El cazador de elegidos - 4.0
Capítulo 4:
El capricho de un Rey
Parte 1.
En aquella habitación bien decorada y provista de lujos, la fría, cruel y arrogante Amaltea Vertengeir hincaba una mirada llena de soberbia sobre aquel Rey que lentamente se le acercaba.
—Me gusta esa mirada: es encantadora y digna de la majestuosidad de tu precioso rostro —piropeó el Rey, quien la veía con lujuria y mantenía una sonrisa pícara.
—¿Por qué estoy en la capital y qué es lo que quieres de mí? —Amaltea respondió con una pregunta, con voz dominante e ignorando el piropo.
—¡Que directa! Tú no te andas con tantos rodeos. ¡Eso me gusta, me fascina y me enamora!
En la cara del Rey se advertía lo mucho que anhelaba a aquella joven Elegida.
Estaba claro que, pese a que tenía una mala personalidad casi incorregible, Amaltea era una belleza con una lengua afilada, demasiado afilada para ser exactos. Sin embargo, ¿por qué la molestaba tanto ese Elegido que acaba de conocer?
—¡Ja! ¿no me digas que me has traído para conquistarme? Si es así: mejor ríndete; estoy comprometida y no me fijo en cualquier baboso rubicundo. —Amaltea cruzó sus brazos y evitó observar al Rey.
El Rey cambió radicalmente su expresión facial a una de sorpresa y contuvo el aliento por unos segundos. ¿Cómo se atrevía a hablarle así esa Elegida? Él no se tomaría ese comentario a la ligera.
—¿Si sabes que soy el Rey del mundo? ¿no crees que tu actitud… —Él Rey Arturo engruesó su voz—… podría costarte la vida?
Amaltea, sin dar respuesta, se inclinó y apoyó su trasero con un escritorio que estaba detrás de ella, levantó una ceja y reflexionó en que quizás sí se estaba pasando con sus comentarios.
—Menuda actitud. Mereces un castigo —continuó diciendo el Rey.
Sin previo aviso, Arturo se abalanzó contra Amaltea con la intención de tomarla con sus manos y someterla. No obstante…
—¡Ja! Absurdo. ¡Piedad (HS)! —Usó Amaltea.
Todo el cuerpo del Rey se desvió a un lado contra su voluntad justo antes de tomar a Amaltea por el cuello, entonces él se tropezó y se golpeó la frente con el borde del escritorio.
Amaltea se separó de él y, con toda la calma del mundo, se sentó sobre la cama, cruzó sus piernas y se llevó los dedos a la barbilla.
—Esto sí que será un problema —dijo, luego se llevó una mano a su linda frente y se la frotó suevamente—. Aún me duele.
Entonces una nueva voz que provenía desde fuera del cuarto se oyó:
—Majestad, ¿qué ocurre? —Lo dijo el guardia que custodiaba la puerta.
En ese castillo, cada habitación tenía un guardia personal para así garantizar la seguridad de los residentes. Algunos consideraban innecesaria esta medida, puesto que ya de por sí, el castillo tenía un sistema de seguridad muy bueno. Sea como sea, fue Arturo quien le respondió al guardia:
—Calma, todo está bien —Se levantó un poco adolorido y masajeaba el moretón que se había hecho en la frente.
—Estoy en problemas, supongo —añadió Amaltea.
—En realidad, no.
—¡¿Uhm?!
—Ya te lo había dicho: tú me encantas. Me es fascinante esa actitud tuya y ese nivel de arrogancia que posees. Además, no eres como mi aterradora esposa o como las prostitutas que me traen habitualmente. —Su respiración estaba acelerada ya que una gran pasión lo cegaba—. Ni siquiera te importa que sea un Rey; ¿eres valiente, demasiado arrogante o estúpida? da igual la respuesta, ¡yo solo deseo que seas mía!
Amaltea se quedó boquiabierta debido a la repugnancia que ese hombre le causaba. De hecho, el dolor de estómago que tenía aumentó al tan solo ver a ese Rey al que rápidamente consideró como un “pervertido baboso masoquista”.
“Apenas acabo de conocer a este tonto y mira en las que se anda. Así que nuestro ‘glorioso’ Rey es un mujeriego y un patán masoquista. ¡Ja! Menudo Rey de pacotilla”, pensó Amaltea.
Era innegable que el Rey era buena mozo, joven y, obviamente, adinerado, sin embargo, Amaltea no estaba para nada interesada en él. Esto revelaba algo de ella: ¿qué es lo que realmente deseaba? Por ese mismo motivo Rigel no entendía las razones por las cuales ella lo “quería”; si Amaltea buscase el poder a toda costa, aprovecharía esta oportunidad, pero hasta ahora no había mostrado ni una pizca de interés por el Rey.
Bueno, no por algo la apodaban como “la indescifrable Amaltea”.
—Hace un momento no podía aguantarlo más y como castigo iba a forzarte a hacerte mía, pero… ¿en qué consiste esa Habilidad Sagrada que usaste? ¡dímelo! —habló Arturo.
Amaltea expulsó un largo suspiro.
—Solo te lo diré si respondes a mi pregunta, por lo que, dime insect… digo “Majestad” ¿cómo llegué aquí y qué quieren de mí?
El Rey, obedientemente y sin siquiera importarle su autoridad, le respondió sin más, pero esta vez se mostraba mucho más serio:
—Cierto, cierto, pues hace cuatro días mandé a un equipo liderado por un Elegido de la Elite a investigar la Isla Sagrada. Ellos cumplieron con su labor y menuda sorpresa me llevé cuando vi que regresaron con una pila de cadáveres, al parecer, todos los que estaban en la isla días anteriores habían muerto, menos tú. A ti te encontraron inconsciente frente a la Roca Sagrada.
Sin razón aparente, Amaltea se llevó la mano a la cabeza, su corazón se aceleró y sus manos le empezaron a temblar.
“¿Qué pasa? no recuerdo nada de ese día ¿qué fue lo que pasó?”, pensó Amaltea, mientras miraba a los lados y trataba de comprender lo que estaba escuchando.
Una extraña sensación molestaba el cuerpo de Amaltea: sentía puntadas en su cabeza, el corazón le dolía e intentaba recordar lo que había pasado aquel día.
—Dices que hubo muertos, ¿quiénes?
Arturo frunció el ceño e inclinó los labios.
—¿No lo sabes?… —Arturo hizo una larga pausa y al no oír respuesta, continuó—: murieron tus compañeros de clase y los Sacerdotes Sagrados… oye, espera, ¿no recuerdas nada? tú más que nadie debería saber lo que pasó ese día. De hecho, te trajeron aquí principalmente para que me explicaras lo que pasó.
Tras escuchar eso, una mareada Amaltea se levantó de la cama, su visión se tornó borrosa y empezó a tambalearse. Finalmente, ella cayó de rodillas, empezó a toser y su cabeza le dolía tanto que parecía que iba a estallar.
—¡Ahhhhhhggg! —gritaba por el malestar.
El tan solo escuchar aquello causó que su mente entrara en pánico y extraños recuerdos le evocaban. Eran oscuros recuerdos, tanto así, que Amaltea hubiese preferido borrarlos de su memoria para siempre.
Y repentinamente recordó una imagen, solo eso, un fragmento de un recuerdo que se grabó en su mente y causó que el dolor aumentara. Si Amaltea pudiese describir ese dolor, entonces diría que se sentía como si su sangre se hubiese convertido en pequeños vidrios afilados mientras viajaban por todas sus venas para finalmente aglomerarse en su cerebro.
“¿Qué me ocurre?”, se preguntó en su interior.
Por cierto, aquello que pudo recordar fue lo último que vio antes de quedar inconsciente, ¿qué era?
***
—¡¿Qué?! —Exclamó en sorpresa el Rey Arturo tras ver la inesperada reacción de la Elegida. Él se agacho al lado de Amaltea y la examinó para comprender lo que le ocurría.
Los gritos de dolor de Amaltea llamaron la atención del guardia y este, sin preguntar, entró a la habitación y preguntó:
—¡¿Qué ocurre, Majestad?!
—Llama a Regulus y a un equipo de sanadores… ¡rápido! —Contestó Arturo.
El guardia afirmó con la cabeza y a paso veloz, fue a cumplir con la orden recién dada.
—No sé qué te pasó, pero no dejaré que se pierda una belleza como tú. —comentó el Rey tras morderse el labio inferior. Con ese comentario demostró que las mujeres solo eran objetos para él.
Arturo aprovechó que Amaltea se retorcía de dolor y le acarició el pelo y lo olfateó, luego empezó a tocarla sin medidas. Con estos actos se evidenció que no tenía intenciones altruistas, sino perversas.
De pronto, Amaltea dejó de gritar y su dolor desapareció. Arturo, tras fijarse, dejó de tocarla, la cargó entre sus brazos, la recostó sobre la lujosa cama, tomó una silla que estaba a sus espaldas y se sentó en esta.
Sobre la cama se podía observar a Amaltea en posición fetal, con los ojos bien abiertos y llorosos. Sus manos cubrían sus oídos y ella no dejaba de temblar.
—Sería problemático que enloquecieras, aunque… lo bueno es que así podría hacerte lo que quisiera —se dijo Arturo—. Es broma, eso sería muy aburrido y una blasfemia para mis sagradas fantasías nocturnas.
Los ojos color ámbar de Arturo se fijaron en la majestuosa doncella de pelo rosado y, sin desviarlos de ella en ningún momento, pensó: “Definitivamente es hermosa y aún recuerdo el día que la trajeron. Su belleza me dejó congelado. Ordené que la trajeran a esta habitación y esperé todos estos días a que despertara. Venía a diario tan solo por verla y… acariciarla mientras dormía. No queda duda, debe ser mía cueste lo que cueste”.
—¡Majestad! —La voz del mismo guardia de antes sacó a Arturo de sus pensamientos y prosiguió—: aquí están los sanadores…
Detrás del guardia habían varios Elegidos que tenían diferentes tipos de habilidades curativas. Estos estaban a punto de entrar a la habitación cuando de repente el Rey les hizo un ademan imperioso y se detuvieron.
—¡Aún no! ¿acaso les di permiso de entrar, insensatos? —habló con enojo.
—Discúlpenos, Alteza —respondieron los sanadores al unísono.
—Que molestos, cierren la puerta y esperen mis órdenes afuera.
—Así será, Majestad.
Los sanadores inclinaron sus torsos unos veinte grados en señal de respeto, le obedecieron, cerraron la puerta y esperaron afuera tal cual como se les ordenó.
El Rey Arturo se encorvó un poco, entrelazó sus dedos y apoyó su barbilla sobre estos, y continuó contemplando a la Elegida que aún mostraba una cara horrorizada y expulsaba sollozos apenas audibles.
“También recuerdo que ese mismo día trajeron un carro lleno de apestosos cadáveres y me sorprendí al notar que todos los sacerdotes estaban muertos. Lo segundo que noté fue que entre esos cadáveres estaba Sabik Vertengeir, la tía de esta Elegida, eso fue muy raro. Así que mandé a un equipo a examinar los cuerpos y el informe que me proporcionaron fue maravillosamente abrumador: muchos de los cuerpos fueron destruidos en pedazos, otros simplemente tenían un enorme hueco en el pecho, este patrón indicaba que posiblemente todos fueron derrotados con una misma habilidad, esto significa que no fueron atacados por un grupo de rebeldes sino por un solo individuo… o cosa ¿quién podría derrotar a más de cuarenta Elegidos con una única habilidad?”.
El Rey continuó analizando la situación, recopilando datos y hechos en su mente. Por supuesto, él no sabía nada de lo ocurrido con Orión, y Amaltea, al parecer, no recordaba lo que ocurrió en la isla.
“De hecho, los Sacerdotes Sagrados no son Elegidos de pacotilla, están provistos de poderosas y variadas Habilidades Sagradas… un momento… ¿no será qué…?”, el Rey peló los ojos tras darse cuenta de algo.
“Sabik V. ahora que lo recuerdo… mi padre hace mucho me contó sobre ella, según él, hace años Sabik fue reconocida como una de las Tres Valquirias Lunares, eso significa que es fuerte… muy fuerte”, el Rey empezó a morderse las uñas mientras aún meditaba en el asunto.
“Aunque sí es cierto que le ordené a Deimos darles una lección a algunos sacerdotes, no me esperaba estos resultados. Originalmente creí que él había sido el responsable de las muertes, pero, para cuando llegó a la isla, solo encontró cadáveres. Es muy extraño, probablemente tenemos un enemigo poderoso, la pregunta es ¿quién podría ser el responsable…? en fin, lo cierto es que solo hay una persona que sabe con certeza la respuesta”, Arturo señaló a Amaltea.
Tras ello, el Rey se levantó de la silla y se acercó mucho a la Elegida, luego, con su dedo índice, empezó a acariciar el labio y rostro de ella.
El Rey sentía una ardiente pasión al tocarla, al sentir su cálida piel y al ver su atractiva figura, eso sin mencionar que fantaseaba con tener a una ruda Elegida que lo maltratara para luego enamorarla.
Por eso era que estaba tan encantado con Amaltea; porque por primera vez en su vida, una Elegida había rechazado sus supuestos encantos y le había expresado lo que pensaba sin mediar palabra.
Arturo estaba determinado a ganarse el corazón de Amaltea de forma natural porque así sería mucho más placentero. Pero, incluso ante esa vaga fuerza de voluntad; el tan solo tenerla frente a él estando tan débil y fácil, hacía que difícilmente pudiera aguantar sus impulsos, su mano se movía casi de manera instintiva y tocaba abusivamente la cara de la joven Elegida.
—Sigues viéndote hermosa Incluso con ese rostro de loca, —le dijo el Rey.
Amaltea no respondía a sus palabras, sino que seguía en posición fetal y con una cara horrorizada, así que Arturo decidió continuar:
—Supongo que te pasó esto porque estás recuperando tus recuerdos, eso es bueno… muy bueno —le empezó a acariciar el cabello lenta y caprichosamente.
Aunque su sangre le ardía ante la excitación, pudo estabilizarse, y fue solo, tras varios minutos, que el Rey logró controlar sus lujuriosos impulsos.
Finalmente, se volteó y decidió salir del cuarto a cumplir con otras labores; sin embargo, apenas el Rey estaba a punto de abrir la puerta para salir de la habitación…
—L-o ult-im…o. —Por fin habló Amaltea.
—¿Has dicho algo? —El Rey detuvo su mano sobre el pomo de la puerta, volteó y vio a Amaltea.
—Lo últi-mo que recuerdo… aque…lla im…agen, una mujer… pi-el… mor-a…da… —Amaltea hablaba con los labios temblorosos y con voz entrecortada. Prácticamente se requería de un esfuerzo sobrehumano para poder entender lo que quería decir —cabe…llo viol-eta, sin…ojo..s… maca…bros, or-ej…as lar…gas.., vesti..do lar…go, la mue..rte…
El Rey se quedó boquiabierto y se encogió de hombros.
—Solo entendí la palabra “mujer” ¿significa que nuestro enemigo es una chica?
Amaltea a duras penas negó con su cabeza.
—Que molesto. Aún estas en mal estado, no entiendo nada… será mejor que te atiendan cuanto antes. —Haciendo crueles ademanes de inaceptación, Arturo rechinó sus dientes en señal de frustración.
Amaltea quedó inconsciente, el Rey frunció el ceño, terminó de abrir la puerta, salió de la habitación y les dijo a los sanadores que esperaban en el pasillo:
—Me he fijado que sus heridas no son físicas sino mentales: busquen a un Elegido que pueda chequear la mente. A ver si así se puede solucionar su problema.
—Sus órdenes son hechos, mi Rey —exclamaron los sanadores al mismo tiempo y fueron a cumplir su labor.
Parte 2.
—¡Rey Arturo! —Una voz que rápidamente el Rey pudo reconocer se hizo paso atravesó del lujoso pasillo hasta llegar a los oídos del receptor.
A través del largo pasillo se acercaba Regulus, el Jefe de Sacerdotes, quien caminaba encorvado y tenía una barba considerablemente crecida.
—¡Oh, Regulus! al fin llegas… sabes que no me gusta esperar —El Rey respondió e hizo una mueca de desprecio.
—Me disculpo, Alteza, pero necesito hablarle de algo importante ¿puede?
—Que descarado te has vuelto, en realidad soy yo quien debe hablarte a ti de un asunto importante: esa Elegida. —Señaló con la cabeza la habitación donde se encontraba Amaltea—. Tengo entendido que Deimos trajo los cuerpos y a esa Elegida con cristales de teletransporte. Es posible que cuando la teletransportaron para acá, le hayan hecho daño a su salud mental. ¿Qué sabes sobre eso?
—Es posible… según me informaron, estaba inconsciente cuando la encontraron en la isla y a veces los cristales de teletransporte pueden dañar si son usados con alguien en ese estado.
—Esos inútiles… ¿por qué no habrán usado las palabras de poder?
—Majestad, recuerde que esas palabras son para ir a la Roca y está prohibido corromperlas, y aunque se pudiera; la Elegida estaba inconsciente y así no podría recitar las palabras. Mi Rey, si desea más información, en mi humilde opinión, aconsejo que hable con Deimos. Él estaba a cargo de todo. —Tras decir eso, Regulus se cubrió la boca con un brazo y tosió un par de veces, sus canas como corana indicaban que el viejo estaba en sus últimas.
—Ya estás que te mueres, viejo apestoso —El Rey expulsó una carcajada—. Volviendo al punto, entiendo lo que dices, pero debes saber que Amaltea es una pieza clave: es la única sobreviviente y debemos sacarle información, pero al parecer, no recuerda nada —expulsó un largo suspiro—. Esta situación podría suponer un problema futuro, si lo sabes ¿no?
—Justamente de eso quería hablarle… —Levantó el dedo índice señalando al techo.
—Vale, Regulus, ven conmigo, hablemos en un lugar más cómodo —Tras ello el Rey caminó por los bellos y enormes pasillos del castillo.
Aturo caminaba con una postura que reflejaba la extrema confianza que tenía en sí mismo; siempre erguido con la espalda recta y con los hombros hacia atrás, la barbilla bien alta y mirando fijamente a los ojos de quienes pasaban a su lado.
Y justo a su derecha estaba el envejecido Regulus Don Rosales, cuya postura era totalmente contraria a la del Rey. Sus ojos llenos de cataratas eran la señal de que le quedaba poco tiempo de vida, aun así, pese a su edad, este Elegido llevaba años sirviendo fielmente a la familia De Luke y fue nombrado como Jefe de Sacerdotes gracias a sus aportes a la familia real.
Parte 3.
El piso del castillo estaba hecho de cerámica azul con hermosos y bien trabajados patrones dorados. Las paredes estaban pintadas de un color esmeralda que resaltaba con el suelo. El castillo tenia ausencia de candelabros porque todas las salas estaban iluminadas con flores de “Ichork”; era una planta trepadora que, al encontrarse en zonas con poca iluminación, le brotaban flores con semillas que emanaban una luz amarilla perfecta para alumbrar todas las salas. Estas plantas debían ser bien cuidadas por el personal de jardinería.
Los toques finales eran las múltiples decoraciones como: jarrones preciosos, cuadros costosos y auroras espectrales que estaban en el techo, esto último se trataba de un fenómeno causado por una serpiente de cuatro cabezas que estaba encerrada en una cámara específica, esta criatura eventualmente expulsaba de sus bocas un gas que al mezclase con el aire, creaba lo que muchos llamaban “auroras”; básicamente era una “nube” colorida que creaba bellos y brillantes patrones espectrales, sin duda era una decoración sublime y digna de aquel majestuoso lugar.
El Rey estaba orgulloso de su castillo. Por cierto, tras caminar lo suficiente y bajar por unas escaleras, llegó junto con Regulus a un patio bien adornado. Allí se podía ver gran parte del colosal domo central y a los lados múltiples alas y torres imponentes que formaban parte del castillo.
Entonces se acercaron a una fuente que tenía una estatua de un dragón en el centro y ambos decidieron sentarse sobre el pequeño muro que contenían el agua de la fuente.
—Quería hablarle sobre los sobrevivientes —comentó Regulus.
—¿A qué te refieres? —contestó el Rey.
—Primero sobre la Elegida: estuve investigando un poco sobre Amaltea y, no sé si lo sepa, pero ella es de una familia noble.
—Claro que lo sé ¿me estas tomando el pelo? —El Rey entrecerró sus ojos— En fin, esa belleza es perfecta para mí y más aún si es de sangre pura. Ja, ja,ja, ya deseo hacerla completamente mía.
—Sabía que usted no dejaría pasar esta oportunidad, ja, ja, coff, coff… —Se burlaba Regulus, pero su garganta se trancó y tosió.
—Vaya, vaya ¿qué insinúas, “Jefe de Sacerdotes”? no tienes derecho a hablar mucho sobre eso porque sé que cuando eras joven te acostabas con cualquiera que se te acercase.
—Menudas calumnias, Majestad.
El Rey levantó una ceja y puso una cara de enojo, Regulus peló los ojos y se retractó:
—¡Lo siento, usted tiene razón! Sí, sí; lo era, me llamaban “Regulus el prostituto imparable”. —El anciano se encogió de hombros.
Arturo le dio una fuerte palmada en la espalda y luego empezó a reírse con un tono bastante desagradable. A Regulus le era insípido hablar con el Rey, sin embargo, de una forma astuta ocultaba sus emociones y podía fácilmente fingir una especie de amistad con él.
—Tranquilo, horrendo vejestorio, solo bromeo contigo. Tú también tienes razón y lo admito: soy un mujeriego y esa es mi debilidad. Oj, quizás algún día me plantee asesinar a todos los hombres del mundo y solo dejar vivas a las mujeres, ese sí sería el reino perfecto, ¡no! El Harem ideal, es decir, todas se matarían por mí. ¿No te parece buena idea?
Regulus mostró una cara de disgusto ante esa “broma” tan mala y desagradable.
—Sin duda, la mejor idea que se le haya ocurrido, Majestad… —Evidentemente dijo esto con una incalculable falta de honestidad.
—¡Ey, ey!, mira a esa…
El Rey dejó de centrarse en el anciano y señaló a una joven Elegida que caminaba tranquila por los pasillos dentro del castillo.
—Dominio absoluto (HS). —El Rey alzó su mano derecha y apuntó en dirección donde estaba la Elegida.
De pronto, la Elegida se detuvo, sus ojos cambiaron a una tonalidad opaca y ella se volteó hacia donde estaba el Rey; estaba hipnotizada.
—¿Qué hace, Majestad? —preguntó Regulus, tras toser varias veces.
—Ya deberías saber que mi Habilidad Sagrada “Dominio Absoluto” me permite manipular las acciones de los demás sin que ellos lo noten. Así que le ordenaré a esta que nos traiga un poco de vino.
El Rey hizo unos ademanes raros y la Elegida reaccionó a estos y afirmó con la cabeza; ella caminó por los pasillos como si estuviese poseída y fue en búsqueda del vino.
Regulus empezó a reírse por dentro ya que el Rey, sin darse cuenta, acababa de darle la oportunidad perfecta para ejecutar su ingenioso plan.
“Es hora de matar al Rey”, pensó Regulus.
***
—Maravilloso, Alteza, es una habilidad muy conveniente para un Rey mujeriego, ¿no cree? —El semblante de Regulus cambió y ahora se mostraba, fingidamente, más amistoso con el Rey.
En el “lienzo” del rostro de Arturo se trazó una sonrisa malvada y empezó a carcajearse junto con Regulus.
—Ja, ja, ja, sí que es gracioso y es un poco irónico e inútil; ya que soy un Rey, simplemente puedo ordenar que hagan lo que quiera sin necesidad de usar una habilidad.
—Ahora que lo menciona… ¿piensa usar su habilidad con Amaltea? No, un segundo. —Su arrugado y marchitado rostro se arrugó aún más—. Nos desviamos del tema principal. —Regulus, de repente, hacía movimientos extraños con su cuerpo, como si estuviese nervioso y su habla se sentía forzada, pero el Rey no parecía importarle esto.
—Tienes razón, continua.
—Esa Elegida ya está comprometida con otro noble ¿sabía usted?
—Ella hace un momento mencionó algo al respecto ¿con quién será?
—Con Rigel De Astrea, el Primogénito de la Familia Astrea… justamente de él le quería hablar…
—Que melancólico. Resulta que está comprometida con la familia más problemática del reino. A ver, dime más…
—Según los informes, e-ese Elegido estudiaba con ella y pre-precisamente, hace una semana, iba a recibir su segunda Habilidad Sagrada. La cosa es que no se encontró su cadáver en ningún la-lado de la isla. Por ende, es posible que aún siga con vida. Por cierto, tam-tampoco hallamos el cuerpo de otras de las chicas que estaban registrados para ir ese día.
—¿Sus familias saben algo?
—No lo sé, apenas ayer pude enviar un me-mensajero…
Regulus empezó a ponerse más inquieto, sudaba, miraba a los lados de forma sospechosa y atropellaba las palabras.
“Arturo, aún recuerdo tus palabras de ese día: ‘Ve a decirle a Deimos que envié un equipo a la Isla para que investigue lo que ocurre y tome las medidas necesarias’. ¿Crees que soy idiota?”, pensó el viejo, este estaba lleno de rencor. Esas “medidas necesarias” que mencionó Arturo tenían un peso mayor de lo que parece.
El Rey cruzó los brazos y guardo silencio por unos segundos. Al rato apareció la Elegida de antes, sostenía una bandeja con una botella de vino y dos copas. Entonces Arturo chasqueó los dedos y ella salió del trance.
La Elegida estaba confundida, echaba vistazos a los lados y se llevó ambas manos al pecho.
—¿Qué pasó? —preguntó confundida, ella se tambaleaba como si estuviera borracha y era tan linda como un bebé—. ¿Dónde estoy? Hace un momento iba a la biblioteca ¿porque ahora estoy…? —la Elegida se detuvo, se sonrojó y se sorprendió al notar que estaba frente al Rey—. ¿¡Majestad!? ¡Yo, yo me disculpo, mi Rey! ¡No sé cómo llegué aquí! ¡Siempre ando distraída! ¡Lo siento!
—No te preocupes, chiquilla. Anda, sírvenos un poco de vino…
La Elegida aceptó sin comprender bien lo que pasaba, tal parece que se borró de su mente todo momento en el que estuvo bajo el efecto de aquella Habilidad Sagrada.
Sea como sea, ella sirvió el vino y entregó ambas copas. Regulus y Arturo empezaron a beberse el vino y sin decirle nada a la Elegida, a lo cual, esta se incomodó y dijo:
—Al-Alteza, con el debido respeto, ¿puedo seguir en lo mío? —Se notaba que ella era un manojo de nervios.
—Claro, lindura, aunque… ¿no te gustaría pasar un momento divertido con este humilde Rey?
Regulus aprovechó la oportunidad al ver que el Rey estaba distraído intentando seducir a la Elegida. Entonces Regulus no apartó la vista de la copa casi vacía de Arturo, de repente y anormalmente, la cantidad de vino que estaba dentro de esa copa aumentó un poco.
“Recuerdo que ese día también dijiste: ‘Tranquilo, Regulus, me agradas y por eso te daré sacerdotes nuevos, esos insolentes cometieron el grave pecado de hacerme perder el tiempo…’ ”, continuó pensando el Jefe de Sacerdotes. “Rey, estoy seguro de que tú ordenaste a asesinar a todos en la Isla Sagrada. Todo por tus caprichos estúpidos. Lo que no sabes es que entre esos sacerdotes que mataron, estaba mi esposa… pagarás con tu vida lo que has hecho”.
El Rey continuó seduciendo a la Elegida, luego acercó la copa de vino a su boca y le dio un largo sorbido con el cual vació todo su contenido.
“Esta es mi venganza y adiós, Rey inútil. Todo el mundo agradecerá y celebrará tu fallecimiento”, pensó el sacerdote y también terminó de tomarse su vino de un trago.
—Oye, Regulus —llamó el Rey.
—Dígame, Majestad —expresó Regulus volviendo a la realidad, pues se abstrajo en sus pensamientos.
—Otro día continuamos con nuestra conversación; esta chiquilla ha aceptado pasar el día conmigo.
El sacerdote notó que la Elegida estaba con las mejillas enrojecidas y con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿La sedujo sin usar su habilidad?
—¿Y tú que crees, anciano? obviamente no me es necesaria, aunque también me disgusta que esta sea una mujer tan fácil. Supongo que por eso mismo me encanta Amaltea. —Arturo expulsó un largo suspiro—. He estado muy estresado últimamente y necesito un momento de placer ¿sabes?
—Lo entiendo, mi Rey, vaya y disfrute…
“Perfecto, muere donde no pueda verte, usaré a esa Elegida y la inculparé”, pensó. “Hoy es mi día de suerte”.
Regulus ya tenía calculado que el Rey iba a morir a solas y claramente se aprovecharía de la situación para salirse con la suya.
Arturo se levantó, tomó a la Elegida de las manos y avanzó…
“Sustitución Espacial (HS). Soy un Elegido que pude modificar el espacio y desarrollé esta técnica para mi Habilidad Sagrada, la cual me permite sustituir algo por otra cosa. Esta vez la usé para intercambiar un poco de veneno con un poco de tu vino. Rey idiota, prepárate para tener una muerte dolorosa”, pensó Regulus, quien después revisó su bolsillo y miró una ampolla que antes contenía un veneno que él mismo había preparado, ahora estaba llena de vino, lo que significa que el veneno que antes estaba allí cambió de lugar con un poco de vino que antes estaba en la copa del Rey.
El sacerdote se apresuró en sacar conclusiones y no dudó en vengar a su esposa fallecida; malinterpretó la situación y dedujo que el fallecimiento de la misma había sido causado por el señor al que tan fielmente le sirvió, así es, Regulus estuvo dispuesto a traicionar y dejar atrás el honor que mantuvo por años sirviendo a la familia De Luke a cambio de vengar a su esposa, aquella decisión lo llevó a tomar una vaga e irrazonable venganza.
Pero…
El Rey se detuvo, mostró una sonrisa diabólica y le pidió a la Elegida:
—Adelántate un poco…
Ella asintió con la cabeza y se alejó. El Rey se quedó parado sin hacer nada y Regulus lo notó, disimuló y dijo:
—¿Majestad, olvidó algo?
—¿Alguna vez escuchaste la expresión “un arma de doble filo”?
—¿A qué se refi-refiere?
—Tengo entendido que puedes hacer que dos objetos cambien de lugar sin necesidad de alguna interacción física ¿verdad? Justo me preguntaba si podías hacer lo mismo con algo en estado líquido.
La respiración del sacerdote se aceleró, su cara se puso roja y sentía como su corazón palpitaba con tanta fuerza, que parecía que se le fuese a salir del pecho.
—No sé de qué ha-habla, Majestad —Su boca parecía tener un tic nervioso debido a esta situación.
—¡Oh, claro! quizás me precipité, ya sabes, a veces saco conclusiones ¡apresuradas! y por un momento sospeché que habías reemplazado un poco de mi vino por un poco de veneno. —El Rey exclamó la palabra “apresuradas”, ya con esto el mensaje era más que obvio.
—¡Y-yo… jamás haría algo así!
El Rey ladeó sutilmente su cabeza, hizo tronar su cuello y luego continuó con pura soberbia:
—Pues te creo, Regulus, tú jamás me traicionarías, así que… espero que no te enfades por haber usado sobre ti “Domino Absoluto” sin que te dieras cuenta y que haya manipulado tus acciones para que ejecutaras tu habilidad y reemplazaras todo mi vino por el tuyo. No hay problema alguno ¿verdad?… mi viejo amigo. —Su voz era sarcástica y vil.
Aquello fue como si le hubiesen atravesado con una espada, el sacerdote se quedó helado al percatarse que le habían devuelto la jugada de una manera magistral. Ahora solo le quedaba esperar su muerte segura.
—¡Desgraciado! —Sus ojos se achicaron y en sus blancos iris se reflejó el Rey malévolo Rey que parecía divertirse con toda esta situación.
—Descuida, no le ordenaré a nadie que te ejecute por tu traición, en cambio, solo espera allí y muere, escoria.
“Este es mi castigo por no haberte salvado, por ser un traidor y por no haber podido vengarte”, pensó Regulus, mientras miraba al cielo y notaba como las lágrimas bajaban por sus mejillas, refrescando así su seco y arrugado rostro.
—¿Nada más que añadir? me sorprende que no me preguntaras cómo descubrí tus planes —dijo el Rey, pero notó que Regulus no se inmutaba así que continuó—: ¿Optas por guardar silencio? Está bien, igual te lo diré: todo se resume al lenguaje corporal, las emociones y el corazón; sí, esas mismas aberraciones que poseen los míseros humanos y muchos de nosotros. Estas cosas pueden ser un arma perfecta, fíjate: las emociones no son más que herramientas que pueden ser manipuladas y usadas a tu favor. El lenguaje corporal no es más que un reflejo de lo que piensas, sientes y si consigues entenderlo, podrás aprovecharlo y saber en qué piensan los demás. Y, por último, el corazón, es el más absurdo, estúpido y ridículo de todos, es el que nos motiva a actuar y nos guía a seguir nuestro propio camino, pero con solo cambiar ligeramente el rumbo a su destino, conseguirás llevar a un individuo a la destrucción, quebrarla y herirla hasta el tuétano. ¿Qué relación tiene esto contigo, Regulus? pues a través de tu lenguaje corporal deduje tus intenciones y luego, sin darte cuenta, permitiste que manipulara tus emociones y que identificara y modificara el rumbo que seguía tu patético corazón. Eso fue lo que te llevó a esta desgracia. En resumen, un Rey tan grandioso como yo, consiguió dominar todo esto y por eso para mí los demás no son más que títeres y yo el titiritero. ¿Ahora sí que lo entiendes? ¿lo patético y estúpido que fuiste?
—Menudo discurso de porquería. Estás loco. —Al fin Regulus habló, ya podía sentir el malestar causado por el veneno y un zumbido en el oído ante desagradable “sermón” que acaba de escuchar—. Habías planificado esto hace mucho, ¿verdad?
El Rey sonrió y certificó moviendo la cabeza.
—Respecto a mi “discurso”; solo estaba inspirado… aunque no puedo negar que existe alguien a quien no puedo descifrar ni manipular. —Vio hacia arriba y se centró en la habitación donde se encontraba Amaltea—. Pero algún día… bueno no importa.
Finalmente, el Rey Arturo decidió continuar con su camino y lo último que le dijo a Regulus fue:
—Adiós y nos vemos en el infierno, viejo amigo.
Pasado varios minutos, el potente veneno recorrió todo el cuerpo de Regulus, destruyendo todos sus órganos y secando su sangre, su muerte fue extremadamente dolorosa. Pero al menos murió en un lugar tranquilo, donde le dio tiempo de recordar los buenos y malos momentos de su vida. Pese a todo, este antiguo Elegido murió con la esperanza de volver a ver a su amada…
Parte 4.
Mientras tanto, en la habitación donde se encontraba Amaltea, varios sanadores Elegidos intentaban ayudarla, pero ella no respondía a sus tratamientos.
Su mente se llenaba de los oscuros y trágicos recuerdos de hace días atrás, principalmente lo último que vio antes de quedar inconsciente; esa misma imagen que repentinamente le quedó grabada en su mente, le causó un estrago mental y un terror desmedido.
Y sí, lo único que ella podía recordar con claridad era: Una misteriosa mujer con piel morada, cabello violeta, sin ojos, con orejas largas, vestido largo y purpura…
La muerte.
Pero más allá de todo, resonaba en su mente una única palabra que no podía comprender del todo:
“Invocar ser de otro mundo”.
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(Nota del autor: FanArt de Amaltea hecho por RevelingZ. ¡Me encanta que hagan cosas así!
Si lo desean pueden seguir al artista en su Instagram como: marcos_riveros)
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Comments for chapter "4.0"
QUE TE PARECIÓ?
Nerfea esa piedra q regala poderes de conveniencia, y a ese cazador ponlo a sudar un poco al combatir , ya sabemos q es poderoso pero que chiste tiene ser un cazador si vas a matar a varios elegidos de un solo vergazo XD
Juan, la historia apenas está empezando. Esta historia se toma su tiempo en «contarse» si lo piensas objetivamente ¿una roca que concede poderes? ¿donde esta la lógica de eso? Pues todo eso está pensado, si quieres descubrir la respuesta a todos los misterios sigue la obra.
Respecto al cazador, sí es muy fuerte pero solo a aparecido una vez. No siempre la tendrá tan fácil… Sigue la obra y veras batallas épicas con nuestro amigo «púas de la muerte»
Un saludo…
Que tal personaje el Rey, es como que lo quiero todo y lo quiero ya, nada lo puede frenar. Pero a la vez astuto el zorro viejo (como se suele decir) y Regulus un forajido buscando venganza al final comprende su retorcida maldad y recibió de su propia medicina. :-O
Wow que bien dibujaron a Almatea 😉
Sí, el dibujo está sublime. Para que te hagas una idea de por que ese mundo está tan mal, solo mira a su Rey y los políticos que lo rigen, es algo que se adapta bien a nuestra realidad, de hecho.