El cazador de elegidos - 5.0
Parte 1.
Amaltea no era la única que estaba siendo azotada con oscuros recuerdos; Rigel De Astrea, el joven noble que fue salvado de las garras del cazador de elegidos, se encontraba frente a una Elfa de Sangre, la raza que más odiaba. Su desprecio por esta clase de Elfos no surgió por un prejuicio instintivo como en el caso de los humanos, sino que fue infundido por una trágica experiencia de hace mucho tiempo atrás…
“Durante aquella noche, como era habitual; volvía de la academia sagrada, recuerdo que era una noche tranquila, serena y mientras andaba por los caminos de regreso al castillo contemplaba maravillado la hermosa luz blanca que regalaban las tres lunas sagradas. Pero, la paz interior que me producía aquella noche apacigüe fue interrumpida cuando llegué al castillo; toda mi familia junto con varios guardias estaba reunidos a las a fueras del mismo. Me pareció algo muy extraño, pues usualmente a estas horas todos estaban cenando o esperando mi regreso.
—¡Ahhhhhgggg! ¡Ara! ¡Araaaaaa! ¡hija mía, hija mía! —Mientras subía por el camino acercándome a donde estaba mi familia reunida; escuché este grito producido por mi madre. ¿Ara? mi hermana, ¿le habrá pasado algo? no puede ser… ¡No!
—¡Malditos! ¡malditos Elfos! y ustedes guardias de pacotilla, ¿qué hacían? —Luego escuché a mi padre gritarles con rabia a los guardias. ¿Elfos? ¿Se referirá los elfos de sangre? No me digas que… no… no puede ser…
—¿Padre, que ocurre? —Terminé de subir la colina y le pregunté esto a mi padre, miraba a los lados tratando de comprender que pasaba.
—Rigel. tu hermana… Ara…
—¡¿Qué le pasó?!
Mi padre se detuvo y miró a otro lado, luego lagrimas surgieron de su rostro.
—Respóndeme, ¿qué le pasó a Ara?
Apretó sus dientes y me señaló atrás de él con el dedo pulgar. Así que me hice paso a través de él y los guardias. Mi corazón se detuvo en seco cuando observé a mi hermana menor, Ara, la última de mis hermanos. La qué más quería y cuidaba; ahora estaba en el suelo cubierta de sangre. Mi respiración se aceleró, un escalofrió viajó por toda mi columna vertebral y múltiples emociones se mezclaron dentro de mi ser. Sentía como si mi sangre se convertía en llamas de fuego mientras circulaba por mi cuerpo, dolor, dolor, mucho dolor…
—¡Ara! ¡Ara! despierta ¡tú no puedes morir! eres mi hermana… ¡Araaaa! —Gritaba desesperadamente mientras estaba arrojado sobre el suelo, con la cara llena de lágrimas y con el indescriptible dolor de perder a alguien a quien amas.
Buscaba en mi hermana la más mínima señal de vida, pero todo fue en vano. Mi madre y mis otras hermanas estaban a mi lado llorando tan fuerte como yo, inaceptable, ¡inaceptable!
—¿¡Quien hizo esto!? —Me levanté del suelo y exclamé aquello con rabia. Seguido saqué de los portales mis armas sagradas, estaba dispuesto a buscar y asesinar al culpable.
—Fue un grupo de Elfos de Sangre, cazaron a tu hermana cuando salió al patio y la asesinaron. Seguramente para robar su arma sagrada. —Me respondió un guardia. Maldito inútil, no cumplió con su trabajo.
—¿Y, tú, que hacías mientras? ¿por qué no la ayudaste?
Tomé al guardia por su pechera y lo agité a los lados con rabia.
—Ella salió escoltada con otro guardia y ambos pelearon contra los Elfos. Pero los superaban en número. Cuando llegamos nosotros ya era demasiado tarde y los Elfos ya habían huido. —El guardia hablaba rápidamente excusándose y excusándose; Así que lo arroje al suelo metiéndole una patada contra el pecho con todas mis fuerzas.
—¿A dónde fueron eso malditos Elfos? iré personalmente a matarlos.
Justo después de decir eso, cayó un rayo que causó un estruendo y pude observar a Cástor, uno de nuestros guardias más fuertes. Él fue el causante de ese rayo y mientras lo miraba, noté como tenía entre sus manos cuatro cabezas cortadas que las sostenía por sus largos cabellos. Mientras Castór se acercaba, las cabezas que sostenía se balanceaba de acá para allá expulsando chorros de sangre.
—Mi señor, he matado a los elfos mientras huían. Mis más sinceras disculpas por este descuido. —Le dijo Castor a mi padre.
Para mí fue como si el tiempo se hubiese detenido. No podía aceptar lo que acababa de suceder.
Ese mismo día decidí que jamás volvería a sentir el dolor que causa perder a alguien a quien amas pudiendo haberla protegido. Me juré a mí mismo que protegería a mis seres queridos a costa de mi propia vida de ser necesario.
Fueron muchas las noches tortuosas recordando ese día que perdí a mi querida hermanita, pero con el tiempo opté por olvidarlos, para que solo permanecieran los buenos recuerdos. De esa manera, conseguí salir adelante mientras estaba grabado en mi corazón el deseo de proteger a mis seres queridos. Pero no solo eso, también quedó grabado el odio. Mucho odio. Un odio incontenible”
Parte 2.
Con tan solo percibir aquella Elfa, Rigel recordó esos malos recuerdos. Sin embargo, la promesa que se hizo a sí mismo en aquel entonces involucraba a Selene; la persona que más amaba y que ahora estaba en peligro, el chico no sabía si ella aún seguía con vida, pero gracias a las palabras de aquel hombre misterioso llamado “Leónidas”, Rigel pudo reavivar su determinación y ahora estaba dispuesto a salvarla sin importar nada. Aquella determinación anuló los malos sentimientos que tenía en esa misma mañana.
Pero todo cambió tras darse cuenta que más fácil es decirlo que hacerlo. Resulta que fue llevado contra su voluntad a algún lugar de la espesa selva de Itceles; la cual estaba a cientos de miles de kilómetros de la ciudad de Astrea o de la Roca Sagrada. Para colmo, el Elegido no sabía mucho de ese lugar y viajar por dicha jungla no era nada fácil; por obvias razones. Sin embargo…
—¡Eeeeyy! por cierto, creo que no te lo dije, mi nombre es Aria. No, soy la linda Aria, mejor dicho. Podría llevarte a la ciudad de Astrea en menos de treinta días… ¿quieres? —La Elfa de Sangre que estaba frente a Rigel dijo eso.
Ahora él debía tomar una difícil decisión. Si aquello era cierto y aceptaba la propuesta de la Elfa, podría llegar mucho más rápido a la ciudad de Astrea, reunir algunos soldados, acabar con el cazador de elegidos y finalmente salvar a Selene. Pero esto involucraba que el chico debía viajar junto con una Elfa de Sangre. Sí, con una Elfa de esa misma raza que asesinó a su hermana. ¿Qué era más fuerte? ¿sus prejuicios y orgullo o su determinación?
—Esto se pone cada vez más interesante! —Leónidas, quien rápidamente captó las emociones de Rigel; dijo aquello con una enorme sonrisa, parecía que disfrutaba el momento.
Referente a esta persona; muchas dudas se generaban en la mente de Rigel: ¿Quién era? ¿qué querían de él? ¿por qué lo salvaron y lo teletrasportaron a ese lugar? Muchas cosas, demasiadas cosas, muchos problemas, demasiados problemas; Rigel estaba en un estado crítico, no entendía nada de lo que estaba pasando. Eran demasiadas las cosas que no comprendía, y últimamente estaba siendo atacado por un problema tras otro problema: un misterioso grupo que lo salvó y lo llevó a un lugar que no conocía, el misterio tras el cazador de elegidos, su cambio repentino y mucho más. El chico sabía que estaba en una desventaja tremenda, conseguir sus objetivos parecía algo muy distante, pero no se daría por vencido; descubriría la verdad detrás de todos esos misterios, solucionaría todos esos problemas y cumpliría su promesa.
“¡Ya basta de cometer errores!”, pensó Rigel, seguido de eso se percató de algo importante.
—Leónidas —llamó Rigel volteando la mirada a donde estaba Leónidas y sin darle respuesta alguna a la Elfa.
—¡Tiff! —La Elfa chasqueó su lengua.
—¿Si? —respondió Leónidas. Como es habitual, se inclinó contra el marco de una puerta que estaba a sus espadas, levantó una de sus piernas y la reposó contra la pared.
—Si de verdad estoy en la selva de Itceles, significa que consiguieron traerme hasta aquí con un cristal de teletrasporte ¿no?
—En efecto… déjame adivinar, de seguro dirás si puedo usar uno para llevarte a la ciudad de Astrea ¿no?
Rigel inclinó sus labios; por suerte no necesitaría explicar mucho. Notó que aquel humano era muy astuto y que definitivamente su manera de vestir y su porte misterioso iba muy a favor de su personalidad. Tras ver esa reacción, Leónidas chasqueó sus dedos y señaló a Rigel.
—Acerté. Y pues mi respuesta es… ¡no! no es posible. —Continuó diciendo el humano.
—¿Por qué? —Rigel frunció el ceño.
Un viaje que normalmente tomaría años para llegar de un lugar a otro; con la ayuda de un cristal de teletrasporte, una persona podría llegaría a su destino casi de inmediato. Por ello, este era por mucho el método más efectivo para cumplir los objetivos de Rigel.
—Lo lamento, pero solo tenemos seis pares de cristales. Intuyo que sabrás cómo funcionan… —Leónidas nuevamente mostró una sonrisa llena de misterio.
—Un poco… —Rigel suspiró, al parecer no tenían ningún cristal que lo llevara a su objetivo—. Eso significa que debo viajar sí o sí a la antigua. De verdad… ¡no entiendo porque demonios me trajeron hasta acá!, Leónidas, maldito ¿qué tramas? —Nuevamente Rigel estaba perdiendo el control.
—¡Cálmate, campanita! yo, ¡la encantadora Aria, te ofrezco mi ayuda, acepta campanita! aunque… ¡uh! no entiendo porque te enojas sí te salvamos la vida. Un “gracias por todo mi hermosa Aria” no estaría de más ¿no crees? —Aria, la Elfa que Rigel estuvo ignorando todo el rato por fin habló. Su tono de voz era bastante femenino, rápido y juguetón a la vez.
—Eres la persona con la que menos quiero hablar. Repugnante Elfa. — Rigel volteó su mirada a donde estaba la Elfa y la miró con odio.
Aquella Elfa de Sangre trataba a Rigel con un cariño peculiar, pero los prejuicios del joven Elegido tomaron toda su mente y no pudo contener sus palabras.
—¿Ah?
Aria se levantó de dónde estaba sentada, es decir, sobre la cabeza del dragón; entrecerró sus ojos y frunció sus cejas. Aquel comentario la había enojado. El estado de animo de la Elfa cambió por completo tras esa mala respuesta.
—¿¡Si sabes que fui yo, la heroína Aria, quien arriesgó su vida para salvarte del cazador!? eres un mal agradecido. ¿Por qué me hablas de esa manera? ¿qué te he hecho yo?
—Primero: no te pedí que me salvaras, más bien por tu culpa estoy en este lugar. Segundo: ¡eres una Elfa de Sangre! jamás viajaría contigo. —Rigel la miró fijamente y su tono de voz demostraba lo mucho que detestaba aquella raza—. Los tuyos fueron quienes… la asesinaron. Espera, esa guadaña… —Señaló la guadaña que Aria sostenía en sus manos—. Es un arma sagrada ¿no?
—¡¿Y que sí lo es?!
Leónidas se encogió de hombros y expulsó una pequeña carcajada.
—¿¡A que Elegido se la robaste, Elfa despreciable!?
La piel de Aria se enrojeció más de lo que ya estaba y con sus ojos tan rojos como un rubí; miró fijamente a Rigel con enojo. De un salto terminó de bajarse del dragón y rápidamente rodeó el filo de su guadaña alrededor del cuello del joven Elegido. Aquel comentario tocó la moral de la Elfa, aunque no era la primera vez que le decían algo así. El pasado de su raza era calamitoso y no podía permitir que cualquiera los discriminara de esa manera.
—Ya veo, esto es en serio ¿eh?… no lo comprendo, ¿por qué me tratas así?! recién acabo de conocerte y mira lo grosero que eres. —Se quedó pensativa un par de segundos, ella se percató de algo por lo que continuó—. Oh, entiendo, entiendo, es porque soy una Elfa de Sangre… te pregunto: ¿Cuáles son mis diferencias que tanto aborreces? ¡Sí! tengo orejas largas, piel, cabello y ojos rojos ¿eso es lo que tanto odias? Pues sí, Aria es una Elfa de Sangre y estoy orgullosa de lo que soy. —Poco a poco su expresión facial de enojo se apaciguaba. Aun así, continuó la discusión—. No sé qué demonios les pasa a ustedes los engreídos… digo Elegidos. Solo por ser más fuertes se creen la gran cosa. Entonces se lo merecen. ¡Merecen que ese cazador los cace a todos!
La situación cada vez se hacía más incómoda. La discriminación de Rigel lo cegaba, y el orgullo de la Elfa estaba en juego. Era una guerra, una cruel batalla de palabras.
—¡Ya para! —exclamó Rigel, su mirada era sombría, ni siquiera le importaba que el filo de aquella guadaña estuviese tan cerca de cortar su cuello—. ¡Ustedes, malditos Elfos de sangre, asesinaron a mi hermana! eso…eso es ¡imperdonable! ¡la mataron solo para robarle su arma sagrada! ¡¿cómo demonios pueden blandirlas?! esas armas no les pertenecen, no son elegidos… son unos usurpadores ¡ustedes son los que merecen ser exterminados!
—¿Ja? ¿estás muy seguro de eso? pues déjame decirte algo, campanita… nosotros, esta raza que tanto desprecias, pues te informo: por nuestras venas corre sangre de Elegidos. —La Elfa mostró una sonrisa malintencionada y levantó una ceja. La chica poco a poco dominaba la conversación.
—¿¡Que!?
—Y yo, Aria, que pensaba ayudarte, no… —Pisó con fuerza el suelo—. Yo, Aria, que te ayudé y mira como me tratas. Incluso eres ignorante ante la realidad. No sabes nada… nada de nada… —Al decir esto último bajo lentamente su tono de voz y sintió una pasajera tristeza en su alma.
La Elfa retiró su guadaña del cuello de Rigel y miró al suelo. Incluso a ella le costaba creer que las palabras de ese Elegido que recién conoció le fuesen a molestar tanto. Era entendible, salvó al chico de una muerte segura y le ofreció su ayuda, pero el simplemente pisoteó todas esas buenas intenciones por un vago prejuicio. Sin embargo, ella era Aria, una Elfa fuerte que consiguió sobrevivir a muchas dificultades. No permitiría que esas palabras le hiciesen más daño. Por ello, optó por cambiar su actitud, respiró profundamente y miró a Leónidas, Rigel también miró a otro lado y cruzo sus brazos. Por unos segundos permaneció un silencio incómodo y durante ese tiempo las casi silenciosas carcajadas de Leónidas se dejaron oír.
—¿Ya dejaron de discutir? —dijo el humano fanático del misterio y las historias—. Ya saben lo que dicen de los personajes que discuten seguido: “los que se pelean se enamoran”. Será interesante ver como mejora su relación… ¡Será una buena historia! —Mostró una sonrisa de oreja a oreja.
—Imposible. Deja de decir cosas sin sentido —dijo Rigel a regañadientes.
Aria peló los ojos y observó aún más a Leónidas. Ella se calmó totalmente y volvió a su típica manera de ser.
—Ese tipo de la raza de los “engreídos” no es digno de la hermosa ELFA DE SANGRE, Aria. Además, ¿el gran líder Leónidas está seguro de que este, “Engrelegido”, es el sujeto de la profecía? veo que aún tiene prejuicios y no se ha liberado de la maldición… —dijo Aria quien apodó con ese juego de palabras a el Elegido.
Leónidas se sobresaltó tras escuchar eso y se borró de su rostro la sonrisa que mantenía.
—Chist, Aria. —Le chistó Leónidas—. No debías decir eso.
—¿Ah?
Leónidas se llevó la mano al sombrero en señal de un falso lamento. Aria imprudentemente le había revelado algo de información a Rigel, eso era algo que iba contra el plan de Leónidas.
—¿Maldición? ¿profecía? ¿qué significa eso? —preguntó Rigel.
—Ahora sí me escuchas, “Engrelegido”.
Tras tratar mal a la Elfa, Rigel fue atacado por un mal sentimiento similar al que tuvo cuando habló con Miku, la sirvienta humana. Pero, a diferencia de esa vez, el prejuicio no se separaba de su corazón.
—Nada, como antes te dije, si quieres saber la respuesta a todas estas incógnitas debes unirte a mi grupo. Y tú, Aria, referente a lo que has dicho, pues solo te diré que un cambio debe ser gradual, nada más. Además, ustedes mismas fueron quienes lo comprobaron ¿no?
Aria cruzó sus brazos e inclinó su cadera. La Elfa entendió a qué se refería Leónidas.
—Ya veo, eres el único que puede responder a todas mis dudas, pero no estás dispuesto a decir nada ¿eh?, parece que esa tontería del misterio te lo tomas muy en serio.
—Correcto.
—Para colmo lo admites sin más.
—Hay otro motivo. Pero tampoco te lo diré. —Mostró una sonrisa y cruzó sus brazos—. Antes te dije que estabas perdiendo mucho tiempo. ¿No que ibas a rescatar a esa Elegida?
—¡Cierto!, ¡tú me trajiste, entonces sácame de aquí! —respondió sarcásticamente.
—Aria te ofrece su ayuda, acéptala.
—¡Ya no! —añadió Aria—. No pienso ayudar más a este engreído, digo Elegido… digo “Engrelegido”. —Mostró una sonrisa juguetona y señaló a Rigel—. No puedo creer que alguien como tú me haya hecho perder los estribos, sí a la gloriosa Aria. Pero no volveré a permitir que un “Engrelegido” me arrebate mi buen humor.
Aria tendía a ser muy extrovertida y pocas cosas la enojaban. Esta chica le buscaba lo divertido a casi todo, incluso para ella decapitar un dragón mientras daba un giro mortal a miles de metros de altura era una pequeña emoción. Sí, así es, esta chica ama las emociones fuertes.
—¡Ja! de todos modos te rechazaría… estás lejos de gustarme.
—Ey, ¿y eso que significa? —Frunció el ceño.
—Aria.
De pronto, la voz lenta, cálida y tierna de Arie, la Elfa de hielo; se escuchó.
Arie estuvo escuchando oculta detrás de una pared toda la conversación o mejor dicho ¿discusión? que mantenían Rigel y su hermana. Cuando Arie notó que se calmaron un poco los malos ánimos; decidió interrumpir y dejarse ver. Así que la chica fue al balcón donde estaba Rigel, Leónidas y su hermana.
—Tranquila, hermanita, Rigel no hablaba en serio. ¿Verdad? — Continuó diciendo y miró a Rigel—. Ciertamente.
Aquella Elfa de pelo azul y con ojos tan azulados como el cielo, con tan solo decir unas cuantas palabras; calmó relativamente el corazón de Rigel. Ese efecto era muy contrario al que su hermana Aria causaba en el chico. Rigel no entendía porque la voz de Arie le causaba eso, quizás era porque su tono de voz le recordaba a su amada Selene.
—¡Sí hablaba en serio! —respondió Rigel con indiferencia.
Pero el prejuicio y el orgullo predominaba…
—Oye, oye… no tienes remedio. Escucha, escucha, ¿cómo no puedes corresponder a las palabras de mi hermosa hermanita gemela, Arie? eres un caso perdido “Engrelegido”.
“¿¡Hermana gemela!?”, pensó Rigel. Él se sorprendió y aquello despertó su curiosidad. Hasta ahora no se había fijado, pero el aspecto de ambas chicas era muy similar, la diferencia estaba en el color de los ojos, piel y estilo de cabello. Pero: “¿Hermanas gemelas? no puede ser, es decir; son de razas distintas”, continuó razonando.
El misterio cada vez se hacía más grande y nuevamente Riel fue abordado con muchas preguntas. Esto solo era el comienzo… Lo más raro y bizarro estaba por venir.
Parte 3.
Aunque Rigel estaba en apuros y no dejaba de pensar en Selene, por lo momentos no podía hacer mucho. Así que por los momentos reuniría información y buscaría la manera más efectiva para volver a la ciudad de Astrea, esto le estaba tomando demasiado tiempo y aquellas personas con curiosas personalidades no ayudaban mucho, principalmente aquel sujeto con una loca obsesión por demostrar “misterio y enigma”; tan raro era ese tipo que ni siquiera dejaba ver la parte superior de su rostro ya que lo cubría con un sombrero. Además, ese hombre sabía del cambio repentino que tuvo Rigel hace una semana atrás, conocía información sobre el cazador y la relación de este la familia Astrea, por lo que Rigel debía descubrir la verdad detrás de todo eso. Claro, sin descuidar su objetivo más importante, rescatar a Selene.
Lo que en realidad tenía atado a Rigel era el lugar en el que estaba, él sabía que la selva de Itceles no era una bosque común y corriente: primero que nada, Itceles era una extensión territorial que estaba al norte del continente de Astergard, y era una jungla que tomaba más del 30% del territorio de todo el continente. Todo ese territorio llamado “Itceles”; estaba conformado por múltiples junglas, arboledas, montañas y más. Cada una distintiva y separada por regiones y estados. Además de lo enorme que era, el principal problema de la selva de Itceles era que estaba poblado de monstruos, animales mortales y era un territorio que los Elegidos no habían logrado dominar del todo, ya que los nativos Eldries Salvajes consiguieron mantener el dominio con “técnicas especiales”.
Por suerte, Rigel sabía esta información gracias a lo que aprendió en la academia. Pero había algo que desconocía por completo y era el lugar exacto en el que se hallaba.
“Antes Leónidas lo tituló como: El Árbol de las Edades”, pensó Rigel.
Rigel cuando salió al balcón apresuradamente minutos atrás, se llevó una gran sorpresa al notar que estaba en una casa de varios pisos construida sobre un árbol que llegaba casi a las nubes. El árbol más grande de todo el mundo, el Árbol de las Edades.
“¿Qué demonios? ¿A qué clase de chiflado se le ocurrirá construir una casa del árbol en un árbol como este?”, continuó pensando.
“Más raras son las personas que viven dentro del mismo, además de Leónidas, hay una chica gato con una loca maña con los nombres y es raramente inmadura, una gata gorda parlanchina con una lengua tan afilada como una espada y una detestable Elfa de Sangre que le fascinaba cortar cabezas de dragones”, continuó analizando Rigel: “La única que me parece normal es la Elfa de Hielo, aunque… no, no es normal, su hermana gemela es de una raza distinta a la suya. ¿Qué demonios?”.
Aún la cálida luz mañanera del sol iluminaba todo el lugar. Rigel todavía se encontraba en el balcón de madera que estaba suspendido a cientos de metros de altura. A su lado estaba Arie, Aria, Leónidas y una cabeza de dragón cortada, cuya sangre poco a poco se esparcía por el suelo.
—¡Estorbas! —dijo Aria tras darle una fuerte patada a la cabeza de dragón arrojándola al vacío sin mucho cuidado.
“Maldita loca… jamás viajaré con ella”, pensó Rigel.
—¡Cuánto ruido! —De pronto la voz cortante de la gata gorda se hizo presente mientras se acercaba a Rigel.
El chico volteó y nuevamente se llevó una sorpresa al notar qué, Mini tenía puesto un collar en su cuello sujetado por una cadenita, Ludy la gata gorda tenía el otro extremo de la cadenita sujetándolo con su boca. Mini debía seguirle el paso a Ludy para no quedarse atrás. Esto significaba que Ludy, la gata gorda estaba sacando a pasear a su mascota Mini la semi-humana, cuando debería ser al revés.
“Esto… esto debe ser una broma ¿verdad?”, Rigel observó fijamente a las dos mientras se acercaban.
—¡Ri!, ¡Ri, ¡aún no te has ido! —exclamó Mini y de la emoción avanzó a paso rápido con la intención de abrazar a Rigel sin motivo alguno.
Pero Mini adelantó a Ludy, tensando al máximo la cadena y como consecuencia Ludy tiró de ella arrojando así a su rebelde mascota contra el suelo.
—¡Miau! ¡Miau!, ¡¿Lu?!, por qué has hecho eso? —dijo Mini mientras se sobaba el trasero ya que cayó sentada.
—Eres una mala mascota, esto es disciplina. Nye. Meow.
—Pero… pero…
—¡Sin peros!
Mini empezó a chillar y llorar como una niña recién nacida.
Rigel estaba completamente atónito, la personalidad de Mini se volvió mucho más sumisa e infantil estando con Ludy. Rigel estaba a punto de decir algo, pero optó por guardar silencio, aquello era otra de las tantas cosas raras que había visto últimamente. Prefirió ignorarlo y volver al tema principal.
—Ludy, ¿tienes alguna forma de enviarme devuelta a la ciudad de Astrea? —preguntó Rigel—. No sé… por ejemplo, alguna Bendición de la Naturaleza que me teletrasporte.
—Meow. Pero miren, si es la princesita de Astrea. Pues lastimosamente no existe ninguna bendición de ese tipo más allá de los cristales de teletrasporte, que en cierto sentido pueden ser considerados como un regalo concedido por nuestra diosa de la naturaleza.
—Ya te lo había dicho, Rigel, si quieres llegar rápidamente a la ciudad de Astrea; discúlpate con Aria y viaja con ella —afirmó Leónidas.
—Me niego rotundamente.
—Vaya, vaya, eres un chico muy problemático. Si fueras el personaje de una novela de seguro los lectores te odiarían.
—¿Qué diablos pasa con tus comparaciones? no te desvíes del tema, tú me trajiste aquí y serás tú quien lleve devuelta a mi hogar. Y tú, Ludy, como parte del equipo de Leónidas tienes parte de la responsabilidad, ayúdame… por favor.
—¡¿Por qué insistes en eso princesita de Astrea!? Ya te he dicho que no se puede. Tenemos cristales de teletransporte, sí, pero no tenemos establecido un punto “B” en la ciudad de Astrea.
“Punto B, ahora que lo recuerdo, en la academia me explicaron más o menos como funcionaban estos cristales. Básicamente estos son obtenidos en unas cavernas específicas, estos cristales vienen divididos en dos segmentos, conocidos como parte A y parte B; técnicamente al ser separados ambos segmentos, cualquier ser vivo que toque uno de los cristales será teletransportado a la ubicación donde esté el otro cristal sin importar la distancia. Es decir, el segmento A de un mismo cristal teletrasporta a una persona a donde esté el segmento B y viceversa. Demonios, Leónidas y Ludy mencionaron que no tenían establecido ningún cristal en Astrea, lo que significa que no puedo contar con los cristales, aunque…”, Rigel meditó rápidamente en aquellos conceptos, el chico buscaba desesperadamente entre sus recuerdos una solución efectiva para resolver su problema, pero luego se dio cuenta de algo.
—Una Central de Teletransporte.
—Meow. Nye. ¿Murmuraste algo, princesita? —Le dijo Ludy a Rigel.
—¡Eso es!, Leónidas. ¿Hay una Terminal de Aventureros cerca?
—Uy, uy, de hecho, sí —respondió Aria por Leónidas—. ¡Cuando la espléndida Aria te ofreció amablemente su ayuda momentos atrás!…
—No te pregunté a ti. —Le interrumpió cruelmente Rigel y luego observó como Arie había arrugado su precioso rostro.
—Rigel, no me agra la actitud que tienes contra mi hermana. En efecto. —Dijo Arie, por primera vez se mostraba un poco enojada.
—Arie, no podrías entenderlo. Leónidas, respóndeme… —Se defendió vagamente Rigel y luego miró a Leónidas esperando su respuesta.
—Shit. —Leónidas se llevó el dedo índice a los labios y le chistó a Rigel—. Si quieres saber la respuesta pregúntale a Aria, es la única que tiene permitido responderte en este momento—. Mostró una enorme sonrisa que no inspiraba nada de confianza.
—¡Maldito! —Nuevamente Leónidas había tocado su orgullo.
Tanto Arie como Aria se cruzaron sus brazos y miraron a otro lado.
—Olvídalo, ya no le diré nada —dijo Aria, luego miró a Rigel y le giñó el ojo—. A menos que la campanita “Engrelegida” se retracte de todo lo que a dicho… en ese caso; la hermosa diosa de la bondad, Aria, expiará tu pecado y te dará una segunda oportunidad.
Rigel se arrepintió, quizás si se estaba pasando de la raya y su prejuicio estaba convirtiéndose en un poderoso enemigo. Debía corregir eso de inmediato.
El Elegido observaba a Aria y notaba que su comportamiento no era muy diferente al de un humano, un Eldrie o un Elfo de Hielo, entonces ¿qué era lo que le molestaba tanto de aquella Elfa?; la respuesta era simple: Al ver a la Elfa podía ver reflejado el cadáver de su hermana, quizás tenía cierto parecido físico con ella o tal vez era porque pertenecía a la raza que la asesinó. Fuese lo que fuese, si el chico quería ir a la ciudad de Astrea; no le quedaba de otra que disculparse por todo lo que había dicho y aceptar a la Elfa de Sangre.
—Rigel, es un buen trato, —añadió Arie—. Tengo parte de la responsabilidad al traerte hasta acá. Por ello, como compensación, también iré con ustedes.
—¿En serio? —La idea no le parecía tan mala, sí estaba Arie podría ignorar a Aria—. Entonces acepto. ¡Por favor ayúdame, Arie!
—No tan rápido, amigo. —Arie inclinó ligeramente la cabeza, curveó una ceja y señaló a su hermana—. Debes disculparte con ella. Ciertamente.
Rigel nuevamente meditó en el asunto, expresar aquella disculpa le era demasiado difícil.
—¡Oh vamos, Rigel!, ¿en serio vas a dejar pasar esta maravillosa oportunidad de viajar con la preciosa Arie junto con su majestuosa hermana Aria, dos preciosas Elfas viajando junto a ti en medio de una selva? —dijo Aria y seguido de ello se burló sacándole la lengua.
El chico estaba a punto de decir algo extremadamente cruel, pero se mordió la lengua. No podía cometer el mismo error de antes. Más bien:
—Yo… yo… lo siento, no debí hablarte así… —Se disculpó Rigel a duras penas. Aquella “disculpa” estaba lejos de ser sincera y su tono de voz reflejaba eso mismo.
No le quedó de otra, dejar atrás su orgullo y sus prejuicios.
—Oye, oye, esa disculpa no convence mucho a la sexy Aria, pero qué caso tiene, es un progreso… amm, no es suficiente, por ultimo dame un abrazo. —La Elfa miró a otro lado, cruzó sus brazos y se sonrojó un poco. En realidad, aquello era parte de su venganza, estaba atacando directamente el orgullo de Rigel.
—¡¿Qué?!
—Oh, sí es cierto, al parecer tienes una noviecita a la que debes rescatar. ¡Así que deberías apurarte, no lo piense mucho y abrázame!
Rigel apretó los dientes con fuerza, cerró sus ojos y su puño, se acercó a la Elfa y le dio el abrazo más frio y forzado de toda la historia de Astergard.
—Uy, uy, a la sublime Aria no le convence nada ese abrazo, pero está bien. Ey, ey, con esto es suficiente, es hora de prepararnos para el viaje —dijo mientras alejaba a Rigel con su brazo.
—Maldita sea, muchacho —dijo Leónidas mientras se acercaba a Rigel y le daba unas palmadas por la espalda—. Eres extremadamente complicado ¿sabías?
—Lo siento… —Afirmó Rigel. Toda la conversación se había complicado más y más por culpa suya.
“Cálida, su sangre también es cálida”, pensaba Rigel. “Pese a que la abrace con repugnaría; pude sentir el calor de su piel ¿en que no diferenciamos realmente?”
—Perfecto Rigel, Aria y yo te llevaremos a una Central de Teletrasporte que está al sureste, debemos rodear varías montañas y tardaremos varios días hasta llegar a la central —decía Arie—. Pero no podemos irnos de inmediato, la selva de Itceles es peligrosa y debemos prepararnos muy bien, llevar provisiones suficientes y con suerte llegaremos en un mes.
—De hecho. —Leónidas nuevamente chasqueó los dedos y señaló a Arie—. Es posible que lleguen a su destino en menos de una semana. —Mostró una sonrisa enorme y este comentario captó la atención de todos los presentes—. Si rodean las montañas tardaran mucho, pero si las atraviesan acortaran bastante camino. Tengo un mapa que marca varios túneles subterráneos que pasan a través de las montañas, pero el problema es que si toman ese atajo es posible que se encuentren con Eldries Salvajes que no están dispuestos a dejar ir a ningún Elegido. A menos que pasen por el Bosque de las Tinieblas…
—Eso no importa, los aplastaré —respondió Rigel con una sonrisa en su rostro—. Debo llegar a la ciudad lo más rápido posible.
—Eso me agrada, aun así, no es suficiente para que personajes como ustedes lleguen en una sola semana. Así que vayan a una taberna en el pueblo de Aaslam y busquen a un Eldrie llamado “Rufus Do Countti” y entréguenle esta moneda. —Leónidas sacó de sus bolsillos una moneda y se la arrojó elegantemente a Rigel—. Dile que yo, Leónidas, los envió a ustedes en una misión especial y que les entregue una Babosa Dragón. Con ayuda de esa criatura llegaran rápido a su destino.
—Vaya, vaya, Leónidas, te guardaste lo mejor para el final ¿no? — Dijo Arie mientras le sonreía admirada—. Fascinante.
—Ya sabes… siempre es bueno tener un as bajo la manga. —Chasqueó sus dedos—. Eso es algo de sentido común para todo fanático del misterio y del drama. —Mostró una sonrisa de oreja a oreja.
Ahora se podía sentir la genialidad en el ambiente, por fin todos habían llegado a un acuerdo y Rigel podría empezar a dar marcha, y aventurarse en la selva de Itceles, la selva más mortífera y peligrosa del mundo. ¿Lo Conseguirá? ¿podría llegar sano e intacto a su ciudad natal?, pues eso no importaba mucho, la determinación de Rigel era imparable, superaría cualquier obstáculo y derrotaría al legendario cazador de elegidos sin importar qué…
Lo que nunca se imaginó fue que el destino le tenía preparado un sanguinario futuro…
—¡Pero antes! —De pronto apareció Mini quien consiguió liberarse del collar, y fue al balcón vistiendo un traje de sirvienta muy descotado. Sobre sus manos sostenía una bandeja con una deliciosa comida.
—Deben prepararse para su aventura. ¡Empiecen con llenarse el estómago! —Inclinó veinte grados su cuerpo, guiño uno de sus ojos y mostró una ternura que podría ablandar a la persona más cruel.
—Vaya, vaya, todos ustedes están locos. —Finalmente dijo Rigel con una sonrisa en su rostro—. Qué demonios.
Parte 4.
En algún lado.
Ya empezaba a caer el atardecer y un radiante rayo de sol naranja iluminaba la superficie del mar, reflejando este una bella combinación naranja y amarilla.
Un hombre que estaba sobre un extraño panel purpura levitaba sobre las nubes manteniendo un porte dominante.
A lo lejos, este sujeto pudo divisar tierra firme. Tras un largo viaje el hombre por fin llegó a su destino: “el continente de Astergard”. Mientras más se acercaba mejor podía contemplar aquella costa que tenía repartidas muchas casas en diferentes direcciones. Posiblemente se trataba de alguna aldea lejana.
El lugar era pacífico y muchos aldeanos humanos andaban de acá para allá en sus dirigencias diarias. Los pequeños niños corrían y jugueteaban con la arena, mientras sus madres los observaban con una sonrisa en sus rostros. Sus inocentes y escandalosas carcajadas generaban un encantador ambiente de paz y felicidad.
Varios niños se reunieron frente a la playa y empezaron a lanzar rocas al mar a ver quién las arrojaba más lejos. De pronto, el suelo tembló y de la arena surgió una gigantesca criatura que venía bajo la tierra, justo donde estaban los niños.
Era un gusano gigante con una dentadura circular que podía girar como un rotor, el gusano color tornasol terminó de surgir levantando una montaña de arena que de inmediato enterró a varios niños, otros fueron devorados y destrozados en miles de pedazos tras ser devorados por la gigantesca criatura.
Sangre. Mucha sangre. Sangre por todos lados. Muerte. Muerte por todos lados. El gigantesco gusano empezó a destruir toda la aldea y a masacrar a muchos humanos. La paz fue brutalmente anulada tras la aparición de esa calamidad. Para un monstruo como ese, que media unos doscientos metros de largo; destruir una aldea era pan comido o, mejor dicho: carne humana comida.
Justo cuando el gusano disfrutaba del banquete, surgió otro gusano de su misma especie tres veces más grande que él, ahora se convertiría en una batalla de colosos por asegurar a sus víctimas.
Incontables humanos huían en todas direcciones, el pánico y el terror predominaba. Y los gritos de horror fueron a parar a los oídos de aquel hombre que observaba sobre las nubes.
Sin embargo, mientras las criaturas luchaban y mataban a muchos humanos a la vez, un rayo de luz azul con forma de C se desplazó a gran velocidad por el aire; cortando con gran facilidad la cabeza del gusano más pequeño.
—Corte supremo (HS) —decía un Elegido que vestía una prenda ajustada, sostenía una Katana y poco a poco se acercaba a la otra criatura—. Prepárate para ser eliminada bestia repugnante.
La aparición de este sujeto llamó la atención de alguien. Sí, llamó la atención de ese mismo hombre que levitaba sobre las nubes. Entre sus manos empezaron a generarse dos espadas purpuras, como si se construyesen en el aire con partículas de un extraño elemento violeta que poco a poco se armaba.
—Es hora de ir de cacería —dijo Orión, el cazador de elegidos. Y se acercó a su presa.
Muerte, muerte, muerte, muerte, muerte, muerte, muerte…
Una batalla sangrienta estaba por empezar…
Extra:
Comments for chapter "5.0"
QUE TE PARECIÓ?
Que una hermosa elfa te diga q la abraces y no quiera hacerlos hacerlo( meme : A mí se me hace q eres marica) bien… Más eldriels( creo q eran la raza de los gatos humanizados no?)estoy comenzando a pensar q el planeta es thundera y las demás razas lo llegaron a invadir :v Haha buen capítulo 👍
Oh. Que tragedia 😨 su enojo estalló como una tormenta. Su dolor es incurable por la perdida de su hermana, un dolor terrible. No hay nadie que le quite ese dolor , ningún medidamente puede curar ese dolor. En ese momento solo quería enviar a sus enemigos al destierro.😔👍🏻
En efecto. Debe ser un sentimiento terrible.
Me llamó la atención los cristales y me encantó el de color azul. No quería pasar al siguiente cap. sin comentar jaja.
Parecen mágicos y evocan algo mas exótico se activan al momento de hacer el teletransporte y se encuentran entrelazadas de alguna manera. Me preguntaba si hay un limite de velocidad?
Muchas gracias por leer esta opinión!! (>‿◠)✌
Si con limite de velocidad te refieres a el tiempo/velocidad en el que un individuo tarda en llegar al otro punto, entonces como tal no, es inmediato.
¿Supongo que te hacen recordar a gemas bellas?
Sí están entrelazados por una fuerza que solo existe en ese mundo, se llama «factor de teletrasporte», es algo invisible como el aire. La mejor manera de ilustrarlo es con un agujero negro (O al menos con las teorías que existen del mismo).
Y más bien gracias a ti, Marita, por siempre comentar.