El cazador de elegidos - 1.0
Era el primer día del año 3000 del Tercer Reinicio Bendito. Esta era una fecha especial para todas las razas del mundo de Astergard ya que hace unas horas atrás habían vivido un momento único en sus vidas: la llegada de un nueva era.
Durante la noche anterior, hubo una fiesta en todas partes del mundo donde casi toda discordia, odio y conflicto se separó de todas las razas; reinando así una relativa armonía.
Lastimosamente, aquella noche no fue eterna y, para cuando llegó el amanecer, era momento de seguir con el diario vivir.
Ubiquémonos en el Gran Castillo de Astrea, este posaba sobre una colina donde cada mañana se podía presenciar un hermoso amanecer y la cálida luz solar pasaba a través de los enormes ventanales, iluminando así las salas del lugar.
Dentro de este castillo, en una habitación lujosa y digna de aquella gloriosa fortificación, yacía un joven acostado, cuyo nombre era: Rigel De Astrea. Él era el hijo primogénito de la poderosa familia de Elegidos Astrea y el futuro heredero del castillo.
Él despertó un tanto confundido y no dejaba de mirar el techo de su habitación, entonces se dijo:
—Esa familia Vertengeir. —Arrugó su cara en señal de molestia—. ¿Por qué diablos mi familia quiere tanto a los Vertengeir? ¿será por qué son otra familia de nobles? —Su tono de voz era irónico.
“¡Fue una noche horrenda, una cena horrible, esa familia es terrible!”, pensó.
Como es habitual, Rigel despertó con pensamientos existencialistas y con una cara preocupada, pero ¿cuál podría ser la causa de que un joven noble, saludable y que vive repleto de comodidades, despierte de esta forma?
Pues la raíz de sus problemas inició hace unos meses atrás, cuando su padre organizó un matrimonio político con la familia “Vertengeir”. El arreglo consistía en que Rigel debía casarse con la hija mayor de aquella familia para así formar una alianza que beneficiaría a ambas casas.
Y muy pronto ocurriría el matrimonio y Rigel odiaba la idea.
“Esa loca no me agrada, ¿por qué me obligan a casarme con alguien que no amo?”, pensaba, mientras expulsaba un largo suspiro.
Rigel había intentado cancelar aquel matrimonio concertado, pero la decisión de sus padres era absoluta.
“¿Cómo puedo solucionar este problema? Esa Amaltea Vertengeir podrá ser bonita, pero es demasiado irritante. Lo peor de todo es que a ella parece fascinarle la idea de estar conmigo. ¿Qué demonios? ¿De verdad me quiere o solo le interesan los beneficios de la alianza?”. Su mente no dejaba de darles vueltas y vueltas a ese asunto y su corazón se mortificaba más y más.
El día anterior, la familia Astrea había hecho una fiesta junto con la familia Vertengeir. Rigel no podía decir que se sintió alegre con la visita de estos individuos, sobre todo porque estaba su molesta prometida: Amaltea.
Y esto solo era un fragmento de las causas de su inquietud, pues había un secreto que Rigel llevaba ocultando desde hace mucho tiempo…
Pasado unos minutos, aún con los ojos cargados de sueño y con muchas preocupaciones respecto a su futuro, nuevamente Rigel exclamó para sus adentros: “¡Ya veré como alejar a esa Elegida!”.
Subsiguientemente él respiró profundo, se calmó y recordó la única cosa buena que le había pasado durante el año anterior. Es más, con tan solo recordar a alguien en específico, Rigel olvidaba muchas de sus preocupaciones y una peculiar alegría devoraba la oscura ansiedad que residía en su interior.
Gracias a esto, Rigel terminó de aclarar su mente y de ordenar sus ideas. Curveó las comisuras de su boca haciendo una sonrisa, se levantó de su cama y muy animado comenzó a vestirse con un traje peculiar que tenía reservado para ese día. Entonces fue a mirarse al espejo y, tras haber hecho varias poses ridículas, habló para sí mismo:
—¡Este es un nuevo año siendo sinónimo de nuevas oportunidades, así qué lucharé hasta el final y cumpliré mis objetivos!
Cuando llega un nuevo año, más aún si pasa a ser un nuevo milenio, las personas se aferran a la esperanza de que será un año mejor que el anterior. Por lo tanto, Rigel quería comenzar bien desde el primer día y lucharía por cumplir cualquier cosa que se propusiera.
Por cierto, en el espejo se podía ver reflejado a un joven Elegido de piel blanca, con ojos tan azules como el cielo, de cabello negro como la noche y las puntas de este resaltaban en carmesí, así era su cabello natural. Rigel no tenía músculos muy entrenados pero su cuerpo era el apropiado para alguien de su edad.
Ahora bien, mientras hablaba solo, no se percató que levantó mucho la voz y esto llamó la atención de alguien, quien expresó:
—Señor, ¿me llama? ¿todo en orden? —Era una voz femenina que venía desde afuera de su cuarto y esa persona tocó la puerta un par de veces.
—¡Demonios! —exclamó Rigel y se tapó la boca con ambas manos—. ¿Por qué tengo la mala maña de hablar solo? —Se avergonzó y después se acercó con duda a la puerta.
Tras abrirla, Rigel observó a una joven de piel clara como la nieve, con cabello castaño, de baja estatura y tenía unos enormes ojos café penetrantes y, a su vez, fríos y vacíos.
La expresión penosa de Rigel cambió por completo al notar que la chica era una sirvienta de la raza Humana. Supo que era una Humana con tan solo mirar dos líneas paralelas que estaban tatuadas en el cuello de ella; este era el símbolo de “igualdad” y lo poseían todos los Humanos.
Momentáneamente una rabia indescriptible e irrazonable cegó a Rigel.
—¡¿Acaso estabas espiándome?! —La respuesta de él fue dura y seca.
—¡N-no, mi señor! Y-yo… yo solo pasaba por aquí, escuché una voz en su habitación y creí que quizás necesitabas algo. ¡Lo siento! —contestó la sirvienta con voz temblorosa.
—Ah, ya veo… Bueno: ve y arregla mi cuarto. —Frunció el ceño—. ¡Y no me llames señor! ¿Entiendes, ser insignificante? —Luego añadió entre dientes—: tengo dieciocho años.
Rigel tenía clavada una mirada tan irascible, que parecía que atravesaría a la chica, ante esto, la sirviera solo se limitó a bajar la cabeza, sus manos le empezaron a sudar y achicó su cuerpo como si estuviera preparada para recibir un golpe.
—Yo… Me disculpo por mi imprudencia. —Inclinó el torso elegantemente y haciendo una sutil reverencia. Miró de reojo el símbolo con forma de espiral que estaba tatuado en la mejilla izquierda de Rigel y eso le indicó que él era de la raza de los “Elegidos”.
Luego, la sirvienta entró a la habitación y empezó a arreglarla tal y como se le ordenó.
Rigel solo se quedó viéndola. Ella notó que el Elegido no le quitaba los ojos de encima y se incomodó.
Pero…
En ese momento algo anormal ocurrió en los adentros de Rigel, para él fue como si el tiempo se hubiese detenido, pero su corazón y respiración se aceleraba, a su vez, empezó a sentirse un poco mareado y una voz en su cabeza no paraba de torturarlo.
A simple vista, Rigel no mostraba ninguna señal de dolor o de algún otro malestar, pero por dentro, un sentimiento que hasta ahora desconocía lo estaba molestando.
“¿Por qué me siento así?”. Sé preguntó.
Pasado unos segundos, Rigel se calmó y, absorto, se dio cuenta de lo que le estaba pasando:
“¿Será que por primera vez en mi vida tengo remordimiento de conciencia por tratar mal a un Humano? ¿Qué es este sentimiento de culpa anormal que inunda mi ser? ¿Un Elegido como yo sintiéndome así por una Humana? ¿Qué diablos me pasa? Esto es imposible…”, preguntas y preguntas inundaron su mente, todas llegaban y se iban rápidamente sin dejarle respuesta alguna.
Esto le hizo recordar una conversación de hace mucho tiempo atrás.
Hace 8 años.
En las afueras del castillo había una pequeña extensión de tierra delimitada por unas vallas, el suelo estaba decorado con una alfombrilla hecha de grama y a la lejanía se podía presenciar un hermoso sol naranja que lentamente se ocultaba, cuya luz cálida se iba apagando e impactaba justo en el patio donde se encontraba el pequeño Rigel. Él se aproximó a las espaldas de su padre, quien miraba el atardecer.
—Padre, ¿por qué debemos tenerles prejuicio a los Elfos de Sangre, la raza Monstruosa y a los Humanos? —Le preguntó Rigel.
—Jum. Jum. ¿A qué te refieres, hijo? —Su padre volteó y respondió al llamado de su hijo.
—Es que hoy en la Academia me enseñaron que los Elfos de Sangre y la raza Monstruosa son considerados una amenaza y no debía acercarme a ellos. ¿Por qué no podemos ser sus amigos? —El pequeño ladeó su cabeza confundido. La inocencia resplandecía en toda su expresión.
—Hijo, esas razas que has mencionado han puesto resistencia a nuestro dominio. Esos demonios malditos no quieren reconocer que nosotros somos la raza superior y por eso estamos en guerra… —Hizo una larga pausa, agitó su cabeza en desaprobación y prosiguió—: aún eres muy niño para entender esto.
—¡No soy un niño, pa! Entendiendo todo lo que dices.
Formando una figura semilunar con sus labios, el padre soltó una carcajada.
—Ja, ja… Jum. Jum. ¿Así que eres muy listo? ¡Justo como se esperaría de mi hijo! —Acarició el cabello del pequeño Rigel—. Entonces siéntate y te lo explicaré, hijo.
Rigel también sonrió. Luego ambos se sentaron sobre la grama que cubría aquel patio e impactó una refrescante brisa contra el rostro de ambos. La ambarina iluminación era tan espectacular que sería la inspiración perfecta para muchos artistas.
—Hijo mío, nosotros; los Elegidos, somos especiales porque nacemos muchísimo más fuertes que las demás razas. De seguro ya te explicaron en la Academia todo lo referente a la Roca Sagrada. ¿Verdad? Jum. Jum.
—Sí, pero no lo entendí del todo. Según la maestra, nosotros al nacer… esto… ah, sí… una piedrita rara que está en una isla nos bendice dándonos poderes.
Nuevamente su padre expulsó una escandalosa carcajada.
—Es una forma muy básica de decirlo, pero sí, a pesar de que nuestro aspecto es muy similar al de los Humanos, cada uno de nosotros tenemos un don especial que nos diferencia de ellos. Recuerda que hace mucho tiempo llegó nuestra Roca Sagrada y surgimos nosotros para proteger el mundo de una futura calamidad.
—Así que, papá… ¿Entonces nosotros somos los protectores de este mundo?
—Efectivamente, hijo. Jum. Jum.
—Pero, pa. ¿Entonces por qué debemos ser malos con las otras razas? No tiene sentido.
El padre botó un suspiro de frustración y se llevó la mano a la cara tras notar que su inocente hijo no comprendía el punto al que quería llegar.
Era natural que aquella discrepancia —proteger a quien menosprecias— tuviera tan confundido a Rigel.
—Hijo, todavía eres muy joven para comprenderlo. Algún día, cuando crezcas, de seguro lo entenderás. No olvides esto: “el fuerte siempre dominará al débil».
El pequeño niño se llevó la mano a la barbilla en señal de desconcierto.
—No lo entiendo. —Se quedó pensativo tras no saber que responder, se encogió de hombros, cerró el ojo que no estaba tapado por el mechón de pelo y se puso nervioso por alguna razón—. Pa, debo decirte algo. Hoy… bueno yo… en el pueblo; mientras iba por las calles, tropecé con un niño Humano. Ese niño me culpó y armó un alboroto cuando en realidad todo había sido por culpa suya, así que una ¿rabia? o no sé qué cosa me dominó por dentro y le golpeé muy fuerte en la cara. Él empezó a llorar y creí que alguien me regañaría, pero eso no pasó. Más bien unos señores Elegidos me felicitaron por mi fuerza y…
—Jum. Jum. ¡Genial, hijo! —interrumpió el padre.
—¿Genial? —Se detuvo un segundo, al parecer, no esperaba aquella respuesta. Así que empezó a hablar rápido y continuó contando la historia—: eso no es todo, papá: La mamá del niño fue a ayudar a su hijo, pero los mismos señores Elegidos de antes la empujaron y la obligaron a volver al trabajo. Mi punto es… ¡Qué los trataron malísimo y fue por mi culpa! Lo raro es que nadie me regañó y no lo comprendo, ¿no estuvo mal lo que hice?
Rigel se quedó cabizbajo, ni él mismo entendía si tenía que sentirse mal por ello o si debía estar orgulloso por lo que hizo.
—¡Eso está muy bien, hijo! Jum. Jum. —Su padre le dio unas palmadas por la espalda—. ¡Nosotros somos más fuertes, eso nos da el derecho de ser los reyes de este mundo y cualquier raza que se nos oponga, debe sufrir! Ese Humano aprendió una lección gracias a ti y eso es beneficioso porque será un trabajador más bajo nuestro dominio. Hijo, cuando tú seas el señor de este castillo, estoy seguro de que lograrás grandes cosas. Tengo fe en que seas tú quien logre conquistar todas las razas.
—Pero… padre, si somos seres especiales, este… o los elegidos para proteger el mundo ¿esto no involucra que también debemos proteger a sus habitantes en vez de dominarlos?
—De verdad eres listo… —Su padre se levantó sin dar respuesta a la pregunta, le dio la espalda y entró al castillo. Rigel se quedó confundido por esa acción tan cortante.
—Entonces, ¿debo sentirme orgulloso de ello?… —se preguntó—, pues así será.
Desde aquel día, Rigel intentó tratar bien a un Humano, pero algo en su interior se lo impedía, ¿qué era?
Actualidad.
Hasta que en este día algo cambió en él: su ser interior.
—Lo siento —dijo Rigel.
La sirvienta dejó de tender la cama, giró su cabeza y se preguntaba si aquello había sido dicho para alguien más, sin embargo, no vio a otra persona.
—¿Es… conmigo? —contestó con una pregunta. Ella estaba asombrada porque hasta donde sabía, era imposible que un Elegido tratara como un igual a un Humano y mucho menos se disculparía.
—Sí, pareces asombrada. No te había visto antes. ¿Eres nueva?
La sirvienta puso los ojos como platos ya que estaba presenciando algo único. Por un momento pensó que se trataba de una broma malintencionada, pero notó que Rigel hablaba con sinceridad.
—So-soy Humana. —Se señaló mientras le temblaba las manos.
—Lo sé. Pareces nerviosa. En realidad, ni yo mismo sé qué demonios me está pasando. Cuando te hablé mal, sentí como si me metieran una estocada en el corazón. Diablos, jamás había sentido algo así por hablarle mal a alguien. —La cara de Rigel también demostraba confusión por lo que le estaba ocurriendo.
Un silencio permaneció, por lo que él prosiguió:
—Vaya, que incomodo, este… ¿Eres feliz?
—No.
Impresionante, incluso Rigel le estaba buscando conversación.
Lo natural; cuando alguien ha desarrollado un prejuicio desde temprana edad, es que, si se quiere liberar el mismo, debe pasar un tiempo y efectuar varios cambios en su manera de pensar y actuar; no obstante, con Rigel esto fue distinto, algo aparentemente inexplicable le hizo cambiar su forma de verlo todo.
—¿Cómo te llamas? —Continuó él.
—Miku.
—¿Apellido?
—N-no tengo, y-yo jamás conocí a mis padres. Desde que tengo memoria, he sido sirvienta en varias casas de Elegidos y hace unos días me compró el señor de estas tierras, tu padre. He sufrido mucho como para decir que soy feliz. —Un par de lágrimas bajaron desde sus ojos.
Sin darse cuenta, al fin ella descargó sobre alguien un diminuto fragmento de lo que sentía y esto causó que no pudiera retener las lágrimas.
De igual forma, Miku estaba siendo cautelosa con cada palabra que decía.
—Tranquila. Todo estará bien y estoy seguro que en el futuro todo mejorará. Mira: te prometo que no volveré a tratarte mal. Entonces, ¿me perdonas por lo de antes?
—¡Po-por supuesto! —Incluso con lágrimas bajando por sus mejillas, la Humana mostró una tierna y cálida sonrisa.
Miku no pudo evitar alegrarse por las palabras honestas de Rigel. Quizás su vida sería diferente en ese castillo y para ella era esperanzador saber que al menos alguien de allí le daría un buen trato.
Ella era una joven herida y con sentimientos rotos, pero esas pocas palabras ayudaron a rellenar un pequeño porcentaje del vacío que estaba en su lesionado corazón, y a darle la esperanza que tanto necesitaba.
Pero de la nada, Miku recordó la realidad y su sonrisa se borró de su faz.
—Podrías tener problemas si alguien nos ve hablando. No todos son como tú, digamos que… eres único —dijo.
Rigel se sonrojó, se rascó la cabeza y soltó una pequeña carcajada.
—Ni yo mismo sé qué me está pasando y por lo otro… No te preocupes, justamente ya me iba.
Por algún motivo, Rigel se acercó mucho a ella, tanto que sus cuerpos se tocaron, y le susurró al oído:
—Por cierto, jamás le cuentes a alguien sobre esta conversación.
Miku afirmó con la cabeza y nuevamente regaló una sonrisa mucho más hermosa que la anterior. ¿Cómo es que palabras tan simples tuvieron un efecto tan grande en ella?
Sea como sea, Rigel le correspondió, se despidió y luego salió de su habitación.
“En realidad no somos tan diferentes”, analizó Rigel.
Él caminó por los enormes y elegantes pasillos, bajó unas escaleras y salió del imponente castillo.
Antes de darse cuenta, Rigel ya estaba a las afueras del castillo. Muchas preguntas le inquietaban en ese momento y esto hacía que estuviera demasiado distraído.
—¿Eh? ¿Qué se suponía que debía hacer? —Se preguntó— ¡Oh, cierto! ¡Maldición! Ya es tarde, debo ir a la Academia cuanto antes.
Y así Rigel empezó a andar a paso rápido por los caminos que llevaban a la ciudad de Astrea. Por cierto, el estado y la ciudad misma fue bautizada con el apellido “Astrea” en honor a esta antigua familia de nobles, así de famosos eran.
Había que bajar una colina para poder llegar a la ciudad. También, a los lados del camino se podían contemplar bellísimos campos florales que vestían la tierra, arboles enormes por doquier que oxigenaban el mundo, hermosas aves cantando una armoniosa melodía en perfecta sincronía, innumerables criaturas fantásticas que daban vida al bosque y, entre otras maravillas, al mirar al cielo, pese a que era de día, se podían ver tres lunas; que eran todo un espectáculo para la vista.
“Cambiaría todas las comodidades de vivir como noble por salir y explorar el mundo”, confesó Rigel en sus adentros.
Tras caminar lo suficiente, Rigel llegó a la ciudad y aún le faltaba recorrer un poco más para llegar a su destino.
Rigel podía percibir que la ciudad de Astrea seguía igual de aburrida como de costumbre. Sabía que su raza prefería mantener sus culturas antiguas puesto que sutilmente le tienen miedo a la “innovación”, así que el aspecto de aquella ciudad era uno medieval común y corriente.
Aunque, sí que había algo que llamaba la atención; un edificio enorme que se podía presenciar desde la distancia: “La Academia Sagrada del Estado Astrea”. En ese lugar, solo los Elegidos entrenaban y estudiaban.
Entre otros detalles, Rigel observó que las calles estaban repletas con habitantes de diferentes razas que caminaban de acá para allá. Eran tantos, que resultaba difícil andar por los caminos sin tropezarse con alguien más. Habían Semihumanos, Humanos —en su mayoría tratados como esclavos—, y muy pocos Elegidos. Cada quien andaba en sus diligencias o atendían sus negocios.
Además, era inevitable que Rigel escuchara a varios habitantes comentar imprudencias como:
—Esos malditos Elegidos, ¿qué se creen?
—Ya estamos hartos de la arrogancia de esos Elegidos. Este mundo y su reino deben cambiar.
En general, era molesto escuchar a tantos ciudadanos quejarse. Bueno, aunque Rigel sabía que todo se debía al tirano sistema de reinado que estableció su raza.
“Odio la política”, razonó en su mente y justo había llegado a una calle menos poblada.
De pronto, Rigel notó que muchos lo miraban de forma extraña y él llegó a la conclusión de que quizás se debía a su vestimenta, pues ese día estaba estrenando una gabardina, cuyo exterior era negro y rojo el interior. También tenía una camisa clara, sus botas y pantalones eran color azabache. Además, un largo flequillo le cubría el ojo derecho. Con esas pintas, alguien con mucha imaginación pensaría que Rigel era algo así como un villano y, de hecho, a él le encantaba que lo percibieran así.
—¡Ah! Soy muy llamativo. —Se dijo.
Justo pasó a su lado un niño que tenía orejas y cola de gato. Cabe destacar que en Astergard, a los “Semihumanos” se les llama “raza Eldrie”. Sea como sea, el inocente niño estaba riéndose y señalando a Rigel con burla, a la par que comentaba:
—Mira, mami, un Elegido rarito que habla solo. Meow. Meow.
La madre no vio ninguna gracia en ello, más bien tomó fuertemente la mano de su hijo y se avergonzó.
—¡No digas eso! Meow. Esos Elegidos son peligrosos. Miau. —Le susurró a su hijo, después se dirigió a Rigel—: Me disculpo por lo que dijo. Meow.
Rigel había escuchado el susurro y se quedó mirando a aquellos dos con una cara chistosa, seguido, tomó su capa, se cubrió con ella, ignoró lo que dijo la madre y respondió con voz gruesa:
—¿Acaso no lo ves, mocoso? ¡Yo soy el señor de la oscuridad! ¡Buajaja! —Totalmente contrario a lo esperado, Rigel respondió tan alegremente, que podría considerarse tonto lo que dijo. No, realmente fue inmaduro.
—¡Mami! ¡mami! El rarito me está acosando y creo que quiere devorarme —se burló el niño, quien daba saltitos y reía por la payasada que Rigel acababa de hacer.
—Meow. Hijo, él solo está bromeando. Al parecer no son tan malos como dicen. Oh, y gracias por hacerlo reír. Miau. —La madre notó que Rigel estaba lejos de ser una amenaza y se relajó.
“Al final de cuentas, se trata de un día feliz para todos. A pesar de la mala noche que tuve, estoy manteniéndome de buen humor. Aunque ¿mi misterioso cambio interior y mis deseos de verla es lo que me mantiene así?”, pensó Rigel.
Al final, los Eldries continuaron con su camino y el Elegido se quedó inmóvil en medio de la calle.
“Supongo que para ellos debe ser muy raro ver a un Elegido interactuando así con otras razas. En serio, ¿qué diablos me pasa? ¿Habré enloquecido?”. Rigel Seguía inmerso en sus pensamientos y entonces…
—Uhm, no sabía que te gustaban los niños… que interesante.
Sin previo aviso, se escuchó una dulce voz detrás de él. Dicha voz femenina la reconoció de inmediato e hizo que se sobresaltara.
—¿Se-Sele-Selene? ¡¿Cuánto tiempo llevas ahí mirando?! —tartamudeó Rigel, quien lentamente giraba su cabeza hasta cruzar su mirada con la de ella.
El corazón de Rigel se aceleró cuando vió a una chica Elegida de abundante belleza: de piel clara, sus enormes iris purpuras eran la gema que decoraba su faz, sus largas y abundantes pestañas complementaban la belleza de sus ojos, su abundante cabello plateado estaba completamente recogido por una coleta que maximizaba su elegancia. El cuerpo de ella tenía un equilibro casi perfecto, como la forma de una guitarra, y sus pechos ni tan grandes ni tan pequeños eran lo que terminaba de complementar su precioso cuerpo femenino. Era anormalmente perfecta, estupendamente gloriosa y radiantemente majestuosa; o bueno, al menos esta era la exagerada descripción que le daría Rigel, la verdad es que el aspecto de ella era de lo más común y corriente.
“Soy patético, acabo de armar un espectáculo tan bobo con unos Eldries ¿Ella me habrá visto? ¡Qué pena! Además, mi vestimenta es ridícula. O sea, creía que me veía genial con esto. Espero que Selene no se burle”, Rigel continuó haciéndose ideas raras en su mente y la expresión que se notaba en su rostro era vergüenza. Pero…
—¡Lo he visto todo! —exclamó ella, mientras se reía discretamente, se ruborizaron sus mejillas y se abalanzó sobre Rigel dándole un fuerte abrazo—. ¡Te extrañaba tanto!… Por cierto, que guapo estás.
—¿Eh? —La inseguridad de Rigel fue anulada por completo tras oír ese comentario. Él se alegró mucho y correspondió al abrazo con todas sus fuerzas—. Al fin mi corazón se encuentra en paz. Yo también te extrañaba, guapa.
Frente a Rigel estaba aquella Elegida que con tan solo pensar en ella se olvidaba de sus preocupaciones. Siendo Selene lo más especial para él, pero, a su vez, ella era la causa central de toda su ansiedad e inquietudes, esto se debía a que él debía cuidarla y protegerla cueste lo que cueste. ¿La razón? Pues esa misma Elegida, esa belleza que estaba delante de sus ojos, era su secreto más profundo…
En efecto, Selene Greyrat era la novia secreta del noble Rigel De Astrea. En resumen: su amor era prohibido.
La pareja ignoró que estaban en un lugar público y no notaron que cierta mirada maliciosa los observaba desde la lejanía:
—¡Qué descaro! —exclamó alguien que estaba oculto en las tinieblas de la ciudad.
Y la pareja continuó con su camino.
FanArt de Selene hecho por My poor ugly heart.
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Comments for chapter "1.0"
QUE TE PARECIÓ?
Wow!! Que padre leer cada capítulo, me gustaría comentar harto jaja pero resumiré mi comentario:
Al terminar el capitulo me rei, por un momento me pareció o entendí mal que Rugel llegaría a sentir algo especial por la sirvienta Miku. Pero no😢
Cómo es no? Desde pequeños les hacen creer que son superiores, equilibrados, afortunados, y eso los caracteriza de los otros que son considerados poco atractivos, ignorantes o una raza incivilizada.
Podría ser que Rugel es el reflejo de la inteligencia, por su pensamiento moderno, su remordimiento de conciencia lo hace cuestionarse porque ser malos con otras razas, porque el fuerte siempre domina al débil, no ve mucha diferencia. Esto permite reconocer que el si podría tener la capacidad de adaptación con este medio externo, podría encontrar equilibrio, armonía, equidad, que es lo que interviene en la vida y el destino.
Por otro lado, el se encuentra en un estado de incertidumbre, ya que tener un matrimonio concertado con una persona que no es de su agrado tampoco lo hace feliz.
Felicidades!! muy buena obra, me encanta 👍💪
Que pereza me da que escribas detalladamente la apariencia y vestimenta de cada personaje, seguramente has perdido muchos lectores en esa parte.
Todo lo demás está muy bonito y me gustó mucho😋