El hijo de Dios - 47
Bajo el continuo silencio, el sonido del viento era la única constante. El palpitar rápido de los corazones, las respiraciones irregulares y la expresión de temor, describían perfectamente la situación por lo que los exploradores estaban pasando.
Amaris sacó rápidamente un pergamino de transportación inmediata, activándolo, quería probar si funcionaba, lamentablemente no lo hizo. Frunció el ceño y comenzó a cantar un hechizo, al activarse, cerró los ojos y, al abrirlos, se sintió en el cielo, flotando, podía ver todo a su alrededor como un ave, pero todo lo que apreciaban sus ojos, eran rocas, árboles secos, grandes cráteres, así como agujeros llenos de oscuridad, para simplificarlo, era un páramo rocoso.
—No puedo encontrar ni rastro de vida. —Dijo Amaris.
Los exploradores la observaron y asintieron, suspirando aliviados, talvez estaban solos y eso al menos era ganancia.
—(La joven humana se equivoca, Su excelencia, puedo sentir la energía de una entidad hostil) —Guardián le advirtió a su señor, enviándole un mensaje mental.
Gustavo asintió, agudizando sus sentidos, percatándose que la percepción de su subordinado era correcta, había algo a unos cuantos cientos de metros que los vigilaba, pero al parecer todavía no tenía intenciones de atacar.
—No estamos solos. —Dijo el joven con calma.
La multitud sintió como si un aire frío recorriera sus espaldas al escuchar aquellas palabras, si algo había pasado desapercibido por los sentidos de la maga, significaba que nada bueno les esperaba. Rápidamente se colocaron en guardia, tomando una formación defensiva.
Amaris caminó a pasos lentos, acercándose a Gustavo, tenía la incógnita de que era aquello que no había logrado captar.
—¿Usted sabe a qué nos enfrentamos? —Preguntó como si Gustavo fuera un desconocido.
El joven giró el cuello, al verla, su corazón palpitó con rapidez.
—No —Negó con la cabeza—. Pero estoy seguro que pronto lo sabremos.
Letion rápidamente sacó su mejor equipo, al igual que todos los demás, no estaban dispuestos a morir sin pelear con todo lo que tenían. Nari se cubrió sus dedos con anillos de protección y resistencia mágica, se colocó un manto en su hombro imbuido con potenciadores mágicos y, un casco color dorado con un dragón tallado en su costado izquierdo. Belet convocó nuevamente a su mejores Bestias, se trataba de un león de melena roja, con dos metros de alto y tres de ancho, al igual que un águila de plumas azules, su cuerpo parecía estar hecho de escarcha, siendo lo más poderoso de ella sus enormes garras. Gyan se mantuvo tranquilo, aunque había sido herido en la batalla con la dama gigante, gracias a las pócimas su herida se había cerrado y había desaparecido como si nunca hubiera existido. El hombre poseía un arco negro, con un carcaj en su espalda del mismo color, teniendo a la mano flechas mágicas de diferentes atributos cada una. Serzo solo sacó dos guanteletes de su bolsa de cuero, su demás equipo era de la mejor calidad que podía permitirse.
El cielo de fuego comenzó a oscurecerse como si las nubes hubieran tapado al sol, los exploradores sintieron una gran presión en sus pechos, no era algo que hubieran sentido antes y, no era algo que quisieran sentir. El suelo vibró, aumentando la calidez del entorno y, como si se tratara de la erupción de un volcán, una poderosa explosión sonó en las lejanías.
—¡Cúbranse! —Gritó Gustavo.
Una enorme y rápida bola de fuego impactó en el lugar donde antes había estado el joven, creando un enorme cráter y, una alta cortina de polvo. Gustavo respiró profundo, poseía sus dos sables desenvainados, por lo que estaba más que listo para la batalla.
—¡No bajen la guardia! —Gritó una vez más.
La cortina de polvo comenzó a desaparecer, dejando a la vista una silueta larga, gorda y aterradora. Amaris tragó saliva al ver de qué se trataba, no podía creer lo que sus ojos observaban.
—Salamandra de las montañas oscuras.
—Heroína Amaris ¿Escuché bien lo que acaba de decir? ¿Aquella criatura es la salamandra de las montañas oscuras? —Preguntó Letion con una expresión de temor.
—Letion ¿Qué criatura es esa? —Preguntó Serzo.
—Estamos condenados, Serzo… estamos condenados —La vida parecía drenarse de su cuerpo con cada respiración—. Aquel reptil es una de las bestias más poderosas del elemento fuego, su piel es tan dura como el acero y, su poder de batalla sobrepasaba en gran medida a un aventurero de una estrella dorada. —Explicó con una mirada perdida.
—No hay porque temer —Dijo Nari con una mirada afilada—. Recuerden que los tenemos a ellos de nuestro lado. —Señaló con sus ojos al joven de armadura ligera y a la dama de túnica.
—(Su excelencia) —Dijo el esqueleto.
—(Lo sé) —Interrumpió con un tono serio.
Una silueta humanoide, de unos dos metros de alto salió caminando con tranquilidad del enorme cráter, en sus manos se posaba una lanza larga de hoja curva, su cuerpo estaba protegido por una armadura ligera color roja sangre, tenía una cola larga con pinchos en su punta y, unos brazos gruesos y poderosos. Sus ojos eran oscuros, con un iris de cocodrilo, en realidad su rostro era la combinación de un hombre y un reptil, algo completamente extraño para el joven de la máscara de demonio.
—Así que has vuelto a mi mazmorra. —Dijo con un tono frío.
La multitud se quedó atónita cuando observaron al hombre reptil, pero casi se desmayaron cuando lo escucharon hablar con ese tono imponente y bestial, aunque por supuesto, no entendieron ni una palabra de lo que dijo.
—¿Tu mazmorra? ¿Quién eres? —Preguntó Gustavo con tono serio, talvez la situación hubiera sido muy diferente si se hubiera tomado el tiempo de voltear a ver a sus compañeros, para darse cuenta que era una locura lo que estaba haciendo.
—No hagas preguntas estúpidas, tu sabes quién soy ¡Tú fuiste quién me encerró en este maldito lugar! —Gritó con furia y, al instante golpeó la punta de su lanza en el suelo. Una poderosa energía ígnea cubrió por completo su cuerpo, era como si el hombre reptil fuera una antorcha humana.
—Estas equivocado —Se colocó en guardia, liberando de su cuerpo su propia energía imponente y asfixiante—, yo no sé quién eres, así que no me apuntes con tu arma. —Se colocó su máscara en la nuca y miró con frialdad a su oponente ¿Sentía miedo? Por supuesto que lo sentía, pero sabía que no podía dudar al enfrentar a un monstruo así, porque si lo hacía, el único destino que conseguiría era la muerte.
—La última vez me humillaste, está vez no lo voy a permitir. —Se apoyó con sus piernas, provocando que el suelo debajo de sus pies se cuarteara.
Una pequeña explosión sonó y, con ella el cuerpo del hombre reptil desapareció, apareciendo al instante justo enfrente del joven. Gustavo levantó sus sables para protegerse, pero fue inútil, el poder reunido en aquel ataque había sido devastador. Perdió el equilibrio, la lanza tocó su pecho, pero no logró destruir su armadura. Gustavo fue enviado a besar el suelo con su espalda, levantando una larga línea de polvo.
—Débil —Dijo el hombre reptil con un tono frío, luego su mirada fue atrapada por los otros humanos—. Laria, mátalos. —Ordenó.
La salamandra gigante rugió como lo hace una bestia y se lanzó con rapidez al cuerpo de los humanos. Justo cuando la enorme criatura estaba a punto de embestir a los exploradores, una sombra apareció, interponiéndose en su camino y, con su espada negra, detuvo sus poderosos pasos.
En la lejanía, una silueta se levantó y, con la frustración y enojo que había logrado ocultar dentro de su cuerpo comenzó a reír.
—¡¿Esto es todo lo que tienes?!
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