El cazador de elegidos - 7.5
Parte 4.
La vegetación a su alrededor era bastante peculiar, no todas las plantas tenían hojas verdes. La mayoría eran hojas rojas, amarillas y azules. En Astergard, ese tipo de plantas eran de lo más común. Los árboles en su mayoría eran bastante altos y frondosos, esto causaba una guerra entre las plantas por la obtención de la luz solar.
Cada vez que el grupo se acercaba más y más al Bosque de las Tinieblas, la maleza se hacía menos abundante y el número de árboles aumentaba considerablemente, esto ocasionaba que el bosque fuera más sombrío.
Rigel y Arie ya llevaban muchas horas caminando y poco quedaba para que cayera la noche.
—Mira, Arie —llamó Rigel, quien señaló al frente—. No necesito ver el mapa para saber que ese es el Bosque de las Tinieblas.
Entre varios árboles con corteza oscura, había una enorme pared blanca completamente estática, no era más que una neblina extremadamente espesa y que no permitía ver nada de lo que estaba tras de ella. Decir que era un lugar terrorífico es poco.
—En efecto. Ah-ahora es que se viene l-lo difícil, Rigel. — Respondió Arie, quien parecía asustada.
En el bosque había muchos insectos raros y de colores llamativos, se sabe que en la naturaleza esos tonos se traducen como “peligro”. Arie odiaba a los insectos y, desafortunadamente para ella, cuando entraron en aquella parte del bosque, empezaron a aparecer muchos de ellos. Un ciempiés con alas sobrevoló alrededor de la Elfa de Hielo.
—¡Puaj! ¡Qué asco! —Ella rápidamente se acercó a Rigel y se protegió tras sus espaldas, también le abrazó su brazo buscando protección—. Aléjalo, por favor.
Rigel se sintió muy incómodo al sentir el busto de Elfa constreñirse con su brazo.
—E-está bien. —Le costó tragar saliva, blandió su espada y picó al insecto en dos, este salpicó una viscosa sangre verde sobre ambos.
—¡Aj! ¡Qué ascoooo! —Hizo un gesto como si fue a vomitar.
—Ey, ey, tranquila, a mí no me molestan los insectos. Y-yo te protejo de ellos…
Arie hincó su mirada sobre él. Luego se percató que estaba demasiado cerca y abrazaba de una forma muy vergonzosa a Rigel.
—Ahh —Se separó rápidamente de él, y su rostro inmaculado se enrojeció con dulzura—. L-lo siento. ¡Es que esa cosa me asustó mucho y…!
—No es nada… —Ladeó su cabeza con vergüenza y se rascó la frente. Rigel se asombró al ver ese lado tan tímido y adorable de Arie.
De pronto, un extraño mamífero pegó un brinco de un árbol, tomó a un insecto con sus colmillos y empezó a consumirlo. Arie, al observar al animalito, se quedó hipnotizada, podría imaginarse que sus iris tomaron la forma un corazón; ella sentía como si su cuerpo se estuviese derritiendo ante tanta lindura. Así que, la Elfa se acercó rápidamente a la criatura, esta no huyó y se dejó abrazar por ella.
Era entendible, aquel adorable animal podría enloquecer a cualquier mujer. Conocidos como Helix, estos tenían un cuerpo tan alargado como un hurón, la cabeza similar a la de un gato, pero con las orejas tan grandes como las de un conejo y, a su vez, puntiagudas como las de un minino. Sus patas delanteras eran similares a la de cualquier felino con garras alargadas. Sus patas traseras eran como las de un conejo. Lo más llamativo de esta criatura era que tenía tres colas que eran proporcionalmente tan largas como su cuerpo. Su liso pelaje blanco era abundante, haciendo sentir gran satisfacción a quien acariciase a la criatura.
—¡Qué lindo, qué lindo, qué lindo! —repetía Arie, mientras frotaba sus mejillas con la cara del Helix. Por algún motivo, la criatura disfrutaba estas caricias, siendo su peculiar ronroneo la prueba de ello.
“Rrrr”, ronroneaba.
Por primera vez, desde que la conoció, Rigel vio a Arie actuando de esa manera. A veces ella era juguetona, pero siempre se tomaba las cosas con tranquilidad. Por lo tanto, ver ese lado tan jovial en Aria —quien solía ser bastante calmada— era, sin duda, divertido de observar.
“Entonces le gustan las cosas tiernas ¿eh? Espera eso es un…”, analizó Rigel para sus adentros.
—¡Ese es un Helix! —Afirmó un Rigel asombrado—. Esos son extremadamente difíciles de hallar, eso sin mencionar que cuestan una fortuna.
—¡Qué lindo, qué lindo, qué lindo! Aw. ¡Acabo de enamorarme! —Sosteniéndolo con ambas manos y levantó al tierno animal alzando ambos brazos sobre su cabeza, entonces el Helix y ella se miraron mutuamente.
—¡Impresionante! Usualmente los Helix tienden a ser ariscos o asustadizos.
—¡¿No lo ves?! Es amor a primera vista. En efecto. —Ahora, Arie cargó a la criatura como un bebe y empezó a girar sobre su propio eje, como si estuviera haciendo un giro pirouette del ballet con la criatura.
Subsiguientemente, otro ciempiés volador se acercó a Arie generando un irritante sonido con su aleteo. El Helix, aprovechándose de su perfecta anatomía, empleó sus patas traseras para dar un salto desde los brazos de la Elfa, y esto le permitió capturar al insecto en el aire. El Helix se atragantó su presa para luego acercarse a Arie y continuar disfrutando de sus caricias.
—¡Aunque sea asqueroso, también me protegerás de los insectos! —Dijo ella, sintiendo una emoción similar a la de un niño pequeño yendo por primera vez a una dulcería—. ¡Decidido! ¡Me lo quedo!
—Lamento interrumpir su emotivo momento, pero dentro de poco va a anochecer, lo más sensato es armar el refugio para pasar la noche cuanto antes —comentó Rigel, sintiéndose excluido y señalaba al cielo indicando que quedaba poco para el crepúsculo.
—¡Lo llamaré…! —Ella se llevó el dedo al labio, mantuvo una pose pensativa e ignoró todo lo que dijo Rigel ¿Cuál podría ser el nombre apropiado para su nueva mascota?
—Rayos, ¿cómo se atreve a ignorarme así? —Entrecerró sus ojos, chasqueó su lengua y expulsó un largo suspiro—. Bueno, si ese es el caso, iré yo mismo por un poco de madera para encender una fogata… qué más…
—¡Ya sé, lo llamaré Rigelito!
Como si un rayo lo hubiese atravesado, Rigel se detuvo, giró su cabeza lentamente a donde estaba la Elfa, entumeció sus hombros y arrugó su cara haciendo una mueca demasiado difícil de describir.
—Espera… ¡¿Qué?! —Gritó y sus ojos se achicaron.
—Considérate honrado, este sin duda será el mejor recuerdo de todo este paseo. Ciertamente, ¿qué mejor forma de recordarlo que dándole tu nombre en diminutivo?
—¿Paseo? ¿qué diablos? Espera, espera no me opongo a que lo conserves, pero… ¡¿por qué Rigelito?!Ándale, sí me has puesto por los suelos, Arie.
—¡Awwww! —De pronto, la voz de la sexi Aria resonó. La Elfa de Sangre, tras escuchar tanto alboroto, decidió acercarse a ver lo que ocurría y menuda sorpresa se llevó cuando vio a su hermanita con la tierna criaturita—. A la atractiva Aria le encanta. Sí, sí, yo, la sublime Aria, quiero abrasar al lindo animal. —Con una reacción mucho más exagerada que la de Arie, ella se acercó rápidamente al Helix con intenciones de acariciarlo.
—¡Hermanita! Mira lo que encontré. ¿¡A que está lindo?! —Con emoción, dijo Arie, mientras cagaba y le enseñaba orgullosa el Helix a su hermana que se le acercaba.
—Sí que está lindo, hermana. ¡Me encantaaaaa! ¡La majestuosa Aria no puede aguantar tanta esponjosidad!
“¡¡¡Grrr!!!”. Pero… justo cuando la Elfa de Sangre estaba a punto de acariciar a la criatura, esta le gruñó amenazantemente mostrando sus colmillos.
—¿Eh? —Aria detuvo su mano antes de acariciarle.
—Qué raro, ¿por qué no le agradas?
—No importa. La sexi Aria es demasiado gloriosa para ensuciarse las manos con esa horrenda criatura. ¡Jum! —Cruzó sus brazos y miró a otro lado. Sin embargo, sus ojos mostraban cierta decepción y su lenguaje corporal trasmitía que no podía contener las ganas por acariciar a la criatura.
—Si te hace sentir mal no lo conservaré, hermana. —Arie entendió lo que ocurría y dijo aquello interesándose genuinamente por su hermana.
—Para nada, hermanita, consérvalo. Ya después, yo, la linda Aria me ganaré su corazón. —Denotó una sonrisa forzada.
—Oh, ya… está bien.
Por otro lado, Rigel estallaba a carcajadas en su interior. Miró maliciosamente a Aria y luego observó al Helix.
—Sabes qué… él y yo tenemos algo en común —comentó—. Está bien, llámalo Rigelito. —Aúnque parecía ser una broma, el tono con lo que dijo eso era bastante desagradable.
Ese “algo en común” no era más que el desagrado hacia Aria. Anteriormente Rigel no pudo aguantar admirar la fuerza de ella, pero no podía evitar ser malintencionado con Aria. Cabe destacar que el prejuicio puede ser como una enredadera venenosa que se ata al corazón, y que daña más y más con el pasar del tiempo; al estar tan arraigada, es difícil separarla y la única solución es arrancarla de raíz. ¿Era esta la clase de prejuicio de Rigel?
—Menudo desgraciado que eres, engrelegido. —Ella expulsó un largo suspiro, se llevó las manos a las caderas, ladeó un poco la cintura y dijo aquello con un tono de voz indiferente.
—Es inevitable, Elfita demonio.
De la nada, Aria se llevó las manos a los ojos y empezó a frotárselos, luego dio un largo bostezo, fue como si de repente se sintiese agotada.
—¿Estas bien, hermanita? —Ignorando a Rigel, preguntó Arie, quien observaba las enormes ojeras que tenía su hermana.
—Mi hermanita Arie, claro que no. Yo, la sexi Aria, empiezo a sentirme un poco cansada, claro que sí.
—Supongo que no has dormido bien —Finalmente, añadió un Rigel que se interesaba mínimamente por la Elfa de Sangre—. Está bien, yo haré guardia esta noche.
—¿Campanita? Eso no es muy propio de ti, claro que no. Si ese es el caso, a Aria le parece bien. Aunque, ¿al menos sabes cómo escalar un árbol? claro que sí. —Se recostó sobre Arie mientras echaba a un lado al Helix.
—Claro que sé, niñata. En fin, ustedes descansen. Yo armo las tiendas, enciendo la fogata y hago la cena. Ustedes duerman tranquilas en el campamento y yo después haré guardia en ese árbol —Señaló un árbol que estaba en un lugar despejado, era perfecto para realizar su guardia nocturna.
Rigel sintió que ya era hora de hacer algo por esas Elfas que tanto le estaban ayudando, incluso quería ayudar a Aria, aunque…
“No servirá de mucho si está cansada”, pensó. Así que tomó la iniciativa, y se puso a hacer todo lo que anteriormente mencionó.
—Me parece bien —Arie relajó sus hombros e hizo un gesto aprobativo—.. Gracias, Rigel.
El Elegido le respondió con una sonrisa, mientras preparaba el campamento.
***
Parte 5.
Y Resonó un eco.
—¡Rigel! ¡Rigel!
“Rigel… gel”, repitió el eco.
—Nos abandonaste, nos abandonaste. —Decía una cabeza cortada que rodaba por el suelo, un camino de sangre adornaba el suelo blanco.
“Abandonaste… donaste… te”, silbó un eco.
Un mundo completamente blanco empezó a inundarse con un mar hecho de sangre, también estaba repleto de cadáveres. Entonces, el montón de muertos tomaron al aterrado Rigel por las piernas, ahogándolo en un abismo carmesí.
Tripas, hígados, viseras, cabezas, cerebros, ojos, orejas, piernas, huesos, manos: todas cortadas, ondulando y bailando en las profundidades del abismo de la muerte.
Voces diabólicas salieron de las bocas de los cadáveres, estos exclamaron repetidas veces con voces demoniacas:
—¡Eres un cobarde mentiroso! ¡Eres un cobarde mentiroso! ¡Eres un cobarde mentiroso! ¡Eres un cobarde mentiroso!
Y entonces se dejó oír un eco.
—¡Los siento! ¡Lo siento! —suplicaba Rigel, en sincronía, su cuerpo se partía en pedazos antes de morir.
Y estas fueron las últimas palabras que escuchó:
—¡Sea bienvenido al infierno, cariño! —Dio la bienvenida el terrorífico cadáver de Selene.
Y se burló el eco. Un eco de muerte.
***
Como si hubiese estallado una bomba al lado de sus oídos, Rigel se despertó abruptamente, aterrorizado, pasmado, tenso y no sin antes dar un grito de pavor.
Sus ojos achicados y su respiración acelerada era la prueba incuestionable de que nuevamente la misma pesadilla había interrumpido su sueño.
Con las manos temblorosas, él empezó a tocarse toda la ropa y a mirarse el cuerpo con desespero. Él estaba comprobando si estaba empapado en sangre, si aún tenía sus manos, brazos, piernas, pies y cabeza en su lugar. Necesitaba saber si aún se encontraba en ese mundo completamente blanco. Él estaba verificando si todo lo anterior no era más que la opresión de la misma terrible pesadilla de siempre. Cada vez que la tenía, esta era su reacción al despertar. La pesadilla hacía que todo su cuerpo entrara en shock, sentía como si un agujero negro absorbiese su corazón, siendo ese el castigo por ser un cobarde que abandonó a sus compañeros… Así lo consideraba Rigel.
—Esa maldita pesadilla, ¿por qué siempre es la misma? ¿qué debo hacer para dejar de tenerla? ¡¿qué debo hacer para tener noches tranquilas?! ¡¿Por qué por qué por qué por quééééé!? —Él se cubrió el rostro con ambas manos y clavó sus uñas en la frente. Una indescriptible ansiedad acuchillaba todo su cuerpo—. Selene… —Ella era la razón…
“Confía en ella”. Resonó en su mente las palabras que antes Arie le dijo. El fuego que nuevamente se avivaba fue apagado con ese único pensamiento. Así de simple.
El Elegido retiró las manos de su cara, estabilizó su respiración, y poco a poco se calmó.
Ahora mismo, Rigel se hallaba sobre la gruesa rama de un magnífico árbol que no era tan frondoso. La corteza oscura del árbol estaba decorada con una larga enredadera parasito, esta tenía hojas azuladas y verdosas. Él había trepado ese árbol con el fin de vigilar los alrededores y asegurarse que ninguna amenaza se acercase a las hermanas que estaban en las tiendas descansando tranquilamente, o al menos ese era el plan.
Conforme pasó el tiempo, los ojos vacilantes de Rigel traicionaron su labor, cerrándose contra su voluntad y haciendo que el agotado Elegido cayese en un sueño profundo.
No obstante, si algo bueno tenia aquella pesadilla, era que despertó abruptamente al soñoliento Rigel, permitiéndole estar alerta nuevamente.
Mientras el chico aclaraba su mente y comprobaba sus alrededores, tres espectaculares pilares de luz blanca impactaron justamente donde él se encontraba. Eran las luces de las tres Lunas Sagradas, siendo ellas la decoración definitiva del cielo nocturno, el adorno y la lumbrera ideal para toda la oscura selva de Itceles.
—Es… fascinante —dijo Rigel olvidándose de la pesadilla que antes tuvo, así de poderosa y emocionante era la ambientación de aquella noche.
Un montón de esporas luminosas empezaron a flotar por todo el cielo nocturno, eran luces fantasmales de todos los colores que deleitaban la visión del Elegido. Él miró al suelo y observó muchas plantas similares a hongos irradiar tenues luces azul metálico, amplificaban la belleza de toda esa parte del bosque. Al mirar la neblina que estaba en la entrada al Bosque de las Tinieblas, un extraño fenómeno ocurría tras la niebla: un montón de sombras tricolores como auroras boreales bailaban y giraban como remolinos.
Era una noche tranquila y serena, ni fría ni calidad. Era perfecta, era una noche artística.
Antes de que Rigel sucumbiera al sueño, todo estaba con normalidad, era una noche común y corriente; pero, ahora que había despertado, con toda razón se maravilló y se calmó al ver tanta belleza en el entorno. Evidentemente, mientras estuvo dormido, un hermoso fenómeno ocurrió en aquella parte de la selva de Itceles.
—¿Qué rayos? Esto es sublime.
Algo con lo que Rigel siempre había soñado, era con explorar y ver las maravillas del mundo. Él odiaba la vida de noble, amaba salir y explorar, y ahora mismo se estaba cumpliendo parte de ese sueño.
Una rara emoción recorrió por todo su cuerpo, por fin, un sentimiento que le hizo olvidar todo lo malo que había vivido últimamente. Esto le dio paso a pensar en un futuro en el que obtuviera lo que deseaba, ese sentimiento era llamado “esperanza”.
Sí, aquella noche fue un maravilloso regalo para aquel Elegido afligido. Fue la inspiración definitiva.
—Hasta ahora, todos me lo habían dicho e incluso me engañaba a mí mismo pensando que todo estaba bien, entonces ¿por qué me angustiaba tanto? —Cerró lentamente sus ojos—. Solo debo pensar bien del futuro, en vez de vivir preocupado por el mañana, ¿no es mejor vivir y disfrutar el día a día…? Al fin lo entiendo… A partir de ahora pensaré positivamente del futuro.
Aquella esperanza causó que Rigel pudiera analizarse a sí mismo y que entrase en una etapa de auto-superación. Todos esos días, él estuvo hundiéndose en la desesperación, muchos intentaban ayudarle a salir a la superficie; pero el mismo volvía a hundirse por culpa de su pesimismo, o así lo consideraba él…
Llegado a ese punto, solo podía ser él mismo quien tomase el impuso y aprovechase la ayuda de otros para volver a levantarse, dejar atrás la desesperanza y de esta forma seguir adelante. Al fin lo estaba entendiendo…
Descuidando su labor como vigía, Rigel siguió analizándose así mismo.
Pasado unos minutos, escuchó una hermosa melodía tardeada armoniosa y placenteramente.
Esa melodía era lo que falta para complementar la magnificencia de aquella noche exquisita, sin embargo, ¿quién la producía?
Guiado por la curiosidad, él se bajó del árbol, miró por las tiendas de acampada donde deberían estar Aria y Arie y notó que ellas no estaban.
—Qué raro, ¿dónde demonios estarán?
—Ta-ra-la-a-la-laaaa- la-a-a-laaa.-rararaaa-a-a…
—Ta-ra-la-a-la-laaaa- la-a-a-laaa.-rararaaa-a-a…
Sonó la hermosa melodía producidas por las cuerdas vocales femeninas.
Rigel se guio por el sonido y, escondido entre unos arbustos, observó a las hermanas juntas, ambas estaban paradas frente a un pequeño riachuelo. Ellas tenían los ojos cerrados, las manos juntas como si estuviesen orando y eran ellas quienes tarareaban aquella deleitante melodía.
—Tara-Lalalaaa-laaa-ta-raraa-laaa-lala…
—Tara-Lalalaaa-laaa-ta-raraa-laaa-lala…
Sus angelicales voces mezcladas eran la belleza en sí misma. Una corriente de aire giró alrededor de las hermanas, ondulando sus largos cabellos azules y rojos, los pelos chocaron unos con otros mientras eran llevados por aquella refrescante brisilla. Un montón de esporas circularon a su alrededor, siendo ellas las protagonistas de una hermosa escena de pasión.
Como si estuviese hipnotizado, el Elegido no podía quitarles la mirada de encima. Era entendible, ambas chicas eran arte, eran grandeza.
—Tara-lalaaaaaaala-laaa-lala-raraaaa…
—Tara-lalaaaaaaala-laaa-lala-raraaaa…
“¿Qué estarán haciendo?”, pensó Rigel. Por unos momentos, él se vio tentado a interrumpirlas y a hacerles esta pregunta, pero optó por aguantar su curiosidad a cambio de disfrutar aquel espectáculo que deleitaba el corazón.
“No importa, ya después les preguntaré”. Terminó de razonar.
Al cabo de un rato, él las dejó y volvió al árbol donde antes estaba.
Ahora, estando sobre el árbol, Rigel expulsó un largo suspiro de satisfacción, después curvó las comisuras de su boca haciendo una sonrisa pacífica y llena de vida. Era innegable, aquella fue la noche más hermosa de toda su vida.
—Ojalá ella estuviera aquí. —Hizo una larga pausa para inmediatamente prolongarse—: No, pronto la traeré aquí… —relajó sus labios—… y cumpliré nuestra promesa.
Dejando a un lado la pesadilla, al fin Rigel había tenido un momento de verdadera paz y esperanza.
Parte 6.
Ya había llegado la mañana y todo el grupo tenía los ánimos mucho más elevados que de costumbre. Estando delante de la neblina que delimitaba la entrada del peligroso Bosque de las Tinieblas, Aria, quien estaba al lado derecho de Rigel, comentó:
—¿Preparado, campanita?
—Mucho más que tú, Elfita. —Rigel respondió, y le hizo un ademán desafiante con los dedos y le miró con competitividad.
—Con esa mirada vas a hacer que la sexi Aria se enamore ¿sí sabes? —Bromeó ella.
—Mejor ahórratelo, ya te lo había dicho: estás lejos de gustarme —bromeó él.
—¡Ja! lo mismo digo. —Denotó una sonrisa excéntrica, posteriormente, se fijó en la neblina a su frente—. Ahora comenzará el verdadero desafío, engreído. Y eso es porque yo, la sexi Aria ya no podré ir por los arboles debido a la niebla, así que estaremos juntos a partir de ahora, campanita.
—No es que me importe mucho, Elfita. Lo cierto es que, no permitiré que me superes. Es mi hora de entrar en acción y demostrar nuestra diferencia de poder. —Desenvainó la espada, la levantó al cielo y en la hoja se reflejó el rostro lleno de confianza del determinado Rigel.
—Es un reto, acepto. —Los rivales compartieron un cruce de miradas competitiva.
—Rigel, hoy pareces estar más animado que de costumbre. En efecto —añadió Arie, quien estaba al lado izquierdo de Rigel. Ella disfrutaba ver la relación de esos dos. Cabe destacar que en sus hombros estaba durmiendo Rigelito como si fuese una bufanda—. Por cierto, Aria, aunque prefiero evitar conflictos, en el caso en el que nos enfrentemos a una gran amenaza, tendré que usar “eso”. Por lo tanto, no hagas nada descuidado, por favor.
—Tranquila, mi hermanita Arie —dijo Aria, mientras lucía su enorme guadaña y, por alguna razón, se lamia los labios sugestivamente.
—No sé qué será el “eso”, pero que mejor que sea una sorpresa que no me decepcione. —Rigel dio un paso al frente—. Así que entraremos.
Y de esta forma, el grupo se hizo paso valientemente a través de la tenebrosa neblina. Rigel; quien iba al frente. Aria; detrás de él, Arie; atrás de ella.
Al haber una niebla tan concentrada, a ellos les costaba ver incluso la tierra a sus pies.
—Muchos depredadores de acá usan todos sus sentidos para cazar presas como nosotros, tengamos cuidado y no hagamos mucho ruido. —advirtió Arie con un tono de voz bajo, arrugaba su frente y hacía ademanes de silencio.
—Tranquilas, yo las protegeré.
—¡A la sexi Aria le gusta eso! —exclamó Aria sin controlar su tono de voz.
—Shit. —Le chistaron Arie y Rigel en respuesta.
—Upsi. Ji, ji, ji.
Arie y Rigel le fruncieron el ceño y le hicieron un gesto que fácilmente podría entenderse como: “¿Es en serio?”.
El suelo se sentía fangoso e irregular, lo más difícil era mantenerse en la ruta correcta y evitar la desorientación. Además, se escuchaban múltiples sonidos producidos por diversas criaturas, a veces rugidos, otros eran chillidos de muerte. Básicamente, era un bosque fantasma que llevaba el concepto de la cadena alimenticia a otro nivel.
Tras unos minutos…
—¡¿Qué pasa?! ¿¡qué demonios!? —expresó Rigel.
El intentaba levantar los pies, pero no podía.
—¡¿Oh?! ¡yo, la bella Aria, no puedo moverme! —dijo Aria, luchaba por levantar las piernas.
Rigel miró al suelo y percibió que había una especie de tierra mezclada con baba pegajosa que se había adherido alrededor de sus botas, y que evitaba que pudiera caminar.
—¿Qué es esto?, Arie, ¿tú puedes avanzar?
—No, de hecho. Creo que hemos caído en una trampa —respondió Arie, quien también forcejeaba por levantar las piernas.
—¡¿Una trampa?!
De la nada, una extraña sombra se pudo observar deslizarse, esta se acercaba al grupo.
—¡Vaya vaya! —dijo Aria—. Al parecer es hora de entrar en acción. Justo como querías, campanita.
—¡Explícate, Elfita!
—Uy, uy. Solo un animal en el mundo crea una trampa pegajosa como esta —La punta inferior de la asta de su guadaña también estaba pegada a la baba, y Aria luchaba inútilmente por sacarla—. Es inútil. Ah, como decía, solo un animal puede hacer esta baba: un “Gusano Tejedor”.
—¡¿Un qué, qué…? —Antes de seguir, percibió algo, entonces señaló una sombra que estaba delante de él y que se le acercaba—. Oye, espera, supongo que esa cosa que está allá es ese tal gusano ¿no?
—Al fin la campanita usa su cerebro.
Finalmente, el gusano se acercó lo suficiente y dejó ver su horrenda figura. No era tan largo, pero sí muy grande y gordo, comparable a una babosa gigante. La criatura gelatinosa avanzaba perezosamente, mientras, dejaba una baba viscosa sobre la tierra.
—Parece que estamos en un grave problema. Esa cosa usa su baba para atrapar criaturas desprevenidas y comérselas. —dijo Arie, con ojos despreocupados como de costumbre—. Este moco es asqueroso, sin duda.
—¡Ja! Pues se metió con la presa equivocada —dijo Rigel, con una sonrisa gallarda y con ambas armas preparadas para atacar.
El gusano abrió lentamente su enorme boca dejando ver una larga y circular fila de dientes punzantes. Con toda la lentitud del mundo, la criatura abrió su boca lo sufriente para engullir a Rigel. El Elegido, pese a que no podía mover las piernas, sí podía mover los brazos; así que de un rápido movimiento tajó y apuñaló a la criatura entre sus labios.
—¡¿Qué diablos?! —Se quejó Rigel, tras darse cuenta que no le había hecho daño en absoluto y que más bien sus armas se quedaron pegadas en una capa viscosa que protegía todo el cuerpo de la criatura, aun así, el gusano retrocedió un poco—. Eso no me la espera.
—¡Es inútil, campanita! —dijo Aria, a la vez, hacía ademanes de despreocupación.
—Parecen muy tranquilas, eh…
—Según yo, la tierna Aria, tú, campanita, afirmaste que nos protegerías, así que, ¿para qué preocuparse?
—Pfff.
Ahora se enfrentaban a un nuevo problema. Apenas entraron en esa parte del bosque y ya se estaban afrontando a un gran desafío…
De esta manera, el Bosque de las Tinieblas le dio la bienvenida al grupo…
Comments for chapter "7.5"
QUE TE PARECIÓ?
El grupo de Helix, si estuviera Pepe el semental sería un buen lider xD, buen cap. a por el siguiente!
Es que el Pepe es un papucho. Mi ídolo xD.