El hijo de Dios - 11
Amaris y Gustavo se detuvieron al llegar a su destino. El cuarto frente a ellos, era muy parecido a la sala del gremio donde hizo su exámen, con unas pequeñas diferencias en el color de las paredes y, en sus dimensiones, pero nada más. El joven tenía la duda si también en este habitación se podrían cambiar los paisajes y enviarlos a otra localidad, pero rápidamente desechó esa idea, pues no creía que este mundo poseyera demasiadas de esas habitaciones, o al menos eso quería creer por el bien de su cordura.
–Vamos al centro y, no te preocupes por los daños que puedas causar, yo misma hice los encantamientos protectores. –Dijo con un rostro orgulloso. Gustavo asintió con una ligera sonrisa, colocando su libro y la identificación en un lugar seguro para evitar un daño irreversible. Respiró profundo, acompañando a la señorita al centro de la sala.
–¿Podría guiarme, por favor? Debo decir que ignoro las prácticas sobrenaturales. –Amaris lo miró por un breve momento, al principio sintió que el joven bromeaba, pero después pensó que, al ser un guerrero, siempre se había enfocado en el arte del combate cuerpo a cuerpo y, nunca había tenido la oportunidad de practicar las artes mágicas.
–Por supuesto –Asintió–. Coloca tu mano en el orbe –Extendió el objeto esférico y se lo colocó en la palma. Gustavo colocó su mano en el orbe–. Ahora debes sujetarlo con la otra mano –El joven asintió y lo agarró. Amaris retrocedió un par de pasos, su expresión se volvió solemne, mientras conjuraba un par de hechizos de protección sobre su cuerpo, aunque había un mínima posibilidad de que algo saliera mal, ella, como buena maga, estaba preparada para ello–… Imagina que tú mente entra al orbe –Gustavo cerró los ojos e hizo lo que le instruía la dama–… ¿Supongo que todo es oscuro? –El joven asintió, pero no abrió los ojos–. Quiero que imagines una antorcha y alumbres tu camino. Cuando encuentres el cuerpo del devorador, tocalo.
–Esta vivo. –Dijo Gustavo repentinamente, Amaris abrió los ojos y sintió que algo iba mal, no tenía información sobre algo así y, eso que ella había leído casi todos los libros de magia existentes en el reino.
–¡Espera! ¡No lo toques! –Gritó y se acercó con rapidez. Pero antes que logrará llegar al cuerpo de Gustavo, una extraña energía negra lo cubrió e impidió que pudiera acercarse–. ¡Señor Gustoc! ¡Señor Gustoc!
La extraña energía solo duró un par de minutos antes de desvanecerse. Gustavo cayó al suelo de rodillas, su tez era pálida, pero en su rostro se dibujaba una extraña sonrisa.
–¿Señor Gustoc? –Amaris se colocó en guardia, no quería pensarlo, pero en el peor de los casos, el cuerpo del joven podía ser absorbido por el devorador.
–Lo hice, dama Cuyu –Sonrió–, logré obtener una habilidad. –Gustavo no sabía cómo, pero en su mente tenía un proceso extraño que le permitía conjurar la energía oscura. Amaris sonrió aliviada al escuchar al joven, pues sabía nadie podía duplicar aquella forma de expresarse.
–¿Podría mostrarme?
–Por supuesto. –Asintió.
El joven cerró ambos ojos con calma, colocó su mano en forma de garra y apuntó al suelo con su brazo estirado. Sin hacer un solo cántico, la energía oscura comenzó a concentrarse alrededor de su cuerpo. La sala comenzó a vibrar y, los hechizos de protección comenzaron a fracturarse. Amaris rápidamente conjuró nuevos hechizos e intentó contener el mayor daño posible, pero no evitó que el joven activara su habilidad, pues ella tambien deseaba verla. Un extraño vórtice negro se creó a dos pasos del muchacho, a los pocos segundos, dos manos esqueléticas comenzaron a sobresalir de aquel agujero negro, después un cráneo blanco, con dos puntos rojos donde se suponía estaban sus ojos, a continuación apareció un torso, protegido por una armadura negra, después sus piernas, las cuáles también poseían protectores negros. El esqueleto de la armadura se colocó de pie, imponente y con una presencia llena de intención de matar. El agujero desapareció, dejando atrás al esqueleto. Gustavo abrió los ojos al sentir que había terminado y, al notar el esqueleto enorme rápidamente se colocó en guardia, preparado para la batalla.
–Amo. –Dijo la criatura cadavérica, arrodillándose, mientras apoyaba sus brazos en la guarnición de su espada negra, que momentos antes había creado con energía oscura. La palabra emitida por el ser salido del propio infierno no fue entendida por Amaris, pero si por Gustavo, quién sintió una leve confusión al verlo, ya que podía sentir un extraño vínculo con aquel esqueleto de armadura negra, pero no sabía porque, hasta que pensó en una posibilidad.
–(¿Esa es mi habilidad?).
Gustavo no podía creer que esté mundo estuviera plagado de tantas cosas extrañas, pero lo que le parecía más extraño, era que hasta ahora, no había encontrado nada que lo haya hecho pensar que estaba loco, era como si él fuera un residente de este mundo y, solo hubiera olvidado lo fantasioso que era.
–¿Eres un invocador? –Preguntó Amaris sorprendida.
–No lo sé. –Contestó Gustavo con una sonrisa ligera.
–Prueba dándole una orden. –Aconsejó la dama. El joven sintió que era una buena manera de conocer si el esqueleto era su aliado.
–Levántate. –Ordenó.
El esqueleto de la armadura se colocó de pie y, observó al joven, pero sin intenciones hostiles. La disparidad del tamaño entre el hombre y el ente oscuro, era una diferencia de 30 a 35 centímetros, pues Gustavo medía 1.70 metros.
–Sorprendente. –Dijo Amaris con una sonrisa.
Gustavo inhaló sorprendido al observar aquella hermosa sonrisa, era la primera vez que mostraba esa expresión y, debía reconocer que los poemas de su mundo cuando se hablaba de la belleza femenina, se quedaban cortos si deseaban describir a la dama Cuyu. El joven rápidamente negó con la cabeza al sentir que su mente se desviaba por otro sendero y, con rapidez intentó tranquilizar su corazón, él ya tenía una prometida y, le había jurado ser fiel, por lo que mantendría su promesa, así tuviera que lanzarse al vacío de una fosa sin fondo.
–Me siento un poco débil. –Dijo Gustavo al analizar su cuerpo.
–¿Solo un poco? La enorme cantidad mágica que depositaste en tu habilidad para poder traer a ese esqueleto guerrero fue inmensa. Señor Gustoc ¿Qué clase de monstruo es usted? –Preguntó. Gustavo sonrió al recibir aquellos ojos inocentes.
–Has dicho que se llama esqueleto guerrero ¿Verdad? –Cambió el tema.
–La verdad es que no sé –Dijo confundida–. Hay muchas invocaciones donde traen a esqueletos como sirvientes, pero el que tú trajiste es algo fuera de lo común, ni yo puedo identificar lo poderoso que es.
–Lo llamaremos esqueleto guerrero. –Dijo Gustavo, no quería perder el tiempo buscando su nombre correcto.
–Gracias amo. –Volvió a hablar el esqueleto, quién claramente había escuchado la conversación del joven y la dama.
–Espera, la primera vez que apareció hizo un ruido extraño, pero ahora claramente pareció que estaba hablando. –Dijo Amaris con una expresión complicada.
–Si, dijo: Gracias, amo –La miró confundido–. ¿No entendió lo que dijo?
–No –Negó con la cabeza, pero repentinamente una sonrisa astuta apareció en su rostro–, Dale la órden de mostrar sus habilidades. –Ordenó Amaris, Gustavo asintió de vuelta, ordenándole lo que pidió la dama.
El esqueleto de la armadura comenzó a bailar con su espada, después combatió a un enemigo imaginario con dos espadas, al igual que con una espada y un escudo grande, todos hechos de energía oscura, después creó una bola negra, la cual lanzó a una pared, provocando que la sala vibrara al recibirla y, por último, invocó a tres esqueletos diferentes, los tres de un tamaño más pequeño, pero con intenciones parecidas al invocador. Al parecer los tres esqueletos poseían clases distintas, uno era un arquero, el otro un mago y, por último, un asesino.
–Dicen que las bendiciones vienen acompañadas por catástrofes, espero que está vez no sea así.
–¡Esposa mía! –Un grito varonil sorprendió al joven y a la dama, por lo que rápidamente voltearon a la entrada del lugar. Amaris frunció el ceño al darse cuenta de quién se trataba.
–Lo que me faltaba. –Se dijo a si misma.
En el umbral de la entrada, un joven veinteañero, de cabellos negros, tez morena y un rostro agraciado, aparecía con una sonrisa arrogante, una que se apagó cuando notó a su dama acompañada por un hombre. Rápidamente se dirigió a los dos individuos, pero antes de acercarse más, una sombra gigante se interpuso en su camino, una que había sentido cierta amenaza hacia la integridad de su amo. El joven de tez morena tragó saliva al ver al enorme esqueleto, se dio cuenta que era una hormiga que podía ser pisoteada facilmente por una cosa tan monstruosa como la que tenía enfrente, por lo que quiso gritar.
–No le hagas daño. –Dijo Gustavo al sentir las intenciones de su invocación. El esqueleto asintió y, desapareció, apareciendo a sus espaldas.
–¿Qué haces aquí? –Preguntó Amaris sin cortesía.
–He venido a ver a mi prometida. –Contestó el joven con una sonrisa arrogante.
–Eres una cosa desafortunada, he dicho muchas veces que el matrimonio que arreglaron nuestros padres cuando era bebe no es algo que me involucre.
–Un pacto de caballeros siempre debe cumplirse. –Dijo el joven con tono serio.
–Señor, lamento interrumpir, pero si la dama ha dicho que no desea casarse con usted ¿Por qué forzarla? El amor no es algo que se pida, es algo que se da naturalmente. –Interrumpió repentinamente Gustavo.
Amaris volteó a ver al joven de ropa de lino y sintió una ligera emoción en su pecho, desde siempre había sido una mujer fuerte, no necesitaba a nadie que la protegiera, pero el joven a su lado no habló porque pensara que fuera débil y necesitara ayuda, sino que hablaba desde su corazón, intentando aconsejar al hijo del señor Besdet.
–¡¿Y tú quién eres para decir lo que le conviene?! –Lo fulminó con la mirada, pero al sentir los ojos del esqueleto, optó por voltear, ese monstruo no era alguien que pudiera enfrentar por si solo.
–Me disculpo por mi intromisión, es solo que nunca he soportado que alguien desee forzar a una mujer. –Dijo y, su ceño se frunció al recordar al maldito Jorge Gutiérrez, quién muchas veces intentó seducir a su amada, hasta había intentado forzar un matrimonio con su familia. Gracias a Dios, el papá de Monserrat (Su prometida no oficial), ponía en primer lugar lo que pensaba su hija sobre su futuro y, luego tomaba las decisiones.
–Así que eres su guardián –Sonrió de manera perversa al pensar en algo– ¿Que te parece esto? Vamos a pelear en una batalla cuerpo a cuerpo y, quién gane, se queda con ella. –Gustavo negó lentamente con la cabeza.
–Ella no es un trofeo por el que se pueda pelear –La miró por un segundo, luego volvió a observar al joven–. Pero acepto tu reto, yo, Gustavo Montes, pelearé por el honor de la dama Amaris Cuyu, el cual tú has insultado y manchado con tu sucia boca. –Su voz ya no sonaba tan amable, ni cortés. Amaris también se había sorprendido por aquel cambió repentino de actitud. Luego observó al joven de tez morena y, casi quiso matarlo con sus propias manos, lamentablemente no podía por la amistad de su padre con su familia.
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