El cazador de elegidos - 2.5
(Extracto de aquel momento en el que Rigel caminaba con Selene en la ciudad de Astrea, cuando la pareja tomó un pequeño desvío)
Parte 1.
Hace siete horas atrás, aproximadamente. Antes de que ellos vivieran aquel momento terrorífico…
—Aún faltan cuarenta minutos para que comience la clase —dijo Selene.
La cara de la Elegida denotaba alegría tras haber visto un enorme reloj en medio de la ciudad. A su lado estaba aquel noble Elegido con el cual se suponía que no debía estar, pero ¿qué más da? La rebeldía de la juventud debía prevalecer.
La pareja estaba rodeada de individuos de diferentes razas andando de acá para allá. La ventaja era que la multitud dificultaría la visión de alguien que pudiese reportar sus “actividades amorosas”, o al menos, así inocentemente pensaban ellos.
—Mira. —Selene señaló una plaza que estaba a su lado—. ¿Y si vamos un ratito allí?
—¡Uh! Excelente idea. Tenemos la ventaja de que estamos muy cerca de la Academia, lo malo es que solo estaremos unos minutos allí —respondió Rigel, manteniendo una pose pensativa y calculando si tenía tiempo para hacer ese pequeño paseo—. Además, me preocupa que nos vean a solas.
—Umm. Solo somos amigos, ¿recuerdas? —Selene le giñó el ojo y sonrió—. Todo estará bien.
Rigel le correspondió la sonrisa.
—¡Demonios! Que tonto soy, ¡Ja, ja, ja, ja! —Se rascó la cabeza—. Sí, es cierto, solo somos amigos. —También le giñó el ojo—. ¡Vamos, amiga! —Al final fue bastante fácil convencerlo.
Fingir que solo eran amigos era una vaga excusa para justificar todo el tiempo que pasaban juntos, ¿hasta qué punto podría ser creíble?
Referente a la plaza, ésta conectaba con un pequeño parque natural rodeado de árboles. Por lo que podrían entrar allí sin correr peligro de que fuesen observados por alguien problemático, o al menos ese era el plan.
Así que ambos se escabulleron entre la multitud, pasaron a través de un mercado y entraron a la plaza. Antes de llegar a su destino; el parque, un sujeto se les acercó a sus espaldas y dijo:
—¡Ey, ey! Ustedes, los enamorados, ¿alguna vez han escuchado de las Frutas “Midoriyas”, mejor conocidas como la “Fruta del Amor”?
“¡Demonios! ¿Notó que somos una pareja? ¿tan obvio es?”, pensó Rigel.
Los enamorados se encogieron de hombros, se sonrojaron y voltearon a ver de qué se trataba. Lo primero que observaron fue el símbolo de aquel individuo. Sí, esa marca simbólica que tenía en su cuello: “el copo de nieve”. Esta indicó que él era un “Elfo de Hielo”. Como es habitual en esta raza, sus particulares ojos y cabello azul, orejas puntiagudas y piel pálida, llamaba mucho la atención. Sin duda alguna, lo que era más interesante en este Elfo era el enorme mostacho azulado que decoraba bajo su nariz.
—¿La Fruta del Amor? —repitió Selene, inclinando la cabeza, dudosa de lo que decía aquel Elfo.
—Así es, preciosa.
Rigel le frunció el ceño, ¿celos?
—Eres un Elfo de Hielo. Es raro ver gente de tu raza en tierras tan cálidas —expuso Rigel—. Según veo, eres un comerciante andante.
—Correcto. Hay que adaptarse, ¿no crees, joven Elegido?… yo también tengo una familia que mantener. Es por eso que vine a esta ciudad a vender Frutas Midoriya —respondió aquel Elfo poniéndose la mano en la cara y haciendo una pose extravagante—. Tengo autorización para vender estas frutas en la ciudad. Me va bien porque es muy solicitada por enamorados como ustedes.
Rigel sospechó un momento e intentaba notar si se trataba de alguna trampa.
—Umm. Nunca oí hablar de ellas —dijo Selene, ella se llevó el dedo a la barbilla dando a entender que estaba interesada en el producto.
—¿¡Que!? ¡Por las vírgenes heladas! ¡¿Todo este tiempo se han estado perdiendo de esta bendición divina?! —El Elfo siguió haciendo poses dramáticas; se cubrió el rostro con sus manos, como si estuviera adolorido de ese comentario, dejó ver uno de sus ojos y sonrió. —Si ese es caso, pues tomen, les daré una gratis, pruébenlas y les aseguro que en poco tiempo estarán aquí con los bolsillos llenos ¡queriendo comprarme más y más!
—Diablos, que buena técnica de comercio. Admito que se ve apetitosa —admitió Rigel.
Rigel tomó la fruta con ambas manos, esta era de forma ovalada, de color rojo muy brillante, desprendía un olor único y era tan grande como ambas palmas de las manos juntas; pese a esto, no era nada pesada.
“El que no arriesga no gana”. Deliberó Rigel, mientras miraba la fruta.
—¿Apetitosa? ¡Pero sí eso se le queda corto! Es una fruta única que solo crece en los valles helados de mi tierra natal, se le llama así por su suave textura y dulce sabor. Además, en mis tierras son usadas para hacer declaraciones de amor y usualmente las respuestas son positivas, es por ello, colega, que se le llama “Fruta del Amor”. ¡Pruébenla y se sentirán más atraídos el uno con el otro! —Este Elfo era demasiado apasionado cuando hablaba de su producto.
Rigel miró a los lados, sería problemático si alguien más escuchaba eso.
Rigel no dejaba de sospechar, era muy extraño que un individuo de otra raza interactuase tan cómodamente con un Elegido; usualmente los comerciantes limitaban sus palabras cuando trataban con ellos. Por otro lado, era poco creíble que su padre se valiese de este método para descubrir si Rigel tenía una relación romántica secreta. Hasta donde Rigel sabía, su padre no sospechaba nada de eso. Entonces, después de meditar mucho en el asunto, la conclusión más obvia para él fue:
“No hay problema alguno, es un comerciante demasiado extrovertido, eso es todo. Uhm, no me irrita su actitud, debe ser por mi cambio repentino. Un momento, si aquello es cierto: que esta fruta es capaz de aumentar el amor de Selene, entonces… ¡Tendría un arma poderosa para mis propósitos románticos!”, pensó, mostró una sonrisa maquinadora, levantó uno de sus dedos y dijo:
—¡Ja! No creo que sea para tanto.
—¡Uh! ¡Uh! —Selene empezó a dar brinquitos y aplaudió un par de veces—. Suena interesante. —Se sonrojó más que antes.
“¿Qué rayos? ¿y esta actitud en Selene? ¿De verdad las palabras del Elfo la convencieron hasta el punto de agradarle lo que dijo, pese a ser una Elegida? ¿O no será qué…? ¡¿solo el olor que desprende esta fruta está causando este efecto?”, analizaba Rigel en su interior.
La Elegida miró a Rigel con una cara chistosa, un tanto pervertida para ser más exactos, Rigel puso los ojos como platos al darse cuenta del tesoro que tenía entre sus manos. Así que acercó la fruta a la boca de Selene y esta lentamente le dio una mordida; tras masticar el fruto apasionadamente e irse mezclando el sabor en su lengua, Selene pegó un brinco, dio un pequeño gemido, se sonrojó aún más y gritó:
—Ummmm. ¡Es… deliciosaaaaa! ¡Waw, es una fruta hecha por los mismísimos dioses! ¡Awww, me encanta!
El Elfo puso una cara de satisfacción, tenía asegurado nuevos clientes.
Rigel se sorprendió mucho. Él sabía que su amada usualmente tenía un comportamiento infantil y divertido con otros Elegidos, pero jamás mostraría una reacción como esta frente a alguien de otra raza. Entonces todo se resumía a una cosa: “Es el poder de la fruta”, razonó Rigel. “Ni siquiera las Armas Sagradas se comparaban al poder que esta otorga”. Pensó.
—No creo que sea para tanto —dijo Rigel haciéndose el muy macho, sin embargo, tras darle un mordisco a la fruta; sin darse cuenta, reaccionó muy similar a como lo hizo Selene—. ¡Este fruto, esta fruta, es lo mejor de lo mejor, deliciosa, única, esplendida, sorprendente, magnifica… es… es! ¡Deliciosa!
El sabor de aquel fruto hizo colisionar sus mentes, este poseía una mezcla perfecta entre dulce y acido. Su sabor era tan poderoso que la pareja terminó de atragantársela. Al finalizar, Rigel engrueso la voz y continuó:
—¡Oiga, caballero, quiero diez para llevar!
La fruta causó el efecto que aquel comerciante había maquinado.
—Con gusto, joven. —El Elfo sonrió satisfactoriamente. Como siempre, su estrategia de venta era infalible. Luego él se dirigió a una pequeña sesta que tenía a sus espaldas y sacó las diez frutas—. Son mil quinientos Rules.
Los Rules eran la moneda oficial de ese mundo.
—¿Eh? ¡Qué cara! —El semblante de Rigel cambió.
Pero él mismo razonó y se dio cuenta de que el precio en realidad era justo: aquel hombre había viajado mucho tan solo por traerlas, además, el sabor tan único y delicioso que tenía justificaba su costo. En base a esta idea, Rigel sacó de su monedero la cantidad de dinero exigida por el Elfo.
—Eres de familia noble ¿verdad? —preguntó el Elfo a la vez que contaba el dinero.
“¡Demonios!”. Pensó Rigel.
—¿Cómo lo supo?
—Por tu vestimenta y jamás alguien me había comprado tantas frutas de estas en un solo instante.
Rigel reflexionó un poco, acababa de gastar una cantidad altísima sin pensarlo mucho. Él nunca se preocupó mucho por administrar bien su dinero, al final de cuentas, al ser un noble tenía demasiado.
—Soy… Rigel de Astrea.
—Lo supuse, tienes mucho dinero ¿no crees que es peligroso que andes por allí sin escoltas?
“¿Más o menos que pasa con este Elfo?”, Rigel entrecerró sus ojos y se esforzaba por comprender las intenciones de ese sujeto.
—Soy un Elegido, sé defenderme solo.
—¿Y si te ataca una banda de Elegidos? ¿podrías defenderte?
—¿Por qué insistes en eso?
—Quiero que mi mejor cliente esté sano. Es ley de vida, camarada.
—No puedes argumentar nada contra esa lógica —dijo Selene y expulsó una discreta carcajada—. Este Elfo es muy listo.
“Vaya por dios, qué caso tiene…”, pensó Rigel y suspiró frustrado.
—¡Rayos! Menuda habilidad. Si sigues así, tendrás más dinero que toda mi familia en poco tiempo —admitió Rigel—. En fin, se nos acaba el tiempo. Oye, anciano, gracias por todo. Si prometes que jamás tuviste esta conversación con nosotros, tienes garantizado que vendré a comprarte más.
—Jooo, que interesante. Cierto que eres un noble: ¿será el típico amor prohibido entre una plebeya y un noble? —El Elfo se rió—. Descuida, no diré nada, lo juro por la diosa del invierno. Para nosotros, los Elfos de Hielo, jurar por la diosa no es algo que podamos tomárnoslo a la ligera. Así que no te preocupes.
—Umm, vaya, eso de “plebeya” parece un poco descortés —Selene frunció el ceño.
—Mis más sinceras disculpas.
—Tranquila, guapa, para mí eres toda una reina. —Alagó Rigel.
Selene se encogió de hombros y miró a los lados avergonzada por el alago.
—Oye, anciano. —Rigel continuó—: más te vale que cumplas lo que dices. De todos modos, te conviene mantener la boca cerrada. —Rigel le entregó un poco más de dinero y le hizo un gesto fácil de entender—. Adiós.
—No sé si sentirme ofendido por llamarme “anciano” o honrado por confiarme este secreto. —El Elfo mostró una sonrisa e hizo una sutil reverencia—. Adiós, colega.
Parte 2.
Tras andar por la plaza, la pareja pasó por un arco hecho de enredaderas y entraron a un parque natural. El lugar era muy hermoso, tenía variedad de árboles, flores y fauna única de Astergard. La mayoría de las hojas de los arboles eran ambarinas, así se creaba la ambientación de un eterno otoño.
Selene y Rigel se apartaron de la multitud y se sentaron bajo un árbol que los ocultaba de la vista del público. Estando a solas, empezaron a comerse todas las frutas con satisfacción.
—Aww, deliciosa. Por cierto, ¿recuerdas que día es hoy? —preguntó Selene.
—Amm… el primer día del año tres mil —respondió Rigel con un poco de indiferencia, mientras aún masticaba el fruto.
—¿Olvidaste lo que ocurrió hace exactamente un año atrás? —Selene bajó la mirada un tanto triste.
De la nada Rigel se puso nervioso y su corazón se aceleró, había olvidado algo importante: en ese mismo día, se había cumplido exactamente un año desde que declararon su amor.
—Perdón, lo había olvidado. —Se avergonzó de sí mismo y se rascó la cabeza.
Selene empezó a reírse.
—Umm. En definitiva, tienes la memoria de un ancianito. —Se burló con dulzura, ella regalaba una sonrisa radiante, su voz era tierna, lenta y cariñosa. Con solo oírla, relajaba el corazón de cualquiera.
—Santos cielos, ¿cómo puedes decir eso con una voz tan dulce? Auch. Pero sí que lo tengo merecido. ¡Soy un anciano!
—Es broma, no es como si me gustasen mayores. Ji, ji, ji. Y descuida, de hecho, considero este paseíto como nuestro mutuo regalo de aniversario. —Le guiñó el ojo, hizo una larga pausa, se llevó las manos al pecho
Comments for chapter "2.5"
QUE TE PARECIÓ?
Ohh no podían ocultar su amor, como que el mal los acecha, no se sentían libres mas bien limitados. Por un momento fue como si lo que comieron era la fruta prohibida del amor aja; aunque el amor nunca pierde la esperanza y eso hace Rigel cumplir su promesa.
Demasiado bonito para ser verdad? Lástima que las cosas prohibidas no puedan durar.