El hijo de Dios - 23
El paisaje frente al joven cambió cuando cruzó el umbral oscuro, pero lo que vieron sus ojos no era lo que esperaba ver. Frente a él, decenas de personas se encontraban preparando para su incursión, todos poseían una expresión de suma concentración, habían sido requeridos inmediatamente para entrar a la mazmorra, les habían informado que una hormiga reina mutada había aparecido en el quinto piso, por lo que debían reunirse todos y matarla, sin embargo, al ver la silueta ensangrentada del joven, los individuos dejaron lo que estaban haciendo y, lo observaron.
—Señor Gustoc.
—Señor Gus.
Dos señoritas llamaron al joven al mismo tiempo y, al notarlo, se observaron con miradas complicadas, haciendo sutiles gestos con la cara. Gustavo sonrió al verlas, acercándose inmediatamente, pero al notar la extraña atmósfera, prefirió quedarse de pie y esperar a que ellas se le acercarán. Al notar la sangre en sus ropas y cuerpo, dejaron de mirarse, corriendo hacia el con joven con leves indicios de preocupación en sus rostros.
—Señor Gus ¿Qué fue lo que le ocurrió?
—Señor Gustoc ¿Qué le pasó?
Preguntaron al mismo tiempo. Gustavo respiró profundo.
—Tuve una batalla con una hormiga muy fea. —Dijo con un tono tranquilo, mientras sonreía como un infante cansado de tanto jugar.
Frecsil lo miró, había recibido el informe de que una hormiga reina mutada había aparecido en la sala de dueño del quinto piso y, que un joven fuerte había arriesgado su propia seguridad para salvar a los pocos sobrevivientes, la dama ya intuía que ese joven podía ser el muchacho frente a ella, pero no estaba segura, fue hasta escuchar la confirmación del propio Gustavo que lo aceptó, por lo que su corazón tembló de preocupación, observando sus heridas.
—Gracias a los Dioses pudo escapar. —Dijo.
Amaris frunció el ceño al notar que la administradora no había dejado que el joven le dirigiera la palabra.
—¿Escapar? No —Negó con la cabeza algo confundido—, la maté. —Dijo de manera casual, como si aquello fuera lo más normal del mundo.
Cuando sus palabras salieron de su boca, la multitud en la cercanía, incluyendo a las dos hermosas damas, colocaron una expresión de sorpresa y duda. Aunque admitían que era muy fuerte, decir que mató a una criatura de la magnitud de una hormiga reina mutada, era absurdo, ahora no decir los que no conocían su fuerza.
—Joven, no nos hagas reír ¿Cómo podrías matar un monstruo así? —Dijo una señorita con un arco en su espalda, mientras reía, debía reconocer que aquel chiste había matado la tensión del lugar. Gustavo se extrañó, no entendía porque no le creían.
—La taberna ha de estar sirviendo buenas bebidas —Sonrió una guerrera, alta y, de piernas largas—, ya tenemos al primero en caer en sus encantos.
—Ha perdido mucha sangre, debe estar alucinando. —Dijo un sanador con un rostro de preocupación.
—Cierto muchacho, si lo que dices es verdad, enséñanos el orbe. —Dijo repentinamente un joven de sonrisa burlona.
—¿Orbe? —Se preguntó Gustavo, pero luego recordó lo que había sucedido con aquella esfera, por lo que por instinto observó al pequeño lobo que dormía en su hombro—. No lo poseo. —Dijo.
La gente comenzó a reír al escuchar el chiste contado por el joven. Amaris y Frecsil fruncieron el ceño con enojo, no estaban dispuestas a soportar más la burla hacia su conocido, sin embargo, una voz gruesa se adelantó.
—¡Cállense todos! —Se adelantó un hombre de aspecto maduro, mirada de veterano y cuerpo de gladiador, apoyándose sobre un largo palo de manera— ¡Ustedes no estuvieron presentes en aquella maldita sala… no conocen la valentía de aquel joven! —Gritó, haciendo muecas de dolor insoportable, mientras tocaba la herida en su pecho con su mano desocupada. Gustavo lo reconoció después de unos segundos, se trataba del guerrero del escudo de lágrima. La gente guardó silencio, talvez hubieran hablado si el exponente no fuera un explorador de mazmorra de seis estrellas, o alguien no tan querido por la gente—. ¡Estoy seguro que, si hubieran estado en su posición, habrían corrido orinados de miedo! —Su enojo era evidente, talvez en otra situación habría cerrado la boca, talvez hasta también hubiera reído, pero ahora no era así, no podía soportar que mancharan el honor y el acto gallardo del muchacho, pues él había sido testigo de su poder y valentía.
—Timot ¿Te golpeaste la cabeza? ¿Por qué lo defiendes? —Preguntó una maga a unos pasos del guerrero.
—¿No es evidente? —La miró, hablando fuerte para que todos lo escucharan—. Ese joven fue el que nos salvó —Respiró con pesadez—… quién se interpuso en el camino de la hormiga reina mutada para que nosotros pudiéramos escapar —Volvió a respirar, estaba sumamente debilitado y apenas si podía mantenerse en pie—… En especial tú deberías darle las gracias, pues gracias a él sigue viva tu sobrina… —Su mirada era seria y decidida.
El silencio se hizo presente en el lugar, todo era tan calmo que hasta las respiraciones podían ser escuchadas, talvez no creyeron al instante en las palabras del guerrero, pero al menos la duda ya se encontraba en sus mentes.
—¿Cómo podría ser eso posible? Se necesita al menos un grupo de élite de exploradores de siete estrellas para matar a una hormiga reina mutada ¿Cómo podría ese joven matarla él solo? —Dijo alguien en la lejanía, no pudiendo comprender la nueva información.
—¿Eso es cierto, señor Gus? ¿Usted la mató? —Preguntó Frecsil. Gustavo asintió, no se sintió molesto porque dudarán de él, ahora podía darse cuenta que la hormiga reina mutada no era un adversario tan fácil de matar en este mundo—. Entonces —Miró sus heridas y la sangre seca en su cuerpo—. ¿No escapó? —Gustavo negó con la cabeza.
Frecsil seguía dudosa, su mente trabajaba al máximo para aceptar que el joven frente a ella era tan poderoso como para terminar con la vida de un monstruo de tal magnitud.
—Estoy sorprendida, señor Gustoc —Dijo Amaris con una sonrisa. Gustavo se quedó de pie encantado por un breve instante, observando aquel angelical acto—. Nunca creí que sería un individuo tan fuerte. —Aunque siempre había dudado sobre la verdadera fuerza del joven, ahora sí tenía la certeza de que podría ser igual de fuerte que ella.
—Solo actúe en el momento indicado. —Respondió con una sonrisa humilde, pues, aunque parecía pedante de su parte, no se sentía tan fuerte, dentro de su corazón había un anhelo indescriptible de volverse más poderoso, sintiendo que apenas había cruzado el umbral de aquella puerta.
A los pies de la entrada de la mazmorra, salió un grupo de cinco individuos, todos con una expresión seria, con ligeros toques de confusión.
—La hormiga reina mutada está muerta, su cuerpo está calcinado y su orbe ha desaparecido, así como el orbe de su anterior cuerpo. No sé lo que pasó haya dentro, pero estoy seguro por los daños en la sala, que hubo un combate entre seres muy poderosos. —Dijo el capitán de aquel grupo al ver a Frecsil.
Cuando todos escucharon lo mencionado, su primera reacción fue observar al joven ensangrentado, algunos tragaron saliva por temor a las represalias, otras solo lo miraron detenidamente, queriendo comprender como podía ser tan fuerte.
—Lo extraño es que solo los orbes de la hormiga reina y la hormiga reina mutada desaparecieron, el resto siguen intactos en los cuerpos de las demás hormigas —Frunció el ceño al notar que nadie le estaba prestando atención—. ¡¿Qué es lo que sucede con ustedes?! Hay un monstruo suelto en aquella mazmorra, debemos tomar esto con seriedad.
—Ahí está tu monstruo, asesor de defensa. —Dijo alguien en la lejanía, señalando al joven Gustavo. El hombre frunció el ceño, confundido, pero rápidamente su expresión se tornó enojada, no era momento para jugar.
—Acaso ¿Les parece gracioso lo que está sucediendo? Si no matamos pronto aquella anormalidad, puede hacer un refugio cerca de la entrada e impedirnos el paso para siempre.
—Asesor de defensa, tranquilícese, ya conocemos la identidad de quién mató a la hormiga reina mutada. —Dijo Frecsil con calma.
—¿En verdad? —Sonrió aliviado el asesor de defensa del gremio, al igual que sus subordinados—. ¿Qué es a lo que nos estamos enfrentamos?
—No es que, sino quién. —Dijo. El hombre no comprendió sus palabras.
—¿De qué habla?
—La persona que mató a la hormiga reina mutada, fue este señor. —Señaló con sus ojos a Gustavo, quién volteó con una sonrisa inocente.
—Disculpe ¿Lo puede repetir nuevamente? Creo que no la escuché bien.
—El hombre que mató a aquel monstruo, fue el señor Sin nombre.
El asesor de defensa se detuvo un momento, observó la apariencia simple del joven y, no sabía si reír o pedirle a un mago que le revisara la cabeza a su administradora, pues a sus ojos, aquel que llamaban Sin nombre, solo era un explorador de cinco estrellas, todavía inferior a él, que poseía seis. Sin embargo, cuando estuvo dispuesto a refutar aquellas palabras, notó la extraña atmósfera, se dio cuenta que todos estaban cómodos con la noticia de que el joven había sido quien derrotó aquel monstruo, por lo que quiso preguntar ¿Qué está pasando?
Comments for chapter "23"
QUE TE PARECIÓ?
Lo de sin nombre me recuerda a un relato griego, creo. De un hombre que se hizo llamar nadie y al arrancarle el ojo a un cíclope, el cíclope solo pudo decir nadie, cuando alguien le preguntaba quién le había arrancado el ojo
No conocía la historia.