El hijo de Dios - 45
—¡Señor Gustoc! —Gritó Amaris al ver la silueta del joven, tiró su bastón, lanzándose a sus brazos. Gustavo la recibió con una sonrisa—. Creí que nunca lo volvería a ver ¿Por qué hizo eso? —Sus ojos comenzaban a humedecerse.
—Era algo que debía hacer. —Respondió con tranquilidad.
—No me deje sola otra vez ¿Prométalo? —Gustavo la miró a los ojos, su corazón palpitaba con fuerza, sentía una sensación de calor, pero él sabía que no podía tener esos sentimientos, no podía, ya tenía a su amada, la mujer de sus ojos, la persona más importante de su vida y, no estaba dispuesto a engañarla. Amaris notó el cambió de expresión, apartándose de él con los ojos llenos de lágrimas—. Me disculpo, no debí actuar así, creo que he recibido una fuerte fatiga mental por el uso excesivo de energía mágica. —Se secó la humedad de sus ojos con su antebrazo, dándose media vuelta. Se sentía estúpida, no sabía porque había actuado como una niña, era solo que en verdad estaba alegre que el joven no la hubiera abandonado, parte de ella deseaba quedarse acostada en su regazo y nunca más levantarse, pero al notar su complicada mirada, la indecisión y el dolor creció en su corazón.
—Dama Cuyu —Dijo en un tono bajo—, creo que nunca se lo mencioné y, lamento hacerlo ahora, pero ya tengo una prometida —Al notar la confusión en sus ojos, suspiró—, una dama a la que le pertenezco y, aunque en mi corazón tengo sentimientos por usted, esto no es correcto. Por favor comprenda que no fue mi intención jugar con usted, no me educaron de tal manera y, por ello que me siento tan culpable…
Amaris giró su cuello, observando con una sonrisa forzada al joven
—No sé preocupe. —Interrumpió, ya no deseaba seguir escuchándolo, cada excusa que ponía para no amarla la lastimaba más que el propio silencio.
Al voltear nuevamente dejó de sonreír y, con una última profunda exhalación comenzó a caminar. Gustavo suspiró, siguiéndola, mientras que el lobo a unos pasos de él regresó a su hombro.
—(¿Por qué me siento así? —Pensó al sujetarse su pecho— Amo a Monserrat con todo mi corazón, lo sé, no solo, es la razón por la que quiero regresar, pero ella —Sus ojos observaron la espalda de la dama—, ella también tiene parte de mis sentimientos, no puedo explicarlo, pero siento que la amo. Maldita sea) —Apretó los puños con ira, un enojo que estaba dirigido a sí mismo por actuar de una manera irresponsable.
Los dos individuos continuaron caminando, sus pasos eran ligeramente rápidos, pero sin prisa. Gustavo observaba la espada de la dama, quién parecía tan lejana como el pico de una montaña. Suspiró, deseaba haberse tragado sus palabras, pero sabía que era lo correcto, solo manteniendo distancia podría matar ese sentimiento en su corazón. Bajaron un piso más, parecía que ninguna criatura se encontraba y, aunque era extraño, ni Gustavo ni Amaris le tomó importancia a ello. El olor a muerte inundó el siguiente piso, justo por dónde los jóvenes comenzaban a transitar, la poderosa sensación de estar rodeado por espectros cubrió las paredes. Gustavo volteó a todos lados, se sentía vigilado, sin embargo, no había indicios de aquello. Amaris rápidamente buscó entre sus cosas un amuleto de protección y se lo colocó en el cuello. Aunque la sensación no era muy intensa, si era algo incómoda. Gustavo vislumbró en la lejanía un par de cuerpos humanoides, de un solo paso se acercó, dándose cuenta que los cuerpos pertenecían a humanos, para ser más específicos a guerreros, solo que aquellos cuerpos no poseían cara, era como si algo extraño se las hubiera arrancado. Tragó saliva.
—Hay algo siniestro en este corredor, puedo sentirlo. —Lo observó, había tenido una sensación similar, solo que no conocía a ninguna criatura que pudiera irradiar de su cuerpo semejante energía de muerte.
Sin tener una sola duda extendió su mano, convocando en el acto a su subordinado. A los pocos segundos un esqueleto apareció, uno que poseía un tipo de aura azul bailando en su cabeza.
—Su excelencia.
—(Protégela) —Ordenó con una mirada seria y, con la misma desapareció.
El esqueleto asintió, no sabía porque le habían encomendado una tarea tan trivial, pero si su señor le decía que la protegiera, aunque tuviera que entregar su existencia, cumpliría con su obligación.
Amaris se quedó de pie, frunció el ceño y luego observó al esqueleto invocado con sorpresa, la invocación que recordaba no era tan temible como el que tenía enfrente, pero aquella sorpresa duro menos de unas cuantas respiraciones al notar que su compañero había desaparecido. Sin pensarlo dos veces comenzó a seguirlo, talvez no era muy rápida, pero ella también poseía sus habilidades.
Gustavo llegó ante una sala oscura, un cuarto de grandes dimensiones, iluminado con pequeños cristales blancos. En medio de la sala, una cosa horrible estaba combatiendo contra la expedición que había estado acompañando en los primeros pisos. La criatura tenía el cuerpo de una mujer, solo que cinco veces más alta, flotaba y parecía que vestía una toga de monje, mientras que sus cabellos largos y oscuros tapaban sus ojos. De vez en vez gritaba, aquel grito era tan siniestro y horroroso, que hasta el más valiente sentiría que sus piernas temblaban.
—Han muerto muchos. —Dijo al notar los ocho cuerpos tirados en el suelo.
Desenvainó ambos sables, emanando de ellos una poderosa y sutil energía azul, con sus piernas se impulsó, saltando con fuerza. Parecía un ave más que un humano, pero su velocidad era más parecida a la de un guepardo salvaje. Justo cuando sus armas estuvieron a punto de tocar el cuello de la dama gigante, ella alzó la cabeza, dejando al descubierto aquellos atemorizantes ojos negros y, sin hacer un solo movimiento, envío una ráfaga de energía oscura a su cuerpo. Su velocidad comenzó a disminuir, pero su acción no fue detenida por completo, pero en lugar de cortar su cabeza, cortó uno de sus brazos. La abominación gritó con furia, lo que provocó que los espectros de los muertos salieran y comenzarán a atacar a todos los presentes.
—¡Sin nombre, por fin apareces! —Gritó Nari enfurecida, ya había perdido a más de quince exploradores en la expedición, por lo que su enojo era comprensible.
Gustavo cayó al suelo, sintiendo la escalofriante mirada de aquella criatura recorrer su cuerpo, una ligera sonrisa se dibujó en su rostro, había logrado su cometido: obtener su atención.
—¡Déjenme ayudar! —Gritó una dama en el umbral de la puerta, mientras se colocaba en posición para comenzar a conjurar sus hechizos.
—Espere, heroína Amaris. —Dijo Letion, su rostro se notaba más viejo que antes, era como si hubiera envejecido al menos diez años.
La maga lo observó un poco confundida, dejando de conjurar al notar que nadie estaba lanzando hechizos ofensivos.
—¿Qué sucede? —Preguntó.
—Los hechizos elementales no la dañan. —Dijo con una expresión lúgubre, se notaba el costo que había sufrido por conocer aquella información.
—Entonces ¿Qué es lo que quieres que haga? —Preguntó con el ceño fruncido.
—Sé que tiene habilidad en los sellos mágicos, si logra contenerla o paralizarla por unos momentos, los guerreros tendrán el tiempo suficiente para acabar con esa cosa.
—Lo intentaré. —Asintió, mostrando una mirada determinada.
Las poderosas uñas oscurecidas de la dama gigante trataron de cortarlo, sin embargo, Gustavo era tan escurridizo como una serpiente y, tan rápido como un rayo, provocando que fuera imposible poder dañarlo. La dama gigante volvió a gritar con furia, de la nada, su cuerpo comenzó a emanar una densa neblina negra, cubriéndola, al igual que al joven. Gustavo tranquilizó su respiración y agudizó sus sentidos.
—A la derecha. —Dijo y, con un movimiento rápido bloqueó la poderosa uña de la criatura, sin embargo, su postura no había sido lo suficientemente buena como para contrarrestar el ataque, por lo que fue enviado a decenas de metros hacia atrás, casi cayó, pero la fortaleza de sus piernas era más alta de lo que la criatura pensaba.
—(Su poder de ataque es más débil que el de la hormiga reina mutada, pero su energía es mucho más fuerte, debo tener cuidado) —Pensó—. (¿Qué debo hacer?)
Mientras Gustavo combatía, un lobo pequeño observaba en la lejanía con una mirada desinteresada, a sus ojos, el ganador ya estaba decidido desde antes de haber aparecido en la sala oscura.
—Estoy preparada. —Dijo Amaris con una mirada seria.
Los magos asintieron y, comenzaron a cargar el sello dibujado en el suelo con su propia energía.
—¡Actívalo! —Gritó Nari.
Amaris alzó su bastón y, con la fuerza de un estruendoso relámpago, golpeó el duro suelo. Las líneas en el sello comenzaron a iluminarse de un rojo muy oscuro y, al estar completamente activado, cuatro cadenas ilusorias salieron, sujetando el cuerpo gigante de la dama y, con la fuerza de una montaña la sometió, obligándola a caer al suelo.
—¡Ahora!
Serzo, con la compañía de los otros guerreros se precipitaron ante el cuerpo quieto de la criatura y, sin ninguna compasión se prepararon para asestar su golpe final.
—Esto no está bien. —Se dijo en voz baja.
Respiró profundo y, de un solo paso se interpuso en el camino de los guerreros, bloqueando el éxito.
—¿Qué estás haciendo? —Preguntó Serzo con una mirada llena de furia.
—¡Lo sabía! ¡Eres un farsante, tú quieres darle el golpe final y así recibir el orbe! —Gritó Nari, la lucha había sido caótica, más de lo deseado y, su mente estaba flaqueando por la falta de energía.
Tan pronto como las palabras de la líder de expedición salieron, las cadenas desaparecieron en el cuerpo de la dama gigante. Los guerreros sintieron un escalofrío recorrer sus espaldas, el joven de la máscara no los estaba reteniendo porque quería fama o gloria, lo estaba haciendo para salvar sus vidas y, hasta ahora se había dado cuenta de ello, afortunadamente no había sido demasiado tarde. La dama gigante miró con furia al joven de la máscara, sino hubiera sido por él, ahora unos cuantos tontos descansarían en su estómago, por lo que la furia la volvió a invadir.
—¡Aléjense! —Gritó Gustavo.
Los guerreros asintieron, saltando hacia atrás, pero los que no fueron lo suficientemente rápidos, fueron empalados por lanzas hechas puramente de energía oscura.
—¡Por los Dioses! ¡¿Cómo matamos a un monstruo así?! —Su tono se estaba quebrando con la locura. Era un guerrero afamado, había peleado cara a cara con diez bestias mágicas y había sobrevivido, pero al enfrentar a algo que lo superaba con creces, era natural que el miedo se apoderara de su corazón.
Al escuchar las palabras del humano, una mueca parecida a una sonrisa se dibujó en el aterrador rostro de la dama gigante.
Gustavo desapareció y volvió aparecer decenas de pasos atrás de la criatura, había pensado en un plan, ahora solo tenía que llevarlo a cabo. Con sus dedos comenzó a dibujar lo más rápido posible en el suelo, al terminar el primero, se levantó, yendo hacia otra localización e imitando su acto anterior. Los exploradores lo observaron como si estuvieran viendo a un loco, pero al notar que el joven necesitaba tiempo para terminar con sus preparativos, comenzaron a llamar nuevamente la atención de la dama gigante.
—Terminé. —Dijo con un tono de ligera fatiga, su mente todavía no se había recuperado por completo del viaje a la otra dimensión, además de que había ocupado una gran cantidad de energía mágica dibujando aquellos sellos, por lo que era normal sentirse así.
Envainó su sable de hoja gris y se quedó con el de hoja azul, cada vez que tenía aquella arma en sus manos, se sentía imbatible. Apretó la empuñadura con ambas manos y, sin querer, la energía oscura, combinada con su energía ígnea cubrió el sable. Gustavo se sorprendió al ver la armonía de la oscuridad y del fuego actuando juntos, pero rápidamente movió su cabeza, no era momento para perder el tiempo en cuestiones no importantes. Respiró profundo y activó los sellos. Los diez círculos compuestos por símbolos extraños se iluminaron de blanco y, con la majestuosidad de un ángel descendido, la sala comenzó a irradiar aquella santa energía. La dama gigante rápidamente volteó a ver al humano, no podía creer que alguien de este tiempo pudiera hacer esa clase de hechizo y, mucho menos un simple humano, gritó, no solo de frustración y odio, sino también de dolor, pues aquella luz la quemaba como el fuego más brutal. Gustavo saltó, haciendo un corte horizontal a la altura del cuello de la dama gigante. Cuando las plantas de sus pies tocaron nuevamente el suelo, envainó con calma su arma. Justo cuando la hoja se cubrió con la funda de cuero, la cabeza de la dama gigante cayó, desprendida de su cuerpo. El silencio fue inmediato, ni en sus sueños más locos podrían creer lo que estaba sucediendo.
—La oscuridad jamás vencerá a la luz. —Dijo con un tono tranquilo.
Comments for chapter "45"
QUE TE PARECIÓ?