El cazador de elegidos - 2.0
Al cabo de un buen rato, Rigel llegó junto con su amada a unos escalones preciosos que terminaban en la entrada de la Academia.
El prestigioso aspecto de este edificio no combinaba con aquella ciudad anticuada. Esta estructura de muchos ventanales y de ladrillos blancos se alzaba con poderío, era como si quiera causar un orgasmo visual. Viendo desde lo alto, los muchos jóvenes Elegidos que andaban de acá para allá parecían hormigas que confiaban en que recibirían una educación superior en dicho lugar.
Aquí, los Elegidos aprendían a controlar sus poderes y se fortalecían tanto física como mentalmente para hacerle frente sean cuales sean las amenazas.
—Aún recuerdo los arduos entrenamientos que tuvimos aquí —contaba Selene con voz melancólica—. Tantos buenos y malos recuerdos durante toda esta vida escolar. Voy a extrañar este lugar.
Selene, quien caminaba al lado de Rigel, mostró una sonrisa juguetona y siguió diciendo:
—Ji, ji, ji… Y seguiré teniendo escalofríos con solo pensar en lo malvada que era la directora, uwh. —Selene fingió tener esos escalofríos, por cierto, se veía asombrosamente adorable mientras lo hacía.
—¡Diablos! ¿Solo te dan escalofríos? ¡Ese monstruo me dejó un trauma tan grande que hasta en los sueños me tortura! —bromeó Rigel—. ¿Cómo podía ser tan regañona y restrictiva esa mujer?
Imagina a una ruda mujer encargada de una escuela militar, pues así mismo era esa directora de la que comentaban.
—Je, je. Sí, pero en parte me agradaba y me entristece que haya muerto. —Selene bajó la cabeza y jugueteó con sus delgados dedos—. A veces sus palabras me animaban… pero sí que solía ser demasiado fastidiosa, je. Ah, esta nostalgia es dolorosa.
Selene era una Elegida que solía hablar mucho del pasado, quizás porque le gustaba rememorar las cosas que ella consideraba importantes. A Rigel le gustaba mucho esto de ella.
—B-bueno, no quiero disgustar hablando sobre eso… cambiando de tema, guapo, tengo una duda y es que sí estamos graduados ¿por qué nos pidieron que viniéramos hoy para acá? —preguntó Selene.
—Tus palabras son melodías para mis oídos y no veo cómo podrían disgustarme. Sobre lo otro, guapa, eso es un secreto —respondió Rigel—. Hace un mes, cuando la profesora dijo que viniéramos, ella no reveló nada. Algunos sospechan que se trata del recibimiento de la Segunda Habilidad Sagrada.
—¿Es así? Creí que se trataba de una fiesta de despedida. —Inclinó sus labios ya que sentía que dijo algo tonto.
—¡Vaya, vaya! Eso sería muy raro. Es decir, sería un tanto cruel que nos despidan un mes después de la graduación.
Para este momento, ya ambos estaban dentro de la Academia y, mientras caminaban por los pasillos que llevaban a su salón de clases, varios jóvenes Elegidos que estaban por ahí postraban sus miradas sobre ambos.
Y entonces, la más problemática entró a escena: escondidita detrás de una columna, una Elegida de pelo rosa y puntas verdes, que vestía una blusa que dejaba al descubierto el ombligo y usaba una minifalda que mostraba mucho sus muslos, tanto que dejaba poco a la imaginación, depredaba a la descarada pareja.
—Es hora de actuar. —Se convenció ella.
Y la “bestia” salió del muro donde se escondía, se acercó discretamente a la espalda de Rigel y “rugió” con altanería:
—¡Mi prometido! —Solo el tono de su voz declaraba que sus celos eran como garras envenenadas.
—Maldita sea —Rigel reconoció la voz arrogante de esa Elegida y le fue imposible no maldecir. Su reacción era natural, pues apareció la Elegida que menos quería ver: Amaltea Vertengeir.
—¿Qué haces con esa campesina comparable a un mísero Humano? —Amaltea miró desafiantemente a Selene y, tras decir aquello, abrazó el brazo de Rigel y se aseguró de que él sintiera su suave busto.
Selene se separó de Rigel y se encogió de hombros, quería defenderse, pero sabía que no era muy buena idea tratándose de un noble como Amaltea. Por lo que, Rigel notó la incomodidad de Selene, arrugó su cara, se giró y retiro amablemente los brazos de Amaltea.
—“Mi prometida” —respondió sarcásticamente, luego frunció el ceño y engrueso la voz—: ¡No me traigas vergüenza! discúlpate por lo que le has dicho a Selene, ella es… u-una Elegida y merece respeto.
—No, no lo haré. Llevas rato con esa retardada y se supone que debes quererme solo a mí. O sea, eres mi prometido ¿lo olvidaste?
Amaltea era escandalosa y creaba un vergonzoso espectáculo, por lo que varios jóvenes Elegidos se reunieron a observar la escena, a lo cual, Amaltea se dirigió a los curiosos compañeros y habló con cero de duda:
—¡¿Qué miran ustedes, montón de chismosos?! ¿No tienen nada mejor que hacer, como intentar rellenar sus cabezas huecas con algo de conocimiento?
Así era la existencia llamada “Amaltea Vertergeir”, quien hablaba tan despectivamente y arrogantemente, que parecía algo programado en ella, como si hubiera nacido solo para ser así.
No obstante, antes de que alguno de ellos refunfuñara, Rigel añadió:
—Amaltea, dije que te disculparas. No olvides que sigo siendo un noble de mayor nivel que tú. Tampoco te hagas ideas raras respecto a Selene, ella es… sí, solo una amiga. Además, lo “nuestro” es algo político y no…
—Tch, ¡¿políti…?! —Antes que Amaltea terminara de decir “¡¿político?!”, una nueva voz le hizo callarse.
—Ya es la hora, mis niños, entren al salón de clases. —Quien intervino en la incómoda conversación no era otra que la profesora Sabik Vertengeir; la tía de Amaltea.
—¿Tía? —En ese momento Amaltea se quedó helada, abrió los parpados de par en par y se avergonzó con su tía—. L-lo siento. —El semblante de Amaltea cambió a uno más sumiso.
—Tranquila, linda. Arruinas tu hermosura si te preocupas ¿sabes? Mírame, estoy bastante segura de que Rigel piensa lo mismo y te quiere mucho. —Se quedó viendo fijamente al Elegido.
Rigel no tardó en captar el significado de esa mirada, por lo que asintió solo para salir del paso.
—¡Bien! Entonces entren al salón “A4”. Hoy es un día importante para todos ustedes. —Sabik terminó de pronunciar con amabilidad y sacó la lengua como si fuera una niña pequeña.
Rigel se encogió de hombros y lo ocurrido causó que volviera a preocuparse por su futuro. Por parte de Amaltea, pues le dolió el pecho, le ardía demasiado al saber cómo era rechazada.
—Pero no pienso rendirme —se susurró, estaba cabizbaja y con un rostro arrugado que ocultaba sus misteriosos sentimientos.
El tiempo pasó y Rigel estaba sentado en un pupitre en el aula de clases. A sus lados estaban sus antiguos quince compañeros de clases —incluida Selene y Amaltea— y cada uno vestía ropas distintas y extravagantes.
Después entró al salón la atractiva profesora Sabik, cuyo atuendo consistía de una falda corta y una camiseta demasiado ajustada que destacaba sus grandes pechos. A ella le divertía ver a sus estudiantes varones salírseles los ojos por su belleza; aunque claro, esto no funcionaba con Rigel, él solo tenía ojos para una sola Elegida.
—Mis queridos estudiantes. Oh, uh, sí, mis queridos hijitos. Hoy se les ha llamado porque iremos a la Isla Santa, ¿sabían? —confesó Sabik, siendo juguetona como siempre y reposaba su espalda con el pizarrón.
Todos los estudiantes se miraron a las caras y empezaron a murmurar.
“Así que los rumores eran ciertos”, pensó Rigel.
—Hace un mes usted dijo que viniéramos, pero no reveló el motivo —dijo un estudiante llamado Félix—. ¿Tanto le divierte juguetear con nosotros?
—Auch, Félix. O sea, mis chicos, es de sentido común ¿o es qué ya olvidaron que cada cierto tiempo son convocados para recibir nuevos poderes de la Roca Sagrada?
Todos en el salón se quedaron en silencio, no era porque los estudiantes no supieran aquello, sino que la bobería de ella los dejó sin palabras y la fulminaban con la mirada debido a la bromista forma de actuar de esta profesora.
Inevitablemente, la única que pudo romper el silencio fue la misma Sabik:
—¡Uhh, qué miedo…! Ustedes no son para nada divertidos ¿saben? Ajam, lo hecho, hecho está… Como sea, les explicaré algunas cosas que deben saber sobre la Segunda Habilidad Sagrada…
Rigel se sorprendió un poco ya que creía saberlo todo sobre ese tema, de hecho, aunque fue fugaz, él recordó lo que hace mucho tiempo Sabik explicó sobre estas habilidades:
“Poderes: Cada Elegido nace con un poder característico, como aquellos que manipulan los elementos, otros aumentan el poder físico y, algunos más raros, como las técnicas de sangre o invocación de criaturas. Existe una gran variedad. Apenas un Elegido nace, la Roca Sagrada lo bendice con un primer poder y ya dependerá de cada Elegido aprender a cómo usarlo —la Academia facilita ese proceso— a estos poderes se les llama ‘Habilidad Sagrada (HS)’, se pueden desarrollar varias técnicas con dicha habilidad y cada una de estas deben tener su propio ‘nombre de invocación’, de manera tal que, al decir ese nombre asignado, se ejecute la técnica deseada.
Con el pasar de los años, los Sacerdotes convocan grupos de Elegidos para que la Roca Sagrada les otorgue nuevas habilidades”.
Entendiendo muy bien este concepto, Rigel pensó: “Y hoy, estos Sacerdotes nos han convocado para ir a la isla a recibir esta nueva habilidad. A diferencia de cuando nacemos, ahora debemos tocar la Roca para obtenerla… Me pregunto qué me dará la Roca esta vez”.
Las Habilidades Sagradas eran solo una de las cinco bendiciones que la Roca Sagrada le otorgaba a los Elegidos. Que sean bendecidos con estos poderes ya los dejaba en lo más alto de la jerarquía de las razas de ese mundo.
Saliendo de sus pensamientos, Rigel notó que Selene, quien estaba a dos filas de pupitres a su lado derecho, le hizo un ademan discreto para que prestara atención a lo que Sabik decía:
—¡Seriedad! —Sabik engruesó su voz.
Rigel frunció el ceño y exclamó en sus pensamientos: “¡Asumo que lo dirás para ti misma, pues eres tú la que hace las payasadas!”.
—Es hora de viajar a la Isla Santa —prosiguió y le fue inevitable alegrarse al ver como todos los estudiantes se emocionaron por esta declaración—. ¿Recuerdan cuando fueron a recibir su Arma Sagrada?
—¡Sí! —exclamó al unísono la clase completa,
Anteriormente, ellos habían ido a aquella isla ya que la segunda bendición que la Roca otorgaba eran las “Armas Sagradas”, las cuales se adaptaban al tipo de poder del Elegido. Estas la podían recibir cuando lo deseaban, pero la Academia colocó una regla para que solo se las dieran a Elegidos mayores de edad. En este caso, todos estos estudiantes “graduados” ya vivieron esta experiencia y habían recibido sus armas con solo tocar la Roca.
—Excelente, mis niños. Nos vamos a teletransportar al igual que aquella vez, pero ahora lo haremos la clase completa al mismo tiempo ¿entendido?
La teletrasportación también era algo de lo más normal en el mundo de Astergard, aunque los Elegidos tenían una manera única de hacerla…
—¿Profe? ¿Es eso posible? Recuerdo el día cuando fui a recibir mi Arma Sagrada; cuando nos teletransportamos éramos unos cuantos, pero… ¿Toda la clase? ¿no es peligroso? —habló una chica Elegida desde su pupitre.
—¿Dudas de mí? Esto lo he hecho muchas veces —Sabik sonrió de una manera que no trasmitía nada de confianza.
—¡Dudo completamente de usted!
—Meh, que odiosa… En fin, todos conocen el procedimiento. Vamos a ello…
Siguiendo las instrucciones de la profesora, todos los estudiantes salieron del salón y se dirigieron a una sala especifica. Estando allí, Sabik realizó un conteo de treinta segundos en un reloj de arena, luego pronunció unas palabras fuera de todo dialecto; que solo los Elegidos podrían comprender. Cada estudiante repetía lo que ella decía y, justamente cuando pasaron los treinta segundos, en un abrir y cerrar de ojos fueron teletransportados a la Isla Santa.
Esta era la tercera bendición que la Roca otorgaba y eran conocidas como “Palaras de Poder”, las cuales, al ser recitadas correctamente por cualquier Elegido, sin importar donde esté, él podría aparecer en una ubicación cercana a su fuente de poder: la Roca.
Esto era lo que acababan de hacer y de repente, todos aparecieron en un camino de la Isla Santa, la misma no era tan espectacular a primera vista, pues tenía una selva tropical común y corriente.
—Recuerden que se requiere de una mente fuerte para pronunciar estas Palabras de Poder y ninguno de ustedes puede hacerlo sin mi intervención. No lo intenten en casa —advirtió Sabik a sus estudiantes. Y de esta manera inició la travesía por la Isla Santa.
—Impresionante —dijo Rigel. Admiraba como en un abrir y cerrar de ojos apareció en un lugar completamente distinto, a su vez, se sentía un poco mareado debido a la abrupta teletransportación, aunque ese efecto secundario era de lo más normal.
—¿Primeras vez, bastardo llorón? —Se burló Calisto, este era un estudiante que no se lleva bien con Rigel.
Calisto era un chico Elegido alto y con músculos bien entrenados. El problema era su personalidad abusiva.
—No quiero problemas contigo, Calisto. No caeré en esas provocaciones tontas —Con una mirada y postura firme, Rigel le respondió con seriedad.
—Orden, recuerden que estamos en nuestra tierra santa. —Sabik regañó a los ruidosos jóvenes—. Calisto, hijo mío, siempre eres el más problemático ¿sabes? Ten al menos algo de consideración conmigo.
—Descuide, profe. Ya sabe que no puedo soportar a esta clase de sifrinos.
—Ey, dije basta. Deberías estar agradecido porque te dejé pasar tu intento de conflicto… Lo menos que quiero es estresarme. —Gracias a la firmeza en las palabras de Sabik, Calisto cerró la boca.
Rigel optó por resignar, apartó la mirada y decidió admirar a la hermosa Selene.
Por otro lado, varias chicas Elegidas se reunieron y hablaron de lo guapo que se veía Calisto, sin embargo, a otras no les gustaba debido a:
—Es un vago y es calvo. —Se burlaban algunas.
Así es, Calisto no tenía ni un solo pelo en su cabeza, incluso la luz se reflejaba en su despejado coco.
Al cabo de un rato…
—Bueno, mis niños —añadió Sabik tras organizar a sus estudiantes—. Es necesario caminar un par de kilómetros para llegar a la Roca Sagrada.
Justo cuando la profesora terminó de decir aquello, a lo lejos observaron que se acercaba un hombre que tenía puesto un atuendo peculiar.
—Es un Sacerdote, hablemos con él —dijo Sabik.
El sacerdote usaba una túnica negra que cubría todo su cuerpo y un oscuro casco esférico que ocultaba su rostro. Cada uno de estos elementos poseían grabados extraños. Este Elegido estaba cumpliendo su labor santa: proteger la isla y asegurarse de que se cumplan todas las leyes.
—Profesora Sabik, cuanto tiempo sin vernos. ¿Cómo han estado? Los esperaba con ansias. —Saludó el Sacerdote cuando el grupo terminó de acercarse.
—Buenas, es un gusto estar acá. A todo esto, ¿nos hemos visto antes?
—Nosotros hemos hablado muchísimas veces y creí que me recocerías por la voz. En fin, tampoco me quejo, sé que estos trajes son una desventaja, —carraspeó—, dejando eso de lado, he venido para guiarlos, ¿de acuerdo?
Aceptando la ayuda del Sacerdote, todos continuaron caminando rumbo a su destino.
Después de caminar por un rato, el paisaje se volvía cada vez más hermoso y digno del lugar santo que es. Sin embargo, la paz que prevalecía en aquel lugar fue anulada cuando, inesperadamente, una anciana y un niño emergieron de la maleza e impidieron el paso de los Elegidos.
El símbolo de igualdad en sus mejillas indicaba que eran Humanos.
La anciana tenía un aspecto pésimo: sus amarillentos dientes sobresalían de su boca, su canoso cabello estaba desordenado, estaba flaca y pálida y no parecía estar cuerda. El niño también se encontraba en un estado lamentable. De pronto, la anciana empezó a reír con locura.
—¡¿Qué sucede aquí?! —exclamó el Sacerdote—. ¿Qué hacen Humanos en nuestra Isla Santa? Es un delito que se paga con la muerte que criaturas como ustedes toquen nuestro suelo bendito.
—¡Kya, ja, ja, ja! ¡Ustedes, Elegidos, quienes rechazaron su deber, sepan que hoy se acaba nuestro sufrimiento! —gritó la anciana, quien tenía los brazos alzados y miraba el cielo—. Hoy el cazador hará su aparición. ¡Él los matará a todos ustedes, al fin las razas serán liberadas de su tiranía y de su parcial racismo! —Sacó de sus desgastadas ropas un libro extraño y se lo mostró al grupo de Elegidos.
—Esa es la Astorea, el libro de blasfemias en el que creen los humanos. Esta mujer no está cuerda. Igual la pagarás por desafiarnos así. —El Sacerdote se encontraba enojado y consideraba que solo la existencia de estos Humanos ya era una herejía.
—¡Mira qué tenemos aquí! —exclamó Calisto, el cual, se emocionó con esta situación. Luego le preguntó al Sacerdote—: ¿me permite matarlos ya mismo?
—Dime, ¿por qué tomas la iniciativa? Dudo mucho que tengas interés en traerle orgullo a nuestras leyes.
—Porque matar Humanos es divertido. —Sonrió como psicópata. Para los Elegidos, matar a un Humano era lo mismo que asesinar a un insecto.
—Ya veo… Creo que en eso estoy de acuerdo.
Sorprendentemente, el corazón de Rigel se aceleró al oír eso y una extraña emoción heroica activó su cuerpo.
El nuevo él no podía permitir un acto tan cruel. Pero también entendía que debía cuidar cada una de sus palabras y acciones, por ello, pensaba en las palabras necesarias para ayudar a los Humanos. Y entonces dijo lo único que se le pudo ocurrir:
—¿No creen que matarlos es demasiado? Deberíamos escuchar lo que tienen que decir. Además, debemos saber cómo llegaron aquí… —Su tono de voz fingía desinterés por los humanos. El plan era ganar algo de tiempo.
Selene fue la única que se percató de la real intención de aquellas palabras de Rigel, y decidió ayudarlo:
—Umm. Estoy de acuerdo con Rigel. Es un gran misterio como llegaron aquí y debemos saber qué es lo que quieren. —En realidad, a ella no le importaban esos Humanos, pero estaba decidida a apoyar a Rigel en todo.
Él la miró y le sonrió con aprobación. Pero…
—¡Tonterías! esa fea Humana se atreve a mancillar nuestras tierras sagradas con sus mugrientos pies. ¡Yo pienso que deben ser ejecutados! —Amaltea, la Elegida que había estado callada durante todo el viaje, por fin habló. A ella tampoco le importaba lo que les harían a los Humanos, pero tras oír a Selene, optó por contradecirla.
—Bien dicho. —Le dijo Calisto a Amaltea—. Tú mata a la mujer y yo al niño.
—Ja, es asombroso que puedas decir con tanta confianza esas tonterías tan descabelladas. Solo una escoria salvaje como tú es quien puede hacer algo así. Yo no tengo la intención de ensuciarme las manos con esos feos. —Amaltea se cruzó de brazos, suspiró por la nariz con fuerza y miró a otro lado.
—¡Eres una aburrida! —Calisto soportó los insultos de Amaltea ya que él la respetaba; así de dura era ella.
—¿¡Están locos!? Eso es demasiado —afirmó Rigel, perdiendo el control. Él no lo aguantó más.
—¿Acaso tienes sentimientos por estos humanos? Creí que solo sentías algo por mí, cariño —comentó Amaltea. A la par, abrazó el brazo de Rigel y lo pegó con su busto.
Selene frunció el ceño y ambas compartieron un cruce de miradas asesinas.
Rigel intentó separase de Amaltea, pero no lo consiguió debido a que estaba inquieto. Él sabía que sus compañeros realmente iban a matar al par de Humanos, de hecho; él sabía que, si fuese el mismo de antes, sería él mismo quien hubiese tomado la iniciativa de matarlos. Pero esta vez era diferente; nació en su interior un sentimiento inaudito para su raza: el deseo de proteger a los débiles.
—Vaya, vaya. Has traído unos jóvenes enérgicos, profesora —interrumpió el sacerdote—. El Astrea tiene razón: necesitamos sacarles información a estos Humanos.
Rigel suspiró aliviado, al parecer, lo había conseguido. Ahora, debía hallar una manera en la que fuese perdonado el “pecado” de esos Humanos.
No obstante, al Sacerdote se le dibujó en su rostro una sonrisa macabra que no se podía contemplar debido a su casco y continuó diciendo:
—Aunque, solo necesitamos a uno. —Señaló a Calisto—. Oye, calvo, ¡asesina a uno de los dos! me da igual a quien elijas.
—Con gusto. —Aceptó Calisto con naturalidad.
Y entonces, con solo desearlo, apareció un portal a su lado y de este sacó una lanza con una bella hoja de color verde esmeralda.
Esta era la cuarta bendición que se le concedida a los Elegidos: los portales que podían invocar y allí se guardaban sus Armas Sagradas. Estos pequeños portales aparecían flotando a un costado del usuario y tenían formas arremolinadas, irradiaban una tenue luz fantasmal y de ellos emanaban diminutos rayos.
Viendo esto, Rigel se quedó pasmado, le temblaron las manos y empezó a sudar mucho. Lo que ocurriría a continuación era obvio.
“A pesar de que soy un noble, mientras no sea el jefe del castillo tengo una autoridad limitada. No puedo simplemente ordenar que se detengan, entonces ¿Qué hago? ¡¿Qué hago? ¡¿Qué hago?!”, Rigel pensaba desesperadamente en busca de una solución.
Amaltea —quien aún abrazaba a Rigel— notó la desesperación de él, pero no dijo nada.
—No. Por favor, no. —Finalmente, suplicó la anciana, esta vez se mostraba nerviosa y parecía estar más cuerda—. ¡No toquen a mi nieto! ¡Solo vinimos acá para predicar sobre lo que les ocurrirá! ¡Por favor, tengan piedad!
—Ridículo, hace un momento solo proclamaste con arrogancia sobre una profecía tal y un supuesto cazador —dijo Amaltea, quien se separó de Rigel y se acercó a la anciana—. Nos amenazas y luego ruegas por tu vida ¿qué pasó con eso, Humana?
—No, yo vine a… —La anciana no pudo terminar contestar ya que el silbido del viento siendo cortado la detuvo.
—Viento Desgarrador (HS). —Dijo y usó Calisto. El arrojó su lanza y la potenció con un viento anormal, esa era su habilidad.
La anciana observó como la lanza traspasaba el cuerpo de su nieto, reventándole los intestinos, estómago y destrozándole el páncreas. El niño cayó de cabeza y empezó a vomitar un montón de sangre.
El horror se manifestó por todo el cuerpo de la vieja, pues en su nieto desapareció toda señal de vida. La ira poseyó a la anciana y vociferó descorazonadamente:
—¡¡¡Ahhhhhhhhhggg!!! Malditos. ¡Todos merecen morir a manos de nuestro libertador! ¡Malditos, malditos, malditos, malditos! —maldijo repetidas veces.
—Vaya, este vejestorio no conoce su posición, ja, ja, ja… —Habló el Sacerdote, como si fuese entretenido ver a la anciana sufrir. Luego usó una técnica con su habilidad—: ¡Maldición Cadenas de la Muerte (HS)!
De la tierra surgieron varias cadenas espectrales que amarraron a la anciana, la detuvieron por completo y la tiraron con agresividad al suelo. Este surrealista poder ignoró toda ley de la ciencia y ridiculizó lo común, no, todas estas habilidades eran así.
El Sacerdote se acercó a la vieja, se agachó de cuclillas delante de ella y dijo:
—Mañana morirás. Este es el poder de una de mis Habilidades Sagradas que desaté sobre ti. No podrás moverte a menos que te lo ordene. Más tarde volveré para sacarte unas palabras de la boca. —Él tomó el cadáver del niño y lo colocó frente a los ojos de la anciana. La maldición evitaba que ella volteara la mirada puesto que estaba totalmente inmovilizada. Entonces el Sacerdote se levantó, miró a Calisto y elevó el dedo pulgar—: Oye, calvo, buen lanzamiento. —Retiró la lanza del cadáver y se la devolvió a Calisto.
Ahora bien, Rigel se había quedado helado…
—¡¿Por qué?!… —dijo, y su mirada se volvió sombría—…, ellos no merecían esto. ¡¿Qué demonios han hecho!? ¡Se supone que debemos protegerlos! —Rigel no solo estaba molesto con los demás, sino también consigo mismo por ser un incompetente; él siempre tuvo el poder para salvar a los Humanos, pero no tuvo el valor suficiente.
—¿Quieres ser el siguiente, señorito Astrea? Mira que no estamos en tu castillo —amenazó Calisto.
—¡Ya basta! Estamos en la Isla Santa y aquí no se derrama sangre de Elegidos. Seguimos con nuestra labor o se largan de aquí. Ay, o sea, solo son unos simples Humanos, no es necesario tanto drama. —Sabik interrumpió de forma insensible la conversación. Ella había estado callada ya que aprovechó la oportunidad para poner a prueba a sus estudiantes.
Rigel estaba a punto de soltar toda su furia interior, cuando…
—Ya basta, Rigel. —Una cálida, lenta y cariñosa voz le susurró al oído y causó que él se detuviera por completo; era la voz de Selene. Ella prosiguió—: Es por tu bien. Sabes que te apoyo en todo, pero… no quiero que te lastimen, si sigues, podrías tener problemas. Ahórrate los comentarios por ahora, ¿sí?
Selene no le importó susurrarle a su amado, aun sabiendo que todos los demás fijaban miradas sobre ellos. Evidentemente eso podría levantar sospechas sobre su relación, pero la verdad es que a nadie le importó aquello.
Rigel afirmó con la cabeza, pero por dentro tenía desatado un infierno.
“¿Por qué diablos me siento así?”, pensó con remordimiento.
—Muy bien —habló el sacerdote—. Continuemos.
Muchos ignoraron lo que acababa de ocurrir y siguieron con su camino. Rigel no podía levantar la cabeza por la rabia que tenía, apretaba sus puños con fuerza, se sentía inútil y, por primera vez, no se sentía orgulloso de ser un Elegido.
Su buen humor se desvaneció por completo, tanto que ni siquiera le estaba dirigiendo la palabra a Selene, y así estuvo durante el resto del viaje.
El trayecto fue largo hasta que por fin llegaron a la ubicación exacta donde estaba la Roca Sagrada. La misma estaba en el centro de una gran laguna de agua salada.
Había un puente sobre la superficie para poder llegar hasta la Roca. Este puente empezaba desde la orilla arenosa de la laguna y terminaba en una pequeña islilla donde se encontraba la Roca.
La Roca Sagrada era un monolito enorme que estaba marcado por múltiples símbolos extraños que irradiaban una luz azul eléctrica que le daba una misteriosa belleza. Esta era la primera maravilla del mundo de Astergard, tanto así que algunos creían que fue creada por los mismísimos dioses.
Cuando apenas el grupo de Elegidos llegó, se llevaron una sorpresa al notar que un montón de Sacerdotes estaban reunidos en la orilla de la laguna y justamente en la entrada del puente. Los Sacerdotes murmuraban preocupados y era muy extraño que se encontraran ahí reunidos.
—¿Qué ocurre aquí? ¿por qué no están protegiendo la Roca Sagrada? —Les preguntó la profesora.
—Usted es… Sabik ¿No? Mire el agua —respondió uno de ellos y le señaló una ubicación de agua muy cercana a la Roca.
Resultó ser que una misteriosa materia cristalizada de color amatista se había formado sobre la superficie del agua, aquella “cosa” parecía una mancha de lava purpura que se fusionó con una parte del agua.
Pese a esto, Rigel estaba despreocupado ante lo que pasaba, no podía olvidar lo que había presenciado hace unos minutos.
—Hace un momento un Sacerdote fue a investigar esa “mancha” y terminó siendo absorbido por esa “cosa”, cuando nos acercamos a ver lo que le había ocurrido, notamos que fue destrozado. Fu-fue una muerte instantánea —añadió otro de los sacerdotes, en su voz se notaba inquietud—. Es por eso que decidimos reagruparnos todos aquí. A decir verdad, nunca vi algo así. ¿Y si es una nueva señal divina?
—Esas señales acabaron hace milenios —añadió Amaltea.
—Además, las señales divinas no matan Elegi…
La profesora fue abruptamente interrumpida cuando, sin previo aviso, una esencia ridículamente poderosa se sintió en el ambiente, el mar se agitó como si de un tifón se tratara y la tierra y el aire tembló.
Todos los que estaban de pie, cayeron de rodillas, sintieron sus órganos y carne constreñirse y escupieron sangre.
—¡Qué demonios, ¿qué clase de poder es este?! —Exclamó un Rigel extrañado por la situación. Empezó a toser y, revolcándose del dolor en el suelo, se percató de Selene—. ¡¡¡Selene!!! ¡¡¡¿e-estás bi-bien?!!! —Intentaba acercarse a ella, pero el dolor se lo impedía—. ¡Escudo de Oscuridad (HS)!
Rigel había usado la única técnica que había desarrollado con su Habilidad Sagrada; una especie de nube negra cubrió a Selene por completo, era un escudo que se consideraba impenetrable. Luego intentó crear más escudos para algunos de sus compañeros, pero la esencia malvada causó que perdiera todas sus fuerzas.
—¡¡¡Rigel!!! —le respondió Selene con miedo. A pesar de que estaba siendo protegida, de alguna manera la esencia malvada logró filtrarse. El escudo no le ayudó mucho y ella estaba a punto de desmayarse.
—¡¡Maldita sea, definitivamente ese poder proviene de la mancha ¡¡Debemos destruirla!! —sugirió uno de los sacerdotes a duras penas.
—Ay. ¡E-es im-imposible, ni siquiera podemos movernos! ¡¡¿qué clase de ha-habilidad puede de-derribarnos tan fácilmente?!! Ay —dijo una estudiante.
De repente todo se calmó, el lago y el aire dejó de agitarse y la esencia desapareció. Aquello duró unos treinta segundos que se sintieron eternos.
Todos los Elegidos se levantaron confundidos y aturdidos, pero se recuperaron rápidamente. A continuación, levantaron la mirada al lugar donde estaba la mancha cristalizada y se llevaron una sorpresa al notar que había un hombre de pie sobre la supuesta materia asesina; se trataba de un hombre alto, con cabello de color plata y que llevaba puesto un traje oscuro. Negro y plateado, esos colores eran suficientes para describirlo.
Al principio su porte trasmitía imponencia, pero, sin razón aparente, el hombre se tambaleó y cayó de rodillas.
—¿Y ese quién es? —preguntó Rigel.
—No lo sé, pero no debemos tomarlo a la ligera. Posiblemente la esencia maligna de hace un momento fue causada por él ¿saben? —respondió la profesora Sabik, quien fijó su mirada sobre aquel individuo misterioso. Sabik trataba de identificar el símbolo del hombre para saber de qué raza era, pero menuda sorpresa se llevó al notar que él tenía una marca desconocida—. ¿Qué está pasando?
En este mundo, todas las razas tenían ya sea en el cuello o en una de las mejillas, un símbolo característico de su raza. Los Elegidos y solo ellos, por ejemplo, tenían el mismo símbolo en forma de espiral. Sin embargo, este hombre tenía uno en su mejilla cuya forma era demasiado difícil de describir.
—Parece fuerte —comentó Calisto con una sonrisa en su rostro, aún tenía sus labios manchados de sangre por lo ocurrido hace un momento—. Quizás ese tipo sea capaz de entretenerme un poco.
—No hagas nada estúpido, Calisto, espero que te quede claro.
—…
—Bueno, todos invoquen sus armas, no sabemos a qué nos enfrentamos.
—¡Tonterías! Que nadie se atreva a quitarme mi presa o le golpearé fuer…
—¡Flecha de Agua (HS)! —Usó Selene.
Selene había invocado su Arma Sagrada —un arco—, y fue en cuestión de un segundo cuando estiró la cuerda vacía del mismo y, de la nada, como si absorbiese el agua del ambiente y tomase la forma de una flecha, apareció un proyectil liquido en la posición correcta, el mismo mantenía siempre su volumen, forma y de alguna manera se podía agarrar como si fuese un objeto sólido.
El arco irradiaba un hermoso brillo azul eléctrico que iba a la par con la belleza de Selene. Cuando ella estiró la cuerda al máximo y apuntó bien, le disparó al hombre misterioso.
La flecha salió disparada en línea recta y a una velocidad asombrosa. También levantó un muro de agua mientras recorría su trayectoria sobre la laguna, que eran 180 metros. Finalmente, la flecha se clavó justo en el pecho del hombre. Este cayó y se golpeó el rostro con la mancha, la cual, se volvió sólida.
—Eso… eso fue Increíble, Selene. ¡Qué fuerte! Eres toda una preciosura genial y… ¿mortal? —“halagó” Rigel, admirando a su novia y luego dirigió su mirada hacia el hombre misterioso, por el cual, no sentía nada de lastima.
“Lo mereces por lastimar a Selene con tu raro poder”, pensó Rigel.
—Umm. No eres muy bueno halagando chicas ¿eh? —le respondió Selene. Ella se llevó una mano a la cadera y mantuvo una sonrisa juguetona—. Ji, ji…
Rigel no era el único que admiraba la excelente técnica y precisión de Selene, los sacerdotes e incluso la profesora estaban asombrados con ella. Aunque era una Elegida, igual se requería de muchísimo entrenamiento y habilidad con el arma para poder realizar un tiro certero. Lo que hizo podría considerarse una hazaña. Sin embargo, no todos estaban contentos por ello.
—¡Desgraciada! —rugió un Calisto borrado en furia—. ¡¿Cómo te atreves a quitarme mi presa?!
Rigel notó la actitud agresiva de Calisto y se puso en guardia.
—¡Oye, aléjate de ella! —ordenó Rigel, quien estaba a varios metros alejado de Selene y, tras ver la actitud de Calisto, se acercó de inmediato.
—Umm. Tranquilo, Rigel, voy a explicarle a este bobo por qué lo hice. Fíjate, Calisto, yo tengo la ventaja de que puedo atacar a distancia. Lanzarse cuerpo a cuerpo sería impru…
“Imprudente” iba a terminar de decir, pero la interrumpió un golpe en la cara que recibió a manos de Calisto.
El golpe fue en el ojo y ella se desplomó. El golpe Fue tan rápido e inesperado que ni siquiera Rigel pudo reaccionar.
Decir que Selene vió estrellas no estaba lejos de la realidad.
—¡¡Selene!! —vociferó un Rigel alterado. Él terminó de acercarse a la Elegida con inquietud y furia a la vez. En realidad, él nunca se imaginó que Calisto haría algo así por un motivo tan absurdo.
Rigel la tomó delicadamente y la recostó de espalda sobre su regazo.
—¡Calisto! —Le llamó la profesora.
Pero él la ignoró y permaneció mirando fijamente a Selene y Rigel. Todo esto ocurrió porque estaba enojado de haber perdido a su “presa”, lo tomó todo con exageración y terminó en deshonra.
—Golpear a una Elegida ya es toda una humillación y hacerlo por un motivo tan tonto aumenta el precio de tu acto tan estúpido, Calisto. —Juzgó Félix.
—¿Quieres ser el siguiente? —le respondió Calisto, más enojado que antes, pero Félix lo ignoró.
Por otro lado, Amaltea sintió una emoción que no pudo ocultar. Para ella era satisfactorio observar a Selene agonizando de dolor.
Rigel estaba desesperado, exasperado y no sabía qué hacer. Ella notó la gran preocupación de Rigel, así que llevó su mano derecha a una mejilla de él, lo acarició y dijo:
—Tranquilo, es-estoy bien. —Su voz se entrecortaba por el dolor. Ese golpe le afecto más de lo que parecía.
—No, perdón, Selene. Lo siento, fui muy lento en reaccionar… y-yo soy un imbécil… Pero, a partir de hoy te protegeré como debe ser: tal como prometí esta mañana, así que espérame aquí… él pagará caro por esto. —Rigel se levantó y dejó que varios Sacerdotes se acercaran y la atendieran. Selene intentó detener a Rigel, pero no pudo.
Luego, cambiando su postura a una más amenazante y delante de Calisto; Rigel alzó ambos brazos, en uno y otro extremo de los mismos apareció un portal. Rigel introdujo sus manos en ellos y, en un abrir y cerrar de ojos, sacó sus Armas Sagradas con elegancia y estilo. En su mano izquierda tenía una daga con grabados de rayos y, en la mano derecha, una espada con una serpiente grabada en su hoja.
La atención de Calisto fue dirigida únicamente hacia Rigel, pues entendió de inmediato el motivo por el que este invocó sus armas.
—¿Qué? ¿Vas a enfrentarme? Ja, ja… Aceptaré con gusto —Calisto empezó a reír satisfactoriamente, a él solo le importaba pelear para probarse con los demás, derrotarlos y humillarlos.
De esta manera, el enfrentamiento de Rigel contra Calisto iniciaría.
Mientras tanto, en la mente de aquel hombre que parecía estar muerto, poco a poco recuperaba sus recuerdos.
“¿Quién soy? ¿Qué hago aquí?”, pensó.
Tras unos minutos…
—Ah, de eso se trata —susurró y una expresión maligna se grabó en su rostro.
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Nota:
Quiero agradecerle a beetlewhisper autor de Souls duelist en la plataforma por hacerme tal excelente ilustración de Rigel De Astrea.
Pueden seguir al artista en Instagram: https://www.instagram.com/beetlewhisper/
Comments for chapter "2.0"
QUE TE PARECIÓ?
Calisto parece un gigante salvaje que representa la avaricia, el odio, orgullo y egoísmo. Desata su enojo y hostilidad con el niño, un simple mortal que desaparece como una ráfaga de viento que nunca vuelve. Este hecho hecho entristece el corazón de la pobre anciana😢
El cazador que invoca la anciana con el libro sagrado, será el que aparece luego en la alguna?
Creo que Calisto con su personalidad explosiva puso a prueba la paciencia de Rigel, se levantó como si despertara de un sueño, como un guerrero que vuelve en si de una borrachera 😮