El cazador de elegidos - 8.2
Parte 3.
—¡Maldita sea! —maldijo Rigel mientras corría a toda prisa y con dificultad por el bosque. Estaba empapado de sudor, con el cabello desordenado y con una expresión de agotamiento en su rostro—. ¡Ya dejen de venir! ¡demonios!
Un trio de raros lobos con cuatro ojos se interpusieron en el camino del apresurado Rigel. “GRRRRRRRR!”, gruñeron los lobos.
—¡Apártese de mi camino! —gritó enojado. Tenía su espada en la mano izquierda y una daga en la derecha estando preparado para atacar. A pesar de que las bestias se interponían en su camino, él siguió corriendo sin detenerse y con intenciones de acabar con el grupo de lobos rápidamente.
Pero, un nuevo lobo salió entre la niebla flaqueando a Rigel por la espalda y con intenciones de tomar al desprevenido Elegido por la nuca. Saltó abriendo su mandíbula mostrando sus largos caninos tan afilados como sables.
—¡Detrás de ti, Rigel! —gritó Arie quien estaba mucho más atrás de él, esta Elfa de Hielo también se encontraba completamente agotada y desaliñada debido a la ferocidad del Bosque de las Tinieblas.
Escuchando al llamado de Arie, el chico viró rápidamente el torso y equilibrándose con su talón derecho se giró, atacó con su espada para cortar al lobo quien aún continuaba en el aire y protegió su cuello con su brazo, pero no fue lo suficientemente rápido y la bestia le mordió ferozmente en el antebrazo izquierdo aferrando sus colmillos fuertemente al mismo.
—¡No me subestimes bestia estúpida! —con un gesto salvaje en su rostro, el chico batuqueó al lobo contra el suelo con fuerza, partiéndole varias costillas “Trrr”, y de inmediato la criatura lo soltó. Seguido de eso, ejecutó una rápida serie de apuñaladas con su daga creando así agujeros en el abdomen del lobo—. ¡Muere! ¡Muere! ¡Muere! ¡Muere! ¡contigo ya llevo treintaitrés, maldito!
Al mismo tiempo, los lobos que estaban al frente aprovecharon y saltaron con las mismas intenciones de su compañero; tomar a Rigel desprevenido.
—¡Escudo de oscuridad (HS)! —Invocó él dándose cuenta del ataque.
Una placa curveada de oscuridad apareció por la espalda del chico justo cuando los lobos estaban por morderle, estos se golpearon de cara contra el duro manto oscuro, expulsando un chillido y cayendo al suelo para finalmente huir adoloridos perdiéndose en la tenebrosa niebla.
—Santo cielo, eso ha estado intenso —dijo Rigel levantándose, pateando el cadáver de la bestia y mirando los huecos que le dejaron los colmillos del lobo en el antebrazo izquierdo—. ¡Ahhhhhh! ¡Auch, esto duele!
—Uy, uy, parece que tienes problemas, campanita. —Dijo Aria quien se acercó al Elegido, ella estuvo atrás protegiendo a su hermana y a Rigelito de otras amenazas mientras Rigel estaba al frente peleando con otros animales salvajes—. Por suerte, tengo estas vendas. También hay unas medicinas en el bolso que trae Arie, pero es mejor aplicarlas en otro lugar. Sí, sí confía en la linda Aria.
Aria usaba vendas en cada una de sus extremidades como parte de su vestuario y para protegerse de las picadas. Desvendó un pequeño trozo que tenía en su brazo derecho para luego vendarlo en el brazo sangrante de Rigel. Sorprendentemente, Rigel no mostró resistencia alguna y se dejó atender.
—M-me cu-cuesta decirlo, p-pero, gracias, elfita loca. —respondió con una dificultad exagerada y volteando la mirada un tanto apenado.
Hasta ahora, el grupo se había enfrentado a innumerables animales salvajes mientras avanzaban por el Bosque de las Tinieblas. Al principio Rigel y Aria mantenían un aura completamente competitiva matando y matando criaturas sin cesar, pero llegó un momento en el cual se volvió en una molesta lucha casi interminable. Apenas avanzaban un poco y eran atacados ya sea por: serpientes gigantes, plantas carnívoras, lobos de las tinieblas, gusanos tejedores, insectos gigantes, arañas de dos cabezas y mucho más. Eso sin mencionar lo complejo que es andar por un terreno húmedo e irregular y con una espesa niebla molestando la visión.
—¿En qué piensas, Arie? —preguntó Rigel. Él notó que la Elfa estaba distraída y parecía sentirse mal por algo—. ¿Estás bien?
—Lo siento. —Ella miró al suelo e inclinó sus labios—. Estamos perdidos, dolorosamente. —Mientras recuperaban el aliento, Arie terminó de decir esto sin tantos preámbulos. Tanto su hermana como Rigel mostraron caras de sorpresa y luego de agotamiento respectivamente.
“No lo sé con certeza debido a que la niebla no me permite ver el sol, pero tomando en cuenta todas las horas que hemos estado acá, creo que ya casi va a caer la noche, ¡maldita sea! ¡Selene aguanta, por favor!”, pensó Rigel quien miró a su lado izquierdo y vio algo interesante de reojo, luego volvió a observar a Arie.
—Vaya, vaya… en realidad ya me lo esperaba, técnicamente debíamos salir a más tardar del Bosque de las Tinieblas a medio día y llegar mañana al pueblo de Aaslam ¿no, Arie?
—En efecto, perdón, amiguito. Esto es mi culpa, yo los estaba guiando y ahora no tengo muy claro donde estamos. —Como de costumbre Arie hablaba honestamente y con calma, pero por más que trataba de ocultarlo ella se sentía realmente avergonzada y enojada consigo misma—. Disculpa…
Arie no volvió a usar sus chakrams después de lo ocurrido con el primer gusano, solo se mantuvo atrás mirando de vez en cuando un mapa y diciendo a donde ir, así que le era inevitable sentirse culpable “por ser una mala guía”.
—Espera, espera, no te disculpes. No es tu culpa, Arie… nos hemos retrasado porque no han parado de molestarnos todos estos estúpidos animales, es normal que nos perdamos en este lugar infernal. —Rigel se acercó a Arie, le levantó el dedo pulgar y le mostró una simpática sonrisa—. Mira —Después Rigel señaló al lado izquierdo—. Creo que es una cueva, vamos a pasar la noche allí, así nos organizamos mejor y salimos de este horrendo lugar.
Las hermanas gemelas voltearon sus miradas a donde señalaba Rigel y entre varios árboles observaron a duras penas la entrada a una oscura cueva que estaba a pocos metros de su posición.
—Oh, uh, no la había visto. Oye, campanita, eres más amable de lo que parece, ¿eh?, ¡a Aria le gusta! —dijo Aria con voz juguetona y acercando mucho su rostro al de Rigel.
—¡Oye! estas muy cerca, elfita loca —se quejó Rigel mientras se echaba para atrás.
—¡Que aburrido! —entrecerró sus parpados e infló sus mejillas. Luego dirigió sus hermosos ojos color rubí a donde estaba Arie y continuó—. Mi hermosa hermanita Arie —se acercó a su hermana quien miraba al piso un poco arrepentida. Aria rodeó sus brazos por el cuerpo de su hermana abrazándola con un cariño fraternal admirable mientras le acariciaba el cabello y le decía al oído—. Sí, sí… la campanita tiene razón, claro que sí. Mi linda hermana, no te culpes. Tú eres muy lista y si hemos llegado hasta acá es gracias a ti. No te preocupes, ya nos recuperaremos. Ey, ey, la guapa Aria sugiere ir a descansar de inmediato en la cueva que él dice. Oye, oye, ¿no estas cansada, hermanita? yo si lo estoy, claro que no. —expulsó un largó bostezo.
Aria era una hermana muy atenta. Se tomaba muy enserio su labor como la mayor por unas pocas horas de diferencia, atendía y animaba a su gemela cuando lo necesitase. Aunque era muy raro que Arie se mostrase desanimada debido a su deseo de mostrarse tranquila y contagiar dicha calma a los demás.
—¡Gracias, chicos! —finalmente Arie levantó la cabeza y mostró su radiante y tierna sonrisa que podría derretir hasta un corazón de piedra—. Hermanita… sí, eso creo… estoy agotada, quizás —ella relajó el cuerpo y se apoyó de su consanguínea.
Ella sintió el reconfortante calor de su hermana y correspondió al abrazo, era una tierna y linda imagen. Incluso estando desaliñadas y un poco sucias de barro ellas seguían mostrando gran belleza. Rigel no pudo evitar ponerse nervioso, aunque su corazón pertenecía completamente a Selene él seguía siendo un chico y al ver cosas como esas era normal que se incomodara un poco.
—Ustedes son muy buenas hermanas, verdaderamente son increíbles… —Admitió Rigel quien miró orgulloso a las Elfas que le acompañaban—. ¡Aunque sigue sin agradarme la elfita maniática! —Arruinó el momento.
Por parte de Rigelito, la tierna criatura al ver a Aria acercarse gruñó “grrrrr”, se bajó del hombro de Arie y se fue a trepar un árbol, aparentemente para esperar a que Aria se alejara.
De pronto, un par de Gusanos Tejedores cayeron de un árbol, eran más grandes que los anteriores y se acercaban lentamente.
—¿¡Es en serio?! ¿cuándo van a dejar de apare…?! —Rigel fue interrumpido.
—¡Ay dios! yo, la sexi Aria ya me harté. —dijo Aria arrugando su cara y dejando de abrazar a su hermana—. ¡La pagaran caro por interrumpirnos!
Seguido de eso tomó su guadaña y empleó su nuevo método para eliminar aquellos gusanos. Se paró frente a un árbol, tomó fuertemente su guadaña y cortó el grueso tronco realizando una perfecta curva elíptica con el filo, aquella guadaña era tan afilada que taló el árbol con la misma facilidad con la que una cortadora de plasma divide el acero. Por la forma en la que lo taló, el árbol cayó en la dirección que Aria quería y aplastó al gusano matándolo inmediatamente.
—¡Ja! ¡ahora llevó treintaicuatro, campanita! claro que sí. Uy, uy yo la majestuosa Aria te voy ganado por uno, engrelegido. —La frustrada Aria no pudo evitar bromar y molestar a Rigel, ella lo miró, inclinó un poco su torso a su dirección, remojó sus labios y se llevó las manos a la cadera.
—¡De eso ni hablar! —Sintiéndose nuevamente un aire competitivo, aunque esta vez con participantes agotados; Rigel se acercó a otro árbol e intentó hacer lo mismo que Aria. Primero gritó apasionadamente y osciló la espada con la mano derecha con intenciones de cortar el árbol al igual que Aria, pero… aduras penas pudo hacerle un cortesito a la corteza del árbol y su espada más bien rebotó. Al ver lo patético que se vio haciendo eso, Rigel no pudo ocultar su vergüenza y sorpresa—. ¡Ahhhh! pero, ¡¿quéééé…?! ¡¿demonios?!
—Ji, ji, ji… —Empezó a reírse Aria con un tono absurdamente burlesco—. Lástima que no tienes un arma sagrada, campanita —empezó a hacer ademanes y gestos mientras jugueteaba con su guadaña solo para presumírsela a Rigel.
—¡Desgacia…!
—¡Muy bien, basta de juegos! —interrumpió animosamente Arie—. Por favor, hermanita, acaba con el otro gusano y entremos a la cueva… —Bostezó—. Ya nos toca comer, asearnos y descansar. En efecto.
—Ash, rayos ¿qué más? —Rigel suspiró, se encogió de hombros, cerró sus parpados y aceptó la realidad.
“También extraño mis armas sagradas”, pensó Rigel. Más allá de su función, estas armas eran un recuerdo de aquella vez que declaró su amor a Selene, pero ahora ya no existían.
Parte 4.
Aquella cueva fue una gran ayuda para el grupo, estaba en una montaña y era lo suficientemente espaciosa para que el grupo pudiese descasar en tranquilidad y una relativa seguridad.
Aunque le costó debido a la humedad; Rigel consiguió encender una fogata justo en la entrada de la cueva para alejar a los depredadores y cocinar con la misma. Por suerte, hasta ahora el grupo había conseguido mucha carne y gracias a ciertos condimentos que les entregó Ludy días atrás pudieron disfrutar de deliciosas comidas.
Hace días atrás Ludy había dicho: “Nye. Meow. Las Bendiciones de la Naturaleza no solo sirven para dar apoyo, sino que también se pueden hacer deliciosos tipos de condimentos y comidas. Ten princesita de Astrea”. Ella le entregó a Rigel un par de frascos pequeños de vidrio envueltos en papel con estos condimentos. Hasta ahora, el Elegido fue muy cuidadoso con los mismos mientras los transportaba en su bolso. También había otros tipos de bendiciones como medicinas y otros frascos cuya utilidad Rigel desconocía.
En ese momento ya había caído la noche, de por sí el Bosque de las Tinieblas era un lugar opaco, pero con el negro de la noche y los sonidos de muerte de múltiples criaturas no sentir miedo era algo imposible. Rigel fue víctima de la ferocidad de aquel lugar, en su antebrazo izquierdo sentía un dolor tolerable debido a la mordida, era un dolor punzante que recorría su cuerpo como un leve rayo, pero gracias a un líquido medicinal, es decir, un tipo de bendición que Arie le aplicó en la herida ya no se encontraba en peligro de infección y poco a poco se curaba.
Rigel era un Elegido y su resistencia, fuerza y sistema inmune era muchísimo más fuerte que el de las demás razas, así que aquellas heridas no eran un peligro real.
—¡Uy, uy que bien huele eso! —dijo Aria arrugando la nariz y olfateando el delicioso aroma de la comida que Arie y Rigel preparaban.
Sobre la fogata había varias presas de carne incrustadas en varillas que se cocinaban poco a poco y eran condimentadas por las bendiciones de Ludy.
—Deja de holgazanear y ven a ayudar, ¿o quieres acostarte sin comer? —Respondió Rigel con tono sarcástico.
Así es, Aria y Rigelito eran los únicos que estaban recostados sobre una manta y solo observaban a los demás trabajar.
—Ey, ey. engrelegido, no lo olvides, claro que no. ¡Yo gané, por lo que ahora serás el sirviente de la victoriosa Aria de por vida! ¡nye, ja, ja, ja, ja! ¡claro que sí!
—¡Ah! ¡¿pero qué diablos?! ¡eso jamás lo acordamos, elfita embustera!
Y así siguieron ambos rivales en su habitual e innecesaria contienda…
Tras llenarse el estómago con aquella deliciosa comida, fueron a un riachuelo que estaba cerca y las chicas y el Elegido se asearon, después buscaron rocas planas para que pudiesen colocar mantas y dormir cómodamente. Tras hallar un buen lugar en la cueva, ambas Elfas se acostaron juntas y acurrucaditas, Aria temblaba por el frio, pero Arie se mantenía totalmente caliente proveyéndole calor a su hermana.
“¿Será que por ser una Elfa de Hielo tiene más resistencia el frio o la sangre más caliente?”, pensó Rigel, él estaba en la entrada de la cueva justo al lado de la fogata haciendo guardia y protegiéndose del frio con la misma. También tenía en su mano derecha la extraña moneda que Leónidas le dio, él observaba los grabados y se preguntaba qué valor tendría. Luego, el Elegido dirigió nuevamente su mirada a donde estaban las Elfas que intentaban tomar el sueño acurrucadas y no pudo evitar sonrojarse un poco. Ellas se veían adorables y preciosas, hasta podría considerarse un pecado tener a chicas tan puras en ese lugar con condiciones tan lamentables. Así son los viajes en el mundo de Astergard: largos, rudos, crueles y complejos, con cuánta razón los aventureros preferían usar los cristales de teletrasporte.
Fuera de la cueva, donde los árboles, la niebla y la oscuridad de la noche tapaban la visión, diferentes patrones espectrales empezaron a brillar de varios colores y a revolotear como si fuesen parte de la neblina, este curioso fenómeno era similar al que Rigel observó la noche anterior. “Eso me recuerda a…”, pensó, mostró una sonrisa juguetona y le dijo a las Elfas:
—Chicas, ¿no van a cantar esta noche?
Levantando sus cabezas, ambas hermanas se miraron fijamente y exclamaron al unísono con un tono de voz que demostraba su vergüenza:
—¡¿Nos escuchaste?!
—¡¿Nos escuchaste?!
—¿Uh? ¿en serio, no querían que las oyera? pues no fueron nada silenciosas ayer. —miró al techo rocoso y se rascó la cabeza—. ¿¡Acaso entrenaban su voz para ser cantantes en el futuro!? si ese es el caso Arie tiene todas las de tener éxito, pero la Elfita loca morirá de hambre si ejerce esa profesión. —Empezó a reírse.
—¡Oye… vaya, menuda forma de decir que canto mal, la campanita se cree muy gracioso ¿eh? —Aria frunció el ceño y mutiló a Rigel con la mirada.
—Qué pena, amiguito —dijo Aria encogida de hombros y sonrojada de vergüenza, esas eran sus emociones cuando le escuchaban cantar, sobre todo la timidez. Aun así, tenía el talento innato de mostrarse serena ocultando tales emociones—. E-en realidad, el ca-canto es una manera de adorar a la diosa Arismendi y Aisha diosa de la tierra. Correctamente.
—Oh, eso era… pues diablos, cantas muy bien, señorita.
—¿Le has dicho señorita? —se quejó Aria mientras levantaba una ceja y cruzabas sus brazos—. ¡Somos hasta es más joven que tú, anciano!
Continuaron hablando o ¿refunfuñando? por unos minutos más y por fin el sueño venció al par de Elfas, siendo su despedida un amigable “buenas noches”. Rigel, al contrario, conseguía mantenerse despierto y vigilante.
En un casi completo silencio, donde solo se escucha la orquesta de los insectos, el Elegido empezó a meditar y a pensar en ella. Sí, su amada Selene, cada vez que lo hacía, por más que lo evitase, su corazón le dolía, pero al mismo tiempo ella era quien le daba las fuerzas necesarias para seguir avanzando, su amor de entrega total era el arma más fuerte de este Elegido. “Ya pronto estaré contigo”, pensó mientras sentía una determinada emoción vigorosa.
Había sido un día muy agitado, pero indudablemente aquella cueva pequeña fue una bendición para el grupo que les permitió darse un respiro y descansar, sabiendo que en el siguiente día nuevamente se enfrentarían a los fatigosos y abrumadores peligros del Bosque de las Tinieblas.
Parte 5.
Todo era blanco. Sí, había llegado la mañana. La niebla era una molesta interrupción para la radiante luz solar que debería estar presente y que debía sentir el grupo. Ellos habían salido de la cueva y se habían hecho paso nuevamente por el bosque.
—Buenas noticias, falta muy poco para salir de aquí —dijo Arie mientras miraba un mapa. Durante la noche ella se dedicó a analizar la ubicación en la que estaban y gracias a una brújula y el mapa pudo volver a encontrar el camino correcto. Aunque ella lo niegue, verdaderamente era una guía por excelencia.
—¡Eso es música para mis oídos! pero, chicas, ¿no notan algo raro? —respondió Rigel. Él iba al frente abriendo camino y protegiendo a las Elfas.
—Sí, yo, Aria, noto algo extraño —dijo Aria sorprendentemente con voz seria—. A diferencia de ayer, hoy todo está muy callado y ya llevamos varías horas caminando y no nos hemos topado con ninguna bestia. Es muy raro… aunque también es ventajoso.
—Me robaste las palabras de la boca. —Torció sus labios—. Pues es eso, sea como sea no debemos bajar la guardia. ¿Verdad, Arie?
—En efecto, —respondió Arie. Ella miró a los lados extrañada—. Ciertamente es muy raro, yo pienso que… —Fue interrumpida.
—¡Alto! —exclamó Rigel con tono de avizor. Él se detuvo por completo estando alarmado.
—¿Uh? ¿qué pasa, amiguito?
—Miren… —El chico señaló al frente.
Tras cortar cierta maleza pudo observar una terrorífica escena, vio varias estacas altas de madera con un extremo enterrado en la tierra y con el otro puntiagudo apuntando al cielo, estas atravesaban cadáveres de varios tipos de bestias del Bosque de las Tinieblas y… cuerpos humanoides, quizás eran de Eldries, humanos o hasta de Elegidos siendo empalados diabólicamente.
—No tengo duda alguna, esto es obra de los Eldries salvajes, —añadió Arie quien se posicionó a un costado de Rigel y miró las estacas que él señalaba.
Rigel sabía que los nativos Eldries o Semi-humanos salvajes eran un de grupo rebeldes que se oponían totalmente al dominio de los Elegidos y que gracias a diversas tácticas ellos habían conseguido mantenerlos a raya. Sin embargo, el principal motivo por el que no habían sido aniquilados era porque los Elegidos como tal no habían demostrado un genuino interés por dominar todo el territorio de Itceles, al menos por ahora…
Estando siempre con el pavor de que los Elegidos en cualquier momento irían con todo su batallón y atacarían en serio, estos Eldries aprovecharon aquella “paz” y fortalecieron sus defensas esparciéndose por todo el territorio de Itceles y a su vez mataban a cualquier Elegido que osase entrar a su territorio. En resumen, si Rigel se encontraba con un grupo de Eldries salvajes tendría graves problemas. No por algo eran considerados una amenaza ante sus salvajes y hostiles métodos para matar, el bárbaro espectáculo frente a él era la prueba de ello, sin embargo…
—¿Por qué demonios habrían Eldries en un lugar tan peligroso como el Bosque de las Tinieblas y harían algo como esto?
Arie miró al suelo y se llevó la mano a la barbilla mientras analizaba la situación, su cara se mostraba seria conteniendo así su preocupación. Obviamente para ellos era desagradable ver aquello, por lo que retrocedieron varios metros.
—Te-tengo una teoría en base a lo que sé de ellos…
—Adelante.
—Bueno… los Eldries salvajes son fieles devotos a Aisha diosa de la tierra, y a Arismendi diosa de la naturaleza. Lo cierto, es que entre ellos existe una antigua tradición donde si cierto guerrero sobresaliente asesinaba a una incontable cantidad de seres vivos en honor a estas deidades; podría ser recompensado al ser convocado al plano de los dioses y participar en un sangriento ritual… —Le costó tragar saliva, era innegable que ella odiaba contar algo tan atroz y preocupante—. En efecto. Creo que cometimos un error al pensar que no nos encontraríamos con estos Eldries en esta parte de la selva, no consideramos la posibilidad de que quizás vendrían para acá a luchar contra bestias espantosas y obtener logros a favor de los dioses.
—Ya veo… una cosa… ¿no que eran diosas bondadosas?, es decir, que los dioses recompensen a alguien por causar un genocidio… eso es terrible ¿sabes?
Rigel sabía que Aria y Arie eran chicas con altas inclinaciones espirituales hacia estos dioses, sobre todo por parte de Arie. Así que era normal que él se extrañara al saber que ellas adoraran a seres tan viles.
—Campanita, parece que no prestaste atención. Mi bella hermanita, Arie, dijo claramente “entre ellos existe una antigua tradición”. Por supuesto que eso no es cierto, los dioses jamás incitarían a su creación a ser tal cosa ni mucho menos recompensar tales actos.
—A menos que se trate de la diosa de las calamidades, Krisna —susurró Arie a la vez que se ensombrecía su expresión facial. Un extraño sentimiento aporreó su corazón por unos segundos. Eso era algo completamente anormal en ella ya que era algo que chocaba con su deseo…
—¿Has dicho algo, Arie?, además, ¿estás bien? —dijo Rigel dándose cuenta de aquella anormalidad en ella. Al parecer no escuchó el susurro.
—¡Oh, no es nada, estoy bien, amiguito! —Volvió a la normalidad siendo su habitual ladeo de cabeza la prueba de ello.
—¿Vale?, bueno… continuemos andando entonces —Rigel dio un paso al frente, pero fue detenido por un jalón de su manga derecha. Fue Arie misma quien lo hizo con su mano izquierda—. ¿Arie?
Arie se mostró un poco más seria, sus labios temblaban un poco y con dificultad dijo:
—A-amigo, ¿no te indica algo este horrible hedor a muerte?
—…
Al notar que Rigel no respondió ella continuó:
—Parece que no entiendes lo terrible que pueden ser estos Eldries salvajes. Sé que eres un Elegido y eres fuerte, sin embargo, no ignores que estamos en su territorio y ellos tienen la ventaja, por favor, considera lo que te digo, ciertamente.
—A ver, ¿a qué punto quieres llegar exactamente? —Rigel se cruzó de brazos e inclinó sus labios.
—Que no podemos continuar por esta ruta. Esas estacas son evidencia más que suficiente de que los Eldries están cerca. Sí, estas estacas son una demostración de sus logros y si las hay cerca significa que más adelante habrá un campamento Eldrie. Por lo que sugiero rodear esta zona y salir por otro camino.
Arie era perspicaz, en su caso podía intuir los peligros futuros y evitarlos, esta gran cualidad que muy pocos logran desarrollar era sin duda la mejor herramienta de esta lista Elfa. En sus misiones le guste o no debía arriesgar la vida, por lo que esta aptitud era fundamental sobre todo a la hora de ayudar a sus compañeros; en este caso analizaba la posibilidad de encontrarse con trampas en el camino o con una tribu sanguinaria, pero…
—Aprecio tu sugerencia, pero ¿en serio crees que montarían un campamento en este lugar infernal? además, toma en cuenta que, aunque rodeemos esta zona nada garantiza que no nos encontremos con ellos más adelante.
Si sus compañeros no confiaban en su perspicacia la cosa era distinta.
—Ey, ey, lo siento mi bella hermana, pero creo que la campanita tiene razón —dijo Aria precipitadamente—. En todo caso tenemos poder de combate y Bendiciones de la Naturaleza, así que si nos encontramos con los humanos gatitos podemos ganarles… sí, sí, yo, la intelectual Aria sugiere avanzar. Será divertido. —Hizo malabares con su guadaña.
Parece que Aria solo pensaba en combatir y destruir, ella era contraria a su hermana: imprudente y un poco tonta.
—Tampoco te lo tomes a la ligera, elfita loca.
—Ñiiiii, ñiii, engrelegido tonto.
—Hermanita… seriedad, por favor. Rigel, parece que no podré convencerte, en serio no entiendes lo terribles que son estos Eldries —Ella se llevó ambas manos al pecho—. No quiero que les pase nada… a ninguno de los dos. Esta vez opto por confiar en ustedes —Mostró su linda y cálida sonrisa.
—Tranquila —Dijo Rigel desbordando confianza y le mostró el dedo pulgar—. No te imaginas lo aterrador que puedo ser si alguien se vuelve un obstáculo para mis objetivos.
—P-precisamente un-una situación así es lo que quiero evitar. De hecho. —Le costó tragar saliva—. No es lo mismo matar a una bestia a un Eldrie. Por favor, sean prudentes y respeten la vida.
Pensar en la idea de matar a una persona sin importar su raza era algo espantoso para ella, sus puros sentimientos no podían aceptar algo así. Lastimosamente, sabía que algún día el destino la iba a poner en una situación donde verdaderamente tuviese que matar… arrebatar una vida, eso es lo que significaba portar un arma. Solo de pensarlo le dolía, pero no tenía más alternativa, debía cumplir con su propósito. Sí, el propósito que Leónidas le dio.
—Lo siento, tienes razón, Arie —Rigel miró al suelo reconociendo su error, sabía que debía tenerle más respeto a la vida. Sin embargo, si quería ¿salvar? a Selene, sí o sí tendría que matar al menos al Cazador.
—Genial, amor y paz entonces. —Se burló Aria, respecto a su postura en cuanto al asesinato… aún no se sabe mucho—. Uy, uy. La exente Aria cambia de tema, oigan, oigan, ¿sí se fijaron en que la niebla está menos espesa acá?
—¡Demonios! tienes razón, elfa demente. —Rigel miró a las copas de los árboles y notó que podía ver el cielo, aunque con dificultad—. Esta es una señal de que ya casi estamos a punto de salir de este maldito lugar. ¡Vamos chicas salgamos de aquí! —Nuevamente Rigel intento avanzar, pero nuevamente fue detenido por Arie. Rigel levantó una ceja y continuó—. ¿Otra vez?
—Lo siento, pero aprovecharé esta ocasión para revelarte algo importante… la verdad tras uno de los misterios de los que tanto has buscado respuesta.
Esto fue completamente inesperado, ¿por qué en ese momento? Anteriormente Arie había sido completamente fiel a orden de Leónidas de no revelar mucha información, entonces ¿a que se debía este cambio? y ¿qué relación tenia dicha información con su situación actual? preguntas como estas atacaron la mente de Rigel.
“¿Qué diablos? Arie está actuando raro hoy”, pensó Rigel. También se mostraba muy atento a lo siguiente que Arie iba a decir…
—Hermana… —Aria frunció el ceño, enserió su voz y miró fijamente a Arie—. Oye, oye, espero que sepas lo que haces… no olvides cual es nuestra misión.
—Confía en mí, hermana. Fielmente.
—No seas agua fiesta, Aria. Así que Arie, te escucho…
—Ash… está bien. La sexy Aria confía en ti, hermanita Arie. Entonces mientras tanto miro a los alrededores por si las moscas. —Anulando su seriedad anterior ella fue a cumplir con lo que dijo.
—Gracias… —Acarició a Rigelito que estaba durmiendo en sus hombros, suspiró y continuó—. A ver… por donde empiezo…
—…
—Ya sé… he notado que últimamente un sentimiento distinto al de perder a Selene te ha estado molestando, ¿no?
—Bueno… yo… quizás. ¿Tan obvia es mi debilidad? —Se mordió el labio enojado consigo mismo.
—Ya te lo había dicho, amiguito. Eso no es debilidad… —Miró el símbolo con forma de espiral en el cachete de Rigel—. Supongo que algunos Elegidos lo consideran así. Sin embargo, esa es una idea perversa, es una mentira. Más bien se necesita valor para decir tus sentimientos, justo como lo has hecho días atrás.
Algunos Elegidos como el Rey sí que se habían dedicado a esparcir esas ideas, de que verse afectado por sentimientos era debilidad.
—Como sea, ¿qué tiene esto que ver? —Al parecer no quería indagar mucho en ese tema.
—Perdona por lo siguiente que voy a decir… Te tortura el hecho de no haber ayudado a tus compañeros de clases ¿verdad?, ¿te duele?, ¿te arde?, ¿es demasiado duro?
Aunque Arie hablaba de manera reconfortante y que demostraba autentica preocupación, aquellas preguntas eran un poco crueles ya que “abrían la herida”.
—Eso… bueno yo… —Apretó con fuerza sus dientes y entrecerró un ojo, parecía enojarse más consigo mismo.
—Y también, ¿te molesta no haber ayudado a esa anciana humana y a su nieto? ¿te odias por eso?
Se refería a la humana que apareció de repente en la Isla Sagrada hace más de una semana, Rigel en aquel entonces intentó defender a los humanos, pero no intervino correctamente debido a su cobardía y eso tuvo como consecuencia la muerte de dichos humanos. Obviamente, debido a su cambio repentino de ese día, a Rigel le afectaba no haberlos podido ayudar hasta llegar al punto de culparse a sí mismo por la muerte de ellos.
—Eso… —Le costó tragar saliva, luego sacudió su cabeza y engrueso su voz—. ¡A-Arie! ¡¿qué diablos?! hoy actúas raro, ¿no ves dónde estamos? ¿qué me quieres decir con todo esto? —Era un intento de desviar la conversación.
Arie cerró sus ojos serenamente, se empapó los labios y continuó:
—Esa anciana y su nieto no eran reales… —Abrió sus ojos.
Comments for chapter "8.2"
QUE TE PARECIÓ?
Otro bueno capitulo, ¿Como que no eran reales la abuela y su nieto? ¿Acaso eran una ilusión? A seguir leyendo para descubrirlo.
Puede que sí, puede que no… Me alegra que te esté gustando la obra 🙂
Lugar inhóspito y criaturas amenazantes que logran enfrentar los personajes 😲
Ademas, un ambiente lúgubre, funesto y sombrío que ni la esporádica luz del sol es capaz de iluminar.
Oh, vaya, Inquietante emoción, tensión logra provocar en Rigel al dejar entrever que la anciana y el niño no eran reales 😮