El hijo de Dios - 42
Al entrar, el paisaje cambió por completo y, aunque ya lo había experimentado, el joven Gustavo sentía que no podía acostumbrarse a semejante acto y, no quería hacerlo, lo impresionante siempre era entretenido de observar.
—¡Escuchen todos! Soy Nari, la líder de esta expedición, no toleraré ninguna insubordinación, cualquiera que no esté dispuesto a escucharme, es libre de irse. —Dijo una dama de armadura completa, con una espada larga envainada en su cintura.
—¿Quién es ella? —Preguntó Gustavo.
—Es una de las líderes de expedición del gremio, su poder de batalla no es superior a un explorador de seis estrellas, pero su habilidad para comandar tropas es impresionante. —Explicó Amaris. Gustavo asintió.
—¡Avancemos! —Gritó Nari.
Mientras el enorme grupo de personas caminaba, Gustavo y Amaris disfrutaban el trayecto, como si se tratara de un paseo por la naturaleza, no era que no estuvieran presionados, pero sabían que los primeros pisos de la mazmorra eran para novatos, por lo que no era necesario estar en alerta máxima.
—Las criaturas no son muy inteligentes, estoy segura que no nos atacaran. —Dijo Amaris.
—¿En cuántas expediciones ha estado? —Preguntó.
—En dos —Respondió con una mirada distraída—. Y aunque solo encontramos a un dueño de piso, las pérdidas humanas fueron considerables.
—¿Te sientes culpable? —Amaris negó con la cabeza.
—Ellos conocían los riesgos —Alzó su rostro, observándolo con una expresión tranquila—. En éste lugar los héroes no existen, nadie puede ayudar al débil.
La observó, podía notar que aquellas palabras ocultaban un significado más profundo.
—¡Magos en la retaguardia! —Gritó repentinamente la líder de expedición — ¡Arqueros en los costados! ¡Guerreros al frente! ¡Hay un enemigo que se aproxima!
El joven con la máscara de demonio llevó su mano a su sable, con la intención de abalanzarse hacía la batalla, pero el sutil movimiento de mano de su compañera lo detuvo.
—Sí usted lo mata, el orbe le pertenecerá, al igual que un porcentaje alto de su cuerpo, déjelos tener sus victorias en estos pisos y, así puedan llenar sus bolsillos.
Sonrió y, con un movimiento lento de cabeza aceptó sus palabras, parecía que la dama tenía más empatía de lo que quería demostrar.
En la lejanía, un escarabajo gigante se aproximó volando, su caparazón era rojo, al igual que sus dos antenas. Los guerreros de escudo largo se colocaron en la línea frontal y soportaron la poderosa embestida del enorme insecto, algunos de los magos activaron sus hechizos y apoyaron a los guerreros. Los arqueros apuntaron con gracia y certeza al cuerpo duro del escarabajo, pero aún con todo su esfuerzo, el daño causado en su defensa fue mínimo. Los magos bendijeron los cuerpos de los guerreros con algunos hechizos de apoyo, se daban cuenta que el brutal insecto era más resistente de lo que parecía. Entonces ocurrió la desgracia, al perder sus dos antenas, el escarabajo se volvió loco, entrando en un frenesí de sangre, los desafortunados que no lograron escapar, fueron lanzados lejos y, así fue como muchos de los guerreros de la primera línea perdieron durabilidad en sus encantamientos de protección.
—Sí no pueden con ese escarabajo, no podrán con las criaturas después del décimo piso. —Dijo Amaris al percatarse de las intenciones de su compañero.
El joven suspiró, asintiendo sin poder hacer nada, había visto la pelea y sabía que los humanos todavía tenían la ventaja, por lo que confió en que ganarían.
—¡Ahora! —Gritó Nari.
Los arqueros apuntaron a un solo punto del caparazón, justo donde empezaba a cuartearse, mientras que los magos de elemento hielo restringieron sus movimientos con una poderosa ráfaga de viento frío. El caparazón del escarabajo se rompió en pedazos, dejando al aire libre una piel suave y blanda. Nari aprovechó la oportunidad y saltó, ejecutando en un movimiento a aquel insecto molesto.
—Saquen el orbe y guarden parte de su caparazón, podrá venderse en un buen precio cuando salgamos de aquí. —Dijo la líder de expedición.
—Es muy raro ver a un escarabajo acorazado en estos pisos. —Dijo Letion en voz baja.
Después de recolectar los recursos, el grupo de expedición comenzó caminar nuevamente. Aunque hubieron algunos insectos valientes que se atrevieron a interponerse en el camino de los exploradores, su final fue muy parecido al del escarabajo, siendo destruidos sin misericordia.
La multitud siguió avanzando, hasta que sus ojos se toparon con una enorme entrada, sintiendo un extraño poder remanente en aquella sala, pero sus sentidos les decía que ya nadie habitaba dentro, por lo que se dispusieron a entrar.
Sus ojos se toparon con paredes oscurecidas por las furiosas llamas del fuego mágico, con cráteres en el suelo, techo y paredes, cortes lineales en la superficie, así como cuerpos inertes de algunas hormigas en el suelo. La primera reacción de todos al ver eso, fue voltear para observar al joven de máscara, quién no expresó ninguna emoción. Aunque intuían que no todo el daño había sido causado por el joven, debían admitir que el poder que había mostrado era impresionante, por lo que inconscientemente se sintieron protegidos al saber que tenían a un individuo fuerte peleando a su lado. Algunas personas se detuvieron y guardaron algunos de los cuerpos inertes de las hormigas, después de todo tenían valor y, era un desperdicio dejar que se pudrieran ahí.
Cuando salieron de aquella sala, los lúgubres pasillos cambiaron, ya no se encontraban en un sendero parecido al de la entrada de una cueva, ahora estaban en lo que parecía era un páramo extenso y lleno de muerte. Gustavo desenvainó con rapidez.
—Alguien nos está observando. —Dijo, mientras buscaba con su mirada al individuo. Amaris asintió, también se había percatado de aquella sensación—. (Wityer, búscalo y avísame donde se encuentra) —Ordenó.
El lobo asintió con calma, saltando de su hombro al segundo siguiente y, desapareciendo del campo de visión del joven.
Gustavo saltó hacia atrás repentinamente, mientras que en el lugar donde antes había estado, una daga con líquido verde perforó la dura tierra.
—¡Emboscada! —Gritó Neri.
Gustavo levantó su mano y apuntó a uno de los árboles secos y, sin hacer un canto, convocó diez bolas de fuego con tonalidades negras.
—Amaris, Wityer dice que son tres, ten cuidado.
Sin esperar la respuesta de la dama, disparó sus diez proyectiles y desapareció. Mientras que los demás exploradores tomaban su formación de ataque y defensa. Antes que las diez bolas de fuego impactaran contra el árbol seco, una silueta oscura, con indumentaria de asesino se escabulló entre las sombras, pero sin saberlo, se encontró con la filosa hoja de un sable. Solo necesitó de un solo corte para asesinar a la silueta oscura y, de unos treinta segundos para encontrar a las otras dos y darles un final similar.
—¿Qué son estas cosas? Parecen humanos. —Dijo al quitarle la capucha a uno y, efectivamente, parecían humanos, solo que tenían algunas fuertes diferencias, como los colmillos inferiores por fuera, el tono de piel verde y, una extraña marca en la frente.
—No conozco el nombre de su raza, pero aquí en la mazmorra se les conoce como: corredores nocturnos.
—Parece que la señora Frecsil no mintió cuando habló de sus habilidades. —Dijo Nari al acercarse, con una expresión complicada en su rostro, aunque le agradecía al joven que se encargará por si solo de las criaturas, sentía que le estaba quitando protagonismo.
—Al menos hubiera muerto uno del grupo si el señor Gustoc no se hubiera encargado. Todos conocemos la velocidad de los corredores nocturnos y, sabemos que son muy difíciles de matar, así que no necesitas poner esa expresión. —Dijo Amaris, tratando de ayudar a su amigo.
Gustavo notó el disgusto de la líder de expedición, recordaba lo que le había dicho Amaris sobre dejar que los exploradores se encargaran, sin embargo, había sentido una fuerte intención de muerte de aquellas siluetas, por lo que sintió que había tomado la mejor decisión. Limpió su sable y volvió a envainarlo y, sin decir una sola palabra, se dirigió al frente del grupo. Amaris sonrió, imitando sus acciones.
—¿No va a conservar los orbes?
Volteó y miró confundido a la dama Nari.
—¿Esas cosas tienen orbes? —Preguntó en un tono bajo.
—Todas las criaturas mágicas, monstruos y bestias por encima de un cierto nivel, tienen orbes. —Explicó.
—¿Nosotros también tenemos orbes? —Le preguntó en voz baja. Amaris negó con la cabeza.
—No, pero la razón del porque no la conozco.
Asintió, agradecido por su explicación.
—Pueden tomarlos, yo me adelantaré y despejaré el camino. —Dijo con un tono tranquilo.
Desapareció del campo de visión de los demás exploradores de mazmorras, al igual que la dama.
—¿Un héroe? Para mí no es más que un abusador. —Dijo Nari con el ceño fruncido, su mueca de disgusto fue apreciada por todos los presentes, sintiendo emociones complicadas.
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—Señor Gustoc, no tan deprisa, recuerde que soy una maga. —Dijo Amaris con el sudor en su frente.
El joven asintió y disminuyó la velocidad.
—Discúlpeme.
—¿Por qué separarse del grupo?
—He querido investigar algo en esta mazmorra desde hace mucho tiempo y, con gente a mi alrededor no podré hacerlo, creo que será mejor ir por mi cuenta —Al terminar de hablar, se percató que el ceño en el rostro de la dama comenzaba a fruncirse—. Por supuesto, si usted me acompaña, será una alegría para mí corazón. —Amaris sonrió al instante de escuchar aquellas palabras, sin embargo, sintió que había dicho algo fuera de lugar, algo que había ocultado muy dentro de él.
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