El cazador de elegidos - 3.5
Parte 6.
Mientras tanto, Rigel le seguía el paso a la Elfa. Caminaban por un ancho pasillo y a los lados se podían observar varias puertas que llevaban a diferentes habitaciones. Lo que más le llamaba la atención, era que tanto las paredes como el suelo y el techo estaban hechos de madera. También la manera en la que estaban repartidas las habitaciones y los pasillos, eran muy extrañas para Rigel, pues ese estilo de construcción no era frecuente en el estado de Astrea. “¿En dónde estaré? y ¿quiénes serán estos? ¿Qué querrán de mí?”, Muchas peguntas inquietaban su mente, pero Rigel aun no quería perder el tiempo buscándole la respuesta. Por los momentos, lo único que le importaba era el estado de Selene.
Finalmente bajaron por unas escaleras de madera. En ese momento el Elegido se percató que se encontraba en una casa más grande de lo que esperaba. También intentó ver por una ventana que estaba su costado derecho, pero esta estaba muy alta y no iba a perder el tiempo intentando mirar por ella.
En cuanto a los muebles y decoraciones; había muchas mesas y sillas, varios cuadros en las paredes y diferentes mobiliarios que él jamás había visto y desconocía su función.
Arie se detuvo en la entrada de una puerta que estaba cerrada y le hizo una seña a Rigel, indicándole que esa era la habitación que buscaban. El chico terminó de acercarse y notó que la Elfa no abría la puerta. Ella se acercó a su oído y le susurró:
—La persona que estamos a punto de ver, bueno… es un tanto… eh… digamos que… ¿peculiar? Ciertamente.
—Descuida, ya he visto muchas cosas raras últimamente —le respondió.
—Bueno, te lo advertí, eh —La Elfa le guiñó el ojo y le sonrió amistosamente. Esa reacción causó sospechas en Rigel, ¿qué había tras esa puerta?
Rigel no le correspondió, se encontraba serio y lleno de preocupaciones en ese momento.
Arie abrió la puerta y apenas lo hizo, salió un humero blanco que obstruía la visión.
Tanto el Elegido como la Elfa se voltearon y empezaron a toser ante el olor aborrecible que salía de aquella habitación.
—Cof, cof. ¡¿Qué demonios?!
—¡Ludy!, ¿otra vez con sus experimentos raros?
—¿Alguien me ha invocado? —Se escuchó una voz estridente y desconocida.
Rigel miró a los lados intentando observar el dueño de esa voz, pero no observó a nadie.
—¡Estoy aquí abajo, gigantón! —exclamó con tono amargo y chocante.
Rigel miró al suelo y observó a una gata gorda. No, más bien, gordísima, no, no, no ¡extremadamente obesa!
“Es la cosa más fea que he visto en mi vida”, pensó, la ignoró y siguió mirando a los lados.
—¡Soy yo, niño! —exclamó la gata y arañó las piernas de Rigel.
Rigel lentamente volteó su mirada y, observó fijamente a aquella gata que le sonreía. El chico se espantó y de un brinco se echó para atrás.
—¡¿Qu-qué diablos? ¿Acaso esa cosa horrenda acaba de hablar?! —dijo atónito mientras señalaba a la gata.
—Te dije que era una persona peculiar —añadió Arie quien se cubrió sus labios con la palma de su mano mientras se reía silenciosamente.
—¡Esa cosa no califica como una persona, para nada!
—De hecho, ella era una semi-humana prodigio como Mini, pero empezó a experimentar muchas cosas locas con las Bendiciones de la Naturaleza y terminó convirtiéndose en una gata por completo. Deberías respetarla, ella es mucho mayor que tú. En efecto.
—¡¿A qué te refieres?!
—Nye. Nye. Tengo setecientos cincuenta años, pequeñín —respondió la gata—. Y tu insulto de hace unos momentos no me afectó en absoluto. Seres insignificantes como ustedes siempre reaccionan así cuando me ven. —Estando orgullosa de lo que dijo, ella empezó a ronronear.
Rigel se quedó observándola por unos segundos y luego agitó su cabeza tratando de digerir todo el desastre que estaba viviendo últimamente. Finalmente dejó de pensar en la gata y dijo:
—Me comentaron que eres capaz de comprobar si alguien está bien.
—Más o menos. Puedo usar la Bendición de la Naturaleza “Conexión de la vida” ¿por? Nye. Nye.
—Necesito tu ayuda.
—Oh, ya lo entiendo. Tú eres la princesita de Astrea ¿no es así? —preguntó con ironía—. Nye. Nye.
—¡¿Princesita?! ¿qué demonios dices, vejestorio?! ¡¿acaso quieres morir?! —Tan explosivo como siempre, Rigel se quedó observándola disgustado y levantó su tono de voz.
—¿Por qué te enojas? Nye. Meow. Hasta donde sé, las princesitas tienen mucho dinero y no debería ser para ti un problema soltar unos cuantos Rules a cambio de este favorcito. —Le giñó el ojo.
—Permiso, Ludy —Interrumpió Arie y tranquilamente continuó—. No olvides quien es él y porque lo trajimos aquí. Recuerda que fuimos nosotros quienes lo separamos de la persona a quien él protege, ayúdalo por favor. Y, Rigel, por favor, cálmate. —Se llevó las manos a la cadera y le hizo un gesto fácil de entender al Elegido.
—¡Ash! ¡Madre mía! ¿qué caso tiene? Vamos, entren. Meow —dijo tras darse cuenta que el humo y el mal olor se disipó.
Rigel chupó los dientes, mostró una cara desagradable y terminó por entrar a la habitación mientas intentaba tranquilizarse.
—Miau. Miau. Vaya que es amargado —dijo Mini quien observaba la escena desde la planta superior.
—En efecto, eso es normal en personajes tan explosivos como él. Además, no olvides que se encuentra en una situación difícil. —respondió Leónidas quien se hallaba a su lado—. En fin, entremos. —Señaló la habitación de Ludy.
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Parte 7.
Dentro de aquel cuarto, había varias bibliotecas con libros raros, múltiples estantes con diferentes frascos de vidrios y dentro de cada uno había varios tipos de plantas, semillas, líquidos y raíces extrañas.
Rigel optó por ignorar todas las rarezas que se encontraban a su al redor; incluida la gata que caminaba a su frente meneando la cola de acá para allá, y eligió centrarse en su cometido.
Luego, se detuvieron en una mesa que tenía repartida varias macetas que no contenían planta alguna.
—¿Arie, podrías subirme a la mesa? —preguntó la gata.
Debido a que la gata era gordísima y tenía patas cortas, era normal que brincar a una mesa le era muy difícil.
—Bueno… —La Elfa hizo una pausa y se puso a calcular todo el esfuerzo físico que requería hacer aquello.
—Yo lo hago —intervino Rigel con dificultad.
—No deberías, recuerda que estás herido.
—¡Oye! Nye. Nye. ¿Por qué lo dices como si cargarme fuera la gran cosa? —Preguntó la gata enojada—. Solo peso veinticinco kilos. Santísimo Alhell, no tienen consideración con las damas.
“Veinticinco kilos es demasiado para un gato”. Pensó Arie.
Rigel frunció el ceño, cargó la gata y la puso sobre la mesa.
—Tengo prisas, “dama” —dijo sarcásticamente.
—Vale, vale, vamos a ello. ¿Ves estas macetas? —Las señaló levantando una de sus patitas.
—Sí.
—De manera resumida, dentro de cada uno de ellas hay una semilla de Arismendi sin nacer. Meow. Nye. Solo debo abonarla u fertilizarla, como quieras decirle, con una parte del cuerpo de la persona objetivo. Cuando crezca la planta y le toque florear, ella intentará conectarse con la vida de esa persona. Si florea significa que el sujeto sigue con vida, pero si no lo hace y termina secándose pues…
—Entiendo. Si no florea es porque está muerta —En realidad, a Rigel le costaba creer todo eso.
Básicamente, si la planta era abonada con el de ADN de determinado individuo, ésta realizaría un proceso sobrenatural donde se enlazaría con esa persona. Ahora, si esa persona ya no existía, no había forma de hacer el enlace y la planta moriría.
—Nye. Nye. Correcto. Parece que te cuesta creer todo esto, princesita. Pero debes saber que la naturaleza está conectada con todos los seres vivos de Astergard, sin importar su raza. Estas flores son una bendición de la diosa Arismendi, creadora de toda la flora y la fauna. Ya que la flor se conecta con la “vida” de la persona con quien se abonó; si la flor es destruida, esa persona puede morir.
En ese momento Rigel peló los ojos: “¿Qué puede ser más delicado que una flor?”. Pensó y se dio cuenta del absurdo riesgo, ¿de verdad valía tanto saber el estado de Selene?
—Nye. Nye. Espero que entiendas la responsabilidad de esto. —Continuó diciendo la gata—. La vida de esa persona puede correr riesgo si la flor se destruye. Otra cosa, si florea significa que está viva y la flor permanecerá hasta que esa persona muera. En resumen, la flor no puede vivir sin la persona y la persona no puede vivir sin la flor una vez hecho el enlace. Esto solo ocurrirá si aceptas hacer esta conexión, claro. Meow. Nye.
—¿Dices que debería esperar a que floree? ¿no es eso mucho tiempo? —Tras escuchar a la gata, Rigel reflexionó y preguntó eso.
—Soy una Sacerdotisa de Bendiciones Naturales, entonces puedo usar una bendición de la naturaleza para hacerla crecer en menos de un minuto. De hecho, la única manera de que la flor funcione, es con la intervención de alguien como yo. Puedo hacer muchísimas cosas con mi poder. Nye. Nye.
Rigel se separó un poco de la mesa y se llevó la mano a la cara. Su mente no paraba de darle vueltas y no dejaba de preguntarse: “¿Vale la pena este riesgo?”. El Elegido sabía que aquello podría poner en peligro a Selene. Suponiendo que ella aún siguiese con vida; él aceptaba hacer la conexión y la flor crecía, pero con el tiempo era destruida, ella podría morir. Pero, por otro lado, si la veía florecer; se calmaría su ansiedad y su determinación se reavivaría.
¿Quién lo juzgaría por considerar este asunto? Las personas cuando están preocupadas por la salud de alguien, lo primero que hacen es llamarla o preguntar por su estado. Rigel no era la excepción, él estaba preocupado y necesitaba calmar dicha preocupación para tomar acción. Aunque en este caso, había un grave problema…
“Debo tomar la decisión correcta”. Pensó y continuó considerando el asunto.
Arie se dio cuenta de la inquietud del Elegido y dijo:
—Lo siento, no sabía que el costo era tan alto. De saberlo, no te hubiese informado esto. Efectivamente.
—No, descuida. —respondió Rigel.
—Meow. Nye. Princesita mocosa, ¿esa persona que deseas enlazar con la flor es un Elegido? —dijo Ludy.
—Sí.
—Pues jamás se ha hecho una conexión con un Elegido. Quizás la flor funcione de manera distinta. Nye. Nye. —Ludy hizo una expresión complicada, como si esta fuese la oportunidad perfecta para hacer un nuevo experimento.
—…
—Probablemente la Roca Sagrada tenga algún tipo de influencia en lo que es la vida de un Elegido.
—¡Peor aún! —afirmó Arie—. No sabemos si podría tener efectos negativos. Rigel, creo que ni deberías considerar esto.
Rigel la ignoró y continuó analizando sus opciones.
—¡Eres un personaje realmente patético! —Una reconocible voz masculina llegó como ondas a los oídos de Rigel.
El Elegido volteó y pudo observar a Leónidas, quien estaba recostado contra el marco de la puerta de esa habitación con su pose habitual.
—¿A qué te refieres? —Rigel frunció el ceño y torció las comisuras de su boca.
—No puedo creer que afirmes amar a esa Elegida y estés considerando un riesgo como este solo para deshacer tu angustia egoísta. Saber si está viva o muerta ¿y eso que importa? Si la quieres de verdad vas a ir a por ella sin importar qué —respondió Leónidas, su tono de voz revelaba un leve grado de enojo.
—¿Qué podrías saber tú de mí? ¡¿Alguna vez te has encontrado en una situación como esta?! —Rigel arrugó su cara y dijo aquello alzando la voz—. ¡¿Alguna vez has sentido un dolor como el que tengo ahora mismo?!
Leónidas chasqueó sus dedos y señaló al techo.
—El que no sabe nada eres tú. Supongamos que esa flor no hubiera florecido, ¿qué ibas a hacer? ¿te quedarías llorando y lamentándote como un niñito de cuna? Hacer esta conexión es como si dijeras: “Veamos si vale la pena ir a salvarla o no” o “Veamos si es o no una pérdida de tiempo ir a rescatarla” ¿eso es lo que piensas?
Aquello fue como una acuchillada en el corazón, las duras palabras de Leónidas le hicieron ver lo estúpido que era. Rigel en ese momento se quedó inmóvil, como si se congelase en el tiempo, él se enojó consigo mismo.
El punto al que Leónidas quería llegar era que: en vez de preocuparse obsesivamente por una persona que esté mal y no hacer nada, o solo limitarse a enviar a un mensajero para saber su estado; lo que verdaderamente puede ayudar a esa persona es tomar acción. Lo propio es que, si está preocupado, debe ser él mismo quien la visite y de se ser posible le ayude ¿Qué mejor medicina que esa? En este caso, se trataba de una situación mucho más compleja, pero en cierta manera igual le aplicaba.
—No…, te equ-equivocas. Aunque no hubiese florecido, no lo creería y de igual forma hubiera ido a por ella. Quizás para comprobar con mis propios ojos la realidad —Finalmente respondió un Rigel indignado consigo mismo, una lagrima bajaba por su mejilla.
—“Tomar acción”. —Chasqueó sus dedos y señaló a Rigel—. Eso es lo que vale. ¿Entonces? ¿cuál es la lógica de todo esto?
“¿Qué tramas, Leónidas?”. Pensó Mini. Ella lo miraba fijamente. Algo no estaba bien…
Al ver que Rigel no insistía más en el tema y que su punto había quedado más que claro; Leónidas cambió su postura y manifestó una expresión misteriosa.
—Por cierto, cuándo te encontraste con el cazador, ¿le comentaste tu apellido?
Rigel peló los ojos y se secó un par de lágrimas que derramó. Captó rápido lo que se estaba refriendo aquel humano.
—Ahora que lo mencionas, el semblante de Orión cambió drásticamente cuando le dije mi nombre. —Rigel se quedó mirando al suelo confundido—. ¿Por qué?
Sin razón aparente, Leónidas alzó ambos brazos y empezó a reírse. Todos los presentes se quedaron mirándole con confusión.
—¿Qué es tan divertido, Leo? —preguntó Mini, a ella le disgustó aquella risa tan discordante, ¿acaso ese tipo no sabía leer el ambiente?
—Es que esto está muy interesante. —Le respondió a Mini y luego se dirigió a Rigel—. En efecto, Rigel. Tu apellido tiene un significado un tanto… ¿especial? para nuestro antagonista, Orión. De hecho, tu apellido es más importante de lo que crees y es una de las principales causas por las cuales te trajimos hasta aquí.
—¿A qué te refieres? —dijo Rigel.
—No pienso revelarte mucha información. No, no, al menos no por ahora, pero para dejarte expectante ¿crees que el cambio interior que tuviste aquel día, el encuentro con aquella anciana y la aparición del cazador es mera casualidad?
—¡¿Mi cambio interior?! ¡¿cómo sabes de eso?!
Nuevamente Leónidas empezó a reírse como todo un lunático. Rigel le frunció el ceño y exclamó:
—¿¡De qué diablos te ríes!? Responde a lo que te he di…
—¡Shit! algunos secretos deben permanecer en un eterno silencio. —Leónidas se llevó el dedo a la boca y le chistó, tras dejar de reírse.
—Déjate de esa tontería del misterio y ¡Dime! ¡Dímelo todo!
—Creo que ese es un objetivo secundario —Chasqueó sus dedos— ¿No deberías preocuparte más por tu amada?
Nuevamente aquellas palabras fueron como múltiples apuñaladas para el Elegido.
—Piensa, Rigel. Si el cazador se enojó tanto al saber tu apellido, es porque tú tienes un significado para él. ¿No crees que eres su presa de máxima prioridad?
Leónidas se expresaba con preguntas guiadoras. Su conversación, desde que empezó, siempre estuvo destina a llegar a este momento.
Rigel se llevó los dedos a la barbilla y relajó los hombros. Él poco a poco entendía el punto al que Leónidas quería llegar.
—Presa de máxima prioridad…
—Por motivos que nosotros mismos desconocemos, el cazador tiene digamos que… ¿cierta obsesión con cazar a tu familia? Así que evidentemente tú eres su objetivo principal. Creo que no hace falta dar muchos detalles de lo poderoso que es. Rigel, ¡Tiembla!
—Leónidas. —Le regañó Arie.
—¡Ja! De cierta manera eso podría ser una ventaja. —La ignoró y continuó hablando.
—Creo que ya lo entiendo —Por primera vez en el día, Rigel hizo una sonrisa llena de determinación—. Más fácil es que la presa vaya al cazador que el cazador a la presa.
—¿Y cuál es la forma más rápida y eficiente de conseguir eso? —Leónidas sonrió de oreja a oreja.
—Usando una carnada. —La expresión de Rigel se iluminó aún más.
—¡¿Y cuál podría ser el señuelo perfecto para la presa número uno del cazador Orión?!
—Pues ella…—Rigel cerró su puño con determinación—… Selene, ¡Voy a por ti!
—¡Excelente! —gritó Leónidas en son de victoria—. Ese maldito aún ha de tener a tu amada con vida esperando a que vayas a rescatarla. Es una lógica muy básica, pero ten certeza de que así puede ser. Ahora que lo sabes, ¿qué harás, Rigel? ¿tomaras el papel de protagonista en esta historia? Eso involucra que ¡¿estas determinado a viajar sin importar la distancia, a luchar con el legendario Cazador de Elegidos y a salvar a Selene, aunque podría costarte la vida?
—Menuda pregunta. —Mostró una cara arrogante y animosa a la vez—. ¡Claro que sí!
—Entonces… ¡Únete a mí! —Chasqueó sus dedos y señaló a Rigel.
—¿Ah?
Rigel se quedó callado, como si eso ultimo chocase contra creciente resolución, y todo quedó en un silencio incómodo.
“Así que eso tramaba”, pensó Mini y le frunció ceño. “¡Hombres!”.
—Espera, espera… Ahora que lo pienso ¿por qué diablos me ayudaría un humano? De hecho, ¿por qué todos ustedes me están ayudando?
—Sé que tienes muchas preguntas. Has de saber que todo lo que ha ocurrido últimamente no es mera coincidencia. Solo si te unes a mí, responderé a todas tus inquietudes.
—Está bien, entonces…
“Acepto” iba a decir, pero antes que Rigel terminara de hablar, fue interrumpido por Leónidas.
—Pero, debes saber que nuestro primer objetivo no será ir a salvar a tu amada, eso es secundario.
Eso último fue como una apedreada en la cabeza, Rigel sin pensarlo mucho negó con la cabeza y le respondió con firmeza:
—Entonces me niego. Con cada segundo que pasa, la vida de Selene corre peligro. Tenía pensado aprovechar mi posición como noble, hablar con mi padre para reunir a un grupo de la Elite y matar a ese desgraciado.
—¿Estás seguro de esa decisión? créeme, ese camino puede ser más doloroso de lo que crees.
¿A qué se estaría refiriendo? Rigel confiaba mucho más en su alta posición social en vez de este grupo de desconocidos; pues, con la influencia de su padre, podría reunir a los más fuerte para acabar con él enemigo. Era de sentido común.
—¿Por qué dices eso?
—¡Shit! —Se llevó el dedo índice a la boca—. Algunos secretos deben permanecer en un eterno silencio.
—Este hombre… pues si de verdad quieren ayudarme, mejor vengan conmigo y luchemos juntos contra el cazador.
—Me temo que eso no será posible, no olvides que ninguno de nosotros somos Elegidos y tal cual como te dije; antes de ir a buscar al cazador, debemos tomar digamos que… “un pequeño desvío”.
—Entiendo… pues si es así, Leónidas, iniciamos en malos términos, pero ahora me ayudaste a abrir los ojos y me has dado los ánimos que necesito. ¡Gracias por todo! Ahora me retiro, debo ir con mi familia.
Tras decir aquello, el Elegido se dirigió a Ludy, Arie y a Mini, y le expresó su gratitud. Luego, intentó salir de la habitación.
—Oye, oye, chiquilín —dijo Mini mientras observaba a Rigel retirarse—. ¡Recuerda que tienes una herida en el cuello! Además, hoy no has comido, quédate a almorzar.
—¡Descuida, pequeña gatita, estaré bien! Ando con prisas. ¡Adiós!
Tras ello, él empezó a correr y salió de la habitación.
—Grrrr, ¡¿Pequeña?! —Frunció el ceño y mostró un enojo adorable—. Madre mía, ese minino no tiene solución.
—Oh, olvidé decirle algo importante, me pregunto cómo va a reaccionar cuando se dé cuenta de… —dijo Arie y luego se mordió el labio—. Pequeño error.
Leónidas botó una pequeña carcajada.
Rigel corrió por las salas de la casa en la que se encontraba, buscaba la puerta principal con el objetivo de salir de dicho lugar y luego ir rápidamente a la ciudad de Astrea.
“¡Selene, cumpliré mi promesa y estaré siempre a tu lado. No importa la distancia, ni el enemigo al que me enfrente, no me importa que me cueste hasta mi alma, te salvaré y te crearé un futuro feliz. Lo juro”. Pensó Rigel con fuerza de voluntad.
Tras bajar unas escaleras, observó la puerta principal, se acercó rápidamente a ella y la abrió.
Leónidas, quien aún permanecía dentro del cuarto de Ludy, dijo con un tono de voz artístico:
—Y así; ¡Aquel noble que era llamado Rigel De Astrea, aquel que era considerado como el más débil, ese mismo chico que dejó atrás todo solo para salvar a su amada! Ahora con un claro objetivo en mente y un poderoso enemigo al que vencer, el Elegido emprendió su viaje y así dio inicio a su gran aventura. —Chasqueó sus dedos y mostró una enorme sonrisa—. Será una maravillosa historia.
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Parte 8.
Después de abrir la puerta y dar un par de pasos, Rigel se detuvo en seco y se tiró al suelo lleno de nervios.
—¡¿Qué demonios?! —Las manos le empezaron a temblar y gateó por el suelo.
Notó que se hallaba a una gran altura, la “salida” de aquella ¿casa? no era más que la salida a un balcón que estaba suspendido a cientos de metros de altura. Rigel por andar apresuradamente, casi tropieza, estuvo a punto de caerse y desplomarse a una muerte segura.
Luego, arrastrándose por el suelo debido al vértigo abrupto, miró abajo y solo pudo observar cientos de miles de árboles a su alrededor; los cuales apenas se podían contemplar por la gran altura en la que se encontraba. Había tantos árboles que la vista se perdía intentando encontrar su fin en el horizonte. Al ser vistos desde esa altura, estos árboles solo parecían una alfombrilla que decoraba todo el mundo. Eso sin mencionar las inhóspitas montañas al este y oeste.
—¡¿Dónde demonios estoy?! —dijo Rigel, su corazón estaba acelerado a causa del susto que se había llevado hace unos momentos.
Un rayo de sol impactó contra su rostro cegándolo momentáneamente y, para cuando pudo recuperar la visión, observó como una gigantesca criatura alada pasó frente de él creando una corriente de aire que casi lo arroja al vacío nuevamente.
—Pero, ¿¡qué está pasando!?
Empezó a detallar al ser alado que batía sus alas a su alrededor y sus inconfundibles cuernos, escamas rojizas y anatomía, le indicaron rápidamente que se trataba de un poderoso dragón pequeño.
Rigel al darse cuenta de la majestuosa criatura que volaba a sus cercanías, cambió su posición a una postura de combate. Estaba decidido a luchar contra la criatura, pero…
—¡Demonios! no tengo mis Armas Sagradas, para colmo, este rancho está hecho de madera; una sola llamarada de ese dragón es más que suficiente para mandarnos a todos al infierno. ¡Leónidas! —gritó— ¡Tenemos un proble…!
“Problema” pero antes de terminar de gritar su oración, se detuvo al darse cuenta que una chica con orejas puntiagudas y piel rojiza estaba parada sobre el cuello del dragón, ella tenía una agilidad inhumana. Esta se reía como una lunática, era como si la situación en la que estaba fuese muy “divertida”.
—¡¿Y esa loca?! ¿¡pero qué hace?!
Luego, el dragón sobrevoló justamente sobre el porche donde se ubicaba Rigel.
—Perfecto —dijo ella.
Tras ello, pegó un brinco y en el aire dio varias vueltas dejando así ver una guadaña gigantesca que blandía. La guadaña dio giros a gran velocidad junto con la chica que la empuñaba. Velozmente, con gran elegancia y destreza, el filo de la guadaña impactó contra el cuello del dragón, justo donde está la vértebra “atlas”, y la cortó por completo; como si fuera mantequilla. Fue un corte limpio y perfecto.
La cabeza del dragón se separó de su cuerpo, cayendo precisamente en el porche donde se situaba Rigel.
La cabeza cayó en el porche, el impacto fue tan potente que toda la casa tembló y se escuchó un estruendo similar al de un árbol derribado. La chica, con agiles movimientos, aterrizó elegantemente sobre la cabeza del dragón realizando una pose digna de una obra de teatro.
—¡Holaaaaaa! —Ella saludó a Rigel como si nada hubiera pasado.
Rigel aún estaba sentado en el suelo, atónito ante lo que acababa de ver. De no ser por sus reflejos, estaría aplastado como un insecto.
—¡¿Estás loca?! Esa cosa casi me aplasta —refunfuñó como el propio anciano y señaló la cabeza cortada.
—¿Eh? ¿¡A campanita no le gustan las emociones fuertes? —La sexi chica le giñó el ojo y se sentó sobre la cabeza del dragón.
—Espera un segundo… —Rigel entrecerró sus ojos y se quedó observándola fijamente.
El semblante de Rigel cambió por completo tras detallar bien a la chica. Observó a una pelirroja, con ojos tan rojos como la mismísima sangre y el símbolo “pez de sangre” que se hallaba en su mejilla, le indicó que era una Elfa de Sangre.
En ese momento, el joven Elegido arrugó su cara y apretó sus dientes con fuerza.
—¡Eres una Elfa de Sangre! —dijo enojado.
—Sí, claro que sí, la hermosa Aria es una Elfa de Sangre ¿algún problema? Claro que no. —La Elfa ladeó la cabeza confundida.
En ese mismo instante, el Elegido recordó las antiguas palabras de su padre: “Hijo, los Elfos de Sangre son nuestros enemigos, no olvides que fueron ellos quienes asesinaron a tu hermana menor”.
Rigel miró fijamente a la Elfa y se preparó para atacarla.
—¿Eh? ¿Qué pasa, campanita? Oye, oye, la agradable Aria no considera muy amigable esa miradita, escucha, escucha. —dijo la Elfa despreocupada a la par que hacía ademanes y gestos graciosos, iban muy bien con su rara forma de hablar.
—Rigel. —De pronto, la voz de Leónidas interrumpió la incómoda situación—. ¿Seguro que deberías perder tiempo peleando con ella?
—¿Dónde estamos? —Rigel apartó su mirada, se calmó y observó a Leónidas.
—Nos encontramos en el Árbol de las Edades. Este es uno de los arboles más grandes del mundo y decidimos construir nuestra humilde base en lo alto de este arbolito —dijo sarcásticamente y luego empezó a reírse de una forma malintencionada—. En efecto, ¡Bienvenido a la Selva de Itceles!
—¡¡¡Desgraciado!!! ¡Me tomará años llegar a la ciudad de Astrea!
—¿Ya lo olvidaste? “No importa cuál sea el enemigo o la distancia, salvarás a tu amada sin importar qué”, era así, ¿verdad? —chasqueó sus dedos y señaló a Rigel.
El Elegido inhaló y exhaló.
—Acabo de descargar toneladas de estrés en ese suspiro, ahora bien, ¡Sácame de aquí, idiota! —gritó
—¡Eeeeyy! Por cierto, creo que no te lo dije, mi nombre es Aria. No, soy la linda Aria, mejor dicho —interrumpió la Elfa y mostró una sonrisa juguetona—. Podría llevarte a la ciudad de Astrea en menos de treinta días, ¿quieres, campanita?
A Leónidas se le trazó una sonrisa gigantesca en su rostro.
—¡Esta historia se pone cada vez más interesante! —exclamó seguido de una carcajada.
Rigel lo ignoró y se quedó mirando fijamente a la Elfa con enojo e intriga a la vez. Ahora el Elegido tenía que tomar una decisión, dejar de un lado su orgullo, prejuicio y avanzar, o bien, permanecer con los mismos y posiblemente hundirse en el fracaso y la desesperación.
“¿Qué debería hacer?”. Pensó
Y de esta forma inició su aventura. ¡Su macabra aventura!
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Parte 9.
En ese mismo día, Rigel no había sido el único en despertar bajo un techo desconocido, una chica se encontraba acostada sobre una cama elegante. Ella dormía tranquilamente y su gran belleza como la de una doncella resaltaba en aquella ostentosa habitación.
Ella despertó con normalidad y miró a los lados tratando de entender en donde se hallaba. Terminó de levantarse de su cama y miró a los lados confundida. Luego se tocó su barriga.
“Tengo nauseas”. Pensó. Luego se llevó la mano a la cabeza. “Me duele, ¿qué pasó? ¿dónde estoy?”.
En seguida, observó que a su frente había una ventana.
Miró por ella y distinguió enormes torres por doquier. Observó los ladrillos de las torres, notó que eran blancos y que tenían grabados dorados; con tan solo notar eso, la chica supo de inmediato en donde estaba.
—¡Estoy en la capital! ¿cómo llegué aquí? —Se llevó ambas manos al pecho y en su cara se notaba su creciente preocupación.
En ese instante la puerta de la habitación en la que se encontraba fue abierta sin cuidado y un hombre entró.
—Eres, Amaltea Vertengeir, ¿no? —dijo el sujeto.
—¡Sí! y tú eres… —Hizo una larga pausa, observó al hombre, tragó saliva con dificultad y peló los ojos—. Arturo De Luke, ¡El Rey del mundo!
—Sin duda alguna. Tenemos mucho que hablar, Amaltea —El Rey mostró una sonrisa malvada y cerró lentamente la puerta que se hallaba a sus espaldas.
Comments for chapter "3.5"
QUE TE PARECIÓ?
Esa risa malvada mientras cierra la puerta O.O acontinuación ( meme del ataúd :v)
Y es un rey mujeriego (Use discernimiento el lector)
Sacrificar su orgullo para salvar su amada, eso es lo que hace un verdadero hombre, grande Rigel.
Cuando leí esa gata gordísima me causó risa, es bonito cuando a la historia le agregan esa dosis de comicidad hace más entretenida la historia.
En el horizonte se perdió su mirada de Rigel buscando el recuerdo de su amada, buscando sus palabras.
La elfa y su presencia fue como irrumpir en una fiesta donde claramente no fueron invitados, al parecer sera el inicio de una nueva aventura para Rigel.
Wow me encantó tu segundo párrafo. Y sí, todos estos acontecimientos marcaron el inicio de la aventura de Rigel y compañía, ¿como afrontarán los peligros de aquel mundo?
PD: Ya tocaba algo de humor je, je, je…