El hijo de Dios - 08
Un joven vestido con una camisa y pantalón de lino color blanco hueso, se encontraba sentado en un sofá de cuero rojo, frente a él, estaba una mesa rectangular de madera y, sobre ella, habían dos tazas de lo que parecía ser cerámica. El joven agarró una de las tazas y la llevó a su boca, disfrutando con calma el líquido dentro de ella.
–Disculpa la demora. –Dijo una mujer adulta al entrar a la habitación. Cerró la puerta y se dirigió al sofá enfrente del joven y, con calma se sentó–. He escuchado lo que sucedió de Margot, así que en nombre de todo el gremio de los exploradores de mazmorras, le pido una disculpa. –Gustavo dejó de tomar lo que parecía era té de hierbas, colocando la taza sobre la mesa.
–Nadie salió lastimado de gravedad, no es necesario disculparse. –Contestó con una mirada amable. La mujer hermosa, de pestañas largas lo observó detenidamente y asintió, ahora entendía las palabras de su subordinada cuando le habló sobre el extraño sujeto.
–Fuimos descuidados con nuestra seguridad, aunque usted no sienta que sea necesario una disculpa, yo, como administradora de este lugar, debo dársela. –Gustavo la observó por un brevemente antes de asentir y preguntar.
–¿Puedo hacerle una pregunta?
–Por favor, hable.
–¿Qué fue lo que pasó en esa habitación?
La dama guardó silencio, había revisado los escudos y los encantamientos protectores y, no había encontrado ninguna anomalía, por lo que se le dificultaba responder aquella pregunta.
–Señor, espero que no me malinterprete, pero no puedo darle un respuesta satisfactoria –Aclaró su garganta con un sorbo de té de hierbas–… ni siquiera yo he podido encontrar la causa verdadera, pero le prometo que en el momento que lo descubramos, usted será de los primeros en enterarse.
–Gracias. –Contestó Gustavo.
–¿Hay alguna otra pregunta? –Preguntó con cortesía. El joven dudó por un momento, pero sus ganas le ganaron, por lo que las palabras salieron solas de su boca.
–¿Existe un lugar en esta ciudad donde pueda encontrar una biblioteca? –La mujer frunció el ceño.
–¿Biblioteca? Disculpe, no conozco esa palabra.
–Quiero decir, una sala con libros.
–¿Desea un libro de hechizos mágicos? –Preguntó la mujer, podía darse cuenta que el joven ante ella deseaba hacerse más fuerte y, aunque no le gustaba el cambio de actitud de Gustavo, lo entendió, era una manera de compensar el incidente.
–No –Negó con la cabeza–. Solo quiero el libro sobre la historia de este mundo.
La mujer se extrañó, no podía creer que el joven pidiera algo tan absurdo, no era porque fuera fácil conseguirlo para las personas normales, pero con el talento que poseía el joven, podía darse cuenta que provenía de una familia noble, talvez hasta poseía sangre real, por ende, sería sencillo conseguir un libro de la historia de los cinco continentes.
–No está jugando ¿verdad? Porque si su objetivo es poseer un libro de hechizos, solo diga de que elemento y puedo conseguirlo por usted, aunque debo decirle que no será superior al sexto círculo de magia. –Dijo la mujer con una mirada seria. Gustavo meditó las palabras de la mujer, pero luego de un momento negó con la cabeza.
–No es un juego, señora. En verdad deseo un libro sobre la historia de este mundo.
–Sí eso es lo que deseas, puedo conseguirlo, pero siento que debemos compénsarte con algo más ¿Que te parece esto, señor sin nombre? Mientras terminan su identificación para ser perteneciente al gremio de los exploradores, acompañeme al salón de tesoros.
Gustavo asintió y, se colocó de pie cuando la dama de vestido blanco se levantó. Con pasos lentos caminó a espaldas de la mujer, los pasillos del interior del gremio eran anchos, decorados con cuadros de paisajes o retratos de personajes importantes de la historia del gremio. Se detuvo momentáneamente al ver un rostro familiar, era una joven de cabellos negros, ojos inocentes y taciturnos y, unos labios ligeramente gruesos y rojos. La mujer en el retrato no era nada menos que Amaris Cuyu.
–Disculpe, señora ¿Qué significan estos retratos? –Preguntó. La mujer dio media vuelta y miró al joven y, con una coqueta sonrisa respondió.
–Parece que está interesado en la heroína Cuyu.
–Por supuesto que no, señora. Debo admitir, que la dama Cuyu es una mujer muy hermosa, pero mi curiosidad no radica en lo romántico, es solo que la he conocido hace poco y, al ver una pintura de ella, mi interés creció.
–¿La conoció? –El joven asintió.
–Tuve el privilegio de viajar con ellos en su carreta está mañana. –La mujer sonrió sorprendida, no había esperado tal coincidencia.
–¿Usted es ese hombre?
–Disculpe, no entiendo su pregunta.
–Nada nada –Lo miró apenada, no quería revelar algo innecesario, tosió y miró a la pintura a su derecha–. Respondiendo a su pregunta, los hombres y mujeres en estás paredes, lograron grandes hazañas para este reino, por lo que se les entregó el título de: héroe, aunque algunos ya no se encuentran con nosotros en este mundo –Gustavo bajó la mirada para honrar a los muertos, algo que no notó la mujer–, los que aún viven, son personas muy habilidosas, talentosas y diestras en sus respectivas ramas, además de poseer el rango de estrella dorada en sus gremios. –Explicó. Gustavo asintió admirado, aunque no comprendía toda la información, debía reconocer que la dama Cuyu era una mujer sobresaliente.
–¿Estrella dorada? –Preguntó sin darse cuenta.
–El rango en los gremios de aventureros y en el de los exploradores de mazmorras se divide en estrellas. Los novatos poseen por lo regular una estrella, los veteranos de dos a tres, los veteranos hábiles cuatro estrellas, cinco estrellas los individuos que han atravesado un sin fin de batallas a muerte y han fortalecido sus habilidades. De seis a siete estrellas, ya estamos hablando de gente muy diestra en su rama, seres poderosos y con gran habilidad –Guardó silencio antes de continuar–. Sin embargo, después de la séptima estrella, siguen las estrellas doradas, esos si son verdaderos monstruos, aunque son pocas las personas que han llegado a una estrella dorada, no es el máximo rango, el máximo es: tres estrellas doradas, un rango sacado de la leyendas, pues el último hombre que logró obtenerlo, fue el héroe Muzlat, un guerrero que combatió a un dragón de escarcha y logró matarlo. Hace más de quinientos años –El joven asintió, pero por un momento, aquellos ojos inocentes llegaron a su mente, no sabía porque, pero no podía imaginarla como una poderosa guerrera–. Al parecer conoce muy poco sobre los gremios ¿Acaso usted es del continente Este? –Preguntó algo curiosa.
–No señora –Negó con la cabeza, no quiso mentir, a veces una mentira inocente con el tiempo se convertía en una pesada carga–. Pero si provengo de un lugar muy lejos de aquí. –Dijo, con ojos nostálgicos. La mujer notó aquella expresión y, sintió que había echo una pregunta muy personal, por lo que prefirió callar.
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