El cazador de elegidos - 3.0
Parte 1.
—Mira Selene —dijo Rigel mientras se detenía y señalaba al frente.
El Elegido estaba empapado de sudor y respiraba desesperadamente tras correr tantos kilómetros con su amada sobre sus brazos.
La Elegida, que aún permanecía cagada sobre sus brazos como una bebita, dirigió su mirada a donde señalaba Rigel y regaló una sonrisa. Desde la cima de una colina, que es donde estaban, pudieron divisar una costa y un muelle pequeño. Lo más esperanzador era que al lado había una pequeña embarcación. ¿Quién no se alegraría de encontrar algo así en una situación tan desesperada?
—Es nuestra oportunidad de huir —respondió Selene. Ella se llevó las manos al pecho y sintió su pulso latir fuertemente.
—Así es, debemos llegar lo más rápido posible a la ciudad de Astrea. Mi familia está en riesgo y debo advertirles sobre ese asesino.
—Rigel, puedes bajarme. —Ignorando las últimas palabras del chico, la chica estiró sus piernas y se bajó de los brazos de su amado.
—¿Eh?
—Creo que ya puedo andar sola, —mostró una breve sonrisa—, me siento mejor.
Selene nuevamente se llevó la mano al pecho y mostró una cara melancólica. Algo le estaba pasando, su pecho le dolía y sus ojos se pusieron llorosos, sus emociones enredadas le estaban afectando.
—¿Selene? —El chico rápidamente se percató de la actitud de su amada.
—Soy una egoísta, ¿verdad?
—¿Egoísta? ¿a qué te refieres?
—Con huir no me refiero a ir a la ciudad de Astrea, es que bueno… ya sabes, pensé que esta era la oportunidad de cumplir nuestra promesa. —En base a su mal sentimiento, la chica no podía mirar a Rigel—. Por eso soy una egoísta. No pensé en tus sentimientos por tu familia.
Rigel se quedó un rato mirándola, él trataba de entender aquellas palabras. Seguido de ello, le sonrió y le acarició tiernamente el cabello; Selene no se esperaba esa reacción, no pudo evitar sonrojarse y mirar el rostro de su novio.
—No eres ninguna egoísta. De hecho, me alegra que desees tanto estar conmigo y no puedo negar que incluso pensé lo mismo. Selene, tu idea es buena, pero debo advertirle a mi familia cuanto antes. Luego resolvemos este asunto de nuestra huida —dijo Rigel con voz cariñosa a la vez que le guiñó el ojo.
—Lo siento. —Aunque las palabras de Rigel no pudieron eliminar sus sentimientos negativos, la chica optó por volver al tema principal—. Nos tomará muchísimo tiempo llegar a la ciudad.
—Así es, si tomamos esa embarcación, nos tardaremos al menos un mes. Cariño, estamos en una situación compleja, debemos decidir si navegar o escondernos en la isla hasta encontrar ayuda. El problema es ese tipo.
¿Cuál era la mejor elección? con tan pocas opciones y ante aquel hombre peligroso; Rigel debía tomar la decisión correcta, no hacerlo podría poner en riesgo la vida de ambos. Rigel sentía que era su responsabilidad y no podía permitir que le pasase algo malo a la Elegida que tanto quería.
Selene sentía exactamente lo mismo, ella también quería proteger al Elegido que amaba. Cohibió momentáneamente su malestar interior y centró todos sus pensamientos en encontrar la solución más inteligente.
—Umm. Amor, pienso que cuanto más tiempo estemos aquí, aumentaran más las posibilidades de que ese hombre nos encuentre. ¿Qué opinas de navegar? podríamos considerarlo un adelanto de nuestra luna de miel, de hecho. —Aunque lo último se trataba de una broma, su tono de voz demostraba angustia—. Pero hay un problema con eso.
—Las provisiones. —Terminó de decir Rigel, Selene asintió la cabeza.
—Pero no perdamos la esperanza. Husmemos en el bote a ver si encontramos recursos y calculemos si nos podrían durar al menos un mes.
—No perdemos nada intentándolo. Que lista eres. ¡Oh demonios, tengo la novia más lista del mundo! ¡Por dios, que gran honor! —Bromeó Rigel.
Como todo buen novio, él escuchó la voz de su novia y no menospreció su sugerencia. Así que meditó en el asunto, se enserió y continuó diciendo:
—Pero, en el caso de que no haya suficientes provisiones, estaremos en problemas.
—Sí, pero quizás se nos ocurrirá algo estando allí. Umm.
El chico expulsó un largo suspiro de frustración y nuevamente acarició el cabello de Selene.
—Rayos, ya veremos. Por cierto, ¿te sientes mejor? Si te soy honesto, me encanta cargarte, tú hueles mejor que las más hermosas flores del mundo. —Como siempre, sus halagos no eran muy buenos que digamos.
—Uy. ¡Gracias! Y pues, estoy un poco mareada, pero no te preocupes… puedo andar sola. —Selene miró a un lado y se cruzó de brazos—. No quiero ser una carga para ti.
—Jamás lo serias. De hecho, me encantaría que seas una carga para mí ¿Qué hombre no se deleitaría cargando un hermoso ramo de flores?
Otro piropo que dejaba mucho que desear, aun así, Selene no pudo evitar sonrojarse. El propósito de estos comentarios era un intento de que la pareja se animara mutuamente. Ellos estaban en una la mala situación, así que la calma era fundamental.
En la colina en la que se encontraban, se podía percibir un hermoso atardecer, donde el cielo naranja y la casi apagada luz solar iluminaba artísticamente el basto mundo. La pareja pudo disfrutar de un poco de paz en medio del desastre en el que estaban.
—Selene —dijo Rigel—. Falta unos minutos para que caiga la noche, lo mejor es bajar de esta colina cuanto antes.
—¿No es más seguro que bajemos en la oscuridad de la noche? así se reducen las posibilidades de que seamos detectados por él.
Tomando en cuenta la masacre que causó, la pareja daba por hecho que les iría mal si se topaban con el tipo misterioso. La prioridad era evitar un enfrentamiento. Básicamente era un juego del gato y el ratón; el cazador contra la presa. Ahora ellos eran los débiles, un error y les costaría la vida, para ellos no fue difícil llegar a esta conclusión.
—Diablos, es cierto; sin embargo, mi padre me dijo que, durante las noches en esta isla, aparecen los escarabajos sangrientos. Incluso los sacerdotes toman medidas para mantenerlos alejados.
—¡¿Esas cosas realmente existen?! —Selene mostró una expresión de espanto.
—No lo sé, pero no quiero descubrirlo por las malas. Supuestamente, esas criaturas aparecen en enjambres y devoran a todo ser vivo. ¡Demonios! tenemos dificultades por todos lados. Si esas cosas son reales, nuestra estadía en la isla podría suponer un problema. He escuchado muchas historias donde hombres han sido devorados por…
Rigel había dicho aquello sin percatarse que esa clase de historias le daban mucho miedo a Selene, hasta que la miró y notó que ella estaba asustada.
—¡Tonto, no me asustes así! —Selene golpeó suavemente las costillas de Rigel con su codo.
—¿Auch?
—En fin, ¡Andando! —Frunció el ceño y miró a otro lado con un enojo inofensivo.
Rigel también frunció el ceño y dijo para sus adentros: “No entiendo, ¿será que no le gusta oír cosas así?”.
***
Tras recuperar el aliento, la pareja se levantó y bajaron por un camino. Tras varios minutos, llegaron al último tramo del mismo. Aún había abundante vegetación a los lados, pero conforme avanzaban, esta se hacía más escasa.
Les faltaba muy poco para llegar a playa y allí no habrían arboles algunos que pudiesen ocultarlos de alguna amenaza.
—¡Selene, la playa va a estar despejada! —dijo Rigel mientras corría y sostenía la mano de su amada—. Apenas lleguemos, correremos sin parar. Es un lugar despejado y puede ser…
“Peligroso” iba a terminar de decir, pero fue interrumpido… Pues, justo al final del camino, cayó un hombre desde el cielo. Él cayó de pie como si nada, con la fuerza de su caída agrietó la tierra a su alrededor y causó un estruendo poderoso. De él emanaban pequeños rayos morados y una esencia poderosa se empezaba a sentir en el ambiente, como una clase de miasma destructiva.
—Creí que había acabado con todos —dijo el sujeto misterioso con voz gruesa. Él mantenía una postura elegante y autoritaria.
Selene y Rigel se detuvieron y se asombraron al darse cuenta que ese hombre era ni más ni menos qué, aquel que asesinó a sus compañeros de clase. Frente a ellos estaba aquel sujeto poderoso que destrozó a todo un grupo de Elegidos con una sola habilidad. Orión…
Se cumplió la peor pesadilla de la pareja y fueron atacados por innumerables pensamientos fatalistas.
Parte 2.
—De-debe ser una broma… —dijo Rigel con los labios temblorosos.
Orión se encontraba a varios metros frente a Rigel. El Elegido sabía que huir no era buena idea tomando en cuenta la velocidad de su adversario.
—Abandonaste a tus compañeros —afirmó Orión y ladeó su cabeza amenazantemente—. ¡¿Por qué?!
—¡Cállate! ¡Escudo de oscuridad (HS)! —Invocó Rigel instintivamente.
Inmediatamente, un manto oscuro y ovalado cubrió a Selene. Ella había invocado su Arma Sagrada; un hermoso arco azul, pero ahora no le serviría para nada ya que no podría disparar flechas estando dentro del escudo, pues este la cubría completamente.
—¡Rigel! ¿qué haces? Sácame de aquí, no podrás con él tu solo —gritaba Selene.
“Te protegeré cueste lo que cueste, no me importa si pierdo la vida”, Pensó Rigel.
Sin siquiera pensarlo mucho, el deber de proteger a su amada hizo que él la sacara de la batalla inminente. Todo su cerebro se centró en una única acción: “Proteger a Selene”. Él sería su escudo, su caballero, su protector, su guardián, él lo daría todo por ella.
Rigel invocó sus Armas Sagradas, salieron portales de cada lado y sacó de uno de ellos su Espada de Sangre y del otro su Daga del Rayo. Luego mostró su pulcra postura de combate.
“Las habilidades de oscuridad son indestructibles, por más afiladas que sean sus espadas, dudo mucho que logre destruir el escudo. Aun así, debo enfrentarlo por si acaso”, pensó Rigel quien tragó saliva y le temblaron sus manos.
Su plan consistía en distraer al cazador lo máximo posible mientras movía el escudo que rodeaba a Selene hasta dejarla en un lugar seguro. Podía moverlo solo con su mente; básicamente su habilidad consistía en poder manipular una especie de sombra oscura que podía moldearse, solidificarse y transformarse a cualquier forma. El problema era que hasta ahora, Rigel solo había conseguido formar escudos con su habilidad, él entrenó mucho en la academia para usar su habilidad para la ofensiva, pero nunca lo consiguió.
—Entiendo, los dejaste atrás por amor —dijo Orión mientras analizaba la situación, esta vez el cazador parecía tranquilo y su voz era preocupantemente serena—. Que interesante.
En cada mano, él tenía una espada de color amatista.
—¡¿Quién diablos eres? y ¿Qué rayos es lo que quieres?! —Gritaba Rigel enojado. Él estaba inseguro y sabía que si lo atacaba sin cuidado podría perder fácilmente su vida.
—Mi nombre es: Orión, soy El Cazador de Elegidos. Admiro que estés dispuesto a sacrificarte por tu amada; digamos que me evoca ciertos recuerdos. —El cazador hizo una pausa—. ¿Qué es lo que quiero? —Orión frunció el ceño—. Sus vidas.
—Eso me confirma que no nos dejaras ir ¿verdad? —Rigel estaba ansioso, la adrenalina recorría por todo su cuerpo y le ardía el pecho, sin embargo…—. Si vas a luchar te lo advierto, ¡voy a ir con todo! No me importa quien seas ¡Hay una promesa que debo cumplir! ¡La protegeré a ella, aunque me cueste la vida!
Si moría no podría cumplir su promesa; era una discrepancia, así que en realidad no podía fallar. Aun así, su prioridad era solo una: “Selene”.
—Que presa tan interesante. Quiero ver que tan profundo es ese amor, probemos tu determinación… les daré una oportunidad.
—¿Eh?
—Atácame e intentaré esquivarte, si logras ser lo sufrientemente rápido como para herirme; así sea un rasguño, los dejaré vivir. Si fallas… —Orión inclinó su cabeza, entrecerró sus ojos y señaló el escudo que cubría a Selene—. Ella será la primera en ser cazada.
Esta inesperada propuesta del cazador le causó confusión a Rigel ¿Cuál era la razón para hacer eso? Según lo que Rigel observó, Orión mató a todos sin darles ninguna oportunidad. Entonces ¿Por qué ahora sí lo hacía?
—¡¿Acaso estás jugando con nosotros?! ¡¿te diviertes?! —Se escuchó la voz enojada y angustiosa de Selene desde dentro del escudo—. Rigel, no lo hagas ¡Es una trampa!
—No es ningún juego. Él afirma protegerte, aunque le cueste la vida. Que lo demuestre entonces —dijo Orión con voz tranquila y luego dirigió su mirada a donde estaba Rigel—. ¡¿Aceptas o quieren morir sin más?!
Esa era la razón, todo se redujo a probar la determinación del Elegido. Rigel mostraba una cara ensombrecida. Odio. Furia. Cólera. Aquel hombre se atrevió a desafiar su voluntad y, peor aún, amenazar a Selene de esa forma.
“Imperdonable, inaceptable y absurdo”, pensó y apretó sus dientes con fuerza. Su pulso se aceleraba más y más. Poco a poco se sumergía en una furia incontrolable, sus pupilas se dilataron y su mente se borraba de sí misma. El deber de protegerla y esa ira mortal, le otorgó al Elegido un valor de temer.
Pero… él no supo controlar sus emociones, grave error.
—¿Rasguñarte? ¡Ja! ¡Te mataré, maldito! —dijo un Rigel rabioso y preparado para atacar.
—En tu mirada solo se refleja odio; eso te costará la vida, aun así, esa voluntad puede lograr algo. ¿Cuál es tu nombre, Elegido?
—¡Soy… Rigel… Rigel De Astrea!
Seguido de eso, el determinado Elegido avanzó rápidamente y cuando estaba a pocos metros de su objetivo, pegó un salto, viró 90 grados en el aire girando un poco su torso y empuñando ambas armas estaba a punto de decapitar al cazador. Pero…
“¡Rigel De Astrea, Rigel De ASTREA, ASTREA, ASTREA, ASTREA!”. En la mente del cazador empezó a repetirse el nombre del Elegido.
Miles de recuerdos catastróficos inundaron la mente del cazador. Orión apretó sus dientes con tanta fuerza que le terminaron sangrado y una furia mayor a la de Rigel se evidenció en su sombrío rostro. La serenidad que antes mostraba desapareció y en su interior se desató un infierno.
Todo eso ocurrió justo cuando estaba a punto de ser cortado con las armas del chico.
“¡¿Qué demonios?!”. Pensó Rigel. En esa fracción de segundo que permanecía en el aire, él notó el cambio de semblante en su rival.
—…
Se escuchó un ruido estridente, como el de una espada impactando contra otra. Una fuerte brisa recorrió el lugar y como si el tiempo avanzase en cámara lenta; la espada de Rigel fue detenida literalmente con la mano derecha del cazador. Sus dedos apretaron el filo de la espada sosteniéndola con firmeza.
Rigel peló los ojos, soltó su espada, cayó al suelo de pie y rápidamente intentó apuñalar la garganta de su enemigo con la daga que tenía en su mano derecha, esta alcanzó el cuello de Orión e impactó contra este y…
Contrario a lo esperado, fue la daga la que se partió en pedazos y, lo peor, era que no se veía ninguna gota de sangre emergiendo de Orión. Era como si alguien arrojase una dura roca contra un vidrio delgado y fuese la roca la que se destruyese, ese sería un resultado absurdo y poco creíble.
Así que Rigel se quedó impactado. Él estaba frente a frente al cazador, para su vista era como si el tiempo se hubiese detenido y un escalofrió recorrió su espalda.
Orión apretó su mano y la espada que aún sostenía con su mano desnuda se partió en dos. Ni una sola gota de sangre salió de su mano. ¿Qué diablos había pasado? El Elegido perdió.
“¡Cuánto poder!”, pensó Rigel asombrado. Lo peor era que ahora no tenía sus armas. En base a esto, Rigel rápidamente saltó hacia atrás intentando reposicionarse, pero…
—¡¿Así que eres un Astrea?! —preguntó Orión retóricamente, su voz se tornó sádica, sus ojos cambiaron a un color morado intenso y de él emanó una cantidad absurda de poder. Al mismo tiempo, se escuchó un estruendo y una fuerza sobrenatural que hacía temblar el aire causó que Rigel cayera contra el suelo botando sangre por la boca.
El poder era tan abrumador que Rigel estaba a punto de desmayarse. Sin embargo…
“¡No, no, noooooo, no puedo rendirme! ¡Debo protegerla!”. Pensó. La increíble determinación de Rigel evitaba que perdiera su conciencia, una fuerza de voluntad incomprensible permitió que pudiese mover su cuerpo.
Él miró al frente y notó que su adversario ya no estaba donde antes.
—¿Eh?
Rigel miró a donde estaba Selene y notó que Orión apareció frente al escudo.
—¡Cazarlos me otorgará lo perdido! —dijo Orión.
Las espadas del cazador partieron el escudo de oscuridad con la misma facilidad con la que un cuchillo caliente corta la mantequilla.
Ahora Selene estaba expuesta. Ella evadió a duras penas la punta filosa de la espada, a la vez dirigió su mirada a donde Rigel estaba.
—Te amo… —dijo Selene dando por hecho su muerte.
Aquellas palabras no consiguieron llegar al oído de Rigel.
Nuevamente el cazador blandió su espada para cortarle la cabeza a la Elegida…
—¡Selene! —gritó Rigel y corrió a toda velocidad a la dirección de Orión para detener el ataque—. Escudo de oscuridad (HS).
La sombra oscura se formó frente a la chica, pero a su vez se iba destruyendo con el pasar de la filosa espada del cazador. Antes de decapitarla, él se detuvo. Él cazador miró a Rigel y levantó su otra espada diagonalmente a su dirección, la intención de esto era:
—¡Morirán juntos, morían a la vez! —dijo Orión—. ¡Esa es mi muestra de piedad para un Astrea! —Su enojo se le notaba por doquier.
Menuda muestra de “piedad” ¿a qué se debía esta repentina actitud?
En esa fracción de tiempo en la que justamente Orión estaba a punto de decapitar a Selene y a Rigel al mismo tiempo…
De la maleza salió una chica con orejas puntiagudas y con una guadaña gigantesca en su mano izquierda. Ella dio un salto veloz, con ambas manos y brazos tomó a Rigel por un costado justamente cuando este estaba a punto de morir. La espada de Orión nuevamente se detuvo a solo milímetros de cortar el cuello de ambos, Selene aprovechó y retrocedió.
La Elfa tenía un cristal azul en su mano, el cristal empezó a brillar y tanto la Elfa como Rigel empezaron a desaparecer aun estando en el aire.
—¡¿Qué?! —Rigel se sorprendió.
Orión miró a la Elfa y notó el cristal.
—¡¿Un cristal de teletransporte?! —Dijo—. ¡No lo harás!
—¡Adiós, pequeñín! —dijo la Elfa sonriendo y le guiñó el ojo.
Al mismo tiempo, tanto la Elfa como Rigel empezaron a desvanecerse comenzando desde los pies hasta la cabeza. Cuando aún faltaba la mita del cuerpo de Rigel por desaparecer; Orión se movió una velocidad casi imperceptible, dio un giro en el aire y creó una curva con sus espadas para guillotinar a Rigel. Sin embargo, varios chakrams con puntas filadas levitaron veloz y mortalmente contra él. Orión detuvo su ataque y las esquivó virando en el aire.
Aun esfumándose; solo faltaba el cuello y la cabeza de Rigel por desaparecer, así que el cazador rápidamente creó una pequeña cuchilla violeta y la arrojó de una manera impresionante contra el cuello del Elegido.
Rigel se dio cuenta e intentó esquivarlo, pero no fue suficiente rápido y la cuchilla lo degolló cortándole la yugular.
Todo esto ocurrió tan rápido que el chico ni siquiera entendía lo que le estaba pasando y durante ese último segundo en el que desaparecía; también notó como salía otra Elfa de la maleza con un cristal en la mano, ella iba a rescatar a Selene, pero…
—Panel (¿?)
Frente a Selene apareció una placa delgada de color purpura oscuro que evitó que la Elfa tomara a Selene. El cristal que esa Elfa sostenía ya estaba activo y ella también empezó a desaparecer sin haber alcanzado a Selene.
“¡Debo, debo, tengo que protegerla!”, ese fue el último pensamiento de Rigel mientras cerraba sus ojos.
Rigel y ambas Elfas desaparecieron de la escena.
Y para el Elegido todo quedó en oscuridad…
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Parte 3.
Pasaron tres días…
Cambiemos de escena. En algún lugar…
Mirando sobre las nubes, desde la lejanía se podía contemplar un enorme castillo. Era tan grande que sus torres llegaban al mismísimo cielo. Literalmente el castillo era la Capital del continente y este abarcaba todo un estado.
Era tan majestuosamente gigantesco e imponente que con tan solo observarlo hacía temblar a cualquier enemigo que osase a atacarlo.
Para entenderlo mejor, era un castillo formado por cientos de torres que tomaban un territorio comparable al de un país pequeño. ¿Cuántos milenios habrá tomado construirlo?
El castillo tenia muchísimas torres en derredor, perfectamente diseñadas con ladrillos cincelados. A su alrededor, una enorme muralla hecha de Aurontista, que es uno de los minerales más fuertes de Astergard; protegía las afueras de la capital.
En las esquinas de las murallas también había estatuas enormes con formas de dragones, leviatanes y criaturas místicas. De las bocas de estas estatuas bajaba una cascada de lava que desembocaba en un canal inundado con más lava aún, y este canal circulaba alrededor de toda la muralla exterior.
¡Esta sin duda era la mejor construcción del mundo de Astergard! ¡La primera maravilla!
En el centro de esta absurda construcción, estaba el domo principal, que era del tamaño de un castillo normal. Allí habitaba el Rey del Mundo. Dentro del domo; en una sala enorme sostenida por gigantescos pilares, una alfombra roja se extendía por el suelo terminando en la punta de un trono.
Era: La sala del trono.
Sonaron unas campanas, habitualmente estas tocaban en la mañana. Un hombre que estaba sentado en el trono se tapó los oídos y mostró una cara que demostraba su disgusto.
—¡Qué molestia! Mañana ordenaré que las destruyan todas —dijo.
Varios guardias, protegidos con armaduras formidables, estaban bajo el trono protegiendo al Rey de cualquier amenaza.
De pronto, la enorme puerta de la sala se abrió y entró un señor Elegido, este vestía de manera elegante y detrás de él había varias mujeres Elegidas hermosas y vistiendo poca ropa. Se acercaron lentamente al trono y, tras llegar a cierto límite, se detuvieron e hicieron una reverencia ante el Rey.
—¡Regulus Don Rosales! —dijo el hombre que descansaba sobre el trono. Él tomó un poco de vino—. Mi querido Sacerdote en Jefe, ¿Qué te trae por aquí en esta dulce mañana? —Su voz era amarga, chocona y malvada.
—Su Majestad, Arturo De luke. Primero que nada, les deseo prospera salud a toda su familia y a usted, ¿cómo se encuentran?
El Rey expulsó una carcajada.
—¡De maravilla! —El Rey lo miró con soberbia—. Vamos, Regulus, sin tantos rodeos y ve al grano, ¿a qué has venido?
—Majestad, solicité con usted una cita hoy por dos motivos…
“Importantes” iba a terminar de decir, pero fue descortésmente interrumpido.
—Regulus, ¡Al grano, viejo decrepito!
—¡Lo siento! —El hombre aún estaba de rodillas, luego miró al Rey y pudo ver con más claridad su aspecto.
En el trono se podía ver a un Rey veinteañero que disfrutaba beber de su vino. Una gran soberbia se mostraba en su rostro. Su largo cabello rubio impactaba contra las barandas del trono de esmeralda, la marca en forma de espiral en su mejilla indicaba que era un Elegido. Este vestía un traje largo de color blanco y encajes dorados, el traje tenia muchísimos grabados y bellos patrones. Finalmente, la decoración definitiva, sobre su cabeza tenía una enorme corona con muchas gemas insertadas. Sin duda, con ese aspecto, cualquiera notaria que él era el Rey.
Regulus miró directamente a los ojos amarillentos del Rey y continuó:
—Primero: no he recibido en los últimos tres días informes de la Isla Sagrada. Normalmente, como Jefe de los Sacerdotes; recibo informes a diario. Durante toda mi larga vida, jamás me había pasado esto. —Regulus hizo una pausa y tragó saliva—. Posiblemente algo ocurrió en la Isla Sagrada.
El Rey cambió su postura y puso sus dedos en su barbilla con pose pensativa.
—Esos inservibles, probablemente olvidaron enviar el informe. Si es así deben ser castigados —dijo el Rey sin dar tantos rodeos.
—Su Alteza, con el debido respeto, mis sacerdotes nunca fallan. Jamás se les olvidaría algo tan importante. Por favor, envié a un equipo para que investigue este asunto.
El Rey suspiró frustrado.
—Ya que me lo pides tú… —Le hizo una seña a uno de los guardias, este rápidamente se acercó y se reverenció ante él.
—Ve y dile a Deimos que prepare a su escuadrón; que vayan a la Isla, investiguen lo que ocurre y tomen las medidas necesarias.
—Sus deseos son ordenes, mi Rey —dijo el guardia y se levantó a cumplir su misión.
El sacerdote entrecerró sus ojos y su respiración se aceleró.
—Su Alteza, con el debido respeto, ¿por qué envía a Deimos? Él es un Elegido de la Elite. No creo que sea necesario —dijo el sacerdote confundido ante tal decisión.
—¿Te opones a mi voluntad, mi querido sacerdote? —dijo con voz arrogante y amenazante.
—¡No, Su Alteza! Yo Simplemente quiero saber cuál es su objetivo. —Su voz anciana poco a poco se ponía más ronca.
—Eres muy atrevido. Ya te lo había dicho. —El Rey mostró una sonrisa malintencionada—. Hay que darles un castigo por insensatos.
En la cara del sacerdote se manifestó gran preocupación. En aquella isla había alguien muy importante para él, debía revertir esa precipitada e irrazonable decisión.
—Pe-pero, Alteza…
—Tranquilo, Regulus, me agradas y por eso te daré sacerdotes nuevos. Esos insolentes cometieron el grave pecado de hacerme perder el tiempo. Es una ofensa, un insulto y han de tener su castigo.
—Pero mi… —“Esposa” iba a decir, pero fue interrumpido.
—Bien, la decisión ya la he tomado. Deberías saber que jamás me retracto de mis decisiones. Ahora, sin tantos rodeos, ¿qué es lo segundo que debes decirme? —Le interrumpió el rey.
Nuevamente al sacerdote le costó tragar su saliva y empezó a sudar.
—El Lord del Estado Humano de Kraitor, me mandó a informarle que una horda de humanos rebeldes, la mayoría esclavos, se opuso a sus órdenes y atacaron a un Elegido.
—¿Lo mataron?
—A-así es, Alteza. Sin embargo, todos los humanos han sido capturados y ahora mismo están en los calabozos de la Capital, ¿qué deberíamos hacer?
—¿No es obvio el castigo que se merecen?
—Su Majestad, el propósito de este mensaje es para que sea usted quien decida la forma en la que deben ser ejecutados.
El Rey mostró una sonrisa y aplaudió.
—¡Así qué eso era! —Expulsó una larga e irritante carcajada. Maldad, esa era la palabra para definir a este hombre, maldad pura—. ¡Hoy estoy de buen humor! Ve y dile al general Dened que recuerde al carnicero.
Pese a que no era su labor; en este día tenían al Jefe de Sacerdote de mensajero.
—¿Al carnicero?
—Regulus, que lento eres. ¿Cómo corta la carne un carnicero?
—¿Con cuchillos?
—¡Vaya que eres idiota!, Regulus, un carnicero toma la carne y la corta lentamente, trocito por trocito. —El Rey hizo ademanes como si estuviera cortando carne—. Así que esos humanos necesitan a un carnicero que los pique lentamente y trocito por trocito.
El sacerdote puso los ojos como platos al notar ese gran nivel de crueldad. Aquella era una lógica descabellada y sádica.
—Así será, mi Rey. Con su permiso me retiro. —El sacerdote se levantó y se dio la vuelta—. ¡Ah!, Pléyades también le mandó estos regalos. —Señaló a las mujeres que aún estaban postradas—. ¿Lo acepta?
—¡Sin duda alguna! ¡Vengan aquí, chiquillas! ¡Sin miedo y sin medidas!
Seguido de eso, las chicas Elegidas se levantaron, se montaron sobre el Rey y empezaron a acariciarlo, era obvio lo que iba a pasar después…
El sacerdote iba saliendo de la sala del trono y de la nada…
—Por cierto, Regulus — Dijo el Rey y el sacerdote se detuvo—. Dile al general que la carne se la envié a los familiares de esos humanos y los obliguen a comérsela.
—Claro, Su Majestad —El sacerdote se despidió.
—Vayamos a mi habitación, chiquillas —dijo el Rey ignorando la respuesta de Regulus.
Así que el sacerdote continuó con su camino…
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Parte 4.
En algún lugar.
—¿Dónde estoy? —Una voz resonó en eco—. ¿Estoy muerto?
“¿toy muerto?… ¿muerto?… ¿erto?”, revoloteaba el eco.
Un sujeto encontraba recostado sobre un blanco y plano suelo. La vista se perdía al mirar al horizonte en un mundo vacío y totalmente blanco. Sí, todo era blanco. Un mundo completamente blanco. No había nada.
—¿Eh? ¿qué demonios? ¿qué es este lugar? —Continuaba produciéndose un eco con cada palabra que pronunciaba.
“¡Rigel… gel!”, resonó un eco con tono femenino.
El chico se levantó tambaleándose, miró a la dirección dónde provenía esa voz familiar y notó una figura que reconoció de inmediato.
—¡Selene! —gritó Rigel.
—¡Correcto, cariño! —Su voz era angelical.
“Cariño… riño”, pronunciaba el eco.
Rigel corrió a donde estaba la chica y la abrazó con fuerza, la Elegida correspondió el abrazo.
—¡Selene, Selene! ¡Te extrañaba tanto! —Brotaron lágrimas de los ojos del chico—. Me alegra que estés bien.
—¿De qué hablas? —Continuó diciendo la chica con dulce voz.
“¿Qué hablas?… ¿hablas?… ¿blas?”, resonó la misma voz en eco, pero esta vez con un tono diabólico.
Curveando las comisuras de su boca, se dibujó una sonrisa tenebrosa en el rostro de la chica y esta empujó a Rigel.
Rigel parpadeó varias veces y confundido miró a Selene, pero ahora ella era un cuerpo sin cabeza. La Elegida estaba de pie, caminando con normalidad y estaban saliéndole chorros de sangre de su cuello cortado.
—¡Ahhhh!, ¡¿Selene?! —gritó Rigel espantado. Él estaba sentado en el suelo observando aquella escena diabólica.
Y algo impactó contra su mano derecha y notó que ese “algo” era una cabeza cortada que rodó por el suelo dejando un camino de sangre.
Rigel peló los ojos, su corazón se aceleró y un temor anormal inundo todo su cuerpo. Él intentaba moverse, pero no podía.
—¡Me abandonaste! —De manera contranatural, habló la cabeza cortada con voz diabólica. Era la cabeza de Selene
“Abandonaste… donaste… te”, resonó el eco de esa voz con un tono dulce y angelical.
¿Qué demonios estaba pasando?
—¡Eres un mentiroso! no cumpliste tu promesa. —Resonó el eco.
Rigel estaba temblando, unas ojeras gigantescas se marcaron en su pálido rostro y un escalofrío demoniaco recorrió todo su cuerpo. Finalmente, él pudo moverse, se puso en posición fetal y traumado exclamó:
—¡Lo siento, lo siento mucho! ¡Soy un cobarde que no sirve para nada! —Rigel estaba al borde de la locura.
—De hecho —dijo una voz cariñosa.
“Hecho… cho”, Resonaron muchos ecos con voces fantasmales.
Rigel observó a su alrededor, notó como Selene estaba normal, con su cabeza en su lugar y más viva y más hermosa que nunca. Ella se agachó a su nivel y le empezó a acariciar el rosto con sus suaves manos.
—¿Se-Selene?
—¡De hecho! —La Elegida se sonrojó y regaló una reluciente mirada—. ¡Nos abandonaste a todos! —Su voz se volvió macabra y sus ojos se apagaron perdiendo su vitalidad.
Y resonó el eco.
De pronto, la habitación comenzó a inundarse de sangre. El infinito mundo blanco se inundó rapidísimo y ya para cuando Rigel se dio cuenta; estaba ahogándose en la sangre. Él intentaba nadar y llegar a la superficie. No obstante, muchísimas manos lo tomaron de sus pies y empezaron a sumergirlo.
Rigel miró abajo y notó que aquellas manos eran ni más ni menos las de sus compañeros de clases, Sabik, Selene, Amaltea y los sacerdotes.
Todos eran cadáveres que exclamaron repetidas veces y decían al mismo tiempo:
—¡Eres un cobarde mentiroso! ¡Eres un cobarde mentiroso! ¡Eres un cobarde mentiroso! ¡Eres un cobarde mentiroso! —Sus voces también eran diabólicas.
—¡Los siento! ¡lo siento! —decía repetidas veces Rigel.
Terminaron de hundir a Rigel y este se ahogó en lo que ahora era: ¡Un mar de sangre!
Sus ojos se cerraban lentamente hasta que todo quedó en oscuridad. Las últimas palabras que escuchó fueron:
—¡Bienvenido al infierno, cariño! —La voz era dulce.
Y se burló el eco.
Un eco diabólico.
Comments for chapter "3.0"
QUE TE PARECIÓ?
Estás seguro q el rey no es Eric Cartman ? :v
Chale ¿quien es ese wey? :v
ahhh ya lo google jajajjajajajjajajajajaja literal :v
Las situaciones amargas por las que tienen que pasar los elegidos son inminentes y qué tal ambiente angustioso para el protagonista Rigel en éste capítulo. 👍
En efecto, solo de imaginar una situación como la que vivió él me pone los pelos de punta. Las consecuencias de esas malas experiencias es algo que le torturan por el resto de su vida ¿a quien no?