El hijo de Dios - 48
Gustavo tiró su sable de hoja gris, se había roto por el poderoso impacto, volviéndose inservible para sus planes. Apretó con ambas manos la empuñadura de su arma restante y, con un paso decidido apareció ante el hombre reptil.
—Maravilloso, me has dado la oportunidad de matarte lentamente. —Sonrió de manera grotesca. El joven solo frunció el ceño con odio.
Levantó su planta del pie y golpeó con fuerza el cuerpo del hombre reptil, el individuo humanoide evadió con rapidez, levantando la parte inferior de su lanza para golpear el cuerpo de su contrincante, Gustavo bloqueó con eficacia aquel ataque. Todos los movimientos ejecutados por ambos individuos eran tan rápidos que todo lo que podían ver los presentes eran imágenes residuales.
Guardián bloqueó con su espada el cuerpo monstruoso de la salamandra, deteniéndola por unos pocos segundos. Cuando los exploradores observaron aquella escena, casi quisieron gritar por el miedo, algo era ver a dos individuos fuertes luchar, pero que uno fuera un poderoso monstruo y el otro un misterioso esqueleto con fuego azul saliendo de su cabeza, se volvía una escena descabellada.
—Es la invocación del señor Sin nombre. —Dijo Amaris con calma.
Los presentes tragaron saliva, no podían aceptar tan fácilmente las palabras de la heroína de la ciudad, pero se forzaron a mantenerse fuertes, estaban en una batalla por sus vidas, por lo que no podían dudar.
—Serzo —Gritó Nari—, colócate en la parte frontal, Letion lanza hechizos de protección a nuestros cuerpos, Gyan, apunta a sus ojos. Belet ataca por ambos flancos, heroína Amaris, haga todo lo posible para matarlo, por favor. —Blandió su espada y se colocó al lado de Serzo en la línea frontal, respirando profundo y preparándose para entrar a la batalla.
Guardián saltó y golpeó con su puño el poderoso cuerpo de la salamandra, la criatura de cuatro patas fue forzada a besar el suelo, pero con un movimiento rápido de su cola, hizo que el esqueleto volara por el cielo en un ángulo curvo. Amaris activó el hechizo que momentos antes había conjurado. Del cielo, cinco relámpagos cayeron, impidiendo que el enorme monstruo pudiera moverse y, con suma bestialidad, el sexto cayó, impactando por completo en el cuerpo de la salamandra. Los exploradores sonrieron, pero al ver la fría mirada del reptil, sus sonrisas se apagaron, ahora sabían que la batalla acababa de comenzar.
Gustavo esquivó una vez más, la lanza pasó justo al lado de su mejilla, se impulsó con sus piernas y se acercó al cuerpo del hombre reptil y, con rapidez asestó en su pecho diez estocadas rápidas. El individuo humanoide retrocedió, tocó su pecho y escupió un líquido verde, se apoyó con su lanza, debía admitir que su oponente era muy fuerte, pero no como antes, parecía que algo lo había debilitado, algo que agradeció, pues así sería más fácil matarlo. Apretó con fuerza su lanza y volvió a atacar, Gustavo bloqueó cada una de las estocadas, sin embargo, la última iba con trampa, por lo que al bloquearla dejó una abertura por ambos costados, cosa que aprovechó el hombre reptil, golpeando con su cola con pinchos el cuerpo delgado del humano. Gustavo fue lanzado a impactarse contra las rocas rojas, pero al ver una sombra en el cielo, rápidamente se levantó, arrojándose hacia el frente, evadiendo lo que se aproximaba. El sonido de un golpe seco sonó, acompañado de una cortina ligera de humo. El hombre lagarto sacó su lanza del agujero que había creado al intentar empalar a su enemigo y, con rapidez se volteó, pero no encontró ni rastros de su objetivo. Gustavo apareció repentinamente y, con su manopla asestó un poderoso golpe en su hocico, haciéndole tambalear, escupió y se limpió el líquido verde con su lengua larga de reptil. Se acercó una vez más, blandiendo su sable y haciendo un rápido corte horizontal, el hombre reptil bloqueó el ataque con su lanza, pero el joven no se dio por vencido, se dio media vuelta y, con el impulso ganado golpeó con su pierna el poderoso cuerpo del individuo humanoide. El hombre lagarto fue enviado a volar unos pocos metros, se levantó con calma, mientras su mirada se volvía más pesada y fría.
El esqueleto se colocó de pie, intentando cortar con su espada larga el gran cuerpo de la salamandra, sin embargo, sus intentos fallaron. Nari y Serzo hicieron equipo, atacando por ambos flancos, pero la enorme criatura era más poderosa de lo que habían previsto, mostrándoles que no importaba lo que hicieran, no podían dañarla. Con sus patas gordas hizo temblar la tierra y, así desequilibró los ataques que se aproximaban. Abrió su enorme hocico, expulsando una furiosa ráfaga ígnea, Letion y Amaris rápidamente crearon una barrera de protección con energía pura, el impacto fue bestial, pero no logró penetrar, solo creó unas pequeñas fisuras, a los pocos segundos después de que las llamas salieron del hocico de la salamandra, la barrera cayó, Letion fue el más dañado, había consumido casi toda su energía mágica, por lo que rápidamente buscó una poción de recuperación en su bolsa de cuero y, al tenerla en sus manos la bebió, derramando unas gotas sobre su túnica. El águila en el cielo lanzó siete cuchillas de hielo, pero solo una de ellas logró impactar el cuerpo del enorme monstruo. La salamandra rugió como una bestia furiosa, se volvió loca y comenzó a moverse con anormalidad.
El esqueleto aprovechó para embestirla con el poder de su cuerpo, logró moverla un par de metros, pero no consiguió su objetivo, el cual era voltearla y así poder abrir su estómago. Gyan lanzó tres proyectiles consecutivos y, por la gracia de los Dioses, los tres lograron tocar la dura piel del anfibio gigante, estallando al instante y, creando así una poderosa explosión de magnitudes considerables. La salamandra barrió el suelo rocoso con sus patas, pero no cayó, era demasiada terca para hacerlo. Guardián levantó sus manos, la energía oscura rodeó su extremidad e hizo un extraño símbolo de dedos. En la dura superficie, decenas de lanzas compuestas por energía oscura se presentaron, saliendo del suelo para empalar al enorme animal. La salamandra rápidamente escupió unas pequeñas bolas de fuego concentrado en aquella oscuridad, inhabilitando el ataque que se aproximaba.
—¡Ahora Nari! —Gritó Serzo.
La líder de expedición saltó en el aire, levantando su espada con fuerza, una luz azul cubrió su hoja, se expandió un par de metros y, con ella golpeó la dura piel del anfibio gigante. La salamandra no logró evadir en su totalidad el ataque, por lo que lo único que le quedó fue resistir con toda su fuerza. Una larga línea roja se dibujó en su cuerpo, pero era tan superficial que no le importó mucho. Nari cayó sobre una rodilla, había ocupado mucha de su energía de guerrero para poder asestar ese fatal corte, pero al parecer sus esfuerzos habían sido en vano. Serzo se acercó con rapidez a su compañera, saltando para salvarla de la enorme bola de fuego que se dirigía a su cuerpo.
—Gracias. —Dijo en un tono bajo.
—¡Levántate! ¡Necesitamos a nuestra líder de expedición! —Gritó Serzo, no podía permitir que su compañera de batalla perdiera la motivación, pues sería un gran golpe a su estrategia para acabar con aquel monstruo ígneo.
Las llamas rodearon el brazo izquierdo del joven y, sin ninguna consideración lanzó una poderosa ráfaga de fuego al cuerpo del hombre reptil, el individuo humanoide poseía una alta resistencia al fuego, pero al ver las poderosas llamas concentradas del humano, sabía que sería dañado si no las tomaba en serio, así que, con rapidez hizo un símbolo de dedos, frente a su cuerpo, un óvalo rojo de energía pura se creó. Gustavo gritó y concentró más sus llamas, el óvalo comenzó a cuartearse, el hombre lagarto ocupó sus dos extremidades para protegerse, lamentablemente había subestimado el ataque ígneo, teniendo como consecuencia que su cuerpo sufriera serias quemaduras. Sus escamas resecas se achicharraron, su rostro se contorsionó en una mueca de furia incontenible, mientras que una risa diabólica era expulsada de su hocico.
—¡Maldito! ¡Eres un maldito! —Gritó furioso— ¡Ocultaste tus habilidades solo para humillarme! ¡Pero esta vez no te funcionará!
Tiró su lanza al suelo, se quitó su armadura y comenzó a gritar con fuerza, poco a poco se fue haciendo más grande y más musculoso, sus dientes se hicieron grandes y afilados, mientras que su espalda se fue llenando de puros pinchos negros. Gustavo tragó saliva, tenía un mal presentimiento al ver su transformación, por lo que rápidamente se lanzó para cortarlo con su sable, pero al aparecer en su espacio personal, fue recibido por un poderoso puñetazo en su pecho y estómago, lo que provocó que saliera volando sin aire en sus pulmones, sus ojos se abrieron al no poder respirar, mientras una ligera línea roja aparecía en sus comisuras. Su cuerpo cayó de una manera brutal, dando vueltas hasta detenerse. El hombre reptil no iba a dejarlo ir tan fácilmente, por lo que corrió como un rayo, apareciendo en unos segundos al frente del joven. Sin misericordia, alzó su gruesa pierna y la dirigió para aplastar su pecho. Gustavo reaccionó con rapidez, girando un par de veces en el suelo para esquivar, se levantó de inmediato, sin embargo, no había sido lo suficientemente rápido, pues un puñetazo le había dado la bienvenida de vuelta, levantándolo del suelo un par de metros, el hombre reptil saltó y, con ambos puños abrazados golpeó la espalda del joven, haciéndolo caer como un meteorito. Gustavo gimió de dolor, sentía como sus órganos se retorcían y pedían clemencia, gracias a Dios era más resistente que en su batalla con la hormiga reina mutada, sino, estaba seguro que ya hubiera muerto por los poderosos puñetazos del hombre reptil. Se levantó y escupió una gran bocanada de sangre, se sintió cansado, pero aun así le plantó cara a su adversario. Salió corriendo en dirección a su sable, lo recogió del suelo y lo empuñó con habilidad, apretó los dientes, estaba determinado a terminar la pelea, pero tenía que encontrar una estrategia para hacerlo, porque si seguía atacando sin un plan, su único destino sería la derrota.
La pierna de Serzo fue atrapada por las fauces del anfibio gigante y, con un poderoso mordisco, la separó de su cuerpo. El guerrero gritó adolorido, la sangre salía sin querer detenerse, sabía que moriría, por lo que el único pensamiento que poseía, era el de ganar tiempo para que pudieran matar al maldito monstruo.
—¡Serzo! —Gritó Letion con una expresión de dolor.
—Adiós, querido amigo. —Sonrió de manera gentil y, al instante sacó un pergamino de su bolsa de cuero.
Letion abrió los ojos, sabía lo que iba pasar, pero por alguna razón, las palabras no salieron de su boca, todo lo que pudo hacer, fue observar la poderosa explosión.
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