar mi mente.
«Tengo que acostumbrarme al dolor». Pensé. Ahora que sabía que de verdad la tierra había sido tragada tanto por un agujero negro como por una estrella extraña, no había duda de que la amenaza era real. Es por eso que necesitaba adaptar mi cuerpo para soportar el dolor y de esa manera no perder mi determinación cuando me enfrentara al fin del mundo.
Claro, es humanamente imposible adaptarse al dolor intenso. Sin embargo, si yo podría lograrlo, demostraría lo increíble que era y a la par podría soportar el costo por fracasar: morir.
Por supuesto, no quería volver sentir esa desagradable sensación de morir, más aún si mi muerte era tan cruel como la última. Solo de recordarla todos los vellos de mi cuerpo se levantaban y sentía como si la punta de un estoque acariciara toda mi columna vertebral.
Dejé de golpearme y respiré hondo varias veces. Entonces empecé a analizar varias cosas relacionadas a los últimos acontecimientos, aunque por supuesto, todas eran teorías:
—Primero, sobre la catástrofe… —Hablé solo. Me levanté de mi cama, y eché un vistazo por mi habitación; antes había sido destrozada, pero asombrosamente volvió a la normalidad—. El ultimo cataclismo fue diferente al ocurrido durante el “periodo indeterminado”, ¿por qué?
Si asumimos que había vuelto en el tiempo, y por lo tanto yo era un viajero en el tiempo, los acontecimientos deberían repetirse. Por ejemplo, si el fin del mundo era la tierra siendo calcinada por una estrella, entonces al volver en el tiempo debería repetirse dicho suceso. Pero eso no pasó.
Me quedé pensativo, analizando y comparando mis conocimientos con los hechos recientes… Fue un minuto después cuando tuve una idea:
—El efecto mariposa… —Esta era una teoría que daba a entender que, si alguien viajara en el tiempo y ocasionara así sea el más mínimo cambio en el pasado, entonces su acción podría generar cambios drásticos en el futuro.
A decir verdad, nunca fui muy fan de esa teoría. Me parecía absurda la idea de que nuestro universo era tan “sensible” que una mínima variación en el pasado, como por ejemplo que un viajero en el tiempo pise una mariposa que originalmente debió vivir, cambie drásticamente el futuro.
—Pero… ahora mismo tendré que creer en ella —razoné. Si lo pensamos bien, yo era un viajero en el tiempo y sería lógico asumir que mis acciones podrían cambiar el futuro, no obstante, ¿qué acción mía hecha en la tierra podría generar que, en vez de una estrella, venga un agujero negro que destroce el planeta en el futuro?
También tenía que tomar en cuenta el lapso de tiempo en el que volví al pasado: era menos de un día y medio. Aún si asumimos que el efecto mariposa haya cambiado el cataclismo, una diferencia a tal escala solo debería ocurrir con un margen de tiempo mucho más grande.
Me rasqué la cabeza con rudeza y caminé en círculos tratando de llegar a una conclusión. Pero fue inútil, necesitaba reunir más información para poder tener mejores teorías. Así que decidí pensar en el segundo punto:
—Ahora, el efecto mariposa sí tendría sentido con otros cambios que ocurrieron, por ejemplo, que Lucy haya tenido fiebre en lugar de Dafne. Pero ¿de qué manera una acción mía podría generar que una persona diferente tuviera fiebre? —Sonreí al darme cuenta de algo—: La única manera es que realmente esas personas no tuvieron fiebre, sino que fue una mentira.
Por ejemplo, una persona podría fingir que está enferma, pero alguien la descubre y decide ayudarla en vez de delatarla. En la primera línea temporal, la segunda persona ayuda al que finge estar enfermo. Ahora, supongamos que alguien más viaja al pasado y una simple acción suya ocasiona que esta segunda persona se vea afectada y decida usar también aquella mentira. Sin embargo, Lucy y Dafne jamás tuvieron “fiebre” al mismo tiempo… Ese era el único punto que no podía entender. Ya que me quedé bloqueado, opté por dejar el tema hasta ahí. Luego pasé al tercer punto:
—El asesino… —Mi rostro denotó ira extrema al nombrar a este individuo—. Posiblemente fue Dafne. ¿Por qué lo hizo?… Simple: tiene alguna relación con el fin del mundo. —No tenía evidencia concreta, pero a juzgar por el momento y la forma en la que este actuó, podía deducir que era así—. Además, la razón por la que mató a mis amigos de esa manera tan aborrecible es obvia: esa persona quería transmitirme un mensaje…
En el segundo bucle, el asesino pudo haberme matado mucho antes de que hubiera despertado, pero no lo hizo. Más bien se dedicó durante aquella noche a descuartizar a Leo y Daniel y regó sus miembros cortados de manera que causara impacto. De esta forma, este enemigo me dijo: “Estoy aquí. Soy una persona atroz”. «Pero, ¿por qué?» Pensé. Tampoco sabía la respuesta.
Estuve un rato pensando, no obstante, cada vez que recordaba aquella silueta similar a la de Dafne, mis manos temblaban y luchaba por no creerlo.
No hallaría respuestas estando en casa. Sobre todo, en lo relacionado a mi mayor pregunta: “¿por qué puedo viajar al pasado?”. Así que decidí que reuniría información durante este bucle y luego, posiblemente, moriría.
Por lo tanto, me dirigí al armario de mi cuarto y busqué uno de mis tesoros más preciados: una gabardina que parecía salida de una obra de fantasía. Cuando me la ponía, significaba que era hora de activar el “Athan modo Dios”. Ya que esto se trataba de un desafío de vida o muerte, entonces mi aspecto debía ser genial, tal y como el protagonista de un anime de acción.
Empero, antes de ponerme el traje e irme de casa, debía hacer algo más: salí de mi habitación y me dirigí a la puerta del cuarto de mi hermana.
—Mona gótica, abre tus ojos y deja de ser una holgazana. —La llamé. Al rato, la puerta de madera se abrió y entonces apareció la pequeña figura de mi hermana menor (tenía 15 años). Ella tenía la piel marrón claro como la azúcar morena, su cabello color obsidiana era corto, y un mechón de pelo tapaba su ojo izquierdo. Lo más sobresaliente eran sus características emo, pareciéndose a una villana de película, o quizás tenía Chūnibyō.
—Mono, fiiuuuu, es muy, fiiiuuuu, temprano. Fiiuuu. —Habló ella mientras se rascaba sus ojos grises y bostezaba, ella todavía tenía sueño.
—¡Déjate de esa tontería, campesina! Ahora mismo tengo una petición que tu lúgubre corazón amará: ¡Quiero que me tortures, buajaja! —Así es, necesitaba entrenar mi mente para que aguantara el dolor y mi hermana ayudaría con eso. Bastaba con echarle un vistazo a su habitación para notar que ella amaba cosas como las calaveras, armas, demonios y fantasmas; esos eran los conceptos de la decoración que había en su cuarto.
Para una sádica como ella, que amaba vestir de negro y usaba cadenas y collares con púas, la idea de torturar a alguien debía ser fascinante. Sí, así era mi entretenida bufona/hermana María.
—Mono, no debes hablar así, eso es mala onda, fiuuu. Tengo sueño… Fiuuuu. No quiero hacerle daño a mi consanguíneo… Buenas noches, causa. —Ella trató de cerrar la puerta de su cuarto, pero yo lo evité con mi pie.
—¡Pero sí apenas comienza el día, ¿cómo que “buenas noches”, vaga?! Y no, no me harás daño, idiota. A mí me gustan esas cosas, soy un masoquista. ¡Tu perfecto hermano ama el dolor! Tener una mona como tú es ideal. Si eres obediente, prometo que te regalaré una araña venenosa.
—Ouh, ouh, ¡araña venenosa! Mi alma oscura aprobaría esa ofrenda. Pero, ¿Por qué monito goza de esas cosas pervertidas? No me molesta darte ese placer, pero eres la única persona a la que no le quiero hacer daño. —Pese a que sus palabras podrían sonar tiernas, su voz era aburridamente lenta y sus gestos superaburridos, típico de las niñas góticas. Aunque no éramos muy unidos, mi hermana solía ser amable conmigo, dentro de lo que cabe. Así no era con mi madre, pues era rebelde y se la pasaban peleando.
—Efectivamente, mona. ¡Basta de cháchara y tortúrame!
—Bueno… Fiuuuu. Me debes una vil araña asesina. Avance, terrenal. —Mi hermana tenía poco cerebro, y convencerla fue demasiado fácil. Entré en su cuarto y permití que ella me golpeara de diversas maneras. Al final me arrepentí ya que sus golpes eran lamentables, era una torturadora patética.
Después de perder el tiempo en esa tontería, me puse mi atuendo genial, declaré abiertamente que no iría al colegio y me dirigí a la ciudad.
Mi primera misión era intentar pedirle ayuda a la policía. Si les decía que vivía en bucles, no me creerían, pero si les advertía que se aproximaba una amenaza, quizás podrían investigar y me revelarían información.
—¡¿Acaso cree que estoy loco, inútil come donas?! —Le grité al sujeto que estaba en la cabina de la estación de la policía.
—Vamos, niño, ¿no ves lo ajetreados que estamos? No tenemos tiempo para estas tonterías. —Eso fue lo que me respondió un policía gordo.
Hace rato, cuando entré en la estación, hablé con ese hombre, le dije que pronto ocurriría un cataclismo y que todos debíamos unirnos para luchar contra este. Pero él pidió pruebas y ya que no tenía ninguna, me vi obligado a revelarle volví en el tiempo. Como resultado, esta “bola de grasa” se rió.
La estación de policía no era la gran cosa: habían varias banderas de Venezuela y USA, muchas oficinas llenas de estantes con archivos, también se podía oler el desagradable humo de los cigarrillos que los oficiales fumaban. Lo más interesante era que de verdad todos los policías estaban tensos y ajetreados, de hecho, de camino a ese lugar vi un montón de patrullas circulando, era como si hubiese ocurrido algo muy malo en algún lugar, pero nadie me quería decir.
La estación era también una jefatura y muchas personas venían a validar documentos, por eso se formó una fila detrás de mí. Claro, a mí me atendieron pesimamente, ¿cómo osaban a no creerme? ¡Esos imbéciles!
—¿Qué pasa? La fila no avanza. ¡Muévete! —Se quejó una mujer que estaba detrás de mí.
Esa mujer me habló con una autoridad abusiva, así que discutí con ella, eso causó un alboroto hasta el punto de que los oficiales me querían echar. Al final, lo lograron. «Estos cretinos», pensé.
—¡Jajajaja! Qué buen espectáculo armaste ahí dentro, chaval. —Cuando caminaba por el estacionamiento y me dirigía a otro lugar, un sujeto treintañero, que tenía un cigarrillo en su boca, me habló. Él recostaba su espalda con un poste y su postura era despreocupada. Su corto cabello era azul y estaba cubierto con un sombrero de vaquero. También noté que usaba un cinturón con una pistola enfundada.
—¿También te burlas de mí, viejo? ¡Ja! Al menos no moriré de cáncer de pulmón como tú —juzgué. Lo señalé y me reí con arrogancia.
—Jajajajajaja, tranquilo fiera jajajaja… Me agradas. Me llamo Miguel Rodríguez, ¿y tú? —Este hombre mantenía una sonrisa de oreja a oreja y parecía que no se inmutaría con ninguno de mis insultos.
—Buena pregunta, deléitate, acabas de conocer a aquel que salvará el mundo, soy el magnífico Athan Ambrosia. Ahora dime, ¿qué quieres de mí?
—Es un placer conocerle, gran Sr. Athan. ¡Jajajajaja! Mira, chaval, escuché todo el alboroto que armaste. Para ser alguien tan grande, te han ignorado con el mismo nivel de magnificencia que te acabas de atribuir, jajaja. Oh, lo siento, eso fue irrespetuoso, jajajaja. Yo sí te creo. —Este sujeto tan molesto, sacó de un bolsillo en su chaqueta una tarjeta y me la arrojó.
—“Policía de Sucesos Paranormales”. —Después de atrapar la tarjeta, vi que tenía eso escrito, además estaba impreso un número telefónico más otros datos anotados—, ¿qué es esto?
—Eso, mocoso, es la posible solución a tu problema. Pero ¿en serio no lo sabes? Jajajaja y yo que creía que todos los niños de hoy día veían TV.
—Ya veo… se trata de un canal de TV sobre cosas sobrenaturales e imagino que trabajas en él. No obstante, si no lo he escuchado nunca, sin duda debe tratarse de un programa mediocre, bueno debe ser apropiado para los niños ratas, supongo. —Me peiné un mechón de pelo y me burlé más.
—¡Jajajajaja! Vamos, eso es duro, danos una oportunidad. Quiero decir, si ella quiere, puede decirte algunas cosas interesantes relacionadas a ese fin del mundo del que tanto predicas. —Él se acomodó su sombrero.
—¿Ella? Espera… ¿sí me crees? —Y yo acomodé mis gafas de sol.
—¿Y por qué no? Quiero decir, sé que hay cosas raras en este mundo. Jajaja. Alguien que viaja en el tiempo no es nada especial si lo piensas bien. Jaja, mi trabajo se trata de encontrar, filmar y destruir esa clase de cosas fuera de lo común, aunque generalmente son falsas, pero tengo esperanzas que contigo será diferente. Uuuuuh. —Alejó el cigarrillo y exhaló humo de su boca—. Ven conmigo, crío, te presentaré a mi jefa.
—Gente que busca cosas raras, ¿eh? Lo veo conveniente. Iré contigo.
Si esta gente se dedicaba a filmar cosas sobrenaturales, tenían su propio programa de TV y poseían los equipos necesarios, entonces debía convencerlos de mi situación, usarlos para que me filmen en directo y de esta manera avisarle al mundo sobre la amenaza que se avecinaba. Con esa idea en mente, seguí al extraño sujeto.
Él me llevó al estacionamiento trasero y allí había una llamativa furgoneta grande, la cual tenía un motón de logos grabados que decían “Policía de Sucesos Paranormales”, además de publicidad ridícula.
—¿Ves la furgoneta?, —dijo Miguel y señaló el vehículo.
—¡¿Cómo no la vería si es tan llamativa?! —Argumenté.
—Jajajaja, tienes razón. Mi jefa debe estar adentro, ella suele tener audífonos, así que no te oirá si tocas la puerta. No hay problema, solo ábrela y la llamas por la espalda. ¿Entendido?
—No. Lo único que no entiendo es por qué rayos me dices esto, ¿tienes idea de lo descortés que son tus instrucciones? Deberías replantear tu manera de tratar a la gente. Tienes una muy mala cabeza.
—Jajajaja. Eres tan “ladilloso” como una mujer. Relájate, yo iré después de comprar unos cigarrillos. Ya vuelvo, chaval.
Seguí quejándome de su mal comportamiento, pero a él le dio igual, avanzó y se fue sin nada de vergüenza.
Me dejó solo en el estacionamiento. Suspiré para descargar mi rabia. Entonces caminé hacia la camioneta y la evalué. Esta tenía una cabina tan grande, que hasta podría servir de casa rodante, y fácilmente alguien podría estar de pie en ella. Era el vehículo perfecto para esta gente, pues adentro podían tener todos sus equipos de grabación y llevarlos a cualquier lado.
Estuve pensativo durante unos segundos antes de abrir la puerta lateral del vehículo, tenía un mal presentimiento por alguna razón. «Da igual», pensé. Noté que la puerta era corrediza y no estaba trancada, así que la abrí.
—¿Eh? —dijo la chica que estaba adentro, sorprendida. Así es, apenas abrí la puerta, justo delante de mis ojos, había una alta chica vistiendo solo lencería negra, posiblemente se estaba cambiando de ropa. Ella tenía el cabello verde, una piel blanca como porcelana y sus ojos eran rojos como manzanas. A juzgar por su aspecto, quizás tenía unos veintitantos años.
—¿Sabes algo? Si estuviéramos en un anime, esta sería una situación bastante cliché y los degenerados adoradores del echhi valorarían mucho esta situación. Sin embargo, yo no actuaré como esos personajes tontos que se avergüenzan con estos accidentes, después de todo, soy alguien único en este mundo. No te preocupes, aunque te estoy viendo en ropa interior, debo admitir que no siento ningún tipo de atracción por tu cuerpo, o sea, estás más plana que una tabla de surf. —Sin dejar de mirarla, proclamé con confianza.
—Ay, qué considerado, es solo que…, lo que más me acompleja de esta situación, es que me acabas de llamar plana. —Al principio, ella se avergonzó al notar que un chico como yo la vio así, no obstante, tras oírme, parece que se olvidó de su vergüenza. Entonces, con una expresión psicópata, ella se volteó y buscó algo en un cajón que estaba en la pared del vehículo— Kijijijijiji… —Y rió como bruja.
Ella sacó de ahí algo alargado y que estaba envainado, ¡era una espada rara! Posteriormente, con una sonrisa juguetona en su faz, ella tomó con una mano la empuñadura, con la otra la vaina y sacó lentamente la espada. «¡¿Por qué demonios tiene una espada!?», Eso fue lo que pensé.
—¿Qué? ¡Alto! ¡¿Por qué tienes una espada allí dentro?!
—Es que este mujeron oculta muchas sorpresas, wey. ¿Y tú sabes algo? Esta espada sirve para matar demonios, ahora imagina lo que le puede hacer a un chiquillo como tú. —Ella se lamió los labios con malicia—. Kijijijiji…
—¡No te rías como bruja! Y si crees que con mostrarme esa chatarra harás que me retracte, te equivocas. Naturalmente, es inconveniente avivar la ira de la persona que esta próximamente a ayudarme, es por eso que admitiré que me gusta tu cabello y color de piel, ¿satisfecha?
—Ayyyyyyy, eres muy malo. No es mi culpa haber tenido una pésima pubertad… Pero me conformaré con eso… Kijijiji, acabas de salvar tu cabeza.
—En tal caso no tienes la capacidad de hacerme daño alguno. En fin, sigo viéndote semidesnuda, ¡muestra, aunque sea un poco de dignidad femenina, suelta un grito kawai y arrójame cualquier cosa, ¡menos la espada! ¡Ese debería ser el patrón de comportamiento habitual, ¿entiendes?! Eres una antisistema, ¡has roto las reglas! —Afirmé hablando con claridad.
—Aaaaah, cierto, lo había olvidado. Allí voy: ¡Lárgate! ¡Pervertido! ¡Kyaaaaaaa! —Ahora sí, ella se sonrojó, encogió su cuerpo tratando de taparse y reaccionó tan escandalosamente como debería. ¡Fue satisfactorio!
Después de esa peculiar e incómoda interacción. Miguel volvió y calmó la ira infantil de Lyra Montés (ese era el nombre de esta mujer tabla).
Estos dos individuos resultaron ser personas muy peculiares, cuyas interacciones resultaban ser divertidas, tal perecía que había encontrado bufones nuevos para mi colección. Eran tan raros que, cuando por fin me invitaron a pasar a la furgoneta, noté que tenían un montón de armas extrañas por alguna razón, equipos de grabación y utilería ridícula que supuestamente servía para brujería.
—¿Y qué te ha atraído a nuestra prestigiosa camioneta? —Después de hablar por un largo rato, Lyra hizo esa pregunta relevante.
—¿No es obvio? Digamos que estoy experimentando una situación bastante “sobrenatural” —respondí.
—¿“Sobrenatural” dices? Diosito, por favor, espero que no sea algo tan aterrador. Esa clase de cosas me dan miedo. —Ella tembló de miedo.
—¡¿Qué?! ¿Te da miedo? A ver si entendí: ¿eres la presentadora de un programa que se dedica a buscar y capturar seres sobrenaturales y dices que te da miedo lo paranormal?! —Me quedé boquiabierto por tal tontería.
—Kijijiji, solo estoy jugando, ¿o tal vez no?
—Claaaroooo, de todos modos, mi situación no tiene nada que ver con fantasmas y esas simplezas. Lo mío es algo mucho peor: El fin del mundo.
Apenas mencioné eso, la ambientación alegre que se había mantenido desapareció como la espuma en el océano. Tanto las expresiones de Lyra y Miguel se volvieron muy serías de repente, parece que de verdad sabían algo sobre el tema. Por lo tanto, les conté a detallé toda mi situación.
—Comprenso… la cosa está dura, ¿no, chaval? —dijo Miguel tras oír toda mi historia—. ¿Y qué piensas hacer?
—Por ahora, recolectar información. No obstante, ya que descubrí que ustedes tienen un canal de TV, pensé en que sería buena idea grabar de inmediato, notificarle al mundo entero sobre la amenaza y el poco tiempo que nos queda para actuar.
—Jajajaja, eso no serviría por varias razones. Y aún si pudiéramos grabar a esta hora, nadie nos vería.
—¿Qué? ¿Y por qué esa negatividad?
—¿No lo sabes? Supongo que no has visto las noticias de hoy —acotó Lyra y miró a Miguel como si pidiera su aprobación—. ¿Deberíamos decirle?
—No. No queremos traumar a los niños. Jajaja… —Miguel expulsó un montón de humo, y luego siguió fumando. Tal parece que estaba ocurriendo algo raro en la ciudad y todos estarían viendo las noticias, pero eso no era de mi interés del momento. Lo principal debía ser el asunto del fin del mundo.
—Oigan, sería muy desconsiderado si me ocultan cosas. Siento que no me están tomando en serio y eso es una gran ofensa para mi suprema persona. Estoy dudando sobre si me creen o no —dije con seriedad.
—Te creemos… en parte. Lo que pasa es que no confiamos en ti. Existe una razón y no la diré. Pero si eso que dices ocurrirá, que más tarde vendrá un fin del mundo del cual no sabemos cómo será; entonces te creeré al cien porciento. Si veo que algo así ocurre, te llamaré con total seguridad y te revelaré la llave para ganarte mi confianza, aún si el mundo vuelve al pasado.
—Eso es una estupidez, ¿estás diciendo que quieres esperar a que ocurra el cataclismo para ayudarme? ¿No es mejor hacerlo ahora? ¡Esto es absurdo! —Me quejé por su tontería, parece ser que de verdad esas personas solo me estaban tomando el pelo, y si seguía ahí, perdería la paciencia.
—Lo es. No obstante, aunque nosotros no confiamos en ti, te pediré que tú sí confíes en nosotros, es injusto, ¿verdad? Bueno, no hay mucho apuro, después de todo, si todos morimos, tú volverás en el tiempo y nos salvarás, ¿no? Kijijiji… —Lyra dijo algo tan inhumano como si nada.
—Ja, que razonamiento tan feo. Eres una persona muy abusiva, pero está bien, entiendo. Ya que no harán nada para ayudarme ahora, no puedo seguir perdiendo el tiempo aquí, adiós y gracias por nada, inútiles.
Tenía otros lugares a los que ir, sobre todo, mi importante encuentro con Dafne, así que no podía seguir ahí con esas personas. Claro, si lo que Lyra decía era cierto, entonces ella debía de tener algún truco bajo la manga que ayudaría de alguna forma durante el fin del mundo. Sea como sea, si ellos me tomaron en serio o no, y si ambos me serían útiles o no, se demostraría tras la llegada de la noche y, en consecuencia, la aniquilación.
Tras una despedida de mal gusto, me retiré y seguí con mi camino.
Había llegado la noche y yo me encontraba nuevamente en mi oscura habitación. Estaba sentado en mi escritorio y la luz blanca proveniente de la pantalla de mi ordenador impactaba contra mi cara; buscaba en google reportes recientes relacionados a fenómenos espaciales.
En verdad estaba frustrado ya que no hallaba nada útil. Inclusive, en la tarde, fui a la universidad, le comenté sutilmente a los profesores sobre mi situación y pedí información, pero esos descerebrados dijeron que no sabían nada y me vieron con malos ojos. ¿Qué demonios pasaba con la educación en este mundo? ¡Los profesores no servían para nada! ¡Eran unos inútiles!
Me llevé las manos al rostro y me golpeé la frente un par de veces tratando de liberar frustración. Había sido un bucle bastante inútil: ni siquiera esos tontos de la Policía de Sucesos Paranormales aportaron algo; y tampoco pude descubrir con certeza si Dafne era o no la asesina.
Era altamente probable que pronto ocurriría un cataclismo y volvería a morir —lo acepté—. A juzgar por la naturaleza de estos en bucles pasados, la amenaza vendría del espacio. «¿Vendrá la estrella huracán?, ¿un agujero negro?, ¿una nave alienígena?, ¿lluvia de meteoros? ¡¿qué, qué?! Maldita sea, nada de esto tiene sentido». Pensé. Era molesto no saber con certeza lo que pasaría. Así que me asomé por la ventana y contemplé el cielo, buscando una señal que me inspirara alguna idea.
Vi una intensa luna llena cuya luz blanca opacaba el brillo de las estrellas. Si bajaba la cabeza y veía hacia el norte, se podía observar la bajada que llevaba a la Ciudad de los Libertadores (nombre de la ciudad principal del estado de San Monroy). Continué mirando, vi las otras casas del sector y todo era silencio y tranquilo. Eso estaba mal, las personas tenían que estar en alerta, no durmiendo como tontos ignorantes.
Por alguna razón sentía esa noche demasiado larga, en parte era terrorífica. Se debía a la ambientación tan inquietante que generaba la luna llena. Entonces, de repente, empecé a escuchar algo extraño: Era una canción. Era cantada a capela por una jovial voz femenina, era dulce y triste.
Traté de captar de dónde venía el sonido, pero pronto me di cuenta de que no provenía de ondas sónicas del exterior, sino que sorprendentemente la canción sonaba en mi mente, por definirlo de alguna forma. Era como si alguien con telepatía te dedicara una canción usando su poder.
—¿Pero qué diablos? —dije, mi corazón empezó a bombear con fuerza y de inmediato fui a mirar la hora—. Son las diez y diez. No debería estar ocurriendo nada raro a esta hora, ¿qué pasa? ¡Esta molestia es interminable!
Ya que no podía entender lo que pasaba, me concentré en la canción que resonaba en mis pensamientos. Pero el lenguaje con la que era cantada era incomprensible.
—¡Debe haber un mensaje oculto! —Cerré mis ojos y me concentré al máximo en aquellas palabras enigmáticas.
Al concentrarme, me di cuenta de algo: ¿para qué tenía que vivir? ¿No era un fastidio andar de acá para allá buscando respuesta a cosas triviales como el fin del mundo, o sobre aquel asesino incognito?
Si lo pensamos bien, ¿para qué nacemos? La vida es monótona y aburrida. Nacer, crecer, reproducirse y morir, ¿dónde está la gracia en esos cuatro actos? Antes de nacer no tenemos ningún tipo de conciencia, y cuando uno muere es igual. Básicamente, al no existir, estaba en un pacífico sueño eterno. Haber vivido no fue más que una interrupción sin propósito.
¿Y si mejor me ataba una soga alrededor del cuello? Así volvería al añorado sueño eterno. Uno en que descansaría para siempre y por fin hallaría la paz. Sí, en la muerte dejaría de sentir todo tipo de dolencias y más nunca oiría a esas estúpidas personas que me juzgaban sin ningún fundamento diciendo: “eres un arrogante que solo sabe hablar y no actúa”. Sentía placer al soñar estando en una situación en la que jamás oiría esa clase de blasfemia. Lo mejor de todo era que ese sueño se podía cumplir fácilmente.
Solo debía dejarme llevar por la armoniosa melodía y bailar al son de su bella canción que enriquecía el corazón de las almas abatidas. Precioso, no existía mejor manera de dejar este mundo amargo y fastidioso.
«Si estás harto de la vida, suicídate». Sí, tenía sentido. Estaba harto de toda esta situación aborrecible, ¿para que debía esforzarme tanto en lograr cosas en esta vida si al final, cuando llegara a la tumba, todo lo perdería? Seas pobre o rico, seas fuerte o débil, te esfuerzos o no, algún día vas a morir, sin lugar a dudas morirás. El final siempre será el mismo para todos. Vivir no tiene sentido. Mejor átate una soga alrededor del cuello y muere. Y así, alguien tan grande como yo estará en paz para siempre.
Oye su canción, baila al ritmo de su música de la muerte, déjate llevar y duerme por la eternidad. Eso es lo mejor para todos.
Seguí escuchando su sublime canción y feliz como un niño en una juguetería, busqué una soga y la amarré varias veces alrededor de mi cuello. Sujetando ambos extremos con mis manos, jalé y la soga me abrazó con ternura. Era un abrazo fuerte y cálido que me hacía olvidar todas mis penas.
—¡Consanguíneo, no te dejes llevar! —Escuché a mi hermana gritar. María entró en mi habitación e interrumpió el valioso proceso que llevaba a cabo para entrar en el letargo sin fin. ¡¿CÓMO SE ATREVÍA ESA BASTARDA REPULSIVA A DETENER UN RITUAL TAN SANGRADO!? ¿¡ACASO LE DI PERMISO PARA QUE SU MOLESTA VOZ OPACARA LA CANCIÓN!?
La mona esa cerró su puño y me golpeó en la cara, me sometió y retiró la amable soga que se apretaba en mi cuello.
—¡Reacciona, reacciona, reacciona, mono! —Mi hermana me tiró en el suelo y me golpeó varias veces en la cara. Poco a poco mi conciencia volvía, mis sentidos se activaban y empecé a darme cuenta de la situación.
—¿Mo-mona gótica? Coff, coff… ¿Q-qué pasó? —Empecé a toser, pues mis pulmones dolían, era como si antes hubieran perdido el suministro de oxígeno; y de hecho, así fue, solo que yo no me había dado cuenta.
—Cool, lo logré. Y-yo… ya no lo soporto más. —Mi hermana se levantó y miró de una forma extraña el acuario que estaba en mi cuarto—. Ja, ja, ja…
Yo estaba desorientado. Tenía un raro zumbido en el oído y la canción resonaba con menor intensidad en mi mente. Me di cuenta que antes mi cuerpo actuó de manera independiente a las órdenes de mi cerebro, y mi mente se nubló, como si hubiera sido drogado y empecé a tener pensamientos desagradables.
—Espera… ¿tiene que ver con esa canción? —Me planteé esa posibilidad, pero, ¿exactamente qué estaba pasando? Por lo que entendí, de no ser porque mi hermana me salvó, hubiera seguido estando hipnotizado y me suicidaría—. ¿Será una amenaza relacionada al fin?
Me había centrado tanto en recuperarme y entender la situación, que para cuando me fijé en que mi hermana también estaba enloqueciendo, era demasiado tarde.
—Jajajaja… ¡Qué cool! ¡Soñaré para siempre con la fiesta sin final! Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaajajajajajaja…
Ella inclinó su torso y como si fuera un toro corneando, se abalanzó hacia adelante y la cima de su cabeza golpeó con poder el blando cristal del acuario. Un gran agujero se hizo en el vidrio, toda el agua se drenó y la sangre se mezcló con esta.
—¡¿Qué haces, imbécil?! —De inmediato me levanté y luché con ella para que dejara de hacerse daño. María forcejeó y, aún con la cabeza dentro del acuario y en medio del vidrio, empezó a darse de cara múltiples contra las puntas filosas del cristal—. ¡¡Detente!! —Grité, pero ella no paraba.
—¡JAJAJAJAJAJAJA…! —Ella no dejaba de reír mientras se suicidaba.
Un chorro de sangre empezó a salir disparada del montón de huecos que se hizo. Su carmesí liquido fundamental para la vida que salió disparado se volvió la pintura diabólica que pintó las paredes.
Subiendo y bajando velozmente su cabeza, ella siguió apuñalándose con el cristal, partiéndolo cada vez más. Locura. Desesperación. Muerte. Con cada corte, la carne y músculos de su faz eran expuestos. Llegó hasta el punto en el que parecía que tuviera una máscara grotesca de sangre y piel colgante. Sus ojos fueron espichados, las esquirlas del cristal permanecieron clavadas en todas partes de su rostro y parte de su cráneo quedó a la vista.
—No te permito morir. ¡¡Te ordeno que pares ya, idiotaaaaaaaaaaaaa!! ¡Aaaaaaaaaaaaahg! —Seguí bramando, reuní toda la fuerza que pude y por fin pude separarla de cristal, pero en su mano sostenía un fragmento puntiagudo de vidrio. Siendo más rápida que yo, ella empezó a apuñarse su abdomen, reventando así órganos, arterias y vasos sanguíneos. Después blandió el cristal y rebanó toda su barriga con un perfecto corte horizontal, en consecuencia, salieron expulsados sus jugos gástricos y de sus tripas reventadas salió suciedad.
¡Sangre desparramada por todos lados! ¡Cortes viscerales! ¡Cruento ornamento de trastornados! Podría decirse que fue un estallido sangriento con el que vi cómo mi hermana se reventó a sí misma de una manera atroz.
—Yo… ja… ja… ja… Herma-no, y-yo n-no quiero morir. A-yúdame, a-ayúdame, por fa-favor… —dijo a duras penas. Finalmente, María se detuvo y su cuerpo perdió toda su fuerza. Como si fuera un maniquí, sus piernas perdieron el equilibrio y ella cayó de rodillas. Yo la estaba agarrando por detrás y había luchado para que dejara de cortarse, pero debido a la desorientación y que todo había ocurrido tan rápido, casi no pude actuar.
—¡¡No fracases, imbécil!! ¡¡Lucha, mona malcriada ¡Despierta! ¡No me dejes, heeeermanaaaa! —Empecé a sacudir su cuerpo buscando reanimarla.
Me quedé congelado, viendo fijamente el cadáver de mi hermana que sostenía en mis brazos. Las mismas emociones de antes brotaron y un dolor incontenible causó que gritara de dolor e ira. Otra vez habían tocado mi orgullo, nuevamente había fallado, y sin embargo, esto no se quedaría así.
Mi hermana se había arreglado con su habitual ropa oscura y se había pintado los labios de negro para verse guapa, ella quería ir a la fiesta de media noche, por eso se puso tan linda. Pero toda la belleza de su aspecto fue arruinada. Si existía un culpable, había cometido un pecado imperdonable, y yo exigiría justicia equivalente: mataría al que causó tal humillación.
Todo el suelo de mi cuarto estaba lleno de agua mezclada con sangre y otros elementos del cuerpo de ella. Dejé su cadáver en el suelo y contuve mis ganas de llorar. Definitivamente no mostraría debilidad, y no le causaría placer al enemigo que debía estar burlándose de mí.
De la nada mis sentidos entraron en alerta, y mis pelos se erizaron cuando percibí que había otra presencia en mi cuarto. Giré mi cabeza y la vi:
Justo delante de la puerta de mi cuarto, siendo ella la luz fantasmal en la oscuridad, una niña de aspecto funesto lloraba sangre oscura, tenía el cabello blanco y las cavidades de sus ojos estaban vacías. En sus labios habían varias puntadas de hilo, era como si antes hubiese tenido los labios cosidos y se hubiese forzado a abrir la boca para reventar la costura.
Aunque no tenía ojos, parecía que me miraba fijamente. Su presencia era tan aterradora que casi me dejó sin palabras, aun así, reuní el valor para enfrentarla:
—¿¡Quién demonios eres tú!? ¿Tú hiciste esto, basura carente de honor? ¡¿Acaso te crees muy especial?! ¡Pues, mírate, estás bien fea! Anda plebeya arrogante que cree que puede burlarme: si tienes ovarios, revela tu identidad, cobarde desquiciada. ¿¡Acaso no sabes quién soy!? ¡Te arrepentirás de haber hecho esto! —Me levanté firmemente y miré con una sed asesina a aquella entidad.
—Anomalía —expresó ella con voz nefasta.
Y la canción de la muerte continuó sonando dentro de mi cabeza, tratando de engatusarme con su melodía maldita para que me quitara la vida.
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