El cazador de elegidos - 7.0
Capítulo 7
La selva de Itceles
Parte 1.
—Ya han pasado tres días desde que nuestros “héroes” partieron de aventura…
Leónidas, quien estaba recostado contra una pared como de costumbre, dijo aquello como si fuese el narrador de una historia. Esta misteriosa persona sostenía entre sus manos un libro y escribía algo con una pluma.
—Rigel es el protagonista, Aria y Arie como las heroínas. Nuestros aventureros adentrados en la peligrosa selva de Itceles con el fin de ir a salvar a una pobre doncella. —Continuó diciendo—. ¿Lo conseguirán?
—Leo, Ahhhñ ¡Ya bastaaaa, hablas “muchio”! —Se quejó la pequeña Eldire gato, Mini.
Ella se hallaba sentada en una de las sillas del comedor —parecía ser bastante incomoda— y, por alguna razón, estaba lamiéndose tiernamente su mano o, ¿se bañaba como lo hace un gato? No vale la pena pensar en ello.
—¡Shit!, pequeña —Le chistó— Sabes que soy un amante del misterio y las buenas historias. No deberías juzgarme porque quiera llevar un registro de toda nuestra misión. ¿Quién sabe? puede que a futuro se convierta en una historia famosa. —Chasqueó sus dedos y señaló a Mini.
—Miau. Miau. ¡¿Pequeña?! ¿¡Cómo te atreves…!? —Centrándose en una única cosa del comentario de Leónidas, Mini lloriqueó e hizo pucheros con un inofensivo enfado.
—Leónidas, Él ha llegado. Nye. Miau. —Antes de que Mini pudiese seguir quejándose, la voz extraña de Ludy le interrumpió.
Esta curiosa gata parlanchina con problemas de sobrepeso, salía de su cuarto de experimentación y entraba a la sala donde estaban los demás.
Leónidas inclinó aún más su cabeza, sacó el pecho con porte firme, y dejó de mostrar la extraña sonrisa semilunar que usualmente mantenía.
—Que inesperado. Me pregunto qué novedades nos traerá —respondió Leónidas, a la par, dejaba de recostase contra la pared. Tras cerrar el libro que sostenía, prosiguió—: Mini, ven a ayudarme con el ascensor, por favor.
—¡Jo! ¡¿Leo, siendo educado?! ¡¿no será este el fin del mundo?! Miau. Miau. —Se burló Mini, quien ladeaba la cabeza y se llevaba el dedo índice al labio.
—…
Leónidas no dio respuesta alguna, caminó por la sala y bajó por unas escaleras de madera.
—¡Auchi, ignorada! —Expulsó un largo suspiro, se encogió de hombros y se frotó la frente con los dedos, su cara denotaba fastidio—. Madre mía, qué caso tiene. Miau. ¡Y eso que faltaba poco para terminar mi bañito matutino!
***
Madera por todos lados y habitaciones repartidas de una manera curiosa, sin duda aquel lugar era ni más ni menos que, la enorme casa construida sobre un roble gigantesco conocido como “El Árbol de las Edades”. Leónidas también llamaba a ese lugar “Base Secreta”. Aunque visto desde el suelo, era bastante fácil ver esta enorme construcción entre las ramas más altas de un árbol absurdamente gigantesco, ¿qué tenía de secreto ese lugar?
Leónidas abrió una puerta que estaba en la planta baja de la casa y, tras pasar por ella, llegó al centro hueco del árbol. Gracias a una plataforma que estaba fijada en las paredes internas del colosal tronco; Leónidas pudo llegar a su objetivo: “el ascensor”.
Este era un mecanismo primitivo, pero, a la vez, complejo. Esto permitía a los habitantes de dicha casa ascender y descender, para que de esta forma pudiesen salir al exterior.
El olor a madera y otras sustancias impregnaba el lugar.
En parte era tenebroso ese sitio, al estar en lo más alto del centro hueco de un árbol y, al mirar hacia abajo, parecía un hoyo gigantesco que terminaba en una densa oscuridad. Así es, el Árbol de las Edades es tan grande que el diámetro del tronco era comparable al de un edificio cilíndrico.
Finalmente, Leónidas entró al ascensor. Mini, quien también entró a ese lugar, puso ambas manos sobre una palanca que estaba en la plataforma.
—Espero su señal, “jefe opresor”. Miau. Miau. —Dijo Mini.
—¿Desde cuándo tirar de una palanca es demasiado trabajo? Pero ya que insistes, más tarde te compensaré como es debido ¿te resulta? —Respondió Leónidas, a la par, se le dibujaba una sonrisa malintencionada.
—¡Ey! pero sí no eres más que un P-E-R-V-E-R-T-I-D-O-O-O —Mini entrecerró sus ojos, soltó la palanca, se llevó las manos al abdomen con desagrado y miró a otro lado.
—¿¡En qué morbosidades estarás pensando!? —Expulsó una carcajada.
—Nada importante, ¡tonto!
—Curioso, después tendremos una charla acerca de esto… Por ahora, sé un buen personaje secundario y bájame.
—¡Tch! A sus órdenes —Estando con una tierna cara de enojo, la chica gato obedeció y tiró de la palanca a regañadientes.
Se escucharon las cadenas que permitían al ascensor funcionar hacer su sonido característico mientras se movían. Leónidas, quien estaba dentro del ascensor, empezó a descender…
—Pendiente a mi señal para que me subas, enana. —exigió, a la vez, chasqueaba sus dedos y señalaba a la ahora aún más enojada chica gato.
—¡¿Enana?! Grrrr. ¡Ya van dos hoy, te las llevo contaditas! —Amenazó con un gruñido y sacó la lengua, por más que se quejara, la pequeña Eldrie gato no dejaba de verse tierna.
Y así, el ascensor que descendía a una velocidad estable se perdió entre la oscuridad.
Tras pasar varios minutos, el ascensor se detuvo cuando llegó al fondo, Leónidas salió de este y abrió una puerta eficazmente construida entre las paredes del árbol. Esto permitió que la luz blanca del exterior acábese con parte de la terrorífica oscuridad que estaba a sus espaldas. Lo primero que el humano observó, fue el musgoso y frondoso suelo de la selva de Itceles.
—Leónidas —Entonces, una nueva voz masculina se oyó.
Leónidas se volteó a la dirección de esa voz y vio a un hombre vestido con un traje completamente negro, similar al de un ninja.
—¿Qué noticias me traes? —Dijo Leónidas.
—“La cosa” está lista… todos esperamos tus instrucciones.
—¡Chist! —Leónidas le respondió chistándole y llevándose el dedo índice a la boca—. No es que sea quisquilloso, pero no sabemos quién podría estar oculto escuchándonos. Mejor acércate.
—Entiendo, disculpe mi imprudencia. —Se llevó el puño al pecho e inclinó un poco el cuerpo con respeto.
Leónidas se mostraba completamente serio y más sombrío que de costumbre. Estaban en una selva remota, aun así, él estaba siendo cauteloso.
—Fueron bastantes rápidos con “el proyecto”, buen trabajo. Ahora infórmales a “Ellos” que “El Plan A” aún está en ejecución y que aún no es momento de actuar. —Gracias a que este nuevo sujeto se acercó mucho más a Leónidas, permitió que él continuara la conversación, pero hablando en susurro.
—Copiado. —Tras una larga pausa, como si dudara de lo siguiente que diría, el sujeto con traje de ninja continuó—: Por cierto, tengo malas noticias.
—Habla.
—Fueron ejecutados nuestros hermanos de Kraitor… —el sujeto apretó con fuerza su puño, manifestando así su disgusto—… no sin antes ser torturados. Fueron órdenes de ese Rey perverso.
—Esa escoria… —Leónidas chasqueó los dientes, sintió un nudo en el estómago y un sabor amargo en su boca, sin embargo, no perdió la compostura y siguió mostrándose tranquilo—. Si ese es el caso, continúen con los preparativos para “El Plan B” por si acaso y esperen mis instrucciones.
—Copiado.
—¿Eso es todo, informante?
—Afirmativo.
—Vale, entonces retírate y entrégale esta carta a cada uno de “Ellos”. —Leónidas sacó de sus bolsillos un papel doblado y se lo entregó discretamente al sujeto.
—Entendido. Estaremos en contacto.
El sujeto asintió la cabeza respetuosamente y de un rápido movimiento se perdió en la maleza. Leónidas se giró dándole la espalda, entró nuevamente al centro del árbol y cerró la puerta.
—Más te vale que no falles… —Leónidas habló para sí mismo. Luego engruesó la voz—… Rigel.
En medio de la oscuridad, la única lumbrera era la lámpara de aceite que aquel hombre misterioso sostenía entre sus manos. Él escondía muchos secretos, causando que el misterio sea cada vez mayor.
Escuchar las malas noticias de aquel informante hizo que sentimientos tan incognitos como él mismo le molestasen, como una inhabitual irritación que recorría por todo el cuerpo. ¿Qué había pasado con el Leónidas que siempre se mostraba relajado? ¿tanto le afectaban aquellos secretos que ocultaba y aquellas malas noticias? Solo el tiempo podría dar la respuesta.
*********************************************************************
Parte 2.
Tal y como Leónidas había dicho: Rigel, Aria y su hermana gemela Arie, habían salido del Árbol de las Edades para aventurarse en la selva de Itceles hace tres días atrás. Gracias a que se habían tomado un día para planificar y prepararse para el viaje; no tuvieron dificultades relevantes durante esos días de aventura.
—Según la ruta que trazó Leónidas, estamos en la “Arboleda de Arismendi” y deberíamos llegar al “Bosque de las Tinieblas” antes del anochecer. Lo mejor será pasar la noche antes de entrar en esa parte del bosque. ¿Qué opinas?
Una voz tan dulce y lenta capaz de derretir un corazón de piedra se hizo paso en forma de ondas hasta llegar como una suave melodía a los oídos de Rigel. Sí, aquello lo había dicho Arie, la hermosa Elfa de pelo azul. Ella andaba caminando al lado de Rigel. También sostenía un mapa entre sus manos y no dejaba de analizarlo.
—Estoy de acuerdo. Y oye, espera… ¡Oh, demonios! —exclamó Rigel, cubriéndose la mitad del rostro con su gabardina—. “El Bosque de las Tinieblas”. —Su voz se tornó aterradora y, a la vez, juguetona, bromeó haciendo ademanes misteriosos con sus dedos—. ¿No es un título un tanto terrorífico?
Arie empezó a reírse discretamente tras ver a Rigel haciendo aquella pose tan ridícula.
—Que gracioso eres, ¿lo sabías?
—¿Uh? ¿Acaso tengo cara de bufón? —Bromeó.
—Los Elfos de Hielo no tenemos permitido mentir, tomando eso como referencia, pues quizás no de bufón, pero sí como la de un comediante. Intuyo.
—Vaya, vaya… he sido rebajado de ser un noble a un comediante, qué cosas ¿no?
Ambos se rieron en sincronía.
—En efecto. —Ella se llevó la mano al estómago, se sentía un poco rara de tanto reírse—. Pero, hablando en serio, es llamado “Bosque de las Tinieblas” porque, según escuché, una extraña neblina permanece eternamente allí. Ciertos depredadores consideran ese lugar una zona de caza perfecta y, por lo tanto, es extremadamente peligroso para los aventureros.
—Ya veo… pero, ¿por qué demonios Leónidas nos trazó esa ruta?
—Me sorprende que lo preguntes, de hecho. ¿Lo olvidaste?
—¿¡Para hacer más extrema y divertida nuestra aventura!?
—Para nada, amiguito, recuerda que esta ruta nos permitirá llegar más rápido al pueblo de Aaslam. El plan era llegar allí en el trascurso del cuarto o quinto día, pero, para hacerlo, debemos tomar estos atajos que nos señaló Leónidas. El Bosque de las Tinieblas es parte de ese atajo y rodearlo involucraría más días de viaje, cosa que no te conviene.
—Comprendo… En realidad, eso no lo recordaba ¡¿y sabes por qué?!
—…
—Interpretando tu silencio, deduzco que no. La cosa es que, jamás me lo dijeron.
—¿En serio? Interesante, Rigel. Probablemente tengas problemas de memoria o ¿será que estas envejeciendo? —Ella expulsó un largo suspiro, puso una mano en la cadera y la otra en la frente.
Sin razón aparente, Rigel bajó un poco la cabeza y mostró una cara de desánimo. Repentinamente se sintió un poco mal porque aquellas palabras eran similares a unas que le dijo Selene el día que hicieron su promesa. Solo al recordarla, algo ardía en su pecho y le hacía cambiar radicalmente su estado de ánimo. Sin embargo, durante aquellos días de viaje, su relación con Arie había mejorado muchísimo; llegando a convertirse en buenos amigos en tan poco tiempo. Aquel día en el que Rigel despertó en la casa del árbol, él estaba extremadamente inquieto, furioso, angustiado, nervioso y agitado.
Sus sentimientos negativos eran tan fuertes como un ardiente fuego descontrolado que lo autodestruía, pero, desde que conoció a aquella Elfa, ella constantemente le ayudó a apaciguar ese fuego interior hasta convertirlo en una pequeña hoguera que otorgase un gratificante calor. A veces, aquel fuego quería volver a estallar y destruirlo todo, pero ella lo notaba y lo controlaba con sus dulces palabras.
Además, Arie tenía una personalidad parecida a la de Selene y eso claramente influenció en él. Ahora mismo, ella era la única que podía mantenerlo estable.
—La volviste a recordar ¿cierto? —Dijo ella, notando la cara de tristeza en el rostro de Rigel.
—Simplemente no puedo olvidarla, me es imposible. Ya sabes, nada más recordar aquel día hace que todo mi cuerpo tiemble y como si mi mente se borrase del mundo. Puedo estar bien de momento, pero… bueno, ya sabes…
—Sí, entiendo. Aunque, Rigel, no me refiero a que la olvides a ella, eso jamás. Lo que sí debes olvidar, es la idea de que ella está muerta. Tomando en cuenta lo mucho que la quieres, supongo que ella es una Elegida increíble ¿no?
Rigel expulsó una silenciosa carcajada y miró fijamente a la Elfa.
—Increíble es poco, ella es… es… ¡Maravillosa!
—Entonces ten más confianza en ella. Al ser una Elegida taaan maravillosa, debe estar más que bien. Rigel, ella también te ama mucho, ¿crees que se va a dejar hacer daño y, a consecuencia, causarte dolor a ti? —Ladeó la cabeza y mostró una amable sonrisa—. Claro que no. De hecho, al ser tan maravillosa, capaz y sea ella quien te encuentre a ti primero o, mejor aún, quizás derrote al Cazador, no es loco suponerlo viniendo de una poderosa Elegida. —Su tono de voz pausado y deleitante demostraban que se preocupaba genuinamente por él.
Ella entendía los sentimientos de Rigel y sabía que palabas usar para calmarlo. Arie comprendía que, cuando Rigel pensaba en Selene, lo primero que le llegaba a la mente era que ella había sido herida o, peor aún, asesinada a manos del Cazador. Al ser tan negativo, una llama conocida como ansiedad ardía en su interior. Ese grave defecto que mostraba aquel Elegido era tan peligroso que podía atentar su salud mental.
No obstante, con tan solo darle entender que su amada estaba bien y que no se preocupara en exceso, era más que suficiente para que él lograra estabilizarse.
Rigel miró asombrado a la Elfa, ¿por qué sus palabras eran tan efectivas? ¿cómo es que palabras tan básicas tuviesen tal efecto en él? Hace unos momentos, su fuego interior estaba a punto de estallar y extenderse nuevamente, pero ella rápidamente lo notó y actuó. Definitivamente Arie también era increíble. No, ella era maravillosa.
—Gracias, Arie —agradeció el Elegido, mostrando una enorme sonrisa—. Perdóname por ser tan patético, puede que para tus ojos no sea más que un Elegido débil, pero tienes toda la razón. Sí, ella está completamente bien. —Mostró una enorme sonrisa—. Cuando la encuentre, te la presentaré… de seguro serán buenas amigas.
—Tengo ansias por conocerla. —Cerró sus ojos tiernamente, ladeó la cabeza y mostró una apacigüe sonrisa—. Y no me pareces nada patético; es lindo, de hecho. No, es único: ver a un Elegido con sentimientos como los tuyos. Leónidas no se equivocó.
—Gracias… pero, ¿Leónidas? ¿y él que tiene que ver? —Rigel entrecerró sus ojos y denotó una cara curiosa—. ¿Será que ya me revelaras los secretos que tanto me ocultan?
—Ji, ji, ji. Lo lamento, amigo, pero no puedo revelarte nada aún.
Rigel expulsó un largo suspiro y pensó: “No importa, ya me han ayudado mucho. No me quejo”.
Arie se sentía bastante satisfecha ya que había ayudado al Elegido en todos los sentidos. Sus buenas acciones le hacían sentir realizada y satisfecha. Ver los resultados de cómo sus acciones estaban causando que aquel Elegido quebrado poco a poco se reconstruyese; le hacían pensar que todo lo que había hecho hasta ahora había valido la pena.
Pero, había algo más, un sentimiento que hasta ahora Rigel no había expresado de ninguna forma. Ni siquiera Arie lo había notado.
Dicho sentimiento era muy distinto a los anteriores; era aquel que le causaba siempre la misma terrorífica pesadilla. Ese sentimiento era “el remordimiento de conciencia”, pues, ciertamente, Rigel había sido un cobarde que abandonó a sus compañeros.
Él pensaba en que debía mantener su masculinidad al no revelar nada de eso, ya de por si había demostrado mucha debilidad, así que era momento de ser fuerte. Él mismo se encargaría de superar ese remordimiento y vengaría a sus compañeros, ese era el plan.
Parte 3.
Está claro, avanzar por una espesa jungla como la de Itceles era extremadamente molesto y complicado.
Rigel, quien siempre andaba delante de Arie, cortaba la maleza con una espada y una daga que Leónidas le prestó. Con todo, aquellas ambiguas armas forjadas con acero no se comparaban en nada con sus eficientes armas sagradas que tristemente perdió. Aun así, nadie podía negar que Rigel realizaba un excelente trabajo abriendo camino.
Rigel vestía su sobresaliente gabardina de varios tonos oscuros. Mini se la lavó y arregló. Además de verse como un supervillano, cosa que a Rigel le encantaba, el traje le era bastante cómodo para su ardua aventura. Lastimosamente, partes del traje fueron rasgadas por ramas afiladas, sobre todo, la larga cola, pero a Rigel no le importaba, sino más bien…
“Así me veo más genial”, pensó.
También, en su espalda tenía un bolso pesado donde llevaba provisiones para el viaje, como: comida, agua, ropa, raras bendiciones naturales hechas por Ludy, algunos cubos de Allidentista con cristales de teletrasporte y mucho más.
Arie, quien avanzaba cómodamente detrás de él, tenía un atuendo que era perfecto para que una súper modelo pudiese presumir su hermosa figura en una pasarela, pero no era apto para viajar por una selva, por obvias razones. Ella usaba una ropa bien combinada con colores azules, la cosa es que, la falda y la blusa era corta, y muchas partes de su conjunto no cubrían como era debido partes de su cuerpo.
Hace días atrás, Rigel le había peguntado porque ella había seleccionado ese atuendo, y ella simplemente le respondió: “Soy una Elfa de Hielo ¿lo olvidas?”. Esa respuesta no lo dejó nada satisfecho, así que insistió en una respuesta más lógica, pero ella simplemente le respondía con una linda sonrisa y ladeando la cabeza.
Por otro lado, ¿en dónde demonios estaba Aria?
Pasada varias horas, Rigel y Arie continuaron hablando mientras caminaban. De repente, un extraño sonido se escuchó en la copa de los arboles a su al rededor, era como si muchos seres vivos saltasen de rama en rama y de árbol en árbol causando un alboroto.
—¿Qué rayos? —Dijo Rigel.
Se escucharon chillidos producidos por lo que parecía ser un montón de primates.
—Algo se acerca —afirmó Arie— A no ser que… —La Elfa frunció el ceño.
Rigel miró a la copa de los árboles y observó como una chica de piel rojiza pegaba un saltó de una rama a otra con movimientos absurdamente agiles. Con ambas manos sostenía una inconfundible guadaña de gran tamaño, la misma la blandía como si ella fue una con su arma. En su faz se podía visualizar una sonrisa enérgica, dejando claro que ella disfrutaba hacer esas piruetas y acrobacias mortales mientras se desplazaba de árbol en árbol.
Su revelador, oscuro y rudo atuendo —una especie de sostén, un short corto y un abrigo largo sin mangas— le permitía realizar estas acrobacias sin suponer un problema. Ella se veía sexi y mortal.
“Esa aborrecible Elfa”, pensó Rigel, chasqueó su lengua y entumeció sus hombros.
Sí bien es cierto que su relación con Arie había mejorado muchísimo; con Aria no había cambiado en absoluto. De hecho, si Arie era quien lograba calmar su fuego interior; Aria sería algo así como quien le echa un galón de gasolina a una pequeña llama, haciéndole estallar. Es decir, ella avivaba su fuego interior. Aunque esto en realidad se debía a su prejuicio.
—¡Campanitaaa! —gritó la Elfa de Sangre, mientras realizaba una voltereta triple y se perdía entre las ramas de otro árbol.
—¡¿Aria?! Un momento… ¿qué serán esos chillidos? —Preguntó Arie, y se puso en alerta.
Instantáneamente, un enjambre de raros primates se dejó ver. Eran criaturas de seis brazos y con pelaje azulado, estos seguían violentamente a Aria, generado un gran escándalo en el acto.
—¡¿Pero qué diablos hizo esa loca?! —exclamó Rigel. Después usó—: ¡Escudo de oscuridad (HS)!
Una materia oscura surgió como una manta que cubrió tanto a Rigel como a Arie y los protegió de los primates embravecidos.
Según el plan de Leónidas, Rigel y Arie debían ir por tierra, mientras Aria iba por los arboles vigilando si alguna amenaza se les acercase. Aria amó esta idea y, durante aquellos tres días, Rigel y Arie no se habían enfrentado a ningún depredador y eso fue gracias a que Aria siempre estaba un paso adelante eliminando a cualquier depredador, siendo ella una asesina de bestias perfecta. Además, este arreglo permitió que no hubiese discusiones innecesarias entre Rigel y Aria.
—¿¡Qué demonios le pasa a tu hermana?!
—¿Eh? ¿Aún no te agrada? A mí me encanta su personalidad. Amo a mi bella hermanita mayor. Ciertamente.
—¡¿Cómo podría agradarme esa loca?!… Más bien, me sorprende que la admires. Para ser gemelas, ¡son muy distintas!
Arie simplemente mostró una lenta y tierna sonrisa.
—Eso piensas… Tarde o temprano la amaras, ya verás. —Le guiñó el ojo y le sacó la punta de la lengua. Gestos pocos frecuentes en Arie en realidad.
—¡¿Y eso que significa?!
—Que pronto dejarás atrás ese prejuicio. —Levantó una ceja—. Amiguito, ella se está esforzando por ti, por favor, valora eso. —Ella cerró sus ojos con toda la calma del mundo, se empapó los labios, y con voz lenta continuó —: Rigel, mi hermana es increíble, en serio, trátala bien.
Rigel miró al suelo y curveó las comisuras de sus labios, Arie tenía razón. Hasta ahora, él había demostrado que no era más que un malagradecido.
—Bueno… l-lo estaré considerando —A él le costó traga saliva.
—Muy bien.
—Cambiando de tema… Ya no escucho a los primates, así que voy a deshacer el escudo.
En efecto, los irritantes chillidos de los monos habían dejado de oírse en tan poco tiempo, ¿qué había pasado? Sea como sea, Rigel extendió su brazo y, la materia negra que los protegía a ambos con forma de domo, desapareció.
—N-o… n-o puede ser —Rigel abrió por completo los parpados y su boca se agrandó tanto que fácilmente una pelota pequeña podría entrar en ella, en resumen, estaba asombrado.
—¿No te lo dije?… —Arie inclinó a un lado su cabeza y cerró sus ojos dejando hacer relucir sus hermosas pestañas—… mi hermana es increíble. En absoluto. —Terminó de decir con orgullo.
La razón de ello, todos los monos habían sido destruidos. En las raíces de los arboles había cadáveres de primates con múltiples cortes, dejando así una hermosa obra de arte sanguinaria. El artista de dicha obra había desaparecido dando brincos entre los árboles.
—Aunque, debo admitirlo… —continuó Arie, tras visualizar la escena sangrienta—… lo único que me molesta de ella es que sea tan violenta. Ella sabe que odio la violencia e igual hace estas atrocidades.
—Sí. T-u… t-u hermana es muy fuerte ¿eh? —Dijo Rigel con voz temblorosa y atónito—. Quizás es tan fuerte como un Elegido.
—No, Rigel, ella es más fuerte que muchos Elegidos. —Expulsó un largo bostezo—. Pero creo que en parte esa es su maldición…
—Pues, no permitiré que esa insignificante Elfa me supere. —Contra todo pronóstico, Rigel sonrió con confianza y cerró su puño con fuerza—. ¡¿Cómo se hizo ella tan fuerte?!
—Es una larga historia…
—Te escucho.
—En pocas palabras… Digamos que hace mucho tiempo cinco hermanos estaban perdidos luchando por sobrevivir, la hermana mayor sintió que debía protegerlos a toda costa, así que dedicó todo su tiempo a entrenar y a fortalecerse.
—Y creo que no fue un entrenamiento normal… —Rigel se llevó la mano a la barbilla y se percató de algo—. Espera… ¡¿Cinco hermanos?!
—Ups. —Arie se cubrió la boca con las manos por unos segundos—. Ya está dicho, digamos que… tenemos tres hermanitos más.
Aquello despertó mucho la curiosidad de Rigel, si ellas tenían más hermanos, ¿cuál sería su aspecto? Ya de por sí, no era normal que Aria y Arie sean hermanas gemelas de diferentes razas. ¿Qué explicación podría tener todas esas anomalías? Rigel solo llegó a una conclusión…
—Ya veo… Supongo que tu madre es una Elfa de Hielo y tu padre un Elfo de Sangre. Hasta donde tengo entendido, esa es una relación prohibida.
—Así es, aunque creo que eso es bastante obvio.
—No quiero sonar grosero, pero tu familia está despertando mucho mi curiosidad. —Se rascó la cabeza y la observó una manera extraña.
—Dicho de esa forma y con esa mirada, es como si consideraras mi familia como unos extraños especímenes. —Frunció las cejas y se llevó la mano al pecho.
—Probablemente. —Se burló Rigel.
—Entonces aplicaré la misma de Leónidas y no te diré más. —Su voz seguía calmada, no es que se hubiese ofendido, sino que era parte de una mala broma.
—¡Demonios, que injusta! Ándale tú. Si me dices te recompensaré con muchos Rules.
—Lo lamento, no aceptaré. Soy una Elfa de Hielo ¿lo olvidas? Ja, ja, ja.
Rigel, tomando una gran bocanada de aire y suspirándolo frustrado, dijo:
—Esa respuesta siempre me deja insatisfecho ¿sabes?
Ambos se rieron en concordancia y así terminó la conversación.
Luego continuaron con su camino, sin saber que una peculiar criatura escondida entre la maleza los seguía…
Comments for chapter "7.0"
QUE TE PARECIÓ?
Me agrada mucho este grupo peculiar je,je,je más aún Arie, Mimi y Leonidas, Son mis favoritos al igual que Amaltea, a seguir leyendo y a ver quien será el que está espiandolos entre la maleza…
Me alegra eso, sin duda esos personajes son especiales. Aquel que observaba entre la maleza es más especial aún. ¿Qué podría ser?
Los secretos guardados de Leónidas, podrían ser tan grande, que lo carcome el cerebro y que pide a gritos ser liberado no quiero estar en su pellejo.
Se aventuraron en la selva de Itceles y Leonidas los hizo que se embarquen por la ruta más extrema para hacer la aventura más terrorífica?, al parecer será un fascinante viaje lleno de tensión y Rigel promete eliminar lo que considera una amenaza y no lo dudo que lo haga pero esa bestia salvaje que deambula por los alrededores?.. 👀
A lo mejor, esas raras bendiciones naturales hechas por Ludy los salve de algo que vaya acontecer, ¿no?
Arie con ese traje sexy en medio de la jungla, imagine que los mosquitos se van a sentir atraídos…jajaja lo que se me ocurre comentar. 👯
Oh, es una buena forma de decirlo, ¿no te has planteado escribir una novela?
Pues sí, ¡te garantizo muchas sorpresas durante su aventura por la legendaria Selva de Itceles! Referente a Arie, es una Elfa de Hielo ¿recuerdas? Ja, ja, ja…