El cazador de elegidos - 6.0
Capítulo 6: El Orgullo de un guerrero
Parte 1.
Ya empezaba a caer el crepúsculo y el viento que ve venía desde el este al oeste traía consigo el salobre aroma del océano. En aquella costa, frontera del mar, un glorioso espectáculo de muerte había iniciado. En dicho pueblo humano donde habitualmente sus residentes disfrutaban de la agradable vida costeña, dos calamidades emergieron de la arena y en el acto: trituraron, licuaron y destruyeron a todo ser vivo que tuviera brazos y piernas. Con sus mandíbulas circulares abarrotadas de dientes y con la capacidad de girar velozmente como una licuadora; los gigantescos gusanos destruyeron gran parte del pueblo en solo minutos.
Los aldeanos huían en todas las direcciones, como una estampida que luchaba por sobrevivir. Otros simplemente estaban pasmados del miedo, niños en posición fetal traumados al observar cabezas trituradas, tripas desparramadas y extremidades cortadas. Estas serían imágenes que, sin duda, jamás se borrarían de sus prematuras mentes. Era de esperarse, muchos eran familiares o amigos que fueron alcanzados por las gigantescas mandíbulas de estas criaturas y, mientras sus víctimas se licuaban dentro de su dentadura, partes de sus cuerpos saltaban desparramándose por el suelo.
Las casas hechas de madera y piedra fueron destruidas con la misma facilidad con la que un cristal delgado cae al suelo. Fuego, gritos, horror y terror. La paz de aquella costa se convirtió en algo añorado, ahora no era más que un lugar donde quizás solo el más fuerte podría sobrevivir. Pero… en medio del caos y la destrucción.
—¡Corte supremo (HS)!
Una cuchilla de luz azul con forma semilunar, había cortado con una irracional facilidad la cabeza de una de las calamidades.
Un Elegido se había hecho paso a través de la horrorizada multitud. El avanzaba mostrando un porte dominante y sostenía una larga y delgada espada curva conocida como “Katana”. Observar a este hombre destruyendo con tal facilidad a dicha criatura, causó que algunos aldeanos se detuvieran asombrados, para los ojos de los aterrorizados residentes aquel hombre no era más que… ¿un héroe?
—¡Aguarden aquí, no son más que repúgnate ganado! —dijo el Elegido con voz autoritaria, luego apuntó con su espada a la segunda criatura—. Repúgnate, ¿quién te ha dado permiso de comerte nuestro repulsivo ganado? No eres más que una repugnante criatura. —Sus ojos rojos fulminaron a la bestia.
El segundo gusano —que fácilmente alcanzaba los cuatrocientos metros de largo— ignoró las palabras de aquel hombre y empezó a devorarse el largo cuerpo sin vida del primer gusano. Su mandíbula, que era mucha más grande que la del primer gusano, empezó a triturarlo y a desbaratarlo. La sangre que surgía del cuerpo colosal del anélido, era tan abundante que fácilmente podría compararse con un rio de sangre.
—¡Osas a ignorarme, bestia repugnante! —El elegido apretó sus dientes y avanzó con calma a donde estaba la criatura—. ¡Te purgaré del error de osar a ignorar a un Caballero Real como yo! ¡Tu repugnante cuerpo sin vida será tan repugnante que dicha repugnancia alejará a los mismísimos repugnantes carroñeros! —Con carencia de sinónimos, el hombre dictó su sentencia sobre el gusano que lo ignoraba. Usó su espada realizando un ataque curvo horizontalmente que simplemente cortó el aire—. Corte supremo (HS).
Nuevamente una cuchilla de luz semilunar surgió de su espada y surcó el cielo a gran velocidad causando un silbido. La cuchilla rozó por un costado de la criatura, pero aquella cortadita fue más que suficiente para hacerla sangrar mucho y, más importante aún; llamar su atención.
—Para un osado Caballero Real como yo, matar a una repugnante criatura como tú de esta forma sería demasiado simple. Osaste a repugnantemente licuar a mi repúgnate ganado, entonces, como mínimo, te trituraré en miles de pedazos, para que tus repugnantes segmentos decoren por toda la eternidad este repugnante lugar.
De nuevo, con falta de sinónimos para la palabra “repúgnate”, el caballero se acercaba con calma a la criatura hablando y hablando. El gusano a gran velocidad serpenteó sobre la arena levantando nubes de polvo, estaba acercándose al atrevido Elegido. La agresividad con la que se desplazaba hacía temblar el suelo, y su dura piel partía árboles y casas con una absurda facilidad. La bestia estaba enojada.
Los aldeanos estaban detrás del Elegido, pero cuando notaran que el gusano se les acercaba, nuevamente el pánico y el terror tomó protagonismo.
—¡Vamos a morir!
—¡Mamiiii!
—¡Ayuda!
Dando por hecho que aquel Elegido no podría derrotar al enorme anélido; mujeres, niños y hombres exclamaban oraciones como esas con desespero y pavor. Incluso, en aquel momento desesperante, para algunos sus emociones colisionaban contra la lógica misma. Perder a sus seres queridos causaba un dolor en sus corazones que les quitaban sus razones para vivir, por eso, muchos optaron por quedarse estáticos ignorando sus instintos de supervivencia, mientras esperaban su muerte segura. Dolor. Mucho sufrimiento. Un daño permanente… el horrible sentimiento de que jamás volverían a ver ciertos miembros de sus familias u amigos los congeló.
—¡No podré vivir sin mi hijo!… ¡Tampoco seré papilla para gusanos! —aseguró una humana entre sollozos a la par que se apuñalaba la garganta con un vidrio, cortando así su yugular y chorreando sangre por doquier.
—¿¡Como osas a suicidarte tan repugnantemente frente a mis ojos!? ¿En qué momento te di mi permiso para hacerlo, repugnante humana?! —dijo el Elegido, quien volteó la mirada ignorando la gigantesca criatura que se le aproximaba y miró furioso a la mujer. Luego gritó—. ¡Repugnantes humanos! ¡Mantengan la calma! ¡Yo los protegeré de esta repugnante bestia! ¡¿Qué pastor no cuida a su insignificante ganado?!
Seguido de decir aquello, avanzó a paso rápido al encuentro de la criatura.
—¿Lo va a atacar cuerpo a cuerpo cuando puede hacerlo a distancia?! ¡Ese elegido está loco! ¡Morirás! —gritó un aldeano. Sus palabras intensificaron el pánico.
Con una elegante pose de batalla como la de un samurái y con agiles movimientos; el Elegido llegó al encuentro del gusano dispuesto a rebanarlo con su espada. Dio un salto y desenvainó su katana cortando el aire mientras se desplazaba. El gusanó empleó su largo cuerpo y alzó su cabeza verticalmente esquivando el ataque, luego volvió a bajarla a fin de atacar al Elegido desde arriba. Ahora, la criatura estaba a punto de matar al caballero con facilidad… pero el Elegido mostró una sonrisa satisfactoria.
—El filo que todo lo corta (HS). —Usó su habilidad y su Arma Sagrada, la katana, se iluminó con una tenue luz amarilla.
Apenas la dentadura circular de la bestia alcanzó al Elegido cuando él aún caía, el hombre viró en el aire y tras una ráfaga absurdamente veloz con bien entrenados movimientos; el hombre “bailó” en el aire, siendo su filosa katana su compañera. Él cortó la dura dentadura de la bestia en pedazos y rebanó en picadillos todo su labio superior e inferior, reventando su cabeza y fragmentando su cerebro.
—Eso no es todo. —Denotó una sonrisa aún más grande—. ¡Velocidad de la luz (HS)!
Un rayo de luz se desplazó por los cuatrocientos metros de largo del gusano. El Elegido desapareció de su posición y reapareció en un parpadeo al final de la cola de la bestia.
Con porte de samurái, el Elegido hizo un par de malabares con su katana solo para presumir y luego la envainó con destreza. Cerró sus ojos y a sus espaldas escuchó como el gusano expulsaba lo que sería su ultimo chillido, posteriormente, la bestia explotó en pedazos. En solo un parpadeo, el Elegido cortó las paredes del cuerpo del anélido, rebanó sus cinco corazones y tajó todos sus órganos en general. El gusano explotó en sangre y jugos gástricos, causando así una laguna de sangre viscosa.
—Vaya, vaya, esto es repugnantemente asqueroso —dijo mirando su ropa negra ajustada y las pocas partes de armaduras que cubrían su cuerpo, siendo un guantelete dorado y un par de botas brillantes. Estos quedaron completamente cubiertos con la sangre del gusano.
—¿¡Qué… pasó!? Acaso él es… —comentó el mismo aldeano que antes lo subestimó, observaba atónito al Elegido que ahora estaba frente a la playa muy alejado de su posición. Mientras hablaba, fue interrumpido por una voz familiar. El dueño de dicha voz pasó a su lado empujándole el hombro. El aldeano tras ver a esa persona, abrió sus ojos como platos.
—Una repugnante criatura como tú no es digna de mencionar mi glorioso nombre… Yo soy… —dijo el sujeto.
Al lado del aldeano pasó el mismo Elegido que derrotó a la criatura, sin embargo, su ropa estaba completamente limpia. Él Avanzaba mientras observaba a su otro “yo” frente a la playa. ¿Cómo es que ahora había dos caballeros samuráis completamente idénticos? Esta pregunta causó confusión entre todos los aldeanos que se quedaron a observar el combate.
—…Soy Aldebarán Castella Ulquirrinose De Farabulla. Caballero Real del Rey Supremo de Astergard: Arturo De Luke. Soy poseedor del título otorgado por el Rey “La espada que todo lo corta” y nombrado por la Reina Suprema de Astergard, cuyo nombre está prohibido mencionar, como el “Caballero de la luz”. —Se presentó el Elegido con orgullo.
—¡¿Caballero real?! —El aldeano se puso pálido tras escucharlo y se alejó cauteloso del Elegido.
Tras escuchar la larga presentación del caballero, los aldeanos se sorprendieron y, aquellos cuyos corazones no fueron afectados por el dolor de perder a un ser querido; empezaron a celebrar la brutal victoria del Elegido.
—Nada mal para ser un clon mío —dijo con jactancia, ignoraba a los humanos y tocaba la empuñadura de su espada.
El clon de Aldebarán que estaba frente a la playa desapareció sin dejar ni el más mínimo rastro.
—¿¡Un clon?! —exclamaron varios aldeanos admirados—. Si eso es lo que hace un clon, no me puedo ni imaginar lo que puede hacer el original…
Al parecer, habían interactuado muy poco con los Elegidos, pero era innegable que dicho Elegido tenía una gran cantidad de poder.
—Señor, gracias por salvarnos. —Un pequeño niño humano se acercó al caballero y le mostró una inocente sonrisa—. Tome esto como muestra de agradecimiento —El niño le acercó lo que parecía ser una perla—. Era de mi madre… —Sus ojos se aguaron—. Es el ultimo recuerdo que tengo de ella, pero es lo único que puedo ofrecerle. Usted le salvó la vida a mi hermana…
Aldebarán miró fijamente la perla que el niño le ofrecía, frunció el ceño, tomó la perla y la partió con sus dedos. El niño observó cómo los fragmentos de la perla caían al suelo y eran llevadas por el viento… lagrimas brotaron de sus ojos y no dejaba de preguntarse: “¿por qué?”.
—Repugnante. —Aldebarán pasó su mano por su mejilla derecha señalando el símbolo en forma de espiral que allí estaba. Después, sin razón aparente, abofeteó cruelmente al chico que estaba frente a él. Este cayó al suelo adolorido y empezó a llorar aún más que antes.
El sonido que se produjo por la cachetada, causó que los aldeanos dejaran de celebrar y un silencio incómodo permaneció por unos segundos.
—¿Por qué están celebrando?… —El engruesó su voz y repartió su mirada entre todos los aldeanos que estaban allí reunidos. Sus gestos solo trasmitían maldad y prejuicio. Los aldeanos captaron aquel significado y en las caras de muchos se pudo ver reflejada una autentica angustia—. Criaturas repugnantes ¿de verdad son tan repugnantemente idiotas como para creer que yo, Aldebarán Castella Ulquirrinose De Farabulla, vine hasta acá solo para salvarlos sin más? ¡Este es un criadero de humanos virgen! ¡Necesitamos ganado!… ¡Repugnante ganado!
—¿Ganado? ¿Criadero? ¡¿De que estas hablando?! —Se quejó un aldeano enojado y se acercó agresivamente al Elegido.
—¡Como osas! ¡¿A caso te di permiso para hablar!? —Clavó una mirada asesina sobre el aldeano.
Esta mirada daba un claro mensaje “da un paso más y estas muerto”, cualquiera podría interpretarla de esa manera con facilidad.
El aldeano se intimidó tanto que sintió una punzada en el pecho y se alejó pacíficamente.
—Lo lamento —dijo, estaba encogido de hombros.
—Bien. Vine hasta acá para llevarme a todos los repugnantes niños de la aldea. —Bajó el tono de voz tras expulsar un suspiro—. Serán convertidos en esclavos.
Muchos lugareños se miraron a las caras y la angustia empezó a incrementarse. Las madres sostuvieron a sus pequeños hijos con fuerza y otras empezaron a suplicar y a caer en llanto. No tenían alternativa… desobedecer aquello significaba la muerte.
—Caballero, por favor, reconsidere este asunto. Mis hijos… —Una humana se acercó con lágrimas bajando por sus mejillas y se tiró al suelo suplicándole al Elegido, pero fue interrumpida.
—Repugnante ¡¿Acaso te di permiso para hablar?! Me llevaré a todos los niños que me plazcan. Esto es un decreto oficial del lord de este estado, Kraitor: “Todos los jóvenes menores de quince años…”.
El caballero también fue interrumpido tras sentir la tierra temblar sin previo aviso, los arboles alrededor empezaron a agitarse y en el mar se formaron múltiples olas de agua. Estaba claro, un monstruo emergía…
Parte 2.
—¿¡Qué demonios?! —dijo Aldebarán mientras sentía la tierra tambalearse.
De entre los arboles salió un cuadrúpedo, este tenía un largo hocico repleto de baba espumosa y dientes enormes que sobresalían de su boca, a simple vista, se apreciaba que sus caninos eran tan afilados como sables. La bestia era similar a un león gigante y cada paso que daba hacía temblar la tierra. Por otro lado, del mar surgió lo que parecía ser un escorpión gigante color naranja intenso, con ojos como los de un cangrejo y estaba armado con grandes tenazas similares a tijeras gigantes.
El aspecto de las criaturas podría intimidar a cualquiera que la observase y, de hecho, así fue. Hasta el mismo Aldebarán sintió como un escalofrió recorría por toda su medula espinal al estar en presencia de ellos. El enorme león rugió tan fuerte que amedrantó a todos y el escorpión se posicionó justo al lado de él luciendo su peligroso aguijón.
Algo no estaba bien, las criaturas estaban quietas sin atacar. Solo intimidaban, no actuaban. Era como si estuviesen esperando algo…
—Naturalmente, esos animales no deberían estar juntos —analizó Aldebarán. Estaba concentrado con los nuevos enemigos—. Unos repugnantes Gusanos torbellinos, un Perro perdicipio y un Cangrejo escorpión de mar. Estas bestias no deberían estar en el estado de Kraitor. ¿Qué está pasando?
Los aún sobrecogidos humanos, temblaban al ver a los monstruos que estaban cerca de ellos. “Huye” “corre” “Escapa”, muchas de estas palabras pasaban por sus mentes, pero sus piernas no les respondían. Una formidable tención se manifestó en el ambiente. Un terror desmedido fue infundido solo por las fuertes miradas de las bestias. El hecho de que estas no ejercieran acción alguna, era aún más preocupante.
—Ja, ja, ja, ja, ja…
Una ruidosa carcajada irritante empezó a escucharse, la risa provenía desde los árboles y una figura misteriosa aparecía.
—¡Maravilloso! ¡Fascinante! ¡Esplendido! ¡Sorprendente! ¡Único! ¡Irrefutable! ¡Increíble! ¡Majestuosooososososo! —La nueva persona dejó verse.
Era un hombre con una cara llena de cicatrices, con un parche en su ojo izquierdo, rodeado de múltiples bufandas y que vestía ropa holgada. Se posicionó tranquilamente al lado de ambos monstruos y se atrevió a acariciar al Perro Perdicipio. Sin embargo, ninguna de las criaturas le hizo daño, sino todo lo contrario; correspondieron a sus caricias.
Algo peculiar de este sujeto era que tenía una larga y antinatural legua que salía de su boca, para hablar correctamente se la mordía haciéndola sangrar. Una manera simple de describirlo sería, “la encarnación de lo desagradable”.
—¿¡Quién eres tú!? Repugnante Elegido. —Dijo Aldebarán con voz imponente tras observar el símbolo con forma de espiral que estaba en la mejilla del sujeto desagradable.
—¡Señor de las bestias, domador de monstruos y padre de calamidades! ¡Soy “El sin nombre”! Y tú eres, Aldebarán Castella Ulquirrinose De Farabulla. —Empezó a girar su globo ocular circularmente, su tono de voz agrio solo trasmitía locura pura y, sin duda, repugnancia—. Tu actuación fue… ¡Asombrosa! ¡Reluciente! ¡Brillante! ¡Extraordinaria! ¡Excelente! ¡Incuestionable! ¡Fantástica! ¡Estupenda! ¡Genial! ¡Sobresaliente! ¡Magnificente! ¡Magnifica! —Empezó a reír lleno de locura— Y eso que yo, yo ¡Yoooo! ¡Humildemente vine hasta acá solo para alimentar a mis mascotas con carne humanaanana! ¡¿No te da pena, vergüenza, remordimiento, arrepentimiento o retraimiento tus acciones, Aldebarán Castella Ulquirrinose De Farabulla? ¡Sin duda mis mascotas se deleitarán comiéndote, devorándote, masticándote, tragándote y almorzándote! Solo mira sus caritas, mira su hambre ¡Mira su sed de sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangreerere!…
Sus últimas palabras causaron un revoltijo en los estómagos de todos los aldeanos, un deseo de eliminar a aquel tipo nació en sus corazones. Estaba claro, él era el culpable de toda la masacre y destrucción causada.
—Supongo que su Habilidad Sagrada le permite domar monstruos, esto es repugnantemente molesto —refunfuñó Aldebarán para sí mismo. Tenía entrecejo fruncido y no bajaba la guardia ante ese individuo que rebosaba de locura. Finalmente, tocó la empuñadura de su espada y le dijo al hombre—. Repugnante, muy repugnante, tu osada presencia me causa un repugnante dolor de estómago. ¡Por tu culpa mucho ganado a muerto! Además, osaste a cometer el repugnante pecado de mencionar mi esplendoroso nombre con tu sucia boca ¡Solo mi espada será la expiación de tu repugnante pecado! ¡Te cortaré en pedazos! —Nuevamente realizó su postura de combate.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Sííí! ¡Perfecto! Así es como debe ser… —“El sin nombre” sonrió de oreja a oreja. Un portal apareció a su lado y sacó de allí una espada blanca que parecía estar hecha con los huesos de los monstruos más temibles.
—¿De verdad crees que esa repugnante arma… —curvó las comisuras de su boca haciendo una sonrisa desafiante y señaló la espada del sujeto loco—… será capaz de detener mi espada que todo lo corta?
—No, claro que no. —El Elegido loco entrecerró sus ojos, dejó de acariciar a sus bestias, se acercó a Aldebarán dejando atrás a sus “mascotas” y se mordió la lengua con tanta fuerza que le termino sangrando—. ¡Domador de demonios (HS)!
Otra vez la tierra empezó a temblar, el suelo se agrietó. Y muchos metros atrás del Perro perdicipio, apareció otro gusano gigantesco. Este surgió levantando una montaña de arena y causando un desastre colosal. Este era mucho más largo que los anteriores, fácilmente llegaba a un kilómetro de largo.
Gigante, colosal y descomunal, estas palabras no eran suficientes para describir aquella calamidad.
—¡Debe ser una broma! —gritó un aldeano aterrorizado a la par que retrocedía.
Todos los lugareños empezaron a huir hasta perderse en el bosque.
—Esto es todo lo que tengo, Aldebarán Castella Ulquirrinose De Farabulla. Este es todo mi potencial, mi amor, mi recolección. Esta es mi vida y mi alma contra ti. Mis monstruos tienen hambre ¡Que coman! ¡Que coman! ¡Que coman! ¡Que coman! ¡Que coman!…
“El sin nombre” tenía alzado los brazos y detrás de él estaban sus tres imponentes bestias monstruos, esperando a que se les ordenase atacar. Incluso Aldebarán estaba dudando en si podría derrotarlos a todos.
Tratándose de otro Elegido, la cosa era más compleja. Pero: “Jamás me he echado para atrás en un combate”, pensó.
Un código de caballero quedó grabado en su cuerpo y alma. Sin importar el enemigo, él jamás se rendiría, seguiría adelante y los aplastaría. Debía ser el orgullo de ella… ¿Tenía dudas’?, sí. ¿Pensaba en el fracaso?, sí. ¿Tenía miedo?, sí. Pero su orgullo lo mantuvo a pie firme y con un valor incorruptible.
—Me das lastima, una repugnante lastima, te sacaré de tu podredumbre. —dijo Aldebarán con voz seria.
Ambos se miraban fijamente, sus ojos trasmitían solo sed de sangre y el deseo de matarse mutuamente. Dentro de unos segundos un enfrentamiento comenzaría. Aldebarán reconoció rápidamente sus límites, sabía que no sería fácil acabar con los tres monstruos, así que utilizaría todo su poder en un solo ataque definitivo. Iba a usar su as bajo la manga…
—¡Ataquen! —Ordenó “El sin nombre” a sus bestias, señalando a Aldebarán y enseñando una gigantesca sonrisa desagradable.
…
Pero nada pasó.
Estando alerta, “El sin nombre” se miró las manos locamente y luego observó a Aldebarán. Pero, ahora el caballero no mantenía su postura de combate, sino que estaba parado normal y, asombrado, veía algo que estaba tras la espalda de su rival.
—¿Qué pasa, mis mascotas? ¡Ataquen! ¡Ataquen! ¡Ataquen! ¡Ataquen! ¡Ataquen! ¡Ataquen! —Ordenó el loco repetidas veces, pero no ocurrió nada.
Lo normal para él, tras dar la orden de atacar, era sentir las vibraciones en la tierra y notar a sus monstruos desplazase contra su oponente. Pero eso no pasó, todo estaba en silencio. Por fin, volteó a donde estaban sus criaturas y fue en ese momento cuando entendió que se invirtió su pelea 360 grados antes de empezar…
Todos sus monstruos se hicieron picadillo, habían desaparecido al convertirse en diminutos fragmentos de carne, huesos y órganos picados. Eran tan pequeños los pedazos, que las toneladas de cuerpo fueron llevadas por el viento hasta convertirse en una nube formada de sangre.
El mar también estaba carmesí debido al montón de sangre con el que fue teñido.
La noche ya estaba a solo minutos de llegar. Frente a la playa estaba un nuevo sujeto que había entrado a escena. Un hombre con cabello plateado, con un extraño traje negro y que tenía un par de espadas purpuras, una en cada mano. Justo en el lugar donde estaba el hombre, antes había un gusano de un kilómetro de largo y un par de bestias a sus lados, pero ahora no había nada… solo una mancha gigantesca de sangre pintaba toda la arena a su alrededor.
¿Qué sucedió? ¿Cómo pudieron hacerse añicos tales calamidades en solo un parpadeo? Y, sobre todo, ¿quién era ese hombre? estas preguntas atacaron las mentes de todos los presentes.
—Entrégame tu vida —dijo el nuevo sujeto mientras miraba con tranquilidad a “El sin nombre”. Sus palabras lúgubres no iban acordes con esa mirada tan serena.
Parte 3.
Desde su enfrentamiento en la Isla Sagrada días atrás, El Cazador de Elegidos, Orión, viajó levitando sobre las nubes en dirección al este. En realidad, no tenía destino alguno, su único objetivo era encontrar presas nuevas. Tras varios días de viaje, encontró tierra firme. Viajó solo ¿qué había ocurrido con Selene?
—¿¡¡¡Y mis mascotas!!!? —gritó “El sin nombre” con la voz entrecortada y mirando a los lados con desespero—. ¿¡Y mis mascotas!? ¿¡Y mis mascotas!? ¿¡Y mis mascotas!? ¿¡Y mis mascotas!? ¿¡Y mis mascotas!? ¿¡Y mis mascotasasasas!? —Tras darse cuenta que sus “mascotas” se habían hecho añicos, miró a Orión, se mordió su larga legua con fuerza y empezó a gritar como todo un descerebrado—. ¡Tú! ¡Tú! ¡Túúúú! ¿¡Tú has hecho esto!?
Orión continuó mirándolo con calma, ignoró sus comentarios y expulsó un largo suspiro. La sentencia ya había sido dictada…
—¡¿Me ignoras?! ¡¿no me diriges la palabra?! ¿¡esa es la ley del hielo?! ¡¿me quitas el habla?! —Prosiguió el loco mientras hacía gestos sin sentido y se jalaba su corto cabello negro con fuerza—. ¡Pagaras caro lo que has hecho! ¡Te mataré! ¡Te lincharé! ¡Te desnucaré! ¡Te destriparé! ¡Y te reventaréréré!
Tras su amenaza “El sin nombre” avanzó a pasó rápido contra Orión, teniendo su extraña espada de hueso en su mano y con una sed de sangre imparable. Su objetivo estaba a varios metros de su posición, en pocos segundos lo alcanzaría y seria el vengador de sangre de sus bestias.
—Así es como debe ser. —dijo Orión con voz gruesa, pero a la vez despreocupada. Su atacante era insignificante—. Dash (¿?)
“El sin nombre” con su mirada fija en su objetivo, cerró sus ojos…
Abrió sus ojos…
El hombre desconocido desapareció de su posición. Para la vista del sujeto loco fue como si el tiempo se hubiese detenido. Él no podía moverse, el mar dejó de agitarse quedando completamente detenido, todo quedó paralizado y en aquel mundo estático, solo una persona tenia permitido moverse; El Cazador de Elegidos. En su último parpadeo, “El sin nombre” contempló como el cazador pasó a su lado caminando con tranquilidad, mientras su espada color amatista atravesaba su cuello, cortando sus venas, su tráquea y sus nervios. Una decapitación perfecta…
Un estruendo. Un temblor. El aire vibró. En sincronía con los movimientos de la espada amatista, todos los presentes contemplaron la majestuosa actuación del nuevo sujeto y sintieron el ambiente temblar.
La espada de Orión terminó su trayectoria casi diagonal y se detuvo abruptamente a medio camino, limpiando así la sangre que quedó sobre su superficie y regándola elegantemente sobre la arena. El cadáver de “El sin nombre” cayó de cuclillas y su cabeza salió disparada por una onda expansiva que la mando a volar hacia el mar, el cual, estaba a la espalda de Orión.
Una esfera azul luminosa salió del símbolo en forma de espiral de la cabeza cortada y fue a parar a la mano del cazador, quien la absorbió.
“¡¿Qué… pasó?!”, pensó Aldebarán. El solo se limitó a observar como en esa milésima de segundo su rival había sido destruido.
“No pude seguir sus movimientos”, Aldebarán sabía que era reconocido por ser el más rápido y por tener una buena visión. Pero, ahora había aparecido este nuevo sujeto al que no pudo seguirle sus movimientos. Al menos por esta vez…
—¡Perfecto! —Aldebarán se denotaba complacido. El guió su mirada a donde estaba Orión—. ¡Magnifico! ¡Al fin alguien que no me causa repugnancia! Osaste a ser un digno rival. —Señaló a Orión y alzó aún más su voz—. ¡¿Eres aliado o enemigo?!
Orión se quedó parado al lado de su víctima. El Elegido que estaba a considerables metros frente a él, llamó su atención…
—Parece que no serás una presa tan decepcionante… —respondió el cazador tras mirar a su nuevo objetivo y señaló con su cabeza el cuerpo sin vida que estaba arrojado a su lado—. Hoy es tu día de suerte, pelearás —Su cara no mostraba emoción alguna—. Considérame como aquel que reclama lo perdido… En fin, dame tu vida.
Una emoción irrazonable inundó el cuerpo del Elegido, sintió como la adrenalina circulaba por su cuerpo, su respiración y pulsaciones se aceleraban y sus pupilas se dilataban. “Un digno rival”, pensó.
—Eso significa que no me contendré contigo… ¡Sí! —Aldebarán abrió mucho sus parpados y mostró su postura de combate— ¡Sííí! —Peló aún más los ojos, engruesó su voz, pulió su postura de samurái inclinando un poco más sus rodillas, echando para atrás su pierna izquierda y oblicuando su cuerpo—. ¡Sííí! —Abrió al máximo sus ojos, su sonrisa entusiasmada llegó a su límite y su postura de combate quedó en la posición perfecta—. ¡No me decepciones! —Hizo una larga pausa y tomó la empuñadura de su espada—. Eso sería repugnantemente aburrido… coloquialismo
—Ya veo… —Su respuesta indiferente y seca no combinaba con las palabras apasionadas de su nuevo rival—. Dash (¿?)
Aldebarán parpadeó…
Antes que el Elegido pudiese atacar, Orión ejecutó la misma habilidad de antes. El cazador desapareció de su posición y una estela purpura lo siguió como una larga línea fina. En ese último parpadeo de Aldebarán, el tiempo se detuvo para sus ojos, un sujeto con un largo traje negro pasó a su lado caminando como si nada y su espada amatista cortó su cuello… Todo ello en una fracción de segundo.
—Decepcionante —dijo Orión mientras observaba la cabeza de su rival desprenderse de su cuerpo.
Nuevamente el aire vibró, los pocos aldeanos que se quedaron a observar el enfrentamiento fueron batuqueados contra el suelo ante el abrumador poder que se sintió en el ambiente.
Orión estiró su mano a donde estaba la cabeza rodante de Aldebarán con la intención de obtener la misteriosa esfera azulada, pero… no ocurrió nada.
Por primera vez, Orión hizo un complicado gesto de confusión.
—Interesante… —dijo tratando de entender lo que ocurría. Al final, resultó ser curiosidad.
Instantáneamente, tanto la cabeza como el cuerpo de Aldebarán desapareció, como si fuese una proyección de luz que lentamente se desvanecía.
—Nada mal. —Orión se interesó más con su nuevo rival—. No eres como esas presas que estaban en la isla—. Volteó su cabeza y miró a la copa de un árbol, un sujeto estaba allí observando.
—Osaste a ser tan patético —dijo un sujeto que tenía un largo cabello rubio que era llevado por el viento y, también, clavaba una mirada homicida sobre el cazador—. Fui más rápido que tú. Justo cuando repugnantemente me atacaste, uno de mis colones tomó mi posición y vine tranquilamente hasta acá. —Se bajó árbol en el que estaba con un ligero salto—. Te engañé con un truco tan simple… decepcionante ¡No eres nada! ¿osaste a creer que moriría de una forma tan estúpida? —Apretó sus dientes con fuerza y realizó su postura de combate—. Según lo que has dicho, tienes relación con el incidente de la Isla Sagrada, ¿no?!
—En efecto, asesiné a la mayoría, para ser más exacto. —Orión se rascó la cabeza con indiferencia—. En fin, te cazaré —Levantó la espada que sostenía con su mano derecha y apuntó con esta a su rival. Sus ojos poco a poco perdían su tonalidad negra a una purpura oscura.
—Entonces mi espada será la expiación de tu pecado. ¡¿Cazarme?! ¿de verdad crees que un ser tan repugnante como tú es capaz de tal logro? —Subestimando a su rival, Aldebarán chasqueó su legua y ejecutó—: ¡Cien clones de luz (HS)!
El verdadero combate comenzó…
En un instante aparecieron muchos clones de Aldebarán a sus lados hasta perderse con el original.
—¿Clones? —preguntó retóricamente Orión—. Pero tan solo debo cazarlos a todos.
Orión se preparó para atacar, pero…
—¡No tan rápido! —exclamaron todos los clones y el original al mismo tiempo. En perfecta sincronía, todos hacían los mismos movimientos del original, Aldebarán desvainó su espada con rapidez y usó—: ¡Corte supremo (HS)!
Un montón de cuchillas de luz surgieron del rápido desenvainado de todas las katanas que blandían los clones.
El cielo se llenó de estas cuchillas que iban a gran velocidad y a dirección del cazador. Detrás de Orión, había muchas casas intactas y algunas con humanos refugiándose dentro de ellas.
—¿No te importa el daño colateral? —Orión extendió su brazo al frente y…— Panel (¿?)
Una placa purpura con trasparecía apareció delante del cazador. Un panel rectangular —lo suficientemente grande— lo resguardó a él y a todas las casas a su espada.
Las cuchillas de luz impactaron contra el delgado escudo, pero no consiguieron penetrarlo y desaparecieron en el acto. Todos los individuos que eran protegidos por la barrera quedaron intactos.
—¡Maldito! —dijo Aldebarán, con cara enojada. Todos sus colones desaparecieron y solo quedó él—. ¡Eso no es todo! ¡El filo que todo lo corta (HS) y ¡Velocidad de la luz (HS)!
Realizando su pulcra postura como la de un samurái, la katana de Aldebarán fue cubierta por una hermosa luz amarilla que, en concordancia con el movimiento que su espada realizaba, dejaba un rimbombante rastro de luz digno del más grandioso espectáculo.
Tras ejecutar Velocidad de la luz (HS); Aldebarán se desplazó contra su oponente a una velocidad absurda. Era tan rápido que sería imposible para un ojo humano seguirle el ritmo. Gracias a su velocidad, la distancia entre Aldebarán y su rival, fue recorrida en una fracción de tiempo casi inexistente.
El Elegido dentro de ese veloz mundo; blandiendo su katana, cortó como mantequilla el panel protector que Orión había formado. Su espada atacó diagonalmente contra la frente de su adversario. Pero, sorprendentemente, el ojo de Orión fue capaz de seguirle su vertiginoso ritmo…
Echando hacia atrás el torso, el cazador esquivó a duras penas el ataque de su contrincante. La punta de la katana pasó delante de su rostro cortando algunos pelos de su cabello. De estar más cerca, su cabeza hubiera sido tajada.
Aldebarán entumeció sus hombros al darse cuenta que su adversario consiguió esquivar su ataque. Orión mostró una cara de decepción…
—¡Imposible! —gritó Aldebarán lleno de orgullo y furia—. ¿¡Cómo puedes…?! No importa, ¡Te haré papilla!
—Sin duda —respondió indiferentemente el cazador.
—¡¿Te burlas de mí?! —Aldebarán retrocedió guardado suficiente distancia—. ¡No me contendré contigo! —Un gran enojo se veía reflejado en su rostro, al parecer, fallar sus ataques tocó su orgullo—. ¡Velocidad de la luz (HS)! Y ¡El filo que todo lo corta (HS)!
Invocó las mismas habilidades de antes y, como si el mundo se detuviera para la vista de ambos guerreros; inició un vertiginoso y frenético combate cuerpo a cuerpo.
Con movimientos comparables a los de un bailarín, Aldebarán realizó miles de estocadas contra Orión, pero este las esquivaba con facilidad. El Elegido cambió su forma de atacar y realizó múltiples tajos en todas las direcciones, cambiando su postura para realizar entre estocadas y ataques curvos.
Contra un enemigo común, este ataque ya lo hubiese hecho picadillo; pero la persona que tenía frente a él era distinta. Un rival que podía seguir perfectamente su frecuencia. Un rival de baile; una danza de espadas donde el más mínimo fallo podría costarle la vida.
A velocidades sorprendentes, Aldebarán continuaba realizando ataques sin cesar, el cazador solo se defendía sin contraatacar en ningún momento. Aldebarán notó que su rival apenas tomaba en serio sus constantes ataques.
Orión, siendo un espadachín que blandía dos espadas, las movía a velocidades imperceptibles para el ojo humano y de esta manera bloqueaba con gracia los incesantes ataques de su rival. Otro detalle era que su batalla estaba generando gran destrucción, pero, de alguna manera, el cazador evitaba que afectase a los humanos.
—¡¿Qué diablos está pasando?! —dijo un aldeano que observaba el combate desde una distancia “segura”.
El paisaje cada vez se veía más afectado por el combate, pero no afectaba a los curiosos espectadores. Para sus ojos era como si el Cazador y Aldebarán tuviesen miles de copias luchando cuerpo a cuerpo y realizando cada una diferentes acciones, pero en realidad no eran copias, sino que se desplazaban y se movían tan rápido que creaban esa ilusión óptica.
—¡Impresionante! —comentó una mujer que entendió lo que verdaderamente estaba pasando.
Espadas chocando una contra la otra, siendo seguidas por estelas de luz purpuras y amarillas, eran una hermosa decoración para el frenético combate.
Tras varios segundos, Aldebarán se alejó de su contrincante. Esta vez parecía cansado y el oxígeno le costaba entrar en sus pulmones.
—¡Maldita rata repugnante! —Apretó con tanta fuerza su puño que le terminó sangrando—. ¡¿Cómo es que mi espada que todo lo corta no puede cortar tu espada?!
—Eso es porque mi espada… —En contraste con el caballero, Orión se mostraba completamente sereno y hablaba con una tranquilidad anormal—… también puede cortarlo todo. —Ahora engruesó su voz.
—Que idiotez. Mi Habilidad Sagrada es infalible —Aldebarán arrugó su cara—. ¡No! ¡¡¡Noo!!! ¡¡¡No perderé!!!
—Suerte.
—¡Mil clones de luz (HS)!
Con el orgullo tocado y con gran ira, Aldebarán creó —gracias a su Habilidad Sagrada del tipo luz— un montón de clones que se generaron en varios puntos.
Eran tantas las copias de Aldebarán que encerraron casi todos los árboles y caminos del pueblo. El daño colateral era inminente.
—¡Velocidad de la luz (HS)! Y ¡El filo que todo lo corta (HS)! —Usaron todos los clones al mismo tiempo.
Todas las copias de Aldebarán se desplazaron hacia el cazador con la velocidad de movimiento potenciada gracias a la habilidad. No obstante, Orión increíblemente las esquivaba todas sin contraatacar. Moviéndose rápidamente, el cazador llevó el combate lejos del pueblo hasta llegar a la planicie de la playa.
De una manera sobrenatural, Orión esquivaba, se posicionaba y bloqueaba los cientos de millones de ataques que le realizaban. Su postura y su técnica era simplemente impresionante. El índice de destrucción incrementó considerablemente y los masivos ataques retumbaron por todo el sector.
Por fin, tras una intensa ola de espadazos, el filo de una de las katanas logró a duras penas rozar la manga del traje de Orión, solo causó una insignificante cortadita. De la nada, todos los clones se desvanecieron y solo quedó el original.
Aldebarán otra vez se retrocedió y observó fijamente al cazador. Tenía gestos cercanos a la locura, estaba pálido y empapado de sudor.
—¡¿Qué eres tú?! —gritó y señaló el símbolo desconocido que estaba en la cara del cazador—. ¡¿Cómo puedes seguirme el ritmo?! ¡Soy el más rápido del mundo, maldita sea! —Le empezó a sangrar la nariz y se tambaleaba. Estaba claro que le costaba mantenerse en pie—. ¡Ni siquiera has atacado! ¡¿Te estas conteniendo o te burlas de mí?!
Aldebarán había dado todo de sí en este combate. Llevó su cuerpo al límite y ejecutó un montón de Habilidades Sagradas, pero esto le salió más caro de lo que esperaba, su cuerpo poco a poco se quebraba: “Pero, aún no me rindo ¡Mataré a ese ser repugnante!”, pensó. Su orgullo como caballero y Elegido aún estaba en juego.
—Ya que insistes, entonces atacaré. —Orión parpadeó con frustración y suspiró—. ¡Púas de la muerte (¿?)! —Levantó la palma de su mano.
En el suelo, donde justamente estaba Aldebarán, empezó a temblar. El Elegido se puso en guardia y con las pocas fuerzas que le quedaban se preparó para defenderse.
—¡¿Qué osas a hacer?! —Vio el suelo y perspicazmente se dio cuenta de que la amenaza se avecinaba bajo tierra—. ¡Maldito!
— ¡Diosa Krisna! —Orión cerró su puño con fuerza.
Con rapidez, surgieron de la arena un montón de pilares gigantescos con puntas filosas, creando un estruendo y haciendo vibrar la tierra.
—¡Velocidad de la luz (HS)!
Ejecutando la habilidad que potenciaba ridículamente su velocidad de movimiento; Aldebarán pegó un súper salto en el momento exacto, así esquivó a duras penas las filosas púas, dio media vuelta en el aire, desenvainó su espada y…
—¡Corte supremo (HS)!
Con una elegancia y agilidad digna de todo un guerrero, Aldebarán se las arregló para sobrevivir a la mismísima muerte. De su espada salió una cuchilla de luz que viajó hacia abajo cortando y destruyendo las púas que casi empalaban al Elegido.
El cazador abrió la palma de su mano y todas las púas regresaron al suelo, desapareciendo en el acto. Y allí, justo en el medio, estaba Aldebarán. El botaba sangre por la boca y usaba la katana como bastón. Orión chasqueó su legua al notar que no acabó con su presa.
—¡¿Qué es esto?! —preguntó retóricamente el orgulloso Elegido—. ¡Repugnante! ¡Repugnante! ¡Repugnanteee! ¡No perderé!, maldito. ¿Que son estas habilidades? ¡¿Qué es este repugnante poder?! Estas al nivel de un Elegido de la Elite ¿O qué? —fue interrumpido.
—Un Elegido de la Elite. —A Orión pareció interesarle mucho esas últimas palabras—. Eso significa que hay Elegidos incluso más fuertes que tú ¿no?
Aldebarán frunció el ceño.
—Tú eres una presa que incluso puede atacar con mucha rapidez, y has logrado sobrevivir a mis ataques—. Al no oír respuesta alguna, el cazador prosiguió—. Como han cambiado los tiempos, ahora son más fuertes…
—¡¿De qué hablas?! —arrugó su cara—. ¡¿No conoces la escala de poder?!
—Interesante…
—Imbécil, basta de parloteo, cazador repugnante. Acabemos con esto.
—Aún en ese lamentable estado, tienes ganas de luchar. Te reconozco como guerrero. Soy Orión, El Cazador de Elegidos… ¿Cuál es tu nombre? —Por fin, a Orión parecía emocionarle más la batalla.
—¡Ja! —A Aldebarán le tronaban los huesos y respiraba forzosamente—. No eres digno de saberlo, ser repugnante. —Incluso estando en gran desventaja y teniendo a su rival intacto; su orgullo permaneció.
—Qué presa tan estúpida… —Orión frunció el ceño y chasqueó sus dedos—. Como sea. Danza de espadas (¿?).
Orión usó otro poder y repentinamente el cielo se llenó de espadas purpuras como las que él blandía. Estas espadas levitaban y se formaban a su alrededor. Eran tantas que costaría contarlas. Todas apuntaban a donde estaba Aldebarán.
El cazador estaba inmóvil, manteniendo un porte de temer y esperaba a que su presa reaccionara ante el ataque inminente que se le avecinaba. La presa peló los ojos y con determinación levantó su katana, pero poco a poco se tambaleaba. Ya no le quedaban fuerzas.
“Este es mi final”, pensó y mostró una sonrisa. Su visión se tiñó de rojo, era sangre que circulaba por su cabeza y que obstruía su visión. Luego, preparándose para recibir el ataque final, algo increíble pasó…
***
Todo se volvió blanco, las espadas desaparecieron, el cazador se esfumó. Una niña rubia corría a donde él estaba…
—¡Papi! ¡Papi! —decía una pequeña Elegida mientras se le acercaba.
Recuerdos… lo más valioso para este orgulloso guerrero. Su hija.
La pequeña niña se le acercó y lo abrazó.
—¡Papi, quiero jugar! No te vayas, papi. Por favor.
El lesionando Aldebarán miraba a la pequeña niña y no dio respuesta alguna.
—Papi, al menos prométeme que volverás. —La tierna voz de la niña penetró su corazón—. ¡Sabes que te quiero!
—Yo también, hija. Te prometo que volveré a casa. —Correspondió al abrazo de su pequeña.
Aquella niña era la que inspiraba coraje a Aldebarán, ella era su orgullo. Él le prometió que se volvería el más fuerte y haría sentir a su hija orgullosa de tener a un padre como él…
“Y cumpliré esa promesa”. Pensó Aldebarán.
Una fuerza de voluntad impresionante circuló por todo su cuerpo. Había muchas cosas que debía decirle a su pequeña hija, este no podía ser su final. El orgullo de este caballero, lo que lo hacía ser tan arrogante y lo que movía las acciones de este hombre; todo iba destinado a un fin…
Ver a su hija sonreír.
El mundo blanco desapareció.
—¡Hoy volveré a casa! —gritó Aldebarán volviendo a la realidad y con una gran determinación que lo mantuvo en pie.
Comments for chapter "6.0"
QUE TE PARECIÓ?
Se convirtieron en objeto de horrorrrrrr. Los aniquilaron por completo, ni pudieron salvarse a si mismos. Los tragó como un gran monstruo y llenaban su barriga con sus vidas.
Esa forma de enfatizar algunas ideas se vio reflejada en la reduplicación de palabras. y lo pude apreciar en casi todo el capitulo. no?
¡Ay su fiel amor de hija era una motivación que le llegaba. Las buenas noticias que llegan como el agua fresca para el que tiene sed! (👍≖‿‿≖)👍 👍(≖‿‿≖👍)
En efecto, esa «duplicación» se llama «paralelismo», usado usualmente en los poemas. En esta ocasión lo utilice bastante para enfatizar la desesperación y el horror. Es decir, si se trata de bestias colosales, entonces sus descripciones y narraciones también deben serlo.
Normalmente los humanos siempre actúan motivados por algo o alguien; la motivación del guerrero orgulloso es su hija.